No te Enamores de Mi 8
Capítulo 8 Cuando se puede, se puede y cuando no, a escondidas.
A las dos de la tarde salgo corriendo de mi habitación.
¡Nacho! ¡Emi! – grito desde la sala, donde estoy terminando de guardar todas mis cosas – voy a salir, nos vemos en la noche.
¿Por qué? – pregunta Nacho, ha venido corriendo desde su cuarto y me mira celosamente con los brazos cruzados.
Dudo un momento, no sé si decirle que voy a casa de Lara. Opto por no hacerlo, ya me ha advertido varias veces y no creo que le guste saber que me dirijo para allá. Podremos pelear bastante seguido, pero es mi mejor amigo y mi hermano, se preocupa por mí.
A lo de Camila – técnicamente no miento, es su casa también.
Ok te espero a la noche – continua mirándome recelosamente por unos minutos hasta que retira con un sonoro suspiro de resignación.
A las tres y cuarto estoy entrando a su urbanización. No me caracterizo mucho por la puntualidad. Es un lugar muy hermoso, está situado por unas montañas.
Cuando llego allí, no sé si debería estar aquí. No sé si ella quiere que lo haga.
Yo quiero.
Camino hasta la puerta y toco el timbre. No estoy segura que decir cuando se abra la puerta. Parte de mi quiere decirle que lo siento, que no debería haberla besado.
Otra parte quiere hacerle un millón de preguntas hasta saber todo sobre ella.
Pero la mayor parte de mi quiere besarla de nuevo, sobre todo ahora que la puerta y se encuentra justo frente a mí. Me muestra su hermosa sonrisa de oreja a oreja. Esta vestida un tanto informal. Es raro verla así.
- ¿quieres entrar un rato? – pregunta – las chicas salieron y no estarán de vuelta en unas horas, por lo menos.
Asiento
Cierro la puerta detrás de mí, y miro a mí alrededor. Me hace pasar a la sala, amplia y luminosa. Donde se ve una escalera de madera que, supongo dirige a las habitaciones. Me dirige hacia una enorme cocina que además es muy moderna y completamente equipada, me gustaría cocinar allí. El ambiente está inundado de un aroma exquisito; si lo que ha cocinado sabe tan bien como huele… me señala una silla para que tome asiento, hago lo que me indica ya que me siento un poco tímida para ofrecer ayuda.
Qué bueno que llegaste a tiempo ¡moría de hambre! – dice mientras empieza a sacar unos platos – te estaba esperando para comer, espero que no hayas comido todavía.
No… no he comido – digo tratando de salir de mi letargo
Espero que te guste el risotto.
No es mi plato preferido, pero no puedo despreciar su comida. No pienso decírselo.
Claro, aunque no tengo mucha hambre, no me sirvas demasiado.
He pensado que luego de almorzar podríamos empezar a charlar sobre lo que te trajo a aquí. ¿Estás de acuerdo? – dice mientras me sirve un plato y colocando el plato frente a mí.
Claro, me parece correcto.
Tenemos tiempo suficiente para hacerlo.
Por cierto, esto esta delicioso – comento mientras pruebo un bocado. Realmente, y para mí sabe de maravilla.
Gracias – sonríe tímida.
Absorta en mis pensamientos a penas me percato del silencio incomodo que se produjo. Quiero comentar sobre alguna trivialidad pero Lara se me adelanta.
¿Cuántos hermanos tienes?
Dos, Nacho y Emilia, ellos son mayores
¿Tú tienes hermanos?
No, soy hija única. Bueno también sabes que tengo dos hijas – de pronto su rostro se ilumina.
Si… son hermosas.
Son la luz de mis ojos. Tremendas, nunca se con lo que me van a salir… son dos huracanes. Me hacen reír mucho. Sobretodo Andrea, es una niña muy especial.
Todos los niños son divertidos - comento
Esta pequeña se lleva todos los premios.
No lo dudo – coincido ¿Cómo discutir con ella?
Terminamos de almorzar y nos vamos a las sala. Me asombro de la inmensidad del ambiente, es bello, como toda la casa y esta exquisitamente decorado.
Nos sentamos en muebles diferentes. Nos miramos una a la otra.
No debería haberla besado hace tres días.
No debería haberte besado, Lara.
No debería haberte dejado – me dice
Nos miramos un poco más. Me pregunto si me dejaría besarla de nuevo.
Me pregunto si yo lo permitiría.
- Sera fácil detener esto – digo
Estoy mintiendo
- No, no lo será – dice ella
Está diciendo la verdad
Abrazo mis piernas y hundo la cabeza en ellas. No sé qué hacer. No quiero que ella me guste.
No quiero enamorarme de ti, Lara.
No soy idiota. Sé cómo funciona el deseo. El deseo quiere lo que uno no puede tener.
Mis instintos quieren que tenga a Lara. La razón quiere que Lara se vaya. Tomo el lado de la razón, y levanto mi cabeza para enfrentarla otra vez.
Esto no ira a ninguna parte – me dice – esta cosa entre nosotras. No terminara bien.
Lo sé – susurro - ¿Cómo lo detenemos?
Me mira, esperando que responda mi propia pregunta. No puedo.
Silencio. Silencio. Silencio. SILENCIO FUERTE Y ENSORDECEDOR.
Quiero cubrir mis oídos con las manos. Quiero cubrir mi corazón con una armadura.
Ni siquiera te conozco, Lara.
- Debería irme – digo
Me dice que está bien.
- No puedo – susurro
Vuelve a decir que está bien.
Nos miramos la una a la otra. Tal vez si la miro lo suficiente, me cansare de hacerlo. Quiero saborearla otra vez. Tal vez si logro saborearla lo suficiente, también me cansare.
Me levanto del mueble. Me encuentro a mitad de camino. Agarro su rostro y ella en mis brazos, y nuestras culpas colisionan cuando nuestras bocas lo hacen.
Mi piel se siente mejor con ella tocándola. Mi cabello se siente mejor con sus manos en él. Mi boca mejor con su lengua dentro de mí. Me gustaría que pudiéramos respirar así.
Vivir así.
La vida se sentiría mejor con ella de esta manera. Su espalda esta contra el espaldar del mueble. Mis manos están a los lados de su cabeza. Me alejo y la miro. Corro hasta la cocina, ella va detrás de mí.
Estamos en silencio.
Me observa hacer lo mejor que puedo por ignorarla. Ella no se da cuenta de que esta en todos lados. Está en todo. Cada cosa se ha convertido en Lara. Me consume.
Mis pensamientos ya no son pensamientos. Mis pensamientos son Lara.
No puedo enamorarme de ti
Miro el fregadero. Quiero mirar a Lara.
Respiro. Quiero respirar a Lara.
Cierro los ojos. Solo la veo a ella.
- El destino es muy cruel – susurra.
Su voz se rompe. Mi corazón se rompe.
- Despreciable – le digo. Se ríe.
No se supone que me enamore de tu risa, Lara.
Suspira. También me enamoro de eso. Doy un paso hacia ella.
Su cuerpo reacciona. Es un poco más baja pero no por mucho. Su respiración es más pesada pero no demasiada. Sus mejillas se ruborizan pero no tanto. Todo justo lo suficiente.
Mis manos encajan en su cintura. Mis ojos buscan los suyos. No me dice que no, así que lo hago.
Cuando mis labios tocan los suyos, es tantas cosas. Es bueno, malo, correcto y equivocado.
Inhala, robando un poco de mí aliento. Respiro en ella, dándole más. Nuestras lenguas se tocan y nuestra culpa se entrelaza y mis dedos se deslizan por su cabello que Dios hizo específicamente para ella. Toma mi cara entre sus manos y me muerde el labio inferior. Me acerco más a ella, como si fuera posible, necesito sentir más su cuerpo. No importa la hora, ni el día, ni nada, solo me importa ella.
Mi nuevo sabor preferido es Lara.
Mi nueva cosa favorita es Lara.
La quiero para mi cumpleaños. Para navidad. En mi graduación.
Lara. Lara. Lara.
Voy a enamorarme de ti de todas formas.
La puerta de la entrada se abre. Suelto a Lara. Ella me suelta, pero solo físicamente. Todavía puedo sentirla en todos los demás sentidos.
Lara esta agitada y agazapada a un costado, me mira asustada. Espero que mi respiración se normalice mientras el arrepentimiento empieza a invadirme. Quisiera pedirle disculpas, pero solo me quedo petrificada, rogando que no esté molesta. La miro fijamente, y en su mirada solo veo… ¿ amor ? Abro la boca para romper el hielo, pero Lara se dirige a la entrada.
- La empleada – contesta a mi pregunta no formulada. Mientras se limpia la boca y se arregla un poco me dirige una mirada cómplice y sale hacia la sala a encontrarse con ella – Finge un poco. Aquí no ha pasado nada.
Me da la espalda caminando hacia la puerta, pero antes de salir se gira, me sonríe y coloca su dedo sobre su boca, pidiéndome que guarde silencio. Me guiña el ojo.
Tengo un subidón antes de quedarme paralizada, un poco por los nervios y otro poco por la emoción. Pasado ese instante mi cabeza vuelve a colapsar, los pensamientos desordenados vuelven a inundar mi subconsciente y no hay forma de acallarlo.
Sé que no estoy haciendo lo correcto, pero esto me hace sentir tan bien. Esto está mal, muy mal, ella está casada. Todavía me puedo ir. Pero que digo. No me quiero ir, para nada. Me muero por estar con ella.
Regresa y toma mi mano para dirigirnos a la sala. Nos sentamos en el mismo mueble donde hace rato nos besamos. Agito mi cabeza, como hago cada vez que quiero despejar la mente de pensamientos perturbadores.
Puedo sentir su mirada fija en mí, a pesar de que no he volteado a verla. Me tenso notablemente y no me muevo. Ella toma mi mano, supongo que en un intento de calmarme, pues la tensión que hay en mi es evidente.
Me atrevo a mirarla. Sé que lee la culpa en mi cara… y de repente me doy cuenta que me molesta más el hecho de que sea la mama de Camila al hecho de que sea una mujer casada. Mi mente es un campo de batalla, sé que lo hicimos no está bien, pero se siente tan bien. Quien ganara. El deber o el placer.
- Quisiera hacerte un millón de preguntas – le digo
Sonríe abiertamente.
Si quieres podemos ver una película. Solo hasta que María se vaya… - dice mientras acaricia mi mano
¿Qué películas tienes?
Me golpeo mentalmente la frente mientras me pregunto dónde habrán quedado mi sentido de la decisión y mi sentido de la responsabilidad.
Y no sé, depende de lo que quieras ver – contesta mientras rebusca en el estante de las películas - ¿Clásicos o prefieres una comedia romántica?
Comedia romántica - respondo
Escoge una película del estante y la coloca.
Termina la película y la señora continua con los quehaceres. El tiempo pasa demasiado rápido, o demasiado lento, depende de cómo se lo mire.
Decidimos ir a comprar algo para cenar. Salimos en mi moto. Nos subimos a la moto y ella inmediatamente se abraza a mi cuerpo. Me estremezco al sentir su contacto.
Llegamos a la tienda y hacemos la compra. Ella se nota muy alegre.
¿Dónde está tu marido? – pregunto cuando salimos de la tienda, es la primera vez que lo menciono. Es algo que quiero evitar recordar.
Está trabajando en Valencia, vuelve entre semana – contesta. La noto un poco molesta pero no sé si debo preguntar el porqué.
Llegamos a su casa y se dispone a preparar la cena, yo me siento, sin quitarle la vista de encima. Luego de una pausa voltea a mí y contesta mi pregunta no formulada.
- Me quedo porque no me gusta la ciudad y además tengo que cuidar de mis hijas.
Frunce el ceño, como si hubiese dicho eso más para ella que para mí. Quisiera besarle la frente y acunarla, decirle que todo va a estar bien.
¿En que trabaja? – pregunto de repente
Es contador, se encarga de unos bares y unas propiedades de su familia.
Y estas enojada porque… - me arriesgo
No me acostumbro a estar allá y tengo que viajar con él. Las chicas se quedan solas y no me gusta para nada – entrecruza los brazos en señal de disgusto y se apoya en la mesa, esperando mi respuesta.
No digo nada. No sé qué decir.
Creo que tenemos que hablar – dice finalmente, suponiendo que estaba pensando en lo que ha sucedido en la tarde.
Si – contesto agachando la mirada.
¿Te quieres quedar a pasar la noche? – pregunta despreocupadamente
Esta mujer siempre me sorprende.
No puedo – digo al fin
¿Por qué?
¿Por qué? – repito asombrada mientras la miro fijamente – estas casada y tu hija es mi amiga, también cuando llegue a mi casa mi hermano me regañara porque estoy contigo y créeme que no le gusta nada.
Se pone tensa de golpe, puedo ver un brillo de tristeza en sus ojos.
- Porque todo es tan complicado… - deja la frase inconclusa mientras veo como sus ojos se llenan de lágrimas.
No digo nada.
Me gustaría seguir conociéndote… hay algo en ti - continua intentando de recobrar la compostura, puedo ver en sus ojos la culpa y un poco suplica.
Cálmate, deja que le avise a mi hermana y hablamos.
Me levanto de la silla, indecisa, no estoy segura de lo que estoy haciendo, pero alguna fuerza me impide salir corriendo.
Busco mi bolso, que lo deje sobre la mesa de la entrada, agarro mi celular y le envió un mensaje a Emilia.
- Me voy a quedar donde Camila
No quiero decirle nada más. Sé que cuando se entere Nacho va a poner el grito en el cielo.
Luego de la cena, propongo volver a la tienda para comprar galletas y un cepillo de dientes.
Lara se ofrece a prestarme un pijama, para pasar la noche cómoda.
De regreso a la casa conversamos hasta entrada la noche aunque ninguna de las dos hace referencia a lo que paso en la cocina, fingiendo que no pasó nada.
Bromeamos un poco, como un par de niñas; jugamos a las cartas y al monopolio. Disfrutamos un rato muy agradable.
A las dos de la mañana decido que es lo sufrientemente tarde como para ir a acostarme. Estoy cansada, ha sido un día muy largo e intenso. Hoy las emociones estuvieron a flor de piel.
Luego de decirle que vayamos a acostarnos, me lleva a la habitación a de Andrea, que es donde voy a dormir; es pequeña pero cómoda, muchos juguetes y mucho color rosa por todos lados.
Siento una punzada de decepción pues tenía la esperanza de dormir con ella. ¿En que estaba pensando?
Después nos dirigimos a su habitación. Es enorme. Del closet saca un pijama de colores.
Gracias por quedarte – dice mientras me entrega el conjunto – odio estar sola en casa. Me encanta que te quedaras.
Buenas noches – digo mientras salgo de la habitación.
Entro al cuarto de Andrea. Cuando termino de vestirme, me acuesto y entierro la cabeza en la almohada.
Necesito llorar, estoy feliz de estar aquí pero necesito más… estoy bastante inquieta, tengo ganas de estar con ella que duele.
De repente la puerta de la habitación se abre
- ¿Qué me has hecho? – la voz de Lara resuena en la oscuridad – desde que te conocí no soy yo…
Se acerca a la cama y me besa apasionadamente. Siento el fuego recorrer mi cuerpo. La beso. Me besa. Nos besamos.
Tomo su cara entre mis manos y beso sus labios con violencia, cerrando los ojos con fuerza al sentir la calidez de su piel y el calor de su aliento. Introduzco mi lengua con violencia en su boca y muerdo su labio inferior.
Al rato, ella apoya las manos en mis hombros y logra separarse de mí, escasos centímetros.
- Espera – me dice intentando recuperar el aliento
Nos separamos y nos miramos con la boca desencajada, respirando de forma atropellada y los brazos inertes a ambos lados del cuerpo.
Aspira profundamente antes de hablar.
- No sé cuándo ni porque empecé a sentir algo por ti, Renata, pero así están las cosas. Desde el día que nos vimos en el café, no he podido dejar de imaginar cómo sería estar contigo. Y el beso… Dios, te juro que nunca había experimentado algo semejante. Significo mucho para mí. Si el mundo no se acabó en ese momento, no veo porque tiene que hacerlo ahora. Sé que todo esto es una locura, que estoy casada, que eres la amiga de mi hija y dios, veinte años de diferencia; tenemos todo en contra, lo sé. Somos muy diferentes, y que si ocurre algo entre nosotras es indispensable que nadie lo sepa. No te pido que aceptes una relación secreta conmigo, pero tengo que saber si existe una mínima posibilidad de intentarlo. Mi matrimonio es una farsa, no amo y mi esposo, ni el a mí. Estoy preparada para una relación secreta. Real y secreta. Sé que estoy parloteando como una loca, pero si no dices algo pronto yo…
No puede ser… estoy soñando definitivamente.
Dilo otra vez – le digo
¿Todo el discurso?
La toco para ver si ella está sentada al frente mío y acaba de decir lo que dijo. Me acerco a ella.
- No solo esa parte en que aseguras sentir algo por mí.
Me mira directamente a los ojos.
- Pienso en ti todo el tiempo. Y quiero intentarlo contigo.
La necesito, tiene que ser mía, eso es lo único que soy capaz de pensar en estos momentos, así que no lo pienso y recorro de nuevo la distancia que nos separa. En cuanto mis labios se posan en los suyos, vuelvo a sentir la misma premura de antes. Quiero poseerla, saborearla y sentir como se estremece bajo mis caricias, así que saqueo su boca sin contemplaciones. La aprieto con fuerza contra mi cuerpo, justo cuando escucho que deja ir un largo y sonoro jadeo. Entonces dejándose llevar por el calor del momento, siento sus manos en mi nuca, apretándome contra ella. La acuesto sobre la cama. Llevo las manos a sus piernas y bajo el pantalón del pijama, ella no pone ningún impedimento. Coloco mis manos en sus nalgas y la aprieto contra mí mientras ella enrosca las piernas en mis caderas. De repente para de besarme y salta rápidamente de la cama.
No podemos hacerlo en el cuarto de mi hija, es muy incómodo – me dice arreglando su pijama – vamos mejor al mío, es horrible hacerlo aquí.
Si vamos
Nos ponemos de pie y nos miramos durante unos segundos. Me toma ambas manos y comenzamos a caminar sin dejar de mirarnos, llevándome a su dormitorio.
En cuanto entramos se acerca a mí, mordiéndose el labio inferior, empieza a quitarme el pijama, primero la camisa, la cual retira con mucha lentitud. Me admira durante unos segundos y acerca sus labios a mi piel, la cual besa repetidas veces. Siento su aliento en mi cuello y vestida con solo la ropa interior. Recorre mis costados con las manos hasta que, al llegar a la cintura, las lleva hasta mi estómago y las baja hasta tocar la goma de mi ropa interior. Me retuerzo de placer por sus caricias, frotándome su mano deliberadamente contra el calor que hay en mi entrepierna.
Me separo de ella y camino hacia atrás, acercándome hasta la cama hasta que me siento en ella. Ella se sienta sobre mí y baja nuevamente una de sus manos a mi cintura. Me pego a su cuerpo, mientras ella baja hacia mi cuello. Mi respiración se acelera y comienzo a retirarle la ropa.
Lentamente se retira dodo el pijama, y fue más fácil poder sentir el calor de sus piernas. Sin poder evitarlo, deja a la vista sus pechos. Acaricio uno, son hermosos, redondos, no muy grandes, pero tampoco pequeños. Meto uno en mi boca y empiezo a succionar, arquea su espalda y gime fuerte, agarro ambos pechos con mis manos, y con el pulgar doy vueltas sobre el pezón. Le escucho resoplar con fuerza y como los músculos de su vientre se contraen, posa sus manos en mi cabeza y sus dedos se enredan en mi pelo.
Poco después, me obliga a tumbarme boca arriba y ella se tumba encima de mí. En sus ojos hay fuego, está más hermosa que nunca. Bajó los tirantes de mi sujetador y recorrió la piel hasta unos de mis hombros, después lo hizo hasta alcanzar el otro. Durante unos instantes solo fui consciente de su boca sobre aquella zona de piel. Lame uno de mis pechos, no puedo reprimir el gemido. Besa el otro, pero esta vez se detiene a jugar con el pezón. Primero lo lame y luego lo muerde suavemente.
No puedo más, me duele la entrepierna de la excitación. Gemí ante aquella sensación. Nos fundimos en un beso ansioso con rapidez, salvaje incluso, cuando busco mi lengua encajando su sexo sobre el mío. Se apretó contra mí en un gemido y su lengua entro hasta el fondo de mi boca. La sujete de las caderas cuando tambaleo por el placer. Tomo mi lengua entre sus labios y la chupo con voracidad, al mismo tiempo que retiraba mi mano de su cintura, guiándola hasta cubrir su entrepierna. Gemimos a la vez cuando froto su sexo húmedo y caliente contra mi mano. El instinto me dice que le acaricie el clítoris y, lo hago.
- Si, por favor – susurra
Empiezo suavemente a presionar con su protuberancia, está muy mojada y eso aumenta el calor en mi cuerpo. Ella se arquea contra mi mano, gime con los ojos cerrados, tomo su boca y la beso apasionadamente sin dejar de presionar abajo. Se apretó contra mí y sus caderas comenzaron a moverse con fuerza. Tenía la respiración sofocada y me sentía mareada por el deseo. Mis dedos temblorosos resbalaron con la caliente humedad y los dirigí hasta la entrada de su vagina.
- Entra, quiero sentirte dentro de mí – jadeo con dulzura, besándome de nuevo
Un escalofrió recorrió mi piel. Resbale por su lisa y húmeda vagina hasta que mis dedos quedaron totalmente cubiertos por su carne, hinchada y palpitante. Levante la vista para mirarla, pero me dio un vuelco al corazón al descubrir que era ella quien me miraba a mí. Tenía esa mirada hermosa que me conquisto el día que la vi.
¿Qué ocurre? – susurra suavemente
Que estoy loca por ti
Bésame – jadea con dulzura
Ascendí hasta que alcance sus labios. Su lengua entro en mi boca sin previo aviso, al tiempo que sus caderas empujaron con fuerza entre mis dedos, hundiéndome por completo dentro de ella. Gemimos al unísono. Sentir mis dedos rodeados y aprisionados por su cuerpo hizo que olvidara todo, que solo me concentrara en saber lo que deseaba siguiendo señales en su respiración y sus jadeos. Me moví con ella en cuanto su cuerpo busco mayor presión. Doble los dedos y cubrí con la palma su clítoris, arrancándole otro gemido. Salí de ella, y con mis dedos lubricados le acaricie haciendo círculos sobre su latiente órgano. Gimió echando la cabeza hacia atrás y percibí una vez más como sus músculos se contraían y se tensaban bajo mis caricias.
- Si – jadeo; cuando resbale mis dedos hasta la entrada de su sexo y quedaron aprisionados por su calor.
Alza la vista con un movimiento pesado, mirándome con deseo antes de besar. Lo hace de la misma forma autoritaria con la que embistió contra mis dedos, llevándome muy adentro. Pensé que alcanzaría irremediablemente el orgasmo en ese mismo instante. Me excitaba y me estremecía ver a Lara salvaje, desbocada e insaciable. Se retiró lentamente y antes de que su vagina liberara mis dedos, su sexo volvió a resbalar, hasta cubrir mis dedos en su totalidad.
- Eres preciosa – musite cuando repitió aquel excitante movimiento.
Incremente el ritmo paulatinamente, buscando en cada penetración un contacto más profundo e intenso que el anterior.
- Renata – gimió mi nombre y note como las paredes de su vagina se tensaban para obtener una fricción mayor en la penetración.
Fundimos nuestras bocas, pero le costaba responder. Su cuerpo se curvo, adelantando aún más las caderas y cabeza cayo para atrás.
- Mas – murmura en mi oído, entre gemidos, rodeándome el cuello con los brazos
En aquel momento entendí lo excitada que estaba, su deseo de mucho más. Dude un instante, pero salí de ella y agregue un tercer dedo a la penetración.
- Sí, mi amor – gimió ante la nueva intensidad
Su cabeza rodaba de un lado a otro, me sorprende lo inerte que permanece su cuerpo cuando acelero el ritmo, penetrándola con más fuerza, más profundo. Tan solo gime inmóvil cuando me recibe. Cuando alcanzo el fondo en mi siguiente penetración, enmudece un segundo y sus constantes gemidos anteriores se convierten en un grito ronco, que explota en su garganta antes de balbucear mi nombre. Siento que se contrae alrededor de mis dedos, que sus caderas se reactivan empujando posesivamente contra ellos, bajo la mezcla de gritos y gemidos que me estremecen. Utilizo la longitud de mi pulgar y acaricio con una ligera presión su clítoris, arrancándole un profundo quejido que me llega hasta el alma. Su cuerpo se sacude violentamente sobre mí. Los espasmos y contracciones de su vagina volvieron a envolver mis dedos. Su caliente líquido me recorre mojándome la mano y su cabeza se desploma contra mi hombro entre sollozos.
Estoy agotada y extasiada… no me alcanzan las palabras para expresar como me siento. La abrazo contra mi pecho, para asegurarme que esto realmente ha sucedido. No lo puedo creer es mejor de lo que imagine. Quiero disfrutar al máximo este momento.
Lara se retuerce sobre mí y se hecha a mi lado, mientras se recuesta sobre mi pecho. La abrazo aún más fuerte y le beso la cabeza, siento su aroma y cierro los ojos de placer. Ella levanta su mirada y me sonríe, puedo ver en sus ojos un brillo de felicidad.
Me aproximo a su boca y rozo sus labios antes de besarla. Lo hago muy despacio, porque quiero disfrutar de su boca con calma. Aun puedo recordar cómo se estremecía de deseo, sus húmedos besos y el modo en que se movía mientras hacíamos el amor. Especialmente recordaba cuando grito mi nombre entre gemidos, en el instante en que estallaba en un orgasmo.
Ha sido alucinante – le digo besándola reiteradas veces – eres perfecta
Lo sé – contesta estirando la cabeza en la almohada mientras yo hago lo mismo, acostándome de lado, frente a ella, tapándome con las sabanas – tu tampoco estas mal del todo
¡oye! – me quejo haciéndole cosquillas - ¿Tienes algo que decir en mi contra?
Bueno… en general estas tremenda.
Beso sus labios con delicadeza, y luego hago lo mismo con su nariz, en sus mejillas y en sus ojos. Se revuelve entre mis brazos y se da la vuelta apoyando mi pecho en su espalda. La rodeo con los brazos y coloco una pierna encima de ella. Pararía ahora mismo el tiempo para poder quedarme así durante horas.
Prométeme que estarás aquí cuando abra los ojos – me dice
Te lo prometo – le digo besando sus hombros y acariciando con suavidad su espalda, viendo como los parpados se le cierran
No dejes de abrazarme.
Empieza a respirar acompasadamente, le acaricio el cabello mientras sonrío. Hundo mi nariz en su cuello huele exquisitamente bien. Ella suspira en sueños. Es tan hermosa.
La quiero
Me pego más a ella, entrelazando nuestras piernas, intentando fundirme en ella. Y así, tan nerviosa y cargada de inseguridades, sonrío nuevamente mientras me dejo llevar por el sueño.
Me remuevo perezosa mientras siento un cosquilleo recorriendo mi cuerpo, desde la parte baja de la espalda, hasta mis hombros. Lo siento en el cuello y ahora incluso en la oreja.
- Ren… Renata, despierta…
Empiezo a ser consciente de donde estoy, y sobre todo, de con quien estoy. Sé que el cosquilleo no formaba parte de mi sueño y se quien lo provoca. Sonrío aun sin abrir los ojos, dándome la vuelta y acurrucándome contra su pecho. Me acaricia la espalda y besa mi frente, retirándome el pelo revuelto en la cara.
Buenos días – ronroneo abriendo los ojos poco a poco, acostumbrándome a la luz que entra por la ventana.
Arriba preciosa – dice besándome en la boca
¿Qué hora es?
No lo sé, pero entra mucha luz…
¿Tienes hambre? – le pregunto
No, pero un café no vendría mal… - me dice haciendo pucheros con el labio inferior
¿Te preparo uno?
Por fis… la cafetera es lo primero que veras cuando entres a la cocina.
Sonríe y la beso, cogiéndole la cara con una mano de forma posesiva. Ella apoya en mi costado, tocando mi estómago y después descendiendo hasta mi culo.
¿Café o sexo? – le susurro
Estoy indecisa
Quiero que sepas, que verte dudar de esa manera me duele en el alma… - digo haciéndome la ofendida, saliendo de la cama y buscando mi ropa esparcida por la habitación.
No te enfades… - me pide riendo, mientras se envuelve entre las sabanas – ¿te vas a vestir? No lo hagas
Me giro y la miro, cruzándome de brazos
¿En qué quedamos? ¿Me visto y te hago un café o me quedo desnuda y tenemos sexo hasta la hora de comer?
Café con leche, con dos de azúcar – me dice tapándose con la sabana hasta la nariz
¿Querrá algo más la señora?
Mira a ver si quedan tortitas de chocolate… deberían de estar en el armario de encima de la cafetera…
Ok ya le traigo su pedido
Salgo del cuarto, con dirección a la cocina. Sonrío de pura felicidad. Si es así como me voy a sentir cuando este a su lado, estoy dispuesta a todo para conservarla. Si tenemos que escondernos de todos, lo haremos. Si tenemos que buscar excusas para quedarnos a solas, lo haremos.
Llego a la cocina y comienzo a hacer el café. Busco las tortitas en el armario.
¡No hay tortitas! ¡Pero si unas cosas alargadas de color rosa! – le grito
¡Esos son los pastelitos de Andrea! ¡Son asquerosos, pero a ella le encantan! - me dice entrando a la cocina - ¡si se le acaban me mata!
Pero ya es muy tarde. Ya me comí el último que quedaba.
Está muy bueno – le digo mientras masticaba con la boca llena
¿Le has dejado alguno?
Solo quedaba uno y me lo comí, no te había escuchado y me provoco
Espero que no se dé cuenta. ¿Cómo te puede gustar es horrible?
No sé – digo encogiendo los hombros – ya le comprare otros
Se sienta en la barra de la cocina, cruzándose de piernas mientras termino de preparar el café. En cuanto acerco con la taza, se lo doy y la observo mientras da el primer sorbo.
Perfecto
¡Bien por mí!
Ven aquí…
Me agarra de la mano y tira de mí, hacia ella. Pone los brazos en mis hombros y las piernas alrededor de mi cintura.
- Escucha… - empiezo a decir – lo he estado pensando…. Y quiero intentarlo
Me mira entornando los ojos
- ¿Intentar… lo nuestro? – me pregunta indecisa.
Pasados unos segundos. Asiento con la cabeza. Ella se acerca a mi cara para besarme.
Pero en secreto – añade – al menos, de momento. No creo que sea un buen momento para decirle a mi familia.
Ya nos las ingeniaremos – le digo pasando las palmas de mis manos por su cuello
Sé que será difícil, pero prefiero esto a nada. ¿Qué dices?
Que acepto. Si quiero… verme contigo a escondidas.
¡Tonta!
Me da un inofensivo manotazo, mientras le agarro los glúteos y la atraigo hacia mí. Me besa con fuerza como si reclamara lo que es suyo. De repente, las caricias y los besos cesan de golpe y levanto la cabeza extrañada.
¿Qué pasa? – le pregunto - ¿Por qué paras?
Porque suena el teléfono…
Me aparto y ella baja rápidamente de la silla. Corre hasta la sala y contesta el teléfono. Me quedo anonadada en la cocina. La cosa se estaba poniendo muy caliente hace un instante y necesito calmarme.
¡corre! ¡no pueden verte! ¡vístete! – me dice dando vueltas sobre sí misma
Pero… - intento replicar pero suena el timbre de la puerta
Estoy totalmente desconcertada. Subo al cuarto y me visto lo más rápido que puedo. Quien carajos vendrá tan temprano a joderme el día. Sin tiempo de reponerme salgo del cuarto y me siento en la sala como si nada hubiese sucedido. Ella se dirige a la puerta.
- Hola niñas – las saluda.
Camila pasa por su lado molesta, ni se percata que estoy sentada en su sala. Andrea saluda efusivamente a su madre y le da un beso. Rápidamente ve que estoy allí y corre hasta el sofá.
- Hola Renata – me saluda – ¿qué haces aquí?
Vamos Ren, inventa un excusa rápido
Eh… - balbuceo no se me ocurre nada para decir
Viene a buscarte para llevarte a la piscina de su casa – interviene Lara por mi
En serio – me mira emocionada
Si… si – menos mal que me salvo
Voy a buscar mis cosas
¡No! – le grita Lara – deja que ella se vaya y después yo te llevo a su casa.
Ok mami. Nos vemos más tarde – me dice despidiéndose con un beso
Trato de salir de mi letargo. Camino hacia la puerta y tomo mi bolso
Ok entonces me voy… adiós
Adiós
Salgo de la casa. Y conduzco de camino a mi casa con muy buen humor y se lo debo todo a ella. Si lo pienso fríamente, solo me ha prometido las sobras de su día a día, el tiempo que le quede después de trabajar y cuidar a sus hijas. No espero que sea mucho, pero como dije antes, prefiero eso que a nada. Me detengo en una panadería a comprar desayuno para llevar a la casa y esperar el regaño de mi hermano. Pero ya nada me importa, solo ella.