No te Enamores de Mi 3
Capítulo 3 Casualidad
¿Estas son horas de llegar? - escucho decir a Emilia, cuando termino de cerrar la puerta
Emi…
Me llamaron Camila y Emmanuel, ¿Dónde estabas? – se levantó del sillón en el que estaba y se dirigió hacia mí con una mirada de desaprobación.
Hoy quedamos en salir, ellos no aparecieron y se me olvido el teléfono – intentaba explicarle – además no sabía qué hora era y se me fue la noción del tiempo, disculpa.
Está bien, disculpa por exagerar pero tú nunca sales y te me perdiste, me preocupe porque no estabas con los chicos es muy tarde – sus palabras denotaban preocupación
Ya estoy en casa, será mejor irnos a dormir estoy cansada e imagino que tu igual – dije para poder irme por fin a mi habitación
Si tienes razón, chau buenas noches – dijo despidiéndose con un beso y un abrazo
Chau – me despedí para dirigirme a mi cuarto
Cuando llegue a la habitación, me bañe y me puse mi pijama. Recostada en mi cama dando vueltas de un lado para otro sin poder conciliar el sueño, no paraba de pensar en esa mujer. Es una locura verdaderamente, no sabía quién era, ni su nombre o edad, nada absolutamente nada. Estaba nerviosa y excitada después de salir de aquel lugar, no puedo engañarme esa mujer me gusta… mucho. Después de un largo rato pude conciliar el sueño. Me despierto, siento como si me hubiese pasado un carro por encima, esos 6 cocteles empezaban a causar efecto. Hundo la cara entre mis manos y me mantengo así durante un rato, me levanto de la cama y voy al baño, veo mi reflejo en el espejo, de verdad doy bastante pena y con un dolor de cabeza de mil demonios.
De repente escucho mi teléfono sonar, lo encuentro y reviso de qué se trata. Tengo 11 llamadas perdidas de Camila y Emma, 20 mensajes en WhatsApp y 8 SMS. Comienzo a leer cada uno de sus mensajes en los cuales dicen que no iban a poder salir en la noche anterior y otros en los cuales se mostraban preocupación por mi ausencia, a estas alturas me importa muy poco los motivos, les escribí para reprocharles que me dejaran sola y que me encontraba bien. Me fije en la hora y eran las siete de la mañana, bajo las escaleras y me dirijo a la cocina. En ella se encuentra mi hermana sentada a un lado de la mesa con una taza de café en la mano. Cuando me ve aparecer levanta la mirada para verme y se ríe estruendosamente por mi aspecto.
Ren que nochecita tuviste jajaja – dice con tono burlón y poniéndose de pie para saludarme
Basta, no estoy para tus comentarios, me siento mal – contesto girándome para buscar la cafetera
No es mi culpa que te hayas pasado de copas y dicen que yo tengo mal humor, pero cuando tu estas histérica no se te puede decir nada – termina diciendo para después marcharse molesta
Lo siento – le grito desde la cocina
Después de desayunar, siento que recupero un poco la energía y ya el dolor de cabeza estaba pasando poco a poco. Salgo al jardín y me siento en una mecedora ubicada en el porche, cierro los ojos y comienzo el vaivén de la silla, cuando empiezo a sentir un cosquilleo en los pies, allí estaba Homero babeándome y menando la cola feliz al verme, adoro a mi perro es como mi hijo me lo regalaron hace 3 años en mi cumpleaños es un hermoso Golden Retriever, juguetón y amoroso, además cuando salgo a pasearlo tiene un imán con las mujeres y yo aprovecho para coquetear con algunas. Ambos nos quedamos tranquilos viendo el jardín y siento como se cierran mis ojos y me vence el sueño poco a poco.
Abro los ojos con pesadez, quiero seguir durmiendo pero el golpe del viento en mi cara me despierta. Me sorprendo al ver que ya es de tarde sí que me dormí profundamente pero valió la pena estoy con las pilas recargadas y sin dolor de cabeza pero ahora con mi estómago pidiendo a gritos algún alimento. Entro a la casa pensado si mi hermana abra cocinado algo, que lo más seguro es que no porque ni un huevo frito puede hacer sola, cuando llego mis sospechas se confirman no hay nada y yo tampoco tengo muchas ganas de cocinar que se diga, tomo las llaves de mi moto y me dispongo a salir.
Veo el clima y no está muy despejado así que tengo que ir rápidamente antes de que empiece a llover. Conduzco por la ciudad pensado en que comer cuando siento caer las gotas de lluvia en mi cuerpo lo mejor es parar cualquier lugar y esperar a que pare de llover un poco. Estaciono la moto en un lugar resguardado de la lluvia y diviso un café a una cuadra de donde me encuentro. Voy caminando lentamente tapándome con mi chaqueta de la lluvia lo último que quiero es enfermarme o caerme. De repente siento la vibración en mi bolsillo anunciando la entrada de una llamada, contesto
Hola, ¿quién habla? - digo deteniéndome en la entrada del lugar sin ingresar todavía
Hola es Emma, como estas? Estoy en casa de Cami llégate – me dice animadamente
Bien gracias, no alcanzo a llegar estoy lejos y también está todo inundado - me excuso
Te vamos a buscar – oigo decir a mi amigo–la mama de Cami también está en las mismas y no tiene carro - desde lejos escucho gritar a Cami diciendo que ya su madre no necesitaba ayuda.
No te preocupes, después nos vemos, yo estoy en un café voy a comer y vuelvo a casa.
Ok mañana te queremos temprano en la cancha de futbol mira que esta práctica es importantísima, aunque llegues en canoa – me reprendió Camila cariñosamente, para ella el equipo es muy serio y cuando me quedaba dormida me regañaba.
Esta vez no me quedare dormida, Cami - abriendo la puerta del café y entonces la vi … con la mirada perdida y con una taza de café en las manos - hablamos luego – corto la llamada hasta una mesa cercana.
Otra vez ella no me veía, yo la llamaba con la mirada.
Mostraba un gesto de tristeza en sus ojos. ¿El tipo del bar seria su marido? ¿el seria el responsable de su expresión de dolor?
Cuando el mesonero se acerca a mi mesa a entregarme el menú, salgo del trance en el cual me encontraba. Pido una ensalada y un jugo natural.
Regreso mi mirada a ella. Solo la había visto una sola vez y me fue suficiente para no poder sacarla de mis pensamientos. Tenía un atractivo especial.
El mesonero regresa y me entrega el pedido. La observo durante mientras estoy comiendo no puedo despegar mis ojos de ella nuevamente, me siento como una acosadora. Su cabeza levemente apoyada en el gran vidrio de la entrada, observo como sus ojos se pierden viendo la lluvia caer.
Cierro los ojos y su imagen vuelve a formarse en mi cabeza, sonriéndome como la noche pasada en el bar, mordiendo su labio inferior y mirándome a los ojos mientras que yo trataba de huir de aquel lugar. Mi respiración se acelera mientras apretó la mandíbula con fuerza. Debería levantarme e ir a su encuentro, está sola y triste, me muero de las ganas de contenerla.
- ¡Joder! – grito y golpeo un poco la mesa, algunas personas a mi alrededor pero ella no se da cuenta de mi presencia.
Ahora si me estoy volviendo loca. Ella se ha convertido en el remedio de mi enfermedad y a la vez la causante de mi locura.
Me levanto de la mesa y me dirijo a la salida, necesito salir, algo dentro de mí me dice que le hable. Noto las gotas de la lluvia caer otra vez sobre mi cuerpo. Vivo en Caracas - Venezuela, tiene aproximadamente 2 millones y medios de habitantes, es una ciudad grande y la probabilidad de que yo la encuentre otra vez es casi 99 a 1, un milagro o casualidad, quizás sea la oportunidad para conocerla. Me lleno de valor y abro la puerta del lugar y rápidamente me voy acercando a su mesa, sigue apoyada en el vidrio pero ahora hablando por teléfono. Me freno en seco y tropiezo con la mesa de al lado de la suya, ella se gira hacia mí, supongo alertada por el ruido que he provocado, me mira de arriba abajo con cara de asombro, imagino porque tenía el cuerpo completamente mojado, estaba con la respiración acelerada y mi cara debe expresar desconcierto.
- Hola – dice mirándome
Me tiene hipnotizada y solo soy capaz de mirarla embelesada, para cuando no tenga la suerte de encontrármela de nuevo otra vez. Sus gestos, el sonido de su voz, cosas simples que aceleran mis pulsaciones. No puedo articular absolutamente nada.
Yo a ti te conozco – dice para mi total asombro.
Esto… - lo único que se me ocurre decir, excelente tengo a la mujer de mis sueños y lo único que puedo hacer es divagar. Ella me mira, ladea la cabeza y sonríe.
Claro… en el bar. Eres la chica que estaba junto a la puerta de salida y llevaba toda la noche mirándome, sabes no deberías mirarme de ese modo tan descarado – dijo súbitamente – a mí me gustan las personas que saben comportarse con sutileza.
Yo, yo… - es que esto no me puede estar pasando, todo lo que le quiero decir no sale de mi boca. Me pongo más nerviosa de lo que ya estoy cuando ella intenta acercarse a mí.
Lara - Veo su mano estirada en mi dirección.
¿Cómo? – pregunte confusa, no entendía nada y tampoco me lo creía.
Mi nombre es Lara – dijo antes de pestañear, se produjo un silencio, ella estaba esperando que yo le respondiera - ¿No me vas a decir tu nombre?- me dice divertidamente.
Oh, disculpa – ladee mi cabeza de un lado a otro para despejarla – Renata, me llamo Renata.
Por fin escucho tu voz, es un placer – escuche una pequeña risa de su parte.
Me gusta como ríes - ahora las palabras fluyen, pero noto que ella cambia su semblante divertido a uno serio - disculpa, ¿Me puedo sentar? – ella asiente - Creo que te pesco la lluvia al igual que a mi
La lluvia me tiene retenida… ya es tarde y me tengo que ir.
¿Te vas? - pregunte con un tono melancólico.
Terminare mi café y me iré – me indica seria.
No quieres algo para comer u otro café, yo invito – todavía no escuchaba su respuesta – será solo un rato ¿te parece?, no te mirare descaradamente – escuche nuevamente su risa cuando termine de decir esta última frase.
Está bien, me convenciste pero solo uno – Gracias dios, vamos todavía. Le hice señas al mesonero para que viniera a tomar nuestro pedido.
Y así fue el chico vino, pedimos los cafés y se retiró. Me quedo sonriendo tontamente, feliz, muy feliz.
Te debo una disculpa por lo de anoche, tienes razón no podía dejar de mirarte – digo para romper un poco el hielo - porque enamoras a quienes te ven.
Renata – dijo con reproche – yo soy una mujer casada, tengo dos hijas.
Yo tengo 18 – hago una pausa – bueno 17, casi 18.
Podría ser tu madre, yo tengo 37 años – dijo mirándome fijamente sorprendida por nuestra gran diferencia de edad.
Pero no lo eres, yo no veo nada malo – digo con decisión
No quiero que coquetees conmigo, lo que tú quieres no va a poder ser – dice ya molesta
Lo siento…. Solo quiero conocerte - me rio – hagamos algo en verdad tú me atraes mucho y no quiero echarlo de perder – suspiro y la miro fijamente – hare lo que quieras no quiero hacerte sentir mal e incomodarte – concluyo mientras contengo la respiración esperando su respuesta.
Solo hablar – me mira compasivamente – si vuelves a coquetear me levanto y me voy a si se esté cayendo el cielo halla afuera – sonríe cuando termina de decir esto.
Asiento con la cabeza aceptando sus condiciones. Y así fue, como estuvimos hablando durante un largo rato. Riéndonos y hablando un poco de todo, nos avisaron que ya el local estaba por cerrar. No me había percatado que ya había dejado de llover y las calles se veían secas. Se estaba acabando el tiempo de nuestra agradable charla, yo no quería dejarla ir, no podía.