No te Enamores de Mi 13

Capítulo 13 – Destiempo Parte 4

Los pitidos del reloj me despertaron del trance. Eran casi las tres de la tarde. Sentada en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas, rodeada del desastre que era mi habitación, era consciente de la necesidad de moverse. Permanecí inmóvil allí por mucho tiempo. Fui corriendo hacia la planta baja, hice una mueca por el dolor en todo el cuerpo, como si dardos me atravesaran, regresé con un puñado de bolsas de basura. La mayor parte de sus cosas estaban dañadas. Devolví los libros a los estantes, empujando las páginas rasgadas y arrugadas atrás, entre las cubiertas. La laptop la escondí debajo de la cama. El computador de escritorio, sin embargo, estaba roto más allá de la reparación y el teclado se encontraba en varios pedazos. Los envolví en una de las bolsas y empecé a acumular la ropa rasgada, DVD’s rotos, cajas aplastadas, marcos de fotos rotas, e incluso un peine destrozado. La sangre manchaba las sábanas y la funda de la almohada, así que los arrastré fuera de la cama, y también los arroje a la basura. En la ducha, descubrí más cortes y contusiones. Los nudillos de mis manos estaban agrietados y ensangrentados, los codos y las rodillas en carne viva. El pie derecho dolía como nada, los dedos de los pies eran una sombra violenta de púrpura. Había hendiduras carmesí en los brazos, la espalda, las piernas. Sentía las rodillas débiles y dolor por todas partes. La ducha me quemaba la piel lacerada y el dolor me daba mareo. Continuaba sangrando todavía, ya que el agua de color rosa se movía en espiral hacia el desagüe. Vestida con unos jeans limpios y una camisa manga larga, caminé hacia la bulliciosa tarde, dirigiéndome hacia el parque. Las casas, el color del sol que ilumina la calle, los tramos de hierba que entran y salen de la vista de acuerdo a la calle. Todo parece tan normal , pensé, y sin embargo, todo parecía de alguna manera, demasiado extraño.

Era casi como si fuera testigo de este tipo de escenario por primera vez. Me sentía como si estuviera en otro lado de algo que otras personas no podían entender. Mi capacidad para mantener la calma era impresionante. Trataba de mantener la mirada en la acera frente a mí, manteniendo la mente fija en la única cosa que me sentía obligada a hacer. Caminar. Cuando, no tenía ni idea. Era como si más allá de esa meta no pudiera pensar, como si la válvula de seguridad en el cerebro me estuviese protegiendo de mis propios pensamientos. Exhausta, abruptamente incapaz de ir más lejos, me detuve y me senté en el pasto del parque, superada por la ola de calor y ruido. El teléfono vibró en el bolsillo, sobresaltándome como el infierno. El nombre de Lara parpadeaba en la pantalla y mi primer pensamiento fue dejarlo ir al buzón de voz. No quieroverla . Pero la culpa me obligó a contestar el teléfono. Hablaba muy rápido. Sonaba emocionada. Quería que nos viéramos en nuestro café. Le dije que no podía en ese momento; que estaba ocupada. Pero pregunta que es lo que estaba haciendo, sólo puede pensar en decir que está comprando unas cosas. Pregunta dónde, parlotea sobre algo y luego colgó. Me encontraba mirando el teléfono en la mano con una confusión aburrida, me sentía atrapada. No quería verla, sonaba tan viva, tan animada.

Contra el violento brillo del sol, una figura sale en un salto de un carro. La veo riendo, dirigiéndose hacia mí. Me levanté y trataba de arreglar mi rostro en una expresión normal. Sentí brazos de Lara rodeándome cuello, su pelo de repente en mi cara, sofocándome. Ella era cálida, suave y perfumada, sin embargo, me encontraba luchando por empujarla lejos.


-          ¿Qué pasó con tu rostro? —Lara me sorprendió, con su mano en mi mejilla—. Está comenzando a aparecer un gran hematoma en la frente. ¿Y esa es sangre en el labio?

-          Oh sí. —Empujé su mano despectivamente—. Anoche me caí en la moto.

-          Ay, ¿tus manos también? —tomó la mano para inspeccionar mis nudillos sangrientos, la piel rallada por las heridas, irregulares rectángulos blancos rodean cada laceración mojada de color carmesí.

Pero afortunadamente la atención es corta, llega el mesero para tomar la orden. De repente me encontré con la mirada de Lara. Como una gran sacudida era momentáneamente consciente de sus ojos escudriñando mi rostro e hice un esfuerzo monumental para mantener la expresión relajada y alegre. Apoyé los codos contra la mesa, y me giré para mirar lejos de ella, masticando la uña del pulgar en un intento de calmar mis nervios.

-          ¿No tienes hambre?

-          No realmente —respondí rápidamente—. Tuve un gran almuerzo.

-          Pero me dijiste por teléfono que no habías comido.

-          Me refería desde entonces —dije, mirándola a los ojos preocupados lo suficiente como para darle una sonrisa tranquilizadora.

Tuve un breve momento de vacilación, y luego con entusiasmo comenzamos a charlar animadamente. Empecé a sentir que ya no podía mantener la fachada, que eran mis verdaderos sentimientos que querían salir a la luz.  Sólo quería irme a mi habitación, para ocultarme y dormir como si estuviera muerta, tan muerta como me sentía por dentro. De repente, Lara estaba a mi lado, con la mano en su brazo.

-          ¿Renata?

Mi brazo salió disparado sin control, golpeando su mano, con fuerza.

-          ¡Ay!

-          Lo siento, sólo estoy… no era mi intención hacerlo. Lo siento, no me estoy sintiendo muy bien. Me tengo que ir…

Vi a su vez, la expresión de alarma en ella y que se  movía hacia mí, pero ya estaba corriendo, esquivando a las personas, perdiéndome en la calle rápidamente.


-          Hola —dije con incertidumbre. Me presenté en su casa para disculparme por mi actitud.

Ella seguía escribiendo garabatos casi ilegibles y sin levantar la vista. Por un momento sentí como si fuera invisible, un producto de mi propia imaginación.

-          Hola —No vuelve a subir su mirada.

-          Uh… ¿Estás ocupada?

Ella lanzo su bolígrafo en su libreta como gesto de exasperación y lo inmovilizó con su mirada. —No mucho. ¿Por qué?

-          Bueno, yo solo… ¿Estás enojada por algo?

Abrió mucho los ojos, como sorprendida por mi estupidez. —Bueno, sí, Renata. ¡Y algo confundida!

-          Acerca de ayer… Lo siento, me fui así como así. No me estaba sintiendo muy bien. Solo un poco mareada ¿sabes? Tal vez deshidratada por el calor o algo así.

-          ¿Eso es el por qué apagaste tu teléfono por dieciocho horas?

-          Me desconecté por el resto del día y parte de la noche —dije la verdad—. Estaba hecha polvo.

-          ¡Podrías haberme llamado esta mañana! Estuve cerca de ir a buscarte. ¡Pudiste contestar mis mensajes de texto!

Me esforcé para encontrar su mirada. Los ojos de ella brillaban con coraje, pero también detecté un toque de perplejidad y preocupación que se estableció en mi palpitante cabeza. No quería agrandar su preocupación diciéndole que mantuve el teléfono apagado desde ayer, deliberadamente dejando sin revisar para que así no enfrentarse al diluvio de mensajes. Ella continuaba mirándome, esperando una respuesta.

-          Lo siento.

Su boca se abrió. —¡Lo sientes! —exclamó—. ¡Renata, he estado muy preocupada! Si no fuera por mis hijas hubiese ido corriendo a buscarte.

Hice una mueca contra el sonido de su voz, sus palabras penetraban la frágil membrana que me rodeaba.

-          Mira realmente lo siento, no quiero pelear. Lara, por favor no te enojes, no puedo lidiar. Estoy tan cansada… —Las palabras se me atoraron en la garganta hasta detenerse.

-          Ren, no estoy enojada, ¿está bien? Solo estoy preocupada, eso es todo. No quise… no sabía…

Estaba preocupada, pude oírlo en su voz.

-          Renata, por favor. Por favor, solo dime que está pasando. —Su voz era apenas más que un susurro.

Sacudí la cabeza

-          ¡Nada! Sólo parece que estoy en este estado de ánimo extraño…

Los ojos de ella me buscaban.

-          ¿Qué carajo te pasó?

-          ¡Nada! —exclamé con irritación fingida—. Yo sólo odio cuando peleamos, eso es todo.

-          No estamos peleando, Renata.

-          Lara, yo no… honestamente no sé qué está pasando. Siento como si… como si algo me sucede. Como si tuviera un dolor, y no puedo deshacerme del, no quiere dejar de lastimar. ¿Sabes?... ¿Sabes a qué me refiero? —mordía el interior de mi labio —. ¿Alguna vez lo has sentido? Es como una sensación de depresión, o… o soledad. Te sientes separado de todos a tu alrededor, como si ya no pertenecieras…

Me miraba fijamente, con una expresión seria, con la frente arrugada de preocupación.

-          Pero no estás sola y perteneces. Me perteneces. Te amo, Renata.

Exhalé lentamente, tirando de ella suavemente hacia mí, deslizando la mano por debajo de su cabello, ahuecando su mejilla. Mis ojos cerrados y mi boca toca la de ella y la beso suavemente, inhalando su aliento cálido, absorbiendo el sabor de sus labios, de la lengua. Y de repente fui tomada por un nuevo temor, tan violento e inesperado, que me golpeó como un puño en el estómago.

-          Lara —susurró entre besos—. Por favor… por favor no me dejes.

-          Yo nunca…

-          Pero lo harás. —La beso desesperadamente—. Un día lo harás.

Ella se aleja.

-          Ren…

Trato de besarla nuevamente, esta vez sólo llego a la comisura de sus labios.

-          ¿Por qué dices eso?

-          Porque… a veces las cosas son tan complejas.

Ella puso la mano en mi cara, manteniéndome atrás, sus ojos, llenos de confusión, clavados en los míos.

-          Entonces, ¿qué sentido tiene? Sí estás tan segura de que esto es tan complejo ¿Por qué continuar?

-          No quise decir eso —susurro desesperadamente—. No quiero que terminemos. Mi Dios, es lo último que quiero en el mundo. Es sólo que estoy tratando de ser realista. Tú vas a terminar conmigo algún día, yo… yo sólo lo sé…

-          ¡Deja de decir eso!

-          Lo siento…

-          Sí eso es lo que realmente crees, entonces puede ser que también… —Comenzó a alejarse

-          ¡No! —Agarré su muñeca, jalándola fuerte contra mí.

-          ¡Renata! —dijo sorprendida.

Siente que la oscuridad lo succiona de nuevo.

-          No quería decir esas cosas. Sólo estoy muy cansado…

-          ¿Tan cansada de qué?

-          ¡Cansado de sentirme así! —Mi voz se elevó—. ¡Como si hubiera hecho algo terrible y si te digo voy a perderte!

Tomé una respiración entrecortada y la sostengo. Inhalé fuertemente y volví la cabeza, tratando de escapar de la mirada de Lara. Te necesito, quise decir. Necesito que te quedes conmigo, me sostengas, me hagas sentir real y viva otra vez. Necesito que me ayudes. Pero no pude, no pude decir nada de eso. Mientras tomé una respiración profunda, sentía que las lágrimas se abrían paso como cuchillos. Con toda la voluntad en el mundo, no pude detenerlas.

-          ¿Renata?

-          Estoy bien. No es n-nada…

-          Cariño ¿Cómo puede ser nada? —suena sin aliento, casi cansada—. ¿Qué está pasando?

Presioné las palmas de mis manos fuertemente en mis ojos y trataba de sostener la respiración en un desesperado intento de detenerlas.

-          Esto pasará —dije frenéticamente, limpiando mis ojos con la parte posterior de la mano—. Esto… lo voy a solucionar. T… tal vez estoy pasando por una especie de fase. —Di una pequeña risa, pero las  lágrimas seguían derramándose.

-          Esto no es una fase… tú estás molesta por algo. —Acariciaba mi cara, su voz sonaba suavemente desesperada—. ¿Es algo que no quieres decirme?

-          No sé. Tal vez necesito irme de viaje o algo para ordenarme. Quizás…

-          Shh, detente, quédate aquí conmigo —dijo Lara suavemente, sus manos firmes alrededor de mis muñecas—. Vamos a solucionar esto. Vas a estar bien.

-          Las cosas han cambiado. No podemos permanecer juntas…

-          Ren, escúchame cariño. Siempre estaré aquí para ti. Siempre te amaré. — La voz de Lara era suave, muy suave. Me sostenía silenciosamente, su cabeza descansando sobre la mía, y lentamente comenzaba a recomponerme, enterrando firmemente el dolor -aún presente, pero más débil - muy profundo dentro de mí. En el fondo, de vuelta a donde pertenecía.

¿Cómo iba a poderle explicar lo que le paso cuando apenas lo entendía? Por un momento parecía como si no pudiera tener suficiente de ella, suspiraba por el tacto de sus manos sobre mi cuerpo, anhelaba su cuerpo desnudo presionado contra mío suyo, deseaba estar tan cerca como dos personas podrían alguna vez, inhalar su boca, sus labios, su lengua, estar dentro de ella, tan excitada que me sentía abrumada por una especie de locura, abrumada por la pasión y la urgencia que solo el sexo puede aliviar… entonces, al siguiente momento, me sentí atrapada, capturada en una pesadilla de distorsión, horror y disgusto. Me sentía sucia, expuesta y repugnante.

“Tú probablemente vas a perderla de todos modos, pero si quieres aún la más mínima oportunidad de conseguirla de vuelta, no tienes absolutamente ninguna otra opción más que decirle. Y tiene que ser ahora. Ahora mismo. En este instante. Debido a que Santiago podría volver en cualquier momento”

-          Lara—dije con desesperación— Tengo algo que decirte

En silencio nos levantamos y nos dirigimos a la pequeña sala de estar. Yo me senté en la alfombra. Lara se acurrucó en el sillón junto a la ventana.

Tienes que decirle ¡Hazlo ahora!

-          Renata, si tú no estás preparada para…

-          ¡Lo estoy, Lo estoy! —Solté en un grito —. Sólo estoy... Mierda, debí haber trabajado en cómo explicarme…

Tienes que calmarte. Tienes que decírselo. Con cada segundo que pasa la estás alejando de ti.

-          Renata, si no puedes hacer frente a todo esto ahora mismo. Puedes que irte, por favor.

-          Por favor, tienes que dejarme hablar…

-          ¡Habla, entonces!

-          ¡Estoy tratando! ¡Sólo prométeme que no me vas a odiar!

Se levanta y camina tentativamente hacia él.

-          Me engañaste.

-          Sí... ¡No! —Engañarte… de pronto no pude del todo comprender el significado de la palabra—. Oh Dios...

-          No puede ser. —Ella hizo una mueca como si le hubieran dado un golpe. Vuelve la cabeza y cierra los ojos—. Fuera.

-          ¡No te engañe! —Salté a sus pies, la agarré por los hombros y oí su grito de asombro—. ¡No te engañe, no lo hice, no lo hice! ¡Por lo menos yo no quise !

-          ¡Suéltame, Renata! ¡Suéltame ahora mismo! —Estaba gritando.

-          ¡No! Tienes que escuchar esto… ¡tienes que saber, tienes que entender!

-          ¡Suéltame!

-          ¡Sólo escúchame!

-          ¡No quiero oírlo! —Ella agarra mis brazos, y trata de alejarme.

-          ¡Tienes que hacerlo!

-          ¡No! Suéltame

-          ¡Fui atacado!

-          ¿Qué?

-          Fui atacado, ¿está bien? Me vi obligada… me vi obligada… me vi obligada... ¡Oh, mierda!

Ella deja de luchar, encarándome, tranquila de repente, y muy, muy quieta.

-           ¿Obligada a qué?

Ordené a mi mirada encontrarse con la de ella, jadeando, con el corazón palpitante, sudor escurriéndose por un lado de su cara.

-          A… a... Oh por dios, Lara… a… a tener relaciones sexuales...

Retrocede hacia atrás con ira.

-          Oh, te obligaron a engañarme, ¿verdad? — Con burla en su voz, llena de sarcasmo—. ¿Una chica sólo se arrojó sobre ti?

-          No una chica. Era… era un hombre. Él era más grande. Luché tan duro en cuanto pude, pero no pude... lo siento. Amenazó con matarme, tenía un cuchillo y yo le creí. Tenía miedo, mucho miedo. No luche más, así que… así que lo dejé. —Sentí que las lágrimas picaban a través de mis ojos.

Hubo un terrible silencio.

-          Fuiste... —Luchaba para terminar la frase—. ¿Fuiste violada?

Asentí conteniendo el aliento, lágrimas silenciosas derramándose hacia abajo sobre mis mejillas, calientes y pesadas, cayendo desde el borde de su mandíbula al cuello de la camisa.

-          ¿Cuándo? —jadeó Lara

-          Hace tres días. Yo estaba caminando de regreso a casa y… y me dijo que necesitaba ayuda. Así que lo seguí.

Lara seguía ahí de pie, congelada, mirando, y se da cuenta de que no volvería a verme con la misma luz.

-          Oh Renata, no...

Vi su piedad. Detecté su dolor por mí. Me hizo sentir tan sucia, tan avergonzada, que quería rasgar mi propia piel.

-          Ren... —Se acercó suavemente, con lágrimas cayendo por sus mejillas. Se arrodilla delante de mi, y trata de tomar su mano.

Me alejé.

-          ¡No!

-          ¿Por qué no me dejas tomar tu mano, entonces?

“Porque si lo haces, me voy a romper en pedazos”

-          Es sólo que Lara, hay algo que quiero que recuerdes... ―Me interrumpí, dando otro aliento para calmar la voz.

A pesar de ser incapaz de mirarla, pude sentir su enfoque bruscamente en mí.

-          ¿Qué?

-          Es muy importante que recuerdes que, pase lo que pase, siempre te amé ― volví a mirarla―. Siempre te amé. Mucho… más de lo que pensaba amar a alguien en este mundo.

-          Renata... ―Extendió la mano para tocarme, y luego, recordando, la retiró―. Yo también te amo, pero ¿Por qué me dices esto ahora?

-          Porque tienes que creerme. ― mi respiración se aceleró―. Es realmente importante que me creas, ¿de acuerdo?

-          Bien... ―Hubo una nota cautelosa en su voz―. Pero todavía no entiendo. ¿A qué te refieres con que siempre me amaras . ¿No me quieres?

-          Lo hago. Por supuesto que sí.

-          Entonces, ¿por qué necesito recordar? ―Dio una sonrisa esperanzada, tentativa, pero la cautela no había desaparecido de sus ojos.

La miré, su hermoso rostro confiado. Fui incapaz de responder.

-          Renata... ―Un ligero pliegue se forma entre las cejas―. ¿Qué está pasando? ¿Me vas a dejar?

-          ¡No! Por lo menos... ―dije entrecortadamente―. Yo. No quiero. ¡Realmente no!

-          Entonces, ¿por qué se siente como si estuvieras diciendo adiós?

-          Las cosas cambian ―Afirmé obstinadamente―. Cosas que pasan…

-          ¿Quieres hablar sobre lo que pasó?

Negué con la cabeza.

-          Lola, te amo tanto.

-          Yo también te amo...

-          Pero no va a ser suficiente, ¡nunca va a ser suficiente!

-          Renata, escucha, tú sabes que yo te apoyo en todo lo que decidas hacer. ¿Quieres ir a tu casa? ¿Quieres hablar con la policía?

-          ¡No! ¡No sé qué hacer!

-          Podrías ir a la policía. Pero no tienes que hacer nada si no quieres.

-          Sí, quiero ―Las palabras estallan desde mis pulmones―.De lo contrario, ¡alguien más podría salir herido!

Lo mira, su cuerpo inmóvil.

-          Herido... Así como tú, ¿es lo que quieres decir?

-          Sí.

-          Entonces vamos, cariño. Puedes darle a la policía una declaración, una descripción física.

-          No es sólo una descripción. Tendría que entregarlo.

-          ¿Entregar a quién?

-          Al tipo… al tipo que me violó.

-          ¿Conoces al tipo que te violó?

Las palabras salieron como un sollozo de algún lugar profundo dentro de mi pecho.

-          ¡Sí!

-          ¿Quién coño es? —gritó Lara.

-          No puedo, ¡No puedo decírtelo!

-          Pero… pero ¿por qué?

-          Porque no te lo puedo decir. ¡Ni a la policía, a nadie! Y por no decirlo, entonces sí, estoy plenamente consciente de que tendré que vivir con eso en mi conciencia.

-          Pero Renata, ¡no tiene ningún sentido! Si te sientes así, ¿por qué no puedes dar una declaración, o simplemente su nombre?

-          Porque, Lara, ese hombre, ¡ese hombre tiene una familia! ¡Una familia que será destrozada!

-          ¡Si él tiene una familia, entonces con más razón tienes que contarlo! ¡Sus niños podrían estar en peligro!

-          Por eso —dije apretando los dientes, me pasaba las manos frenéticamente por el pelo, listo para decirlo—, ¡Por eso no sé qué hacer!

Me ahogue en llanto y caí de rodillas al piso.

-          Ren, cariño, por favor, no llores. La familia de este pervertido es lo menor de tus preocupaciones.

-          Es la mayor preocupación, ¡la mayor preocupación de todas!

-          No lo entiendo, cariño. ¿Qué diablos quieres decir?

La miré fijamente y me di cuenta de que eso era todo. Realmente iba a suceder. No había vuelta atrás, no había escapatoria, no tenía opción. Tal vez nunca la tuve. Quizás, después de aquella noche terrible todos los caminos disponibles para mí siempre iban a llevarme a ese crucial, horrendo momento en el tiempo. Después de esa noche nunca hubo realmente ninguna vuelta atrás. La suerte estaba echada.

Levanté la cabeza y la miré a los ojos. Sus gentiles, amorosos y confiados ojos. Respiré y sentí como si fuera el  fin del mundo. Sentía su amor, cálido, apasionado, el amor rondando entre ellos por un último momento, antes de ser brutalmente arrebatado. Me ahogue en un sollozo de desesperación.

-          Porque, su familia es Camila y Andrea. Porque, su familia eres tú.

Ella estuvo inmóvil durante varios segundos, su expresión sin cambios, como si el tiempo se hubiera congelado. Luego, lentamente, muy lentamente, empezó a retroceder.

-          ¿Santiago? ¿Tú estás… tú estás diciendo que Santiago te violó? —Su rostro era tan pálido, tan pálido por la conmoción, temí que fuera a desmayarse.

-          Lara, te lo juro, nunca se lo diré a nadie. Pero tienes razón, tenía que decirte. Tú tenías que saber, por si acaso alguna vez intentara algo… te hiciera algo.

-          ¡Cómo puedes pensar algo así!

-          No. Lara, escúchame. Es cierto. Yo nunca mentiría sobre algo como esto. ¡Lara, me conoces !

-          ¡Te has vuelto loca! Estás… estás traumatizada, ¡estás enferma!

-          Lo vi tan claramente, cómo te veo ahora. Nunca hubo ninguna duda. Ni siquiera trató de ocultar su cara…

-          ¡No! —Ella gritó de repente—. Basta, basta, ¡cállate ahora mismo! ¡Te has vuelto loca, Renata! Pasara lo que pasara, ¡Daño toda tu mente!

-          No estoy loca. Sucedió. Era Santiago. Tienes que saberlo porque no puedes volver a casa con él. Camila y Andrea con pueden estar con él.

-          ¡No! ¡No puedes estar hablando en serio! Por favor... ¡por favor dime que solo estás bromeando!

-          Lara, no puedo. Porque no lo estoy. Y tú tienes que saber. No puedes ir allá, ¡no es seguro!

-          Renata... —Ella comenzó llorar, inclinándose hacia adelante y abrazándose a sí misma como si estuviera en agonía—. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué dices algo así? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? — gritaba, con el rostro pálido y aterrorizado, las lágrimas corriendo por sus mejillas -. ¿Me odias? ¿Odias a Santiago? ¿Por qué inventas esto?

-          Lo odio a él por lo que me hizo. Pero no a ti, Lara. ¡Nunca a ti! ¡Te amo y lo sabes! —traté de abrazarla pero ella continuaba retrocediendo, como un animal salvaje a punto de huir.

-          Entonces, ¿por qué haces esto? —gritó

-          ¿No lo entiendes, Lara? Si no te lo hubiera dicho, habrías ido a la policía.

-          ¡Pero todo es una mentira!

-          No es una mentira. Desearía, ¡me gustaría que lo fuera! No tienes idea de lo mucho que me gustaría…

-          ¡Mírame, entonces! —dijo—. ¡Mírame a los ojos y dime que él te violó!

Sostuve su mirada

-          Santiago me violó, Lara —Mi voz se rompió mientras la expresión de ella se distorsionaba en una de disgusto y se alejaba aún más. ¿Cómo alguna vez pensé, por un momento, que podía decirle la verdad y no perderla?

-          ¡Él no es un violador! —grita Lola —. ¡Lo sé! ¡El me cuidó! ¡Me protegió!—Ella estaba llorando tan fuerte, que parecía incapaz de tomar aliento, sus labios se tiñen de violeta. Lágrimas viajando por sus mejillas—. ¡Acepto a Camila como si fuera su hija! ¡Me respetó! ¡Me aceptó!

-          Que… ¿Que estás diciendo?

-          ¡A mí también me violaron! – un brillo de tristeza y rabia centelló en sus ojos

¡¿Qué?!

Me quede atónita y con los ojos abiertos… y entonces comprendí porque lo defendía. Yo sentía que el corazón se me quería salir del pecho y unas palabras vinieron a mi mente sin que pudiera evitarlo:

“Si le dices a Lara una sola palabra de esto, la perderás”

Ella nunca me iba a creer.

-          Yo confiaba en ti. ¡Yo te amaba!

-          Lara, ¡también te amo! —grite—. ¡Esa es la única razón por la que te lo estoy diciendo! He estado sufriendo desde que sucedió, pero finalmente tú me hiciste darme cuenta… ¡no podía arriesgarme a que te lastimara por mi silencio!

-          ¿No quieres que me lastimen? —me grita, llorando violentamente—. ¡Sólo has destruido todo entre nosotras!

-          ¡Pero es cierto! Tienes que creerme. No puedes volver con él.

Ella me miró fijamente, completamente horrorizada.

-          ¡Por supuesto voy a volver con él! ¿Pensaste que por un segundo en algún momento consideraría estas viles acusaciones? ¿Qué te creería antes de la persona que me protegió cuando más lo necesitaba?

-          ¡No, no debes volver! Yo cuidaré de ti, te protegeré, haré lo que sea para mantenerte a salvo.

-          ¿Crees que soy estúpida? ¡No quiero volver a verte de nuevo! ¡Nunca podré perdonarte! - susurró - . ¿Por qué haces esto? Yo confiaba en ti. ¡Confié en ti más que en nadie!

-          Lara, tienes que creerme. Lo que sea que Santiago hizo, ¡te amo tanto como antes!

-          ¿Amor? —gritó—. ¿A esto le llamas amor? Todo era una mentira, cada segundo, cada momento compartido, cada vez que te toqué. ¡Te odio, Renata!

-          ¡Lara, no, por favor! —exhalaba por aliento, cegada por las lágrimas—. No hablas en serio.

-          ¡Lo hago! Lo juro por mi vida y mis hijas. Ojalá nunca te hubiera conocido. ¡Ojalá estuvieras muerta! —Sonaba histérica, como si estuviera siendo golpeada.

-          ¡No! —le gritaba—. No hablas en serio. No quiere decir eso, Lara. ¡No, no!

-          ¡Lo hago! Me gustaría que te hubieran matado cuando te violaron. ¡Ojalá estuvieras muerta, Renata Montero! Ojalá estuvieras muerta, ¡me gustaría que estuvieras muerto!

El odio puro, sin diluir en su voz me golpeaba en el corazón como una bala.

-          ¡No!

Lara presiona sus manos en la cara. Paso un buen rato. Ninguno de nosotras tenía la fuerza para hablar. Entonces Lola baja sus manos y toma varias respiraciones largas y estabilizadoras.

-          Voy a salir a tomar aire —dijo, con la voz temblando por la impresión y el agotamiento—. Voy a ser rápida, pero quiero que te vayas de mi casa y de mi vida. No te quiero volver a ver nunca más.

-          No…

-          Lo digo en serio, Renata. Si me sigues, si te veo de nuevo, le diré a Santiago y llamaré a la policía. Te lo juro.

Negaba con la cabeza.

-          No… —Traté de decir de nuevo, pero esta vez no sale ningún sonido. Las lágrimas se derraman por mis mejillas. Me sentía como si me estuviera asfixiando.

Ella da un paso hacia atrás, parece dudar, después, un sollozo brutal sacude todo su cuerpo.

-          Adiós, Renata.

Traté de seguirla, pero no pude moverse. Ella se había ido. Trataba de asimilar todo lo que había sucedido. No sabía qué hacer.

“Deberías haberme matado, Santiago. Deberías haberme matado. Preferiría haber muerto…”


Regresé a mi casa y me detuve al frente, en la avenida para sentarme en el pasto. Me encontraba tan cansada, que no quise acostarme para no dormirme. Tenía mucho en que pensar… Me levanté y fui a buscar a Nacho. Ya debería haber llegado.

-          ¿Qué te pasó? – me miró asombrado

-          Luego te explico. Quiero irme a mi cuarto.

Traté de caminar, pero engañar a mi hermano no era tan fácil.

-          Ven acá – su voz era autoritaria

Me detuve y el me miraba con ojos que claramente me decía: “¡Me explicas ahora mismo!”

El hábito de mentir ya se me había formado y me impulsaba a seguir haciéndolo, pero las cosas tenían que cambiar. Todavía no podía decirle todo lo que había sucedido, aunque si tenía la opción de mantener mi derecho a guardar silencio. Eso no era mentir. Tenía que comenzar a cambiar, y si no lo hacía ya, no lo haría nunca.

-          Nacho – comencé, mirándolo a los ojos y forzándome por no desviar la mirada – no puedo decirte lo que pasó, pero no me encuentro bien – él iba a decir algo, pero no lo deje – Por favor, permíteme guardarme esto para mí porque no quiero mentirte, pero tampoco puedo decirte lo que ocurrió. Por favor Nacho…, han pasado muchas cosas. En este día me han pasado tantas cosas que todavía no termino de asimilaras, pero de lo que si estoy segura, es que los quiero mucho a ustedes y de que no quiero mentir… No más.

Me miró sin pestañear y se le humedecieron los ojos. Me sonrió y yo lo abracé.

-          Te quiero mucho.


Al día siguiente me desperté con la leve sensación de que todo había sido un sueño, pero sabía, sin lugar a dudas, que había sido real y que no era posible huir de la realidad. Me bañe y me vestí rápidamente, tenía que recuperar a Lara. Bajé corriendo las escaleras, iba tan rápido que mis pies se enredaron, que caí por los escalones.

-          Por dios ¿Qué te pasa? – dijo Nacho ayudándome a levantarme del piso - ¿Estas bien?

-          No… necesito hablar con Lara – mi voz sonaba como un susurro

-          Pues entonces, ¿por qué no intentas llamarla?

-          Verla… necesito verla – dije temblando

-          Cálmate primero. No vas a salir de esta casa en ese estado.

-          ¡Tengo que verla! No tengo tiempo – grité exasperándome

-          Está bien… pero yo te voy a llevar.

-          Ok

Para el momento en que arranco la camioneta, había ideado una manera de mantenerme bajo control, para estar calmada. Fijé mi mirada en un solo punto; la casa de Lara.  En voz baja, me repetía: no voy a volverme loca, estoy bien. Voy a salir de esto, estoy bien. Estoy en camino para ver a Lara, vamos a estar bien. Esto está sucediendo realmente, pero va a estar bien. Te amo, Lara. Te amo tanto. Si sigo diciéndolo, tendrás que sentirlo. Sé que tú lo puede sentir. Te amo, Lara. Te amo. Te amo. . .

La camioneta se detiene en la acera. Habíamos llegado fuera a la casa de Lara.

-          Bueno, ya llegamos —dijo, señalando hacia casa—. ¿Quieres que vaya contigo?

-          No. No. Espérame aquí

-          Buena suerte con Lara, ¿de acuerdo?

-          Si… si

Todo estaba tan tranquilo, tan sosegado. Sentía mi corazón latir bajando a su ritmo habitual, su respiración suave y constante de nuevo. La camioneta de Santiago no estaba. Y el ventanal del cuarto de Lara, estaba abierto. Sabía que era exactamente lo que iba a decir, cómo iba a explicar su anterior locura y recuperar sus locas acusaciones, pero ahora mismo, lo único que quería era verla, asegurarle que había vuelto en sí. Hacerle saber que no era más que un bache en su loca mente, pero que estaba bien ahora, y que de ninguna manera sospechaba de Santiago. Nunca lo volvería a hacer. Al abrir la puerta del jardín y avanzar por el camino lateral, presiono el dedo en el timbre. No hay respuesta en la puerta, sin movimiento en el interior, pero eso era de esperar. Lara estaba, sin duda, todavía furiosa y disgustada. La llamaba a través de la ventana de la cocina.

-          Lara, soy yo. Lo siento mucho. Todo fue un error. Yo estaba teniendo pesadillas, mi mente estaba jugándome trucos. ¡Ábreme la puerta y te lo explicaré todo!

Todavía nada, así que me metí en el jardín para encontrar la llave de repuesto de debajo de la planta de romero y entra en la casa.

-          ¡Sólo soy yo! —Llamé en las escaleras—. Te pido que me des cinco minutos. Solo escúchame, Lara, ¿de acuerdo? No estaba bien, fui un poco loco allá. Tal vez fue por estrés post-traumático o algo así, pero te prometo que ahora estoy bien.

Nadie me respondía y dije otra vez en voz alta—: Lara, sé que estás en tu habitación. Sólo escúchame. Sé que estás muy enojada, y tienes todo el derecho, pero yo estaba delirando, perdí la cabeza por un momento. Pero ahora me doy cuenta de eso, y sólo quiero decirte lo mucho que lo siento por todas las cosas locas que he dicho.

Mi voz hacía eco en la penumbra de la casa, y después de esperar unos segundos más, subí las escaleras. La puerta del dormitorio estaba cerrada. Toqué y grité de nuevo. Moví la manija, esperando encontrarla cerrada con llave, pero para mi sorpresa, esta se abrió. La ropa que llevaba puesta ayer estaba tirada en la cama.

Entro a la habitación vacía con sorpresa.

-          ¿Lara?

Al otro lado del cuarto, la puerta del baño estaba bien cerrada. Reacciono al sonido del agua en las tuberías generales y llamo—: ¿Lara?

No hay respuesta. Escucho, en busca del sonido de la ducha, pero no pude oírlo. De repente, mi corazón estaba latiendo con fuerza de nuevo.

-          ¡Lara, sólo quiero saber si estás ahí y esperaré! No hay prisa. . .

Nada. Giraba la manija. Bloqueada.

-          Lara, vamos. . .

¿Por qué no estaba respondiendo, aunque sólo sea para decirme que me fuera?

Levanté la mano para tocar de nuevo, y sentí algo debajo de mis pies. La alfombra. Agua. Agua filtrándose por debajo de la puerta. No me di tiempo para pensar. Me moví hacia atrás lo más que pude, tomé un salto en carrera y lancé todo el peso de mi cuerpo contra la puerta del baño. El pequeño perno en el interior saltó de la pared, pero se niega a desprenderse del todo. Pateé la puerta varias veces con toda la fuerza que pude reunir. Golpeé contra ella una y otra vez. Escuchaba un ruido de astillas, y la puerta finalmente se estrellaba abierta. Resbalé por el suelo mojado y caí justo hacia el lavabo, el borde del mueble me golpeándome en las costillas. Era sólo un goteo, pero el grifo del baño todavía estaba funcionando, desbordando la bañera, y en esa. . . en esa. . .

-          ¡Lara!

Sumergida bajo el agua, su cabello alrededor de su cabeza como un oscuro halo, ella parecía estar flotando, con el cuerpo blanco, sus grandes ojos verdes mirándome directamente. Por un segundo nada pasaba; ella no parpadeaba, se sentaba o reaccionaba. Esperé un momento, esperando el golpe en el agua mientras ella resurgía, a que su risa me diera un susto. Pero no había un poco de movimiento de ella. Mis brazos se hundieron en el agua fría, agarrándola por la parte superior de los brazos y la arrastrándola fuera de la bañera. Ella estaba inusualmente pesada, resbaladiza, flácida. Su cabeza colgaba hacia atrás, y entonces ella cayó encima de mi mientras me deslizaba hacia atrás en el suelo mojado. Por un momento pensé que ella me estaba dando un abrazo, con el pelo mojado cubriéndole la cara; sin embargo era como una muñeca de trapo, su cuerpo pesaba como si se encontrase lleno con agua. La coloqué contra las baldosas, golpeándole la cabeza contra el suelo a medida que ella caía hacia atrás, su rostro blanco, quieto, sin vida. Jadeando por aire entre fuertes gritos en busca de ayuda, me arrodillé sobre ella y comencé las compresiones en el pecho. El agua comenzaba a salir de sus labios. ¡Sí! Yo podía bombearla fuera de ella. Podía drenar sus pulmones. No podía haber inhalado tanto. Bombeé y bombeé y bombeé; rezando por escuchar un latido del corazón, por un pulso. Nada. Lo hice de nuevo. Su rostro estaba translúcido, con los labios de un color morado oscuro, el área alrededor de ellos teñido de azul. Traté de hacer el boca a boca, pero el oxígeno no entraba, el agua simplemente se escurría por las comisuras de sus labios. Le di vuelta, golpeando su espalda buscando vaciar sus pulmones, pero sólo un poco de líquido salía. La giré una vez más, tratando de bombear con más fuerza, ahora con miedo, de estar rompiendo sus costillas. Pero eso no importaba. Sólo tenía que conseguir que su corazón funcionara, sólo necesita conseguir su respiración de nuevo. Nada. Nada. Nada.

Cuando los paramédicos llegaron, no recuerdo haberlos llamado, tuvieron que apartarme a la fuerza. Entraron con sus instrumentos, de manera apresurada y ruidosa, todos aglomerándose en el pequeño cuarto de baño. Llegaron con muchos equipos: máquinas, bombas, desfibriladores, ¡gracias a Dios! Ellos reactivaran su corazón, drenaran el agua de sus pulmones, le darán un poco de oxígeno. Pero poco a poco el bullicio y el alboroto comenzó a descender: pude ver a uno de los paramédicos de pie allí, inmóvil. Desde algún lugar me llegaron las palabras pastillas para dormir , ahogada y muerta durante horas , arremolinándose todas a mi alrededor, y empecé a protestar, comencé a gritar—: ¿Por qué han parado? ¿Por qué no está tosiendo? ¿Por qué está tomándole tanto tiempo? ¿Qué coño está sucediendo?

Ellos la llevan en una camilla; bueno, estaba lo suficientemente estable como para ser trasladada al hospital, debía estar respirando sin ayuda ahora. Traté seguirlos para poder sostener su mano en la ambulancia, acariciarle el pelo, asegurarle que iba a estar bien. Pero ellos la cubrieron con una lámina de plástico blanco, no sólo su cuerpo sino también su cara. Su cara, la cara de Lara, el hermoso rostro de Lara, ¡no podía verla! ¿Por qué hacían eso? Ella no sería capaz de respirar, no sería capaz de ver, ¡estaría aterrorizada! Tenía que llegar a ella, me esforcé por llegar, pero está siendo sujetada por alguien tan fuerte que apenas pude moverme.

-          Se ha ido, amiga. Hicimos todo lo que pudimos, pero su corazón dejó de latir hace mucho tiempo. No había nada que se pudiera haber hecho para ayudarla – me dijo uno de los paramédicos que estaba de pie frente a mí—. ¿Eres un familiar? ¿Hay alguien a quien podamos llamar?

-          No está muerta. —Mi voz sonaba dura, fuerte y me dolía la cabeza—. Te equivocas. No está muerta.

-          Ella está muerta, hija. Lo siento mucho. Murió hace unas horas.

Envuelta en plástico blanco, atada contra la camilla, Lara comienza a desaparecer por la escalera con los otros dos paramédicos maniobrando una curva cerrada en la parte inferior.

Traté de ponerme en pie, de correr tras ella, pero aún me estaban sosteniendo contra la pared, así que comienza a gritar:

-          ¡Ella no está muerta! ¡No está muerta! ¡Mírala, por el amor de Dios… ella no está muerta! —Pero ellos me ignoran, y la camilla que lleva a Lara, mi ángel, tan ingeniosa y divertida, amorosa y llena de vida, desaparece de su vista.

-          Lara, ¡no me hagas esto! —grité—. Lo siento, lo siento mucho, yo no quise decir eso. ¡Te amo! ¡Vuelve, Lara, vuelve! ¡Lo siento mucho! ¡Vuelve!

Vuelve, vuelve, vuelve. . . había estado diciendo esas palabras por lo que parecía una eternidad, como una especie de mantra, a pesar de que perdí casi por completo mi voz a esas alturas. Alguien me puso una inyección en el brazo, y como resultado, casi no podía moverme, sentada en el piso, apoyada contra la puerta del dormitorio de Lara. Uno de los paramédicos se agachó delante de mí y me hizo preguntas; mi nombre, edad. Otro salió del baño con guantes blancos de plástico, dijo algo acerca de una carta y le tiende un pedazo de papel a su colega. Una Carta. Por un momento, no me pude mover, entonces me lancé hacia delante, logrando arrebatar el sobre de las garras del paramédico. Con manos torpes, la abrí. Al principio, mis ojos no se enfocaban, pero luego poco a poco, la escritura comenzó a tomar forma.

Ren, lo siento mucho. Tenías razón. Él se rompió y me lo dijo. No lo entiendo, ya no sé lo que siento o lo que soy. Pero sí sé que lo siento mucho, cariño. Lo siento mucho por lo que él te hizo. Lo siento mucho por no creerte, por decir todas esas cosas horribles, que incluso en ese momento no eran ciertas. Lo siento mucho por todo… por entrar en tu vida y casi destruirla. Si nosotras no nos hubiésemos conocido, esto nunca te habría sucedido, pero tan egoísta como esto puede ser, yo todavía no me atrevo a desear eso. Nunca deje de amarte, Renata. Nunca lo haré. Eres la persona más dulce, más amable y más graciosa que he conocido. Tú me hiciste más feliz de lo que jamás merecía ser. Incluso con todo lo que pasó, todavía estoy contenta de que nací y tuve esta vida porque significó conocerte, amarte y ser amada por ti. Y ser amada por ti era la mejor sensación del mundo y no puedo imaginarme la vida sin ello. A pesar de que ya terminó. Sólo espero que antes de que esto sucediera, yo te hiciera feliz. Todo lo que quiero ahora es que te mejores, querida. Todo lo que quiero es que lo olvides, y para hacer eso necesitas olvidarme también. Una vez que me haya ido tú serás libre para seguir adelante con tu vida. Libre para amar de nuevo, pero esta vez sin ser tan brutalmente herida. Desearía que yo pudiera lavar lo que pasaste junto a mí, para que al final, estando sin mí, puedas encontrar una forma de superarlo todo. Esta es la mejor manera, la única que se me ocurre. No puedo seguir viviendo con el conocimiento del sufrimiento que mi amor por ti causó. Así que esta es la mejor manera. Un día, espero que entiendas. No tengo miedo, Ren, esa es la verdad. Cuida a Andrea y Camila, diles que lo siento; que siempre las amaré y que me perdonen por el dolor que les estoy causando. Sólo quiero que vivas una vida larga y feliz, y sin mí, lo harás. Por favor, encuentra la felicidad, mi amor. Por favor, encuentra el amor de nuevo. Encuentra la vida que te mereces. Vive en abundancia, por lo que habíamos soñado, por lo que podría haber sido. Vívela por nosotros. Vívela por mí. Te amo, Lara


Actualidad

Me encuentro para delante de la tumba, con las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Simplemente estaba allí, leyendo una y otra vez las cintas de las coronas de flores que se amontonaban unas contra otras. Las palabras grabadas en el mármol me mostraban una realidad inevitable que todavía no podía creer:

“Lara Conti

Junio 1979 – Marzo 2015

Compañera querida, madre y amiga”

El próximo año y medio será mi último como estudiante. Extrañaré la vida universitaria. He disfrutado estudiando ingeniería, he hecho buenos amigos, con los cual probablemente estaré en contacto, aun cuando este capítulo en mi vida llegue a su fin. Un año... el tiempo ha pasado tan rápido, sin embargo, de alguna manera no sucedió nada. Durante un tiempo estuve bastante mal, tal vez 4 o 5 meses. Fiebre glandular, algunos médicos afirmaron, otros dijeron que era síndrome de fatiga crónica. Por supuesto, nadie quería aceptar la verdad: que estaba confinada en cama por elección. Que había decidió no comer más de lo que podía. Que durante muchos meses me negué a salir de la casa, en lugar de estar demasiado débil para hacerlo. Perdí tanto peso que tuve que pasar casi dos meses en un hospital especializado. Mis padres pagaron para que fuera tratado por los mejores psiquiatras, psicólogos y terapeutas. Pero nadie sugirió la pérdida de seres queridos. Tal vez porque se negué a hablar de ella, todavía lo hago. Algunas cosas son demasiado dolorosas para ponerlas en palabras, demasiado personales como para esperar que alguien pueda entender. Lara ahora existe sólo en mi memoria y voy a hacer todo lo posible para proteger esos recuerdos, sin compartirlos con nadie. Muchas veces pensé seriamente en terminar las cosas, pero la nota de Lara me detuvo. Todavía lo hace.

Dicen que estoy mejor ahora. Obtengo buenas notas, practico deportes, me he convertido en un entusiasta fotógrafo de vida silvestre. Mi médico incluso habla de disminuir los antidepresivos y pastillas para dormir. Ya no pienso en la muerte tanto en estos días. Pero, ¿mejor? Es una palabra extraña. Ni siquiera estoy segura de lo que significa. ¿Cómo se mejora después de perder a alguien como Lara? He aprendido a funcionar de nuevo, sí. He aprendido a divertirse de nuevo, a veces. He aprendido a mezclarse con los demás, a hacer nuevos amigos. Y tengo un nuevo capítulo en mi vida esperándome, planes para lo que debo hacer después de la universidad, una vez que empiece a mirar adelante.

Nacho me habla de continuar después de perder a alguien, y eso es lo que ha hecho, trato de hacerlo. Pero nada elimina el dolor. Se aprende a vivir con este, eso es todo. Encontrarás nuevas maneras de pasar el día, gente nueva con quien hablar, nuevos amigos en quien confiar. Pero el dolor siempre está ahí. No pasa un día cuando no anhele ver su sonrisa, sentir el contacto de su mano, tenerla en sus brazos, aunque sea sólo por un momento. No pasa un día en que no piense en ella y sienta dolor. El dolor no se irá jamás, yo entiendo eso ahora, y no lo haría diferente. Ella siempre será su más grande amor, y ni un segundo pasará que no anhele estar con ella otra vez, que desee, más allá de todo, estar a su lado. Sólo tiene que cerrar los ojos para verla, ver su sonrisa, escuchar su risa, sentir y recordar lo mucho que ella me amaba. Y me doy cuenta de lo afortunada que fui de conocerla, de haber pasado algún momento con ella. No siempre lloro, pero a veces, como hoy, lo hago un poco.

En alguna ocasión mi hermano me dijo que nosotras nos habíamos encontrado en la vida en el momento equivocado, a destiempo; pero ahora me doy cuenta de que nada es a destiempo, todo sucede en el momento correcto… en el momento justo. Ella llegó a mi vida cuando más la necesitaba y yo a la suya en el preciso instante en que tenía que haber llegado. Ella me enseñó a amar, a vivir, a crecer y madurar.

Y entonces oigo voces que llaman su nombre: Camila y Andrea, me dicen que me apure. Y tomo una respiración profunda, me limpio los ojos, levanto el brazo para indicar que ya voy y camino hacia ellas, lejos de la tumba para reunirme con mis amigas.


Uf.... bueno que decir. Estos capitulos han sido muy especiales para mi, el final de la primera parte de la historia. Siempre leí en sus comentarios, que el amor y la relación de mis protagonistas era demasiado complejo. Yo desde el principio sabia que no podian terminar juntas, por una circunstancia o otra, no era el final que yo tenia planeado. Hacer un desenlace como este, fue muy dificil; planteé muchos, pero muchos finales, ninguno me convencia. Por otra parte, adoro el drama y lo trágico. Queria algo fuerte y emocionante... Me sentí un poco como George R.R Martin (Autor de Game of Thornes) que mata a los protagonistas de sus historias. Aunque no creo que Lara sea Jon Snow.

No se que mas agregar (Escribir estas líneas, es lo que más me cuesta al subir el relato) ... Espero que hayan disfrutado de la lectura y aguardo ansiosa de sus comentarios, que son muy importantes para la autoestima y motivación de cualquier autor. Gracias por leer, en verdad.

Saludos y besos.