No te duermas en el tren

¡Puede ser peligroso!

Había sido una agotadora jornada y aun me quedaba casi dos horas de viaje. La clases en la universidad y la posterior sesión en el gimnasio me habían dejado muerto. La verdad es que no se porque seguía empeñado en hacer ejercicio. Comencé esperanzado con poder desarrollar mi cuerpo aniñado pero había fracasado totalmente. Seguía teniendo el aspecto de un jovencito delgaducho.

En el vagón del tren hoy no viajan muchos pasajeros. La vieja avinagrada con gafas que fisgaba siempre todo con impertinencia. Y alguno más de los viajeros habituales.

El tren se detuvo y se bajaron algunas personas. Solo entró un hombre de unos cuarenta años que miró a izquierda y derecha para luego dirigirse hacia donde me encontraba. Al llegar a mi altura me miró y me di cuenta que quería que retirase mi mochila depositada en el asiento de enfrente. La quité con desgana y procedió a sentarse encarado a mi. Me puse a mirar por la ventanilla.

  • Joder tenía que ser justo enfrente!. Espero que no sea muy hablador. - Pensé

El convoy reinició la marcha y el intruso sacó el móvil y comenzó a manosear en su pantalla.

Afuera estaba oscuro y el cristal actuaba como un espejo en el que ambos nos reflejabamos. Al verlo absorto en el teléfono le encare y me entretuve observandole.

Tenía un tupido pelo muy negro cortado a cepillo. Hirsuto como puntas de acero. Su cara con la nariz aplastada y torcida recordaba a la de un boxeador, el efecto se acentuaba con una cicatriz que lucía en una de sus espesas cejas que casi se unían para formar una sola.

La barba que posiblemente hubiese apurado afeitandose por la mañana, ahora era una mancha negra que le llegaba casi a los ojos. Y como boca unos morros gruesos como morcillas.

  • ¡Que tio tan feo! Parece un Neardenthal. Me dije para mis adentros.

Se le veía de corta estatura y con un  tórax tan voluminoso que casi ocupaba la mitad del asiento contiguo. A pesar de la fría temperatura de ese día de Otoño, iba vestido con un peto azul de trabajo en el que no cabía una mancha más y con una camiseta de manga corta en la que se distinguía,  por donde no lo ocultaba la pechera, la propaganda de una marca de ron barato. Por el cuello salía una abundante maraña de abundante pelo al igual que en sus desnudos y musculosos brazos. Unas manos grandes como las zarpas de un oso con unos dedos peludos, cortos y gruesos. En definitiva un auténtico jabali.

Desde luego no era mi tipo de hombre.

Intenté distraerme mirando por la ventanilla pero de nuevo solo vi reflejado el interior del vagón. A través del cristal le observe  y vi como repetidas veces se tocaba el paquete. Curioso le mire de frente y cuando lo enfoque con precisión pude observar un bulto enorme en el que se distinguía perfectamente la silueta de una tranca larga y gorda como un salchichón.

Seguro que estaba viendo algo guarro en el teléfono.

Me quede con la boca abierta hipnotizado ante semejante visión. De repente percibí que me estaba observando. Alcé los ojos y le vi mirándome con una grosera sonrisa de medio lado. Me guiño el ojo mientras se volvía a colocar el bulto.

Me puse rojo como una guinda.

Sin saber que hacer volví a mirar por la ventana y tras unos instantes cerré los ojos con el corazón palpitando por mi azoramiento. Poco a poco me fui serenando y el cansancio unido al traqueteo del tren consiguieron que cayera profundamente dormido.

En el sueños noté algo extraño. Era algo húmedo en mi entrepierna. Desperté sobresaltado temiendo haberme meado en sueños. Al mirar hacia mi  regazo vi en él lo que parecía un puercoespín. Una vez pude enfocar con más precisión me di cuenta de lo que en realidad era.

¡La cabeza del pasajero de enfrente que agachado me estaba haciendo la gran mamada!

Mire a izquierda y derecha temeroso de quien nos estuviese observando y aliviado pude comprobar que no había nadie más en el vagón.

Al fin me arme de valor y cogiéndole de los hombros lo aparte preguntándole enfadado

  • ¿Pero que coño hace?

Él tras mirarme incrédulo durante unos breves instantes, me respondió

  • ¿Tu eres bobo? ¡CHUPANDOTELA!

Y tras quitarse un pelo de la lengua prosiguió con su labor

¡Dios como la chupaba el tio!. Con aquel hocico que parecía de un jabalí me estaba dando un gusto terrible.

Chupaba y succionaba. Se la metia y la sacaba. Me la lamia y la mordisqueaba. Mientras con sus dedos rugosos como la lija del 12 me masturbaba con  firmeza y me apretaba fuertemente los huevos. No sabía si me la estaba mamando o pulimentando, pero su rudeza me estaba poniendo muy caliente.

Empecé a jadear sin tregua mientras oía el slurb, eslurb en mi entrepierna. Veía su cabeza subir y bajar velozmente y cuando puse la mano para aminorar el ímpetu de sus acometidas fue como si tocase un cepillo de alambre.

  • Ay, Ay que gusto. - Comencé a decir totalmente entregado.

El abandonó la polla y me cogió los laterales del culo y mientras me estrujaba las nalgas incrementó el ritmo

  • Ay me corro, me corro- empecé a gritar

El se aparto de mi y agarrándome los huevos me los estrujó con tal fuerza que pensé que me los iba a reventar.

  • ¡SUELTAME LOS HUEVOS¡ -Le grité entre alaridos.

El con la otra mano me dio una tremenda bofetada. Me quedé mudo.

  • No te jode el niñato de mierda. No se te ocurra acabar hasta que yo te lo diga. ¿Me oyes? - Me dijo cabreado
  • Si...si. Pero - Le dije sumiso
  • Ni peros ni hostias.- Me dijo mientras se incorporaba.

Luego de forma imperiosa me ordenó

  • Ponte en pie

Obediente como un escolar me incorporé.

  • Pero tu eres tonto o que. Crees que te voy a hacer una mamada y te vas a ir de rositas. - Me dijo amenazándome con el índice.
  • Es que me estas dando mucho gusto.- Le dije disculpándome.
  • Y más que te voy a dar. Date la vuelta.

Rozandonos lo hice con dificultad en la estrechez que nos movíamos. Sus manos se posaron sobre mis caderas y me bajaron de un tirón los pantalones del chándal y los calzoncillos dejando mi culo al aire.

Se pegó a mi y sentí su voluminosa tranca a través de los pantalones. Me mordió con saña en un hombro. A través del cristal vi como se llevaba un dedo a la boca y se lo chupaba.

  • Vamos a ver que tenemos aqui. - Me dijo mientras me miraba el culo. -Respingon, abultadito y prieto. Un manjar. En sazón como a mi me gusta.

Luego sin previo aviso me metió aquel pepino que tenía por dedo de un viaje por el agujero.

Percibí en mi esfinter las callosidad de aquella pequeña polla. Luego lo saco y lo olio.

  • Hostia me está catando como un jamón - Pensé divertido

Parecía de su aprobación pues se mojó dos y me los volvió a clavar. Follandome violentamente con ellos.

  • Tu no eres virgen ¿Verdad?
  • Que va. Ni mucho menos. - Le dije yo entre risas.

La verdad sea dicha es que me había enculado media facultad. Polla que se me ponía a tiro acababa enterrada en mi culo. Mi obscena actitud era de todos conocida. De hecho los habituales me llamaban “ la Mae West de segundo”. No me cabía una muesca más en la culata.

  • Ya me doy cuenta que por ahí ha entrado mucha polla. Pero seguro que ninguna como la mía. - Me dijo guturalmente mientras me daba una sonora nalgada
  • Eso ya te lo diré yo - Mirandole retadoramente por encima del hombro.
  • Arrodíllate en el asiento  que te voy a dar por el culo- me dijo mientras me empujaba con una mano la espalda.

Me arrodille presuroso y me cogi al respaldo preparándome para la acometida. Llevaba unos días en dique seco y estaba caliente como una gata en celo. El agarró los pantalones que colgaban de mis tobillos y me los saco de un tirón arrojandolos a los asientos de al lado.

  • Ábrete bien de piernas - me dijo mientras empujaba mis pies con sus rodillas.

Escupió repetidas veces en su mano y me embadurnó el esfínter con sus babas, para luego humedecer con sus ásperos dedos mi interior con la intención de  facilitar la entrada.

  • Por cierto me llamo Manolo. Para que recuerdes el nombre del que te rompió el culo. - Me dijo con una risotada

Mire por el reflejo del cristal como se desabrochaba los pantalones y los dejaba caer al suelo. A la vista quedó un cipote grande como el de un burro. Eche la mano atrás y tanteé su grosor y longitud.

  • Joder esto no acaba nunca. Me va a salir por la boca - Pensé nervioso.

Tal vez habia accedido muy alegremente a dejarme follar por aquel animal.

Se la agarró con una mano y la apoyó en mi agujero y de un empellón me enterró el monstruoso glande. Mi esfínter lo estrujó tras su paso impidiendo que se clavara más adentro.

  • ¡Joder!¡No seas animal! Con más suavidad. Que te creer que esto es el coño de la Bernarda- Le grite enojado

Sentía un dolor punzante y mi aro palpitar desbocado alrededor de aquel cabezón.

  • A la Bernarda dicen que le cabía una mano entera. Y por este agujero apuesto que se colaría el brazo de Sansón de lo abierto que lo tienes. So maricón- Me contestó el muy cabrón

Colocó sus manos en mis nalgas y tirando hacia el exterior me estiró la piel hasta casi rasgarla. Escupió donde nuestros cuerpos se unían y me la clavó de una sola estocada hasta los huevos.

  • Joder. Joder. Joder. - Gritaba yo entre sollozos
  • ¿Que? No era verdad que nunca habías tenido un rabo como este clavado. - Me dijo irónico
  • No, NO. Es monstruosa. Cabrón me vas a rasgar el ano.- Le dije cabreado
  • Ya te dije que te iba a romper el culo. El que avisa no es traidor. Je, je je, - Se reía

Sin darme tiempo a respirar empezó a follarme con todas las ganas. Yo me sacudía impelido por sus violentas acometidas como un muñeco de trapo. Dentro de mí aquel cipote me estaba rascando como una escofina. Sentía sus dilatadas venas en las paredes de mi culo como si las palpase con las yemas de las mano.  La verdad es que me estaba causando un dolor espantoso. Hacía tiempo que ninguna polla me hacía padecer como lo estaba haciendo esta.

  • ¡HOSTIA MÁS DESPACIO¡. ¡ESTO ES UN TORMENTO!. - Le grité mientras intentaba refrenarlo con mis manos.

Me cogió de las muñecas y empezó a darme potentes pollazos que me llegaban a lo más hondo. Dios, verdaderamente temí que me empalara y me la sacara por la boca.

  • Anda la damisela esta. Tanto rabo que ha tragado y nunca se había encontrado con ninguno que valiera la pena por lo visto. - Me dijo entre carcajadas.
  • Nunca me la metio un caballo. Que he visto sementales con una verga mas pequeña. So bestia. Animal de cuatro patas.

No le debió parecer bien porque incrementó la violencia de sus acometidas.

Con tanto y tan poderoso roce, el dolor se convirtió en ardor y este en una calentura que se fue extendiendo por todo mi cuerpo. Estaba empezando a gozar como una potranca en celo.

  • Ay Manolo que gusto me estas dando - Le confesé al fin, reconociendo el trabajillo que me estaba haciendo.
  • Ahora ya disfrutas como una perra. ¿Eh so puta?
  • ¡ Ay si Manolo, dame polla sin tregua! - le dije mientras suspiraba
  • Ahora ya sabes lo que es que te folle un macho y no esos niñatos pichafloja que te suelen encular. Dime que te gusta, guarra.
  • ¡ Ay si Manolo! Me estas volviendo loca. Clávamela bien hondo. ¡Asi...asi...asi!

Miraba por el cristal como aquel pedazo de carne, duro como una roca, se clavaba en mí y me ponía cada vez más caliente. Mi cuerpo era zarandeado como velero en temporal con los pollazos que me metia sin cesar. Observaba como aquel macho me follaba con furia y al observar mi cara desencajada descubrí un obsceno rictus de vicio en ella.

Sin aviso se salió de mi. La sensación de vacío fue insoportable. Torné la cabeza y suplicante le rogué

  • ¡Ay Manolo no te salgas!
  • ¡Metela de nuevo!
  • Clávamela. Te lo ruego,  clávamela.
  • ¡FÓLLAME CABRÓN! - Le grité al ver que no me hacía caso.

Me dio dos sonoras nalgadas y dijo

  • Déjame descansar zorra. Que tienes más vicio entre las piernas que todas las putas de Babilonia juntas . -
  • Si, si Manolo soy tu puta follame, follame
  • Deja que enfríe esa caverna. Que está que echa humo. Joder es como meterla en un horno de fundición
  • Eso metemela que estoy muy caliente- Le suplicaba

Se apartó  y agachándose me miro entre las nalgas.

  • Tienes el culo tan abierto que casi puedo ver luz al otro lado del túnel. - Se rió
  • Por ahí entra ahora un paso de Semana Santa con la cruz incluida.

Gargajeó y me echo una gran escupitajo dentro.

Me la clavó de de una estocada y comenzó a serruchar de nuevo. Tenía el culo tan abierto que tuve que apretar un poco para sentirla con más intensidad. Lo sentia distendido como un holgado calcetín alrededor de aquel descomunal cipote.

  • Ahora ya estás suave como seda. Te he dejado el ojete bien abadanado.

Me la metia y la sacaba vertiginosamente, como un autómata. Casi se salía para luego enterrarla hasta lo más hondo. Sus jadeos se hacían mas continuos y presentía que la traca final se estaba acercando.

  • ¡ Ay Manolo que gusto. Dale más. Que gusto, que gusto. - Le decía mientras babeaba como una perra.
  • Te voy a preñar so guarra. Me voy a correr dentro de ti y dejarte inundada hasta que te salga la leche por las orejas, ya lo veras..
  • Eso Manolo preñame, preñame. Correte dentro. No te salgas.

Noté como sus rugosas manos se apoderaban de mi rabo y comenzó a pajearme vigorosamente. Ahora era mi polla la que ardía con el roce de su piel encallecida.

  • Ay que gusto Manolo, Ay que guuustooooo. Me corro. me corro. - Empecé a decir mientras me convulsionaba

Mientras mi polla lanzaba leche a borbotones, mi culo estrujaba el cipote que continuaba follándome con frenesí. Al fin sentí como se hinchaba de forma inimaginable en mi interior y cómo los poderosos trallazos de su descarga me golpeaban en lo más profundo. Una vez lleno empezaron a fluir acompañados de obscenos sonidos con cada movimiento de su polla. Yo goloso le apretaba fuertemente el cipote con mi culo intentando ordeñarle para aumentar su placer. Al fin desfallecido solo atine a decir.

  • ¡¡¡¡AYYYY MANOOOOLOOOOO!!!!

Luego cerré los ojos y caí desfallecido.

Al abrir de nuevo los ojos vi a Manolo totalmente vestido enfrente de mi. Me resultó algo extraño.

Una sonrisa guasona se dibujaba en sus labios. Sus ojos se movieron hacia la izquierda como señalando algo.

Me quedé petrificado ver a la vieja de las gafas mirándome con cara de espanto, mientras algunos de los viajeros intentaban, sin conseguirlo, reprimir la risa. Miré a  Manolo y vi como este me señalaba mi paquete. Allí dirigí la mirada. Una oscura mancha se destacaba sobre el gris claro del pantalón de mi chándal.

Percatandome de lo ocurrido, muerto de vergüenza, cogí la mochila y me tape con ella.

Entonces el tren comenzó a detenerse. Manolo se levantó y antes de marcharse se acercó a mí y me susurro al oído.

  • Por cierto no me llamo Manolo.