No son cuernos, sino morbo (i)
Una cálida noche de verano madrileña puede dar pie a una tórrida aventura si sabes dejarte llevar
Si me enrollo con una mujer, ¿lo considerarías cuernos, cariño?
Esa pregunta me hizo mi novia cuando salía, aturdido por el vaho y calor de la ducha, del baño con una toalla enrollada a la cintura cubriendo la parte inferior de mi cuerpo. En un principio no le presté atención a su comentario, creí haber oído mal, aunque bien es cierto que experimenté ligera reacción física ante sus palabras, pero consideré que eran figuraciones mías. Así y todo, seguí con mi procedimiento habitual al salir de la ducha, ajeno a su interrogación. Me despojé de la toalla, que dejé sobre la cama, y comencé a ponerme crema hidratante Eucerin por el cuerpo. No olvidéis este pequeño detalle, chicos, ser viril no está reñido con el cuidado personal, y pensad que si a nosotros nos gusta que su cuerpo sea suave y esté perfumado, ellas también agradecen que nosotros cuidemos el envoltorio. Continué, como decía, embadurnándome de crema y perfumando mi cuello y muñecas, haciéndolo extensible a mi pecho, ya que procuro oler bien pero sin excesos, siempre con una colonia fresca, no soporto el olor a macho, aunque a algunos les queda muy bien.
Envuelto en mi cuidado personal como estaba, no la ví entrar en la habitación, sonriendo y con el móvil en la mano. La miré a los ojos y aprecié esa mirada gatuna y pícara que tanto me gusta, identificativa de esos momentos en los que está tramando algo. Me miró, con esos hermosos y resplandecientes ojos verdes, como si me traspasase, haciéndome cómplice de su última travesura. Y sé que justo a partir de ese momento, vamos a traspasar un umbral, una aventura se cierne en el horizonte dispuesta a ser vivida por nosotros. Y, como viene siendo costumbre desde que nos conocemos, no rechazamos el ofrecimiento que el destino, en connivencia con nuestras mentes calenturientas y juguetonas, nos ofrece en bandeja.
- No has contestado a mi pregunta, cielito –me insinuó ella con una voz digna de la más sexy femme fatale de una película de cine negro clásico, esos films que todos tenemos en la cabeza en los que la pantalla en blanco y negro resaltando aún más las figuras y bellos rostros de esas mujeres nacidas para el pecado.
- ¿Pregunta? –fue en ese momento en el que me di cuenta que mis figuraciones se hacían realidad y, aunque me hice algo el tonto por darle al juego cierto tono dramático, me di cuenta de que las cartas estaban echadas.
- Sí, cuando salías de la ducha… ¿no me oíste hacerte una pregunta? –me cuestionó ella, con el mismo tono insinuante y recorriendo con delicadeza sus dedos por mi torso aún desnudo.
- Bueno, quizás sí oí algo –sonreí- aunque te confieso que pensé que eran figuraciones mías, y en contestación a tu pregunta, te diré que eso que me comentas no son cuernos, sino morbo.
Le gustó mi contestación, porque sonrió, me miró con interés, y llevando mi mano hacia mis muslos, comenzó a acariciarme suavemente por el interior de los mismos hasta llegar a los huevos, que sopesó en mi mano unos segundos y, súbitamente, me los apretó con cierta fuerza, pasando a acariciar con sus dedos mi polla que ya comenzaba a tornarse dura. Pasó su mano por mi espalda, bajando hacia mi culo, que recorrió siguiendo una estela curva y dejando para el final un fino recorrido con sus dedos por mi ano, que recientemente había descubierto que era una zona muy erógena. Entonces dio unos pasos hasta ponerse a mi espalda y comenzó a besarme la nuca mientras delicadamente acariciaba mi polla, que ahora sí estaba en su momento álgido. Siguió con sus besos por mi espalda hasta que, agachándose, alternó besos delicados con mordisquitos por mi trasero. Estuvo así un ratito, besando mi culo, acariciándolo, recorriéndolo con la lengua, mientras acariciaba mi polla y mis huevos. Entonces su lengua se dirigió hacia la línea de separación de mis nalgas y fue recorriéndola desde la base de mi espalda hasta llegar a mis huevos. Ondas de placentera electricidad recorrían mi espalda, no podía creer el placer que me estaba otorgando mi chica. Su lengua fue abriéndose paso en mi agujero trasero, en principio con suaves toques recorriendo todo el contorno de mi ano, humedeciéndolo, dilatándolo, dejándome al borde del éxtasis. En un momento dado, comenzó a arremeter con más energía en mi polla, agarrándola con más firmeza y meneando su mano en una paja que me iba a provocar un orgasmo mas pronto que tarde. Fue la combinación de su lengua en mi ano con el movimiento enérgico de su mano lo que me hizo explotar. En un momento dado, introdujo su lengua en mi ano y comenzó a jugar con ella, introduciéndola y sacándola repetidamente como si me estuviera follando el culo, para en intervalos succionar mi agujero y estirar del mismo. Un grito fue el preludio de mi corrida, abundante y espesa. Su lengua introducida muy adentro de mi ano, su cara pegada a mi culo mientras meneaba con fuerza mi polla dejando el glande descubierto al máximo. El parquet quedó impregnado de una sustancia viscosa, blanca, y por el gesto de placer que puso ella al tragarla tras recogerla con sus dedos del suelo, en apariencia apetitosa.
Y sonriendo me dijo:
- Pues si eso es morbo, morbo tendrás –y se rió a carcajadas-Vamos, vístete, que hemos quedado a cenar con mis padres y llegamos tarde presumido. Que mucho decís los machotes de las mujeres, pero bien que me tienes esperando media hora a que te acicales.
Y ahí quedó la cosa. Fuimos a cenar, tuvimos una agradable velada, nos acostamos tras haber tenido unos momentos sublimes de sexo y nos quedamos dormidos abrazados. Esa conversación quedó…
En el limbo...
Pero no por mucho tiempo…
Pasado un mes y medio, ya a finales de verano y cuando Madrid empezaba a inaugurar sus noches infinitas e inabarcables, en el sentido de que cualquier cosa puede pasar en esas calurosas noches madrileñas, ella sacó el tema de nuevo. Nos encontrábamos tomando un gin tonic, rozando la medianoche, en una terraza del barrio y, sonriendo gatunamente, dijo:
- Dime una cosa Germán, ¿si me enrollo con una mujer, pensarías que te estoy poniendo los cuernos?
- Vaya, esta pregunta me viene a la mente como un deja vú, aunque la última vez estaba desnudo- contesté yo, examinándola detenidamente y tratando de prever su próximo movimiento.
- Cierto –rió- aunque ahora no estás, por ello, menos sexy. Y recuerdo que, tras hacerte el tonto y hacer como que no habías oído mi pregunta, contestaste que eso para ti era morbo, no cuernos –deberíais haber visto su mirada, su comunicación verbal, en esos momentos era un volcán, esperando a que un gesto, una palabra, fuese la grieta que lo hiciese entrar en erupción. Y decidí que era el momento de mostrarse jugón.
- Amaia –le dije acariciándola la mano y cogiéndola con firmeza- como una persona muy sabia me dijo en cierta ocasión, si quieres morbo, tendrás morbo –Rió nerviosamente, miró hacia otro lado, se tomó su tiempo y me dijo que me enfriase un momento porque veía que la noche iba a ser calentita, que iba al baño a ponerse guapa y en el momento en que volviese y nos fuésemos de allí, comenzaba la película de la noche.
Y se fue hacia el baño. No pude más que admirarla, Amaia es una sexy mujer rubia con rizos, unos sexys y gatunos ojos verdes y un menudo cuerpo. He de reconocer que la parte favorita de mi novia, físicamente hablando, han sido siempre sus ojos y sus pechos, en una forma redondeada perfecta, de los que caben en una mano y cuya blancura inmaculada adornada con una tersura digna de una muñeca de porcelana, está coronada por unos pezones turgentes, rosados y preciosos. Ese día llevaba una falda verde que le llegaba por encima de las rodillas, y una camiseta de tirantes blanca, combinándolo con unas sandalias que para un fetichista de pies como yo era toda una sugerencia de tórridos placeres.
Yo estaba perdido en mis pensamientos, aunque empezaba a darme cuenta que tal vez estuviese tardando demasiado, pero lo atribuí a una inesperada cola en el baño de mujeres, algo más habitual de lo deseado. Al volver, ví que llevaba el puño apretado, supuse que había pagado la cuenta y traía los cambios, pero cual fue mi sorpresa cuando, mirando hacia los dos lados y aprovechando que nos encontrábamos en el lugar más apartado de la terraza, me dijo: abre la mano, y depositó su tanga. Mi cara era un poema.
- Cariño, hoy estoy cachonda, quiero disfrutar, quiero hacer locuras, y deseo que me brindes esta fantasía. Si no te convence, dímelo ahora, pero quiero que escuches primero lo que tengo en mente. Si tocas el tanga, te darás cuenta de lo mojado que está-efectivamente, lo palpé disimuladamente y pude percibir que estaba muy húmedo, llegando incluso a impregnarse la tela de sus fluidos-, eso es así porque en el baño aproveché para acariciarme, no podía aguantar más, grabar un video y enviarlo a una pareja de amigos encantadores que quisiera presentarte esta noche. Espero que no te enfades, pero he conocido a unas personas con las que tenía intención de quedar a tomarnos unas copas. La cuestión es que el asunto ha podido precipitarse un poco, ya que ellos me enviaron un video suyo en actitud cariñosa y eso me encendió. Yo les contesté con este video.
Y me enseño un video de unos dos minutos en los que aparecía ella en el baño. Había dejado el móvil apoyado sobre el lavabo y, apoyada contra la pared de espaldas, se levantaba la falda. Aparecía su tanga negro y su culito blanco y respingón, para inmediatamente comenzar a acariciarse el culo, suavemente, rozando en ocasiones el hilo que separa ambos cachetes. Parece que su calentura fue en aumento, porque rápidamente fue retirando a un lado el tanga y comenzar a acariciarse el coño, recorriendo primero tímidamente sus labios con el dedo hasta llegar al ano, y en un segundo momento comenzando a introducir sus dedos. A partir del segundo minuto, ella se dio la vuelta y comenzó a acariciarse el coño metiendo su mano por dentro del tanga, que al ser de transparencias permitía vislumbrar ciertas humedades en la parte anterior. Debía estar muy cachonda, porque sus movimientos se hicieron cada vez más violentos, oyéndose algún gemido entrecortado, y cuando parecía que se iba a correr, se quita el tanga completamente, lo atrapa en su mano y dice: esta noche continuará, chicos, muak, hablamos en un ratín.
Yo estaba estupefacto, siempre habíamos sido muy calientes, pero esto traspasaba nuestros límites, era una nueva aventura, así que tímidamente le pregunté qué tramaba.
- Bueno, podemos tomar una copa con ellos y… bueno, ya veremos, ¿qué te parece?
- Hoy tu mandas –es lo único que acerté a decir.
- Morbo es morbo- fue su contestación, dándome un fuerte morreo en el que nuestras lenguas jugaron con ardor en nuestras bocas y ella acarició mi paquete, sonriendo ante su incipiente dureza-Mmmm, vámonos de aquí.
Y nos fuimos, yo la seguí hasta el lugar en el que había quedado con sus amigos, sin hacer preguntas, sin querer respuestas, únicamente dispuesto a vivir una aventura que prometía diversión.
- Cariño, me comentan si nos parece bien tomar una copa en un bar liberal que conocen, así aumentamos el morbo. No hemos estado nunca en uno, ¿te parece bien que vayamos? Así matamos dos fantasías en una –dijo ella ríendo.
- Vale, está bien –la agarré del culo atrayéndola hacia mí y rozando con mis dedos su coño sobre la falda, que ante la ausencia de ropa interior hacía que el roce fuese más directo y sensual.
Y allí nos dirigimos. Quedamos dentro, estarían esperándonos tomándose una copa. En el camino hacia el club, comencé a elucubrar posibles situaciones que podrían darse, y si en determinado momento sería capaz de afrontarlo. Decidí no pensarlo y dejarme llevar, supongo que es lo mejor en estos momentos. La confianza que me daba Amaia ayudaba a ello, y en especial el deseo de compartir una experiencia tan intensa con ella me atraía hacia ese club cual imán.
En la puerta, y tras pagar la entrada con derecho a cuatro consumiciones, una mujer muy simpática y ataviada con una ropa muy sexy se presentó como la relaciones públicas y, tras darnos un par de indicaciones sobre la política del lugar, nos invitó a que la acompañáramos a visitarlo por dentro. Como todavía no sabíamos si la pareja con la que habíamos quedado se encontraba dentro, decidimos acompañarla. Nos fue llevando por los diferentes ambientes del local, desde una barra en la que la gente se encontraba tanto vestida como íbamos nosotros, o con insinuantes conjuntos de ropa interior, nos dirigimos hacia una zona que bautizó como pasillo francés , que no era sino una zona oscura con una pared con agujeros, vacía en ese momento, en la que nos indicó –aunque ya nos habíamos hecho una ligera idea-, que había hombres que ponían ahí sus miembros y eran devorados por voluntarias o voluntarios. Después nos indicó dónde se encontraban, las taquillas y la zona nudista en la que nos pidió que fuéramos desnudos, en ropa interior o con una toalla. Hecho el recorrido, y tras la despedida, volvimos hacia la barra en la que pensábamos encontrar a los amigos de Amaia.
Finalmente los encontramos e hicimos las presentaciones. Él, Pedro, era un moreno y simpático informático que, nos confesó, era bisexual pero solo si la situación era propicia. A mí eso me impresionó un poco, ya que no me había planteado que la historia fuera por esos derroteros. Ella, Lucía, se acercó a mí y, tras darme dos besos y quizás percibiendo mi nerviosismo inicial me dijo que no me preocupase, que Pedro sacaba su lado bisexual en raras ocasiones, y solo con quien está dispuesto abiertamente a ello. Pero… dijo sonriendo y acariciándome el torso, a nadie amarga un dulce.
La verdad es que esta pareja era muy divertida, estuvieron contándonos sus experiencias en el ambiente liberal, tanto en tríos con dos hombres como con dos mujeres, y alguna orgía de vez en cuando. Ella parecía muy juguetona, algo más entradita en carnes que Amaia pero con una frescura que despertaba mis más bajos instintos. Me miraba con apetito, a la vez que acariciaba a Amaia como queriéndome decir que mi hembra iba a ser suya por una noche, pero que no me descuidase porque el siguiente era yo. Pedro, por su parte, creo que disfrutaba más su lado voyeur, haciendo feliz a su mujer y viviendo la experiencia a su manera. De todas formas, era quien llevaba la conversación y quien iba trayendo las copas para amenizar el ambiente o quien, en un momento dado, nos sugirió ir a dar una vuelta por el local.
Dirigiéndonos hacia el pasillo francés, y mientras estábamos atravesando una habitación oscura, Pedro me puso la mano en el pecho y me susurró al oído que esperase un poco. Por un momento, pensé que iba a sugerirme sacar mi lado bisexual con él, algo que nunca me había planteado pero que no sabía cómo iba a reaccionar si se diera la ocasión. Me comentó que quería ver cómo se desarrollaba la relación entre nuestras mujeres, y que nos tomáramos una copa nosotros para dejarlas que fueran a su aire. Me pareció bien, de hecho me apetecía otra copa para entrar aún más en ambiente.
- Espera, Lucía, he perdido a estos.
- No, cariño, no has perdido a nadie. Mi marido sabe muy bien lo que hace, y nos ha dejado tiempo para que nos conozcamos mejor. ¿Qué te parece, me dejas que te enseñe el resto del local?
- Mmmm, claro, me da la sensación que puedes ser una guía muy interesante –
Dicho esto, Lucía acarició levemente a Amaia la mejilla, rozando con sus dedos sus labios y acercándose, hasta que llegó a plantarle un beso, suave en un primer momento, un pico se diría, pero picante, muy picante. Amaia reaccionó bien y acariciando la espalda de Lucía, comenzó a juguetear con su lengua en su boca, recorriéndola por todo su interior mientras tímidamente y con cierto nerviosismo acariciaba el cuerpo de Lucía. Fueron minutos de intenso placer, un prólogo de besos y caricias en el que ambas se calentaron en extremo, se susurraron calientes palabras, se mordieron los lóbulos de las orejas, algún mordisquito en el cuello… hasta que Lucía miró a Amaia fijamente y le preguntó si quería jugar de verdad y disfrutar, ahora que nos han dejado solas. Amaia solo pudo asentir con una sonrisa y sus ojos luminosos de la emoción. La cogió de la mano y la llevó hacia el pasillo francés, acariciándola en la oscuridad. La mano de Lucía subía por sus muslos cálidamente y, al notar que no llevaba ropa interior, le susurró: eres tan zorra como yo creía mmm. Comenzó a acariciar sus labios, que destilaban flujo que Lucía llevaba a su boca relamiéndose. Mmm, huele muy bien tu sexo, le decía. Y le introdujo un dedo, suavemente, jugueteando por todos los recovecos de su coño, palpando su humedad y calor, mientras le besaba en el cuello, y le acariciaba las tetas por encima de la camiseta, pellizcando sus pezones. Amaia estaba a punto de correrse.
- Y ahora dime, ¿esto está siendo como pensabas?
- Mmm si, la verdad es que acaricias muy dulcemente, y a la vez con mucho ardor, me pones muy cachonda, no echo de menos la polla de mi chico. Mmmm
- ¿La polla de tu chico? Cariño, aquí puedes tener todas las pollas que quieras. Déjate seducir, y disfruta. Lo que hagas aquí, aquí se queda. Y rápidamente la dirigió, sosteniéndola del cuello hacia la pared de los agujeros, de la que en esos momentos sobresalía un falo, morcillón y ya con un considerable tamaño. ¿Qué te parece, te resulta apetecible esa polla, la compartimos?
- ¿Cómo dices?-Sorprendida pero tan cachonda que se comería la polla que le pusieran delante, se dejó llevar y comenzó a sostener en su mano la polla, que al notar el contacto de una mano dio un respingo y aumentó su tamaño.
Lucía tomó la iniciativa, y comenzó a acariciar los huevos, mientras la insinuaba que no esperase un solo momento, que se enfría. Así que Amaia se agachó y comenzó a despellejar esa polla, que comenzaba a adquirir una dureza y tamaño respetable. Con el glande ya descubierto, comenzó a acariciar con su lengua y, acto seguido, recorrió con su lengua todo el tallo llegando hasta las manos de Lucía que seguían en su labor de desengrasar sus depilados huevos. Amaia introdujo los dejos de Lucía en su boca y, atrayéndola hacia ella, sus labios se juntaron en la polla anónima y sus lenguas jugueteaban en la polla del chico. Mientras una succionaba y mordisqueaba el glande, lamiendo todo su contorno, la otra se recreaba pajeándola, recorriéndola con la lengua o lamiendo sus huevos, aunque Lucía hubo un momento en el que ya se estaba poniendo muy cachonda y prácticamente los devora, succionándolos con mucho fervor.
En ese momento, Lucía se colocó por detrás de Amaia y comenzó a introducirle primero un dedo para posteriormente pasar a follarle con dos y hasta con tres, mientras impulsaba su cabeza para provocar que la felación fuera más profunda. Cuando vio que estaba a punto de correrse, apartó a Amaia y poniéndose a su lado compartió la abundante corrida, que cayó en sus caras, lengua y parte de las camisetas. Lucía estaba como loca y comenzó a besar a Amaia, compartiendo la corrida en sus bocas. De sus labios caían algunas gotas blancas y Lucía, riendo, pidió que fueran a las taquillas, para desnudarse y afrontar el segundo asalto...