No solo los hijos se obsesionan con sus madres 2

La experiencia de compartir cama con mi hijo nos dejó a los dos insatisfechos, pero a la mañana siguiente me entregué a él como tanto tiempo había soñado. Pablo estaba tan loco como yo por culminar lo que la noche anterior dejamos a medias.

Esa noche no recuerdo que pasara digno de mención, sí se que dormí abrazada a mi hijo y feliz por lo que había pasado. Sólo un pensamiento me preocupó antes de dormirme y era que al día siguiente nos diera vergüenza por lo sucedido y no nos atreviéramos a seguir adelante. Y yo quería continuar, para mi lo que había sucedido era solo un pequeño adelanto de lo deseaba que pasara.Estaba loca por sentir la polla de mi hijo dentro de mi, quería que me follara como le había visto hacer con sus amantes.

Me desperté cuando la luz ya entraba por la ventana y lo primero que hice fue levantar las cobijas para contemplar a mi hijo desnudo.

Pablo era un muchacho flaco , fibroso, nada que ver con un musculitos de gimnasio pero con un cuerpo que a mi me pareció el más bonito del mundo en el que sin duda había influido su afición a nadar casi a diario.

Con detalle y desde cerca pude ver sus atributos, una polla no muy larga aunque bastante más larga que la de mi marido, y desde luego mucho más gorda, y unos testículos que me parecieron dos kiwis maduros, llenos.

Un rinconcito de mi cerebro luchaba conmigo misma. El ser penetrada era algo que me producía terror, que para mi significaba humillación, dolor y asco, pero a pesar de esas experiencias estaba loca por tener la polla de mi hijo dentro de mi. Mi deseo era mil veces mayor que mis miedos.

Una cosa había cambiado, sospechar siquiera que mi marido tenía intención de follarme me secaba, notaba mi coño cerrado y seco y ahora lo sentía húmedo, jugoso, deseando ser penetrado.

La preocupación con la que me dormí la noche anterior me llevó a tomar la iniciativa, con Pablo echado boca arriba tenía libre acceso a acariciar la joya que mi hijo lucía entre sus piernas de manera que eché mano de ella y empecé a acariciarla.

A pesar de que mi hijo estaba dormido mis caricias surtieron efecto y la verga que unos minutos antes me había parecido de buen tamaño empezó a crecer hasta que se le marcaron la venas y su capullo se volvió de color casi morado.

Sintiendo que de mi sexo brotaba un manantial estuve tentada de montarme en él y penetrarme yo sola pero no me pareció que siendo la primera vez  fuera eso lo que lo debía hacer.

Acerqué mi boca a su oído mientras seguía con su polla agarrada y le dije:

Pablo, quiero que me folles, quiero que me la metas, tengo un poco de miedo pero quiero que me la metas. Fóllame mi amor. Fóllate a tu madre.

Pablo se despertó y lo primero que me dijo fue:

Estoy loco por metértela, quiero follarte y hacerte feliz, no tengas miedo, mi amor, que voy a ir muy despacito y si te sientes incomoda no tienes más que decirlo y yo pararé. Déjame que antes te prepare un poco.

Me separó los muslos y se metió entre ellos, yo pensé que ya me iba a dar la estocada pero no lo hizo, puso su cara entre mis piernas y lanzó su lengua contra mi chocho. Nunca había yo sentido ese estímulo tan delicioso.

Con lentitud su lengua recorrió mi coño de arriba abajo con lengüetadas anchas y profundas para de ahí bajar hasta mi culo al que también le dedicó lengua.

Sentir la lengua de Pablo primero en mi chocho y luego en mi culo me llevó directamente al cielo. No sabría decir qué me producía más placer, si se que el notar como la lengua de mi hijo se recreaba en mi ano me puso más cachonda si es que eso era posible.

Oleadas de placer recorrieron mi cuerpo y supe que me iba a correr, sentí que el orgasmo me llegaba , lento pero inevitable, mis pezones estaban erectos y la cabeza se me iba a cada lengüetazo. Ya no necesitaba que me la metiera, todo lo que quería es que siguiera dándome lengua para correrme. Se lo dije:

Mi amor me voy a correr, ya no puedo esperar más, me estoy viniendo muy rico, mi vida, me vas a matar de placer. Ya me vengo mi vida, me estoy corriendo, me corro , me corro toda.

Cuando yo estaba aún disfrutando de bestial orgasmo sintiendo la lengua de mi hijo penetrando en la puertas de mi culo, Pablo, con una pericia impropia de su edad se subió hasta colocarse de rodillas entre mis muslos. Enfiló su verga a mi chocho y sentí como el cabezón que hacía unos momentos había visto, se abría paso entre mis labios, los adecuaba a su tamaño para a continuación meterse completamente en mi.

En contra de mis miedos no sentí el menor dolor, sería una blasfemia llamar dolor a lo que sentí, la polla de mi hijo tomo posesión de mi chocho, me lo llenó por completo y yo me sentí la mujer mas feliz del mundo. Solo alcancé a decir:

Pablo todavía me estoy corriendo con lo que me has hecho y ya me tienes llena con tu polla. Eres una abusador.

Siguiendo mi broma mi hijo me dijo:

¿Quieres que te la saque?.

Si me la sacas te mato, lo que quiero es que me folles, que me folles como te has follado a otras mujeres que yo te he visto, que me folles como una bestia.

Así que me has visto follando. Y que te ha pasado.

Si te he visto, y me ha dado envidia y me he puesto muy cachonda.

Y te has tocado.

Si me he tocado, me he hecho muchas pajitas pensando que me gustaría que la que estuviera debajo de ti fuera yo en vez de ellas.

Eres una mamá muy viciosa y vas a recibir tu castigo.

Pablo me cogió cada nalga con una mano, levantó ligeramente mi culo y empezó, ahora si a entrar y salir de mi cada vez con más fuerza y con más profundidad. Yo sentía las paredes de mi coño llenas y la punta de su polla chocando con el fondo de mi cueva.

Sin todavía estar recuperada de mi primer orgasmo sentí que me venía el siguiente, una descarga de placer recorrió mi cuerpo desde las uñas de mis pies hasta lo más profundo de mi cerebro, sentí que la cabeza se me iba.

Por un momento pensé que me iba a desmayar mientras Pablo seguía embistiéndome cada vez con más violencia. Mi hijo sacaba su polla de mi hasta casi tenerla fuera para desde ahí percutir contra mi con todas sus fuerzas.

Cada pollazo me producía una descarga de placer cada vez mayor, tanto como para saber que me iba a correr de nuevo:

Hijo me estás matando de placer, me voy a correr otra vez, no te voy a esperar, siento que me voy a correr, me están llorando los ojos y se me va la cabeza, pero por dios no pares, sigue follándote a tu mamá. Fóllame como a una perra que me quiero correr.

Mis palabras actuaron de acicate en Pablo quien aumentó sus embestidas.

Me estoy corriendo mi amor, me estoy corriendo y soy la mujer más dichosa del mundo. Me está follando mi hijo y me está matando de gusto. Me corro mi amor, me corro, me corro.

Sin hacer caso de mis palabras Pablo siguió entrando y saliendo de mi.

Yo, loca de placer, le pedí lo único que no me había dado:

Quiero tu leche, mi vida, quiero sentir como me llenas con tu leche, necesito sentir como te corres dentro de mi, dámela, dámela toda.

En medio de aquel torbellino de placer mi hijo me dijo:

Me voy a correr mamá, me voy a correr dentro de ti , te lo voy a dar todo pero antes te tengo que hacer una petición.

Pídeme lo que quieras que te lo voy a dar.

Quiero seguir follando contigo cada vez que uno de los dos tenga ganas, cada vez que uno de los dos quiera follar.

Te juro Pablo que tantas veces como tengas ganas vas a tener este chocho a tu disposición, pero dame ya tu leche que no puedo esperar más.

Ya te la doy, mi amor, ya te la doy toda, me estoy corriendo mi vida me estoy corriendo y te lo estoy dando todo.

El canalla de mi hijo todavía tuvo tiempo de pensar otra travesura, cuando sintió que se venía uno de sus dedos sin respetar a nada ni a nadie se dirigió a mi culo y se metió en él.

Mientras notaba la leche de mi hijo entrando en mi cuerpo ese último gesto de Pablo me produjo otra descarga de placer y sentí que otra vez me corría, menos intensamente que las veces anteriores, pero me corría.

Nos quedamos los dos exhaustos , Pablo desplomado encima de mi y yo en un estado de felicidad para mi desconocida. Hubiera querido pasar lo que quedaba de mi vida en esa situación, con la polla de mi hijo clavada en mi carne.

Después de un buen rato Pablo se descabalgó de mi y se echó a mi costado.

¿Te ha gustado como te he follado?

Me has vuelto loca mi amor. Nunca había sentido tanto placer. Me he corrido tres veces, eres un animal que no respeta ni a su madre.

Yo no había sentido hasta ahora lo que he sentido metido dentro de ti, todo lo que quiero es pasar mi vida disfrutando de ti, he pasado tanto tiempo deseando que fueras mía que aún no me lo creo.

Pues si, soy tuya, completamente tuya, y también quiero seguir siéndolo.

Aunque tu marido (nunca decía mi padre) se recupere no va a volver a ponerte la mano encima, aunque tenga que matarle.

Te lo juro mi amor, nunca más voy a consentir que me toque y no va a hacer falta que le mates. No digas barbaridades.

Aunque era bien de mañana caímos en un estado de somnolencia, disfrutando de esa flojera que solo se produce después de un polvo.

Aquel se puede decir que fue el primer día de los seis años que han venido a continuación. Seis años de sexo y placer diario.

Fue ese mismo día cuando después de ducharnos Pablo decidió que tenía demasiado pelo en mis ingles y decidió recortármelo.

Me tendió en la cama y se trajo sus útiles de afeitado. Antes de proceder me indicó con su dedo de donde me iba a quitar.

Te voy a dejar tu monte de Venus intacto, y te voy a quitar el pelo de tus labios para que cuando te meta la lengua no tenga nada que me lo dificulte.

Me dio espuma y se afanó con la maquinilla. A mi la escena, espatarrada frente a Pablo y con sus narices a una cuarta de mi coño me tenía encantada, es más estaba segura de que no resistiría la tentación de darme lengua.

Cuando pensé que había acabado y estaba esperando el primer lengüetazo me mandó ponerme en cuatro.

¿Que me vas a hacer ahora?

Quiero ver si tienes algún pelillo rebelde en tu culo. No tienes casi ninguno pero conviene quitarlos.

Sentí la espuma de afeitar y los dedos de Pablo extendiéndola.

Cuando me pasó la toalla supe que había terminado y fue entonces cuando mi hijo llevó a cabo su ataque.

Conmigo a cuatro patas, mis muslos abiertos, y recién afeitada, su lengua se dirigió directamente a mi ano.

Sentir su lengua en lo más escondido de mi cuerpo me puso a mil.

Pablo paró un momento para decirme:

Quiero que te toques mientras me como tu culo. Tócate.

Con la cara de Pablo empotrada entre mis nalgas, su lengua taladrando mi culo y yo acariciando mi chocho no tarde en alcanzar el orgasmo y en el momento que me venía tuve la tentación de pedirle que en vez de su lengua me metiera su polla, que profanara el único hueco que yo tenía tan virgen como cuando vine al mundo, pero la oleada de placer me impidió decir lo que pensaba.

La sensación que sentí me produjo tanto placer que ni pude ni quise reprimir mis deseos de berrear, de chillar como si me estuvieran matando y hasta de insultar a mi hijo.

Esa misma tarde y a petición de Pablo me puse un vestido ligero y siguiendo sus instrucciones prescindí de la ropa interior. Fuimos al hospital a ver como seguía mi marido.

Antes de visitarlo hablamos con el médico.

Su vida de momento no corre peligro a no ser que sufra otro ictus, pero si no hay una recuperación en los próximos días es seguro que se va a quedar en un estado precario. Sabemos que ve, sabemos que oye incluso que entiende lo que se le dice, sabemos que tiene sensibilidad es su cuerpo , si se le pincha con una aguja reacciona pero ni habla ni casi con seguridad va a volver a hablar. En cuanto a su movilidad tendrá que estar en una silla de ruedas. Su cerebro está dañado y eso es irreversible.

Cuando entramos en su habitación cerramos por dentro y Pablo se dirigió directamente a él

Se que me oyes y que entiendes lo que te digo, quiero que sepas que yo pensaba que lo mejor era que te murieras para que nos dejaras en paz para ser felices, pero ahora quiero que vivas, que vivas para que sufras todo lo que nos has hecho sufrir.

Mi marido ante estas palabras movía los ojos en todas direcciones como buscando que alguien entrara en la habitación. Su mirada era de odio, pero también de miedo. Toda la soberbia que había demostrado durante años había desaparecido.

Mamá hazme un favor , levántate las faldas para que este hijo de puta vea lo que llevas debajo.

De pie junto a su cama me levanté las faldas y dejé mi chocho desnudo delante de él.

Pedro dirigió su mirada a mi desnudez y su mirada reflejó el odio que sentía por nosotros.

Mira bien ese chocho porque nunca más vas a tocarlo.

Metió la mano por debajo de las sabanas y me dijo:

Sabe lo que está viendo, se está empalmando. Por cierto tienes una mierda de polla.

Pablo se puso junto a mi y con parsimonia me empezó a acariciar, sus manos recorrieron mi culo y desde ahí pasaron a mis ingles.

Mejor que levantarte la falda quítate el vestido.

Conmigo ya en pelota y mientras con su mano acariciaba mis tetas me preguntó:

¿Has estado follando hoy?

Si , dos veces

¿Y has disfrutado?

He disfrutado como una perra.

¿Cuantas veces te has corrido?

Me he corrido seis veces

¿Follando con este hijo de puta te habías corrido alguna vez?

Nunca

¿En toda su vida no te había echado un polvo que te hiciera correrte?

En toda su vida, lo que me producía era repugnancia.

En ese momento Pablo ya me estaba acariciando toda, una de sus manos estaba enterrada entre mis muslos.

¿Y quien ha sido el que te ha follado tan rico hoy?

Has sido tu mi amor, y esta noche me vas a volver a follar.

Enséñale a este monstruo lo que te ha metido el maricón de tu hijo.

Desabroché el cinturón de Pablo, le bajé los pantalones y le dejé la polla al aire.

Esto es lo que me mete mi hijo y lo que hace que me corra como una perra. Y cuando estés en casa, caso de que estés, te vamos a dejar ver como se folla de verdad. Vámonos hijo que esta escena me ha puesto cachonda y tengo ganas de comerte la polla.

Yo no te voy a negar nunca algo que te de placer. ¿Tienes ganas de comerme la polla?

Si, mi amor, tengo muchas ganas

Pues cómemela.

Me senté en la cama del enfermo y Pablo se quedó de pie frente a mi.

No exagero si digo que le hice la mejor mamada de su vida y cuando Pablo me dijo que se iba a correr dejé mi tarea y le pedí que le echara su leche a mi marido.

Pablo lanzó una descarga directamente a la cara de su padre y después otra y otra más.

Lo que nos había dicho el médico era verdad, entendía lo que pasaba y la demostración eran sus ojos inyectados en sangre y el rictus de su boca. Vimos que hacía como intención de hablar pero no pudo.

Pablo volvió a meter la mano bajo las sabanas y me dijo:

Sigue empalmado se ve que le pone cachondo ver como su mujer hace una mamada a su hijo. Eres una mierda de persona y te queda mucho por sufrir.

Nos vestimos y nos fuimos a casa.

Desde ese día han pasado seis años, mi marido fue al fin dado de alta y le trasladamos a nuestra casa, y allí pagó con creces el sufrimiento que me había hecho padecer.

Continuará