No sólo fue dolor (1)

Los grandes pechos de su amiga le vuelven loco, y en un caluroso día, la violará (con placer) en la cocina.

La noche había sido calurosa, como lo estaba siendo toda esa semana del mes de agosto. Los termómetros no bajaban de los 30 grados durante el día, y al oscurecerse, no caían de los 25 grados, por lo que era difícil dormir en condiciones. Mari José se levantó esa mañana a la misma hora de siempre, las nueve y cuarto, ya que no entraba en el periódico hasta las 11, aunque si acudía un poco más tarde tampoco ocurría nada, ya que era un mes muy tranquilo, y aunque se encontraba de prácticas, no se hacía mucho por la mañana en la redacción.

Abrió la ventana de su dormitorio, y se puso a hacer la cama, que sólo estaba desecha por un lado, ya que su novio, Oscar, se encontraba toda esa semana fuera de casa trabajando. Era martes, todavía faltaban tres días para que volviese. Cuando acabó de arreglar el dormitorio, se fue al baño, a darse una ducha, para ir fresca al trabajo. Se relajó durante 15 minutos, mientras el agua fría caía por su cuerpo. Se secó el pelo, y con una toalla enrollada alrededor del cuerpo se fue de nuevo a la habitación. Miró por la ventana, y vio que el día se presentaba despejado y caluroso.

El día anterior se había puesto mini falda, y había tenido que aguantar algunas miradas de más sobre sus muslos en la redacción. Decidió ponerse unos vaqueros claros, con una camiseta blanca de tirantes. No se iba a poner sujetador, pero cuando se miró al espejo vio que sus pezones se marcaban en exceso, decidió ponérselo. Mari Jose no se podía decir que era una top model, debido a los cánones actuales de belleza, pero sus curvas no pasaban desapercibidas. Su casi talla 100 de pecho, a pesar de estar empezando a caerse ligeramente, llamaba la atención. Era lo mejor de su cuerpo, pero Mari José no quería exhibirlas en exceso, sabedora de su tamaño. Además, tenía los pezones muy sensibles y gordos, que despertaban al mínimo cambio de temperatura o excitación. Por ello, a pesar del calor, se ponía sujetador, para no parecer una calientapollas cualquiera. A sus 26 años, se conservaba bien, con curvas: 98-65-100. Era una mujer rotunda, con carácter y con sus objetivos muy claros.

Tras su periodo universitario, que había tenido que aplazar un par de años, por un traslado familiar, había conseguido una plaza de prácticas en el principal diario local de la ciudad. Unas prácticas remuneradas, durante el verano, pero que eran la única puerta para la contratación. Tardaba treinta minutos en llegar a la redacción en el metro, un tiempo que aprovechaba para leer, porque además el metro era un lugar perfecto para estar con ese calor, debido al aire acondicionado de sus vagones. Normalmente se llevaba un tapper con comida, pero ese día había invitado a comer a un compañero de la facultad, también de prácticas en el mismo medio, que el viernes anterior les habia preparado a ella y a otra compañera la comida en su casa. Ahora le tocaba devolverle la invitación a su casa a Marcos.

A las 2, pasó a buscarle por la planta baja.

Hola, guapo, ¿nos vamos?

Cuando quieras

Su trato era muy familiar. Podía decirse que podría ser como su hermana mayor, aunque no del todo. Para Marcos, tres años menor que ella, había sido su chica de confianza, a la que contaba la mayoría de las cosas, sobre todo desde el momento en el que, cuatro meses atrás, había empezado a salir con Laura, otra compañera de clase, con la que había estado al gato y al ratón el último año. Pero un mes atrás, habían roto, por causas que Marcos no le había querido contar, pero que Mari José se había enterado por Laura, y que tenían que ver con un problema sexual. Hasta ahí sabía Mari José.

El problema es que Marcos tenía el pene no muy largo, pero si de bastante grosor, lo que a algunas chicas le había proporcionado mucho placer, pero que en el caso de Laura, sólo dolor. Después del segundo intento, con el mismo resultado, decidieron que no podían seguir, para no hacerse más daño. Para Marcos fue duro, porque Laura le parecía una chica increíble, con los mismos gustos que él, a pesar de que físicamente no fuera su tipo.

Porque a Marcos le gustaban las chicas generosas, no gordas, pero si con atributos. Durante el primer año, cuando era un chavalito recién llegado a la Universidad, se quedaba embobado ante unos pechos grandes, y aún le pasaba. Por eso, cuando vio a Mari José aparecer con la camiseta de tirantes y su talla 100, no pudo dejar de apreciarlas, sin que ella se diese cuenta.

El trayecto en coche hasta la casa de Mari José se hacía en apenas 15 minutos, sobre el que fueron conversando sobre sus compañeros de universidad y sobre como llevaban las prácticas. Mari José había preparado la noche anterior una ensalada de pasta, que sacó del frigorífico, mientras Marcos ponía la mesa.

Voy a cambiarme de ropa, no vaya a ser que me manche - le dijo Mari José

Lo que no se esperaba Marcos es que volviese con una camisetilla rosa de verano de estar por casa, que le llegaba hasta el ombligo, con un escote más pronunciado que la anterior. Durante la comida, sentado uno enfrente del otro, sólo veía el escote de Mari José, que seguía comiendo como si nada ocurriese. La entrepierna de Marcos empezó a cobrar vida, a cada vez que Mari José se levantaba a por agua, y contemplaba las caderas y el vaquero apretado, crecía.

Se estaba poniendo muy caliente. Desde que rompió con Laura, no había vuelto a estar con una chica, y unido al veranito, y al calor, empezaba a estar muy excitado. Sabía que nunca iba a ocurrir nada con Mari José, pero empezó a darle vueltas a la situación: solos en casa, su novio no venía hasta el viernes. Y su excitación seguía creciendo, y la idea de tomarla por la fuerza empezaba. Pero sabía que era su amiga, que iba a ser el final... pero la excitación seguía creciendo.

¿Quieres un helado? – le preguntó Mari José mientras abría el congelador.

¿De que tienes? – le respondió, mientras se levantaba a dejar el plato, procurando que no se notase su erección. Pero al ver el escote desde arriba, mientras ella estaba de cuclillas, no ayudó mucho.

Nata, chocolate y ....... – dijo mientras miraba en el fondo del congelador – vainilla.

El que quieras

Pues toma uno de nata.

Aquello ya fue demasiado. El bamboleo de los pechos mientras se levantaba y darse cuenta de que, por el frío, los pezones se le había puesto duros, le hizo perder la cabeza. Mientras iba al fregadero a abrir los helados, Marcos cogió un cuchillo de la mesa y se acercó por detrás de Mari Jose, agarrándola con una mano de la cintura, poniéndole con la otra el cuchillo en el cuello y pegándole su pene erecto en las nalgas.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Qué haces !!!!!!!!!!!!!!

Marcos no respondió. Apretó más su pene contra las nalgas de Mari José, y la llevó hasta el centro de la cocina

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Suéltame ¡!!!!!!!!!!!!!!!, gritó. Marcos cogió una servilleta, y se la pusó en su boca, para que no se oyesen los gritos

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Uhmmmmmmmmmmmm, ¡!!!!!!!!!!! Volvió a gritar Mari José, que se resistía todo lo que podía, mientras Marcos la quería tumbar en el suelo. Tras unos forcejeos más, lo consiguió. La tumbó boca arriba, la ató con su cinturón a una de las patas de la mesa, y colocó sus rodillas entre las piernas de Mari Jose, quedando esta abierta e indefensa.

Mari José estaba muy asustada y apunto de llorar. Marcos tuvo un momento de arrepentiemiento, pero ya no había vuelta atrás. Había cruzado cualquier raya, y lo sabía. Ahora le tocaba asumir lo que había hecho, y se decidió a disfrutar, y a intentar, por muy imposible que pareciera, que Mari José también lo hiciera.

Cogió el cuchillo, y lo llevó a los pechos de Mari José, que miraba aterrada. Lentamente, cortó la camiseta, dejando sólo el sujetador puesto, que duró sólo un poco más, hasta que lo cortó, dejando los generosos pechos libres

A Marcos le parecieron más grandes de lo que aparentaban, coronados por unos pezones que se presumían gordos. Empezó a lamer el canalillo, dando pequeños besitos, mientras Mari José se revolvía todo lo que podía. Después pasó al pezón derecho, mientras con su mano amasaba el pecho. Se llevó el pezón a la boca y empezó a chuparlo suavemente, con ligeras raspadas con los dientes, tal y como lo había aprendido con Erika, una chica con la que solo hubo sexo, pero que le enseñó muchas cosas. Siguió lamiendo el pezón, disfrutando de cada pecho.

A pesar de estar sufriendo un ataque sexual, Mari José noto que el pezón empezaba a responder a las caricias. Los tenía muy sensibles. Mari José pataleaba todo el rato, mientras Marcos pasaba ahora al otro pezón, realizando el mismo trabajo, y con el mismo resultado. Cuando se dio por satisfecho, Marcos se dirigió a la cremallera del vaquero. Al darse cuenta, Mari José comenzó a patalear más. Pero no podía hacer nada más que lo que hacía. Con dificultad, Marcos consiguió bajarle el pantalón hasta los tobillos, dejando a la vista una bragas blancas, que arrancó con ligera violencia.

Echó una mirada a Mari José, cuya cara era una mezcla entre odio, miedo y pánico. Tenía que hacerla cambiar. Marcos se echó ligeramente hacía atrás, y mientras mantenía abiertas con sus manos las piernas, metió su cabeza en la entrepierna de Mari José. Empezó a lamer la vagina de Mari José, centrándose en el clítoris, buscando el placer de la mujer.

Algo empezó a cambiar en Mari José, el calor le empezó a subir desde la entrepierna. Con pánico, se dio cuenta de que se estaba empezando a excitar. Sus pezones empezaban a crecer, mientras deseaba que Marcos no se diese cuenta de que empezaban a ponerse duros y gordos. Pero el muchacho seguía a lo suyo, dando lengüetazos a diestro y siniestro, percibiendo que ya no tenía que hacer tanta fuerza para mantener abiertas las piernas de Mari José.

Un calambrazo de placer recorrió el cuerpo de Mari José, que tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para evitar arquear su cuerpo. Si seguía chupando así, no podría aguantar más. Volvió a gritar, para disimular, mientras Marcos no se alejaba de su entrepierna. Tras unos instantes, Marcos se incorporó y se bajó el pantalón, y el calzoncillo, dejando a la vista de Mari José su erecto y grueso pene.

Mari José se aterró al ver lo gordo que era, y su cara volvió a recobrar el pánico. Si se lo metía, le haría mucho daño. Pero, por desgracia, Marcos había lubricado muy bien su vagina, y dirigió su pene hacia ella, ante las súplicas insonoras de ella. Poco a poco fue metiendo su polla. Cuando estaba por la mitad, comenzó un suave mete saca, mientras Mari José sentía un ligero dolor. Marcos se tumbó encima de ella, continuando con su suave penetración, a la vez que volvió a hacerse con aquellos pechos que le volvían loco.

Volvió a chupar los pezones, y los notó mas duros y gordos, lo que le excitó más. De un empujón, metió todo su pene en el cuerpo de Mari José, cuya reacción fue de dolor, aunque una punzada de placer invadió su cuerpo. Marcos espera un momento, a que la vagina se acostumbrase al tamaño de su pene, mientras seguía deleitándose con los grandes pechos. Su excitación iba en aumento, y comenzó a empujar, llegando en cada embestida hasta lo más profundo de Mari José, cuyo cuerpo se había acostumbrado ya al grueso pene. Aunque seguía con miedo, su mente no quería reconocer que su cuerpo empezaba a gozar.

Marcos siguió empujando, cada vez más fuerte, mientras su boca seguía adueñada de los pezones, que crecían a cada segundo que pasaban en su lengua, lo que le excitó más, aumentado el ritmo de sus penetraciones. Mari José intentó abstraerse cerrando los ojos, intentando evitar la evidencia, de que su cuerpo empezaba a gozar. Sus piernas ya no oponían resistencia, y su boca quería soltar algún gemido, aunque su mente le decía que no podía, que estaba sufriendo una violación. Pero cada nueva embestida de Marcos la hacía dudar, sentir una nueva oleada de placer. Sólo deseaba que acabase pronto, para evitar que su atacante pudiese notar lo que le estaba pasando.

Las penetraciones eran cada vez más fuertes. Marcos miró a su amiga, y vio que tenía los ojos cerrados, como ida, pero notaba que si seguía, su cuerpo era un volcán a punto de estallar. Pero su excitación era ya muy alta. Incluso tuvo que frenar un poco sus embestidas, porque estaba a punto de correrse. Volvió a hundir su boca en los pezones, que le encantaban, y volvió al ritmo agresivo de las penetraciones. El ancho pene se movía ya con facilidad en la vagina. Mari José seguía con los ojos cerrados, mientras la servilleta ahogaba los pequeños gemidos.

Marcos no podía aguantar mucho más. Amasó con fuerza los grandes pechos y se corrió abundantamente dentro de Mari José, que al sentir como inundaban su vagina no pudo más y se corrió también, con la suerte de que el peso del cuerpo de Marcos impidió que éste notase las vibraciones de su cuerpo. La eyaculación fue copiosa. Su pene aún chorreaba cuando lo retiró de la encharcada vagina. Volvió a mirarla, y vio que seguía con los ojos cerrados, pero el charco que se había formado en el suelo de la cocina no era sólo sudor.

Se levantó, sin decir nada, se puso su ropa, desató el cinturón de la pata de la mesa y se marcho. Mari José seguía en el suelo, con la servilleta en la boca, las piernas abiertas, y algo de semen escapándose de su vagina. Se levantó muy despacio, y recogió su ropa destrozada. Fue al baño, y se miró en el espejo: sus pechos estaban rojos, con los pezones hinchados, medio doloridos. También le dolía algo la vagina, no acostumbrada a esas penetraciones. Se dio una ducha, intentando eliminar cualquier resto de semen de su cuerpo.

Volvió a ponerse un vaquero, con una camisa negra. No quería pasar por la cocina, pero allí había dejado sus cosas. Y aunque su mente intentaba negarlo, vio el charco con sus fluidos en medio del suelo.

Continuará