No sin mi hija (1)

Bibi, cariño, me tienes en la cama, atado de pies y manos, las manos bien sujetas a los extremos del cabecero, mis pies a los pies de la cama...

Bibi, cariño, me tienes en la cama, atado de pies y manos, las manos bien sujetas a los extremos del cabecero, mis pies a los pies de la cama, con un sentido menos, el de la vista, has decidido taparme los ojos con uno de tus grandes pañuelos de seda, con el rojo, sabiendo que todo y ser seda, por los dobleces me negarás totalmente la visión de lo que acontezca.

Evidentemente me tienes con la polla dura y caliente, una intensa erección provocada tanto por la excitación y el morbo del momento, como por la abstinencia que me obligas a guardar, en este caso de tres semanas sin nada de nada.

Te vas un momento a la calle, dejándome así, para dar más morbo al momento, para llevar a cabo alguna nueva maldad que tu maquiavélica cabeza ha ideado para hacernos alcanzar límites insospechados de un placer nuevamente orgásmico.

Me dices que saldrás a la calle sin bragas y ni sujetador. Sabes que con oírte decir eso, mis celos se incrementan; sabes que provocarás más deseo aún en tu trayecto; sabes que quizás no volverás sola.

Te acercas, despidiéndote con un hasta pronto, cariño. Oigo la puerta cerrarse.

Marchas a la calle casi desnuda, sólo un vestidito de estos ligeritos de verano, sin bragas ni sujetador, por lo que los pechos se mueven al caminar. Sabes que estoy desnudo y atado y paseas imaginándome así, mientras tu coñito se empieza a despertar.

Casi al salir ves a Eva en la calle, nuestra hija de 19 años, casi 20. Ves como se dirige al portal y entra en el mismo. Al momento sabes que verá la imagen de su padre, cómo lo encontrará y notas como te mojas de golpe, en un segundo de forma importante, yendo como vas sin braguitas, en nada notaras tus jugos descender por la cara interior de tus muslos. Te está excitando más de lo que esperabas esta situación.

Y decides que quieres que tu hija y la mía me vea desnudo, atado, con un pañuelo en los ojos y excitadísimo, consecuencia clara de la situación y de los varios días de abstinencia que no hacen sino incrementar más que el tamaño, el volumen de la polla y de los huevos, dejándolos pesados, más que llenos.

Al rato, después de sufrir con cada ruido de la calle, con cada sonido de pasos en la escalera, con cada voz lejana, de repente escucho abrirse la puerta.

Al momento me pregunto "¿Quién podría entrar en casa en este momento? Y tal como ha venido la pregunta a mi mente, la misma es desechada. ¡Quién vendría ahora! Sólo tú, mi Bibi, mi fantasiosa esposa, mi compañera de placeres ocultos, mi boca dulce.

Yo sé que alguien entró pero tengo algo de inseguridad, no sé a ciencia cierta quién es. Pienso que eres tú, pero no huelo tu perfume. Sospecho que es otra de tus ideas para incrementar el morbo, la pasión.

Esperas que suba Eva y después lo haces tú, pero al subir te encuentras con alguien

Pasa un rato y decides entrar en casa, sin hacer ruido y ves que la nena está mirando. Te quedas en la entrada, por lo que tú la puedes ver a ella por un resquicio de la puerta, pero ella no puede verte a ti.

Conociéndola como la conoces, y por su expresión sabes que Eva se debate en una lucha interna, entre la cordura y el aprovechar una situación imposible que el destino le ha regalado.

Al instante su expresión cambia y sabes sin duda lo que ha decidido. Ella decide que quiere experimentar algo, es joven y tiene poca experiencia. Es aun tierna, joven e inexperta, pero sabe de tamaños, por lo que sabe que delante suyo tiene una pollita que aunque dura y erecta es pequeña. La perfecta para aprender.

Ver a su padre totalmente desnudo y excitado, esperando seguramente a su madre, la excita. La hace humedecerse mucho.

Entonces reconoce en su fuero interno que sus padres son unos adictos al sexo.

Tú estás viendo como se desarrolla la escena, mirando en silencio, nadie te escucha.

Eva entonces decide entrar. Yo noto que alguien está acercándose y pienso que eres tú, pero no huelo tu perfume, tu olor, pero aún así te llamo.

  • "¿Bibi eres tú?" "¿Bibi dime eres tú?"

(Silencio)

Eva, como hija de su madre que es conoce las expresiones maternas y me chista para que me calles.

Yo al oírla, creo que eres tú y eso me tranquiliza.

Entonces toca mi polla. Sólo la roza y ese leve roce hace que se me erice la piel.

Ella también siente un escalofrío. Es la primera vez que toca esa parte de mí.

Ya ha tocado alguna polla de algún amigo, pero son pollas grandes, jóvenes, de las que siempre están duras. La que tiene ahora delante es pequeña y experta, dura, de las que aguantan, no es de esas que al llevártelas a la boca se corren dejando toda la boca llena.

Sabes bien cariño que sé aguantar. Y sabes que lo haré. Yo sé que te gusta que aguante y que no me permites dar rienda suelta y salida a mi placer, no me permites correrme hasta que decides que ha llegado el momento, siempre después de gozar tú de varios orgasmos.

Eva acaricia la punta de la polla y empiezo a gemir despacito. Ella vuelve a chistar ordenando silencio. Yo acostumbrado a obedecer callo y siento el placer aún mayor.

Los dedos pasan de la punta a agarrar bien y entonces noto que no es tu mano. Es una mano mas pequeña, pero que no puedo tocar al estar atado. Empieza a masturbarme. Mientras mi mente recorre las posibles personas que pueden ser. ¿Quién tiene llave? Me pregunto. Y una profunda inquietud recorre mi cuerpo, ¿miedo? ¿duda? El no saber me mata. Sin duda tú, querida esposa, tendrás algo que ver…, pero en el fondo me hago dos preguntas, si tienes que ver ¿quién será? Y la segunda: ¿y si no tienes nada que ver en esto? Y no sé cual pregunta de las dos me pone más nervioso.

Eva puede apreciar claramente el capullo moradísimo y nota los huevos muy pesados, muy llenos, muy duros, hinchados de leche. Supone que hace días que no follamos y una sonrisa le cruza la cara, una mirada.... "especial" y un deseo que le hace estremecerse. Empieza a sonrojarse por lo cachonda que se está poniendo. Tiene ante ella a un hombre desnudo, un hombre, no un niñato que sólo piensa en su polla. Un hombre maduro, maravilloso, con una polla pequeña, pero que le hará gozar como una loca. Evidentemente le hace algo de gracia el tamaño, pero a la vez la excita y mucho.

Entonces decide desnudarse despacio, sin que yo la vea, sin que sea consciente de ello.

Hasta que empieza a rozarme con la primera prenda que se quita, y sigue así, tocándome cada vez que se quita una prenda, acariciando mi cuerpo con esa prenda.

Ya está sólo con el sujetador y el tanga. Yo pregunto.

  • "¿Quién eres?"

Ella vuelve a chistar.

  • "Shiiiiiiiiiiis".

Yo me callo de nuevo. Y en ese preciso momento ella decide situarse encima de mí con braguitas y sujetador. Se pone sobre mí para que sienta su piel, su olor.

Eso me vuelve loco, pues es un olor familiar, pero algo extraño, con lo que mi estado de ansiedad se multiplica, a la vez que se intensifica mi excitación.

Utilizo algunos de los sentidos que me has dejado activos. Noto una piel muy suave. Aprecio el olor de una hembra en celo, mezclado a la vez con el olor de alguien conocido.

Eso me excita a la vez que me pone más nervioso.

Pero hay algo en mí que tiene pensamiento propio, vida propia de hecho. Mi polla está deseando ser follada.

En ese momento siento sobre mí un cuerpo menudo, casi desnudo.

Sé que no eres tú. Sé que tú estás en la calle medio desnuda. Sé que algún hombre puede estar en ese momento en tu coño. Puedes estar follando o haciendo quién sabe qué.

Y encima de mí tengo a alguien joven, casi desnuda, preparada a no sé qué. Y un pensamiento recorre mi mente en ese momento: No sé si hay alguien más

Sólo la siento a ella. Estoy extasiado, excitadísimo. Ella empieza a moverse de forma maravillosa, refregándose contra mí. Estoy casi a punto.

Entonces por primera vez me habla, casi en un susurro.

Me dice, me ordena:

  • "¡No seas capaz de correrte!"

Al instante me pregunto: "¿Reconozco la voz?", pero mi excitación hace que no la reconozcas.

Con un esfuerzo sobrehumano retengo la corrida, sintiendo ya señales importantes de dolor en mis partes, demasiado acumulado, mucha sangre, demasiada en mi polla, en la que noto perfectamente todos y cada uno de los latidos de mi cuerpo, y demasiado semen en mis huevos, además de sentirlos muy pesados, ya duelen, la molestia ha pasado a dolor, su forma de reclamar un desahogo que les relaje, que les tranquilice.

Entonces ella se levanta, se quita el sujetador y lo pasa por mi cuerpo, con lo que no puedo evitar gemir.

  • "Chiiiiiisssssssss".

Continúa quitándose el tanga y lo pasándolo por mi cuerpo. Yo estoy que no puedo más y se lo digo.

Le digo:

  • "Maravillosa hembra, no puedo mas, apriétame los huevos para que aguante, por favor".

Nada más oírme, ella sonríe. Probablemente si hubiera visto esa sonrisa con la mirada con la que la acompañó, me habría corrido sin remedio. Una sonrisa de satisfacción de su capacidad de excitación, una sonrisa de suficiencia, de saberse controladora del momento, del momento y del hombre que tenía debajo de ella, de un hombre muy especial para Eva, su padre. Una mirada de deseo, de un profundo, intenso, desmedido y a estas alturas ya desbocado puro deseo.

Al compás de la sonrisa su delicada mano me aprieta los huevos y su boca va delicadamente a la mía y me besa.

Un beso largo, profundo y suave. Sabe que no puedo tocarla, que no puedo sentir su piel deliciosa.

-Fin de la primera parte-