No se traiciona a un amigo (parte 1ª)

Primera parte de unos hechos ocurridos en Zaragoza en 1985. Absolutamente reales, solo con alguna licencia literaria y los nombres cambiados

Carmen era una viuda cercana a cumplir los 50, conocida de mi madre desde jovencitas por haberse criado en el mismo barrio después de la Guerra Civil. Sus hijas tenían entonces 22 y 19 años; Loli, la mayor, no muy guapa, culona, fiestera; Belén, la peque, una muñequita de porcelana con alma guerrera. Vivían justo encima del bar en el que trabajaba yo a los 24 años, y nos veíamos todos los días, así como con Paco, el novio de Loli. Por mi aspecto serio y formal, y por la amistad con mi madre, Carmen confiaba en mi tanto como para permitir que sus "niñitas", como ella las llamaba, regresasen a casa de madrugada con la sola excusa de haber estado conmigo.

Las dos habían tomado por costumbre avisarme de cuándo debía mentirle a su madre para tapar sus salidas nocturnas. A mi me divertía verme utilizado, y fantaseaba con poder cobrarme algún día todos esos favores.

De vez en cuando salíamos juntos Loli, Paco y yo, que no tenía pareja fija. Tomábamos unas cañas, íbamos a un piano-club donde nos dejaban cantar coplas de Concha Piquer -no había karaokes todavía, hablo del año 1985-, cenábamos cualquier cosa, hablábamos de política, de fútbol, de cualquier cosa y nos reíamos mucho...

Paco preparaba oposiciones y no era extraño que algunas noches se marchase temprano, así que yo acompañaba a Loli a casa porque vivíamos muy cerca. Una noche de esas, Loli y yo nos quedamos a tomar unas cañas más y cuando volví a casa me encontré en el contestador un mensaje de Paco que me dejó flipado. Me preguntaba si ya me había acostado con ella. No podía creerlo, nunca había mostrado con ella más atenciones ni más interés que con él mismo, y me quedé desconcertado, al extremo de no pegar ojo en toda la noche.

Al día siguiente, en el bar, Loli me contó que al poco rato de llegar le había llamado Paco y le había dicho lo mismo y que se enfadó mucho con él por su desconfianza, además de por la bronca que se llevó de su madre por llamar a las tres de la mañana. Estaba tan cabreada que pensaba dejarlo, me dijo llorando. Le tomé las manos y la consolé mientras tomaba café. Era la primera vez que la acariciaba así y me sentí muy emocionado.

Paco no apareció en todo el día y por la noche salimos solos Loli y yo. Hablamos de lo sucedido y nos sentimos muy tristes por la situación. Loli lloraba de vez en cuando y cuando la dejé en casa le dí el abrazo más sentido que pude. Las lágrimas de Loli mojaron mi cara cuando me dió un beso de buenas noches. Aún no había llegado a salir del portal cuando la voz de Loli me detuvo. Me alcanzó en la puerta y me abrazó. Me dijo "Te quiero" y me besó. Quedé petrificado, no sé si por el beso o por sus palabras, pero solo pude reaccionar devolviéndole el beso y abrazándola más fuerte aún.

La emoción nos arrastraba y estuvimos varios minutos besándonos con pasión hasta que recobré la cordura y pensé que no le podía hacer eso a un amigo. La volví a acompañar a la puerta de casa y dijimos que al día siguiente hablaríamos.

Paco tampoco vino en los dos días siguientes, y Loli estuvo acompañada por su madre y su hermana en todo momento, así que no pudimos hablar, pero en su cara había mucha tristeza y le dije que por la noche la pasaría a buscar, lo que a su madre le pareció muy bien, a ver si la animaba.

Apenas la recogí me besó, pero le dije que eso no estaba bien. Caminamos en silencio por el paseo y sin darnos cuenta nos encontramos en la puerta de mi apartamento. "Quiero subir", dijo; "tomemos un café".

Se sentó en sofá mientra preparaba café y un par de vasos con hielo y a través de la puerta de la cocina la veía con la mirada perdida en el vacío, los ojos llorosos y una expresión de tristeza infinita. Me senté a su lado y comenzó a hablar: "Paco me ha llamado e insiste en que si nos hemos acostado". La indignación que sentí me hizo soltar un par de juramentos, mientras le decía de imbécil para arriba. "No te enfades, no lo merece", y me abrazó. Ahora no la rechacé y fui yo quien buscó sus labios.

El hielo se derritió en los vasos mientras nos besábamos. Me tumbó en el sofá y empezó a quitarme la camisa. Yo me dejaba llevar y pronto me vi sólo con el slip y una erección considerable.

Quise corresponderle con toda la delicadeza que pude, y lentamente la despojé del vestido y pude contemplar por primera vez su cuerpo, un cuerpo que no se me había pasado por la cabeza poseer. Ya he dicho que no era especialmente guapa, aunque tenía ese no sé qué que la hacía atractiva; pechos pequeños y firmes y unas anchas caderas y un culo grandote, aunque duro y sexy...

Tan pronto nos vimos desnudos nos abrazamos y besamos apasionadamente. No tardamos en llegar a la cama y nos tumbamos de costado, frente a frente.

"Te quiero", me dijo, "y quiero ser tuya".

Comencé a acariciar sus pechos y ella hizo lo mismo; dirigí mis manos a su vientre y correspondió en la misma dirección. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando rozó mi pene tieso como un palo. Se echó a reír y lo acarició sin apartar sus ojos de los míos. Lo atrapó con una mano y comenzó un masaje suave mientras mi mano se dirigía a su cueva oculta entre sus piernas cerradas. Las separó lo justo para que solo pudiera tocar su vello púbico.

"No tengas prisa", decía. "Déjame hacer a mí".

Me hizo tumbar y se puso de rodillas en la cama sin soltar mi verga. Alternaba las manos para darle un suave masaje que me estaba llevando a la gloria. Variaba el ritmo mientras me hablaba de lo feliz que se sentía ahora.

Por mi posición solo podía acarciarle los pechos y el trasero, aunque me moría de ganas de comerme el coñito de Loli. La hice reclinarse y así tuve acceso a su vagina desde atrás. Estaba muy mojada y mis dedos se introdujeron sin dificultad, notando las contracciones rítmicas en respuesta a mis caricias.

Le hice pasar la pierna por mi cara y así tuve su coño en mi boca. Mi lengua no tardó en dar buena cuenta de los jugos que soltaba, y su clítoris fue un juguete en mis labios. Gemía como no había oído nunca a una mujer. Sus espasmos parecían un ataque epiléptico y no tardó en soltar un grito que retumbó en la habitación y me asustó porque cayó encima de mí desmayada.

Su respiración era la de un caballo desbocado. La aparté de encima de mí y me acerqué a su cara crispada lleno de preocupación pues no me había visto nunca en esa situación. De repente abrió los ojos y dijo "¡Cabrón, cómo me has hecho gozar...!". Nos echamos a reír y nos besamos con dulzura, con piquitos en los labios. Cerró los ojos y pareció quedar dormida. Sentado frente a ella la contemplaba y veía su rostro feliz en contraposición a la tristeza de los días atras y me eché a llorar.

La tapé y dejé descansar y me senté en el sofá a pensar si estaba bien lo que hacíamos. Me vestí y decidí que no era el momento de seguir; ella estaba en un momento muy vulnerable y no debía aprovecharme de la situación. Si pensábamos seguir adelante no sería a espaldas de Paco, así que primero habría que aclarar la situación con él.

Loli apareció en el salón con una sábana enrollada en el cuerpo. ¡Qué bella estaba...! Al verme vestido pareció decepcionarse, pero enseguida coincidió conmigo en que no era bueno traicionar a una buena persona como era Paco.

Pudorosa fue a vestirse fuera de mi mirada, y dejando los cafés sin tocar la acompañé a casa. Por el camino me pidió ser ella la que le plantease la situación a Paco, con lo que estuve de acuerdo, así que al llegar al portal nos despedimos como todos los días. Le deseé dulces sueños, se rió y me fui.

Mañana será otro día, me dije. Lo que tenga que pasar, pasará...

(Continuará...)