No se puede tener a la novia mal follada

Después de conocer a una chica por messenger, el autor mantiene relaciones morbosas con ella, follándola de la manera cañera que a ella le pone. Cada vez le crecen más los cuernos al pichafloja de su novio.

No sé por qué razón lo hice. Tengo una novia que está bastante buena y, lo que es mejor, folla de puta madre. Por eso, no puede decirse que lo hiciera porque no tuviera una vida sexual completamente satisfactoria. Probablemente lo hice por el morbo de follarse a una tía con novio. Creo que muchos tíos ese deseo lo tenemos como un instinto innato. Follarse a una tía que está casada o que tiene novio nos llena el ego y nos hace sentirnos extrañamente más satisfechos que cuando nos follamos a la propia. Somos así de cabrones, qué se le va a hacer.

No es que fuera un coñito nuevo para mí. En el pasado me la había follado en varias ocasiones. Lo nuestro era una historia de polvos y pajas. Polvos cuando nos veíamos; pajas cuando hablábamos por el messenger, o a veces incluso por teléfono.

De hecho, a la tía en cuestión la conocí chateando. Era una salida de mucho cuidado. De hecho el nick que le puse para reconocerla cuando coincidiéramos en el messenger era bastante significativo: "warra bcn 26". Porque tenía 26 años, era de Barcelona y una guarra de cuidado. Ya entonces tenía novio, el mismo pichacorta que sigue teniendo hoy día de pareja y que la tiene insatisfecha completamente. Y a este tipo de tías no las puedes tener sin su buena ración de polla diaria, porque acaban llenándote la cabeza de cuernos, como los que tiene el pobre chaval. Pero en el fondo es su culpa: No se puede tener una novia que es ninfómana y no aprovecharse de ello.

Quiero contaros en este relato el último polvo que le eché. Fue a principios de este mes de octubre. Judith – así es como se llama la putita – tenía que viajar por razones de trabajo a mi ciudad y se iba a quedar tres noches en un hotel. Mi novia trabaja en otra ciudad, razón por la que, con cierta precaución, podía desfogarme con Judith como me diera la gana. Ella insistía en venir a conocer mi piso. "Ni de coña", pensaba yo cada vez que, de una forma poco velada, me lo indicaba. "Yo iré a tu hotel, que no quiero que me pillen", es lo que en cada momento venía a mi cabeza.

Y es lo que hice. Tras varios mails y alguna llamada de teléfono, salí de mi casa de madrugada. La conversación nocturna con la novia es obligada y debía estar confiada en que me dejaba en mi casa, acostándome. Aunque a veces tiene la mala costumbre de llamarme de madrugada, corría el riesgo. Pero era un riesgo controlado: La 1 de la mañana, un lunes y yendo en taxi desde la puerta de mi casa hasta la puerta del hotel de mi amiga guarrilla. Todo lo tenía suficientemente controlado para que no me pillaran. Y no lo hicieron.

Me recibió en su habitación, de manera menos fogosa que en otras ocasiones. De hecho, creo yo que más quería verme y hablar conmigo que tener sexo. Estaba más comedida que en las anteriores veces que habíamos follado. Cinco con las de ese día – si este relato gusta, lo que veré por las opiniones, prometo contar esas otras ocasiones –.

Judith es morena. No es una belleza latina, pero tiene sus cositas bastante bien puestas. Con 29 años, bajita, se caracteriza por tenerlo todo pequeño: las tetas, el culo y también el coñito. Este último es bastante estrecho, lo cual tiene bastante gracia cuando se la metes. Su rasgo más característico es la gran boca que tienes. Es de esas tías que si te la cruzas por la calle, te dices a ti mismo: "¡Qué mamadas tiene que hacer esa tía!" Doy fe que ese pensamiento se corresponde con la realidad: Es la tía que mejor y más profundamente me la ha mamado. No es por presumir, pero tengo un miembro bastante grande y sobre todo grueso: 20 centimetros y ancho, bastante ancho, tanto en la cabeza como en el tronco.

Me sirvió una copa del minibar y empezamos a hablar sobre la cama. Algún piquito nos dimos pero la cosa parecía que no avanzaba. "Mierda", pensé. "Que no me la follo hoy a esta tía", me temía. Parece ser que tras irse con su novio a vivir hace unos meses, lo de echar polvos por ahí con cualquiera es algo que estaba dejando.

Pero yo no me había arriesgado a que me pillaran para sólo tomarme una copa con una tia en su habitación de hotel. Así que decidí echar el resto: O me echa de su habitación o me la follo sin más contemplaciones. Me levanté de la cama, me abrí el pantalón, me bajé el boxer y cogí mi polla que ya andaba algo morcillona. Agarré su cabeza por la nuca y la atraje hacia mi paquete.

¡Chupa, puta! ¡Vamos, ahora, ya! – le ordené de la manera más dominante que pude.

Me arriesgaba a que me echara en ese mismo momento, pero conozco bien lo guarra que es. La tía es bastante feminista, pero con el sexo se transforma y se vuelve una sumisa de cuidado. Además, estando malfollada por su novio, ver a un tío que tiene ganas de clavarle la polla hasta la garganta – y no cualquier polla, sino un pollón de 20 centímetros – hizo que no pusiera el más mínimo inconveniente en abrir su boca y empezar a chupar mi verga. Al principio fueron suaves lengüetazos, pero pronto se la estaba tragando como un chupa-chups.

Así, joder, sabía que estabas deseando mamármela desde hacía meses. ¡Qué bien lo haces, putón!

¡Cómo me conoces, cabrón! Sabías que si me enseñabas tu pollón y me tratabas como el macho dominante que eres, conseguirías que te comiera tu verga.

¿A qué tu novio se merece los cuernos que le estás poniendo por tener una puta en casa y no aprovecharse de ella? – le preguntaba con la voz más morbosa que podía.

¡Síiiiii! Haz que a mi novio le crezcan más aún los cuernos, cabrón. En eso tú eres un especialista – me respondía sacándose mi polla de su boca un momento para enseguida reanudar su mamada.

Realmente, es de lo más morboso que hay estar de pie en la habitación de un buen hotel, con los pantalones y los boxers por las rodillas, mientras una tía te la está mamando, hablándote de los cuernos que va a ponerle a su novio. Su perfecta mamada, pero también sus comentarios morbosos y subidos de tono, conseguían que mi polla se pusiera cada vez más tiesa y más gorda. Ella, aún con dificultad, iba profundizando en su mamada hasta conseguir que sus labios llegaran hasta mis huevos, que cada vez estaban más gordos.

En ese momento, se sacó la polla de la boca y se echó hacia atrás. Parecía arrepentirse y con ganas de dejarlo ahí. Pero no le di tiempo a decir nada y de nuevo la cogí por la nuca y le metí toda mi verga en su golosa boca, a la vez que empezaba a desnudarla, acariciándole las tetas y buscando con mis dedos su coñito y su culo. Cuando alcancé su perfectamente depilado monte de venus, no tardé en hurgar con mis dedos en su interior. Primero uno y luego ya dos. No más, puesto que quería que lo que ensanchara su coñito fuera mi pollón y no mis dedos.

Estás completamente calada. A mí no me engañas. Estás deseando que te la endiñe – le decía mientras iba bajando también con mi mano su tanga.

Decidí hacerlo todo aún más diferente a como se la folla el triste de su novio y en lugar de bajarle el tanga, decidí rompérselo. Esto es algo que a muchas tías les pone calientes como perras. Y a mí también por supuesto. Además, me suelo quedar con los tangas rotos que abandonan en el suelo, sabedoras de que no los van a poder volver a usar. Llamadme fetichista si queréis, pero contemplarlos en mi armario me hace recordar polvos maravillosos.

¿Quieres que te la meta? – le preguntaba sabiendo bien que su respuesta iba a ser positiva.

...... – el endiablado ritmo de su mamada y las ganas que le ponía hacían que no contestara a mi pregunta.

Mmmmmm, parece que no quieres, ... AÚN. Vamos a ver si poniéndote mi polla en la raja de tu culo acabas por convencerte.

Esto es algo que a mí personalmente me pone un montón: Poner a la tía boca abajo en la cama y empezar a pasarle la polla arriba y abajo por la raja de su culo mientras le muerdes en el cuello y los hombros. El placer que produce esta paja culera es excepcional y a Judith esta práctica acaba siempre por ponerla más ninfómana que nunca. Se la enseñé yo la primera vez que la conocí y me la follé y desde entonces la ha practicado con su novio y otros afortunados amantes que ha tenido.

Esto te gusta desde que te lo enseñé, ¿verdad?

Sí, joder, me has vuelto una adicta a que me pongan las pollas en el culo.

¿Quién más te lo pone, guarrita?

Mi novio, cabrón. Pero la suya casi no la siento por lo chica y estrecha que la tiene. No tiene nada que ver con el nabo duro que calzas tú, hijo de puta – me respondía con la voz entrecortada con sus gemidos.

¿Quieres que te folle, putita?

Por supuesto que quiero, cabrón. Quiero que me la endiñes como mi novio no es capaz de hacerlo. Desde que sólo me folla él, creo que se me ha vuelto a cerrar el himen, de lo poco que me la mete.

Agáchate y saca los condones que tengo en el bolsillo del pantalón – le dije echándome a un lado para que pudiera incorporarse de la cama y buscarlos en el pantalón que estaba tirado en el suelo.

¡Cabrón, como sabías que no iba a poder resistirme a que me follaras! – me dijo riéndose mientras veía que en el pantalón llevaba unos cuantos condones preparados – Además, son XXL, tu talla, cabronazo.

Es que no me puedo fiar de que traigas los minicondones que usa tu novio para follarte – esto se lo decía con conocimiento de causa, puesto que la primera vez que me la follé, fue ella la que puso los condones y se los trajo de los que usa su novio, estrechos a más no poder.

Me puso la goma en la polla y se tumbó abierta de piernas con los brazos estirándolas a más no poder. Me acerqué con la verga tiesa y dura como un palo a su coñito y de un golpe seco de caderas se la endiñé hasta los huevos.

¡Cabronazooooo! ¡Me estás rompiendo! – me gritó con los ojos en blanco de lo dura que había sido la endiñada que le pegué.

Que estrecho tienes el coño. Te lo voy a tener que ensanchar a base de bien – le decía mientras se la metía y sacaba completamente.

No, cabrón, que mi novio se va a dar cuenta cuando vuelva a su casa que me han follado como él no es capaz de hacerlo.

El meteysaca era tremendo, pero más aún lo era escuchando las guarradas que ella me decía y las que yo le gritaba sin importarme nada que nos pudieran escuchar otros huéspedes del hotel.

Así te vas a enterar de lo que son 20 centímetros de polla dura – le dije mientras subía sus piernas a mis hombros para que la penetración fuera más profunda aún.

Sííiiiiii, cabronazo. Es como si me estuvieran volviendo a desvirgar, hijo de la gran puta.

Te gusta como te emputezco, ¿verdad? Ya sabía yo que no ibas a poder aguantar tenerme cerca y no probar mi verga, la verga que más te gusta. Te voy a hacer adicta a los grandes pollones.

¡Sí, ya lo soy, joderrrr! Consigues que cada vez me guste menos follar con mi novio, porque su polla no le llega ni a la suela del pollón que tú tienes.

¿Vas a ser siempre mi puta?

Siempre, hasta cuando esté preñada. Cuando eso pase vendré solo a verte para que me folles duro a cuatro patas con el barrigón que entonces tendré.

Eso si no vienes sólo para que sea yo quien te preñe y te folle sin goma.

¡Qué cabronazo eres! Seguro que eso te encantaría para que la corona de los cuernos de mi novio luciera aún más humillante para él.

Poco a poco, ella iba respondiendo de manera más entrecortada, con menos palabras y con más gemidos, hasta que acabó viniéndose con un tremendo orgasmo, acompañado de los gritos más escandalosos que he escuchado nunca en ninguna tía.

Así, así, putita, disfruta del tremendo orgasmo que te está dando tu cabrón favorito.

Síiiii, sigue dándome duro, cabronazo, mmmmmmmmmmmm.

Estuvo durante un minuto o más corriéndose con un tremendo orgasmo, mientras que yo seguía endiñándosela de forma cada vez más dura. Cuando acabó su orgasmo yo continuaba bombeándola, cosa que a ella le encanta, puesto que su novio además de pichacorta, por lo visto le aguanta muy poco tiempo y siempre se corre enseguida.

Cabrón, qué bien me follas. Y como aguantas. Se nota que eres un follador de primera – me decía para darme aún más morbo.

¡Qué puta eres! Estás contrayendo tu coñito para conseguir que me corra. Encima de que ya tienes tu coño estrecho, más aún noto las paredes de tu coñito con los movimientos que estás haciendo.

Sí, eso es lo que quiero, que te corras como un cabrón, que inundes el condón con tu leche de primera, que sienta como tu polla me llena por dentro de líquido calentito. Aún con la goma de por medio, tu leche dentro de mí la noto como si no llevaras nada.

Vas lista si crees que me voy a correr cuando tú quieras. Lo haré cuando yo quiera, así que venga, incorpórate que te voy a follar a cuatro patas.

No se lo tuve que pedir más veces. Inmediatamente que me salí de ella se puso a cuatro patas sobre la cama, con su cabeza mirando hacia la cabecera, mientras que sus piernas colgaban fuera de la cama, dejando expedito su coñito y su culo. Por desgracia, aún no la he conseguido encular, pero se la endiñé de la manera más dura que pude dentro de su coñito.

Joder, qué aspecto de puta tienes así, a cuatro patas como una perra – le grité mientras daba tremendos golpes de cadera para que ella me sintiera.

¡Qué dolor, coño! No puedes dejarme tanto tiempo sin follarme, que después me dejas escocida perdida.

Venga, perra, muévete – le soltaba mientras le empecé a dar cachetadas en las nalgas de su culo, hasta que se iba poniendo cada vez más roja.

Hijo de puta, me vas a dejar marcas para que mi novio se dé cuenta. ¡Eres un cabronazo!

Jajajajaja, pues a ti te gusta como a una perra en celo. Sigue moviéndote así que te voy a ensanchar tu coño.

La verdad es que, en las folladas, correrse dentro de un condón no es lo que me parezca más morboso posible. El semen hay que incorporarlo a las folladas como uno de los elementos del sexo más cachondos que existe. Y ella piensa igual que yo. Por eso me quité el condón y le dije que volviera a comerme la polla, mientras me sentaba en un sillón.

Ella se puso de rodillas entre mis piernas y con una mirada lujuriosa empezó a comérmela, mientras no desviaba sus ojos de los míos.

Córrete sobre mi boca, riégame la cara con tu leche de macho – me dijo nuevamente de forma muy morbosa.

Me estaba poniendo a cien y ya llevaba un buen rato follándomela, dándome cuenta que no podría aguantar mucho más sin correrme. Le ordené que se pajeara mientras me la comía, que quería que en su mamada estuviera cachonda como una perra en celo.

Dicho y hecho. Comenzó a acariciarse el coñito mientras no dejaba de comerme la verga hasta lo más profundo que podía. Tanta mamada y tanto morbo no podía prolongarse por más tiempo, de manera que en breve me levanté del sillón, saqué la verga de su boca y regué su cara con toda la leche calentita que mis huevos fueron capaces de fabricar.

Sííiiiiiii, cómo me pones, putita. Eres la mejor.

Tú también, cabronazo. Haces que saque la hembra puta que hay bajo mi apariencia de novia fiel – me respondía poco antes de que empezara a correrse violentamente, casi como si tuviera espasmos.

Jajajajaja, con esa boca de mamona, nadie podría creerse que eres una novia fiel, jajajajajaja – le contesté yo mientras terminaba de regarle su cara, llenándosela de leche que resaltaba sobre su piel bronceada.

Así terminó el polvazo que nos pegamos esa noche. Ha sido la última vez que he visitado su coñito y su boquita, pero me da qué pensar que habrá alguna más. Si este relato ha gustado, les contaré las otras experiencias que he tenido con esta hembra insatisfecha por su novio.

Espero sus comentarios y críticas. Todas, por negativas que éstas sean, serán bienvenidas. No en vano este es mi primer relato y me queda mucho por mejorar.