No quiero ser tu amiga

Un beso dado como un juego hará que el amor de dos mujeres acabe siendo posible.

María se dio cuenta de que no era como las demás amigas un día en que estaban unas cuantas hablando y la conversación derivó hacia los chicos. Todavía eran jóvenes adolescentes. Apenas sus cuerpos empezaban a cambiar, las hormonas a actuar.

Los primeros 'amores' eran lo clásicos: cantantes, jóvenes actores de cine. Los chicos del colegio, del barrio, eran unos mocosos, que al madurar más tarde que las mujeres, aún andaban jugando a policías y ladrones en vez de perseguir a las niñas. Más tarde vendría el jugar a médicos.

-Ummmm pues a mí me gusta mucho Bon Jovi. Es guapiiiisimo - dijo una de las amigas.

-Ay, sí. Divino.

Empezaron a nombrar a cantantes, actores. Todas tenían alguno especial. Todas menos María. A ella no le atraía ningún cantante, ningún actor, ni siquiera ningún compañero del instituto o de su barrio. A María le atraía Clara, una de las amigas del grupo.

Por supuesto, no dijo nada. Aún no sabía que le pasaba. Era una chica joven y confundida.

Crecieron, y la amistad entre Clara y María se afianzó. Eran inseparables. Salían juntas, estudiaban juntas. Muchas veces una dormía en casa de la otra.

María dejó de estar confundida. Ya sabía lo que era. Tenía claro que le gustaban las mujeres, que le gustaba Clara. Tenerlo claro no significaba que lo aceptara. Era una chica muy inteligente y sabía como la sociedad trataba a los que no siguen las reglas establecidas, los que no entran en el canon. Por eso ocultaba sus sentimientos. Por eso hablaba de chicos. Por eso reía con las demás cuando ellos cada vez les decían más cosas. Cuando empezaban a pretenderlas.

Además, tanto Clara como María eran dos chicas preciosas, y eran 'acosadas' por los jóvenes.

Un sábado, Clara se quedó a dormir en casa e María. Tenían 14 años. Era ya tarde, todos en la casa dormían menos ellas, que hablaban sin parar, cada una en una cama. Por supuesto, hablaban de chicos.

-María, el otro día Jorge, de 3ªB me pidió para salir.

-¿Sí? ¿Y qué le dijiste?

-Pues que me lo pensaría. Es mono.

-¡Pshé.!! No está mal. Un poco crío.

-Pues creo que aceptaré. Me llevará al cine. Pero no quiero ir sola, me da corte. ¿Vendrás?

-De carabina, ¿no?

-Jajaja. Sí.

-Vaaale.

-Oye...si intenta besarme...¿Lo dejo?

-Coño Clara. Pues no sé.

-Es que no quiero que se piense que soy una niña. No quiero que se de cuenta de que sería el primer beso que me dan.

-Jajaja, pero pareces boba, Clarita.

-Oye...María...¿Y si practicamos?

-¿El qué?

-Ya sabes. Con...un beso.

El corazón de María empezó a latir con fuerza. Clara le estaba proponiendo darse un beso. Algo que siempre deseó y ahora su amiga se lo ponía en bandeja. Bajo la suave luz de la lámpara de su mesilla de noche Claro no notó como las mejillas de María se sonrojaban.

-No sé...

-Venga ya. A ver que se siente.

-Bueno.

Clara se levantó y se acercó a la cama de María. Se sentó y María se incorporó. Se miraron a los ojos.

-De esto ni una palabra a nadie, María.

-Descuida.

-¿Y...Cómo lo hacemos?

-Tú sabrás. Es idea tuya.

María si lo sabía. Se lo había imaginado muchas veces. El cuerpo le temblaba ligeramente, pero no quería que Clara notase nada.

De repente, Clara se acercó y la besó en los labios. Fue un beso rápido. Para ella fue como besarla en las mejillas, pero a María la hizo estremecer, erizar su vello.

-Pues no es nada del otro mundo - dijo Clara.

-¿Es que no has visto películas?.

-Sí, tienes razón. Intentémoslo otra vez.

La volvió a besar. Esta vez mantuvo los labios pegados. Esta vez María cerró los ojos y se sintió morir. Los labios de Clara eran tan cálidos, tan suaves. Sin despegarlos, Clara le dio pequeños besitos. Abrió los labios y metió la lengua en la boca de María, como hacían en las películas.

Fueron como 10 segundos de beso, que a María le parecieron un instante. Después, Clara se separó.

-¿Mejor ahora?

A María casi no le salen las palabras.

-Sí...me..jor

-Pues no es tan difícil - dijo, divertida - Me voy par la cama, que tengo sueño.

Le levantó y se cambió de cama. Ni se dio cuenta que María estaba como en estado de shock. María se acostó y se dio la vuelta, dándole la espalda a Clara. Se llevó los dedos a los labios, ella la había besado. Cerró los ojos y su cuerpo volvió a temblar recodando las sensaciones que ese primer beso le habían proporcionado.

Ese beso inesperado. Un beso que para Clara había sido sólo un juego, pero que para María había sido lo más sensual de su vida.

-Jaja María. Tu lengua me dio una sensación muy rara. No sé si me va a gustar que Jorge me meta la suya.

-No sé...Ya lo sabrás.

Salieron los tres, a pesar de las objeciones que puso el tal Jorge. Pero no la besó. Le tocó el culo. Y se ganó un buen bofetón.

No volvieron a salir. María y Clara a menudo se reían recordando como Jorge se frotaba la cara, roja por el cachete, y la llamaba 'estrecha de mierda'.

Vinieron más chicos. A veces salían juntas. Otra veces, por separado. María también salía con chicos. Alguno incluso la besó, pero ese beso no fue nada en comparación con el primer beso, con el beso de Clara.

Como amigas íntimas que eran, se lo contaban todo. Bueno, no todo. María jamás de dijo nada de lo que sentía por ella, jamás le dijo como se sentía cuando Clara le contaba como el chico con el que había salido la había besado.

Con 17 años, Clara le dijo que el chico con el que estaba ahora le gustaba de verdad. Aún solían dormir una en casa de la otra, y esos días, cada una en una cama, hablaban, se contaban cosas, sobre todo Clara. María no tenía mucho que contar, y muchas cosas se las inventaba. Un viernes por la noche, en casa de Clara, hablaban.

-María...ayer Pedro me hizo una pajita.

-¿Queeee?

-No estábamos besando. Ya sabes que besa muy bien. Me acariciaba las tetas. Me puse muy caliente. Me estaba derritiendo. Entonces sentí como me empezaba a acariciar la rodilla, como subía su mano y la metía por debajo de la falda.

-Clara!!!

-Ummm María...No le dije nada. Dejé que siguiera. Su mano llegó a mis bragas. Me acarició por fuera, sin dejar de besarme. Y luego por dentro.

-¿Te gustó?

-María...fue maravilloso. Me hizo correr enseguida, con sus dedos.

María la escuchaba. Por una parte, se sentía muy mal, pero quería saber más.

-¿Y tú a él?

-Se le notaba muy dura debajo del pantalón, pero me dijo que no hiciera nada que no desease.

-¿Y?

-Pues nos besamos un poco más y luego me llevó a casa. ¿Crees que debería ....ya sabes..habérsela tocado?

-¿Tú querías?

-Creo que sí, pero no me atreví. La próxima vez lo haré.

-¿Follarás con él?

-Joder, tía, no lo sé. Me gusta mucho, y parece un buen chico. Pero quiero que la primera vez sea especial. ¿Y tú? ¿No hay ningún chico que te guste?

-Sí, hay uno.

-Cuenta, cuenta.

Le contó una sarta de mentiras sobre un chico inexistente.

-A ver cuando me lo presentas y salimos los cuatro juntos.

-Sí...a ver.. Tengo sueñito, voy a dormir.

-Hasta mañana, María.

-Hasta mañana, Clara.

Clara se durmió pronto y no oyó a María sollozar en su cama.

Al día siguiente, María se fue a su casa. Por la noche recibió una llamada de Clara.

-Lo he hecho.

María sintió que las piernas le flaqueaban. Se tuvo que sentar en la silla que había al lado del teléfono.

-¿El...qué?

-Masturbar a Pedro. Nos estábamos besando y metiendo mano. Noté que la tenía muy dura y se la acaricié por encima del pantalón. El gemía y me decía que era preciosa.

-¿Te lo pidió?

-No...Yo se lo hice. Le bajé la cremallera y se la saqué. Uf..María...Jajaja. Me encantó su...polla. Era caliente y dura, y suave a la vez. No pensé que fueran así.

María quería colgar. No quería seguir oyendo como Clara le contaba lo mucho que le había gustado hacérselo a Pedro, lo maravillada que se quedó cuando el se corrió y el placer que luego de dio él a ella con sus dedos. Pero no colgó, siguió escuchando a su amiga, que le relataba todo con todo lujo de detalles. Se enjuagaba las lágrimas oyendo a Clara. Parecía tan feliz...

-¿Y tú Maria? ¿No quieres ir a más con ese chico?

-No lo sé, Clara, aún es muy pronto

-¿Cuándo me lo vas a presentar?

No supo que decirle. No tenía la cabeza para pensar.

-No sé

-Joder, María. Que rarita eres a veces. Que no te lo voy a quitar. Yo ya tengo a mi Pedro. Bueno, te dejo.

Tal y como María se había inventado la existencia del misterioso chico, se inventó una ruptura. Así Clara dejaría de atosigarla con conocerlo.

Pedro fue el primer hombre de Clara. Y María a la primera persona que ésta se lo contó cuando dejó de ser virgen. Le contó que había sido maravilloso, que estaba muy enamorada de Pedro. Que lo amaba.

María trató de llevarlo lo mejor posible. Sabía desde hacía tiempo que su amor por Clara era un imposible.

Lo de Pedro no duró mucho. Los dos se dieron cuenta de que eran demasiado jóvenes, que querían cosas diferentes. Fue una separación dolorosa pero no traumática. Y allí estuvo María para consolar a su amiga.

Después hubo más chicos. Incluso María, engañándose a si misma, empezó a salir con uno. Se acostó con él y dejó de ser físicamente virgen. Todo aquello no fue más que la confirmación de su profundo lesbianismo. En ningún momento llegó a sentir deseo por el chico.

Su desvirgamiento emocional fue poco después, con una mujer. No había amor entre las dos, pero sí una gran atracción sexual. Hicieron el amor repetidas veces, gozando hasta lo indecible. Tuvieron una relación secreta que duró bastante tiempo. Ninguna de las dos estaba preparada para 'salir del armario'.

Clara fue de novio en novio. Ya no entraban en detalles como al principio. Ya eran mayores para dormir en la casa de la otra. Pero seguían siendo las mejores amigas. Y Clara seguía siendo el amor secreto, inalcanzable, de María.

Otro chico apareció en la vida de Clara. Un chico guapísimo, muy seguro de si mismo, que enseguida encandiló a la muchacha. Se enamoró locamente de él. Pero a María no le gustó nunca. No es porque fuera el hombre que se acostaba con Clara. Había algo en él que no le gustó.

Se lo trató de decir a Clara, pero ella no le escuchó, y siguió saliendo con él, cada vez más enamorada. Un día le dijo a María que sentía que era el chico adecuado. Que le gustaría vivir con él, y quizás, hasta casarse.

María se mordió la lengua. Se dijo que quizás lo que pensaba de ese chico eran sólo prejuicios, que si Clara lo amaba ella no tenía nada que decir. Sólo contemplar como su amada se iba con ese hombre.

Pero María tenía razón. Él no era trigo limpio. Clara lo pilló en la cama con una amiga de ambas. El golpe fue terrible. Salió corriendo, destrozada, y sin pensarlo acudió a la única persona que la entendía, a su amiga del alma, a María.

Fue a su casa. La madre de María se preocupó y la acompañó al cuarto de María. Clara llorando se abrazó a su amiga. La madre las dejó solas.

Le contó lo que había pasado. María lo sintió de verdad. Sintió el dolor de su amiga.

-¿Puedo quedarme aquí esta noche? - le preguntó a María

-Claro. Ya sabes que sí.

María habló con su madre y le dijo que Clara se quedaría a dormir. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, pero la madre le dijo que claro, que por supuesto. María le explicó a su madre lo que pasaba.

-Pobre chica. Y que cerdo ese tipo.

-Nunca me gustó, la verdad.

-Os prepararé algo de cena y os lo llevo.

-Gracias mamá.

-Ah, llama a la madre de Clara, para que no se preocupe.

-Ups, tienes razón. Eres un sol.

Trató de consolarla. Se abrazaron y la dejó llorar, para que se desahogase. Después tomaron la cena que su madre les trajo, pero Clara apenas probó bocado.

Se acostaron cada una en una cama. Estuvieron un rato hablando, evitando el tema. Ya de madrugada, les entró el sueño y decidieron dormir. Apagaron las luces.

A los pocos minutos, María la oyó sollozar. Encendió la luz de su mesilla.

-¿Estás bien, Clara?

-Si...estoy bien.

Pero siguió llorando. A María se le rompía el corazón. No pudo más y se levantó y fue a la cama de Clara. Se acostó junto a ella y la abrazó. Clara la agarró con fuerza y lloró contra su pecho.

María empezó a acariciarle el pelo, con mucha ternura. Y a hablarle bajito.

-Ya verás como todo sale bien, Clara. Olvidarás a ese imbécil. No vale la pena que llores por él.

Le siguió acariciando el suave cabello. Sintió su cálido cuerpo pegado al suyo. Sus pechos contra sus pechos. Su agradable olor. Cerró sus ojos. Sentía dolor por ella, pero a la vez le gustaba tenerla así, abrazada a ella.

Sabía que estaba mal. Pero no pudo evitar excitarse. Clara había dejado de llorar. Le apartó el pelo de la frente y le dio un suave beso allí. Claro sólo cerró los ojos.

-Todo se va a arreglar.

Otro beso en la frente.

-Yo siempre estaré aquí para ti.

-Lo sé...gracias María..No sé que haría sin ti.

Besó uno de sus párpados, con mucha suavidad. Luego el otro. Seguía pasando su mano por su pelo.

-Eres tan...bonita, Clara.

La besó en la mejilla. Clara seguía con los ojos cerrados. No decía nada. Así que María siguió, con el corazón a mil por hora. Besó la otra mejilla. Su piel, suave, caliente, mojada por las lágrimas, salada, la hizo estremecer.

Por fin, después de tantos años desde aquel primer beso, María volvió a besar los labios de Clara. Como aquel día hiciera María, el primero fue rápido, apenas rozando los labios. Esperaba una reacción. Pero María no hizo nada, no dijo nada. Seguía con los ojos cerrados.

María sentía que sus pezones estaban muy duros. Clara tenía que sentirlos clavados contra ella. La volvió a besar, ahora dejando los labios contra los labios. Ahora cerrando ella también sus ojos y abriendo la boca, ligeramente, y volviéndola a cerrar.

Abrió un poco sus ojos. Los de su amada Clara seguían cerrados. El beso se hizo más profundo. Su lengua presionó los labios de Clara, que los abrió y permitió el paso de la lengua de María.

Ambas entrelazaron su lengua con la de la otra. María gimió de placer. Y casi grita de júbilo cuando oyó como Clara empezaba también a respirar más fuerte.

Una de las manos de María empezó a acariciar la cara de Clara, y fue bajando lentamente, por su cuello. Bajó más, y se metió por debajo de las sábanas. Apenas rozó los pechos de Clara, y siguió bajando, bajando, bajando...

Llegó al elástico del pijama que le había prestado. Cuando su mano se metió por debajo, sintió como Clara se ponía tensa. Temiendo que le dijera que no, que parase, la besó con más fuerza, para impedirle hablar, y siguió bajando la mano.

Llegó al pubis de Clara. Sintió bajo la fina tela de sus braguitas el vello púbico. Metió sus dedos por debajo y lo acarició. Clara dejó de estar tensa, y empezó a gemir suavemente.

Los dedos de María llegaron a la caliente hendidura que se abría entre las piernas de su amiga. Su dedo corazón la recorrió. La encontró caliente, y mojada. Su amada Clara estaba excitada, como ella.

La masturbó muy lentamente, con dulzura, con amor. Sus labios no se separaban, sus lenguas no dejaban de lamerse. Con sus dedos separaba los labios vaginales y frotaba el inflamado clítoris de María, que cada vez gemía más fuerte en su boca.

Clara se dejaba acariciar. Al principio muy sorprendida porque María lo hiciese, pero empezó a sentir tanto placer, placer que necesitaba, que se dejó acariciar, se dejó besar. Y devolvió los besos.

María sintió que le cuerpo de Clara empezaba a temblar. Sintió como ella se abrazaba aún con más fuerza y se tensaba. Clara estaba experimentando un dulce y placentero orgasmo gracias a las caricias de María.

Fue un largo orgasmo, liberador, que la dejó relajada en brazos de su amiga. Quedaron abrazadas. María le besó la frente y volvió a acariciar su cabello.

Ninguna dijo nada. Al poco tiempo, dormían las dos.

La claridad de la mañana despertó a Clara. Al principio no recordaba en donde estaba. Sintió el cálido calor de un cuerpo que la abrazaba.

Empezó a recordar. Encontrar a su novio en la cama con otra. Venir en busca de su amiga en busca de consuelo. Y...lo otro. El beso, las caricias. El placer. El maravilloso placer que la calmó.

Oía la suave respiración de María. Lo que había hecho no le pareció algo sucio, bien al contrario. Le pareció algo hermoso. El orgasmo la había liberado.

¿Por qué lo había hecho?. Empezó a pensar. En María. Repasó todas las cosas que les habían pasado. Ella le contaba siempre todo, pero a María había que sacárselas una a una. La tenía por reservada. Pero quizás no fuera eso.

Recordó lo de aquel chico que nunca le presentó. Hizo memoria, y sólo recordaba haberla visto salir de verdad con uno, y desde que se acostaron lo dejó. De todos los demás sólo supo las cosas que María le contaba.

Sin saber porqué, le vino a la mente aquel beso que se había dado siendo niñas, para ver que se sentía. En aquel momento no se dio cuenta, pero ahora, recordándolo con perspectiva, cayó en la cuenta de que aquel beso a María pareció afectarle. Para ella fue solo algo físico. Pero ahora recordó el brillo en los ojos de María. En que casi no pudo hablar después.

Empezó a atar cabos. El beso de anoche no fue el beso que una amiga le da a otra. No era un beso de juguete, como el primero. Fue un beso dado con pasión, lleno de amor.

Tocó el hombro de María, para despertarla. María abrió los ojos lentamente y la miró. Sonrió.

-Buenos días, Clara. ¿Estás mejor?

-Sí...María...Quiero hacer una pregunta, y quiero que me digas la verdad.

María se puso tensa. ¿Sería por lo que pasó anoche? No lo pudo evitar. Y no se arrepentía.

-Dime.

-María...¿Eres lesbiana?

No se lo esperaba. La cogió totalmente por sorpresa. Tenía a la mujer amada, a la única amada, pegada a ella, abrazada a ella.

-Sí...lo soy. Desde siempre.

-¿Por qué no me lo habías dicho?

María calló. Clara la miró. María estaba llorando. Clara le secó las lágrimas.

-No llores, María..No pasa nada...¿Por qué no me lo dijiste?

-Al..principio...estaba asustada, no entendía porque era distinta a las demás, por qué sentía esas cosas.

-¿Y los chicos con los que salías?

-Nunca existieron, Clara. Sólo Luis, con el que me acosté. Ese día me convencí de lo que era.

-¿Por qué no me lo contaste entonces? Eres mi amiga. Yo siempre te lo he contado todo.

-¿No sabes por qué?

-No.

-Clara...desde que me besaste siendo niñas...bueno, desde antes de eso...yo...

-¿Tú...?

-No quiero ser tu amiga, Clara. Te amo desde siempre. No quiero ser tu amiga. Quiero ser más....más.

Otra vez sus ojos se llenaron de lágrimas, y otra vez, Clara se los secó. La noche anterior, Clara necesitó amor y cariño, y María se lo había dado. Ahora Clara supo que era María la que lo necesitaba. Acercó sus labios a los de ella y la besó.

Ese beso fue un bálsamo para María. Fue un beso que fue pasando de tierno a apasionado.

-Clara...yo..te amo.

-Lo sé María..Y yo....creo que también te amo a ti.

-¿Lo dices en serio?

-Sí. No sé por qué. Pero cuando anoche me tocaste me sentí..bien...No era sólo que lo necesitase para liberar mi tensión. Me sentí feliz. No me importó que fueras...una mujer. Eras María, mi amiga...Y ahora...Te estoy besando otra vez, y me siento tan..bien.

María quería gritar. El corazón se le iba a salir por la boca, y empezó a gemir cuando Clara llevó sus manos a sus pechos y empezó a acariciarlos. Ella hizo lo mismo con los de Clara. Las dos mujeres sentían la excitación de la otra. Sentías sus los duros pezones de la otra en sus manos.

Y a la vez buscaron sus húmedos sexos. A la vez se empezaron a masturbar la una a la otra, gimiendo la una en la boca de la otra.

Y, a la vez, llegaron a un glorioso orgasmo que las unió para siempre.

Quedaron abrazadas, en silencio. María jamás había sido tan feliz. Clara se sentía flotar. Fue ella la primera en hablar.

-María...has sid...

-Shhhhhh aún no ha terminado, mi amor. Déjame amarte.

Le quitó la parte de arriba del pijama, liberando sus dos preciosos pechos. Los acarició, los besó, los lamió. Fue bajando por su piel, besándola, lamiéndola...Clara gemía de gozo.

Le quitó también el pantaloncito, y empezó a besar su pubis, con delicadeza. Clara llevó sus manos a su cabello y la empujó hacia abajo, hacia su anhelante vulva, que no tardó en ser acariciada, besada, lamida.

En poco tiempo, Clara estalló contra la boca de María, que con amor se bebió todos sus jugos. Fue un orgasmo fuerte, intenso, que hizo vibrar todo su cuerpo, arquear su espalda sobre la cama, y finalmente, quedar rota, sin fuerzas.

-María..dios mío..que placer..que placer....

Volvieron a besarse y abrazarse. El silencio las envolvió un buen rato. Nuevamente, Clara fue la primera en hablar.

-María....hacer el amor contigo es...lo más bonito que he hecho en mi vida. Es algo tan tierno y placentero...pero...yo...no soy lesbiana.

-Si estás a mi lado, no me importa lo que seas.

-Ni a mí lo que tú seas.

Con un beso sellaron su amor. Un amor que aún perdura.

FIN