No quiero arrastrarte a mi infierno
Para cuando el tiempo mate el amor carnal y la vida misma.
No quiero arrastrarte a mi infierno
Cuando mis dedos sean temblor sosteniendo una cuchara,
y mis piernas, la tangente de la silla que desplazas;
cuando mis lágrimas cristalicen en rosarios de legañas,
y la piel trace un esbozo de sus valles y montañas,
cuando el cabello sea erial arrasado por la escarcha,
¿me seguirás amando?
Cuando el reloj no paute horas sino píldoras de caja,
cuando el insomnio me prenda y no el sueño que repara,
y la mano encuentre pellejo y no verga para paja,
cuando los recuerdos sean burlas a mi cuerpo anquilosado,
y la ternura huela a cieno y al jabón de tu lavado,
¿me seguirás amando?
Cuando la ausencia de mi mente anule complicidades y pactos,
cuando el sol sea confuso; y la luna, deambular sin tabaco;
las estrellas, crudo dolor, y no el paisaje donde amamos,
cuando el viento huela a hoguera, a otoño e invierno helado,
y revivas mi cuerpo en el tuyo, en mis besos, tus caricias,
mis abrazos, tus mordiscos, mis envites, tus orgasmos.
¿me seguirás amando?
Para cuando eso ocurra te dejo mi testamento:
tijeras para segar el gotero,
almohadón para sofocar el vaho
o un chute farmacéutico algo más civilizado,
pues yo sí que te amo y no quiero arrastrate a mi infierno.