No quedan días de verano

El verano se acaba y yo solo en casa de mis padres con una hermosa piscina, pero nadie con quién compartirla. Pero me pongo las pilas y todo cambia.

Lo siento, no me gusta ir al gimnasio y el deporte en general me da alergia. La verdad es que me da igual estar cachas o no si no me voy a comer un rosco igual. También me gustaría tener una polla más grande y gorda y no me da por hacerme una cirugía de alargamiento de pene. Dicen que el deporte es bueno para la salud. ¡Y una leche! Lo que sería bueno para mi salud es dejar de fumar de una maldita vez, dejar de emborracharme cada dos por tres y dejar de matarme a pajas por pura necesidad porque no se me juntan más que descerebrados que han hecho que mi historial sexual sea más patético que hacerse fotos frente al espejo del baño de un hotel metiendo tripa.

Pero vamos, que si me lo he montado con mi primo siete años menor que yo, he mendigado polvos a algún ex, me he acostado con tíos que no me gustaban, he pagado por chupársela a un masajista y hasta me he liado con un perroflauta…pues creo que he tocado fondo. En fin, que como soy muy gafe, seguro que no tardo en añadir a mi lista a algún friki que me dejará con las ganas de cortarme las venas. Y no hablo de sentimientos ni de amor, que aunque mis príncipes azules se han convertido en ranas y no al revés, creo que he tenido bastante suerte a pesar de todo desde el punto de vista sensiblero.

Así que si ya me cuesta encontrar con quién echar un simple polvo en condiciones, no sé qué tendría que hacer para poder tener una relación sentimental estable, sana y sensata. He llegado a un punto en el que creo que escapo de toda sensatez tanto propia como ajena. Por eso, de perdidos al río, aprovechándome de mis revolucionadas hormonas para tirarme a todo lo que se me pusiese a tiro y temiendo que el verano en la solitaria casa de mis padres se acabara. Internet se convierte de nuevo en una herramienta útil, por lo que decido actualizar todos los perfiles que tenía esparcidos por ahí en vano para probar suerte.

El Bakala es el primero. Supuestamente allí la mayoría de los tíos buscan sexo, así que era relativamente fácil. Tengo mi descripción, mis preferencias y un montón de fotos para que me descarten sin dar demasiadas vueltas. Visito cantidad de perfiles para hacerme ver, que me devuelvan la visita y si alguno pica me mande un mensajito porque a mí, y a pesar de todo, me da bastante palo ser el primero en contactar. Pero aquel día que había decidió descorchar una botella de vino para darme un homenaje el alcohol ayudó a desinhibirme y a aventurarme a mandar mensajitos a los tíos que me atrajeran.

Entré en un perfil cuya foto me llamó poderosamente la atención. Aparecía un chaval con el pelo rapado, perilla y una preciosa sonrisa que me cautivó. No me entretuve mucho en leer su perfil y le envié un “hola, qué tal?”. No tardó en contestarme y pedirme el Messenger. Comenzamos a hablar por allí y la verdad es que conectamos bastante bien. Sin embargo, el no haber leído su perfil hizo que me sorprendiera al decirme que era bisexual y que tenía novia. Me cortó un poco el rollo, pero en el fondo me daba igual porque yo sólo quería follar.

La piscina cubierta del chalé de mis padres resultaba ser un buen foco de atracción. Con ese tío funcionó y decidió venirse. Era alrededor de la medianoche, pero vivía cerca y no tardaría más de veinte minutos. Sugerí que nos diéramos los números de teléfono, pero incomprensiblemente él decía no tener saldo, así que omitimos ese detalle. Cerré el Messenger y esperé. Pasaron veinte minutos, treinta, cuarenta…y él sin llegar. Volví a conectarme por si acaso y nada. Me asomaba a la ventana, entraba, salía… estaba que me subía por las paredes. Al cabo de un rato leo un mensaje suyo disculpándose y poniendo como excusa que le habían intentado robar el coche y se iba para la comisaría, pero que aquello no tendría por qué enturbiar el bonito comienzo que habíamos tenido y que lo pospusiéramos para el día siguiente.

Y al día siguiente no apareció ni dio señales de vida. Mis hormonas estaban híper revolucionadas, pero se contentaban porque esa misma semana vendría otro tío al que conocí por Internet, pero con el que ya había quedado unas cuantas veces, a pasar unos días conmigo. Pero tampoco (recordad, soy gafe). Estando ya todo organizado me manda un whatsapp y me dice que no puede venir. Me cabreé. Mucho. No podía creer en mi mala suerte y me irritaba ver cómo el verano se desvanecía sin haber echado un mísero polvo en mi casa. Pero no desistí e hice algo que no tenía que haber hecho: llamar a un ex.

Él vino, claro. Nos pusimos un poco al día de nuestras cosas pues llevábamos meses sin hablar, nos desnudamos y nos metimos con una cerveza a la piscina. Nos besamos con pasión a pesar de que su olor no me gustaba y me traía malos recuerdos. Pero aún así le chupé la polla, y él a mí. Quiso follarme en el agua, pero desistió tras comprobar que ni si quiera un par de dedos entraban en mi culo con facilidad. Aprovechando ese parón salí a por un cigarro. Al volver y fumar me dice que se va. “¡¿Cómo?!” , pensé yo.

-¿Te vas a ir a medias? – le pregunté.

-No, si yo ya me he corrido – dijo él provocando la estupefacción en mi semblante.

-¿Cuándo?

-Antes - dijo sin más.

Cometí otro error e intenté convencerle para que no se fuera porque yo me había quedado a medias, pero no quiso. ¡Qué subnormal! Y encima el gilipollas se despide dándome un beso en los morros. “¡Anda y que te den!” Y estaba visto que a mí no me iba a dar nadie…

Pero no me iba a conformar y quedarme así. Una paja me hubiera aliviado, pero estaba harto de contentarme con ellas. Me metí en un chat y tuve suerte. A los quince minutos tenía a otro tío sentado en mi jardín. No era gran cosa físicamente, pero parecía un tío sensato e interesante a pesar de estar obsesionado con el nudismo. Me pidió permiso para quedarse en bolas y yo se lo di. Al desnudarse estaba ya completamente empalmado. De esa guisa estuvimos hablando un rato hasta que nos metimos en el agua. Pero allí no ocurrió nada. Por un lado mi falta de iniciativa, y por otro que el tío estaba a gusto así. Y no lo entendía, porque Emilio seguía con la polla tiesa y se la tocaba de vez en cuando, pero no hacía nada más. “Pues nada, otro intento frustrado”.

Salimos del agua al cabo de un rato y nos metimos en casa no recuerdo muy bien por qué motivo. Él seguía desnudo y cachondo y entonces me pidió permiso para hacerse una paja. “Joder, ni un tío normal” maldecía yo mentalmente. Se quedó de pie en la sala de estar tocándose y hablando de cosas de lo más banales. No se insinuó, aunque sí me dijo que hiciese lo que me apeteciera. Le dije que yo no me la iba a cascar, pero le dio igual. Acerqué pues mi mano a su cipote y Emilio gimió. Se sentó en el sofá, se puso cómodo y comencé a pajeársela. Aquello me aburría, pero no sé por qué no me apeteció comérsela. Quizá timidez o vete tú a saber. El caso es que Emilio vio mi falta de interés, me apartó la mano y se la machacó él solito hasta que se corrió. “Venga va, otra aventura inverosímil”.

Se despidió diciéndome que si le invitaba al día siguiente vendría con más tiempo y que si no me importaba se quedaba a cenar conmigo. Dicho y hecho. Al menos este quería repetir y quizá fuera la tensión del primer día la que nos hizo comportarnos de esa manera y el segundo podría dar mucho más juego. Llegó entonces sobre las nueve de la noche y nos metimos al agua. Yo me desnudé también. Es cierto que esta segunda cita resultaba mucho más cómoda. Emilio me volvió a decir que hiciera lo que me apeteciese.

-No sé, me apetece besarte – le dije yo como un auténtico gilipollas.

Y nos besamos, pero no fue un beso agradable. Fue un tanto forzado, artificial, sin lengua. Deduje pues que a Emilio no le gustaban los besos. Tampoco le molaba chupar pollas. Eso ya me lo dijo él bien clarito. Así que nada, se la chupé yo a él. Debajo del agua es otro rollo y sus gemidos evidenciaron que no estaba nada mal. Se la chupaba a ratos, lo que mi capacidad respiratoria me permitiera. Después nos fuimos a la parte de la piscina que menos cubre, y allí se la chupé ya fuera del agua y eso le pareció gustar más.

Él se dejaba hacer y yo mantenía mi propi ritmo lamiéndola a mi antojo, sacándola y metiéndola con viveza y con ganas aunque es cierto que el agua salada de la pisci le quitaba su característico e intenso sabor. Me incorporé y traté de besarle en el cuello o comerle los pezones. A veces me correspondió y me mordía las orejas o recorría mi cuello con su lengua. Comencé a hacerle una paja bajo el agua al mismo tiempo que intentaba llevar su mano hasta mi verga.

-¿Eso tampoco te gusta? – le pregunté.

-No mucho, la verdad, pero no me importa hacerlo.

Pero bueno, imagino que para acabar antes comenzó a sobármela con ganas y yo a él al tiempo que nos besábamos en los labios o en el cuello. Creo que era la primera vez que me encontraba en esa situación y no me disgustaba. Es verdad que me va más comer pollas o que me la chupen a mí, pero la idea de llegar a corrernos mientras nos la cascábamos el uno al otro era excitante. Pero lo mejor de todo fue que lo hiciéramos a la vez. Ya sabemos que eso es complicado y sólo ocurre en las películas, pero por fin tuve un halo de buena suerte y ocurrió: entre gemidos y sollozos ambos soltamos trallazos de semen que se diluyeron rápido entre el agua. Fue al mismo tiempo y fue genial, la verdad. Me daba ya por satisfecho.

Al salirnos del agua pensé que se iría y que lo de quedarse a cenar fue una excusa. La verdad es que en aquel preciso instante, minutos después de haberme corrido no me apetecía mucho que se quedara. Pero retomó la idea y propuso pedir comida china. Mientras venía, se paseaba en bolas como Pedro por su casa y hasta quiso salir a por la comida completamente desnudo. Se lo prohibí y se puso los pantalones para atender al oriental mientras yo ponía la mesa. La cena no estuvo mal, fue agradable en cuanto a conversación y tal. Emilio a pesar de todo parecía un tío medio normal.

Cuando acabamos de cenar quiso bañarse otra vez, pero la agradable temperatura de aquella noche de agosto me quitaba a mí algo las ganas de mojarme de nuevo.

-Vamos dentro si quieres – le propuse.

-¿Para qué? –dijo él.

-Joer, pues para hacer lo mismo que quieres hacer en el agua – le respondí algo desconcertado.

Y entonces subimos al cuarto de invitados. Él iba desnudo, y yo me quité el bañador al llegar allí. Se tumbó boca arriba y puso los brazos detrás de su cabeza en una postura de lo más cómoda para él. No dijo nada. No parecía hacer falta. Me subí a la cama y comencé a chupársela sin más. Emilio estaba de lo más pasivo y ni hablaba, ni gemía, ni se movía ni nada.

-Qué aburrido, tío – le dije.

Y le sugerí cambiar de postura y ser yo quien se tumbara sobre la cama boca arriba y que me regalara él su polla. Pero tampoco molaba. Mi idea era que me follara la boca, que me encanta, pero el tío no lo pillaba. Entonces se lo dije sin más:

-Quiero que me folles la boca.

-¿Ah sí? – dijo pícaro.

Me cogió con brusquedad y me ordenó que me arrodillara en el suelo. La pasividad y tranquilidad que Emilio había mostrado hasta entonces se esfumaron en un segundo. Me agarró de la cabeza con fuerza y comenzó a follarme la boca con ganas. La metía y sacaba a su antojo, sin darme tregua y casi sin dejarme un segundo para respirar. Llegué a atragantarme un par de veces, pero aquello me encantaba y me excitaba sobremanera. Prefería que actuara así, con esa brusquedad y dominio a que se tumbara impasible sobre el colchón. Comenzaron a dolerme las rodillas y opté por tumbarme de nuevo en la cama para que siguiera follándome allí. Emilio se quedó de pie a un lado y volvió a metérmela sin avisar mientras avivaba los movimientos de su pelvis y agarraba con rudeza mi cabeza.

Se corrió pero no vi gotas de semen por ningún lado. Como la polla de Emilio tenía bastante pellejo se ayudó de él para mantener el espeso líquido sin derramar. Le animé a que lo soltara sobre mi pecho.

-¿No te importa?

Dejó caer entonces toda la ardiente leche y yo quise meterme su polla en mi boca una vez más. Pero el cabronazo no me dejó y me animó a que me diera una ducha. Me quedé a medias otra vez.

-Me voy a ir – avisó.

-Vale – dije yo sin mucho entusiasmo.

-Mañana entonces tienes barbacoa con tus amigos, ¿no?

-Sí, si acabo pronto te llamo si quieres.

-OK.

Y así fue la despedida. Emilio quería repetir, pero es verdad que yo ya había quedado con unos amigos para que se vinieran a hacer una barbacoa merienda-cena a mi casa. Me dio un apretón de manos y se marchó. Mientras recogía, rememoré un poco aquella noche. “No ha estado mal” me decía. Y por fin me acosté tranquilo sin el calentón y sin sentirme el hombre más salido y necesitado del planeta como había estado ocurriendo varias noches antes.

Al día siguiente mis amigos no notaron nada raro. De mis aventuras sexuales lo último que sabían fue mi lío con el perroflauta del campamento. De Emilio y de mi ex no di tampoco muchos detalles. El caso es que se fueron pronto y pensé en llamar a Emilio otra vez, pero intenté encontrar un plan alternativo.

Me metí en el chat en cuanto se marcharon y volví a tener suerte. Rubén, 34 años, del pueblo de al lado y en busca de sexo. Hablamos por Messenger y decidió venirse. Me moló por foto, pero al verle aparecer me gustó aún más. Puede que fuera su look pijo, con su bañador de Lacoste, sus naúticos, su polo también de marca y sus gafas de diseño. Cuando no sentamos a tomar una cerve y comenzamos a hablar descubrí que teníamos mucho en común en cuanto a forma de pensar o gustos cinéfilos o musicales. En aquel instante deseé que con Rubén ocurriera algo más.

Nos metimos en la pisci ambos con el bañador puesto. Él decía ser tímido y le dije que yo también, pero al rato fue el primero en avisar de que se quitaba el bañador. Permanecimos relajados sin apenas hablar y cada uno en una punta de la piscina durante un buen rato. Ninguno daba un paso más. Opté por quitarme el bañador sin decirle nada y en una de las ocasiones en las que nos acercamos se dio cuenta. Me rozó sin querer con el pie y se fue el primer contacto. De ahí nos fuimos acercando hasta que nos besamos sin más.

Ese beso sí que me gustó. Nada que ver con el frío y distante beso con Emilio. Rubén era más como yo. Antes de que me comiera su polla nos habíamos besado ya mucho, y hasta abrazado y demás posturas ñoñas. Al igual que hice con Emilio el día de antes, se la chupé primero dentro del agua, pero de nuevo mi poca capacidad pulmonar impedía que ambos disfrutáramos. Rubén había descubierto el hueco de la escalera y hasta allí me llevó. Se colocó sobre ella y me ofreció su gorda polla. No era especialmente larga, pero como digo, sí bastante ancha. Me gustaba mucho, y que se la lamiera, a él también. Como Emilio, Rubén pecaba de cierta pasividad para mi gusto, pues se tumbó también con los brazos por detrás del cuello y se dejó hacer.

Pero fue sólo al principio, pues se incorporó, se puso de pie en la zona de menos altura y me regaló su verga de nuevo. Ahí empezó a follarme la boca sin yo pedírselo. Sin tanta brusquedad como Emilio, pero sí con una energía que tampoco hubiera imaginado. Mi boca se la tragaba como si de un manjar se tratase y Rubén amortiguaba sus gemidos de placer todo lo que podía. Disfruté de su grosor, de su sencilla forma y de un glande que me hacía gozar a mí tanto como yo a él.

-¿Quieres que te folle? – me preguntó de repente.

Asentí y salió a por un condón que guardaba en la cartera. Me llevó de nuevo a la escalera, sobre ella me puse a cuatro patas exponiendo mi ansioso culo. Trató de meterla, pero al comienzo no hubo manera pues la postura no era del todo propicia. Apartamos un poco la cubierta de la piscina y Rubén trató de encajarla mejor. La sentí intentando penetrarme en mi agujero que parecía estar más cerrado de lo habitual. O quizá subestimé la polla de Rubén y era más gorda de lo que imaginaba. El caso es que llegó a dolerme cuando comenzó a entrar. Pero el condón se rompió y gilipollas de mí lo agradecí. Con lo fácil que hubiera sido decirle que lo dejáramos sin más. Pero esto de no saber decir que no y no querer quedar mal con nadie pudo conmigo.

Así que mejor. Sin condón no habría follada y me centraría de nuevo en la verga de Rubén. Se tumbó otra vez como al principio y así estuvimos hasta que se corrió. No sé cuánto tiempo, la verdad, pero el suficiente para hacernos gozar a los dos. Yo con aquella polla bien tiesa y gruesa, con ese glande prominente con el que jugaba con mi lengua. O aquellos peludos huevos que me tragaba y comía haciendo que Rubén se estremeciera y me apartara. No lo hacía, sin embargo, cuando me tragaba de golpe su tronco y lo mantenía dentro de mis tragaderas sintiendo todo su diámetro llenar el contorno de mis labios.

-Vaya mamada, tío – me dijo casi sin aliento mientras se ocupaba ya él de su polla y se la estrujaba hasta agudizar sus gemidos y ver cómo el blanco líquido flotaba en el agua. Después de eso no se inmutó. Yo me estaba ya pajeando porque no quería quedarme a medias y este tío no tenía pinta de que me la fuera a chupar él a mí. Pero sí que me permitió que se la siguiera chupando después de correrse. Vaya aguante tenía el cabrón. Aquello me ayudó sin duda a que yo pudiera satisfacerme y expulsar mi leche sin llamar mucho la atención. Cuando paré de tocarle se imaginaría que yo ya, y nos salimos de la piscina.

Ahí yo estaba nervioso. No quería cagarla con la despedida. Rubén me molaba y quería que viniese otra vez. Emilio a su lado no tenía nada que hacer. Y lo siento por él. El caso es que yo no articulé palabra. Se vistió y mientras le acompañaba para la puerta me dijo que ya nos veríamos. Y se fue dándome dos besos en las mejillas. Aquello no pintaba bien. No parecía que mi relación con Rubén fuese a ir más allá. Pero bueno, me auto convencía pensando que el sexo que tuve esos días suplía con creces mis expectativas.

No fue así al siguiente día cuando me levanté pensando en Rubén. Por la tarde le vi conectado y me habló. “Vaya mamada, nene” dijo. “Y tú vaya aguante” le comenté. “A ver si repetimos”, propuso. “Cuando quieras”. Y quiso, y quedamos en que vendría esa misma noche otra vez. Me sentía feliz y no maldecía mi suerte. Pero claro, siendo yo eso tendría que durar poco, y una llamada de mi madre avisándome de que venían ya de camino de vuelta de las vacaciones porque daban levante en la predicción del tiempo y que entonces no tenía sentido quedarse en la playa adelantando así su retorno, me cortaba todo el puñetero rollo.

Avisé a Rubén y dijo que no pasaba nada. Coincidimos alguna vez por Messenger y no hablamos mucho más allá del “hola, ¿qué tal?”. Con Emilio he hablado algo más, pero de sus palabras se deduce que sólo va a haber más encuentros si mis padres se van porque le mola el rollo de la piscina y que le avise si se marchan a algún lado. Pero no, el verano ha acabado con mis padres en su casa todos y cada uno de los días de Septiembre. Y yo de nuevo salido y necesitado. Empalmándome cada vez que evoco esos recuerdos tan cercanos y reales pero que a la vez se me antojan muy, muy lejanos si no se llegan a repetirse hasta el verano que viene.