¡¿No que muy machin?!

Yo que siempre pensé que era muy machín y un osazo me enseño del placer entre hombres.

¡¿No que muy machin?!

Es imposible olvidar como conocí al hombre de mi vida. Se supone que soy hetero –Ajá, como todos- pero encontré a alguien que me cambió la vida.

¿Otra vez un mes fuera de mi casa?¡No es posible! Decía para mis adentros. Llevo casi diez años trabajando para una trasnacional y ahora que me habían ascendido a Ejecutivo "B" me la había pasado viajando todo el último año. Tenía treinta y cinco años y una vida muy estable, pero últimamente no había pasado mucho tiempo con mi familia debido a mis nuevas obligaciones.

  • Si Martínez, necesitamos que se vaya a Nueva York a la casa matriz, es muy importante y significará un gran avance para Usted en la empresa, dijo mi jefe.

  • Pues si no hay otro remedio señor. ¿Cuándo tengo que viajar? Respondí.

  • El lunes por la mañana. Ahí se concentraran todos los representantes de las diferentes sucursales. Tómelo con calma. Esperamos que estos viajes ya no sean tan seguidos. Su boleto lo tiene mi secretaria. Yo estaré en contacto con Usted vía telefónica y correo electrónico. Que tenga buen viaje.

  • Gracias Señor Beltrán. Lo mantendré informado, dije y salí con la ingrata sensación de dejar nuevamente abandonados a mi mujer y mi hija de cuatro años.

El viaje se llevó a cabo sin contratiempos y pronto me encontré en la casa matriz de la empresa donde nos informaron que sería un mes muy pesado pues la capacitación era muy importante y nos mantendríamos concentrados en el hotel donde serían los cursos. Debido a la gran cantidad de gente de todo el mundo que estaría ahí nos pondrían de dos en dos y nos pasaron la lista para ver con quien nos tocaría compartir.

-Y encima de todo tengo que estar en el mismo cuarto con un desconocido. No lo puedo creer. Debí dedicarme a otra cosa, pensé: De pronto escuché a alguien decir mi nombre con bastante esfuerzo

-Señor Martínez. Señor Eduardo Martínez. Se escuchaba una voz muy ronca.

Volteé y me encontré con Paul Dillinger. Un vendedor de Omaha Nebraska que ya había tenido oportunidad de ver en un par de congresos.

-Por aquí, respondí.

  • Que bien Señor Martínez, al parecer compartiremos un tiempo. Nos tocó el mismo cuarto. Espero no le moleste.

-No se preocupe señor…?

-Dillinger. Paul Dillinger.

  • Claro. Mucho gusto, dije sin mucha convicción.

Paul Dillinger era el típico gringo de pueblo bicicletero. Un hombrón de casi dos metros con más facha de full back de fútbol americano, que de vendedor. Blanco como la leche con cara de niño, poco pelo cortado muy pequeño y una barba en forma de candado que parecía que se la habían dibujado. Yo no era exactamente un hombre bajito pues mido un metro con ochenta y tantos centímetros, pero a su lado me veía muy poca cosa. Aparte de alto era muy fuerte y si no fuera por la barriga que le brotaba por encima del cinturón, habría jurado que se dedicaba a los deportes.

-Muy bien señor Martínez. A partir de hoy seremos compañeros de cuarto. Espero que no tenga ningún inconveniente.

-No se preocupe señor Dillinger, no tengo ninguno. Además no tenemos otra opción. Dije con una sonrisa y el respondió con una carcajada de bocina que me hizo sentir muy cómodo. Por lo menos parecía un buen tipo.

El día pasó entre conferencias y presentaciones, hasta que cerca de las nueve de la noche se nos informo que podíamos retirarnos y que al otro día continuaríamos a las ocho de la mañana. Que así sería todos los días hasta terminar la capacitación.

-Nos vamos Eduardo, me dijo con familiaridad. Si te puedo llamar Eduardo ¿verdad?.

-Por supuesto Paul, si vamos a estar un mes aquí es mejor que nos vayamos tratando con familiaridad.

Y nos dirigimos a nuestra habitación ubicada en el piso catorce del enorme hotel donde nos habían acomodado. Era un cuarto más bien grande con dos enormes camas King Size, una mesa con dos sillas, la infaltable televisión y un baño con tina y regadera. Nada mal para tres días, pero para un mes era demasiado triste. Llegamos, nos instalamos y Paul dijo que quizá deberíamos ir a tomar unas copas para olvidar el día tan largo que habíamos pasado.

-Por mi está bien Paul, pero vamos a pasar un mes aquí. Si vamos a beber por cada día pesado regresaré a mi casa con serios problemas de alcoholismo.

-No te preocupes Eduardo, solo es como bienvenida.

Bajamos al enorme Bar del hotel y bebimos algunos Whiskies mientras me contaba de su familia que vivía en Omaha. Paul tenía dos hijos adolescentes y llevaba veinte años de casado con la que había sido su primera y única novia. Le gustaba jugar rugby, pues en su adolescencia lo había practicado en la escuela, aunque ahora a los cuarenta y tres años ya solo jugaba en un equipo de veteranos en su barrio. Tenía ya diecisiete años trabajando para la empresa y decía que cuando se jubilara iba a comprar un camión-casa para viajar por todo el país, finalmente sus hijos ya estarían mayores y él y su mujer tendrían el tiempo para hacerlo.

-Eres muy joven para pensar en tu jubilación le dije.

-Si, lo sé, pero hay que planear el futuro para que salga como lo quieres, respondió, dando otro sorbo a su trago y palmeando mi espalda.

Pasaron un par de horas y subimos a la habitación. Mientras Yo leía un par de correos electrónicos, Paul se comenzó a desnudar para dormirse. Yo como no queriendo y muerto de pudor volteé a verlo, digo, finalmente en esa época no sabía cuanto me podría gustar verlo desnudo, y me sorprendió lo que ví. Era un hombre grueso y muy peludo. Tenía muy poco pelo en la cabeza, pero su cuerpo estaba recubierto por una mata de vellos dorados. Rubio como era, su piel estaba muy blanca y se le marcaba músculos en los brazos y en las piernas, no así en el abdomen que ya acusaba su falta de ejercicio y su afición al alcohol. Me dijo buenas noches y se metió entre las sábanas mientras yo me dirigí al baño para tomar una ducha. Me refresqué un poco y salí del baño con la cabeza embotada por el alcohol y un pijama de algodón que había puesto mi mujer en la maleta. Las luces estaban apagadas y apenas podía ver por dónde pisaba hasta que mi vista se fue acostumbrando a la poca luz, para encontrarme con un espectáculo que me dejó helado. Paul estaba acostado boca abajo, y se veía que al girarse casi se había destapado por completo, dejando a la vista un culo grande y lleno de vellos. A mi por un instante me faltó la respiración. No se si fue el alcohol, o que pasó, pero la verga se me endureció al instante. Sus nalgas eran grandes y blancas, cubiertas por ese vello dorado que se regaba por todo su cuerpo. Su espalda se veía ancha fuerte, y como había doblado una de sus piernas para un lado, dejaba ver un hoyo tan peludo como todo él. Mi tranca palpitaba y Yo no atinaba que hacer. Estaba ahí, viendo a ese hombrón, desnudo y hermoso y me estaba poniendo cachondísimo. No sabía que me estaba pasando. Alguna vez en la adolescencia mi primo y Yo nos habíamos hecho una chaqueta mutuamente, pero fuera de ahí nunca había tenido ningún deseo homosexual, y sin embargo este tipo me estaba calentando muchísimo. Paul se movió un poco y regresé a la realidad. Me fui hacia mi cama y me la pasé en vela pensando que no era normal que un tipo me hubiera puesto así. Casi no dormí nada en varias noches.

Pasaron los días, veía a Paul y me avergonzaba. Primero pensé que había sido el alcohol y que extrañaba mucho a mi mujer. Pero conforme fue pasando el tiempo me sentía más atraído hacia él. Lo veía cambiarse y se me paraba. Cuando se agachaba, mi vista inmediatamente buscaba su culo. Cuando me palmeaba la espalda me corría un aire frío. Ese pedazo de macho me tenía tan caliente que ya era Yo quien proponía ir de copas. Anhelaba pocas cosas como regresar y esperar a que se durmiera y ver su cuerpo desnudo. Un día llegué a tal grado que lentamente jalé la sábana que le cubría para observarlo a detalle. Luego me metí al baño y me la jalé frenéticamente pensando en sus piernas, en su verga, en su culo, para después morirme de la culpa. Sentía que era un puto de lo peor, pero por otro lado deseaba besar sus nalgas y chupar su tranca. Era una batalla que ya no iba a poder soportar más. Solo quería que pasara el tiempo. Volver a mi casa y olvidar todo esto que me estaba pasando.

Por otro lado, Paul era muy amable conmigo, me procuraba y siempre estaba al pendiente de mí. Buscaba que siempre estuviera cómodo y se desvivía por atenderme, lo que no mejoraba mi situación. Me trataba como si fuéramos amigos de toda la vida. Era un verdadero tipazo. Debido a que Yo me sentía completamente fuera de lugar, un día decidí hacerme de otro grupo para salir y acepté una invitación que me hizo una tribu de puertorriqueños a ir a un antro de table dance. Me disculpé con él y le dije que lo vería más tarde en la habitación. Ví su cara de desagrado, pero pensé que era lo mejor y me dispuse a divertirme como enano, a ver si así podía sacármelo de la cabeza, finalmente a lo mejor lo que necesitaba era de un poco de diversión. La juerga duró hasta muy tarde, pero al otro día era domingo y no había que levantarse temprano, así que no me preocupé mucho por eso. En el antro vimos muchas mujeres hermosas y algunas se sentaron con nosotros y Yo me fui al privado con una rubia que se encargó de frotarse y estrujarse contra mi cuerpo al ritmo de la música. En una de esas se volteó y dejó a mi alcance unas nalgas blancas y hermosas, las empecé a besar y por algo que aún no entendía me imaginé que era Paul, que me estaba bailando y mostrando su culo, moviéndolo y ofreciéndomelo para que me lo acabara. Las besé, las chupe y casi me vine en seco cuando la música acabó y tuvimos que regresar a la mesa. Ella agarró mi verga sobre el pantalón y me dijo que qué caliente era. Si supiera que mientras la fajaba me estaba imaginando aquel osazo de Omaha Nebraska se hubiera desilusionado.

Ya entrada la madrugada regresé al hotel. Cuando entré a la habitación me encontré a Paul profundamente dormido, sentado sobre una silla y completamente borracho. Junto a él había una botella de vodka casi vacía y la televisión estaba prendida. Le toqué en el hombro y el levantó la cabeza.

-¿Qué pasó Paul? Así que tu también tuviste fiesta le dije.

El solo sonrió, con esa mueca estúpida que ponen los borrachos, y trató de levantarse, pero le fue imposible.

-Perdón Eduardo, casi dijo. Ayúdame a llegar a la cama por favor. Le pasé su brazo por mi hombro y con un gran esfuerzo lo levanté. Era tan grande y borracho pesaba más. Entre tumbos llegamos a su cama y se sentó.

-No me dejes dormir con ropa por favor, me dijo. Me resulta muy incómodo y mañana me voy a despertar de malas.

Comencé a desabotonar su camisa y se la saqué. Se me quedó viendo y en un movimiento puso su mano sobre mi paquete. Me quedé frío e inmóvil, pero lo soltó inmediatamente y se recostó. Trató de desabotonar su pantalón, pero no pudo y Yo lo hice. Le quité el pantalón y lo dejé solo en esas trusitas blancas de algodón que utilizaba. Lo tapé y me fui a mi cama. Cuando ya estaba terminando de desvestirme recordé que el pijama estaba en el clóset. Solo me quedaban los boxers y me dirigí hacía donde estaba mi ropa. En ese momento Paul me volvió hablar:

-Eduardo, todo me da vueltas, dijo.

-¡Tranquilo Paul! Solo baja una pierna le dije, para hacer tierra.

-No puedo dijo, acuéstate aquí y ayúdame.

Lo pensé por un segundo y luego me recosté a su lado, cosa que al parecer lo tranquilizó y se quedó dormido. Me levanté y él se volteó, dejándome ver su rico trasero cubierto solamente por la trusa. Mi verga respondió inmediatamente poniéndose dura como piedra. Me acerqué y lo acaricié sobre la tela. Luego, lentamente comencé a bajar el elástico hasta que su calzón ya estaba a media pierna. Froté sus nalgas y me acerqué a besarlas. Pero algo me detuvo. No estaba bien hacerle nada mientras estaba dormido y borracho. Eso era como violación. Así que solo le terminé de quitar la trusa, lo tapé y me fui a mi cama. Me masturbé como loco con su calzón muy cerca de mi nariz y luego me quedé dormido profundamente.

Cuando desperté solo encontré una nota de Paul, en la que me decía que me esperaba para desayunar en el restaurante del hotel en una hora más. Que había salido a comprar algunas cosas pero que ahí nos veríamos. Me dí una ducha y bajé. Él aun no llegaba y me tomé un jugo. Lo ví entrar y se me enchinó la piel. Ya para estas alturas del partido no me importaba si era muy jotito ver a un hombre y desearlo. Y Paul ese día se veía particularmente hermoso. Solo lo había visto con traje o desnudo, y encontrarlo de ropa casual me dejó mudo. Tenía que hacer algo o me iba a meter en problemas. Todo el tiempo estaba pensando en él. Solo esperaba que pasara el tiempo, volver a mi casa y olvidar este accidentado viaje.

-¿Qué pasó Eduardo?¿Cómo amaneciste?

-Bien, gracias. Casi no tomé, pero tu estabas muy tomado.

-Lo bueno es que tengo buen metabolismo y las crudas no me hacen.

-Pues que bueno, dije y desayunamos.

Luego nos fuimos a recorrer la ciudad y me mostró todo lo que la conocía. Decía que era como su segunda casa. Paseamos toda la tarde y volvimos por la noche al hotel cargados de compras y agotados.

-Me voy a bañar, le dije, estoy muy cansado.

-Bueno, dijo y se sentó en el la cama.

Comencé a bañarme cuando oigo que se abre la puerta. Rápidamente abrí el cancel de la regadera y me asomé.

-¿Qué pasó Paul? Pregunté. ¿Necesitas algo?

Paul se me quedó viendo de arriba abajo con tantas ganas que me dio miedo. No decía nada pero no me quitaba los ojos de encima y volví a preguntar.

-¿Pasa algo?

  • Si, si pasa, dijo Paul agachando la mirada. Pasa que me gustas mucho y ya no me aguanto. Llevo días esperando el momento en que podamos estar juntos y cada día lo veo más lejos. Pasa que quiero follar contigo y no te animas. Pasa que quiero que acabes lo que empezaste anoche.

-¿De que hablas? Dije, cubriéndome con la toalla.

-¿En serio crees que no me he dado cuenta cómo me miras? ¿Crees que eres el único que ha esperado hasta la madrugada para verme dormir? ¿En serio no has sentido mi mirada sobre ti cuándo te cambias?

-Paul, discúlpame, pero Yo no soy gay. Nunca he estado con un hombre y no creo que quepa entre mis gustos hacerlo. Has sido muy amable conmigo pero te estás equivocando.

-Si, Yo también llegué a pensar eso, pero anoche que me acariciaste comprobé que te mueres de ganas igual que Yo.

-¿De qué hablas?

-¡Vamos Eduardo!¡Estaba borracho, no muerto! Sentí cuando me tocaste y oí como se entrecortaba la respiración. Te oí masturbarte y hubiera querido que tu mano fuera mi boca para hacerte sentir todo lo que Yo siento.

-Te estás confundiendo Paul, Yo solo trataba de ayudarte. Me estás ofendiendo. ¡Sal por favor del baño!

-¿Por qué te niegas? Sabes que estás sintiendo lo mismo que Yo. Te mueres por hacerme el amor, dijo y se acercó a mi peligrosamente. Yo me hice para atrás, pero tomó mis muñecas y acercó su boca hasta mis labios y me besó fuertemente. Su lengua buscaba mi boca y Yo mantenía los labios apretados. En un momento solté los labios y lo comencé a besar, pero como puritita reacción lo aventé y salí del baño.

Con algunos pasos llegué hasta mi cama y estando ahí el cuerpo me traicionó. Regresé al baño, abrí la puerta y ví su mirada llena de tristeza. Me acerque lo tomé por la cintura y lo bese con la ansiedad de los hambrientos. Lo besé como quería besarlo desde hacía días. Lo besé como jamás pensé que besaría a un hombre. El me respondió con la misma ansiedad y empezó a sacarse la camiseta, yo desabotoné su pantalón y lo dejé caer. Olía a hombre y su cuerpo era muy velludo. Se quitó las trusas, tomo mi mano y nos metimos a la regadera. Bajo el agua nos besamos y acariciamos a placer, Yo frotaba su cuerpo contra el mío y el se dejaba hacer mientras pasaba el jabón por todo mi cuerpo. Todo en él era tan grande que nada cabía en mis manos. Me besaba con tanto deseo como si el momento se fuera a terminar, su lengua jugueteaba con la mía, se enroscaba y succionaba, luego mordisqueaba mis labios y frotaba su barba en mis mejillas. Mientras Yo acariciaba sus nalgas con suavidad, mis labios lamían su cuello y bajaba hasta sus tetillas para juguetear con ellas. Para nunca haber tocado a un hombre Yo perecía muy diestro, pues Paul no dejaba de gemir. Seguí besando su pecho y me arrodillé frente a él. Tenía una tranca muy grande y ya la tenía completamente parada. Jamás en mi vida había tenido en la boca la verga de otro hombre, pero éste me calentaba mucho y no podía resistir las ganas de besarla. Comencé a besar su abdomen flácido; lamí su ombligo mientras él acariciaba mi cabello mojado y poco a poco me fui acercando su tranca circuncisa. Primero bese la punta y sentí el sabor salado de su precum, lamí el tronco y lo besé por todos lados mientras las caderas de Paul se movían. Después, lentamente metí poco a poco su tranca entre mis labios mientras él con sus manos me marcaba el ritmo. La sensación era maravillosa y se acrecentaba con cada centímetro que guardaba en mi boca y mi garganta. Mis manos tocaban sus nalgas, las apachurraba y con mis dedos buscaba su culo que se sentía rugoso y palpitante.

Voltéate amigo, te quiero comer el culo, le dije con ansiedad. Y él como quien recibe una órden divina giró su cuerpo y dejó ante mis ojos un par de nalgas gloriosas. En su espalda se dibujaba el mapa del tesoro con sus vellos y Yo lo busqué con mi lengua. Mordisquee sus nalgas, las chupe y con mis manos las abrí para encontrarme con el túnel de mis deseos. Acerqué mi lengua y empecé a chupar de arriba abajo para luego concentrarme en meter mi lengua entre los pliegues de su ano. Paul solo gemía pidiendo más y moviendo su colita hacia mi. Coloqué uno de mis dedos en la entrada y presioné suavemente. Él solo bufó y abrió más las piernas. Mi dedo entró con dificultad, pero ya estando dentro lo comencé a mover en forma circular de tal manera que su esfínter cedió. Metí otro dedo y ya entró más fácil y metí uno más mientras me ponía de pie.

-¡Que rico culo tienes! Dije.

-No pares, contestó.

Me puse de pie y lo abracé por detrás recargando mi verga en sus nalgas. Paul suspiró y se volteó para volverme a besar profundamente.

-Vamos a la cama Eduardo, me muero por tenerte dentro. Quiero que me la metas de una buena vez. No sabes cómo te he deseado dijo, y salió del baño llevándome de la mano tras él.

Al llegar a la cama y después de meternos un faje de antología, Paul me acostó sobre la cama y comenzó a besar cada centímetro de mi piel hasta llegar a mi verga que ya estaba más que dura. La empezó a besar y mi respiración se detuvo. Su lengua la recorrió y se la metió en la boca como queriéndosela acabar. Luego pasó sus piernas sobre mi cabeza y dejó a mi alcancé la suya. Era el mejor 69 que había hecho en mi vida. Lo mamaba y él a mi sin descanso. Jugueteábamos con nuestros huevos y el llevó su lengua hasta mi hoyo. Todo mi cuerpo se contrajo. Nunca había experimentado una sensación tan intensa. Yo atraje su cadera hacia mí y comencé a trabajar su culo hasta dejarlo completamente lubricado. Él lo entendió y recorrió su cuerpo hasta colocarse justo sobre mi gruesa verga que ya pedía más. Con sus manos se separó las nalgas y colocó su ano sobre mi tranca para empezar a encajarse de a poco dándome la espalda. En un arranque de lujuria lo tomé por la cintura y de un solo movimiento lo ensarte por completo. Bufó como toro y se quedó inmóvil por un instante acostumbrándose al ancho de mi verga, para luego comenzar a subir y bajar en un vaivén frenético que me enloqueció. Yo veía como su culo se comía toda mi verga y me ponía más caliente. Veía ese cuerpo enorme entregarse por completo a mi y el morbo me rebasaba.

-Dale, Paul, dale. Cómetela toda le dije, con un lenguaje que no me había escuchado jamás. ¡Que rico tu culito mi rey! Murmuraba, y el solo movía sus caderas.

-¡Que rico!¡Que rico! Decía y seguía meneándose sobre mi verga.

Así estuvimos por varios minutos hasta que le pedí que se volteara, que quería ver se cara mientras se la metía. Paul se giró, volvió a ensartarse sobre mí y mientras mi verga horadaba su culo me besaba intensamente y me acercaba sus tetillas para que Yo las mordiera. Yo Tomé sus grandes nalgas y las comencé a abrir y a cerrar mientras el se daba unos sentones que acrecentaban el placer que estaba experimentando. Paul gemía y respiraba rápidamente mientras me pedía más. Yo me levanté y sacando fuerzas de no sé dónde lo giré y quedé sobre él, besándolo y frotando mi cuerpo contra el suyo. Levanté sus enormes y fuertes piernas y las puse sobre mis hombros. Pude ver su cuerpo en plenitud. Era un enorme oso peludo que me ofrecía su culo y me pedía más. Hacía su cadera para adelante y me dejaba ver una enorme verga hermosa y un hoyito que palpitaba como si tuviera hambre. Con sus piernas en mis hombros me incliné hacia él y lo besé, mientras le acariciaba los pezones. Me levanté y dirigí la punta de mi verga hacia la entrada al cielo, que era ese ano apretado y hambriento.

-¡Por favor ya métemela! Me dijo.

Yo, obediente como siempre, acerque la punta de mi verga a su hoyo y comencé a frotarla mientras él gemía y estrujaba las sábanas con sus manos. Esta vez se la fui introduciendo poquito a poco para observar como cada centímetro de mi tranca se perdía entre sus profundidades y su cuerpo se contraía al irla sintiendo. Ví como sus ojos se volteaban en blanco y sus labios murmuraban que querían más. Cuando la tuvo toda dentro y sus huevos chocaron con mi pelvis comencé a moverme de adelante atrás. Paul gemía y sonreía. Tomó mis caderas con sus manos fuertes y empezó a dirigir el movimiento a su gusto. Primero suavemente, como queriendo sentir cada instante, y luego frenéticamente como queriéndola deshacer.

-¡Ahgggggg, Eduardo! ¡Que buen cacho tienes!¡Métemela!¡Métemela más por favor!¡Dale papito!¡Métemela más!

Yo solo respiraba entrecortadamente y con todas mis fuerzas le dejaba ir la verga hasta el fondo de su peludo culo. Mi reata ya entraba y salía con tanta facilidad que en cada embestida casi se la sacaba toda para volvérsela a enterrar. Luego bajé una de sus piernas y lo puse casi de lado para cambiar la sensación y de paso poder seguir acariciando sus fuertes nalgas y darle un par de palmadas que él disfrutó como loco, pues en cada nalgada pedía más. De pronto su cuerpo se contrajo y comenzó a eyacular abundantemente. En cada contracción su culo se apretaba y le daba a mi verga la felicidad más grande que había experimentado hasta que no pude más y le dije que me iba a venir. Rápidamente Paul se acomodó y puso mi tranca en su boca, la succionó y recibió mi leche entre los labios. Yo estaba en el cielo. Me mamó la verga y la ordeño hasta dejarla seca, la limpio y la volvió a acariciar. Levanté su cabeza y le ví la cara de felicidad que tenía y observé que sobre sus labios y barba aún quedaban restos de mi venida. Lo acerque a mi boca y con la lengua los limpié. Nos fundimos en un beso profundo y silencioso y caímos rendidos en la cama. Tan abrazados que no había ni un centímetro entre nosotros.

-Gracias Paul, le dije. Me acabas de abrir la puerta del cielo.

-Gracias a ti Eduardo, dijo, hacía tanto que no estaba con un hombre que ya no recordaba lo feliz que podía ser.

Nos quedamos profundamente dormidos acariciándonos son cesar. Durante la noche nos despertamos varía veces y nos hicimos el amor. Paul estaba ávido de sentir mi verga en su culo y Yo feliz de estar con un hombre como él. Al otro día nos levantamos y volvimos a follar en la ducha. No teníamos llenadero. Y así fueron los siguientes quince días en el curso. Todas las noches cogimos hasta quedar exhaustos y dormimos uno en los brazos del otro. Queríamos recuperar el tiempo perdido. Muchas veces me descubrí metiéndole mano en el elevador y a él acariciando mi tranca cuando nadie nos veía. Paul es un amante agradecido y una excelente persona, y Yo, pues era muy nuevo en esto pero le echaba muchas ganas.

El curso terminó y cada uno tenía que regresar a su familia. La tristeza me tenía loco, pero teníamos nuestras vidas hechas y nos teníamos que separar. Ocupamos el último fin de semana para ir a Vermont y ahí nos cogimos con la intensidad de los condenados a muerte. Paul regresó a Omaha Nebraska y Yo a la Cd. De México, no sin antes prometernos que siempre nos volveríamos a buscar. No contábamos con el destino que nos iba a juntar.

El Sr. Paul Dilliger fue ascendido a director ejecutivo de la empresa y se traslado a vivir a New York, a mi me convirtieron en el director comercial para América Latina y tenía que viajar por lo menos dos veces al mes para allá y cada vez volvíamos al hotel que presenció nuestra primera cogida. Hoy, después de algunos años seguimos siendo amantes. Él ya va a ser abuelo y Yo tengo dos hijos más, pero seguimos follando con la intensidad de la primera vez. Ahora sé que soy bisexual y estoy enamorado de Paul, pero jamás he tocado a otro hombre. El me entrega su cuerpo de tal manera que pienso que siente lo mismo por mí. Hay veces que pienso que he sido muy injusto con mi mujer, pero cuando veo al Señor Dilliger desnudo, mirándome con ganas de quererme comer todo se me olvida y me dejo ir.