No puedo dejar de ser infiel (4a experiencia)

A pesar de haber quedado tan satisfecha no pude resistirme a seguir teniendo sexo.

Luego de haber tenido esa breve pero excitante sesión de sexo, decidimos ir a terminar la noche a la casa de nuestros nuevos amigos, vivían cerca del lugar, en un lujoso piso de barrio norte, Franco iría en su auto con la mujer y yo con mi nuevo amante, al que después de haber hecho todo lo que hicimos me enteré que se llamaba Roberto y le gustaba que le dijeran Beto.

También me contó que tanto el como su esposa Andrea eran médicos y desde hacía un par de años practicaban el intercambio de parejas, se quedó mirándome cuando le dije que Franco no era mi marido, pero mucho no le interesó, pues me declaró que le había fascinado tener sexo conmigo y que pretendía vernos en otra ocasión pero a solas, le contesté que no habría mayores problemas, solamente que podríamos hacerlo cuando yo viaje a la Capital.

Llegamos y entramos directamente a la cochera del edificio, el auto de Franco estaba en la puerta, señal que habían llegado antes, ya en el ascensor empezamos a besarnos y a tocarnos, Beto era muy caliente, casi insaciable y yo no me quedaba atrás.

Tardamos unos minutos en entrar al piso, nos quedamos en el recibidor, por que Beto se había encaprichado en practicarme sexo oral, el muy asqueroso me decía que quería sentir el gustito de mis jugos derramados en el boliche, gustosa lo dejé hacer y gocé con su lengua juguetona.

Mas tarde entramos, Franco y Andrea no habían perdido el tiempo, estaban llevando a cabo la más excitante situación, Franco estaba en cuatro patas sobre el sillón, con sus piernas bien separadas, Andrea, arrodillada detrás suyo le lamía el culo, deslizaba su lengua viciosa hacia abajo y la pasaba por sus huevos para luego atrapar entre sus labios el falo enorme y erecto de el.

La escena era terriblemente caliente, creo que hasta Beto se asombró de ver la actitud lujuriosa de su esposa que le mamaba la verga a Franco con desesperación, -¡esa es de las mías! – pensé colocándome detrás de mi amante y pasando las manos por delante de su cintura, comencé a acariciar su bulto que se encontraba crecido producto de la situación que estaba observando, me tomó de la mano y me llevó al dormitorio casi corriendo, los dos estábamos tan desesperados por coger que prácticamente nos arrancamos la ropa mutuamente.

La escena de Franco y Andrea me había dejado mal y tuve ganas de repetirla con Beto, lo hice poner en la misma posición y separando los cachetes con mis manos metí mi lengua hambrienta entre ellos, el ano de Beto era único, prolijamente depilado, al igual que sus testículos y todo su cuerpo, lo hacía muy atractivo y también muy deseable.

Durante un buen rato alterne entre su orificio anal, sus huevos y su poronga, mientras lamía su culo lo masturbaba y luego me la volvía a meter en la boca disfrutando a pleno con cada mamada, yo no paraba de acabar y a pesar de ello, mi calentura seguía en aumento a cada instante.

Estaba sosteniendo su verga entre mis labios succionándola con fuerza mientras introducía mi dedo índice en su culito, cuando en ese preciso momento y entre los gemidos de placer Beto derramó toda su leche candente en mi boca, fue una acabada monumental, tan grande que a pesar de tratar de tragarme toda su esperma no pude evitar que se derramara por la comisura de mis labios, el segundo chorro saltó sobre mi cara, empapando mi nariz, mis labios, mis mejillas, mis ojos, de inmediato nos acostamos y empezamos a besarnos en la boca acaloradamente, el recogía su semen con la lengua y me lo pasaba, nunca había hecho semejante cosa y me maravillaba de lo apasionante que era.

Esto también lo excito a Beto, al minuto tenía la pija nuevamente dura como una roca, sentí el deseo de ser penetrada y se lo pedí, el se deslizó por la cama y se subió encima de mi, lo recibí con mis piernas abiertas, dispuesta y ansiosa por gozar con ese falo gordo y duro. La penetración fue maravillosa, su verga entraba y salía de mi cuerpo a ritmo acelerado, yo movía mis caderas y mi vientre adecuándome al suyo, mi vagina había tomado las dimensiones de su pene y todo era formidable.

Beto sujetaba mis manos por sobre mi cabeza, ya no tenía libertad para moverme ni para acariciarlo, solamente me quedaba la opción de recibir sus embestidas violentas y gozar como loca mirando por el espejo del costado como me la enterraba sin parar.

Los gritos de Andrea proveniente del living me pusieron mas caliente, sonidos guturales se escapaba de su garganta haciendo saber a Franco cuanto gozaba por tener su verga en el culo, me imaginaba toda la escena y como estaría gozando esa hija de puta al tener en su culo esa pija que era mía, mi calentura seguía en aumento y Beto se percataba de ello, sacó su pito de mi vagina y levantó mis piernas hacia el techo tomándome de los tobillos, luego las separó y apoyó su glande sobre mi ano, estaba enfurecido de la calentura, fue solamente un movimiento violento, brusco, brutal; de repente su verga quedó totalmente dentro de mi culo y mis gritos de dolor inundaban todo el departamento.

Beto se sacudía y me sacudía, no paraba de cojerme, yo suplicaba que acabe de una vez, me había penetrado casi en seco y comenzaba a sentir mi orificio anal totalmente irritado, igualmente gozaba, me excitaba verlo y sentirlo como me sometía y me hacía su esclava, uso una de sus manos libres y comenzó a meterme un dedo en la vagina, luego fueron dos y luego tres, volví a tener varios orgasmos seguidos hasta que Beto a los gritos y temblando sacó la verga de mi ano y quitándose el preservativo acabó sobre mi vientre, apoyaba su verga sobre mi barriga y desparramaba la leche derramada, con mi mano acariciaba ese miembro aun semi parado quitando con mis dedos las últimas gotitas de esperma que quedaban en su glande, para llevarlos a la boca y deleitarme con su sabor exquisito.

Me quedé tirada en la cama, no podía moverme, mi cuerpo dolorido pedía a gritos una tregua, Beto me acomodó boca abajo y comenzó a hacerme masajes, el placer era infinito, su mano bajó suavemente por mi espalda, sus dedos se deslizaron delicadamente entre mis glúteos y acariciaron mi orificio anal herido y dilatado por la violenta batalla; comenzó a untarme una crema refrescante, mientras me besaba las nalgas con dulzura.

La puerta del dormitorio se abrió, allí estaban Franco y Andrea, ella se encontraba demacrada, tenía unas terribles ojeras, pero aún así se le notaba que estaba por demás satisfecha, no era para menos, mujer que era cojida por Franco no podía quedar de otra manera, el se sentó en el borde de la cama y le preguntó a Beto que me pasaba, mi nuevo amante separó mis glúteos y dejó que Franco viera como había quedado mi culito, los dos se rieron y Franco hizo lo mismo con Andrea, realmente me conmovió ver eso y pregunté si a mi también me había quedado igual, el gesto de los tres me daban la respuesta afirmativa.

Eran casi las cinco de la mañana cuando llegamos al departamento de Palermo, me tiré en la cama mientras Franco preparaba café, por suerte el ardor de mi ano había pasado, no así el dolor pero sabía que era cuestión de un rato, me desvestí por completo y me acosté debajo de la sabana, Franco llegó con el desayuno y también se desvistió, no podía dejar de admirarlo, al quitarse los boxer su enorme verga quedó bamboleándose entre sus piernas, era tan larga y tan gruesa que resultaba imposible no desear tocarla.

El me miró sonriente, orgullosos de saber que me volvía loca por su miembro, también sabía que esa era el arma secreta con la cual podía lograr conmigo lo que se propusiera, yo estaba dispuesta a todo con tal de seguir teniendo tan semejante aparato.

Bebimos el café y Franco se durmió profundamente, a pesar de intentarlo yo no podía, estaba desvelada y acelerada, las imágenes de la noche pasaban velozmente por mi cabeza, no podía pensar en otra cosa, había sido una experiencia fuerte y vibrante, me había excitado ver a Franco metiendo su poronga en el culo de Andrea y ella sonriendo y disfrutando de semejante trozo, me había excitado ver a Beto como se calentaba al ver a su mujer entregándose por completo a un desconocido, me excitaba pensar que bueno sería que mi propio marido me propusiera hacer lo mismo, verlo coger con otra y que me viera cuanto gozo con otro.

Miré a mi lado y Franco dormía boca arriba, roncaba por demás, su pecho se inflaba en cada suspiro, su pito hermoso descansaba sobre su vientre, aún así, dormido, era enorme y atractivo, su glande asomaba apenas y sus venas lo recorrían hinchadas, sentí ganas de acariciarlo y lo hice apenas, tenía miedo de despertarlo y que se molestara, pero........, si esa pija era mía, yo tenía derecho y no solo la acaricié sino que me acomodé sigilosamente y empecé a besarla y lamerla.

Franco seguía durmiendo, pero su verga estaba mas despierta que nunca, apenas mi lengua recorrió su longitud se le puso totalmente erecta y mas hermosa que nunca, no dudé un segundo en engullirla, estaba sabrosa, caliente, me fascinaba sentir ese músculo duro en mis labios, su glande llegaba a mi campanilla y mi desesperación me llevaba a tratar de tragarla mas.

El se despertó y sus manos aferraron mis rulos, empezó a moverse como si me estaría cojiendo por la boca mientras yo también me movía como si lo masturbara con mis labios, en segundos estábamos los dos volviéndonos loco por tener sexo, me tiro de los cabellos con fuerza haciendo que soltara su miembro, con habilidad me acostó boca arriba y metió su cabeza entre mis piernas que instintivamente se separaron para dar lugar a su lengua.

Lo apretaba con fuerza contra mi vagina, lo quería meter entero dentro de mi, apoyando mis piernas en la cama levantaba mis caderas para recibirlo mejor, su lengua filosa entraba y salía de mi concha empapada, desesperada de calentura lo miraba y me deleitaba viendo su bocaza abierta comerse mi vagina; en el mejor momento de la situación el desagradable sonido del teléfono me hizo desconcentrar, agitada y caliente tomé el tuvo y pregunté quien era, aunque sabía perfectamente que la voz del otro lado sería la de mi marido.

Quise sacar a Franco de entre mis piernas, pero el muy degenerado parecía pegado a mis labios, metía y sacaba la lengua con rapidez haciendo que no pueda concentrarme en lo que hablaba con Gregorio que empezaba a molestarse por mis silencios prolongados, volví a insistir con deshacerme de Franco, pero el seguía empecinado en cojerme con su lengua, levantó su cabeza y me miró sonriente, de inmediato volvió a meterse entre mis piernas, esta vez para hacerme algo que me pondría enloquecidamente caliente, sus dientes empezaron a mordisquear mi clítoris totalmente erecto y acabé sin siquiera poder dar el mínimo grito de gozo.

Me disculpé de Gregorio inventando que todavía me encontraba medio dormida y le dije que lo llamaría mas tarde, el empezó a explicarme que volvería recién por la noche, la charla con mi esposo se hacía extensa, no sabía como hacer para terminarla, tampoco sabía como podría seguir hablando con las cosas que me hacía Franco, que de repente se irguió en la cama y pude ver como apuntaba su enorme verga hacia mi conchita lubricada, tuve que morderme para no lanzar el grito de placer ante la suave penetración, de un solo intento me la había clavado hasta lo mas profundo de mi ser y se movía lentamente, no pude aguantar mas y mientras trataba de dar contestaciones lógicas a mi esposo empecé a moverme al ritmo que me proponía mi amante.

Por fin pude cortar y una calentura furiosa me vino de repente, me sacudí con violencia tratando que la pija de Franco entrara mas aún dentro de mi; el me dio vueltas y me puso en cuatro, sentí que su miembro nuevamente me penetraba de golpe y hasta el fondo, arqueando mi espalda me movía de atrás hacia delante provocando la mas profunda penetración, me gustaba sentir sus manos fuertes aferrar mis cabellos y tirarlos con fuerza hacia atrás, no podía parar de gozar y de pedirle mas y mas.

Lo peor todavía no había llegado, sin decirme nada, sacó su pija y con una rapidez asombrosa la apuntó hacia mi ano y avanzó, el dolor fue terrible, aún lo sentía dolorido y me quemaba por su irritación, grité y le pedí a Franco que no lo hiciera, pero el estaba desencajado y me la enterraba mas adentro y cada vez con mas fuerza y violencia, sentí que me desmayaba, estaba al borde de mis fuerza y de perder mi conocimiento, cuando sentí que el gemía, de pronto mis intestinos se inundaron de su semen espeso y caliente, Franco se quedó quieto con todo su miembro adentro mientras yo sentí con alivio como su músculo se le moría lentamente.

Esta vez si me dormí, había tenido demasiado sexo y del mas duro en muy pocas horas, estaba sumamente satisfecha y también algo confundida, todo esto lo había hecho por un capricho de Franco y ahora me preguntaba, ¿hasta donde llegaría si seguía satisfaciendo sus antojos?.

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