No puedo dejar de ser infiel (3a experiencia)

mi amante me entregó a otro hombre por capricho y yo no me pude resistir.

A partir de esa noche, mi relación con Franco se volvió vertiginosa, ya no podía ni quería evitarlo, por el contrario, nos buscábamos y en todos los casos terminábamos teniendo sexo, en cualquier lugar que nos encontráramos lo hacíamos y cada vez éramos mas osados.

Sus visitas a casa eran asiduas, a veces lo veía por la ventana de mi dormitorio permanecer escondido hasta que mi marido salía, a los segundos estaba llamando a la puerta y al abrirle entraba como una tromba, me tomaba entre sus brazos y yo me entregaba al placer y a la lujuria sin oponer la mínima resistencia, todo se había transformado en una relación peligrosa, casi enfermiza, a Franco le gustaba jugar con el peligro que nos descubrieran, pero también me ponía en juego a mi y yo no podía oponerme, las ganas de entregarme a su juego morboso podía mas que cualquier otra cosa.

Ya ni siquiera podía entrenarme de la manera que lo hacía, yo corría por un camino de tierra, esos que están entre los campos, él me alcanzaba con su auto y prácticamente me obligaba a subir, a los segundos nos encontrábamos cojiendo como adolescentes, creo que no quedaban lugares donde no hayamos tenido sexo, entre los pastizales, en la fabrica abandonada e incluso en los vestuarios del club.

No me daba cuenta de las locuras que estaba cometiendo por seguir a ese tipo, mi amiga Laura me reprendía continuamente diciéndome que no podía poner en juego mi matrimonio y mucho menos mi nombre, además me cuestionaba y no entendía que hacía yo con un hombre que podría ser mi padre.

Así fueron sucediendo las cosas, yo seguía a Franco en todos sus juegos y concretábamos juntos todas nuestras fantasías, un día luego de haber tenido buen sexo, él me dijo que tenía que viajar a la Capital y quería que lo acompañe, la idea de estar unos días totalmente libre con ese tipo me excito de inmediato, no sabía como encararía el tema con mi esposo, tal vez le diría que tenía una competencia, pero Gregorio siempre trataba de acompañarme, debería inventar alguna excusa para que me dejara ir sola.

No fue necesario, cuando hablé con Gregorio de viajar a la Capital se anticipo a decirme que en esa fecha debía estar en Bahía Blanca, que no podía acompañarme, fue como tocar el cielo, tuve que darme vuelta para que no viera la sonrisa de alegría que se dibujó en mi rostro.

Llegué a la Capital medio día antes que Franco, preparé y acomodé el departamento de Palermo para darle la bienvenida, me desnudé para esperarlo, llevaba únicamente la tanguita negra de encajé del modelo que a el tanto le gustaba, con el famoso y bien ponderado hilo dental entre mis cachetes y el diminuto triangulito en la parte delantera.

El llegó y sin mediar palabra nos besamos acaloradamente luego empezamos a revolcarnos en el sillón, con desesperación saqué su verga ya erecta y comencé a mamarla, estaba enloquecida, nunca la había sentido tan sabrosa, Franco gozaba a los gritos, lo podíamos hacer tranquilos, nadie conocido podría escucharnos esta vez, sentí su cuerpo vibrar, sus manos tomaron mis cabellos con fuerza, sus gritos se transformaron en gemidos y un exquisito chorro de semen caliente se derramó dentro de mi boca, disfruté su sabor hasta la última gota y seguí chupando con ganas, no quería ni podía alejar mi boca, luego tuvimos sexo hasta casi las dos de la tarde, agotados y hambrientos bajamos a comer.

Fue durante ese almuerzo que mi amante empezó a insinuarme que tenía una fantasía que hacía tiempo quería hacerla realidad, cada vez que me hablaba de esas fantasías yo temblaba, sabía que el podía convencerme, no puedo explicarme el por que, pero Franco lograba que yo aceptara sus caprichos sumisamente, entre charla y charla me dijo que a la noche quería ir a conocer un boliche pero que era diferente a los demás, sin saber bien de que hablaba le contesté que me gustaría salir esa noche.

Volvimos al departamento y dormimos toda la tarde, nos despertamos al anochecer y nos preparamos para pasar un velada excitante, no tuve problema en elegir lo que me pondría esa noche, ya lo había pensado de antemano, era un vestidito blanco, muy fino, de faldas bien cortitas de manera que pueda lucir bien mis piernas y mis muslos que eran mi fuerte, me gustaba mucho ese vestido por que marcaba las tiritas de mi tanga y era muy sensual, muy ajustado y escotado en la parte delantera marcaba bien mis pezones grandes sobre mis pequeñas tetitas, mi espalda quedaba totalmente desnuda, desde mis hombros hasta la cintura, Franco me miraba y se babeaba mientras me observaba caminar sobre las sandalias de taco, acomodé con mi mano la cabellera enrulada y me maquillé pintando mi boca de un rojo fuerte, -¡ que hermosa puta ¡- exclamó Franco mientras me tomaba de la cintura y apoya su bulto semi crecido sobre mis nalgas, - los hombres te envidiaran por estar con esta puta – le contesté liberándome de el para que entienda que no era el momento.

Fuimos en el auto de el, me llevó a cenar a la Recoleta, fue la primera vez en mi vida que me sentí una diosa, seguramente por que estaba vestida y me movía como si fuera un verdadero gato, Franco me llevaba de la mano y hasta llegó a asentirse incomodo al ver como me miraban los hombres.

Cenamos bien y bebimos casi dos botellas de un excelente vino tinto, yo empezaba a ponerme alegre y a perder lo que me quedaba de vergüenza, abrazaba a Franco y lo besaba sin parar, si bien el aceptaba gustoso mi actitud se sentía bastante incomodo que lo haga delante de tanta gente.

Se apresuró a pagar la cuenta y nos retiramos, el empezó a buscar el famoso boliche que quería conocer, mientras tanto yo empezaba a parecer una amante insaciable, acariciaba su bulto erecto mientras con mi lengua jugaba sobre su oreja, el había empezado a sudar y me decía que nunca me había visto de esa forma, era que nunca habíamos estado tan libres de poder hacer cuantas cosas queríamos, me encontraba sumamente caliente y estaba apunto de decirle que suspendamos lo del boliche, que me llevara al departamento y me cojiera hasta el amanecer, pero Franco comenzaba a estacionar.

Era un lugar muy oscuro, tardé unos minutos para habituarme a la penumbra, un gran salón iluminado con luces negras y azules estaba rodeado de sillones dobles con mesas ratonas, Franco se detuvo al pasar la entrada hasta que una mujer elegante y provocativamente vestida se nos acercó y luego de darnos la bienvenida nos guió hasta uno de los reservados.

Nos acomodamos con mi hombre en unos sillones cerca de la barra, el pidió una botella de champaña mientras yo volvía a mi jueguito, aprovechando la oscuridad del lugar volví a posar mi mano sobre su bulto, lo apreté, lo froté con deseo, no creía poder soportar toda una noche de esa manera, me mordía de deseo de ponérmela en la boca.

Todo me parecía sumamente distinto, la mujer que nos había recibido se acercó al reservado de al lado, allí había una pareja de unos treinta años cada uno, ella era una hermosa morocha de largos cabellos lacios hasta su cintura, buenos senos, cola redonda y parada, largas piernas, el tipo también era bien parecido y muy llamativo, estaba elegantemente vestido, rubio, alto, atlético, con una barba incipiente, llevaba su camisa desabrochada hasta el tercer botón dejando al descubierto su pecho totalmente cubierto de bellos.

La mujer les hablaba mientras le señalaba hacia otro sector, ellos también miraron, no pude contener mi curiosidad y empecé a observar que pasaba, la encargada hizo una seña al lugar donde todos miraban, de repente entre la penumbra apareció otra pareja que se acercaba sonriente, eran también jóvenes y elegantes, ella de cabello muy corto teñido de rubio caminaba segura, moviendo sus caderas provocativamente, el en cambio caminaba dubitativamente atrás de ella, se secó la transpiración de su cabeza afeitada y luego pasó sus dedos por el bigote en señal de nerviosismo, se sentaron todos juntos y empezaron a presentarse mientras la camarera descorchaba una botella de buen vino.

Franco me tenía abrazada y una de sus manos había penetrado por mi escote, sus dedos pellizcaban suavemente mi pezón, a pesar de empezar a mojarme no podía dejar de mirar lo que sucedía en el reservado contiguo, vi que el hombre rubio se levantó y tomando de la mano a la rubia la invitó a levantarse, ella lo hizo sonriendo y juntos caminaron hacia el centro del salón, donde una plataforma apenas elevada hacía las veces de pista de baile.

Mis ojos recorrían con rápidamente el espacio entre la pista y el reservado, el pelado miraba fijamente como su mujer se apretaba contra el cuerpo del otro hombre y comenzaban a moverse al ritmo de la música lenta, una leve sonrisa se dibujó en su boca, y su mirada tenía una mezcla de excitación y placer; la morocha en cambio dejó de mirar a su hombre y bajó la cabeza, el pelado se levantó y la invitó a hacer lo mismo, ella obedeció casi sumisa, casi a los tirones la llevó a la pista, la mujer de largos cabellos se mostraba tímida, pero no opuso resistencia cuando el hombre pasó sus manos por su cintura y la apretó contra su cuerpo.

Me excitaba de sobremanera ver como las dos parejas se calentaban mirándose unos a otros, la chica de largos cabellos poco a poco se fue entregando al juego, sus brazos que al principio solamente se apoyaban sobre los hombros del tipo, ahora se cruzaban detrás de su cabeza, el, sin perder tiempo había bajado sus manos hasta la cola, sus dedos abiertos apretaba con fuerza los glúteos de ella, los hombres se miraba y se hacían gestos animándose uno al otro a seguir adelante.

Franco me avisó que iba al baño, asentí con la cabeza sin prestarle mayor atención, no quería perder detalle de lo que sucedía con esas dos parejas, los miraba y me mojaba toda con solo ver esa situación tan caliente, quería ver mas, quería que llegaran mas allá y quería presenciar lo que sucedería.

La chica de pelo largo quiso evitar que su amante le acariciara sus pechos, le tomó la mano y trato de sacarla de encima, pero el tipo parecía estar decidido a concretar su acción, tomó la mano de la chica y la obligó a bajarla, con fuerza le apretó la muñeca y la obligó a que la abriera para luego hacerle que la posara sobre su bulto totalmente erecto, ella trato de resistirse, pero fue en vano y durante muy poco tiempo, a los segundos sus dedos se cerraban sobre esa protuberancia y empezaban las caricias frenéticas, seguidamente sus bocas abiertas se confundieron en un apasionado beso, sus lenguas se retorcían una contra otra saliendo de sus bocas con ardiente deseo.

A los minutos, los dos desaparecieron detrás de unas cortinas negras, yo, agitada y caliente busqué a Franco por todos lados, lo encontré apoyado en la barra, hablando con otro tipo al que no lograba ver con claridad, tenía ganas de ir a buscarlo, no aguantaba mas mi calentura, quería que viniera en ese momento y me penetrara, no quería preámbulos ni jueguitos preliminares, solamente deseaba que me cojiera sin parar.

Franco vino caminando y el otro tipo se encaminó hacia su lugar, mi amante se sentó a mi lado y sin decirme nada comenzó a besarme el cuelo, detrás de las orejas, mis hombros, bajó hasta mis tetitas y abriendo mi escote empezó a succionar mis pezones duros, yo aferraba con fuerza su cabeza y lo apretaba contra mi pecho, con la mano libre buscaba su entrepierna, me desesperaba por sacarla de ahí adentro y poder sentir su suave piel candente.

El se detuvo de golpe, le suplique que me cojiera sin dejar de desabrocharle el pantalón, saqué su verga afuera y me tiré encima de ella con el objeto de chuparla hasta secarla por completo, pero me detuvo nuevamente y nuevamente le rogué por sexo.

Franco metió su mano debajo de mi falda, me recosté hacia atrás y separé mis piernas entregándole mi vagina empapada, con dos dedos me penetró y con un tercero frotaba mi clítoris, yo no aguanté mas y empecé a moverme mientras escuchaba lo que mi amante me proponía.

Me dijo que el tipo que estaba con el, le había propuesto cambiar las parejas, la esposa del otro estaba de acuerdo y deseaba estar con Franco, solamente faltaba mi decisión, yo no le respondía, solamente me dedicaba a gozar con sus dedos gruesos que entraban y salían de mi conchita.

Franco volvió a preguntarme si aceptaba, yo no sabía que decir, nunca había vivido una situación similar, lo único que quería era tener sexo, cerré mi ojos y tiré mi cabeza hacia atrás, dejé que el decidiera, estaba tan excitada que aceptaría todo lo que me propusiera.

Cuando abrí los ojos vi que un hombre y una mujer estaban con nosotros, los dos miraban sonrientes como Franco me cojía con sus dedos, - ¿qué estoy haciendo? – me pregunté, pero no podía ni quería detener a mi hombre.

La mujer se excitaba a cada momento, su sonrisa había desaparecido y un gesto lujurioso de excitación ahora se dibujaba en su rostro, no era una hermosa mujer, pero si muy interesante, una larga cabellera rubia caía mas debajo de su hombros, cara delgada y nariz grande, tenía ojos oscuros y boca grande, sus tetas eran enormes, y sus piernas largas y muy delgadas, había levantado su falda corta y corrido levemente el triangulito de su tanga, sus dedos acariciaban rápidamente su vagina cubierta de gran cantidad de vellos.

El tipo se inclinó sobre mi y comenzó a besarme en la boca, yo miraba asombrada su actitud sin poder resistirme, sentía su lengua que entraba en mi boca y se apoyaba sobre la mía, luego lamía mis labios semiabiertos mientras sus manos empezaban a reconocer mi cuerpo, sentí que los dedos de Franco me abandonaban en el mejor momento de mi goce, desesperada y sin importarme nada, abracé al tipo y también lo besé con fuerza, estaba dispuesta a entregarme a todo lo que sucediera de ahí en mas.

El tipo me hizo parar y tomándome de la mano me guió hacia el otro lado del salón, nos dirigimos por el mismo lugar donde un rato antes habían desaparecido las otras dos parejas, era un pasillo largo, con alfombras en sus pisos, paredes y cielorrasos, cortinas rojas cubrían el acceso a salas privadas, escuché risas y gemidos y me detuve haciendo detener también a mi amante, corrí apenas la cortina, allí a escasos centímetros estaba la morocha, vistiendo solamente una pequeña bombacha, arrodillada frente al tipo con su verga en la boca, la succionaba suavemente, casi con timidez, lo hacía con placer de sentirse admirada por su marido que la observaba excitado.

El tirón de manos hizo que volviera en mi, fui llevada hacia otra sala, casi idéntica a la que estaban las dos parejas, el se paró delante de mí y recién en ese momento pude observarlo detenidamente, era un tipo morocho, tendría alrededor de cuarenta y cinco años, cabello corto y lacio peinado hacia atrás con fijador, ojos marrones claros, con mirada penetrante y una sonrisa realmente encantadora, no se si era por mi estado o que pero sentí una fuerte atracción hacia el.

Nuevamente nos besamos, su cuerpo se apretó con fuerza contra el mío y me dio placer sentir su miembro crecido apoyarse en mi entrepierna, desabroché su camisa y acaricié suavemente su cuerpo bronceado y lampiño, fui bajando hasta llegar al cinturón, el que desabroché rápidamente, me carcomía la ansiedad de conocer esa nueva verga, sentía el deseo de ponérmela en la boca urgentemente, bajé el cierre de su pantalón y metí mi mano, sin verla sabía que sería hermosa, estaba dura, caliente y su piel era suave, la saqué afuera y no pude evitar mirarla, su glande, apenas asomado era pequeño y redondo, su miembro se ensanchaba hacia atrás en forma acentuada, era bastante grueso aunque su longitud no era como la de Franco.

No pude soportar la tentación de saborearla y me arrodillé frente a el, su verga totalmente erecta quedó apuntando hacia el techo, empecé a lamer sus huevos y fui subiendo con mi lengua por todo su tronco, mientras lo sostenía en mi mano le daba ligeros lengüetazos a su cabeza brillante, empezaba a sentir el sabor exquisito de sus líquidos y el impulso irrefrenable de tragarme todo ese músculo, abrí mi boca y avancé hacia delante, me detuve cuando sentí su glande pegar en mi garganta, el tipo se estremeció, me quedé quieta manteniendo su falo en mi boca y succionándolo con fuerza.

Franco y la esposa del tipo llegaron riéndose a carcajadas, se detuvieron unos segundos a nuestra lado y escuché a Franco decirle a la mujer que quería que le hiciera lo mismo, ella le pidió que se sentara en el sillón y agachada empezó a desabrocharle la bragueta, me di cuenta que la tenía afuera cuando la mujer lanzó una exclamación por el tamaño de su verga, sin mirarla supuse que había empezado a chuparla, ya no hablaba y solamente se sentía su respiración agitada, -¿te gusta mi amor? Le preguntó su marido, - ¡es hermosa! – exclamó ella volviendo a meter la pija de Franco en la boca.

Terminé de quitarle los pantalones y me desnudé, sentí ganas y pensé que era el momento de sentirla dentro de mí no sin antes gozar con la boca de el sobre mi vagina, se dio cuenta de ello y me hizo sentar al lado de Franco, abrí mis piernas y recibí gustosa su boca experta, su lengua jugaba entre mis labios y sus dientes mordían con suavidad mi clítoris erecto, Franco me escuchaba gemir y se excitaba aún amas, empezó a acariciarme los pechos mientras buscaba mi boca para besarme, fue un momento super excitante sentir que me la chupaban mientras otro me besaba, no pude aguantar mas y tuve mi primero orgasmo.

El tipo se irguió y se colocó un preservativo, de inmediato buscó la entrada de mi concha, su verga gorda entró sin impedimentos y yo la recibí sonriente y satisfecha, movía mi vientre al ritmo que el proponía, de esa manera lograba una mayor penetración y goce, sus dedos pellizcaban con fuerza mis pezones, me dolía, pero también gozaba con ese dolor caliente, yo volvía a acabar y el se daba cuenta, - ¡que puta es tu mujer! – le decía el a Franco pensando que éramos matrimonio, el hijo de puta le había mentido para cojerse a su mujer, -¿te gusta?, ¡cojela también por el culo! – le contestó mi supuesto marido.

Entre jadeos y agitación, el tipo me preguntaba si la quería por el orto, suspirando le conteste que lo deseaba de verdad, el tomó mis piernas y las levantó hacia el techo, colocó un almohadón debajo de mi espalda y encaminó su verga dura hacia mi orificio anal, por la oscuridad no lograba encontrarlo, de manera que lo tomé entre mis dedos y se la acomodé en la entrada, suavemente empezó a empujar y fue entrando mientras los dos gozábamos a pleno.

Los movimientos suaves fueron acrecentando, cada vez eran mas fuertes y rápidos, hasta llegar a sacudirnos violentamente, sus embestidas poderosas me hacían sentir todo el grosor de su miembro, le pedí que no acabara con el forro, quería que lo hiciera en mi cara, el sacó su poronga y quitándose el condon apuntó hacia mi cara, recibí gustosa el chorro de su leche, deje que chorreara por mi nariz y cayera dentro de mi boca abierta, el gusto exquisito de su esperma caliente me volvió loca, el tipo me miraba sonriente, se había echado sobre mi, lo tomé por la cabeza y sin dejarlo mover lo besé en la boca, el no se resistió, nuestras lenguas se retorcían entre ellas intercambiando nuestra saliva mezclada con semen, esa situación me calentó de tal manera que tuve el tercer orgasmo.

A nuestro lado estaba Franco en plena faena, la mujer había tomado la posición de perrito y con las manos separaba sus glúteos, Franco, con su poderosa poronga la penetraba por el culo, ella gritaba de dolor, se le notaba en el rostro, pero aún así pedía que se la metiera mas, el la tomaba por los cabellos y la atraía hacia atrás logrando enterrarle su verga hasta lo as profundo de su ser, luego de ese exquisito maltrato el acabó, se quedaron tirados uno al lado del otro, el cuerpo de ella temblaba y se acariciaba el ano extremadamente dilatado.

Al minuto apareció la camarera sonriente, traía en la bandeja un balde con otra botella de champaña helada, sirvió las cuatro copas y cada uno brindó por algo, yo lo hice por mi segundo amante y por otra infidelidad en mi haber.

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