No pude aguantarme con este feo

Soy chilena y tengo 24 años de edad. Mido 1,68 m. Pelo castaño claro y ojos verdes. Tengo una bonita figura, unos senos medianos y un trasero más bien generoso. Aunque siempre he creído que lo que más les gusta a los hombres es mi rostro de niña.

No pude aguantarme con este feo

Soy chilena y tengo 24 años de edad. Mido 1,68 m. Pelo castaño claro y ojos verdes. Tengo una bonita figura, unos senos medianos y un trasero más bien generoso. Aunque siempre he creído que lo que más les gusta a los hombres es mi rostro de niña. La historia que les voy a contar ocurrió hace unos meses atrás. En verano me encontraba trabajando como part-time en una tienda deportiva en un mall de mi ciudad. Corría el periodo de vacaciones en mi universidad, donde estudio una carrera del área de la salud. Yo necesitaba juntar algo de dinero y también distraerme. Por lo que decidí trabajar. Con mi novio habíamos cumplido casi dos años juntos y la relación era buena, aunque había perdido algo del entusiasmo inicial. Pero Alan todavía me resultaba muy atractivo y además de ser cariñoso me satisfacía completamente en la cama. Yo todavía vivo con mi familia, pero Alan ocupaba un departamento que le habían comprado sus padres cerca de la universidad. Él estudia Ingeniería. Después de mi trabajo, a menudo, me iba a quedar con mi novio y teníamos sexo regularmente. A mí me encanta chupar el pene de Alan por un buen rato y enseguida desnudarme y ponerme en cuatro, presentándole todo mi trasero y vagina, para que él disponga de mí como quiera. Una vez que lo siento dentro de mí, me pongo muy loquita y comienzo a gemir como una putita, sin ni siquiera darme cuenta de ello.

En mi trabajo el tiempo pasaba rápido. Muchas personas entraban y salían de la tienda todo el tiempo. Hombres muy guapos y mujeres estupendas. Pero mi atención estaba en desempeñar bien mi labor de ventas. En el local todos habían sido muy amables conmigo en estas dos semanas en que llevaba trabajando: Mi jefa, compañeras y compañeros. Entre estos había un hombre de unos 40 años de edad llamado Felipe. No era especialmente atractivo, ni tampoco tenía una personalidad avasalladora que llamara la atención de todos. Pero siempre estaba cerca para apoyarme y enseñarme algún procedimiento que yo no supiera. El atractivo que Felipe tenía era su voz. Una voz profunda y pausada que yo no sé por qué me provocaba unas cosquillas en mi garganta cuando lo oía hablarme. Poco a poco, en cualquier momento libre nos poníamos a conversar sobre cualquier asunto. La verdad, es que yo no lo miraba como nada más que un amigo, algo mayor, que era agradable conmigo… y que me provocaba unas cosquillas para nada sexuales.

Cierto día durante un turno de la tarde, Felipe me preguntó si me apetecía ir con él a beber alguna cerveza y comer algo en un local que estaba en un servicentro cerca de allí. Le dije que lo pensaría. Y efectivamente lo pensé. Mi novio no estaría en su departamento hoy pues debía acompañar a sus padres a la casa de mi cuñada. Además, una cerveza en un local de mala muerte, en un servicentro, era mucho mejor para mí, pues con seguridad no me encontraría a nadie conocido allí. Hoy estaba aburrida. Bueno, voy un rato, pensé, conversamos y ya me voy a mi casa en un Uber. No tiene nada de malo. Entonces fui y le dije a Felipe que aceptaba ir. Él me dijo OK.

De noche, al salir, lo seguí a los estacionamientos pensando que el local estaba en esa dirección. Pero era porque Felipe tenía ahí su auto.

-¿Felipe, andas manejando?. Le dije.

-Si, todos los días vengo en auto a trabajar.

-¿Y piensas beber cerveza y luego conducir a tu casa? No me parece una buena decisión.

-La verdad es que había pensado en eso. ¿Podemos entonces ir a mi departamento y luego te pido un Uber que te lleve a tu casa?

-mmm creo que es mejor… más seguro. Dije. Pero yo no estaba segura de hacer lo correcto.

Así fue como nos fuimos a su departamento. En el camino Felipe pasó a comprar unas latas de cerveza y también encargó una pizza. Él vivía en un antiguo departamento ubicado en una tranquila zona de la ciudad. Su sala de estar era agradable y al poco rato ambos ya estábamos conversando y riéndonos muy a gusto en el sofá. No sé si fue la cerveza o la música de los 70s y 80s que sonaba de fondo. Las cosquillas que me provocaba su conversación iban en aumento. Me dejé llevar por la agradable sensación y mientras tanto Felipe estaba más cerca de mí. No es atractivo, pensé. Yo no había bebido más de dos latas pequeñas, así que no estaba ebria. Pero estaba notando que me estaba poniendo algo caliente. Felipe, cómo si lo hubiese olfateado, se acercó más y comenzó a besarme lentamente. Suavemente. Yo le respondí. Nuestras lenguas luchaban de manera exquisita y gustaban de nuestras salivas. Él a veces dejaba de besarme en la boca para pasar a besar mi cuello y hombros. Yo no estaba pensando muy claramente a estas alturas. Su boca buscó mis senos y yo le facilité la labor para dejarlos libres frente a su cara. Él los devoró y yo sentía que abajo mi vaginita ya estaba lubricando como una campeona jaja. Felipe me llevó a su cuarto y sobre su cama me desnudó. Se sacó también él la ropa y pude ver su pene largo y delgado, que me llamó la atención pues era algo negro comparado con el de mi novio Alan. Pero me gustó. Felipe comenzó a comerme entera. Las piernas, los muslos… cuando sentí su aliento caliente sobre mi vagina yo tenía que luchar para no poner los ojos en blanco y gemir como una cualquiera. Yo mordía la palma de mi propia mano para comportarme con decencia. Me lamió toda la concha y yo botaba líquidos casi como una llave del lavamanos. Qué vergüenza. Pensé. Tenía muchas ganas de chuparle el pene pero Felipe no me dio la oportunidad en ese momento, pues separando mis piernas de manera exagerada, dejando toda mi vagina expuesta ante él, se acomodó frente a mí y afirmó su glande en mi entrada mojada. Yo quería sentirlo dentro de mí. Pero él refregaba su miembro por toda mi vagina y sólo metía de vez en cuando su cabeza. Yo estaba delirando y casi no me conocía a mí misma mientras iba balbuceando incoherencias. Estaba sorprendida de lo que me estaba pasando. Pero yo no podía analizarlo en ese instante. Después lo haría.

-Entra, por favor Felipe… métemelo.

-¿No puedes esperar un momento Catalina?. Me respondía el muy cabrón con una media sonrisa, sin dejar de lamer mi cuello, hombros y senos.

-aaah qué rico mi amor… entra en mí Felipe… entra entero en mí… déjame sentirte dentro. Yo levantaba mis caderas intentando hacer que entrara de una vez.

-Te voy a meter hasta el último centímetro Catalina… ¿Quieres?

-Siiii, métemelo todo… estoy toda abierta para ti mi amor… ven por favor.

Él puso sus manos bajo mis nalgas y levantó mis caderas. Yo gemía de placer, esperándolo. Hasta que esta vez no sacó su glande y por fin entró en mí. Sentí todo su pene caliente mientras me llenaba. Qué placer dios mío. Entró y me lo dejó todo adentro. Quieto. Me habría gustado estar así para siempre. Abierta y llena con su miembro. Las mujeres estamos hechas para esto, pensé. Después de unos momentos empezó con sus movimientos. Movió sus caderas y comenzó a darme. Primero suavemente y después fue aumentando la presión de sus embestidas. Entraba y salía. Entraba y salía de mí. Este hombre feo, y mayor que yo, me estaba produciendo un placer indescriptible en la concha. Escuché los sonidos que hacía mi vagina al ser penetrada. Eran los sonidos que haría la vagina de una puta en celo. Pero no puedo ser yo, me dije. Yo soy una señorita universitaria decente. ¡Pero la que estaba haciendo esos sonidos de cerda era yo misma! No sé por qué me puse tan caliente, pero me entregué a Felipe sin pensar en ningún tipo de decoro.

-Dame, dame, no pares… uuy que rico Felipe… soy toda tuya mi amor… por favor sigue.

-Me gustas bella… estás muy rica… rica Catalina.

-Ahhh, cómo me pones toda caliente… sigue entrando y saliendo de mí para siempre.

Así fue que empezó un verano de sexo y trabajo del cual aprendí y disfruté muchísimo… y sin que mi novio Alan se enterase de nada. Él jamás hubiese pensado -¡Y yo tampoco!- que su Catalina fuese capaz de entregarse a un hombre común y corriente de 40 años de edad… y menos él pensaría que con Felipe yo me ponía como una loca cuando estábamos juntos y desnudos.

Esa noche Felipe me poseyó en diversas posiciones y yo tuve varios orgasmos deliciosos. Les confesaré que en determinado momento, mientras estaba cabalgándolo, incluso creo que me oriné. Sentí mucha vergüenza al mojarlo, pero la calentura que yo sentía era mayor y seguí sin preocuparme de nada, pues yo no había podido controlar mi esfínter estando clavada en su pene  y saltando sobre él.

Esta primera vez no quise que me penetrara analmente porque yo nunca lo había hecho por ahí. Aunque a mí ya me habían pasado la lengua y me habían metido la punta de algún dedo, pero nada más. Fue Felipe quien me hizo debutar por ahí. Pero eso podría quedar para otra historia si ustedes quieren que les cuente. Pero primero díganme si les ha gustado lo que ahora compartí acá. Besos.

Catalina, desde Santiago de Chile.