No mires atrás - 3

Después de liarme con mi compañero de piso estoy confusa. Me arrepiento, pero ¿quiero más?

Sin poder ni abrir los ojos me giré en la cama extrañada de no sentir su cuerpo cubriendo el mío. Debió alargarse mucho la noche, raro era el sábado que no me despertaba con el vaivén de Juan entre mis labios ya húmedos mientras me abrazaba desde atrás, o con su cabeza entre mis piernas. Mis manos tampoco le encontraron al otro lado de la cama. Abrí los ojos.

Me costó entender dónde estaba cuando me desperté ese primer sábado. Desde luego no en casa de Juan, mi novio, ni en alguna casa rural u hotelito de escapada. Según reconocí mi habitación de alquiler me incorporé de un salto y miré el móvil para comprobar qué día y qué hora era. No era posible que me hubiera dormido. No, efectivamente, era sábado.

Con los recuerdos de la noche anterior y echándome las manos a la cabeza fui cayendo de nuevo sobre la cama. ¿Qué demonios había hecho?

La imagen de Luis follándome como Juan nunca lo hubiera hecho fue como un mazazo, casi oí rasgarse aquella lista de virtudes de las que siempre había hecho gala. ¿Luis follándome o yo follándomelo a él? Así sin más, sin conocerle más que de unas risas en horarios y días limitados y de alguna que otra charla sin la menor relevancia, con el medio segundo que tardé en alargar la mano hasta sus pantalones como período de cortejo.

¿Y Juan? Juan completamente desnudo, esposado a la cama, probablemente hasta que el lunes apareciese la muchacha que le hacía la limpieza. Vaya espectáculo. O no. No, qué va, su ex no aparecería por allí sabiendo que yo había vuelto de viaje. Mucho menos en fin de semana. Hija de la gran puta.

-Deja de darle vueltas, lo hecho, hecho está-.

Me incorporé de nuevo sintiendo esta vez una punzada de dolor al sentarme y quise caerme muerta. Esperé que Luis no estuviera en casa, no quería ni pensar en cruzarme con él. ¿Cómo podía saber tan poco sobre la gente con la que vivía? ¿Pasaban los fines de semana en casa o, como yo, se iban de viaje o a casa de la amiguita de turno? De Luis al menos sabía que tenía varias, peor hubiera sido con Ángel, de quien ahora que caía no sabía ni si era de carne o pescado.  Por las coñas que hacían a veces suponía que era hetero, pero vete a saber si no era una fachada. Un tío tan tremendamente guapo no podía ser hetero. Mierda, lo había hecho con Luis y sin condón, con un tío que se iba follando todo lo que se movía. Ahí sí que mis cimientos se echaron a temblar.

No podía pasarme el día encerrada en la habitación, en algún momento tendría que enfrentarme a ello. Pero bueno, tampoco hacía falta ir corriendo a su encuentro. Entré en la ducha y me tomé mi tiempo, tanto por el dolor que sentía en según qué partes de mi cuerpo como por asegurarme de limpiar tanto como fuera posible de aquella noche. Me hubiera gustado ser de esas a las que se les escapan las lágrimas a la primera de cambio, tenía un nudo en el estómago que me estaba ahogando. Me tomé con calma el echarme bien de crema, despacio, haciéndola penetrar hasta que casi me escocía tanta fricción. Me puse algo cómodo, lo que solía usar al llegar del trabajo entre semana, pantalón y camiseta sueltos. Mejor no, tampoco es plan de ir con las pintas de todos los días. Cogí unos shorts y una camiseta de tirantes. Demasiado insinuante, ¿no? Volví a desvestirme y terminé con unos vaqueros ceñidos y la camiseta suelta del principio. Esto es ridículo, ni siquiera debería haber pasado, ¿qué más me da cómo me vea?

Cuando conseguí decidirme salí como una exhalación hasta la cocina. Gracias a dios no había nadie. Me preparé un café y un par de tostadas y me senté tranquilamente a tomármelas. ¿Y si aparece ahora? Cogí una bandeja del armario común y coloqué todo para desayunar en mi cuarto. A punto estuvo de irse al suelo cuando reconocí perfectamente la voz de Luis

  • Hombre, buenos días, ya era hora de que nos deleitases con tu presencia un fin de semana
  • Buenos días –quería que me tragase la tierra. ¡Y encima me hablaba como si no hubiera pasado nada!-
  • Pero ¿te vas a desayunar a tu habitación? Quédate anda, y desayunamos juntos.

En realidad creo que lo estaba deseando. Quizás sólo me había saludado así porque había alguien más en casa. O quizás me estaba tomando el pelo. Con el plato y la taza tintineando por los nervios llevé la bandeja hasta la mesa.

  • Vaya pulso tenemos señorita, qué harías anoche.

No sabía si tomármelo como una burla o como una insinuación. Ángel apareció en la cocina como siempre, como un terremoto. Menos mal, Luis debía saber que estaba y sólo intentaba evitar ponerme en evidencia delante del resto de la casa. Me relajé y devolví el saludo a Ángel, que se sirvió un café y se sentó junto a Luis, que ya había ocupado la silla frente a la mía y me daba pataditas bajo la mesa. No pude evitar que se me dibujase una estúpida sonrisa y me quedé un poco cortada cuando se disculpó y retiró el pie. ¿Pero qué le pasa a este tío?

  • Vaya nochecita eh. ¿Tú dormiste en casa, Sara? ¿Tampoco le has oído hoy? Vaya fiesta se montó el amigo Luis. –Ángel me miraba directamente a mí cuando terminó la frase. Noté como toda la sangre del cuerpo se me concentraba en la cara. Luis sonreía orgulloso el muy cabrón.
  • Yo vine cansada y si ha pasado algo esta noche, no me he enterado de nada en absoluto –A ver cómo te sienta eso, payaso-
  • Sí que ha sido una buena noche, sí. Conseguí hacérmelo con una tía a la que le tenía ganas hace tiempo y bufff, no me la habían mamado así en la vida. Qué hija de puta, lo calladito que se lo tenía. Si llego a saber que tiene esa boquita ya la hubiera pillado por banda antes, quisiera ella o no. La boquita y lo que no es la boquita, porque qué culito, madre, ¡qué culito!

Me levanté hecha una furia mientras se reían ambos a carcajadas. Con los nervios no atinaba a sacar la bandeja del lavavajillas.

  • Tío, córtate, que tenemos señoritas delante.
  • Ostia, perdona Sara, si es que a veces somos unos bestias. Y termina ya o voy a tener que darte un cachetito, que vaya trasero te gastas tú también.

Los dos rompieron a reír de nuevo y yo le mandé a la mierda mientras daba un portazo. Salí disparada hacia mi habitación y me tiré sobre la cama cabreada como una mona.

  • Sara, soy yo. –Luis golpeaba suavemente la puerta-
  • ¿Qué quieres?
  • Abre, por favor. Lo siento, me he pasado.

Me levanté y abrí la puerta cuando lo que realmente quería era mandarle al infierno.

  • ¿Qué? ¿Alguna alusión más a mi trasero o a alguna otra parte de mi cuerpo?
  • Tía perdona, no pude evitarlo. No volverá a pasar. ¿Estás bien? Joder, debería haberme imaginado que si estás aquí en fin de semana es porque habrás discutido con Juan o algo, ¿no?
  • Estoy perfectamente pero sí, anoche dejé a Juan. Y por favor, en el futuro evita alusiones a nada que tenga que ver con mis atributos y mucho menos a lo de anoche.
  • Va, tía, no te pongas así. De verdad que lo siento. Supongo que estás cabreada y lo entiendo, pero siempre ha habido muy buen rollo entre nosotros, simplemente no pensé que hoy te sentaría mal que fuera tan burro. Y por lo de anoche no te preocupes, yo no sé nada, así que no pienso decir una palabra más.

Efectivamente, yo era la última incorporación a la casa y desde el primer momento hubo muy buen rollo, tanto con Luis como con Ángel, que me trataban como a un colega más, excepto porque Luis además me había dejado claro en varias ocasiones que no tenía que buscar fuera lo que ya tenía en casa, si yo quería. Y sí, supuse que ese -yo no sé nada- era una promesa de no volver a hacer referencia delante de nadie a que su amiguita de la noche anterior era yo. Sonreí como pude.

  • Bueno, Ángel y yo nos vamos a la playa. Si te apuntas te esperamos un rato, si no, nos vemos a la noche. Porque esta noche estarás por aquí, ¿no? Pero va, anímate y vente, anda.
  • Mejor id vosotros solos. Y sí, estaré todo el fin de semana aquí. Pasadlo bien, yo no tengo ganas.

Cerré la puerta y apoyé mi espalda sobre ella, cerrando los ojos. –Nos vemos a la noche-. ¿Se refería a que seguramente nos veríamos por la casa a la hora de cenar?, ¿a que no saldría hoy y podríamos ver una peli o echar una partida como algunos jueves habíamos hecho?, o… -Nos vemos a la noche-. Por un momento sentí una ligera excitación imaginando que había insinuado que quería repetir lo de la noche anterior. Lo descarté de inmediato. Además eso no debería haber pasado. Yo no quería, ¿o sí?

El resto del día pasó sin pena ni gloria. Solía limpiar mi habitación los jueves, antes de preparar la mochila para pasar el fin de semana con Juan, la compra de la semana la hacía los lunes, a la vuelta del trabajo, la colada el miércoles, para tener seca el jueves la ropa del finde y planchar la del curro de la siguiente semana. Di vueltas y más vueltas por mi habitación, por la casa, por el pequeño patio que había en la parte de atrás. Nada que hacer. Absolutamente nada con lo que conseguir entretenerme. Comí pronto. No sabía si el día se me estaba haciendo tan largo por la falta de costumbre de pasarlo sola en casa o por las ganas de saber qué había querido decir Luis con ese  –Nos vemos a la noche-

Me tumbé a ver una peli en mi habitación después de comer. Vaya mierda de programación, pero bueno, mejor algo que no me permitiese pensar mucho, no fuese a arrepentirme de todo lo que había pasado y terminase conduciendo hasta casa de Juan, o peor aún, preguntándoles a estos dos en qué playa estaban. No, ni de broma.

-Nos vemos a la noche- por más que intentaba evitarlo, la idea, que al principio esperaba que no se refiriese a que Luis albergaba alguna esperanza de que se volviese a repetir semejante desliz, me iba molestando cada vez menos. Bastaba con ponerle en su sitio y mantenerle a distancia, como llevaba haciendo prácticamente desde que llegué. Pero tampoco pasaba nada por deleitarme un ratito con el recuerdo de su lengua. Mmmmmm… o con el roce de su miembro entre mis nalgas. Con sus besos que me dejaban sin respiración. O con sus manos, con esas manos grandes, esos dedos enormes…

Alargué la mano y abrí el cajón de la mesita donde guardaba los juguetes. Más de media semana sin sexo, aunque fuera a solas, era algo impensable para mí, algo tenía que tener para entre semana. El contraste de temperatura me sorprendió cuando el vibrador rozó mi clítoris, lo primero, de camino a mi agujerito. Una deliciosa sorpresa, por cierto. Sonreí recordando la recomendación del tipo de la tienda, -necesitarás un lubricante, estos juguetes sin lubricante pueden rozarte la piel, ¿algún olor en particular o te doy uno normalito?-. Lubricante, pues aquello deslizaba maravillosamente entre mis labios. Me entretuve con ello subiendo y bajando por mi coñito empapado antes de orientarlo donde lo quería. Subí la velocidad al 2 y entró suavemente haciendo temblar las paredes de mi vagina, despacito y hasta el final. Con la mano libre pellizcaba mis pezones, erectos como dos pequeñas columnas, e iba estrujando mis tetas de una a otra como lo había hecho Luis hacía tan sólo unas horas. Introduje el vibrador de goma unas cuantas veces jugando con las distintas velocidades, arqueando las caderas cuando se entretenía en mi puntito del placer. Lo moví dentro de mí dando pequeños toquecitos y me corrí sin apenas haber llegado al 4. Me encantaba este juguete. Lo dejé ahí por un momento pero se salió él sólo resbalando fuera de mí. En un movimiento involuntario terminó sujeto entre mis labios con la punta pegada a mi clítoris, sin dejar de vibrar. No pude evitarlo, 5, 6, volví a derramarme retorciéndome, con el cuerpo tan tenso que parecía que se me iba a desgarrar la piel.

Debí quedarme dormida, me despertó el sonido del Whatsapp.

  • ¿Vas pidiendo una pizza de las nuestras?