No mires atrás - 1
De cómo se rompe la vida normal de una mujer normal
Estaba furiosa. Salí del baño con el frasco en la mano y lo estrellé contra el cabecero. No me molesté en girarme a ver su expresión mientras se hacía añicos, pero a medida que el poco aceite que quedaba se derramaba goteando sobre sus dedos pude notar como cambiaba su tono de voz y dejaba de gritarme improperios. Pues claro que estaba segura de que no lo habíamos abierto aún, si lo compré yo misma antes de marcharme de viaje! Pero no podía, no podía articular palabra, no pensaba además ni darle la oportunidad de discutirlo. Estaba tan furiosa...
Oí un -lo siento- justo antes de salir dando un portazo, ya vestida.
El tintineo de las esposas intentando liberarse resonaba todavía en mi cabeza, el sonido de mis tacones alejándose de él, un ladrido a lo lejos. Subí el volumen tanto como pude y conduje hasta casa destrozando Rearview de Anastacia.
Me hubiera gustado encontrarme a alguien allí, charlar un rato y quizás hasta echar una partida, no pensar, pero hoy llegaba la primera.
Sin saber muy bien cómo me encontré en una web de relatos eróticos, leyendo en el móvil una serie de un tal sombra y pellizcando mis pezones con la mano que me quedaba libre. Pasé al siguiente episodio y mis dedos se deslizaron bajo el culotte. Estaba empapada.
Acaricié mis labios y rocé casi sin querer el clítoris dando un respingo que me terminó de traer de vuelta a la realidad. Le imaginé aún esposado a la cama y me sentí fatal por un momento. Descarté esa idea. Ya se apañaría, había dejado de ser mi problema. Seguí tocándome, dibujando el perfil de mi maravilloso botoncito cada vez con más fuerza. Introduje un dedo en mi vagina buscando el punto de la locura, encontré esa zona rugosa que lo guarda, un poquito más allá. Presioné, introduje un dedo más. Mi cabeza daba vueltas mientras mis dedos golpeaban adelante y atrás, juntos o separándose como una tijera, pero golpeando en pequeños toques. Me dolían los pezones. Saqué los dedos y sin separarlos aprisioné el clítoris entre ellos mientras los deslizaba a un lado y a otro, suave al principio pero aumentando la presión y la velocidad casi de inmediato. No podía más.
Ahogué un gemido cuando oí que golpeaban en mi puerta. Mierda, ¿ahora que estaba a punto de estallar? Me levanté de un salto y me puse como pude una bata antes de abrir.
- Perdona, he visto luz y me ha extrañado. Creí que hoy no dormías en casa.
- He vuelto pronto
- ¿estás bien? ¿Ha pasado algo con J…
No pudo decir más. Me abalancé invadiendo con mi lengua la boca de mi compañero de piso mientras con una mano empujé la puerta y con la otra tiré de su cinturón hacia el interior de mi cuarto