No me hagas reír, Lita

El desafío olímpico de un par de zorras.

Ya tenemos aquí la maldición de los años bisiestos: Los Juegos Olímpicos. ¡Menudo coñazo! Entre Mundiales de Fútbol y Juegos Olímpicos –por no hablar de las Eurocopas-, el personal masculino se pasa la mitad de los veranos pendiente de la televisión, en lugar de ocuparse de lo que realmente importa: nosotras.

Después de discutir mucho el asunto, mi amiga Lita y yo encontramos la solución ideal: celebrar nuestros propios juegos, La Gran Encamada. Esta será la quinta edición, ya que empezamos a celebrarlos coincidiendo con Barcelona 92, y promete ser un gran acontecimiento, con más de trescientos participantes inscritos.

Al igual que sus homólogos olímpicos, las pruebas se dividen en categorías y se celebran en distintos establecimientos de la ciudad, a modo de sedes. Al respecto, ya contamos con varios patrocinadores hoteleros; así como un suministro ilimitado de condones, amablemente cedidos por un par de marcas, líderes del mercado.

La selección de los elementos auxiliares masculinos, resultó un problema durante las primeras convocatorias. Aunque, tanto Lita como yo, disponemos de un catálogo de sementales muy amplio –creo haber dicho ya que el mío pasa de los doscientos-, no todos están disponibles, y menos en estas fechas. Nos tocó hacer campaña de captación callejera, con lo cansado que resulta…y el peligro que corres de que te confundan con una putilla (ya me han detenido dos veces por escándalo público y no quiero tentar más la suerte). Hoy en día, con la ayuda de una página de los internetes –en la que los candidatos van dejando su solicitud, forma de contacto y una foto explícita de cuerpo entero- y la publicidad gratuita que da el boca a boca, el proceso de selección es más rápido, menos cansado y nos da la oportunidad de ir entrenando previamente con algunos.

Al contrario de mí, que soy una zorra por cierta disfunción orgánica que no pienso repetir –se leen el primer capítulo ¡No me hagas reir, Fernando! o se quedan sin ese dato crucial-, Lita es un putón vocacional. Nos conocimos en el primer año de universidad –éramos compañeras de colegio mayor- y nos pasamos cinco húmedos años disputándonos los títulos de Conejo Asesino, Garganta Depredadora y Culo Psicópata, hasta alcanzar el máximo galardón, a nivel de distrito universitario, en las tres categorías. De ahí nació una bonita amistad y un espíritu competitivo que mantenemos intacto hasta hoy, a pesar de que ambas pasamos –poquito- de los cuarenta y, en su caso, con dos mocosos adolescentes. El día que le dije, tras su segundo parto, si había cambiado de talla, casi perdemos las amistades –la que se pica, ajos come-.

Cuando digo que ella es un putón –a diferencia de mí, simple cachonda- es porque su marido no se entera de nada. O no se quiere enterar, como me confiesa cada vez que me lo tiro, instigada por Lita: "Por favor, Sara, espabílalo un poco. Si es que parece tonto". No la quiero desilusionar, pero tonto sí que es…y, además, un pelma. Me reservo mi opinión sobre sus habilidades amatorias, dado que aún no se las he visto, para no hurgar en la herida conyugal de mi amiga. En cambio Fernando, mi maridito, hace de árbitro durante los juegos, llevando la cuenta de la puntuación de mi amiga.

El día anterior al comienzo de los juegos, Fernando y yo pasamos una agradable velada, ultimando los preparativos del inminente acontecimiento. ¡Pobrecito, estaba hecho un manojo de nervios!

-Sara, ¿estás segura que no se te olvida nada? A ver, repasemos una vez más el contenido de la bolsa de competición. Recuerda que luego no se puede reponer nada, bajo penalización, y los árbitros que nombra tu amiga están en todas.- ¿Verdad que es un cielo? Aún se acuerda de los últimos juegos, Atenas 2004, cuando se me olvidó el plug anal y tuve que perder tiempo dilatando el esfínter. Perdí la prueba por goleada.

-No te preocupes, la he repasado tres veces: una caja de preservativos, con cincuenta paquetes, de doce unidades cada uno; media docena de envases de lubricante en base acuosa; dos botellas grandes de colutorio bucal, rebajado con vainilla, para desinfectar la boca y prevenir calambres en la mandíbula; aceites para los masajes; plug anal, te juro que fue lo primero que miré; laxantes y lavativas; la colección completa de vibradores y un par de huevos con pilas nuevas, para mantener la mucosa vaginal en plena forma. Además, en caso de necesidad, siempre puedes contarme una historia divertida…ya sabes.- No hizo falta que dijera nada, sólo con la cara de granuja pillado in fraganti que puso, ya se me saltaron las lágrimas de risa. Y ya saben lo que pasa cuando me parto de risa. ¿Ah, que no lo saben? Pues tengo que volver a insistir en que se lean el primer capítulo.

Estábamos en el dormitorio, la cama aún revuelta, tras una siesta de dos horas, que aprovechamos para dormir media hora y el resto para entretenernos con un maratoniano 69. Yo aún estaba desnuda en la cama, arropándome sólo con la sábana, y él daba vueltas por la habitación –con la polla morcillona abultando los calzoncillos-, comprobando que no faltaba nada en el equipaje…hasta que empecé a retorcerme por el efecto secundario del ataque de risa.

A estas alturas de la película, después de seis años de matrimonio, ya sabe lo que me gusta después de una carcajada: que me voltee sin miramientos, poniéndome a cuatro patas y traspasándome con un pollazo que me eriza el pelo de la nuca. Si se da prisa, enlazo el orgasmo que me provoca la risotada con el que me proporciona su rica polla y se la masajearé con unos espasmos vaginales que lo hacen resoplar como un búfalo. Después, cuando empieza a emocionarse demasiado y amenaza con acabar la faena antes de tiempo, me doy la vuelta, lo tumbo sobre la cama, le hago un guiño a su ombligo y, como experta amazona que soy, me monto y controlo el ritmo de la cabalgada. No permito que se corra hasta un instante antes de que se le afloje por agotamiento.

-Si un día de estos, querida, se te va la mano y me falla el corazón, quiero que grabes el siguiente epitafio: HASTA EL FIN, SIEMPRE FIRME.- Es un payaso, pero lo tengo bien amaestrado y…mientras siga haciéndome reír.

-A tu edad, si no entrenas bien esa cosita que te cuelga, te veo pidiendo la jubilación anticipada en esto del folleteo.- Se lo digo en broma, claro. Pero le vigilo el programa de entrenamiento y no le perdono ni uno de los cuatro polvos –mínimo- semanales. Le queda poco más de un mes para cumplir los sesenta y quiero que esté en buena forma. –Y deja de sobarme las tetas, viejo verde, si no quieres que te de un ataque al corazón de verdad-.

Poco después llamó Lita, invitándonos a cenar para presentarnos a Ramón y Juan, el par de árbitros que tenía designados. Aproveché para imprimir el listado de candidatos y animar la velada con las discusiones que siempre estallan a la hora de repartírnoslos.

-Reserva para cinco. Nuestro segundo árbitro es de fuera de la ciudad. Sí, de toda confianza, llevo tirándomelo desde el año pasado. Pero el cabrón es un semental de los que no se corren fácilmente y esos días no estamos para perder tiempo, ¿verdad, guapa?- No hacía falta darle tantas explicaciones, pero así le cierro la boca antes de que empiece a cotillear lo magníficamente dotados y las virguerías que le hacen los citados Juan y Ramón. Una tarde, sin cortarse un pelo delante de las marujas que ocupaban las mesas de al lado, me estuvo contando –durante una hora, lo mismo que duró el encuentro con la dichosa parejita-, lo fantásticos que eran y lo bien conjuntados que le hacían la doble penetración. Tuvimos que salir pitando de la cafetería, cuando a una de las marujas le dio un sincope, mientras a Lita se le hacía la boca agua con los detalles de la corrida simultánea de sus dos amantes. La vieja no estaba en condiciones de hablar, pero sus amigas sí, y chillaban como locas, señalándonos con dedos acusadores.

Es un tema delicado el reparto de candidatos. A Lita la pierde su afán por la novedad…y las pollas XXL. En cambio yo, procuro mantener a mis "tres estrellas" a dieta, durante los quince días previos al concurso; así me aseguro que se correrán rápido. Los cuatro y cinco estrellas los reservo para mejores usos. La muy puta lo compensa con alguna virguería que aún no he sido capaz de copiarle. Lo he intentado, tirándome alguno de sus chicos, pero una de dos: o son tan estúpidos como parecen o los tiene encoñados con un pacto de silencio.

Fernando me asegura que no, después de haberlo mandado en un par de ocasiones en misión de espionaje industrial. La última vez me habló de una sensación de quemazón, como si el coño de Lita fuese un horno microondas: la metes, te derrite la polla y te corres cagando leches. Para mí que lo dejó tan exprimido, que le sorbió unas cuantas neuronas por la punta del nabo.

A lo que íbamos, que me quedé embobada cuando mi amiga apareció con la pareja de "árbitros". Jovencitos –no aparentaban más de treinta años-, de un cachas que te cagas –perdón por la expresión, pero es la pura verdad-, elegantes, educados…y divertidos.

-Tranquila, Sarita. No te rías tanto, que nos conocemos. Y vosotros dos, las manos encima de la mesa, dónde yo las vea- No es verdad, no me estaba riendo, sólo sonreía de oreja a oreja, imaginándome el juego que aquel par de angelitos podrían dar. Me juré que los tenía que catar, a los dos juntos y por separado, después de la cita olímpica.

A todo esto, Fernando le metía mano sin ningún disimulo…y la muy puta sí que se reía. Seguro que le estaba haciendo la pinza, con el índice y el pulgar en el clítoris; un par de dedos dentro, haciéndole un masaje vaginal, y el otro doblado, presionándole el monte de Venus. Cuando me lo hace a mí, me corro en dos minutos. Lita no llegó al minuto, justo antes de que llegara el camarero con la carta y le diera un susto de muerte con el gemido que soltó. ¡Bonita forma de empezar una cena de negocios!

Lita se quedó tan relajada con la exploración digital -mi marido tiene unos dedos de pianista que saben qué tecla pulsar en todo momento-, que opuso escasa resistencia durante el reparto de participantes. Aproveché para endilgarle los más duros de pelar. Luego pasamos a la programación de las pruebas, lo que siempre da lugar a la polémica. A Lita le encanta empezar por las más duras, mientras que a mí me gusta ir calentando poco a poco. Con un par de docenas de orgasmos el primer día, ya voy bien servida.

Finalmente, después de mucho regatear, decidimos que se mantendrían las pruebas de la última edición, con pequeñas variaciones en las reglas. Entre otras cosas, que los árbitros vigilen de cerca a los participantes, para que no se autoestimulen. Yo estoy convencida que la última prueba de resistencia la ganó Lita con esta artimaña.

Otro asunto en el que me mostré inflexible, fue en organizar el acceso de los participantes a la cancha. No quiero que se repita la avalancha de la última vez, cuando se me colaron en tropel en la habitación y tuve que perder tiempo poniendo orden. A tal efecto, uno de los árbitros vigilará a los participantes y el otro a la contraria.

El programa de competiciones:

Primer día.

PRUEBA DE RESISTENCIA. Con una duración de cuatro horas. Se permite el empleo de cualquier orificio corporal y/o extremidades. Sólo se contabilizan los condones usados, y adecuadamente rellenos de semen, que ambas presentaremos al final de la prueba.

El record lo ostenta Lita, con sesenta y tres corridas. La muy bruja no sé cómo se las arregla, yo sólo llego a cincuenta y ocho…tirándomelos de cinco en cinco. Sospecho que, además de las manos, la boca, el coño y el culo, utiliza también los pies. Yo no puedo; es decir, no puedo todo a la vez…me falta una buena coordinación mano-pie.

El resto del día libre, para afrontar con ganas la siguiente jornada.

Segundo día.

PRUEBAS DE VELOCIDAD. De media hora cada una.

ORAL. Con las manos en la espalda. Utilizar las manos, aunque sólo sea para acomodarse la polla en la boca, es motivo de descalificación. Tragarse la corrida es opcional, aunque en caso de empate, cuenta para mejorar la nota de estilo.

La mejor marca, imbatida desde Atlanta 1996, la ostento yo con nueve mamadas con final feliz.

VAGINAL. En los apartados de cama, contra la pared y en la ducha. Aquí también gano yo por amplio margen, particularmente en la especialidad contra la pared, la más acrobática de todas. A Lita le tengo comida la moral y ya ni lo intenta. No es por nada, pero para colgarse del cuello de tu chico y flexionar la piernas por encima de sus brazos, hay que estar ágil…y a Lita le pesa el culo demasiado para estas virguerías. Además, me encanta la postura: aplastada contra la pared y bien abierta de piernas, sientes la polla en la boca del estómago.

ANAL. Aquí no tengo la menor oportunidad. Mi contrincante, acostumbrada como está a las pollas descomunales, tiene unas tragaderas por las que entra una pelota de tenis –hay cierto video, circulando por la red, que lo demuestra-. Aún así, practico siempre que tengo ocasión.

Tercer día.

GINKANA. Desde las 10.00 h hasta las 14.00 h.

¡Me encanta esta prueba! Recorrer las calles a toda velocidad, a la caza del turista –sólo contabilizan los que pueden presentar el pasaporte- y tirártelos dónde puedas.

En la última edición, tuve la suerte de tropezarme con un grupo de japoneses, en el día libre del Congreso Hispano-Japonés de no sé qué mamonada. Aunque me costó hacerme entender, el autobús turístico terminó dando vueltas por toda la ciudad; mientras yo iba pasando de una fila a otra, follando, chupando y meneando esas pollitas de juguete que gastan los nipones. El árbitro que me acompañaba las pasó canutas evitando que me sacasen fotos.

Con los treinta y seis japoneses del autobús y dieciocho más de distintas nacionalidades, cepillados en el asiento de atrás del coche, en los aseos de la estación de Chamartín, en un ascensor…y hasta en un confesionario de la catedral de La Almudena, estaba segura de liderar la prueba. Pero no contaba con que Lita se había colado en los vestuarios del Campeonato Internacional de Hockey sobre Hierba. Los partidos de esa mañana fueron un desastre, según publicaron los diarios deportivos al día siguiente. En cambio, los chicos de los equipos alemán, australiano, canadiense y sudafricano, quedaron encantados. La cabrona se presentó con ochenta trofeos y vacilando de los palos que le habían regalado…insinuando que también había hecho algo para llevárselos de recuerdo.

PREMIOS DE CONSOLACIÓN. A partir de las 20.00 h.

Después del alboroto que se formó en la primera edición de los juegos, cuando se amotinaron los concursantes "que no habían mojado", tomamos la decisión de agasajarlos con un "bukake" –espero que se escriba así- y que se fueran tranquilos. Eso sí, fuera de concurso.

Para los que el término les suene a chino, –japonés, más concretamente- diré que consiste en un baño de esperma. Luego toca despellejarse la piel, para eliminar las costras resecas que te dejan encima cincuenta o sesenta corridas…y no te digo nada lo que cuesta desenredar el pelo.

ENTREGA DE DIPLOMAS A LOS PARTICIPANTES MÁS DESTACADOS. A partir de las 00.00 h.

Ahora es cuando, sin la presión de batir ninguna marca, Lita y yo nos relajamos y disfrutamos de lo lindo. Hemos descubierto que montárnoslo en la misma cama, compartiendo a los más destacados concursantes, lo hace mucho más divertido. Además, después de tal sobredosis de polla, las caricias que nos damos saben a gloria.

Una postura que nos vuelve locas es tumbarnos de costado, la una en brazos de la otra, mientras los chicos se van turnando y nos dejan el esfínter como un bebedero de patos. Con los empujones que nos dan, nuestros chochitos van chocando rítmicamente, mientras nos besamos y nos susurramos al oído nuestros respectivos orgasmos: ¡Delicioso!

Este año, el joyero que se encarga de fabricar los trofeos de cada una de las pruebas –con figuras alegóricas muy finas-, ha dejado de cobrarnos. Todo un detalle por su parte…pero si está pensando que lo vamos a invitar, puede esperar sentado.

Ramón y Juan estaban con la boca abierta, ya que desconocían la mayor parte de los detalles. Fernando, aunque ya había participado en los últimos juegos, tampoco estaba al corriente de muchos de los detalles que ahora contábamos. El ambiente se estaba caldeando por momentos y el volumen de nuestras voces y risotadas –imagínense cómo tenía yo el chichi…batiendo palmas- en aumento.

A los postres, cuando ya la mitad de los clientes habían presentado quejas por el escándalo que estábamos organizando –hubo un momento en que tanto Lita como yo desaparecimos debajo del mantel y no volvimos a sentarnos hasta que dejamos las tres pollas bien limpias- y la otra mitad presentaba claros síntomas de excitación, se nos acercaron un par de chicas, con una interesante propuesta.

-No hemos podido dejar de escuchar lo que contabais…y nos gustaría participar.- Enseguida captaron la mirada escéptica que nos dirigimos Lita y yo, en la que se podía leer:"Lo siento, bonitas, pero no creo que estéis a la altura".

-No tenemos tanta experiencia como vosotras, claro, pero la suplimos estando siempre dispuestas…a lo que sea- ¿Se estaban quedando con nosotras, aquel par de mocosas? Yo ya estaba afilando las uñas, por si se les ocurría mencionar algo referente a nuestra edad. Cuando estoy cachonda, me vuelvo un peligro para la competencia.

-Somos hermanas y siempre hemos competido por ver cuál es la más golfa.- Aquello me llegó muy hondo, identificándome inmediatamente con ellas. Me recordaron a cierto par de zorritas, veintitantos años atrás. Por mi parte, decidido.

A Lita la convencieron con el argumento monetario -¿ya he mencionado lo puta que es?-, proponiendo aportar una cantidad indecente de pasta, para sufragar los gastos de organización. Además, haciendo gala de un fino olfato para los negocios, propusieron que cobrásemos a los chicos por la inscripción. Haciendo cuentas, salía una cantidad con cinco ceros detrás.

Y una vez pervertido el espíritu olímpico, una cosa llevó a la otra y terminamos haciéndonos la pregunta del millón: Con el buen negocio que resulta, ¿por qué esperar cuatro años?

Ya estamos preparando los Primeros Campeonatos Europeos de Zorras, con periodicidad anual y fases de clasificación en ocho países.

¿Quién sabe? No descarto que algún día organicemos el Campeonato Mundial…y lo gane.

Apostillas del autor.

Algún avispado lector, atando hilos, llegará a la conclusión de que este capítulo gira en la órbita de "La Benéfica". ¡Enhorabuena, avispado lector!

Después del relativo fracaso de la campaña de boicot –pero nos han oído, ¿verdad, Sr. Embajador?- y cuando aquí andamos haciendo quinielas sobre las veintitantas medallitas que vamos a ganar -¿alguien apuesta a que no llegamos a la docena?-, he llegado a la conclusión que, en la próxima campaña de protesta, tenemos que cambiar de estrategia. ¡Polvos por La Libertad!

En otro orden de cosas, parte de lo descrito; en particular, los concursos universitarios de zorras, no son producto de mi perturbada imaginación. Haberlos, los hay; o, por lo menos, los había.

Y, por último, ¿recuerdan al hijoputa del que les hablé? Sí, el que se atrevió a decir que yo era un inútil escribiendo relatos eróticos y que mejor me dedicaba a dar la tabarra en otros foros. Pues, a raíz de la tremenda acogida dispensada a la publicación del primer capítulo de la serie, he tenido que darle la razón -comunicándoselo por escrito-, aunque manteniendo lo de cabronazo, hijoputa, córtate los dedos. Para que luego me insinúen que no cuido las relaciones públicas con los lectores.