No me habia dado cuenta lo puta que es mi mujer

Habiamos prometido compartir nuestras infidelidades, pero con este nuevo amigo que estaba saliendo prefirió ocultarme su relación por que en el fondo le avergonzaba que yo descubriera lo puta que se estaba volviendo

Somos una pareja liberal de 47 años ella y 52 años yo. Hace cerca de 20 años comenzamos a hacernos confidentes en un principio de las fantasías sexuales de cada uno, y después con el tiempo fuimos compartiendo de la misma forma, los relatos de las infidelidades y relaciones sostenidas por fuera del matrimonio. Ella es una mujer bastante atractiva, con curvas bien pronunciadas y un porte ejecutivo que impresiona y atrae al mismo tiempo tanto a hombres maduros como a jóvenes inexpertos.

Una de las mayores expectativas cuando tenemos relaciones sexuales por fuera del matrimonio, es el poder compartir la narrativa de nuestras aventuras tan pronto como las hemos consumado. Incluso  algunas veces las hemos comenzado a disfrutar desde el momento en el que mi esposa se prepara para las citas con sus amantes, cuando juntos escogemos el atuendo con el que va ella a vestir en su encuentro amoroso. Me refiero a “sus amantes” porque han sido al menos tres hombres distintos durante los últimos cinco años, con quienes ha salido a divertirse, para después compartir conmigo el relato pormenorizado de lo acontecido.

Hemos sido confidentes de nuestras relaciones extramatrimoniales casi siempre en el mismo momento de los hechos, y digo casi siempre, porque la última semana estando yo de viaje fuera del país, en una video charla a través del chat, mi esposa me reveló varios detalles de una relación que sostuvo con un señor de mayor edad, con el cual estuvo saliendo hace cerca de 3 años, sin que yo me percatara de la situación que estaba aconteciendo, y de la cual apenas vine a enterarme un año después de que todo había sucedido.

De acuerdo a lo narrado en la video charla, por la época en la cual ella me puso al corriente de los encuentros clandestinos con aquel amigo, ya había transcurrido cerca de un año de su relación amorosa y en ese momento además se encontraban en vías de rompimiento.

Siempre creí que aquella infidelidad la había conocido desde su inicio y que no era diferente de las que mi esposa ya había vivido,  pues la frecuencia de sus salidas que no pasaban de dos veces por mes, me parecieron dentro de lo habitualmente acostumbrado en sus anteriores relaciones, además de tener claro que el amigo con el que estaba saliendo también era una persona casada que no buscaba ningún tipo de compromiso.

Pero qué lejos estaba yo en ese instante de la realidad de lo sucedido y que la frecuencia de sus salidas solo se debía a la fase final por la que atravesaba la relación en aquel momento. La verdad nunca noté ninguna señal que me hiciera sospechar que mi esposa estuviera saliendo con alguien, pues ella supo utilizar inteligentemente sus compromisos laborales para justificar el tiempo que empleaba en sus citas y encuentros.

Las revelaciones de la semana pasada fueron algo inquietantes y excitantes, en razón a que con unas copas en la cabeza y estimulada por la conversación erótica que sosteníamos por el chat, se desinhibió por completo y me confesó detalles insospechados de aquella relación.

Una de las primeras cosas que me dio a conocer fue la manera formal como se estableció la relación, en la cual el primer paso lo dio su amigo, cuando después de un almuerzo casual le confesó a mi esposa el gran deseo que ella despertaba en él motivándole a tener incluso fantasías eróticas con ella, y le propuso formalmente convertirse en su amante, a lo cual ella  dándose la importancia del caso, espero hasta una siguiente cita para aceptar sin ningún tipo de condicionamientos.

De ahí en adelante se precipitaron las cosas de una manera inimaginable y sorprendente para mí. Las primeras veces fueron a un departamento del que presuntamente él era propietario, pero que permanecía deshabitado todo el tiempo. Al comienzo estas relaciones fueron algo esporádicas, pero con el tiempo esta esporadicidad se convirtió en algo más frecuente e intenso, al punto que apenas podían controlarlo tanto ella como él.

De los primeros encuentros ya tenía yo una idea cercana de su desenvolvimiento. Debo admitir que él la supo seducir desde el primer momento, induciéndola con sus caricias e insinuaciones extremadamente eróticas y el lenguaje morboso y obsceno utilizado por él para sus conversaciones. Esto sumado a la cantidad de licor que le hacía beber a mi esposa como preámbulo de sus relaciones, desencadenaron en ella las más bajas manifestaciones que puede tener una mujer para satisfacer a un hombre, liberando a la “puta” que todas las mujeres llevan por dentro, pero que muy pocos hombres logran descubrir, y que con su experiencia este amigo supo despertar para beneficio propio, pues hizo de ella todo lo que quiso, desde conseguir que fuera su bailarina y estríper particular, hasta convertirla en la geisha mas complaciente que se puede tener.

En las primeras confesiones me había relatado mi esposa sobre la afición de su amigo por los desfiles en ropa intima y sin ella, en un comienzo realizados por mi esposa a pedido de él,  pero que después fueron naciendo de manera espontanea para satisfacer los más pervertidos instintos de su amigo y amante, también me había hablado de las prolongadas e intensas sesiones de placer que luego él le proporcionaba en aquel apartamento en donde tuvieron sus primeros encuentros.

En vista de lo distante y complicado que les quedaba tanto a él como a mi esposa, movilizarse hasta el departamento para tener sus encuentros íntimos, comenzaron a reunirse en la oficina que el tenia en un punto cercano al lugar en donde en ese momento laboraba mi esposa.

También por la época de sus primeras confesiones, mi esposa me había revelado de las visitas en principio clandestinas y después menos furtivas, que ella le hacía en su oficina. Esa parte de la historia siempre me excitó por el escenario en donde se desarrolló, las acciones cada vez más atrevidas que hacia mi esposa para complacerle a él y la presencia de otras personas en los ambientes aledaños al lugar en donde tenían las relaciones.

Ya sabía yo de las exposiciones de mi mujer, vestida elegantemente pero sin ropa interior, sentada justo en frente de él, en momentos en los cuales estaban presentes otras personas en su oficina, como también de las sesiones de sexo oral que ella le proporcionaba, mientras en la antesala de la oficina algunas personas esperaban para ser atendidas por él. Estos hechos no me escandalizaron en ningún momento, por cuanto en alguna ocasión con una amiga que tuve también yo pude realizarlos, no obstante confieso que hoy me producen mucho morbo y excitación al escucharlos de los labios de mi esposa.

Hasta aquí la historia me resultaba tan solo excitante, pero nunca fue tan morbosa e inquietante como a partir de la semana pasada, cuando mi esposa un poco más relajada y desprevenida, me relató cómo habían sucedido realmente los hechos. Obviamente en este momento su nivel de sinceridad es mucho mayor debido a que hace ya varios meses le dejo de ver y hoy considera superada esa relación.

El hecho es que solo hasta ahora vengo a saber, que durante el tiempo que duró su romance y digo su romance por que fue formalmente propuesto por él y aceptado por ella, como ocurre en cualquier pareja de enamorados, ella adquirió tal dependencia y adicción por el placer que él le proporcionaba, que acudía a su oficina a veces hasta dos veces por día para tener la dosis de sexo a la cual se estaba acostumbrando.

Según me dijo mi esposa en la video charla esta frecuencia se mantuvo durante una semana, sin embargo de acuerdo con su relato, durante un mes sostuvieron relaciones todos los días, y por cerca de un año, que es el tiempo según el cual se mantuvo la relación en su etapa más estable, tuvieron relaciones al menos una vez por semana. Cuando yo supe por primera vez de la existencia de esta relación, justo después de haber transcurrido el año de mayor intensidad, la frecuencia de los encuentros ya se había reducido a dos veces por mes, situación que nunca despertó mi preocupación y mucho menos la sospecha de que hubiera llegado al extremo que les estoy relatando.

De acuerdo con las últimas revelaciones de mi esposa, durante todo el tiempo que se mantuvo la relación, las sesiones de sexo fueron intensas y a veces prolongadas, teniendo oportunidad de poner en práctica todas las poses posibles y dar rienda suelta a las más inimaginables aberraciones.

Especialmente me describe como, con alcohol y sin alcohol, la hacía desnudar y desfilar por su oficina sin importar que hubieran más personas en la antesala esperándolo, y después de jugar morbosamente con ella durante un buen rato haciéndola caminar de rodillas por el piso tratando de meterse su verga en la boca, la acostaba en el escritorio con las piernas abiertas para poder observarle bien la chocha, y al mismo tiempo que chupaba sus tetas, le iba metiendo los dedos en la concha, para luego colocarlos en su boca y así con extremo erotismo, saborear los jugos que de forma abundante le emanaban a mi esposa, por efecto del intenso grado de excitación al que estaba siendo sometida, como consecuencia de la combinación entre el alcohol, las caricias y juego erótico que practicaban, el encontrase totalmente desnuda en aquella oficina en donde había más personas cerca y el lenguaje obsceno y depravado que el utilizaba para con ella.

Estando aun acostada sobre el escritorio, él le lamia con su lengua el clítoris mientras le introducía varios dedos en la chocha, logrando en pocos minutos que se corriera de una manera tan intensa y prolongada, que en unos cuantos días había adquirido una total dependencia y adicción por todo lo que estaba disfrutando al lado de este señor. Finalmente la arrodillaba en la alfombra y en posición de perrita le propinaba una buena dosis de verga hasta que la hacía gemir de placer y estallar en un nuevo orgasmo.

Debo anotar que mi esposa es una mujer multiorgasmica y que después de mi, con este señor es con el único que ha logrado tener varios orgasmos en una sola relación y ha podido además alcanzar dos cosas  que hasta ahora solamente con migo había realizado y es correrse cuando le lamen el clítoris y cuando esta chupando una verga.

Quizá por esta razón y por la disposición evidente e incondicional de su amigo para proporcionarle placer todas las veces que lo quisiera, fue que ella se apegó y envició tanto con él. Además durante esa época llegó a consumir mucho mas alcohol que de costumbre, pues sentía que de esta manera también estaba complaciéndolo y lograba desinhibirse completamente para satisfacer sin ningún tipo de remordimiento los instintos de depravación de su amante.

Pero no fue la oficina de su amigo el único escenario arriesgado adonde dieron rienda suelta a sus manifestaciones de erotismo, también me relató mi esposa de los encuentros que acostumbraban a tener en un club para ejecutivos que contaba con salones reservados para reuniones de los socios. En aquel lugar acostumbraban ir esporádicamente a tomar un vino y almorzar con relativa privacidad. Tampoco allí podía el amigo de mi esposa resistir los deseos de jugar al morbo con ella, por eso le pedía sacarse la tanga y sentarse de tal forma que él `pudiera verle la chocha o acariciársela de forma disimulada cuando estaban siendo atendidos por los meseros.

Es de anotar que cada vez que él le invitaba a aquel club ella vestía con falda y liguero, de forma tal que podía sacarse fácilmente la ropa interior para complacer los deseos de su amante. Quizá nunca tuvieron sexo allí, pero si la besaba y le chupaba las tetas, mientras le metía sus dedos dentro de la chocha. Cuenta mi esposa que muy pocas veces fueron interrumpidos y en algunas ocasiones fue tal el grado de excitación que logró correrse, también me dice que solamente en una ocasión se arriesgo a chuparle la verga a su amigo pues le daba miedo llegar a ser sorprendidos.

Durante ese tiempo que duró la relación dice mi esposa que se sintió muy atraída y extasiada con él y que en muchas ocasiones fue ella quien lo buscó para que le suministrara la dosis de placer a la que se estaba acostumbrando. Sus palabras me expresaron la necesidad que tenia de estar con él, a tal extremo que no le importaba lo que tuviera que hacer y mucho menos que pudieran sorprenderlos teniendo sexo en la oficina de su amante.

El también se sucumbió rápidamente a los encantos de mi mujer y fue reciproca la adicción por el sexo entre los dos. De acuerdo con las revelaciones de mi esposa, lo enloquecía enormemente apreciar el cuerpo desnudo de mi mujer, observar la cantidad abundante de jugos que segregaba su chocha, y en especial poder disfrutar de las espectaculares mamadas de verga que solamente ella sabe proporcionar, y que particularmente en lo que se refiere a su amigo, me confesó mi esposa su gran dedicación y esmero cuando le hacia el sexo oral, buscando complacerlo plenamente y mantenerlo así comiendo de su mano. Y hay que reconocer que lo logró, porque era muy común que él le pidiera cuando menos, una buena mamada de verga, allí sentado en su escritorio, mientras le esperaban algunas personas en la antesala de la oficina. Muchas veces le decía que nadie lo hacía tan rico como ella, que era una delicia lo que sentía cada vez que ella le mamaba la verga.

Esta parte fue muy excitante conocerla porque además, por primera vez me relató como en una de las visitas a esa oficina, fue sorprendida por la secretaria, cuando arrodillada en el piso y totalmente desnuda le chupaba la verga a su amigo. Lo mejor de todo es que debido al alcohol que ya tenía en la cabeza, no se inmuto por la incursión de la secretaria en la oficina, y continuo chupándole la verga mientras ella los observaba. Tampoco lo sucedido le impidió continuar visitando la oficina como si nada hubiera ocurrido, incluso hasta le sonreía presuntuosamente a la secretaria cada vez que tenía que saludarle.

Todo esto me da a entender el grado de desvergüenza al que llegó mi esposa, que no le importaba que se enteraran a su alrededor del verdadero motivo de sus visitas a esa oficina, o que la sorprendieran mientras hacía todas esas guarradas con su amante,  y mucho menos lo que pudieran pensar de ella las personas que le veían entrar y salir de allí.

Esta confesión me pone muy en claro de lo puta que es mi mujer y de lo que puede llegar a hacer para complacer al hombre que sea capaz de proporcionarle el placer que ella necesita. La verdad es que estoy convencido que mi mujer es casi una ninfómana y que puede llegar a ser la más puta de todas cuando de conseguir y conservar un buen polvo se trate.

Una de las cosas que atiné a decirle una vez me hizo conocedor de estos hechos que acabo de narrarles, es que jamás durante el tiempo que llevamos juntos, hemos tenido sexo en la frecuencia e intensidad que lo hizo con su amigo durante ese año que presuntamente sostuvieron el romance.

Me confesó morbosamente que durante ese año, habían sido cerca de 100 las veces que habían tenido relaciones de todo tipo, y que me lo había ocultado porque se sentía muy atraída por él, pues disfrutaba totalmente de su compañía y no quería preocuparme por la intensidad de las relaciones que estaban sosteniendo, y porque después sentía mucha vergüenza conmigo por el comportamiento tan reprochable que estaba teniendo y que la hacía sentirse la mas puta de todas.

Solo me queda decirles que es muy excitante sentir el morbo que produce imaginar cada una de las escenas que me relató mi esposa de su relación con este amigo, especialmente aquella en la que fue sorprendida por su secretaria y que en lugar de hacerla recapacitar, más la estimuló para continuar chupándole la verga en ese momento, y para regresar los demás días, a pesar de tener claro que la secretaria ya se había percatado del motivo de sus visitas.

Esta ha sido la más excitante y sorprendente revelación que me ha hecho mi esposa en toda nuestra relación y a partir de ese día no hago más que pensar en ello y desde luego como aun continuo de viaje, no pierdo la ocasión de hacerme unas cuantas pajas tratando de reconstruir la escena en la cual fueron sorprendidos por la secretaria.