No me enamorare V
Muchas gracias por sus comentarios, de verdad. Me alegra que les siga gustando y debo decirles que tal vez ahora tarde un poco en subir las demas partes, ya entre a la uni y ya empezaron a dejarme un poco de trabajo. Lo siento y hare todo por no tardar tanto.
Eran las diez de la mañana y aun no sabia como Regina había regresado a casa anoche, me quede dormida antes de que ella volviera y luego de eso no había salido de mi habitación. Papá no vino a empujarme para tomar el desayuno, había oído a Regina decir “Si, creo que esta aquí” afuera, como a las ocho, pero no sabia a que se refería o con quien estaba hablando. Fui abajo y me di cuenta de que estaba sola.
- ¿Sam?
Salte sobre mis pies
- ¡Carajo! –grite y me di la vuelta -. ¡Regina, por el amor de Dios! –le reclame llevándome una mano al pecho-. Si vas a seguir haciendo eso me iré a vivir con algún tío hasta que te consigas una casa –suspire tratando de superar el sobresalto.
De verdad pensé que estaba sola.
- Lo siento –ella se rio-. Oye…anoche te fuiste
- Ah, si lamento eso, en realidad no tenia ganas de quedarme mucho.
- No quería que esto se volviera incomodo –me dijo, caminando detrás de mi-. Sam…
- ¿De que hablas? –la corte girándome a verla
- Sam, ¿no quieres hablar?
- ¿De que, Regina? –me estire para alcanzar un paquete de galletas en las repisas altas-. ¿Quieres oreos? Nana compro dos paquetes.
- ¡Sam! –ella lamo mi atención, se veía muy seria-. No estuvo bien lo que hice, ni lo que te dije… se que no eres de esas personas
- ¿Qué personas?
- De las que besan y no significan nada
- ¿Cómo podrías saberlo?
- No te ves como lo fueras
- No lo sabes, Regina –bufé abriendo el paquete, suspire y eche la cabeza hacia atrás-. ¿Tiene que ver esto con que no quieres una…relación o así?
- En parte –ella asintió-. No quiero herirte, Sam. Es eso, lo siento.
- ¿Cómo podrías herirme? –la mire atentamente, esperando una respuesta pero ella parecía solo preocupada, con los labios apretando-. Dime ¿así de sensible piensas que soy?
- Tu tienes buenas intenciones y yo… no creo que pueda ser esa chica de la que puedas escribir cosas bonitas –se encogió de hombros.
- Esta bien, no te preocupes –asentí lentamente-. Regina.
Ella sonrió y se metió las manos en los bolsillos.
- ¿Quieres acompañarme a la librería? –me pregunto.
Regina me dejo en la parte de arriba de la librería, era un lugar que el dueño le había dejado a ella sola, al parecer tenían buena amistad, se conocían de hace bastante que interesante, ella lee y yo escribo. Tal vez ella solo estaba hecha para leerme y yo para escribirle. Regina volvió diez minutos después de haberse ido, trajo consigo una caja blanca y me sonreía por alguna razón; desde que llegamos ahí me había estado sonriendo así: como si estuviese pidiendo perdón constantemente por algo… y yo sabia que así era pero ya la había perdonado, no le podía guardar rencor a Regina por estar ¿confundida? Eso era irónico, porque yo también lo estoy.
- ¿Qué es eso? –le pregunte apuntando la caja entre sus manos con mi dedo.
Ella dejo la caja sobre la mesa redonda de madera en donde yo estaba sentado y se puso las manos en las caderas.
- Es para ti –abrió la caja con una mano y me mostro el contenido-. Comida de disculpa… se que te gusta la comida
Se encogió de hombros.
Eran donas, seis perfectas donas alineadas con glaseado, chocolate y había una de azúcar. En ese momento quería pararme y volverla a besar pero se me paso inmediatamente al echarle de nuevo un vistazo a la caja.
Sonreí y alargue el brazo para tomar una de la caja.
- Genial- murmuro antes de darle un mordisco-. ¿Y… cuanto tiempo vas a estar disculpándote? Porque para la cena quiero algo como sushi
- ¿Cómo puedes pensar en pescado y estar comiendo una dona? –Regina se sentó en la silla a mi lado, riendo porque creo que le causaba gracia la expresión de mi cara mientras comía.
Esa dona era el cielo.
- Come una dona, Regina, vamos, se que quieres –empuje mi postre delante de su cara y ella retrocedió negando con la cabeza-. Eres un monstruo, bonita. Si no te gustan las donas ¿qué otra cosa puede no gustarte? ¿la vida? ¿el sol? ¿respirar? ¿¡el sexo!? – volvió a morder mi dona, bastante consciente del polvo de azúcar en las comisuras de mi boca.
- ¿Cuáles dirías que son tus cosas favoritas, Sam? –Regina tomo una servilleta y acerco su mano a mi cara para limpiarme las mejillas-. Eres como una niña pequeña comiendo –murmuro frunciendo el ceño y negando con la cabeza mientras arrugaba la servilleta en su mano.
Trague antes de voltear mi cara para no mirarla.
- No lo se, me gustan muchas cosas –conteste su pregunta ignorando el hecho de que me había llamado niña-. Escribir, leer, las series de televisión, las fiestas, tiempo con amigos, charlas con Abu, tener chistes privados con las personas, chicas y esas cosas que les gustan a los seres humanos normales.
- Pensé que dirías sexo –Regina sostenía su barbilla en la palma de su mano, mirándome con atención-. Lo espere, de verdad.
- Iba a decirlo… -torcí mi boca-, supongo que si lo practicara mas podría decir que es una de mis cosas favoritas, pero la verdad es, querida Regina…que ya no recuerdo lo que se siente –suspire dramáticamente colocándome una mano en la frente y cerrando los ojos-. Sabes, las mujeres no van por ahí ofreciéndose… bueno, no conmigo. Es una pena porque me dijeron que tenia potencial… sin embargo aquí estoy: sin nada de acción.
Cuando levante la vista ella estaba ahí, con el ceño fruncido y los labios apretados, mirándome con un ojo mas abierto que otro. Se echo el cabello detrás del hombro con una mano y volvió a colocar los brazos sobre la mesa, entrelazando sus manos.
- Entonces…-dijo después de una larga pausa-. ¿Esa es tu táctica?
- Básicamente –asentí-. La lastima me sirve, inspiro mucha cuando uso esos suéteres y camisetas en tonos encabezados. Es como “Oh, mira esa chica, probablemente no se ha acostado con nadie en mucho tiempo ¡Que mas da! Hoy me toca hacer caridad”
Regina se echo a reír golpeando su cabeza contra la mesa de madera junto con su puño en la superficie, haciendo que mi caja de donas saltara un poco. Recordé la caja y tome una dona antes de que Regina terminara de reír.
- ¿Estas hablando en serio? -. Regina por fin levanto su mano y me miro inquisitivamente
- No, ¿qué ocurre contigo? No soy la caridad de nadie
Ella duro otros tres minutos riendo, en los cuales mi dona no sobrevivió. Se me ocurrió hacer una pregunta que me estuvo rondando la cabeza desde que supe que no se había quedado tirada y borracha en el césped de Ro como yo, vengativamente, había esperado que lo hiciera… me estaba agradando en ese momento, que lastima, de verdad.
- ¿Cómo regresaste a casa anoche? –le pregunte, enrollando uno de sus mechones oscuros en mi dedo índice y dándole vueltas.
- Oh, Camila me trajo –ella cerro los ojos y por alguna razón sonrió.
Deje caer su mecho al instante.
- ¿Camila?
- Si –ella me miro-. Dijo que vivía cerca y como sabe que estoy viviendo aquí
- Claro que lo sabe
- Pues bien, nos llevo a todos a casa –volvió a colocar su barbilla sobre su mano-. Ella me dijo que la odias… pero Sam, ella no te odia. Habla muy bien de ti, dice siempre que eres buena chica.
- ¿Me compraras el almuerzo? –murmuré espero que se diera cuenta que no quería hablar de ella
- Estoy pensando en llevarte con un nutricionista
- Que pesada
- ¡Sam! –Regina me golpeo
de repente el ambiente se acorto y paso de divertido a incomodo. Se irguió y poniendo una mano sobre la mía evitando que la llevara más arriba, se coloco mas cerca.
- Sam… yo pensé que eras como todas esas chicas –Regina entrelazo sus dedos con los míos-. Yo… de verdad pensé que eras igual que todas, por eso te bese y luego te dije que no significaba nada.
Recargo su frente sobre mi hombro y suspiro.
- ¿Lo hiciste porque pensaste que yo quería… como… jugar contigo? –mantuve mi vista en frente, sin parpadear siquiera.
- Si, pensé que, ya sabes, así era como funcionaba tu manera de jugar –se encogió de hombros, su voz era apenas un susurro que me rozaba el cuello-. Así que fui ahí, baile contigo, te bese y te dije eso porque en el fondo tenia miedo… y lo siento, tu no lo merecías. Me di cuenta de que no eras así, repase todas las veces que hable contigo y releí tus poemas… tu simplemente no puedes ser así. Es mi culpa por pensar que así es como son todos.
- Oye –moví mi hombro, corriendo la cabeza de Regina contra mi pecho y estrechándola contra mi-. Esta bien, seremos amigas, quedo en el pasado, bonita.
- No merezco que me llames bonita.
- ¿No lo mereces o no te gusta?
- Yo…- ella tomo el botón del cuello de mi camisa entre sus dedos.
- Puedes ser sincera conmigo, creo que me conoces ahora y sabes que no voy a juzgarte.
- Bien…me gusta.
- Dilo, vamos
- Me gusta que me llames bonita.
- No eres precisamente una bonita, sabes.
Regina estampo su puño contra mi hombro de nuevo y esta vez si que dolió…pero me reí porque ella se rio y negó con la cabeza antes de volverme a abrazar. No sabia que era eso que teníamos, probablemente éramos amigas pero… nos besamos y ella me sigue gustando y esta implícito, yo también le gusto a ella.
¿Qué se hace en estas situaciones?
Regina se levanto de la silla y bostezo.
- Tengo sueño –se estiro, su camiseta se levanto sobre su ombligo… dejándome ver un plateado adornado su abdomen.
- Lindo piercing –dije esbozando una sonrisa instigadora con una ceja levantada hacia Regina -. No sabia que te gustaban las perforaciones.
Ella se miro el ombligo y rápidamente lo cubrió. Camino hacia la puerta y cuando se detuvo, se giro para volver a verme.
- No le vayas a decir a tu abuela
- ¿La pequeña Regina se hizo un piercing y no quiere que Abu se entere?
- Samanta…
- ¿Realmente crees que le diría a Abu eso? Seria echarme al hoyo yo misma, me va a preguntar porque le ando viendo el ombligo a su casi segunda nieta –voltee la caja para tomar mi tercera dona-. No seria sensato
- Muy bien.
Ella abrió la puerta y salió por ella rápidamente. Me quede pensando en ese piercing… realmente no lo esperaba
- Ay Regina.