No me dejes de lado (fragmento)
Traducción de un fragmento de la novela "Seduciendo a Katy" ("Captivating Katy" de Reese Gabriel) ofrecido gratuitamente por PF Katy se da cuenta de que someterse a este hombre no será fácil, cuando está repostando gasolina desnuda cumpliendo sus órdenes. ¡Es solo el principio!
No me dejes de lado (fragmento de la novela "Seduciendo a Katy")
Título original: Captivating Katy ("Do Not Cast Me Aside")
Autor: Reese Gabriel (c) 2004, all rights reserved
Traducido por GGG, septiembre de 2004
Resumen: Katy se da cuenta de que someterse a este hombre no será fácil, cuando está repostando gasolina desnuda cumpliendo sus órdenes. ¡Es solo el principio!
Tengo que quitarme la ropa en el coche. Tengo que ir desnuda. Realmente él me está haciendo esto. Se está apoderando de mi cuerpo... y yo me siento volar. Como si estuviera borracha o algo así. Y esta idea del dolor solo supone más alegría porque demuestra que realmente estoy siendo dominada, no solo que me sigan la corriente o me animen a hacer lo que ya quiero. Es como con el amo negro excepto que yo no puedo pedir los golpes. Excepto en la medida en que conozco a Mark al menos un poco y sé que era amigo de Warren, un amigo que pensaba con bastante suficiencia tener 'poder sobre mí'. Sea lo que sea lo que eso quiere decir. Una mierda típicamente inescrutable el tal Warren. Dios, le patearía el culo si volviera por aquí.
Desde luego si él estuviera aquí, yo no estaría en el coche de Mark, retorciéndome para quitarme las bragas, por la que siento como enésima vez.
"Coloca el asiento totalmente hacia atrás, las manos en los costados."
Quiere jugar conmigo. Gimo mientras hace lo que quiere con mis partes femeninas.
"Mark, necesito correrme... por favor déjame..."
"No." Me palmea el muslo. Con fuerza.
"Ou," me quejo. "Eso duele de verdad."
Su mano vuelve a mi pecho como si fuera de su propiedad. "Realmente no tienes ni idea. Un golpe de vara y luego podemos hablar de dolor."
"¿Qué quieres decir con vara?" El corazón me golpea el pecho. Las varas son una cosa seria. Hasta ahí llego.
"Bambú," explica. "Es a donde vamos a ir a parar."
"Yo... he cambiado de idea."
Probablemente hubiera sonado más convincente si no hubiera estado desnuda, retorciéndome, intentando avanzar las caderas hacia sus dedos para conseguir algo más de contacto.
"No me vendría mal un poco de gasolina," medita. "¿Te levantas a echarla?"
Le miro aterrada. "¿Tal como estoy?"
"¿Por qué no?" se encoge de hombros. "Es una noche cálida."
"¡Mark, tú no te atreverás!"
"Claro que me atreveré," dice bajándose la cremallera de la bragueta. "A menos que haya alguna otra cosa que ocupe mi tiempo."
Capto el mensaje y dejo caer enseguida la cabeza en su regazo. Su polla dura y desnuda me está esperando, lista para entrar en mi cálida y receptiva boca. Dar placer a un hombre en la autopista puede que sea un poco vergonzoso, pero es jodidamente peor echar gasolina completamente desnuda.
Mark gruñó, corriéndose en mi garganta muy rápidamente. Me tragué hasta la última gota, esperando que esto le apaciguara. No fue así.
"Será de 89 octanos," dijo entrando en el área abierta toda la noche.
"Mark," dije entrecortadamente. "No me hagas esto, por favor."
"Venga." Me palmea el muslo con fuerza suficiente para asegurar que no voy a querer luchar más con él. Lloriqueando, pero también total y jodidamente excitada, abro la puerta del coche e intento ver alrededor. No hay ni un alma. Saco un pie desnudo, indeciso, al sucio cemento. Todavía estoy mirando cuando me da un azote en el culo, incentivándome adecuadamente. Me agacho, pidiendo a dios que el empleado no mire para acá. El depósito está en el lado del conductor. Medio corro, medio me arrastro hacia el surtidor.
Oh, mierda, ¿cómo voy a pagar esto? Si me hace entrar, me moriré, por no hablar de que me detendrán. "Mark," susurro con fiereza, golpeando su ventanilla.
Me mira, casualmente antes de bajarla. "¿Sí, querida?"
"Tengo que pagar."
Piensa un momento.
"Oh, por favor, dame una tarjeta de crédito," lloriqueo. "Por favor. Te la chuparé para el resto de tu vida natural. Incluidos los huevos."
Esboza una sonrisa y me pasa una Visa para el surtidor. "También quiero el parabrisas limpio."
Oh, mierda.
El empleado no puede evitar ver el espectáculo. Afortunadamente observa con prismáticos en vez de llamar a la poli. Tengo que entrar en contacto íntimo con el coche para hacer el trabajo. Especialmente cuando me hace inclinarme, insistiendo en que me he dejado puntos aquí y allí. Es un auténtico cabronazo sádico el tío este, haciendo que aplaste las tetas contra el cristal húmedo y que apriete mi chocho hambriento contra el metal. Lo estoy deseando de tan mala manera, estoy fuera de mi jodida mente. Me tumbaría en el cemento si él me lo dijera. Probablemente también entraría y se lo haría al empleado.
"Entra al coche," dice al fin.
Salto dentro, jadeando.
"Tienes un minuto para hacértelo," me informa. "Usa esto."
Agarro el consolador que me pasaba. No tengo ni idea de dónde lo ha sacado, todo lo que sé es que estaba dispuesta a chuparlo entero de arriba abajo, la totalidad de las ocho pulgadas (unos 19 cm) de plástico suave color púrpura. Me pongo a follarme como un animal. Las caderas al aire, gruñendo y atiborrándome, clavándome la cosa con fuerza en mi interior, restregándola una y otra vez sobre el clítoris. Hablando de juegos previos. Lo que este hombre acaba de hacerme...
Grito en el techo del coche y no parece importarle. Todo lo que dice cuando, de alguna manera, consigo aterrizar de nuevo en el asiento después de que haya pasado es, "Otra vez."
Estoy cubierta en mis propios jugos. El consolador es mi amo, tomándome y violándome y reclamándome. Estoy en el camino de conseguir que me peguen en el culo, actuando como un putón, una prostituta quinceañera, y no sé que otra cosa, cualquier cosa, supongo sin embargo que lo que soy realmente, una viuda de casi cuarenta. Pero entonces, nunca antes tuve este tipo de orgasmos. Nunca pude posiblemente haber sentido esta libertad, esta capacidad de profundizar en mi sexualidad. Desnuda en el coche de un desconocido. A su merced mientras está sentado vestido, conduciendo tranquilamente.
Cuando llegamos al 'loft' y entramos en el aparcamiento, Mark me dice que me ponga la blusa y la falda. Parezco un desecho, pero no muestra piedad. Primero tengo que lamer el consolador hasta dejarlo limpio, luego la propia piel del asiento. Lamo mi corrida con mi minúscula lengua, retirándola. Mi pulso está acelerado y me hundo en este lugar de total indefensión sexual.
"Ya basta, muchacha. Ven conmigo."
La orden dicha con brusquedad, como de un amo a una esclava, hace que mi coño se estremezca. Él ya está caminando, con paso enérgico y tengo que pisarle los talones. Ni siquiera me fijo en los alrededores. Es como si nunca hubiera estado aquí antes. El ascensor, siendo una jaula de metal como es, me llena de un delicioso temor. Una vez más tengo que desnudarme por mí misma, y esta vez sé que es por el bien de la noche.
Toma mi ropa y me dice que me ponga a cuatro patas. Tengo que esperar así mientras entra a preparar las cosas. Escucho el sonido del tintineo del hielo, está preparando una bebida. Luego va a un armario especial donde encuentra la vara que está buscando y también un juego de ataduras de cuero.
"Ven," chasquea los dedos, y esta vez lo que quiere es que me arrastre y no un orgasmo (N. del T.: en inglés 'venir' y 'correrse' utilizan el mismo verbo 'come'). La puerta del ascensor está abierta. Me está esperando y creo que es la última oportunidad que tengo de largarme. La última oportunidad para la cordura. Pero tengo que saber. Tengo que sentir. Y ¡al carajo! ¿qué pasa si tiene razón? ¿Qué pasa si necesito el castigo? Es algo demasiado grande para no descubrirlo. Tengo la cabeza demasiado enredada en ello. No puedo limitarme a escapar. Es... de alguna manera una experiencia religiosa.
En alguna parte en el fondo de mi mente no puedo evitar pensar que Warren quiere esto para mí, también, lo que es extraño, porque era tan jodidamente posesivo y no puedo imaginarme prestándome a otro hombre. Aunque tal vez piense que ha encontrado una laguna legal. En vez de rendirse al cáncer como todo el mundo, se sella su propia entrada y deja a cualquier otro sus órdenes de marcha. Es como no estar aquí; todavía está.
Mierda. Otra vez estoy loca por Warren, y aquí está este hermoso hombre (sí, hermoso) de pie con una vara, en calzoncillos, queriendo que yo, yo, me arrastre hasta él para sentir su marca única de amor. No puedo dejarle. No puedo dejarme. Con todo lo que odio el dolor, tengo que hacer esto.
No siempre querrás hacerlo, había dicho Warren, habrá veces en que no serás capaz de no luchar, pero son esas veces las que harán que el resto cuenten para algo.
Esta es la parte más dura, creo, hacer que mi cerebro supere esa barrera, desaparecido momentáneamente el brillo del sexo, lo bastante para hacerme pensar en rebelarme. Afortunadamente Mark es suficientemente fuerte para manejar esto.
"Ven a mí," repite. "Ahora. O abandona."
Síííííí... está haciendo lo correcto. Manejando las cartas, convirtiéndome en la necesitada, la zorra en celo que tomará el periódico enrollado, o cualquier otra cosa, en su culo para volver a ser amada por el amo. Puede ser una actuación por su parte, hacer que no le importa, pero funciona. Voy hacia él a cuatro patas, y a menos que me detenga físicamente, voy a besarle los pies también, cuando llegue.
No me detiene. Se me permite poner los labios en la parte superior de su pie. Es algo básico, un intento de mantenerme enraizada con su carne, pero tal vez también para comunicarme al nivel más elemental, de macho a hembra, a través de un vasta separación de poder.
Te adoraré, si me haces el honor. No espero que me resulte fácil... pero tienes que amarme y no dejarme de lado.