No Me Borres (Parte II)

Enamorarse puede llegar a ser una de las cosas más difíciles del mundo, ¿Quién te prepara para el amor? ¿Quién te prepara para enamorarte de otra mujer, de tu prima? Pero sobre todo ¿Quién ayuda a recordarle que hubo algo entre nosotras después de que un accidente le arrebatara esos recuerdos?

No Me Borres

Parte II

Hoy trajeron a Eva del hospital, por primera vez desde hace mucho tiempo estará de nuevo en casa. No logró ocultar mi alegría (no podría), pero tampoco puedo ocultar la tristeza por el hecho de que para ella simplemente será una cosa y no un hogar. Evan y yo esperamos en casa, hicimos de cenar y acomodamos unos cuantos carteles con un mensaje de “Bienvenida” nos sentamos en el la sala y esperamos a escuchar el motor del auto fuera en la cochera.

Durante muchos meses y de una manera muy seca, Evan me había dicho que él ya se había hecho a la idea de que Eva jamás regresaría; decía que así dolía menos, yo jamás lo pude asimilar así… Siempre tuve la esperanza de que algún día despertara, justo ahora esa esperanza que me había mantenido viva durante mucho tiempo estaba dando frutos.

El coche aparcó fuera de la casa, lo supimos porque escuchamos las llantas chillar al brincar los topes de la calle. Los ojos de Evan se iluminaron y rápidamente se puso de pie, yo me puse de pie y comencé a pellizcarme las puntas de los dedos. Ambos no colocamos frente a la puerta, esperando a que esta se abriese. Cuando por fin sucedió sólo vimos a primera vista a mi tío, que cargaba una maleta; detrás mi tía dirigía a Eva hacia la entrada. Cuando ella nos vio, sonrió fríamente como cuando saludas a un extraño en la calle; quizá ellos no lo notaron, pero yo si.

Todos nos sentamos en la sala y guardamos silencio por unos instantes. Mi tía con la intensión de romper ese silencio asfixiante sugirió que acompañara a Eva a nuestra habitación mientras ellos preparaban la mesa. El doctor había sugerido dejar a Eva en su habitación, con la intensión de que los pequeños detalles le ayudasen a recordad; también sugirió dejar a un miembro de la familia en la misma habitación por si llegase a pasar cualquier cosa. Obviamente yo fui la primera en proponerme para acompañarla en la habitación, a lo que mis tíos aceptaron sin ningún problema u objeción.

Ya en la habitación Eva comenzó a sacar todo lo que traía la maleta, era pocas cosas… Muchas de ellas que habían sido llevadas por nosotros durante su estancia en el hospital. Ella estaba muy callada, sólo se limitaba a preguntar dónde debía poner las cosas. Una vez que termino, se sentó en la silla del escritorio y se quedó fijamente mirando la pantalla de la laptop abierta.

-Ni siquiera puedo recordar la contraseña de mi correo –dijo mirando la pantalla.

-¿Recuerdas qué es un correo electrónico? –pregunté sorprendida.

-¡Claro que lo recuerdo!, no tengo retraso mental. Lo siento… no fue mi intensión; es sólo que me desespera no poder recordar.

-Déjalo, está bien; yo sufro cuando no puedo recordar algo sin suma importancia.

-Es horrible, todos me tratan como si fuera de cristal, como si fuera tonta… Y no. Simplemente no recuerdo, simplemente eso.

Verla allí tan desesperada me hacía desesperar a mí también, quizá muy en el fondo trataba de recordar con el corazón, pero su mente no ayudaba. Tantas veces había visto esta escena en mi mente, sólo que era muy diferente… Imaginaba ir hacia ella, tomarla de las manos, abrazarla fuertemente, decirle cuanto la había extrañado y besarla… Besarla hasta… ya no tenía caso ni siquiera seguir pensando en esa posibilidad.

Alguna vez llegué a evitarla por días y no desearla ver desde lo que había pasado en aquel viaje de la escuela ¿Cómo podía haber hecho aquello? Si, después de lo que había pasado en la casa de campaña había querido llegar a tener amnesia como ella; pero ella… Ella era más fuerte que ese sentimiento.

Justo al otro día de lo sucedido en la casa de campaña, ella había amanecido abrazada a mí… Cuando me di cuenta de ello una sensación temblorosa me lleno de miedo. De camino a casa, recuerdo también aquel silencio incómodo en el autobús; ninguna de las dos quería hablar respecto al tema o al menos yo no. Después de eso dejamos de salir juntas  aquellas rutinarias salidas nocturnas, dejamos de hacer la tarea juntas, de ir de compras, de ver películas, de pasar la noche en casa una de la otra… simplemente nos separamos. Mi madre preguntó en varias ocasiones si estábamos peladas, yo sólo le respondía que había clases nuevas que no compartíamos y que nos hundían en tareas.

Todas las noches pensaba en olvidar aquel suceso y simplemente recuperar mi amistad con ella, realmente la extrañaba, pero nunca me atreví ni siquiera a mirarla cuando pasaba por los pasillos al lado de todos aquellos chicos que la pretendían.

Un día mientras limpiaba y reacomodaba mi casillero ella llegó. Se quedó a un lado mirándome sin decir nada, yo seguí acomodando hasta que finalmente le hablé.

-Si vas a decir algo, será mejor que lo hagas –le dije sin mirarla.

-Entonces voltea a mirarme, no me gusta que me ignores –dejé las cosas en su lugar y cerré la puerta del casillero.

-Entonces… ¿Qué me querías decir?

-Creo que ya es tiempo de que hablemos de lo de aquel día –la tomé del brazo y la jalé hacía donde no había nadie capaz de escucharnos-. Hablemos, pero en otro lugar.

-De acuerdo, ¿por qué no hablamos en tú casa? Podría ir hoy a pasar la noche.

-No, eso no. No quiero pasar la noche contigo.

-Eso no te importó la otra noche –me dijo con un tono pesado-. ¿Pensé que éramos amigas? Además yo sólo quiero hablar, sólo eso.

-Yo no pensé otra cosa, pero ya sabes que sólo hay una cama.

-Y no es individual, si no más recuerdo.

-Podemos hablar cuando quieras y dónde quieras, pero olvídate de mi casa –tomé mi mochila, di la vuelta y me fui.

En ese momento no pensé lo que dije, más tarde lo hice; quizá ella tenía la razón, debíamos hablar pero yo insistía en evitarla. Esa misma tarde tuve que quedarme a terminar varios trabajos de la escuela, una parte de mi mente se dirigía al trabajo; pero en la mayoría giraba alrededor de aquella noche. Cuando llegué a mi casa mi madre me esperaba para comer, el olor a estofado de pollo había impregnado toda la casa; una sonrisa llegó a mi rostro y se borró cuando mi madre dijo: “Ve a cambiarte mientras Eva pone la mesa” ¿Eva? No sé porque no me lo había esperado antes, Eva siempre terminaba haciendo aquello a lo que le decías no; pero supuse que en este caso sería un poco más… Consiente, pero eso sería como pedir peras a un manzano.

Esa tarde mi padre no estaba, sólo Eva, mi madre y yo. Eva y mi madre se la pasaron todo el tiempo platicando de cosas tan triviales, yo sólo escuchaba y en cierta forma me incomodaba.

-¿Y a qué hora regresas a casa Eva? –interrogué de una manera muy despistada.

-¿Irme? ¿No te dijo tu madre? Me voy a quedar a dormir, digo –tomó un sorbo de agua-, mañana es sábado, mis padres salieron a una reunión ejecutiva, Evan va a dormir en casa de uno de sus amigos y sabes que no me gusta quedarme sola.

-Bueno chicas, porque no van a acomodar las cosas de Eva mientras yo recojo –tomé del brazo a Eva y le dije muy de cerca evitando que mi madre escuchara -. ¿Por qué no me dijiste que tus padres saldrían?

-No lo sabía, en serio ¿qué oportuno? ¿No? –fruncí mi frente y respiré profundamente. Ella sólo sonrió y se levantó de la mesa, tomó sus cosas y se dirigió hacia mi cuarto.

Todo el resto de la tarde ella se la pasó sentada en el sillón frente al televisor viendo canales alternados, no duraba más de dos minutos antes de que le aburriese y le cambiase a otro canal; yo, por mi cuenta me senté en el puff a pasar algunos apuntes que tenía retrasados. Más en la noche mi madre tocó a la puerta, Eva se levantó para abrir y recibir dos tazas de capuchino y un plato con galletas. Agradeció a mi madre y está se retiró diciendo que se iría a descansar.

-¡Huy!…  ¡Qué rico! –me dio la taza de café-. Tu madre siempre sabe cómo consentirnos.

-Entonces… ¿Qué es de lo que querías que hablemos? –le dije desviando mi vista hacia mi capuchino.

-Mírame a los ojos –volteé hacia ella-. ¿Sabes qué debemos aclarar muchas cosas respecto a lo que pasó entre ambas?

-Si, lo sé. Es sólo que aún no me acostumbro a la idead.

-bueno, entonces... Resumiendo todo, tuvimos sexo.

-Baja la voz -dijo en tono bajo Mia.

-Estoy hablando lo más bajo posible Mia.

-Escucha, he investigado y es normal, a nuestra edad.

-¿Normal? Eva, tuvimos sexo... O al menos eso creo que paso. Eso sin incluir que eres mi prima.

-Si no hubiese pasado con nosotras hubiera sido con cualquiera -defendió Eva.

-Con cualquiera... Claro ¿Por qué no lo pensé? -metió sus manos entre su cabello y continuó-. Lo bueno fue que pasó entre nosotras, que alivio -terminó su argumento en tono sarcástico.

-No te burles, mi psicóloga dice que no es para volvernos locas, pero que hay que pensar bien nuestros actos. Yo no creo que haya sido algo malo.

-¡¿Psicóloga?¡ ¡¿Le contaste a una persona lo nuestro?¡ ¡¡¿Estás loca?!!

-Bájale al tonito ¡he! Qué sólo le dije que tuve sexo con una chica, no le di tus datos... No te preocupes porque piensen que eres lesbiana.

-Pues ¿Sabes qué? Si le hubieses dicho que tuviste sexo con tu ¡Prima! Apuesto que te hubiese dado pase directo al manicomio.

-¿Nos hubiese? -corrigió.

-Como sea  -Eva se puso de pie y se acercó hacia mí.

-No tienes por qué avergonzarte, fue sólo sexo y no le hacemos un daño “real” a alguien –me tomó de las manos-, además…  A mí me gustó y no me importaría repetirlo.

-¡Eso no Eva! Eso que pasó fue un error que no se puede volver a cometer –hice su manos a un lado y me puse de pie-. Estoy cansada, me voy a acostar.

-Sí, haré lo mismo.

Ambas en la misma cama lográbamos sentir la tensión causada por la discusión, yo giré hacia el lado de la pared para poder dormir sin mirarla. Eva sólo se quedó mirando hacia el techo. Después de varios minutos supongo que ninguna de las dos podía dormir, y eso lo sabíamos.

-Sabes… Compré unas películas de sexo lésbico, es impresionante lo que se puede hacer sólo con un poco de imaginación-. Yo no respondí, quería hacerle pensar que estaba dormida. Ella se giró hacia mí y se recorrió hasta quedar espaldas mías.

-Vamos Eva ¿Por qué no lo piensas bien? ¿O qué, me vas a decir que no te gustó? –continué callada. Paso las puntas de sus dedos sobre mi brazo derecho y repitió esto varias veces. Giré mi cuerpo quedando de espaldas y mi cabeza mirando hacia ella.

-Déjame hacer a mí el trabajo sucio. –sugirió-. Tú sólo quédate así, yo haré todo –yo no asentí, pero tampoco me negué.

Ella me sonrió y se metió debajo de la cobija, yo sólo alcanzaba a mirar el bulto que se movía lentamente; debajo de la cobija ella busco mis piernas y las doblo formando una especie de casa allá adentro. Me puse muy nerviosa y una pequeña descarga eléctrica recorrió por todas mis piernas. Sentí como tomó el short comenzó a ser jalado, después su mano tocó apenas mi sexo por arriba de mis bragas y me exalté ligeramente. Cerré los ojos y me dejé simplemente llevar por todas esas sensaciones excitantes que comenzaban a surgir dentro de mi sexo.

De pronto sus manos tomaron mis bragas y estas empezaron a descender por ambas piernas. Una vez sin una sola prenda desde mi cintura hasta mis pies, comencé a sentir cualquier movimiento, tacto o rozamientos de ella sobre mi piel. Sus manos tomaron ambas piernas y las abrieron lo más que yo soportaba para dejar paso a ella. Su piel comenzó a emanar una ligera radiación de calor soportable, después sentí como su leve respiración se entrecortaba y se acercaba lentamente hacia mi sexo; parecía como si los estuviese pensando, incluso pensé en parar aquello pero con ambas manos abrió mi sexo tomándolo de ambos lados por mis labios exteriores.

Eso que logré sentir fue tan delicioso, sentía claramente sus dedos… siguió abriendo mi sexo y tomando algunas posiciones con su rostro hasta que por fin sentí que se logró acomodar. Ya para entonces sentí como mi sexo se tornaba caliente y muy húmedo, no sólo porque lograba sentirlo, sino porque sus dedos se sentían viscosos y resbalosos a causa de tocar mi parte íntima.

Esa respiración entre cortada cada vez la lograba sentir más cerca y latente. Si yo pensaba que aquello era la gloria, era una estúpida; cuando sentí la punta de su lengua rozando mi clítoris ¡oh Dios! Eso si fue sin duda un paraíso.  Su lengua lentamente daba lamidas a todo mi sexo, pero lo que realmente buscaba era dar pequeñas tocadas en forma circular a mi clítoris.

Mis piernas de pronto quisieron moverse por todos lados, estirarse y levantar todo el resto de mi cuerpo; pero soporte, me mantuve en la misma posición a pesar de querer moverme por todos lados. De un momento a otro su boca se volvió una succionadora, mi clítoris era ligeramente succionado y después lamido.  Esa presión que se ejercía dentro de mi sexo a causa de que succionaba, comenzó a excitarme todavía más… Metí mi mano derecha debajo de mi blusa y comencé a tocar mis pechos, mientras que con la izquierda agarraba el tubo del cabezal de la cama de una manera tan fuerte; que a pesar de sentir mi mano muy endurecida por la tensión de mis músculos, en ningún momento sentí dolor.

Eva al final terminó dejando toda su cara dentro de mi sexo, yo podía sentir claramente su lengua lamiendo todos mis fluidos al mismo tiempo que su nariz rozaba con alguna parte de allí mismo. Mi mano apretaba el pecho con tanta fuerza que estos comenzaron a dolerme un poco, pero con un dolor tan delicioso que la mitad de cuerpo parecía estar partiéndose en dos.

Mi pelvis empezó a levantarse con la ayuda de mis piernas de una manera incontrolable. Eva aprovechando que me levantaba metió sus manos por debajo de mis piernas y agarro mis glúteos muy fuerte y los apretó enterrándome las uñas.  Mi sexo comenzó a moverse por todos lados y la cabeza de Eva hacia lo mismo intentando encontrarme para seguir saboreando lo que sea que hubiese allá abajo.

Sacó sus manos debajo de mi cuerpo y con la mano izquierda agarro mi pierna derecha y la puso de nuevo en su lugar. Una vez que parecía mi cuerpo moverse un poco menos, con la mano derecha metió el dedo índice y medio por el orificio de mi vagina. Yo sin pensarlo saqué desde mis adentro un gemido largo y grueso que me excito al pensar que debía mantenerme callada.

Sus dos dedos parecían ser sólo uno, la punta de sus dedos se movían engurruñándose levemente. Sacó los dedos y regreso a chuparme el sexo pasando esta vez metiendo lo más que alcanzaba de su lengua en el mismo orificio en donde había mentido los dedos.  Volvió a meter los dedos y con la otra mano movió mis piernas hacia la  derecha exigiéndome que me volteara dejando mi trasero frente a ella, así lo hice y en ningún momento sacó los dedos dentro de mí; así que pude sentir como estos giraban mientras yo me movía para poder quedar en la posición que ella me exigía.

Con su otra mano y yo con las rodillas dobladas, metió un dedo de su otra mano. Al principio fue sólo la punta del dedo, ya que le contaba hacer que el orificio de mi ano se expandiera. Así que paso la punta de su lengua dentro de mi ano para hacer que esta se dilatara. Después logró meter el dedo un poco más hondo gracias a la ayuda de la saliva. Los dedos que mantenía en mi vagina se seguían moviendo de mil y un maneras que sólo ella sabía cómo se llamaban, pero cuando metió por completo el dedo de la otra mano en mi ano; un escalofrío grotesco me hizo sacar otro gemido, pero más fino y corto.

Sacó el dedo del ano y volvió a meterlo, pero esta vez más bruco; empujándome hacia adelante, repitió esto haciendo una perfecta armonía con mi cuerpo y el suyo. Empujó y empujó hasta que finamente mis rodillas no pudieron más y mi cuerpo se paralizo en cuestión de segundo. Todo mi cuerpo simplemente cayó sobre la cama, ella salió entre las cobijas y se tumbó a mi lado, giré mi cabeza hacia un lado y la tuve frente cara a cara.

Cuando haber recordado esto parecía la mejor historia del mundo, Eva me sacó de aquel recuerdo, que más que recuerdo ahora parecían fantasías.

-¿Estas bien? Es que te desconectaste.

-Lo siento, es que, es muy difícil verte así… No solamente eres la única que sufre con esto.

-Lo sé, y espero al menos poder contar con tu ayuda para salir de esto… Para que me ayudes a recordar.

-No sabes cuánto lo voy a intentar, lo haré hasta que recuerdes la última cosa posible.

-Gracias, ¿nos vamos? –Señaló con la cabeza hacia la puerta-. Tengo hambre.

-Anda –le señalé con la mano y camine detrás de ella.

¿Cómo parecía ahora ser tan tierna e incluso más ilusa que yo? Entonces recordé que justo después del sexo que tuvimos por segunda ocasión aquella vez en mi habitación, ella me dijo:

“Te voy a prestar las películas para que un día de estos me puedas agradecer de otra manera” que terminó con un simple beso.

Ahora, ¿cómo podía imaginarme a Eva? Si lo que había en esta Eva era tan diferente a la Eva de aquella noche.

Nos estamos leyendo y hasta pronto.

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