¡No lo sabes tú bien!

Confesiones de cornudo convicto y confeso 2

CONFESIONES DE CORNUDO CONVICTO Y CONFESO 2

¡No lo sabes tú bien!

La verdad es que tanto y cuánto vino después en esos veinte años de infierno y paraíso, puede resumirse en una sola frase y es la de “cruce de egoísmos ante el muro de las lamentaciones”; ella y yo, los dos, yo y ella. A lo primero de estar juntos, descubriéndonos por nuestros rincones secretos, todo o casi todo nos cabía y más cuando cada cual encontraba en el otro y en la otra, no un extraño ni una estrecha, sino un cómplice con quien atravesar las fronteras de lo prohibido. El primer polvo que echamos, tres o cuatro días después de conocernos, lo recuerdo por eso y por un detalle suyo que me encendió muchísimo: en pleno morreo, separa sus labios de los míos, me mira con sonrisa golfa, y me dice: “¡Llámame Puta!”. Y tanto que la llamé y la llamo todavía, aunque esté lejísimos y no me oiga. Pasó que de tanto llamárselo, de tanto ir el cántaro a la fuente con el mismo canto, la susodicha se cansó de oírmelo decir, y al cabo de tiempo se atrevió a comentarme lo arrepentida que pudo sentirse y se sintió tantas veces, cuando eso le estorbaba;  “y lo que te pido, por favor, es que además, sí no te importa y se te ocurre, también me digas que me quieres, que soy tuya, que me deseas como a nadie, que soy tu vida… ¡¡¡cabrón!!! ¡¡me tienes harta!!  Sí, así tal como lo he confesado, ocurrió, y más de una y más de… Cabrón y cabezón, testarudo y caprichoso cornudo. Claro que, de la misma manera que esta situación se pudo repetir, recuerdo otra, de signo contrario; o sea esas contadas ocasiones en que el amor funciona, el polvo  va de puta madre, y por eso ella, entregada y contenta; cuando yo la abrazo y la beso la acaricio se la meto y le digo: “cariño, qué puta eres”, ella, de la manera más borde, sensual y deliciosa; y con escasez absoluta de vergüenza, me responde: ¡“’No sabes cuánto, querido” “No lo sabes tú bien”!