No lo esperaba....

Sin sospechar lo que pasaría ese día, fui a visitar a mi amigo Luis Fernando y lo que pasó, jamás me lo esperé.

No lo esperaba...

Era un día sábado y sin tener nada que hacer, me dirigí a la casa de mi amigo Luis Fernando, compañero del equipo de fútbol del colegio en donde estudiábamos y que se había convertido en mi mejor amigo. Ambos teníamos 15 años y nuestro equipo de fútbol competía en un campeonato Sub.16. Al llegar toqué el timbre de la puerta principal y al no recibir respuesta, me fui alrededor de la casa, para ver si estaba en la piscina. Allí me lo encontré con Diana, una compañera del colegio y novia de un amigo nuestro. Diana tenía aproximadamente nuestra edad, era una atleta y cada parte de su cuerpo así lo demostraba; tenia ojos azules, cabello lacio y rubio, con un corte muy masculino. Aunque la respetábamos por ser la novia de nuestro amigo, habíamos escuchado rumores de que era bisexual, cosa que a nosotros no nos importaba. Su traje de baño era de color blanco, de una sola pieza, muy parecido a los que utilizan las nadadoras, que en delgada forma de V cubren lo necesario. Me invitaron a que entrara a la piscina, pero les dije que no había venido preparado y no tenía una trusa que ponerme. Al oír eso, Luis Fernando me dijo bromeando, que si quería me prestaba una tanga de su hermana.

Nos reímos con la broma, pero Diana dijo que me bañara en mis interiores, pues todo el tiempo estaríamos adentro del agua y a ella no le importaba. Con un poco de aprensión, por recordar que los que tenía puestos me los había regalado mi hermana y eran blancos, de material de lycra y muy delgados, me quité rápidamente mis vaqueros y me metí en la piscina. Nadábamos y charlábamos sobre diferentes tópicos, algunos comentarios llenos de morbo sexual. Esa tensión o excitación se notaba en nuestras voces carrasposas, en la forma que mirábamos descaradamente a Diana y en la protuberante y notoria erección que yo había mantenido todo el tiempo. Tengo hambre, dijo Diana y Luis Fernando nos dijo que nos saliéramos de la piscina, que él prepararía unos emparedados. Nos sentamos en el bar mientras se preparaban los emparedados y mi bendita erección se mantenía, cosa que me incomodaba.. Diana me comentó, que tener esos interiores puestos y no tener nada, era lo mismo y yo, de inmediato, mirando su concha que se dejaba ver a través de su traje de baño le contesté: Miras la paja en el ojo ajeno, pero no miras la viga en los tuyos. Se ruborizó y de inmediato se cubrió con una toalla. Yo hice lo mismo, pues había quedado inhibido por su comentario.

Almorzamos y nos sentamos en unas "asoleadoras" y sin importarme, me quité la toalla que me cubría. Diana hizo lo mismo y nos quedamos asoleándonos un rato. Casi a las cuatro de la tarde Diana se levantó diciendo que se tenía que ir y aunque le suplicamos que no lo hiciera, dijo que tenía que hacerlo, pues tenía que salir de compras con su mamá.

Al poco tiempo de irse Diana, Luis Fernando me dijo que entráramos a su dormitorio, pues quería bañarse. La puerta corrediza de su dormitorio era de cristal espejo y daba hacia la piscina. Se podía ver de adentro para afuera, pero el espejo impedía ver hacia la parte de adentro del dormitorio, cosa que me pareció peligrosa, pues sus padres en un momento dado podían ver todo lo que pasaba en el área de la piscina. Mientras Luis Fernando se bañaba yo comencé a mirar unas revistas porno que tenía encima la cama. Al rato salió desnudo y se sentó en la cama. Eso era normal, pues mil veces nos bañamos juntos después de un partido, con la mayor naturalidad.

Yo me fui a bañar y cuando regresé, él seguía desnudo, pero acostado en su cama mirando las revistas y se estaba tocando la pija. Me dijo mirándome a los ojos, que él no era ningún maricon, pero que en la piscina me había visto la pija erecta y eso lo había excitado. Que ha falta de pan buenas eran tortas y que si yo quería, podíamos entretenernos un rato. Le pregunté que clase de entretención tenía en mente y me contesto, que jugáramos, que yo tendría que hacerle a él, lo que él me hiciera. Sin querer, mi pija comenzó a levantar la toalla que tenía puesta. El lo notó y me dijo que me quitara la toalla y que me acercara a la cama. Lo hice, él se sentó al borde de la cama tomando mi verga en sus manos y sin dudarlo se la metió en la boca unos momentos, pero sin chupar, ni pasando la lengua por ella y de inmediato la sacó. Te toca a ti, me dijo. Tomé su posición en la cama, le agarré su verga que estaba bien caliente y sin pensarlo me la metí en la boca.

Solamente con los labios la toqué y de inmediato la saqué. Le dije que eso no tenía sentido que yo estaba muy nervioso y que nos sentáramos nuevamente en la piscina para charlar. Le pregunté por sus padres y me dijo que estaban de viaje con su hermana, visitando a su abuelita que vivía en un pueblo cercano. Que regresarían al día siguiente. Abrimos la puerta y nos sentamos en las asoleadoras; él a mi izquierda y yo reposando, casi acostado. Me preguntó si quería fumarme un porro y tomarnos un coñac. Nunca lo había hecho, pero bajo las circunstancias me pareció una buena idea. Se levantó, buscó el cigarrillo y las dos copas de coñac. Encendimos el porro y charlando nos lo fumamos. Me dijo que entre Diana y yo lo teníamos excitado y que sin querer, no había dejado de mirar mi verga toda la tarde. Que me aseguraba que no se sentía homosexual y que lo que estaba pasando era solamente un juego. Alcanzamos a tomarnos dos copas y poco a poco comencé a sentir los efectos relajantes de la traba. Miré su verga y comencé a detallarla y a compararla con la mía. La tenía medio erecta y reposando sobre su pierna derecha, que la tenía mojada por el lubricante que se le escapaba por la punta. El no tenía casi pelos en su pubis y los pocos que tenían eran rubios; su verga era un poquito más gruesa que la mía y cuando la tenía parada, tenía una ligera curvatura hacia arriba. La mía era más blanca y la curvatura era hacia abajo. Se dio cuenta de que lo estaba mirando detenidamente y me preguntó si quería entra a su dormitorio.

Ya había perdido el miedo y estaba dispuesto a continuar con el juego para ver hasta donde llegábamos. Entramos a su dormitorio, me di cuenta de que había cerrado la puerta con el botón de seguridad, prendió el aire acondicionado y me dijo que me acostara con dos almohadas en la cabeza. Me abrió las piernas y se acostó en medio de ellas. Con dos de sus dedos comenzó a mover mi verga de arriba abajo, hasta que se comenzó a parar. Yo podía ver todo lo que hacía y eso me tenía muy excitado. Comenzó a pasarme la lengua por la cabeza, secando con su lengua el líquido que la cubría. Poco a poco se la metió en la boca succionándome, subiendo y bajando lentamente hasta que mi verga desaparecía en su boca.; regresaba a la punta y me pasaba la lengua alrededor de la cabeza. Le dije que parara un momento, pues me podía correr. La dejó de tocar y comenzó a pasarme la lengua por los huevos, me levantó las nalgas un poco y me metió la lengua en el culo. El placer que sentía era indescriptible y como no quería correrme, le dije que suspendiera por un rato. Le pedí otro coñac y él salió para buscarlo.. Mi verga estaba tan dura que parecía un palo y yo no dejaba de tocarme. Regresó al momento con la botella y dos copas, me sirvió un trago que me lo tomé como purgante y le pedí de inmediato otro. Se acostó a mi lado y comenzamos a hablar. Me dijo que no pensara mal de él, pues en la próxima ocasión nos acompañaría Diana y su amiga, y que eso era un secreto que quería compartir conmigo.

Que ella gustaba de mi y que eso lo habían hablado en la piscina. Le dije que no le creía, pero que no importaba. Le miré su verga que estaba tan parada como la mía y con la punta mojada y en ese momento, me decidí a hacerle de todo aunque después me arrepintiera. Me acomodé enfrente de sus piernas, tal como él lo había hecho. Tomé su verga en mi mano y despacio se la acaricié. La sentí bien caliente y dura. Miré la punta mojada y con la lengua comencé a sacarle sus jugos, que no tenían el sabor desagradable que podía esperar. Por el contrario, el liquido que salía era parecido al de las ostras que me encantan, pero más viscoso o pegajoso y me dejaba la boca fresca, como cuando se comen mentas. Me la metí en la boca y comencé a chuparlo muy despacio, subiendo y bajando la boca simulando una concha de mujer. Le tomé la verga por la base, la apreté y se la subí, para sacarle más de sus jugos y pasarlos por mis labios. Gimiendo, él se comenzó a mover subiendo y bajando su pelvis como si se estuviera follando mi boca y temiendo que se corriera me la saqué de la boca. Le abrí las piernas y le comencé a pasar mi lengua por sus huevos y poco a poco me encontré con su culo. Con cierta aprensión le metí la lengua en su culo como si fuera una verga y comencé a follármelo con ella. Comenzó a gritar como loco y eso me excitaba mucho más. Me metí el dedo en la boca, lo llené de saliva y se lo introduje despacio por el culo, hasta que entro todo. El se movía apretando y soltando mi dedo con su culo, tocándose su verga y masturbándose, Me levanté, me puse de rodillas y sin saber lo que hacía se la metí toda; gimiendo se movía contra mi verga y yo se la sacaba y se la metía. Al mismo tiempo le tocaba su verga y cuando estaba listo para venirme la saqué, y caí a su lado muy agitado. Nos quedamos en silencio, hasta que me preguntó si quería otro coñac y si quería que prendiera otro cigarro. Le dije que sí y le pedí que descansáramos un rato.

Al notar su silencio por un buen rato y ver lo que me parecieron algunas lágrimas en sus ojos, le pregunté que le pasaba y me contestó que estaba desconcertado, pues el juego había ido muy lejos; me confesó que le había gustado tener mi verga dentro de su culo y que el calor de mi verga y mis movimientos lo pusieron al borde de venirse y que se sintió frustrado cuando se la saqué. Que ahora tenía sus dudas sobre esa idea, que se sentía inseguro, pues no que sabía lo que estaba pensando yo. Me juró casi llorando que nunca lo había hecho antes y que esa había sido la primera vez. Sintiendo los efectos del cigarro y de las copas que me había tomado, para tranquilizarlo le dije, que yo no estaba pensando nada, y que recordara lo que había dicho, sobre que a falta de pan buenas eran tortas y que el me había propuesto y vendido la idea y que hasta ese momento todo lo que habíamos hecho me había gustado. Que no creía que fueramos maricones, sino que estábamos jugando un juego donde las reglas habían sudo establecidas por él. Que debíamos continuar experimentando y que mañana sería otro día. Le pedí otro trago, prendimos de nuevo la chicharra hasta que la terminamos.

El seguía acostado junto a mi y como yo había tomado la decisión de probar todo con él, antes de que se arrepintiera me voltee, puse mi cara sobre su pecho y comencé a tocarle la verga que la tenía flácida y mojada. Se la acariciaba y me gustaba la suavidad de su verga y el calor que sentía en mis manos. Poco a poco se le fue parando y no resistí la tentación de ponerla en mi boca. La tenía mojada y no aguante las ganas de pasarle nuevamente mi lengua por la punta de la cabeza y sorber todos sus jugos. El se levantó y cambiamos posiciones. Comenzó desesperadamente a chupar la verga, los huevos y nuevamente el culo, y haciendo lo que yo había hecho, se metió los dedos en la boca y me metió un dedo. Lo metía y lo sacaba y eso me enloquecía. Tenía los ojos cerrados y no sentí cuando se arrodilló junto a mi y sin avisar me la metió. Al principio me dolió, pero luego me fui acostumbrado a sentir su verga en mi culo. Sentía su trozo de carne caliente que se movía muy dentro de mi culo y cuando sacaba la mitad, para luego introducirla toda, la sensación era de inmenso placer poniéndome al borde del éxtasis. Yo gritaba, gemía, le decía que no parara, pero que no se viniera....de pronto la sacó, pues se estaba viniendo y cayó desplomado sobre mi. De inmediato le pasé mis manos sobre sus nalgas, lo voltee y rápidamente le metí la lengua en el culo para lubricarlo y se la volví a meter. Se la metí toda, sacándola hasta la punta, comoél me había hecho y cuando él no esperaba, se la volvia a meter toda. Gritaba, gemía. Se movía sobre mi verga, la sacaba y la metía con rápidos movimientos, hasta que se la saqué, pues no me quería correr así. Me di vuelta y de lado, en posición de un 69 me metí su verga en mi boca. El hizo lo mismo. Le pasaba la lengua por la punta y mi boca se fue llenado con ese delicioso y mentolado liquido viscoso que me trastornaba, la metía toda en mi boca y la sacaba apretando mis labios sobre su trozo caliente para que saliera más y más liquido. Nos comenzamos a mover follando nuestra bocas, hasta que se corrió abundantemente adentro de mi boca y luego, lo hice yo. Su eyaculación era un poco amarga, pero me la bebí sin asco, saboreándola y sin dejar de chuparlo. Con nuestras vergas en la boca, como si fueran un biberón nos dormimos.

En mi próximo relato les contaré lo que pasó otro día con Diana, su amiga y mi amigo Luis Fernando.

Andrés Eter

Colombia