No le Cuentes a Nadie
No pares, bebé. Es bueno eso, no te preocupes decía con voz cortada por el placer sigue, chiquito. No pares de hacerle el amor a tu tía. Una reunión familiar termina siendo un rollo entre todos pero no al mismo tiempo. Un relato de Amor Filial con toques de No consentido e Infidelidad.
Espero que os guste.
I
Rebeca pasó volando en su bicicleta SuperBird color azul por la Avenida de las Flores. Misma avenida que conectaba con todos los edificios del ostentoso residencial en el que vivía con su familia. Ella era hija de un adinerado Ingeniero Civil; el gran Miguel Castrejón, reconocido por diversas hazañas en la ingeniería contemporánea. Rebeca se dirigía a casa después de ir a ver a sus amigas; Laura Pastrana y Victoria de la Garza. Que vivían hasta el otro extremo del residencial. Ella siempre fue muy aventurera. Diario se rehusaba a ser llevaba por el chofer hasta la casa de Laura. La mamá accedía porque todo el lugar gozaba de buena seguridad y el único peligro era que ella tuviera una caída debido a las empinadas colinas que había. Finalmente subió el ascensor usando la contraseña de su piso, se abrieron las puertas que daban directamente dentro de la casa y una nube sabrosa inundó su nariz. La comida estaba lista. Se incorporó y escuchó mucha emoción en la sala, se asomó y vio a un hombre mayor, una mujer de mediana edad y a un chico. Su madre y su padre les abrazaban de forma muy efusiva.
—¡Hija! Ven, te presento a tu tío Julio y a tu tía Olga. Fueron tus padrinos de bautizo. Vinieron directo de la Ciudad de Versalles.
—¡hola, tíos! —Rebeca los saludo alegremente.
—La última vez que te vimos eras solo un bebé —dijo la tía Olga—, mira, te presento a tu primo Lucian —el chico le dio un beso en la mejilla.
—¿Quieres jugar? —dijo Rebeca con la misma alegría a su nuevo conocido primo.
Los dos chicos salieron corriendo en dirección a su cuarto. Los adultos tomaron asiento, dieron la cena y se dispusieron a beber unas copas para amenizar el reencuentro. Contaron sus aventuras y ya con más copas encima comenzaron a relatar sus aventuras juveniles con todo y detalle en cuanto a lo sexual. Mientras tanto los niños jugaron de todo, desde muñecos, videojuegos, patineta y finalmente a la “familia” donde Lucien era el padre, Rebeca la madre y Jordán (un vecino, amigo de la misma edad de Rebeca), como el bebé . Eran niños sin malicia, pero con despertares sexuales muy adelantados a su edad.
—Bien, ya se durmió el bebé —dijo Lucian refiriéndose a Jordán—, es hora de que los papás se duerman.
—Vale, mi cielo —dijo Rebeca entre risas muy metida en el juego.
La mamá de Rebeca; la señora Iris, de piel blanca y cabello dorado, tenía unas caderas descomunales sin mencionar su estrecha cintura y sus lujosas piernas brillantes de un terso color durazno. Se metió a la cocina por otro vaso de Mojito, caminó tambaleándose de un lado a otro mientras su esposo se quedó solo con la tía Olga platicando del nuevo puente que está diseñando. Iris sintió el aroma del cigarro y recordó que el tío Julio dijo que iba a fumar un cigarro en la terraza. Ella fumaba a escondidas en ocasiones ya que su marido, Miguel, no se lo permitía “He perdido muchos familiares por esa porquería de cigarro” pero gracias a las copas se sintió valiente para desafiar esa norma y darse un gusto en un momento a gusto.
—Julio… me escapé —se rio—, ¿Me regalas un cigarro?
—Iris… claro —se buscó entre las bolsas de su fino saco de vestir y se dio cuenta que no tenía la caja—, no me lo vas a creer, dejé la caja en la sala, iré por ella, permíteme.
—¡No!, se supone que no puedo fumar.
—Ya veo, ten, fumemos del mismo.
Entonces los dos se colocaron sobre el barandal y vieron en el frío las luces lejanas de la gran ciudad.
Julio era un señor algo mayor que ella, era corpulento y tenía un bigote que contrastaba con su respingada nariz. Cuando hablaba parecía que lo hacía cantando y su mirada penetraba hasta el cráneo con una amabilidad infinita. Los cuatro adultos habían prendido un fuego extinto gracias a todos esos relatos sexuales de una juventud desenfrenada que se contaban sin tapujos gracias a la soltura del alcohol y a las ganas de renovar sus matrimonios con el liberalismo de la época actual. Puso a todos calientes de un modo pasivo y despertó dudas e inquietudes.
—¿Qué hubiera pasado si nos hubiéramos ido a ese viaje? —dijo el tío Julio retomando una de las tantas preguntas en el aire.
—Seguramente tú estarías en la sala hablando con Olga —haciendo referencia a que ellos pudieran estar casados de haber ocurrido dicho viaje.
Iris dirigió su mano a los labios de Julio y le quitó el labial que le dejó el cigarro que ella embadurnó cuando compartieron el humo. Después Iris se dirigió a la entrada para regresar con los demás.
—Iré a ver a los niños —dijo tambaleándose.
Mientras tanto la tía Olga le dijo a Miguel lo mismo.
—Iré a ver a los niños —dijo para escaparse de la mirada de Miguel.
—Vamos —dijo el papá de Rebeca.
Miguel no pudo evitar verle el culo a Olga, era suculento. Con la mirada comió su cintura y subió hasta sus hombros desnudos y se embriagó con el aroma que despedía su cabello. Miguel ya había tenido relaciones con otras mujeres, pero dado el alcohol que tenía ya en la sangre se atrevería a intentarlo con la prima de su esposa. Además, ellos también tenían ganas jamás resueltas de su juventud. Cuando en una noche de copas durante la universidad durmieron en la misma cama; al despertar solo encontraron condones abiertos en la basura, pero nadie recordaba nada. En el pasillo oscuro Miguel la tomó por los hombros y la aventó sensualmente contra la pared arrancándole unos besos. Pasando su mano por sus enormes pechos. Puso atención al sonido de la puerta de la terraza, sabía que rechinaba y era la forma de saber que el tío Julio e Iris regresaban a la sala. Entonces continuó.
—No… para… —le decía Olga con una terrible excitación—, nos verán, todo se irá a la mierda, nuestros hijos nos oirán.
Pero cuando Miguel se dio cuenta Olga ya había sacado su miembro y ahora lo masturbaba mientras ella apretujaba la pierna de Miguel en su entrepierna. Se besaron descontroladamente aquellos adultos ebrios. Miguel era un hombre con rasgos duros, toda su vida trabajó en exteriores y su piel había pagado ese precio, tenía una barba cerrada que él cuidaba como a su carro, y tenía una mirada feroz que era suficiente para tener a cualquier mujer que se le cruzara. Olga, en cambio, no era tan impresionante como Iris, pero tenía unas tetas que doblaban el tamaño que las de la esposa. Además, Olga, tenía esa mirada que solo las latinas tienen, una mirada de fuego que aderezaba con movimientos discretos de su cadera cada vez que caminaba. Estuvieron pegados unos minutos y finalmente Miguel la tomó de la cabeza discretamente dirigiéndola para que le hiciera un oral. La puso de rodillas y con la poca luz vio a esa increíble mujer rendida ante él, con las tetas de fuera y apachurradas por lo pegado del vestido, viéndolo con la lengua de fuera esperando la verga del hermano de su marido. En seguida ella comenzó a engullirla con una fiereza inconcebible, Miguel la tomó de la nuca y la apretaba contra él obligándola a tragar todo su miembro descomunal. La dejaba respirar unos segundos y volvía a embutirla.
—Sé… que te gusta que… te traten así —dijo Miguel en medio del éxtasis.
Miguel no paró, sentía la lengua de la tía Olga jugueteando con la cabeza del pene y como sus enormes tetas respigaban en los muslos de Miguel cada que venía de vuelta para tragársela. El momento comenzó a ser más veloz, de pronto la tomó con más fuerza, la jaló hacia él y le descargo toda su corrida en la boca.
—No dejes nada —dijo Miguel cuando su clímax fue disminuyendo—, no dejes nada…
La tía Olga obedientemente se tragó todo el elixir de Miguel, mismo que le supo a miel y a gloria, después se paró con un hilo de corrida escurriendo entre los labios y lo besó apasionadamente.
Al mismo tiempo Iris y Julio ya estaban sobre la lavadora en el cuarto de lavado, que estaba justo a lado de la terraza donde estaban. Iris conocía bien su casa y sabría el momento donde su esposo se acercará a buscarla. Iris estaba con las piernas abiertas aún con bragas mientras Julio ya tenía la verga de fuera. Se besaban con mucha enjundia.
—Estoy empapada, Julio, estoy escurriendo —dijo Iris en gemidos sordos al oído de Julio.
Julio al oír esto recibió un ímpetu riesgoso, con las manos subió un poco más el vestido de Iris y con su mano derecha comenzó a estimular su clítoris moviendo sus braguitas a un lado, en efecto, su vagina estaba hirviendo y estaba muy mojada. Julio perdió el control. Tomó su pene erecto y sin preguntar se la metió hasta el fondo. Ella se quedó callada unos segundos mientras Julio se desvanecía en un vaivén celestial. Iris ya había llegado muy lejos para dar marcha atrás y se dejó llevar. De pronto se desconectaron de la realidad. Eran solo dos en ese mundo. La lavadora comenzó a moverse de un lado a otro haciendo sonidos metálicos acompasados con su ritmo. Iris comenzó a gemir los suficientemente alto para ser escuchada y Julio tenía la cara hundida en las tetas de Iris. Sus movimientos comenzaron a ser más marcados y sin seguir en este mundo Julio se vino dentro de ella.
—Lléname toda, quiero que hagas un hijo… —decía Iris con la voz cortada— hazme un hijo…
Iris gritaba en un orgasmo imperial mientras Julio le tapaba la boca y derramaba su leche que ya se escurría por los bordes de su vagina. Se quedaron unos minutos inquietos porque sabían que podían encontrar a sus parejas completamente cabreadas por la grosería. Por suerte o azares del destino, el tío Julio y Miguel tuvieron un orgasmo al mismo tiempo y nadie escuchaba al otro lado de la casa. Iris y el tío Julio regresaron mientras Miguel y la tía Olga venían del pasillo.
—Ya se van a dormir —mintió Miguel, ya que ni siquiera se atrevieron a llegar al cuarto de su hija.
Nadie se atrevió a preguntar por la demora del otro por miedo a delatarse, entonces la noche siguió con una normalidad tensa para los que ocultaban un nuevo secreto. Eran las dos de la mañana.
II
Pasadas las cinco de la mañana la tía Olga se fue al cuarto de huéspedes tan ebria que quedaría noqueada hasta el amanecer. Iris y Miguel un poco más despiertos se fueron a la cama, Miguel quería tener sexo, pero Iris, aún apenada, prefirió solo hacerle una paja mientras ella pensaba en la verga de Julio. En cambio, Julio se escapó a fumar otro cigarrillo con la promesa de ir a dormir con Olga justo después. Le comentó a Miguel que quería bañarse porque se había derramado una copa de mojito en medio del baile y se sentía pegajoso, por lo que él le ofreció una toalla limpia y acceso a su baño. Estaba apabullado por la traición que cometió. Se sentía culpable pero no arrepentido porque se tiraría a Iris una y mil veces más de ser posible. En su delirio incluso ingenió un plan para verse a escondidas creyendo que algo así era funcional e inevitable. Tomó un ímpetu y se movió apresurado por la casa, tomó el picaporte de la puerta de sus compadres buscando entrar a hurtadillas y quizás hacer que Iris se amara con él una vez más en el silencio sordo de una noche consumada. Justo antes escuchó gemidos de Miguel y se echó para atrás.
—Zorra… —murmuro en sus adentros.
Dio media vuelta y se dirigió al baño para orinar y tomar ese baño. No prendió las luces para alborotar lo menos posible. Termino de mear y se dirigió al espejo. La luz de luna se colaba por la ventanita y pudo ver su rostro cansado, y una vez más se imaginó con Iris. Tenía sus piernas sobre sus hombros penetrándola hasta el fondo mientras ella gemía. El tío Julio tuvo una fuerte erección con el solo hecho se continuar su fantasía en su mente. Se imaginó en libertad con ella, con un espacio propio y el tiempo de hacer y deshacer el mundo. La puso en cuatro mientras que Julio tomaba su miembro y comenzaba a masturbarse con una fantasía que tenía que terminar. A media paja y con los ojos cerrados escuchó que alguien entró al baño con pasitos casi silentes. Julio rápidamente se metió el miembro al pantalón y pudo ver una pequeña silueta sentándose en el baño. Era Rebeca que viviendo toda su vida ahí conocía el lugar a ciegas, no obstante, sacó su celular y encendió el flash para buscar el papel de baño. Ella no era consciente que su tío estaba presente y no solo eso, que estaba viéndola orinar. Julio estaba algo ido por la interrupción y pensando que era Iris se acercó con un susurro:
—Iris… soy Julio.
Rebeca gritó por la sorpresa y rápidamente Julio le tapó a boca.
—Shhh tranquila, hija. Soy tu tío Julio.
Rebeca se repuso rápidamente y se calmó. De pronto estaba ahí él, con su sobrina semi desnuda, pegándole su miembro en su hombro mientras le tapaba su boca con el resto de la familia dormida. Tuvo todas las chances de hacer algo atroz, pero prefirió calmar el fuego que dejó a medias la madre de Rebeca. Entonces la soltó.
—Estás muy caliente, tío. ¿Estas enfermo?
—No hija, todo bien.
—O ¿Qué era…? —Rebeca dirigió la luz de su celular a la entrepierna de su tío y notó una protuberancia enorme—, ay, dios, no vi nada —dijo mientras ocultaba la luz en su pechito.
—No te preocupes, sobrina. Esto es normal en los hombres.
Julio estaba a punto de darse media vuelta para irse a dormir, pero decidió quedarse un segundo más.
—Puedo… —dijo mientras Rebeca alumbró de nuevo su entrepierna y pasó su mano por el bulto apretujado y mal acomodado.
Antes de que el tío Julio pudiera hacer algo sintió un cosquilleo atravesando su espina dorsal. De la nada su pene dio un salto a causa de la estimulación y Rebeca se sorprendió.
—¡Ay, se mueve! ¿Te duele?
—No… —dijo mientras tenía los ojos cerrados llenos de culpa extrema.
—¿Te… gusta? ¿Sientes cosquillas?
—Sí…
—¿Quieres que te haga más cosquillas?
—Sí…
Y así pasó, de una forma tan impensable como hace rato con Iris, ahora su pequeña hija le estaba haciendo una paja. Pero Julio ya estaba fuera de sí, entonces se aprovechó de toda la inocencia de Rebeca.
—Necesito sacar algo y solo se puede si me ayudas bien.
Procedió a sacar su miembro del pantalón.
—Pero quiero que te pongas toda flojita y no digas nada a nadie, ¿Ok?
—Ok, tío.
Julio dejó de contenerse y con Rebeca aún sentada en la taza de baño con los pantalones abajo, la tomó de la cabeza y le metió la verga entera con violencia. Rebeca se resistió al principio, pero Julio la calmo. Entonces ella trató de seguirle la corriente y pasados unos minutos ya estaba por su cuenta mamándosela a tu tío. Rebeca no sabía qué pasaba exactamente y solo emuló lo que había llegado a ver en esas películas porno que pasaban en la tele por las noches. Lo que era cierto es que Rebeca se sentía excitada.
—Rebequita no pares…
—mhmhmhmhmh —Rebeca solo se limitaba a hacer ruidos bucales mientras le escurría baba con un poco de semen por sus labios cayendo en sus piernas.
Julio tomó posesión de su miembro y se la comenzó a jalar. Tomó el celular de Rebeca que aun tenía el flash prendido y la alumbró.
—Acércate chiquita —dijo mientras ponía la cámara de video, entonces comenzó a grabar.
Se masturbó mientras la punta de su pene rozaba los labios semiabiertos de su sobrina. Todo iba quedando grabado. De pronto salió un chorro hirviendo de semen y cayó sobre su carita, le siguieron otros seis chorros calientes y muy cargados que comenzaron a embadurnar todo su rostro y gotas escurrían sobre sus pijamas rosadas dejándolas completamente sucias. El resto de chorros pequeños los dirigió a sus pequeños pechos y al final se limpio la punta con la manga del pijama de Rebeca. Tomó el vídeo y lo envío como mensaje a su celular, después lo borró. Tomó Rebeca unas toallas húmedas y comenzó a limpiarse.
—Espero que eso funcione, tío.
—Lo hará.
—Ahora quiero que hagas algo por mí.
Julio se sorprendió.
—Dime.
—Quítame la virginidad…
Julio quedó completamente anonadado y mientras daba explicaciones a su mente, su cuerpo ya estaba con su sobrina. La comenzó a besar tiernamente, como los primeros novios hacen. Recorrió su cuerpo con la yema de sus dedos y la recostó en la alfombra de baño que olía a lavanda. Comenzó a estimular su vulva que ya escurría y se bajó a besarla, le pasó la lengua por el clítoris y Rebeca se revolvía como loca. Fue entonces cuando la sobrina tuvo su primer orgasmo; fue intenso y sobrecogedor. Su cuerpo de calentó y luego se agitó como tlaconete con sal. En seguida, sin dejar que Rebeca se recuperara, Julio se colocó entre sus piernitas y le metió el pene en su estrecha vagina recién desvirgada. Le tapó la boca para evitar hacer mucho ruido y Rebeca hizo movimientos de desesperación. De la nada ella solo quería escapar, era mucho dolor para ella. Julio no la dejó y le tapó as fuerte la boca. Comenzó el mete y saca mientras Rebeca solo hacía ruidos de dolor cada vez más cansados. Su vagina dejó de ser tan húmeda y él solo siguió hasta llegar a un punto donde el vaivén era rápido y fuerte.
—¡Toma! ¡Toma, verga!
—Mmmmm ahhh.
—Querías verga, putita.
—ah ah ah ahhh ahh, me duele tío.
Julio la penetró al fondo y se vino dentro de ella lanzando un grito de animal bestial completamente ahogado en saliva y sudor. Cuando se cansó recargó su cabeza sobre ella. Después le dijo:
—Quítate todo, vamos a bañarnos.
Rebeca obedeció con gusto, pero con seriedad. Se bañaron a las cuatro de la mañana y Julio la trató con un cuidado exquisito. Talló sus partes con cariño procurando limpiar bien su rostro y su cabello para no dejar rastro. Rebeca tomó un papel de esposa y procuró a su manera a Julio, le talló la espalda y lo enjuagó con agua tibia. Al salir del baño Rebeca se metió a su cuarto sin despertar a Lucian que estaba dormido profundamente, se puso un nuevo pijama y durmió. Julio se quedó con sus pijamas llenos de semen y se fue al cuarto con Olga, se puso el pijama que trajo para pasar la noche y se durmió con una culpa insumable, pero con la mayor satisfacción corporal de su vida.
III
Cuando Miguel se durmió, Iris se dirigió al cuarto de huéspedes y escuchó la regadera, supo que era Julio porque escuchaba los ronquidos de Olga. Se metió al otro baño y esperó que Julio pasase a su cuarto, quiso interceptarlo, pero sus piernas se anestesiaron de los nervios, mismo que no sentía desde su primera cita a los quince años cuando Gabriel la invitó a ver Titanic en una cita doble en la semana de estreno, ocasión en la que tuvo su primer beso con el hermano de Gabriel cuando éste se le abalanzó en la oscuridad mientras él estaba en el baño al igual que su pareja. No pudo salir del baño y solo se contuvo a escuchar cómo Julio entraba a dormir. Poco más tarde entró al cuarto de huéspedes y comprobó que iba a ser imposible que Julio se despertara. Ella se regresó a la sala para tocarse pensando en que su semen seguía dentro de ella. Terminó en un delicioso orgasmo. Abrió los ojos y entre la ebriedad distinguió a Lucian que miraba desde el pasillo con su pene diminuto viendo al techo mientras se estimulaba viendo a la hermosa señora Iris. Se sintió muy culpable y asqueada por ese incidente y no supo qué hacer. Lucian se quedó quieto y guardo su miembro, su rostro estaba rojo como tomate y tampoco supo qué hacer. Iris notó cómo Lucian tenía mucho parecido a Julio “Será más guapo que el padre”. Entonces Iris lo llamó con la mano y lo abrazó.
—Perdona que vieras eso, chiquito.
—¿Qué era lo que hacías?
—No le digas nada a tus padres.
Lucian solo asintió con la cabeza. Enseguida Iris le bajó su pijama y dejó salir su pene aún erecto. Iris aún ebria comenzó a fantasear con Julio utilizando a su hijo.
—¿Qué haces, tía?
Iris no respondió y comenzó a chupársela, Lucian estaba envuelto en placer. Ya se había masturbado antes pero no se comparaba con lo que ahora sentía.
—Seguramente quieres tocarme toda, ¿no?, seguro que quieres estas tetas para ti.
—Sí, tía —decía embobado.
—Ven —le dijo mientras se recostaba en el amplio sillón.
Ya estaba amaneciendo. Se acostaron el sillón y le quitó el resto de sus pijamas. Ella se quitó la bata dejando su blanca desnudes para el pequeño Lucian.
—Estoy muy mojada, pequeño, quiero que me hagas el amor ahora.
—No sé cómo se hace.
Iris se acostó boca arriba y abrió las piernas, de forma instintiva Lucian se colocó entre sus muslos e Iris solo dirigió su pene hasta su vagina.
—Ahora solo muévete hasta que no puedas más, mi amor.
Lucian comenzó un tierno vaivén y a medida que pasaban los minutos esos vaivenes eran más torpes, pero más marcados, señal de cansancio y de su venida inminente. Los cachetes le Lucian estaban rojos del calor que tenía e Iris gemía de placer sin temor a ser escuchada porque sabía que todos dormían profundamente.
—Tía, siento caliente abajo —dijo Lucian algo preocupado sin parar su vaivén.
—No pares, bebé. Es bueno eso, no te preocupes —decía con voz cortada por el placer— sigue, chiquito. No pares de hacerle el amor a tu tía. Mmmmm, ahhhhhhh. No pares, bebéé. ¡Me vengo! ¡Julio! Me vengo, mi amor… te amo… te amo mucho —Iris estaba a medio orgasmo y justo después…
—Tía, todo me tiembla… tía… —la voz del pequeño Lucian se apagó mientras tenía un fuerte orgasmo, Iris lo apretó en sus grandes piernas.
—Dame todo, chiquito, lléname de tu lechita.
Lucian cayó hirviendo con la cara muy roja. Estaba exhausto.
—Gracias, bebé —decía Iris con una respiración muy agitada— gracias…
Se quedaron unos minutos así. Iris acostada mientras Lucian dormía en su vientre con la carita entre sus tetas.
—Ven, te limpiaré.
Entonces le pasó unas toallas húmedas y le limpió su pene.
—Ahora regresa a dormir.
—Sí, tía —dijo mientras regresaba atolondrado al cuarto de Rebeca.
Lucian e Iris se fueron dormir en sus respectivos cuartos y por primera vez en esa madrugada todos los ocupantes durmieron, dejando la madrugada vieja en plenitud de la calma.
IV
IV
Rebeca seguía dormida. Lucian se despertó a su lado como a las nueve de la mañana recordando lo que pasó con la tía Iris: Se había parado por un poco de agua cuando se encontró con el cuerpo de la tía masturbándose en un sillón y confiado por la oscuridad comenzó a tocarse. Nunca pensó que ese día perdería la virginidad con la mujer más hermosa que había visto. Se preguntaba por qué le habrá llamado por el nombre de su papá. Quizás solo se equivocó, pensó. Se giró y vio a la joven Rebeca dormida boca a arriba. Su perfil ligero y su respiración calmada. Pasó su mano por el vientre de Rebeca y sintió cómo su erección respingaba en su pantalón. La movió con su mano fuertemente y notó lo dormida que estaba. Sacó su pene y comenzó masturbarse. Destapo a Rebeca completamente y pasó su pene por su piel. Le bajó lentamente su pijama y dejo su culito afuera. Él comenzó a tomar provecho de su cuerpo. Metió su mano donde pudo y paso su pene hasta por donde alcanzó su imaginación. Rebeca por su parte estaba aterrada y confundida. Sabía que lo que hacía Lucian era incorrecto, pero ella no quería que parase. Se dejó llevar mientras sentía algo raro en su entrepierna, unas cosquillas diminutas. Lucian se dejó llevar completamente y se detuvo. Miró a todos lados y no escuchó nada. De pronto la movió y la puso de espaldas hacia él. Agarró su colita y comenzó a hurgar desesperado y torpemente acercó su pelvis hasta que dio en el blanco. Rebeca nunca pensó que perdería la virginidad dos veces en un día, sabía que podía dolerle y que debía usar condón, pero solo se dejó llevar. Lucian arrancó los restos de su virginidad de un tirón y comenzó a hacer un vaivén más desesperado que el que hizo con la mamá de Rebeca. Ella apretaba la almohada por el dolor y dejó salir una pequeña lágrima. Lucian notó esto, pero eso solo sirvió para excitarlo aún más. Sin esperarlo Lucian descargo su leche en la vagina nueva de Rebeca y lanzó un pequeño bramido. Le subió el pijama a Rebeca sin limpiarla y se fue a su lado de la cama. Minutos después Miguel los despertó para que fueran a desayunar algo. Los dos se levantaron con normalidad y fueron a la cocina sin decir nada. Lucian solo notó cómo Rebeca caminaba algo raro, pero no le dio importancia. Pasaría pesando el resto de su vida pensando que Rebeca caminó así por su causa. Nunca supo que su padre le había quitado la virginidad horas atrás.
Eran las once de la mañana. Cuatro adultos; dos hombres y dos mujeres, dos jóvenes; un chico una chica. Tomando el desayuno muy tarde. Todos con una aventura que llevarse a la tumba, mientras compartían miradas inocentes y de broma. Todos con algo que ocultar y con miradas rogando silencio para que quizás algún día se repitiera.
El día acabó y la familia del tío Julio partió a las dos de la tarde.
Jamás volverían a juntarse.