¡No hay huevos! (2 de 3)

Continúa la historia de la apuesta entre los dos amigos. Tere queda con Pedro para contarle como le ha ido con David.

La historia hasta ahora: Un chico aparentemente hetero deja  que su amigo gay, le haga una mamada. Mientras su polla es acariciada por los labios  de David, repasa los acontecimientos que lo llevaron allí, una apuesta en la que si su colega se acuesta con Teresa, la mejor amiga de ambos, este dejara que le coma el nabo…

Su caliente boca alrededor de mi verga me devuelve al mundo “real”, al momento del pago de mi apuesta. Quisiera pensar en ello como en una experiencia nefasta, algo tan olvidable como una cogorza de garrafón,  pero, tal  como intuía, el placer que me produce es sumamente agradable. Mi curiosidad por experimentar siempre cosas nuevas, me está llevando a un lugar del que creo no voy a querer volver.

Traspasada la frontera del frío hielo, él se empieza a soltar el pelo y lo que en principio era sexo oral vulgar y corriente, se transforma en la mejor mamada que me han realizado en mucho tiempo. David sabe dónde tocarme con su lengua y el ritmo que le debe inculcar a esta.  Es más que obvio que no tiene una tez delicada que me apetezca besar, ni dos grandes senos que pidan ser aplastados entre mis manos, ni  siquiera una cinturita de avispa a la que agarrarme si decidiera penetrarlo… Sin embargo, su boca me está regalando nuevas sensaciones, una forma distinta de ver la sexualidad que me atraía del mismo modo que me repelía.

De nuevo, mi mente intenta evadirse de lo que me está sucediendo y comienza a vagar por los recuerdos recientes. Concretamente a la noche antes, en la cual quedé con Tere para que me contara si debía efectuar el pago de mi singular apuesta.

Me cité con ella en un bar cerca de su casa, hicimos todo lo posible para que David siguiera ignorando nuestros tejemanejes. Buscamos una mesa apartada, lejos de oídos extraños y  donde la intimidad nos permitiera hablar con libertad.

Me pareció que estaba radiante. Sus ojos resplandecían con ese brillo que solo se tiene cuando se está enamorada o el día anterior se ha echado un señor polvo. Una vez tuvimos la copa delante, mi primera pregunta no pudo ser más directa.

—¿Hubo tema o no?

—Sí —Contestó Tere de un modo bastante seco, como si no le apeteciera hablar demasiado sobre el asunto.

—¿Y qué?

—¿¡Qué de qué!? ¿No querrás que te cuente con pelos y señales lo que hicimos?

—¡No sería la primera vez!

—Pero es que esta vez es distinto. ¡Coño, que me he tirado a nuestro mejor amigo!

—No dirás que la cosa no tiene su morbo —Dije haciendo la pantomima de poner cara de pucheritos para ablandarla.

—Pues si tienes ganas de morbo, ¡te lees las “cincuentas sombras esas”  y a mí me dejas en paz!

—¡Venga porfa ! ¡Enróllate! ¿Qué te cuesta? Si me lo vas a terminar diciendo de todos modos…

Mis dotes persuasivas, unidos al hecho de que en el fondo  estaba loca por contármelo, consiguieron tener efecto en mi amiga que accedió a mi petición. Su semblante cambio por completo  y, adoptando una postura de lo más complaciente, comenzó a hablar dejando que una inusitada pasión caminara por sus palabras.

—La verdad es que me lo pase mejor de lo que esperaba. Quedamos en el centro para ir a un tomar unas copas, le pregunté por ti y la excusa que me echó me sonó a mentira por los cuatro costados. No le di mayor importancia y proseguí hablando con él como si tal cosa. De camino al pub lo noté un poquito atacao y menos charlatán de lo habitual, por lo que intenté que se sintiera cómodo. No era capaz de decir nada que sonara natural, cuando no balbuceaba, tartamudeaba. Hablaba por hablar, sin decir nada concreto,   parecía un adolescente  en su primera cita.

» Nos sentamos en dos banquitos junto a la barra, el uno frente al otro. Parecíamos una pareja de novios normal y corriente, sus rodillas se rozaban con las mías, de un modo que me pareció hasta sensual. A pesar de que seguía comportándose de un modo absurdo, me miró fijamente y me dijo,  casi trabucando sus palabras, que   estaba muy guapa, que el vestido negro me sentaba genial. A lo que yo le dije que ya lo sabía, que  me hacía muy buenas tetas y muy buen culo, que era la mejor inversión que había hecho porque siempre que me lo ponía ligaba.

»De repente, como si mi descarada respuesta le hubiera dado la seguridad que le faltaba, puso sus manos sobre mis muslos. Fue sentir el roce de sus dedos sobre mi piel y…

—… te pusiste cachonda como una perra.

Tere me sacó la lengua y encogió su naricilla en señal de desagrado.

—¡Qué graciosito eres, Pedrito! ¿Quieres que te lo termine de contar o te da igual que no lo haga? Que conste que quien ha insistido en el tema has sido tú. ¿Puedo seguir?

—¡Por supuesto que sí!

—¡Pues no me interrumpas más, que me desconcentras!—Hizo una leve pausa, como si intentará recordar por dónde se había quedado, hizo un mohín de conformidad y prosiguió —No sé cómo sus manos pasaron a  mi cintura, sus labios se aproximaron a mi oreja, y de hablar a media voz, pasamos a susurrarnos al oído.  Nuestra conversación comenzó a tocar temas íntimos,  las cosas que nos ponía de los tíos y las  que no, lo que nos gustaba que nos hicieran en la cama... Su primer beso fue en la cara, tímido y afectuoso. Seguidamente me dio un muerdo tan apasionado como hacía  mucho tiempo que no. Sentí cómo mis pezones se endurecían un poquito, no llegué a excitarme del todo, pero poco faltó.

»Pagamos las copas y  nos fuimos a coger un taxi. Sin pedirme opinión siquiera, le indicó al conductor la dirección de su casa. Volvimos a unir nuestros labios, en esta ocasión nuestras manos acariciaban concienzudamente  el cuerpo del otro. Disimuladamente miré su entrepierna, el bulto de su bragueta me dejó cristalino que  se había puesto tan cachondo como yo.

»Si durante el trayecto a su casa, y por aquello de no poner al taxista muy “malito”, contuvimos un poco nuestra efusividad. Fue entrar en su piso  y nos metimos manos por todos lados. Tuve la sensación de que David estaba más pendiente de que yo disfrutara en todo momento, que de su placer personal. Me besaba y me acariciaba como si quisiera fundir su cuerpo con el mío…

» En unos segundos nos quedamos en ropa interior. Fue verlo en “bóxer” y el corazón me dio un vuelco, siempre me había parecido un tío cañón, pero nunca había imaginado que estaría tan riquísimo. No sé qué me gustaba más de él si su abultado pectoral o su  marcado abdomen. Sus brazos y hombros se veían enormes y preciosos. ¡Y sus piernas!...—Tuve que hacer un gesto de desagrado, porque Tere hizo un inciso y tocándome la barbilla cariñosamente me dijo —.¿Qué? ¿Te da un poquito de envidia, ein ? Pues ya sabes lo que tienes que hacer: ir al gimnasio. No te creas que liga el doble que tú de casualidad…

—Mientras esta me funcione —Dije agarrándome soezmente el paquete —, no me hace falta ningún gimnasio.

—¡Qué basto eres hijo mío! ¿Para qué se gastó tu madre sus buenos dineros en tu educación? ¡Para nada! Además, ¿sabes lo que te digo yo que he visto la tuya y la suya?

La miré haciendo un gesto de indiferencia, pues tenía el presentimiento que lo que iba a escuchar no me iba a gustar.

—¡Que David no tiene nada que envidiarte en ese particular!

—¿Ahora quién es la que se está “distrayendo”?

—¡Vaaale, sigo!  Nos habíamos quedado en ropa interior en el salón. David me cogió de la mano y me llevó a su habitación, me hizo tenderme sobre la cama y se tumbó junto a mí con la cabeza pegada a mi vientre. Como si fuera un cachorrillo, me besó el ombligo y se puso a hacer surcos con los dedos sobre él. Jugueteó un poco con la tira de mis braguitas y las fue bajando hasta que me desnudó por completo.

Observé detenidamente a Tere, se estaba regodeando en cada silaba que salía de su boca, no sabía si porque realmente el recordar sus momentos con David ocasionaba que su pasión se terminará desbordando o porque pretendía excitarme a mí, si era lo segundo lo estaba conseguido con creces.

—Posó la lengua sobre mi sexo, como quien prueba si una comida está bien o no de sal. Se relamió los labios morbosamente  y  me guiñó un ojo. Sigilosamente se colocó entre medio de mis piernas y, apartando suavemente mis muslos, colocó su cabeza entre ellos. Su boca tenía el impulso irrefrenable de un adolescente ante lo novedoso, pero con  la maestría de alguien con mucha experiencia sexual y, sobre todo, en saber dar placer. Puede que David no haya estado con muchas mujeres, no obstante, estaba comprobando de primera mano que era todo un prodigio en el sexo oral. Su boca parecía haberse fundido con mi vagina y su lengua me tocaba como pocas veces lo habían hecho. Sin poderlo remediar alcancé mi primer orgasmo.

»Poco después David se levantó y sacó un pequeño neceser del armario. En su interior había preservativos, lubricante y, lo más sorprendente, una picha de goma de al menos veinte centímetros de largo y bastante ancha.

»Reconozco que la simple idea de tener sexo con David me tenía cachonda a más no poder, pero el muy cabrón estaba demostrando ser toda una caja de sorpresas. Fue ver aquella enorme polla  de látex e  imaginé cincuenta formas de darle uso, a cada cual más perversa.

»Me pidió que me recostara contra el cabecero de la cama. Abrió  mis piernas y se colocó estratégicamente entre mis muslos. Al principio, fue metiendo cuidadosamente su índice  en mi vagina, después introdujo dos dedos, para concluir metiendo tres. Envolvió el consolador con un preservativo y, pidiéndome permiso con un gesto, lo introdujo hasta la base. Después comenzó a sacarlo y a meterlo, hasta que alcancé mi segundo orgasmo.

»Tras aquello él me pidió que me diera la vuelta…

—¿No me digas que te pidió…?

—Sí —Respondió Tere, bajando la mirada como si le produjera un poco de pudor hablar de ello.

—¿ Y qué hiciste?

—No podía negarme — Musitó Tere —, me lo estaba pasando tan bien con él…

—¿Y entró?

Ella me miró como si hubiera cruzado una frontera infranqueable, tras escudriñar en mis ojos alguna intención mal sana y no encontrarla, se limitó a sonreír levemente por debajo del labio y, aunque con cierto apuro, respondió a mi pregunta:

—Sí, el muy cabrón se ve que es un experto en el tema. Al principio, el ancho de aquella especie de trabuco me hizo un poco de daño.  Sin embargo, a la vez que mi culito se fue acomodando a su grosor, fui pasándomelo mejor y el dolor se iba disipando. Una vez consiguió introducirme una buena porción de la polla de plástico, David comenzó un mete y saca que logró que me pusiera a gemir como una zorra salida. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto y tan intensamente.  Instintivamente, llevé una de mis manos a mi sexo y me masturbé compulsivamente.  Ni cuando fue consciente de que estaba alcanzando mi tercer orgasmo,  hizo ademán de sacar el consolador de mi interior. Me dio la sensación de que para él no había límites en  lo referente al sexo.

No sé qué me ponía más, si oír como mi amiga pormenorizaba sin cortapisas los detalles íntimos de su encuentro  con David o descubrir lo mucho que  a ambos le iban las perversiones en la cama (casi tanto como a mí).

—Lo que hizo a continuación me dejo trastocada, sin sacar la picha de goma de mi culo, se puso un condón. Cogió mi cabeza entre sus manos y me dio  cariñoso muerdo. Se tendió sobre la cama, me puso esa cara de tunante tan propia de él y me dijo: «Recuerdo que una vez comentaste que te ponía mucho la fantasía de una doble penetración, creo que hoy es un buen día para hacerla realidad, ¿no?»

Fue escuchar lo de la “doble penetración” y las manos me empezaron a sudar. A mi mente vinieron imágenes de lo más escabrosas, imágenes que me pusieron más cachondo si cabe.

Intenté mantener el temple, pero era más que evidente que era una tarea imposible. Mi amiga había perdido por completo la vergüenza y cada vez se mostraba más entusiasmada contándome los lujuriosos detalles de su encuentro con David, como si revivir el momento le produjera una peculiar satisfacción. Tuve la sensación de ambos sabíamos que estábamos jugando con fuego y no nos importaba lo más mínimo  terminar achicharrados.

—Sin pensármelo —Prosiguió Tere—, me acuclillé sobre él y deje que nuestro amigo me penetrara.  Era indescriptible la sensación de estar siendo  perforada por ambos orificios. David, por su parte, fue arqueando la espalda para que su polla entrara y saliera muy despacio de mi vagina y me acariciaba los pezones, simultaneando pequeños surcos con los dedos sobre las areolas, con cariñosos pellizquitos. El suave ritmo que inculcaba a  cada uno de sus movimientos, me tenía en el séptimo cielo.

»El tío  me tenía fascinada, ¡es  todo un portento en la cama! Consiguió que me corriera por cuarta vez  y él todavía no lo había hecho ni una sola. ¡Pocos hombres demuestran tanto aguante! Aunque estaba muy a gusto, ya empezaba a estar agotada de tanto tracatraca y me decidí a tomar las riendas de la situación. Me saque su polla, hice otro tanto con el consolador y me levanté.

»Para darle a entender que todo iba bien, lo abracé y lo besé con toda la pasión  de la que fui capaz. Repentinamente, mientras mi lengua jugaba con la suya,  una maldad se me vino a la cabeza, una fantasía  mil veces soñada y que, en aquel momento,  parecía al alcance de mi mano. Cogí el dildo y se lo enseñé. Él entendió perfectamente lo que le quise decir y asintió regalándome una de sus sonrisas de niño malo que tanto me ponen.

—¿Qué? —Moví la cabeza con perplejidad, no me podía creer lo que estaba escuchando—¿No harías lo que estoy pensando?

—No sé qué es lo que  estarás pensando, lo que sí  te puedo decir es lo que hice.

—¿Qué fue?...

—Simplemente lo penetré con el consolador, mientras se la chupaba.

A pesar de mi estupefacción, la simple idea de imaginar a Tere con la polla de David en la boca mientras le metía aquel  enorme cacharro de plástico por el ano, consiguió enervar mis sentidos y la dureza de mi verga bajo el pantalón comenzó a volverse dolorosa. Como estaba claro que David había cumplido con su parte y que tenía que pagar prenda, sí o sí. Escuchar la narración de lo acontecido había pasado de ser excitante, a algo tremendamente molesto.

—¿Y se corrió ya? ¿O seguisteis dale que te pego?

—Se corrió, gay o no es un tío y todos tenéis el aguante que tenéis…

—¡Sí, tremendamente gay!, pero a ti te hizo disfrutar de lo lindo.

—¿Estás un poco envidiosillo? —Me preguntó con cierta sorna, a la vez que me acariciaba cariñosamente las mejillas.

Siendo franco, he de admitir que llevaba un poco de razón Era más que obvio, que si la pasión que había puesto mi amiga en sus palabras iba en consonancia con lo sucedido,  mis sospechas sobre David eran más que cierta y follar con él era todo un lujo. Si hasta aquel momento tener sexo con un hombre era una mera curiosidad, una fantasía irrealizable, después de escuchar los sucedido con Tere,  pasó a ser una especie de obsesión. No obstante, como no estaba dispuesto a  reconocer que pagar “mi apuesta”  me atraía muchísimo,  trivialicé mis palabras todo lo que pude a la hora de responderle.

—¿¡Envidioso yo!? Más bien sorprendido, no sabía que tenía como amigos a dos pervertidos.

—Mucho rollo, pero seguro que te has puesto palote escuchándome.

—¡Qué va! Si quieres tócame y verás como no la tengo ni siquiera a media asta.

Tere me miró y encogió la nariz en un claro gesto de desagrado. Menos mal que salió por ahí, si se hubiera atrevido a alargar la mano hasta mi entrepierna, habría comprobado que tenía una erección de padre y muy señor mío, con lo que hubiera quedado peor que mal.

—Pues ahora, según lo convenido,  te toca a ti hacer tu parte.

—Sí —Cabeceé bastante resignado.

—¡No entiendo porque te agobias! Aquí solo hay una pregunta: ¿Quieres estar con él o no? Te puedo asegurar que es tan buen amante como persona ¡El tío es la leche en bote! ¡Verás cómo te lo pasas de lujo!

Continuará...

En dos viernes volveré  con  la tercera parte y última de tres de esta historia. El próximo viernes publicaré: “Hetero, lo que se dice hetero no era” en  esta ocasión en la categoría Gay.

Estimado lector, si te gustó esta historia, puedes pinchar en mi perfil donde encontrarás algunas más que te pueden gustar, la gran mayoría  de temática gay. Espero servir con mis creaciones para apaciguar el aburrimiento por esta cuarentena inédita que nos toca vivir.