No hay dos sin tres (reencuentro)

Nueva experiencia como fetichista con un matrimonio.

No hay dos sin tres. Reencuentro 8

Ya casi no esperaba que Marcos y Martha se comunicaran conmigo. Pero al abrir mi correo, me alegró ver que habían dejado una breve nota que decía "Jueves 14, 10,00 horas, en el Hotel o serás castigado severamente". Aún faltaba un día para la cita y las ansias de verlos eran tremendas. Por fin llegó el día esperado y cuando llegué al hotel antes de la hora citada, me registré pero no pregunté por ellos al conserje. Como era temprano bajé a desayunar, y lo estaba haciendo cuando los observé bajar por la escalera. Ella traía una falda cortísima y una chaqueta mientras que enfundadas en medias calzaba unas sandalias de tacos altísimos. Venía del brazo de Marcos que vestía pantalón y camisa de sport. Sonrientes se acercaron a mi mesa y nos saludamos con besos en las mejillas. Sentándose pidieron sus desayunos y comenzamos a hablar de cómo estábamos y otras conversaciones triviales. Al terminar el desayuno, Martha dijo que si tenía tiempo disponible podría acompañarlos a realizar compras, a lo que accedí gustosamente.

Ella salió adelante mientras Marcos y yo la seguimos un par de pasos atrás de ella como si no nos conociéramos. Ella comenzó a caminar contorneándose provocativamente, atrayendo la mirada de cuanto hombre pasaba al lado de ella. Ella a algunos los miraba intensamente, pero cuando alguien intentaba acercársele con gestos despreciativos los desalentaba. Ella prolongaba su juego por la calle, provocando en Marcos una erección tan intensa que se podía notar a pesar del pantalón. Metió sus manos en los bolsillos tratando de disimularla, pero en realidad al tocarse en lugar de disminuir su excitación lo que lograba era aumentarla. En un momento Martha entró a una zapatería y dirigiéndose a un vendedor le solicitó algunas sandalias de la vidriera. Esperó sentada que le trajeran las cajas con sus pedidos y cuando el vendedor las depositó en el suelo, ella le dijo al vendedor

¿Me podés ayudar porque mi esposo no puede agacharse a ayudarme?- pero me señaló a mí como su esposo.

Si señora, cómo no.

¿Podrías sacarme las puestas y probarme esas de tiras color negras?

Cuando arrodillado el vendedor le quitó las sandalias que traía colocadas, tomó con delicadeza un pie de ella y le calzó la sandalia, haciendo lo mismo con el otro, mientras que yo notaba como se me paraba mi verga bajo el pantalón. El vendedor me miró con respeto, quizás pensando que me molestaría que la tocara a mi "esposa". Yo, para disipar sus pensamientos le sonreí y asentí con aprobación. Ella le pidió

¿Me acomodaría las tiras que me parece que no están en el lugar correcto?

Y el vendedor, tomando un primero un pie y luego el otro entre sus manos, comenzó a acomodar suavemente las tiras de las sandalias, y mientras lo hacía me miraba con disimulo. Al ver que yo continuaba sonriendo, le dijo

Señora, ¿Puede ponerse de pie? Ahora camine lentamente hacia allá. ¿Puede caminar de nuevo hacia aquí? Permítame acomodarles de nuevo las tiras, ¿Le aprietan demasiado?- y le acariciaba los pies, más que acomodarle las sandalias, mientras ya sonreía con soltura, al observar mi miembro parado bajo el pantalón. Se estaba dando cuenta del juego. Entusiasmado le dijo

Si me permite le traeré otros modelos que creo que entusiasmarán a su esposo.

Tengo tantas dudas que me gustaría probarlas, si no es molestia.

Señora, ¡Es un verdadero placer para mí! Pues no todos los días puedo ver pies tan hermosos como los suyos, - y dirigiéndose a mí agregó- perdone el comentario, no quisiera molestarlo.

Por el contrario, me encanta que mi esposa pueda mostrar sus bellos pies a otras personas. Unos pies tan bonitos no pueden quedar ocultos, ¿verdad?

Y él asintiendo con la cabeza salió presuroso a buscar otros modelos. Mientras regresaba, Martha se paseaba lentamente con sus sandalias nuevas. De pronto se detuvo y mirando a Marcos dijo en voz baja

¡De rodillas esclavo, no dejés que mis sandalias queden solas en el piso, alzálas y sentándote en la butaca, ponélas en tu falda, para que disimulés tu erección!

Cuando el vendedor regresó, Marcos ya se había incorporado de alzar las sandalias de Martha y esperaba sentado en la butaca. El vendedor puso cara de extrañeza al verlo a Marco con las sandalias de Martha, pero ella le aclaró

El es un buen amigo mío y de mi esposo, le encanta cuidarme, te diría, si la esclavitud existiera, que lo tengo esclavizado a mi servicio, pendiente de lo que yo necesite.

Su esposo debe estar muy satisfecho de que la cuiden tanto a usted.

Está tan satisfecho, que mi esposo comparte todo con él.

¿Todo, señora?

Absolutamente. Casi le diría que los dos me aman por igual. ¡Y son tan serviciales!

Entendiendo a plenitud la situación, el vendedor nos miraba a Marcos y a mí sonriente. A mí me dedicaba una mirada burlona, en su creencia de que era el esposo "con cuernos", mientras que a Marcos le sonreía como con complicidad.

Entonces señora, permítame que le coloque este otro modelo para que ellos la vean y aprecien como le queda-

Comenzó a quitarle las sandalias negras y le empezó a masajear los pies un poco como para que le circulara bien la sangre. En realidad era evidente que disfrutaba en acariciar los pies de ella frente a nosotros. Luego, con casi devoción le colocó unas sandalias doradas de altísimo tacón, acomodándole de nuevo las tirillas con suavidad y demorándose mucho a propósito. Yo envidiaba a ese tipo del privilegio que tenía, acariciar los pies de ella y poner y quitarle el calzado. Y mi verga ya no daba más de su erección. Era evidente que tanto Marcos como yo estábamos terriblemente excitados ante esa situación. Ella entonces después de caminar un poco ante nosotros para excitarnos, decidió quedarse con el par dorado que él le trajo. Y mirando a Marcos con severidad le dijo

¡Estas la pagarás vos!

¡Como ordenés! ¡Será un placer!

Luego de realizar la compra, retornamos al hotel entrando por separado para no despertar sospechas del conserje. Después de un rato, me dirigí silenciosamente a la habitación que me dijeron que ocupaban. Cuando entré sin llamar, el cuadro me sorprendió. Martha estaba totalmente desnuda y de pie. Marcos, también desnudo y arrodillado ante ella le besaba el papo, pero unas correas lo cubrían. Un corsé de correas de cuero ajustado en el torso, un collar de perro en el cuello, correas como pulseras ajustadas en las muñecas y tobillos y Martha que lo castigaba con una fusta mientras lo maltrataba verbalmente

¡Esclavo inútil, me acariciaba un hombre y no fuiste capaz de impedirlo! Para lo único que servís es para quitarme con tu lengua lo que me mojé por lo que me calentó ese tipo.-y dirigiéndose a mí agregó- ¿Y vos que esperás? ¡Desnudáte rápido! ¡Ahora vení y arrodilláte al lado de esta basura!

Alzando su pie lo puso sobre mi cara al estar arrodillado y tirándome sus medias me ordenó

Primero besáme el pie, y luego colocáme la media. Ahora hacé lo mismo con el otro.

Yo besé con pasión sus pies, antes y después de colocarle las medias. Cuando terminé de hacerlo, mientras Marcos continuaba siendo castigado y lamiendo el papo, ella se dirigió lentamente a la cama

Vos no dejés de lamerme el papo, hijo de puta, y vos seguí besándome los pies que note dí permiso para dejar de hacerlo.

Por lo tanto los dos arrodillados la seguimos hasta la cama besándola y lamiéndola. Después que se acostó abriendo las piernas para permitir que Marcos la besara, golpearon la puerta. Marcos y yo, en silencio nos detuvimos, mientras ella contestó

¿Quién es?

Soy yo señora, el vendedor que la atendió en la zapatería, y le traigo algo que se olvidó.

Ella se levantó de la cama y al llegar ala puerta la entreabrió permitiendo que el visitante solo le viera la cabeza, pues continuaba desnuda

¿Cómo me ubicó?

Me fijé en la dirección de la factura de compra, señora.

¿Y qué es lo que me olvidé?

Estas sandalias, señora.

Pero esas sandalias no son las que compré. Son las negras que me probé primero.

Es verdad señora, usted no las compró, pero si su esposo no se molesta considero que únicamente pueden estar en sus pies después de habérselas puesto. La belleza de sus pies no permitirían que se colocaran a otra persona. Permítame que se las obsequie.

Yo las aceptaría, pero no sé que dirá mi esposo. ¿Por qué no le pregunta usted?- dándose vuelta se dirigió a Marcos- Querido, atendé al señor.

No estoy vestido como para atenderlo, querida.

Por el contrario estás de la forma oportuna. Pase señor.

Y abriendo la puerta, quedándose escudada por esta, quedamos expuestos Marcos y yo, desnudos a los pies de la cama y arrodillados. Sonriente el vendedor al vernos en ese estado aceptó la invitación y entró.

Ella cerró la puerta tras este, quien al darse vuelta la vio a Martha desnuda. Le ofreció la caja que llevaba, pero ella dijo

Vamos a poner las cosas en su lugar. Mi esposo es en realidad este infeliz, que goza viendo como otros hombres me hacen feliz. Se ha convertido en mi esclavo para servirme. Aquél otro es un boludo que goza lamiendo y besando mis pies y también se ha esclavizado a mí con tal que le deje estar a mis pies. Y en tu caso te permitiré participar sólo si primero les das a estos dos pelotudos de mierda tu miembro para que lo chupen y lo limpien. Y tu participación será para darme sólo satisfacción a mí. Quizás te deje masturbarte. ¿Aceptás?

¡Por supuesto que sí!

Entonces dale a este fetichista las sandalias para que me las ponga. – y obedeció, entregándomelas.

Antes de ponérmelas, sabés que tenés que besarlas donde yo las vaya a pisar. Ahora sacáme estas doradas y ponéme las negras.

Sentándose en el borde de la cama me ofreció sus pies, y yo procedí a descalzarla primero y ponerle las sandalias después, besando sin parar sus hermosos pies. Mientras yo lo hacía ella le dijo a Marcos

Y vos esclavo estúpido, quitále la ropa a él.

Marcos se incorporó y comenzó a quitarle la camisa al tipo. Él se quitó los zapatos y cuando se estaba sacando las medias ella le dijo

Yo dije que este esclavo te tenía que desnudar. ¡Bajále el pantalón, esclavo de mierda, que para eso te tengo! ¡Sacále el calzoncillo! ¡Laméle la pija! – y diciéndome a mí continuó- vos terminá con mis pies ¡Metéte su verga en la boca y chupásela!

Así que Marcos le pasaba la lengua a lo largo de la pija mientras que yo me la introduje en la boca. Esto significó que Marcos tenía su rostro pagado al mío. Viendo eso ella, dijo

Ahora van a conocer lo que es ser rebajados y humillados. A ustedes les gustan las mujeres, pro ahora se van a besar en la boca, delante de mí. Y a besarse metiéndose la lengua, putos. Y vos ahora subíte a la cama, que ellos ya te limpiaron para mí. Ahora metéme esa verga en mi papo, delante de mi esposo, para que él disfrute.

Acostándose en la cama le abrió las piernas y él se subió arriba de ella, metiendo su pinchila en el papo. Comenzó a bombear dentro de ella. Mientras que Marcos y yo acostados en la alfombra, no sólo nos besábamos en la boca, sino que nos masturbábamos mutuamente. Así fue que desde ese momento aprendí a no sólo ser fetichista de pies femeninos, sino también a gustar de otros hombres. La lengua de Marcos me penetraba hasta el fondo de la garganta, mientras él me hacía la paja y yo volcaba mi leche. Pero como yo volqué muy rápido y los demás no habían terminado Martha dijo

Metéte la pinchila de mi esposo en la boca y chupándosela, masturbálo y tragále la leche.

Tuve que meterme la pija de Marcos en la boca y masturbarlo así, para que el volcara dentro de mi boca. Entonces tragué su espeso y caliente semen.

El tipo a pesar de haber volcado a poco de metérsela, persistía con su verga parada moviéndose entrando y saliendo del papo de Martha y como ella aún no llegaba al orgasmo, ordenó

Ayuden a este hombre. Marcos vení chupáme las tetas y vos Hugo chupále las bolas a él.

Así fue como pudo por fin el tipo llegar a volcar por segunda vez dentro de ella cuando Martha gemía de placer al llegar al orgasmo. Por supuesto, cuando todos estábamos exhaustos en la cama, me tocó limpiar con mi lengua no sólo el papo de Martha sino las pijas de los dos. Después ella me ordenó

Acostáte a mis pies y oliéndome los pies, dejános descansar.

Así me dormí yo, oliendo y mirando esos pies bellísimos dentro de esas sandalias y enfundados en sus medias. Cuando desperté, el vendedor se había retirado y tanto Martha como Marcos se estaban vistiendo. Yo pregunté con dolor si se iban, pero me dijo Martha.

Me voy y me llevo a este esclavo para que me haga la paja en mi casa, pero vos te vas a tu casa y allí esperás hasta que te ordene regresar. Cuando estés en tu casa, te vas a hacer la paja, oliendo estas sandalias mias; y para asegurarme que lo vas a hacer, cada vez que volqués, vas a juntar tu leche en un frasco de vidrio hasta que yo te llame. Te tenés que masturbar de ahora en adelante cuatro veces por día. Pobre de vos si no lo hacés. Ahora, alzá tu ropa y desnudo te vas a tu habitación para que nosotros nos vayamos.

Por lo tanto tomé mi ropa toda arrollada entre mis brazos y asomándome al pasillo, como lo vi desierto, corrí rápidamente, descalzo hasta mi habitación entrando rápidamente en ella. Allí me bañé, me vestí y me fui a esperar de nuevo, con la nueva necesidad de Marcos y Martha.