No hay dos sin tres: Mi experiencia - conclusión 1
Esta es mi experiencia real.
Después de cerrar mi serie de relatos, pensé que se interrumpiría la llegada de mensajes a mi correo. Pero veo que me equivoqué. Motiva este relato, precisamente una experiencia producto del último correo recibido. Este era breve pues preguntaba "¿Qué tan seria es tu propuesta de servir como esclavo?". Pensando que era por curiosidad, respondí que era sincera. Un día después llegó "¿Qué harías para concretarla?". Yo con precaución dije "Creería que todo lo que pidas". Y pasó toda una semana antes de que me dijera "Yo no acostumbro a pedir, sólo ordeno, y esto lo comprobarás en (me dio la dirección de una localidad del interior de la provincia, y una fecha con hora)".
Como periódicamente puedo viajar por la provincia por razones laborales, con la sola limitación de tener que regresar ese mismo día, no me costó trabajo concurrir a la cita. No habíamos acordado ni siquiera como reconocernos por lo que tenía mis dudas que se presentara alguien. Como el lugar era un comedor de auto servicio y la hora al mediodía, llegué temprano y después de seleccionar mi comida me ubiqué en una mesa y comencé a almorzar. Mientras lo hacía miraba a mi alrededor con disimulo tratando de ubicar a la autora de la invitación. Al no tener ninguna seña en particular para identificarla, no califiqué como posible a nadie de los presentes.
Al concluir mi almuerzo prolongué mi sobremesa con un café y ya cuando aparte de una pareja muy joven con dos niños y otra mayor no quedaba nadie, me levanté. La verdad era que sabía que me podía llevar un chasco pero me había ilusionado, por lo que salí afuera y me detuve en la vereda a observar la gente que pasaba. Salió la pareja mayor del comedor y se despidieron, encaminándose en sentidos diferentes. Yo por mi parte, me encaminé lentamente hacia mi auto, y cuando estaba abriendo la puerta, observé a la mujer que se había vuelto de sus pasos y acercándose dijo "¿Usted sabe donde está 21?", con sorpresa dije "¿la calle 21?", y mirándome un instante dijo como reflexivamente "me parece que me equivoqué de persona, pues esperaba a un señor que sabe lo que es 21, disculpe".
Dando media vuelta, se retiró. Apenas dio algunos pasos, cuando reaccionando le pregunté "¿Es alguien que tiene correo electrónico?". Y ella se detuvo, giró la cabeza y mirándome a los ojos, dijo "era alguien que no debería desobedecer" a lo que atrevidamente, ya con mi corazón agitado, le respondí "a mí me gusta la obediencia". Apenas escuché su voz que por lo bajo musitó "Seguíme", y comenzó a caminar. Yo cerré nuevamente la puerta del auto y con casi media cuadra de diferencia la comencé a seguir. Ella caminaba deteniéndose en algunas vidrieras por instantes y dio vuelta su rostro sólo en una oportunidad y me observó asintiendo levemente con la cabeza.
Observándola con detenimiento, me di cuenta que no podría identificar a una mujer atrevida a alguien que vistiera como ella lo hacía. Tenía una holgada blusa de mangas largas, y una pollera tableada debajo de la rodilla que cubría casi toda la pierna. Calzando unos zapatos de taco bajo, con un gran bolso colgado de sus hombros y un peinado recogido, su apariencia era asexuada. En una esquina se detuvo, permitiendo que yo llegara hasta su lado. En ese momento hizo señas a un taxi que pasaba y en el momento en que éste se detuvo, mientras abría la puerta, me dio un pequeño papel y después de entrar no cerró la puerta. Me agaché para verla dentro del auto y ella me sonreía. Entonces entré rápidamente al taxi. Como el papel que me dio tenía una dirección, cuando el chofer me miró por el espejo y me preguntó adónde debería llevarnos, se la dic. En silencio recorrimos unas cuadras, hasta que el taxi entró a un hotel alojamiento. Pagué el taxi, y un mozo nos llevó hasta una habitación, y abriéndonos la puerta esperó su propina.
Ella entró primero y luego la seguí. Al acercarme a ella, pude apreciar que no era tan grande en edad como su ropa la hacía aparentar. Tendría unos 38 ó 40 años, pero su rostro aún era delicado y bello. Sin decir palabra comenzó a desabrochar su blusa y al abrirla dejó ver unos erguidos pechos apenas cubiertos por un brevísimo sostén totalmente calado. Después de dejarla caer, con un leve movimiento desprendió un botón de su cintura y la amplia pollera cayó al suelo. Sin agacharse se descalzó y entonces se mostró en toda su belleza ahora excitante. Como ropa interior tenía una delgada cinta que pasaba por su entrepierna y se sostenía en la cintura por un delgado cordoncillo y unas medias transparentes de color negro enfundaban sus piernas. Como yo me quedé inmóvil en silencio me señaló su amplio bolso. Cuando lo alcancé y se lo ofrecí, se limitó a señalar el suelo delante de ella. Me tuve que inclinar para depositarlo allí, y ella me tomó del cabello y tirándolo hacia el suelo, me hizo caer. Pisándome la espalda, me apretó contra el piso, y sólo entonces habló.
Mi nombre es Ama, y vos sos Esclavo. Besá mis pies, sometiéndote a mí.
Ante mis ojos se veía el hermoso pie que tenía. Sus uñas recortadas cuidadosamente, y sus dedos apretados por la ajustada media transparente, se modelaban dentro de ella, impulsándome a decir con fervor
Si, mi Ama, me someto a vos y beso tus pies.
Y con humildad acerqué mis labios y los deposité sobre sus dedos, besándolos y sintiendo aumentar mi excitación.
¿Te gustan, esclavo?
Si, mi Ama, me encantan, son hermosos.
¿Te gustaría lamerlos?
Si, mi Ama, ¡por favor dejáme lamerlos!
¡No! Solo podés olerlos y mirarlos. Ya demasiado fue que te haya permitido besarlos. Arrodilláte ante mis pies y preparáte para recibir mis órdenes.
Como ordenés, mi Ama.
Al quitar el peso del pie de mi espalda, me puse de rodillas y la miré desde abajo. En verdad era hermosa y estaba excitante con su rostro severo y sus brazos cruzados sobre sus pechos.
Sacá del bolso unas sandalias y ponémelas
Busqué dentro del bolso encontrando unas sandalias de muchas tiras finitas y de altísimo taco y tomando con cuidado uno de sus pies, lo levanté y le coloqué suavemente la sandalia, acomodando sus tirillas en el pie, por lo cual lo acaricié con deleite. Luego procedí a colocar la segunda sandalia y al terminar no pude contenerme y me precipité sobre ellos, besándolos apasionadamente. Ella me dejó hacerlo unos minutos pero luego me interrumpió
Vos no estás aquí para disfrutar, sino para darme goce a mí, porque soy tu Dueña. Empezá desnudándote, para que yo vea si sos lo suficiente hombre para mí.
Cuando me quité toda la ropa, me miró con desprecio. Al ver mi pene erguido, se agachó y tomándolo entre las manos dijo
¿Y con esto querés hacerme gozar, basura? ¡No te alcanza ni para empezar! Seguro que sos un pajero de mierda. Agarrátela y ásete la paja mientras me chupás la concha, infeliz.
Y abrió sus piernas, ofreciéndome su húmedo papo ante mi cara. Cuando yo me tomé la pinchila y comencé a masturbarme, ella me agarró con las dos manos del cabello y empezó a refregarme la cara en su papo. Su voz severa me ordenó
Dejá de hacerte la paja, esclavo de mierda, chupáme la lengüita y con tus manos de mierda, acariciáme las tetas.
Subiendo mis manos, le tomé sus pechos y comencé a acariciar sus pezones, pellizcándolos suavemente. Ella comenzó a retroceder lentamente, obligándome a seguirla de rodillas sin dejar de succionar su clítoris. Cuando llegó hasta el borde de la cama, se trepó en ella, quedando acostada boca arriba. Yo con mucha dificultad pude seguirla. Entonces me dio una orden
Subíte arriba mío, pero acostado al revés. Dame esa pija de juguete que tenés para tener algo en la boca. Vos seguí chupando mi clítoris, pero metéme un dedo en el papo y otro en el culo.
Cuando le monté la cabeza, abriendo mis piernas, ella se introdujo mi pija en la boca y empezó a chupar con desesperación. Yo tomé nuevamente la lengüita del papo entre mis labios y chupándosela, se la estiré. Metí suavemente el dedo en el papo humedeciéndose rápidamente, y luego lo saqué para metérselo en el culo, pero introduciéndole otro dedo de la misma mano en el papo. Como ella alzó sus rodillas y abrió sus piernas para disfrutar, yo veía sus pies y notaba como se estremecían sus dedos del placer que tenía. Con mi mano libre comencé a apretar un pezón mientras la masturbaba por el papo y por el culo. No me dejó interrumpir la masturbación hasta llegar a su segundo orgasmo. Y me succionaba con tanta fuerza la pija, que me parecía que se la tragaría, y causándome tanto dolor que me impedía volcar. Pero al llegar ella al segundo orgasmo, a pesar del dolor sentí que se me salía la leche, y que ella no sólo no dejaba de chupar sino que se la tragaba. Sólo entonces se relajó y se detuvo en la mamada. Yo también me quedé inmóvil, esperando sus órdenes. Pero no dio ninguna más. Se limitó a bajarse de la cama, dirigiéndose al baño a lavarse. Cuando regresó, me vio en la cama, extenuado, pero sin piedad me ordenó
¡De rodillas ante mí!
Lo más rápido que pude me bajé de la cama y caí nuevamente ante sus pies.
¡Descalzáme las sandalias!
Con mucho cuidado se las quité
Sacáme las medias, esclavo
Tomando con suavidad las finas mallas de sus medias se las fui bajando hasta que se las quité.
¡Ponéme de nuevo las sandalias!
Cuando de nuevo en un interminable acto de sumisión se las terminé de colocar, se sentó en el borde de la cama y cruzando las piernas ordenó
¡Laméme los pies con las sandalias puestas mientras te hacés la paja!
Así disfruté de una interminable lamida de pies, metiendo mi lengua por entre las tiras de la sandalia para poder lamer su suave piel. Introduciendo mi lengua bajo la planta de sus pies permitiendo que ella me la apretara contra la suela de la sandalia. Succionando sus dedos de entre la sandalia. Gozando de un éxtasis continuo, hasta que masturbándome logré volcar por segunda vez. Cuando agotado caí al suelo, ella se levantó, y sin decir una palabra se vistió y se fue de la habitación, dejándome, agotado, y feliz. Sólo que me quedó una duda. ¿Volvería a verla? ¿Se comunicaría conmigo nuevamente? Puedo anticiparles que sí, que se comunicó pero como lo hizo sólo lo haré a través de amapies21@yahoo.com.ar no a través de estos relatos.-