No fue sexo, mas bien venganza
Un joven inmigrante ve colmada su paciencia, y en busca de revancha, y de saciar su ira realiza una sutil violación.
El era joven, atractivo de un modo rustico, delgado pero fibroso, callado y ermitaño. Su rostro y sus ojos demostraban aun algo de inocencia, algo de esa sana ingenuidad que el paso del tiempo y el recorrido de la vida van quitando irremediablemente.
Ella era una mujer desarrollada, su cuerpo, su andar, sus gestos, aun sus ropas denunciaban casi cuatro décadas recorridas, era atractiva, vistosa sin ser bella, los años y el rigor de estos habían dejado sus marcas, pero aun seguía despertando miradas de deseo en los demás. Absolutamente independiente y autónoma, destilaba seguridad en cada paso, en cada exhalación de aire. Su accionar prácticamente lindaba con la pedantería y la soberbia.
Dos polos decididamente opuestos, dos realidades completamente distantes y sin embargo, coexistiendo en un mismo planeta, en un mismo tiempo, incluso en un mismo edificio.
Cada día, alrededor de las 19 horas, vistiendo siempre de rojo, ella paseaba su cuidada figura, sobre el piso gris del subsuelo. Ciertamente no se trataba de un paseo voluntario ni placentero, era mas bien la única alternativa para llegar a su vehiculo, allí se situaba el estacionamiento del edificio y estaba, en consecuencia, el lugar que se había asignado para aparcar. Quince pisos hacia arriba se erguía su oficina, aquel ostentoso cuarto desde donde manejaba la corporación, donde se hallaba fijado su trono y su centro de poder. Solo unos pocos tenían permitido el acceso a ese piso, mas solo ella ingresaba a su despacho. Al concluir el jornal, y luego de que todos hubiesen abandonado el edificio, ella se disponía a salir, antes debía ir por su coche, y para ello correspondía bajar. No disfrutaba del descender en ningún contexto, le dolía, su vida estaba y había estado marcada siempre por ascensiones rotundas. El hecho de pisar el mismo suelo que todos aquellos plebeyos parecía disgustarle; en efecto observándola con detenimiento, ese disgusto podía notarse con facilidad, sus gestos cambiaban ni bien se apartaba del ascensor que la traía, su nariz se retraía, sus parpados caían como cortinas protectoras, sus pies apuraban el paso, sus manos se pegaban a su cuerpo, todos sus gestos físicos mutaban denotando una alteración. No era miedo, mas allá de la oscuridad, el silencio y la aparente soledad, esa mujer no sentía miedo, el creía que no sentía nada en absoluto, se trataba de asco, era repugnancia lo que la inquietaba.
A unos metros del BMW desactivaba la alarma y el comando de cierre a distancia desbloqueaba los seguros; segundos mas tarde el chirrido de los neumáticos anunciaba la partida de la presidente de la empresa, y con ella el final del día.
Desconocía el resto de su vida, ignoraba por completo si ella era feliz, si su vida era plena, si mas allá del dinero y el poder, al acostarse realmente descansaba, no sabia mas de lo que veía cada atardecer, a pesar de llevar años allí, en efecto era hoy un muchacho joven, era tan solo un niño cuando comenzó. Aquel antro lúgubre y de aroma a nada, era su lugar, prácticamente su hogar. En su mundo, el estacionamiento era en donde encontraba descanso, en donde podía retomar energías para el jornal venidero, allí albergado por toda esa oscuridad y ese sonido vació se sentía libre de llorar sus penas, reír sus pocas alegrías y sobre todo extrañar y desear. Extrañaba a su familia, alrededor de 14 mil kilómetros lo distanciaban de ella, y deseaba volver, al menos temporalmente, deseaba con locura reencontrarse con la vida abandonada tantos años atrás allá en su Argentina natal. Ya no recordaba cuanto llevaba en el país del capitalismo y el habla ingles, ya no sabia que sabor tenia el asado y había aprendido a apreciar el basket de la NBA. Nunca fue lo que soñó, desde hace mucho tiempo sabia que todas esas ilusiones que lo acompañaban cuando emprendió la aventura, no se volverían reales jamás, por el contrario iban desvaneciéndose hora tras hora. Había aprendido a compartir con su soledad y a disfrutar de la dureza de esos muros, de la calidez de la oscuridad, de todo lo que en conjunto, para los demás, no era mas que un espacio donde aparcar sus vehículos, pero que para el configuraba su remanso de calma. Las miradas de agravio, el asco expresado, el hastió manifiesto esos gestos que parecían no terminar jamás, lo lastimaban, por que de hecho todo esto atacaba a aquello que sentía como suyo, a todo aquello de lo que se aferraba para sostenerse en su presente y continuar soportando.
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Una nueva semana comenzaba, el sonido tenue del despertador lo devolvía a la vida, la noche había trascurrido sin novedades, el lunes se desperezaba, el domingo ya era historia antigua. El se metía en la ducha con el objetivo de asearse y despabilarse.
A muchos kilómetros de allí, ella desayunaba cómodamente recostada en un suave sillón de piel, sus ojos vagaban mas allá de la ventana que le mostraba su jardín. La luz del sol contrastaba con el verde de los árboles y mostraba suavemente sus rayos cayendo sobre la tierra. Acostumbraba despertar mucho mas temprano de lo que le exigían sus obligaciones, se bañaba tranquilamente y desayunaba desnuda, solo cubierta con una bata de seda que apenas ataba por delante. Sola en su enorme habitación, luego de haber despedido al personal de atención, se contemplaba al espejo y hasta no quedar plenamente conforme no salía de allí, su imagen era uno de los cimientos de su seguridad. Ella misma elegía cuidadosamente su ropa, el rojo siempre como color dominante. La elección comenzaba de abajo hacia arriba, esta vez serian zapatos rojos de capellada cerrada, terminación en punta y taco aguja, opto por unas patimedias de ¾ de color claro opaco, un tono menos del blanco. Hurgo unos instantes y hallo la prenda interior que buscaba, era una tanga blanca muy finita adelante, insignificante atrás, a ello le añadió los portaligas correspondientes, también en blanco. Prosiguió primero fue un conjunto rojo y blanco compuesto de falda y casaca con solapa ancha, lo vio y reviso. No la conformo, inmediatamente después, sus ojos dieron con un vestido enterizo, poco escotado, pero descubridor, insinuante por la espalda, entallado y no muy largo, lo justo como para que se luciera el tajo que terminaba el cuadro. Una vez finalizado el proceso, se dispuso a poner la elección sobre su cuerpo, aun se mantenía delante del espejo. Viéndola, daba la sensación de estar seduciéndose, jugando con ella misma, utilizaba su ropa para manosearse completa, nunca animándose a masturbarse, pero si se flagelaba con su propio deseo insatisfecho tocándose, rozándose, apretándose. Las yemas de sus dedos iban y volvían en repetidas ocasiones a lo largo de sus piernas, alrededor de sus pechos, daban cuenta de su cuello y sus muslos. Le llevaba casi una hora estar lista.
El salía aun algo mojado del baño, buscaba un bóxer y lo ponía sobre la cama, terminaba de secarse mientras elegía las medias que llevaría hoy. Ni bien lograba secarse por completo, se vestía, lo hacia por inercia, sin el menor cuidado; se colocaba su ropa interior, sus medias y arriba de todo un desabrido mameluco que lo cubría entero, subía el cierre que iba por delante, en forma vertical iniciándose en su pelvis y concluyendo en el cuello, terminaba el uniforme con un par de negros y pesados botines de seguridad. Consulto el reloj, y dejo su morada. Atravesó un pasillo laberíntico y luego una puerta metálica pesada que lo dejo sin mediaciones en su lugar de trabajo, como cada día, allí estaba diez minutos antes de lo regular.
Vivía en un cuarto de servicio, dentro del edificio donde trabajaba, su alojamiento constaba de un baño, una cocina y una pequeña habitación que hacia las veces de dormitorio, comedor y living, era muy pequeño, pero suficiente para el, además no pagaba renta y estaba a minutos de su empleo. Marchando pausadamente, recorrió el camino que lo separaba de la casilla de control desde donde gobernaba la playa de estacionamiento, encendió las luces regulares, apago las vigías y luego dio vida al ordenador. Cinco minutos más tarde todo estaba en marcha tal cual correspondía.
Los vehículos comenzaban a llegar. Era un momento, un instante, pero durante aquellos minutos todos se mezclaban. Los jerarcas y los cadetes, los gerentes y los maestranzas todos y cada uno de ellos ingresaban por allí. El día, la actividad cotidiana estaba iniciándose con normalidad. Eran poco más de las 8 de la mañana. El BMW de la presidente se detuvo poderoso frente a la barrera, los faros encendidos provocaban casi hasta la intimidación. El reconoció el automóvil e inmediatamente le permitió el ingreso. Luego la contemplo alejarse, estacionar y descender del coche. En ese instante afloraba el gesto adusto, el rostro contraído, el ceño fruncido y los pasos acelerados, incluso el ascensor parecía temerle, daba la impresión de acercarse y aguardarla con las puertas abiertas. Eran segundos, un minuto siendo excesivo en la apreciación. A el le parecían años, y representaban duras puñaladas que le penetraban el alma, y el poco orgullo que sentía por el mismo. A veces se preguntaba como algo tan superficial podía lastimarlo al punto de provocarle un dolor casi físico. Siempre llegaba a la misma conclusión, no era el lugar, era la sensación de ser considerado menos de un ser humano, todas esas muecas que la mujer hacia al pisar aquel suelo, le recordaban su lugar, y lo hacían sentir como un ser pestilente, como una infección social, odiaba esa sensación y en consecuencia la odiaba también.
El día había comenzado.
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La jornada se diluía, el sol comenzaba a alejarse, ya no mostraba su resplandor, algunas estrellas, a pesar de no estar del todo oscuro, comenzaban a mostrarse tímidamente. Ella bebía el último sorbo de café en tanto terminaba de acomodar algunos papeles preparando todo para el día siguiente. Ya de pie, prácticamente dejando su oficina, se detuvo en el umbral y recorrió visualmente todo el despacho, intentaba corroborar que todo estuviese en su lugar. Se trataba más de una costumbre que de una búsqueda real.
Caminaba hacia el ascensor y su teléfono celular irrumpió en el silencio que reinaba ya a esa hora, siempre era la ultima en irse. Atendió y la conversación pareció fluir, se dilataba, tomo asiento en una silla cualquiera y se dispuso a hablar con total tranquilidad.
El necesitaba estar en su habitación a las 19.30, era lunes, todos los lunes a las 19.30 su familia se reunía alrededor del teléfono y aguardaba su llamado, era tradicional, casi una religión, pero además era necesario para todos, era el modo de retroalimentación anímica que ambas partes requerían para soportar la distancia y el ostracismo. El reloj continuaba avanzando, los minutos caían uno tras otros como gotas de una torrencial tormenta, era inevitable el tiempo pasaba. No podía moverse, su obligación era esperar la salida del ultimo vehiculo, recién ahí, en ese instante sus funciones cesaban. El sabia que aun faltaba el ostentoso BMW, sabia por que no lo había visto salir, y por que desde la casilla podía ver todo el lateral del vehiculo; 19.28 sus ojos se fijaban en el visor del ascensor suplicando que se le iluminaran las letras que demostraban movimiento, no obstante la flecha que se orientaba hacia abajo permanecía oscura. 19.35 la situación no variaba. Su cabeza se debatía entre sus deseos y necesidades y sus obligaciones. 19.43 no pudo mas, abandono su puesto de trabajo y emprendió la carrera, no eran más de 35 metros los que lo separaban de la puerta metálica. Había recorrido la mitad cuando escucho el sonido característico de las puertas automáticas del elevador, estaban abriéndose y mostrando poco a poco la figura femenina ataviada de rojo que el debía esperar para luego moverse con libertad.
En tanto el detenía su carrera, sus miradas coincidieron por primera vez desde que uno era conciente de la existencia del otro. Ella no se inmuto, dio un paso y abandono el pequeño recinto del elevador. Camino velozmente, segura como siempre. Solo hablo cuando lo hubo tenido a menos de tres metros. El se hallaba tieso, estupefacto e indeciso. La voz femenina retumbo aun a pesar de no llevar un alto volumen.
Ud no debe moverse de la casilla, hasta tanto yo no deje el edificio. Lo sabe. ¿Por que estaba desobedeciendo? - No interrumpía la marcha, hablaba y continuaba avanzando, dándole relevancia a la reprimenda pero quitándole importancia a su interlocutor, hacia rato que le había vedado la mirada.
Señora ,yo necesitaba entrar por unos minutos, no pensé que justo iba ud a bajar cuando no estuviera. Sucede que - El dialogo se producía en ingles, el lo hablaba bien, pero nervioso le costaba hallar los términos adecuados. Iba a intentar explicarle todo lo que circundaba la situación Ella lo evito, lo silenció.
No no, ni siquiera intente ofrecerme una explicación, no me hace falta. A mi sus cuestiones no pueden importarme menos, en efecto no tengo por que hablar con ud. Mañana me ocupare de que reciba la sanción que corresponde. Ahora vuelva a su lugar y despéjeme la salida. Su hablar era parejo, seco y severo. Sus gestos, sus palabras realmente marcaban una total falta de interés en lo que sea que el podía decir. Aun así volvió a intentar.
Señora por favor déjeme explicar, yo los lunes . Estaba prácticamente suplicando. Aun así, la respuesta no cambio. Volvió a ser interrumpido.
Le pedí que se retire, no me dirija la palabra, solo cumpla con su deber, tal vez aun pueda conservar su lugar.
Estas ultimas palabras fueron escuchadas por el, mientras ella ya le daba la espalda y se aproximaba a su transporte. Se sintió como una cucaracha impotente, la humillación le rebanaba el alma, casi podía ver su dignidad o lo que le restaba de ella, abandonándolo. No era el reto lo que lo castigaba, era el modo, era la sensación de incapacidad que lo dominaba.
Guardo silencio y giro sobre sus pasos buscando su lugar. Hizo un par de pasos y se noto desbordado, se sintió fuera de si. Aun oía el taconeo. Todo paso a importarle nada. Se detuvo y girando en dirección a ella comenzó a correr furioso. Ella no tuvo tiempo a nada, solo sintió un terrible empujón desde atrás que la deposito de bruces en el piso. Tardo unos segundos en tomar conciencia de lo que sucedía. Giro y se coloco boca arriba, aun permanecía tendida en el piso, el se hallaba de pie a la altura de sus rodillas, tenia los ojos desorbitados, la tez rojiza y lagrimas corrían rostro abajo.
Ella oía que el muchacho gritaba, rugía, sabia que era español pero también sabia que los términos que el estaba utilizando no se aprendían en el instituto de lenguas.
El la miraba cual cazador acechando la presa ya dominada. Sus ojos se le llenaban de lagrimas y se le escapaban aun cuando el quería evitarlo. Quería golpearla, hacerla sufrir, devolverle algo de la vejación sufrida. La tomo de las muñecas y la puso de pie, luego volvió a empujarla ella dio contra la puerta de su vehiculo. El la tomo nuevamente del brazo y la arrastro lejos del BMW. Ella pataleaba y gritaba, de a poco iba comenzando a atemorizarse. La soltó dejándola caer. La contemplo derrotada, tirada en el piso con las ropas manchadas, el maquillaje corrido por las lágrimas, el cabello fuera de forma, no obstante su ira no disminuía, pero sabía que no podría golpearla, que no podría dañarla físicamente y que aun con ello, no conseguiría quitarle su dignidad.
- Por que?..Por que?...solo tenía que escucharme, o fingir hacerlo. Gritaba a toda voz, las venas de su garganta se hinchaban a punto de explotar. - Mierda!!! se que cometí un error, no quiero quitármelo de encima, solo pretendía que me oyera y tal vez entendiera. El llanto le quitaba claridad a sus palabras - Bruja de mierda, también soy una persona, siento, razono y por la puta madre también me equivoco Y esto fue eso, una equivocación, no tenia por que hacerme sentir tan mal, tan insignificante - Continuo mientras la señalaba con las manos. - Mire ahora, con sus ojos manchados, sus cabellos desprolijos y sus ropas no tan impecables .nos parecemos y nos parecemos por que los dos somos personas . Se callo y la miro más detenidamente, buscaba otros rasgos de similitud.
La aprecio en el suelo, acostada medio de costado. Su vestido se había corrido hacia arriba descubriendo sus piernas, las medias y algo del portaligas. Alguno de los tirones probablemente eran responsables de la rotura de una de los breteles del vestido, uno de sus pechos estaba levemente al aire. Las lagrimas, el temor y su estado la había devuelto al nivel de las personas, otorgándole una espontaneidad totalmente desconocida hasta ese momento. De repente una idea confluyo a su mente. Ciertamente sus ojos dieron cuenta también de la mujer que veía y aunque involuntariamente, la excitación gano algo de terreno. En su pensamiento la idea crecía y tomaba forma. De un momento a otro se decidió, comprendió que de ese modo la vejaría al nivel que el deseaba, la volvería tan sucia y pestilente como el.
Se arrodillo mirándola. Ella no se movía. Desato sus botines y se deshizo de ellos. Volvió a ponerse de pie, simultaneamante iba bajando el cierre de su mameluco. Segundos más tarde, se hallaba de pie junto a ella y desnudo salvo por el bóxer negro que le cubría sus genitales.
Ella ya había comprendido. Ahora lloraba profusamente y suplicaba que no lo hiciera, se maldecía por demorarse y más aun por ser tan soberbia. Ya podía sentir el peso del hombre encima de ella, sus manos buscaban golpearlo, arañarlo o apartarlo, todo resultaba inútil, era demasiado fuerte para ella. Su cabeza se sacudía de un lado hacia otro intentando evitar que la alcanzaran sus besos, sus lamidas. Mas abajo cerca de su región vaginal, una dureza prominente empezaba a hacerse notar. Sus piernas se agitaban sin ritmo alguno, no pudiendo hacer nada para que las del muchacho ingresaran entre ellas.
El la apretaba con su cuerpo, sostenía sus manos y lamía cada porción de piel que hallaba descubierta, aprovecho el bretel dañado y se apodero de un pecho lo absorbió con violencia, quería meterlo integro en su boca, su lengua examinaba cada poro del pezón, sus dientes presionaban con sutileza, cada parte de su boca conspiraba para generar placer en ese sector del cuerpo femenino. Luego continúo con el cuello y los hombros, no dejando región sin besar, sin lamer, sin saborear. Ya notaba su bulto en plena expansión, ayudándose con una mano logro bajar el bóxer y dejarlo libre, con el ayudado por su cadera y pelvis, se refregaba por el estomago, la cadera y la pelvis femenina, en ocasiones descendía mas y apuntaba su falo en la entrada de la vagina, dejando solo la insignificante tela de la tanga como frontera. Sin dejar de besarla en cuello y oídos, arranco el otro bretel, noto como el vestido se rompía y decidió tirar del todo, partiendo el lienzo en dos, dejándola absolutamente desnuda de la cintura para arriba y solo provista de sus portaligas, su tanga y sus pantimedias hacia abajo. Era una mujer muy deseable, y empezaba a flaquear en sus fuerzas. En un determinado momento su boca choco contra los labios de la ejecutiva, se detuvo allí y la beso suavemente, primero con toda la boca, luego utilizando solo su lengua, pero en forma sutil, humedecía los labios de la mujer con cuidado e intentaba penetrar su boca, le costo varios minutos, pero ella cedió, al menos dejo que ese beso la sometiera. Las lenguas chocaron y lucharon en el interior de ambas bocas. Las respiraciones, se hacia rápidas, arrítmicas pero llamativamente coherentes entre si. Ya casi no luchaba, cierto es que tampoco se entregaba, pero dejaba hacer. El muchacho volvió a los senos, esta vez jugando con ambos, lamía alternadamente uno y otro, se comía uno y amasaba con cierta violencia el otro. Nuevamente descendió unos centímetros y apunto su miembro a la entrada vaginal, presiono con fuerza por primera vez. Escucho un gemido prohibido y apagado, noto su humedad, sintió el aroma del flujo comenzando a expresarse. Presiono un poco mas, el glande por si mismo hizo a un lado el hilo que impedía la penetración, fue mas adentro, abriéndose paso paulatinamente entre los labios vaginales. Los muslos de ella se abrieron instintivamente permitiendo una mejor entrada, casi provocando una penetración completa. No la hizo desear, arremetió con una estocada furiosa metiéndose casi por completo dentro de ella.
Aun mantenía apresada una de las manos de la victima con la suya, con la otra recorría el rostro de la mujer, hundiendo los dedos en su boca, permitiendo que ella lamiera y relamiera aquellos. La besaba con fuerza pero sin violencia, y no mermaba en el ritmo de la penetración, de hecho su miembro parecía ir cada vez mas adentro, provocando cada vez mas placer, mas gemidos, mas movimiento. Ella aun contra su voluntad comenzaba a ser parte actuante en la relación, su cadera se erguía colaborando con el pene extraño, su respiración eran solo exhalaciones repletas de gozo, sin embargo lloraba, sabia que estaba siendo violada, y sabia también que estaba disfrutando del acto, la dicotomía la torturaba, pero no lograba detenerse.
El saco su pene de la cavidad vaginal, bajo su mano y utilizando sus dedos como guía paso la cabeza de su falo en forma horizontal por todo lo largo de los labios vaginales, generando en cada contacto una contracción, un gesto de suplica por parte de ella Volvió a enterrarse allí, ahora tomo las piernas de la mujer con sus manos, levantando unos centímetro su cadera, dejando la entrada de la vulva mas vertical a el y propiciando un vaivén mas coordinado, ella aprovecho y rodeo con sus piernas al muchacho, apretándose contra el. Ambos sabían que no restaba mucho, hicieron una pausa e inmediatamente retomaron la actividad, pero con una fuerza renovada, una potencia reservada solo para ese momento, una pasión que quemaba, cierto tinte de violencia condimentaba las embestidas y los caderazos. Ella solo movía su pelvis, como si de ese modo, pudiera convencerse de que todo aquello aun era contra su voluntad. El amarraba los pechos como un naufrago amarra un bote. Los gritos de ambos eran ya ensordecedores, la frecuencia de la penetración era cada vez mayor. Uno, dos, tres empellones, uno mas uno ultimo y luego la explosión contenida, la cavidad vaginal no daba abasto y expulsaba semen hacia fuera, el seguía adentro sintiendo como invadía con su fuente de vida todo el interior de aquella mujer. Ella al sentirse totalmente acabada, empapada de líquido seminal, no pudo contener más sus jugos y segundo mas tarde también estallo colaborando con el desborde.
Se mantuvieron en esa posición durante varios minutos, acaso sintiendo los últimos vestigios del placer mutuamente brindado. Los testículos estaban totalmente manchados con una mezcla exquisita de semen y flujo vaginal. Los glúteos de ella chorreaban de mismo líquido. Aun estaban confundidos en un solo ser, pero los músculos comenzaban a ceder, la tensión aflojaba conforme pasaban los segundos, la conciencia le iba descontando territorio a la lujuria, y el razocinio volvía a imperar en el accionar. Sin embargo como durante todo el tiempo, en los ojos de ambos las lágrimas se acumulaban para luego derramarse irremediablemente.
El sintió la necesidad intima de correr, de huir, tal vez de si mismo. Se vistió solo con el mameluco, dejo la barrera abierta y salio al exterior. Ella se incorporo suavemente, estaba adolorida y se sentía vacía. Cuido de levantar todas sus cosas, subió a su coche y desapareció con la misma velocidad de cada día.
Ninguno de los dos lo sabia, pero comenzaba a gestarse el fruto de vida de aquel encontronazo entre dos polos totalmente opuestos.
FIN
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Este es un relato ficticio, un sueño de alguien cercano. Aun así serán como siempre bien recibidas todas las críticas que les nazca hacer. Se les agradece el haber llegado hasta aquí, y ofrezco mis disculpas por mis limitaciones.
ADRIAN