No estás sola (5 y Final)

Salimos del restaurante y mil obstáculos se interponían entre nosotros, pero poco a poco fuimos salvándolos

Salimos del restaurante y caminamos deprisa sin decir nada por el paseo marítimo.  Me atreví a cogerla de la cintura y pese a su primer sobresalto, aceptó el abrazo.

Estábamos llegando al parking donde habíamos dejado el coche, cuando una voz nos sobresaltó y nos separamos.

–¡Patricia!¡Patricia–escuché a lo lejos.

Un tipo bastante grande se dirigía hacia nosotros. Cuando llegó cogió de la cintura a mi hermana y trató de besarla, ella se apartó de él y él se sintió humillado.

–¿Se puede saber qué coño te pasa?–increpó.

–Ya te dije que prefiero no verte más, mañana me voy y paso de líos–respondió mi hermana.

Yo atendía a la conversación, pero parecía que no existiera para el tipo que se había follado a Patricia la noche anterior, era obvio que era él; y ella le había dicho por teléfono que la dejara en paz. Pero parece ser que los tipos duros como aquel les cuesta entender el rechazo.

Me miró con desprecio al mismo tiempo que se acercaba hacia mi. Me puse en alerta, levanté las manos y le dije que no quería problemas.

–A este es al que te vas a follar esta noche? Zorra–gritó el tipejo al mismo tiempo que se giraba para increpar a mi hermana.

No lo dudé, con un tío así, o corres o pegas primero, y yo no podía salir huyendo y  dejar a mi querida y sensual hermana allí tirada. Ni podía ni quería, tenía otros planes para ella.

Así que antes de que se diera la vuelta le propiné una patada en los huevos con toda la fuerza y rabia que sentí al escuchar de su sucia boca la palabra Zorra, dirigida a mi pareja de baile de esa noche.  El tipo se dobló sobre si mismo con un dolor que prefiero no conocer.

–No es una zorra, es MI zorra–le chillé al tipo al oído. Y acto seguido le pegué otra patada en la rodilla que le dobló y le tiró al suelo. Hacía tiempo que asistí a defensa personal, pero esos dos trucos, los genitales y las rodilla, no los había olvidado. Pero me faltaba uno. Y como con esta gente es mejor asegurarse, antes de que callera del todo le di un golpe con la mano abierta en su garganta, no demasiado fuerte, tampoco era plan de matarle, pero sí lo suficiente para que al tipo le faltaran manos con qué taparse sus heridas.

El grandullón cayó redondo, sin apenas moverse, agarré a mi hermana de la mano y la llevé corriendo hasta el coche. Le abrí la puerta como un caballero, y antes de cerrarla para irme a mi asiento, ella me detuvo.

–Nene, no sabes lo cachonda que me acabas de poner–. Su rostro reflejaba sus sensaciones internas. Sonreí

–Por lo de "mi zorra"?

Ella sonrió y dijo

–Claro, ¿Por qué si no?

Conduje más rápido de lo que hubiera sido razonable, siguiendo las indicaciones del GPS. No decíamos nada, pero yo no dejaba de mirar sus piernas y su escote, obvio que se dio cuenta.

–Deja de mirar tanto, si ahora en breve lo vas a ver todo con detalle, no vayamos a tener un accidente

Siempre conseguía hacerme sonreír. En un momento dado, dudé entre girar por la calle que nos llevaría hacia el local, o girar por otra que nos llevaría a casa, pero temí equivocarme y seguí hasta lo que parecía más razonable, razonable entre comillas claro, porque ¿Quién coño va con su hermana a un local de intercambio de parejas?

Llegamos y al aparcar, paré el motor y la miré. Ella dudó pero al final me miró y dijo

–Sí, estoy segura de lo que vamos a hacer, y tú también, así que disfruta y deja de comerte la olla, mejor piensa que ahora te van a comer la polla, ¿ok?.

Solté una carcajada y ella me besó en la boca, la correspondí nos besamos durante unos segundos, sentí de nuevo la tentación de decirla que nos fuéramos a casa, pero ella salió del coche animándome.

La seguí como un autómata, agarrado a su mano y sin dejar de mirar su culo. Llegamos a una puerta extraña en la que solo había una ventanilla, ella llamó al timbre y otro gorila como el del parking abrió la puerta. Pagamos y entramos, el primer pasillo era bastante oscuro pero en seguida llegamos a una barra de bar bastante iluminada. Había bastante ambiente, calculo que al menos 7-8 parejas estaban sentadas en taburetes altos, algunas charlaban entre sí.

Nos acoplamos en un lado de la barra y esperando a pedir unas bebidas, se nos acercó una relaciones públicas y nos preguntó, retóricamente, si era nuestra primera vez. Asentimos y se dispuso a enseñarnos el local.

Pidió a la camarera, que le abriera una puerta con barrotes, y accedimos "al lado oscuro".

Un corto y estrecho pasillo nos llevó hacia un sala bastante grande dominada por un jacuzzi central, en el que dos parejas follaban sin cortarse ni un pelo. Noté la mano de Patricia apretar con fuerza la mía, y advertí que en ese momento ya no había marcha atrás. Sobre todo al llegar a la siguiente sala, una amplia cama redonda donde al menos 4 parejas intercambiaban gemidos, penetraciones y felaciones. Había una chica muy joven en el centro, y 3 hombres mucho mayores que ella de rodillas. Ella apenas daba abasto a mamársela a los tres.

En ese momento noté que una mano apretaba mi paquete y apreté la mano de mi hermana, pero cuando me di cuenta no era ella, sino una pequeña mujer que estaba sentada en el borde de la cama, no me dio tiempo a decidir si quería que siguiera, porque Patricia tiró de mi mano.

Discurrimos por otro pasillo donde a cada lado había varias habitaciones privadas, y pasamos al que sería uno de los peores/mejores momentos de la noche.

El cuarto oscuro

No necesita descripción, simplemente un amasijo de manos me tocaron, cara, pecho, culo, polla, así que aproveché y fui a meter mano a mi compañera, pero me encontré don otra mano más hurgando en su intimidad. Me hice hueco como pude y conseguí llegar a su clítoris, el cual estaba ya un poco mojado. Pero tuve que parar porque ella tiraba de mi hacia adelante.

Seguimos avanzando como pudimos, y salimos al otro lado. Allí estaba la relaciones públicas, como si no hubiera pasado nada. Creo que ella ya tenía experiencia y sabía escabullirse de ese cuarto infernal.

Llegamos a la última sala, y estaba dedicada al BDSM. Una delgadísima mujer, estaba colgada en un columpio y tenía la boca amordazada, mientras dos hombres abusaban de ella. En una pequeña mazmorra, un hombre yacía en un potro, mientras una domina le azotaba sin piedad las nalgas.

La RRPP nos sacó por otra puerta que daba nuevamente a la barra de bar, se ofreció a presentarnos a más parejas si queríamos, y se despidió amablemente.

Patri y yo seguíamos apretados de la mano, y nos miramos, ambos teníamos la respiración entrecortada.  Sin decir nada fuimos hasta un hueco que quedaba en la barra, y pedí dos cervezas. La camarera, bastante atractiva, nos las sirvió y acabamos con ella de un trago.

–¿Qué tal estás?–pregunté a Patricia

Ella solo respondió con un gesto abanicándose, en ese momento estaba sobrepasada por sus sensaciones internas. Estaba cachonda sin duda, pero todo lo que habíamos visto, vivido y sentido la habían sobrepasado. Antes de ver aparecer el desánimo en su cara, una pareja que estaba cerca de nosotros se nos acercó.

–Hola, soy Alberto, ¿Qué tal?–el chico era atractivo, parecía que tenía buen cuerpo, su acompañante era muy delgada, llevaba un blusa bastante escotada, pero apenas tenía pecho. En cambio, era muy elegante y tenía cierto atractivo.  Alberto nos la presentó, su nombre era Silvia.

Empezamos a charlar animadamente, era su segunda vez en ese local, y por lo visto la primera vez tuvieron una mala experiencia. Eran educados y divertidos y Patri se encontraba cómoda. Se produjo un momento tenso, cuando ambos se besaron, no por el beso en í, sino porque justo después nos preguntaron cuánto tiempo llevábamos juntos.

–Toda la vida–dijo Patricia mientras me sonreía. Yo no pude por menos que asentir. Así que la agarré con fuerza de la cintura y la besé con pasión, ella me correspondió y nuestro beso solo fue roto por la voz de Alberto.

–Vamos a ser sinceros, nos parecéis una pareja muy maja y creo que congeniamos, podríamos estar hablando toda la noche, pero ¿Qué os parece si pasamos juntos a un reservado y seguimos allí?

Patri y yo nos miramos, había llegado el momento definitivo. Era ahora o nunca, así que la cogí de la mano, y les dije a nuestros recientes amigos que nos siguieran.

El primer reservado estaba ocupado, y no pude evitar mirar como dos parejas follaban a 4 patas a sus respectivas, mientras ellas se besaban. En ese momento pensé si mi hermana sería capaz de besar a Silvia.

El siguiente reservado estaba libre y entramos. Constaba de un sofá esquinero bastante amplio y  una mesita en el centro, donde dejamos nuestras bebidas.

Me senté en un extremo, Patricia a mi lado, Silvia al suyo y Alberto al otro lado.

Alberto parecía el animador, porque no quería que la cosa se enfriara, sin duda deseaba follar con mi hermana, porque no dejaba de mirarla y animarla.

Mientras charlaba, fue bajando la mano por la pierna de Silvia y esta se abrió para dejar ver bien lo que hacía. Ella llevaba una ropa interior de encaje de lo más sexy, y cuando puso la mano sobre la pierna de Patri todo dio comienzo.

Yo puse mi mano sobre la otra pierna de mi hermana, y tanto Silvia como yo fuimos subiendo por sus muslos hasta llegar a sus braguitas. Yo no dejaba de mirar como Alberto masturbaba a Silvia sobre su tanga, así que decidí imitarle.

Patricia echó la cabeza hacia el lado de Silvia, y esta aprovechó para besarla, sí joder, y Patri la correspondía. Entonces aparté la braga de mi hermana y comencé a acariciar su ligeramente humedecido coño.

Alberto me miró y sonrió; se levantó y se bajó sus pantalones y sus slips. Su polla en estado de semi-erección comenzaba a tomar brío ya que Silvia había puesto su mano sobre ella . Ambas chicas seguían besándose, y yo comencé a meter un dedo en el ya encharcado coñito de Patri. Silvia cogió su mano y acercó a Alberto para que patricia pudiera amarrar su ya enorme polla.  En ese momento Patri miró a Alberto, que parecía suplicar una mamada, y Patri me miró a mi. Con la mano que le quedaba libre, me agarró el paquete y me lo sobó por encima de la ropa. Así que me levanté e imité a Alberto, mi polla ya estaba completamente dura y mi querida hermana Patricia estaba masturbándonos a lo dos. Silvia por su parte se estaba desnudando y dejando a la luz su pequeño y delgado cuerpo. Se puso detrás de mi hermana, y comenzó a desnudarla por la parte de arriba. No le costó mucho trabajo desabrochar la blusa que llevaba, y el sujetador. Sus imponentes pechos provocaron un gruñido de Alberto que amarró uno entre sus manos y estrujó con fuerza.

Silvia volvió a ponerse delante de su pareja, y mientras Patri le masturbaba comenzó a lamer su glande. Creo que esto calentó sobremanera a mi hermana, se mordió el labio y deseaba su parte del banquete. Silvia se apoderó por completo de la polla de Alberto, y mi hermana me miró, su cara estaba completamente dominada por la lujuria, y no tardó en engullir mi duro rabo.

Se acababa de romper la última barrera y ya valía todo.  Patri chupaba sin parar, mi tronco, mis huevos, mi capullo, y protesté cuando dejó de hacerlo. Tenía los ojos cerrados y no sabía lo que pasaba, pero al abrirlos ella estaba chupando la polla de Alberto guiada por las manos de Silvia. Hacía esto sin dejar de masturbarme, como si toda la vida se hubiera estado comiendo dos pollas a la vez. Sentí una leve punzada de celos, que fueron reprimidos cuando volvió a mi.

En ese momento decidí pasar a la acción, me agaché la quité la falda y le tumbé en el sofá. La abrí las piernas, y hundí mi boca en su coño tapado por sus bragas, bragas que rompí en ese mismo instante para hundir mi lengua bien dentro de su vagina. Atrapé su clítoris con mis labios y no paré de succionarlo hasta que ella se retorció sobre si misma. No se había corrido, pero no le faltaba mucho.

En ese momento, noté una mano por detrás agarrare mi polla, y noté los pequeños pechos de Silvia sobre mi espalda. a mi izquierda, Albero gateaba hasta colocarse a horcadas sobre la cara de mi hermana, le puso la polla en la boca y ella la recibió con gusto.

Silvia me dio la vuelta y se arrodilló para comenzar su particular mamada,. ¡Joder con la pequeña! No quería admitirlo, pero lo hacía mucho mejor que Patricia.

Tras unos minutos de felación, Silvia se dio la vuelta y se agachó, me ofreció su coñito y un preservativo, que tardé más de la cuenta en ponerme. Cuando lo hice, miré y casi me corro. Silvia estaba lamiendo el dulce coño de mi hermana, mientras Alberto la follaba la boca hasta la garganta, Patricia protestaba cada vez que la sacaba pero la comida de Silvia le relajaba.

Comencé a follar a Silvia de forma pausada, pero ella se giró y me pidió más fuerte. No podía negarme, y la embestí con todas mis fuerzas durante cortos pero intensos minutos.

En un momento dado, Alberto había puesto a mi hermana en la misma  posición y había comenzado a follarla. Las chicas habían juntado las caras y las bocas también. Trascurridos unos breves momentos de follar a nuestras intercambiadas parejas, Alberto me miró.

–Cambiamos de nuevo–sonrió.

A pesar de estar completamente desinhibido, cambiar implicada follar con Patricia. F-O-L-L-A-R a mi hermana, con aquella que jugaba de pequeño.

–No me queda mucho para correrme, y ya sé lo que es correrme dentro de ella–mentí.

Alberto pareció aceptarlo y dijo que a él tampoco le quedaba mucho.

–No se te ocurra parar ahora cabrón, o te mato–protestó mi hermana–Nene, si se corre él me la metes tú, pero no paréis por Dios.

Joder Alberto, no te corras aguanta hasta que ella termine, pensé, o quizá pensé lo contrario, estaba hecho un mar de dudas.  En ese momento noté el coño de Silvia contraerse y lubricar, sus gemidos anunciaron su orgasmo, así que la embestí con fuerza, pero por algún extraño motivo no conseguía correrme.

–Métemela por el culo nene—suplicó Patricia. Miré a Alberto y comprendió. Se tumbó boca arriba en el sofá, y Patri le montó, el hecho de cambiar de postura, postergó el orgasmo de Alberto y siguió follándola. Patricia me volvió a pedir que la follara el culo, me lo ordenó.  Silvia, tan solicita como siempre, se acercó, abrió las nalgas de mi hermana, la escupió en el ano y le metió un dedito que arrancó un gritito de Patri.  Silvia engulló mi polla, poniéndola a tope de nuevo y fue ella mismo la que poco a poco fue metiéndola en el culo de mi hermana. Con ella, no me puse preservativo y fue el momento más placentero, sucio y morboso de mi vida.

Patri chillaba, pero si quería sacarla me insultaba diciendo que no parara y la metiera hasta el fondo. Así que la agarré del pelo y le  grité

–¿Esto es lo que quieres, perra?

–Sí, y tú también así que no dejes de follarme.

Me acerqué y la lamí los labios, más que un beso fue un acto de auténtica película porno.

No sé cuanto tiempo estuvimos follando, pero Alberto se corrió y se retiró a una esquina acompañado de Silvia, dejándonos a mi y Patricia en nuestra sodomía particular.

–Métemela en el coño nene.

No dije nada y seguí follando su estrecho culito

–Vamos hermanito, fóllame–me suplicó con su cara desencajada, y me rendí.

Saqué mi polla de su culo, se la metí en la boca para que me la limpiara, la tragó con gusto; la di la vuelta y la penetré mientras la besaba

–Te quiero–le dije

–Te quiero–respondió.

Miré a nuestros acompañantes, y ellos entendieron mi mirada.

Cuando salieron comencé a follar a Patricia como si no hubiera un mañana, ella me correspondía con caricias, mimos y susurros. Acabé corriéndome dentro de ella y llorando como un niño. Nos besamos, nos acariciamos y permanecimos así unos minutos. No demasiados porque el lugar no se prestaba a tanto romanticismo, así que poco a poco salimos de nuestro trance y nos vestimos.

–Y ahora qué hacemos? Estos dos te han oído–dije sin reproche

–Quería que me oyeran–me besó y salimos hacia la parte exterior.

Allí estaban los dos, Silvia y Alberto, sonriendo y dándonos un pequeño aplauso.

–Así que sois hermanos, notaba cierto parecido, pero no podía concebirlo–dijo Silvia

–Será nuestro secreto, ¿De acuerdo?.

Ambos asintieron, bebimos algo más y Alberto propuso ir a su casa, tenían piscina, ya la noche invitaba a ello.

Allí fuimos y volvimos a follar los 4, siempre en la misma estancia, ellos entendieron que era nuestra primera vez y no querían provocar celos innecesarios.

En los siguientes meses, se convirtieron en nuestros amantes, amigos y confidentes.  Patricia se vino a vivir conmigo, pero eso ya es otra historia.