No es un trio, es una PAREJA de TRES. 1ª Parte
Lo que en un principio iba a ser un TRIO, se acaba convirtiendo en una maravillosa relación de a tres. Que no sé cómo llamar o definir.
No tengo ni idea la gente que podrá llegar a entender lo que quiero contar, aunque aquí es más normal encontrar a más de uno que si lo entienda y lógicamente a más de una. Me he hecho una guía para no perderme en verborrea inútil. Quiero hacerlo lo más sencillo posible, porque, aunque si hecho la vista atrás parece complicado, fue más sencillo de lo que parece.
Todo empezó no hace mucho. Pero antes describiré a mi pareja y a mí. Somos de un lugar de España, el sitio en concreto es lo de menos. Mi mujer, pareja o compañera, estamos los dos en la década de los 30. Nuestra historia empieza cuando éramos adolescentes, cada uno salía con su pandilla y después de acabarse los estudios, cada uno fue a una universidad y nos distanciamos. El tiempo nos volvió a unir, después de nuestros respectivos fracasos en pareja. Pasado un poco de tiempo no hicimos pareja y hasta el día de hoy. Marisa que así se llama ella, mide 1,62 y yo Felipe 1,66. Somos de lo más normales. Los dos castaños, ella se conserva mejor que yo, porque hace ejercicio, sin matarse, pero hace. Yo de tarde en tarde. Cara picara y pechos pequeñitos pero muy bien puestos. Su culo es lo más llamativo y cuando le digo lo bonito que lo tiene, siempre me contesta lo mismo, que su trabajo y esfuerzo le cuesta.
Nuestra relación empezó con problemas por parte de las familias políticas, tanto de la suya como de la mía. Aunque ya nos hemos acostumbrado y pasamos bastante de ellos. Trabajamos, salimos con amigos, ya sea juntos o por separado y vivimos.
Aquí finalizo nuestras descripciones, porque más adelante saldrán más detalles. Donde más nos diferenciábamos era la parcela del ámbito sexual. Marisa más conservadora y yo más liberal. Ella solo había tenido una relación seria y yo había picoteado más. En nuestros primeros 3 años de vida en común, la fui introduciendo en un mundo de sexo más abierto y más desconocido para ella. Al principio le costó y los pasos fueron lentos, pero poco a poco se fue habituando y como empezó a gustarle fue siendo más fácil, dar pasos más avanzados.
Poco a poco fui introduciendo fantasías sexuales en nuestras relaciones y llegamos a un extremo de para que ella obtuviera el placer máximo, era casi obligatorio meter esas fantasías. Contárselas a su oído mientras practicábamos sexo. Un día nos sinceramos más que de costumbre y le conté que había tenido relaciones compartidas, tríos, intercambios, alguna orgia. Se quedo sin palabras, pero en los días siguientes no paro de preguntarme. En nuestras fantasías introduje ese nuevo factor y vi que los tríos si la ponían caliente, siempre que fuera con otros hombres, si eran con mujeres o intercambios, no la notaba cómoda. Por ese motivo en las siguientes fantasías, solo había tríos con hombres.
En forma de tonteo en los momentos álgidos, le hacía preguntas si le gustaría en ese momento tener otro rabo en la boca y cosas de ese tipo. Contestándome que sí, lo único que, al terminar, eso se acababa ni un comentario y esquivaba cualquier intento por mi parte de hablar del asunto. Paso el tiempo y los avances fueron esperanzadores, paso del no y no, al sexo anal, a gustarle con locura, eso sí para hacerlo tenía que estar muy caliente. También paso del no me des golpes en el culo, a pedirlo cada vez más.
Llego su cumpleaños y sin que lo supiera, compre rosas rojas, tantas como años cumplía. Las deje en casa y me fui a recogerla a su trabajo. Hice como si se me hubiera pasado el cumpleaños y ella se mosqueo bastante, aunque trato de disimularlo. Durante todo el camino me pase pidiéndole disculpas y que se lo compensaría.
Fuimos a nuestra habitación y nos pusimos ropa cómoda. Marisa sin decir nada y mientras ella se iba de la habitación, me quede retrasado para ver que decía cuando se encontrara con las flores. Supo cuando las descubrió, porque pude oír cómo me llamaba cabrito, que era muy malo, que, si me había acordado, etc.
Vino corriendo y me beso con muchas ganas, luego me dijo que era muy clásico, pero que le habían gustado las flores. En ese momento proteste para decirle que no era tan clásico, que había más regalos en el ramo. Me soltó y volvió corriendo a por las flores. Abrió el sobre y era como un juego. El texto le indicaba como descubrir donde estaba el regalo. No era difícil y encontró el regalo y otra tarjeta. Abrió el regalo y sus ojos se abrieron de golpe, eran unas bolas chinas, se aguantó la risa y cogió otra nota que le daba pistas para encontrar otro regalo, lo encontró, agito el paquete y lo desenvolvió, era un vibrador doble de tamaño mediano. Me miro asombrada, pero riéndose y cogió otra tarjeta, corriendo a buscar el nuevo regalo, este era un vibrador indicado para el punto G y de un tamaño mayor que el otro, aquí le dio la risa del todo y agarrándolo me lo enseño exhibiéndolo sin decirme nada y nuevamente otra tarjeta, siguio buscando, este le costó un poco más. El siguiente paquete tenía pegado un sobre grande. Es lo que primero abrió, había una tarjeta que le anunciaba que teníamos una reserva para cenar, en un restaurante que le gustaba mucho y después para irnos a bailar. Abrió el último paquete y era un We-Vibe, apretó los labios y por fin hablo, preguntado qué era eso. Se lo explique y ella leyó las instrucciones, diciéndome que desde luego no había sido tan clásico en mis regalos.
Hice que se cambiara de ropa para salir y yo hice lo mismo. Indicándole que se colocara el We-Vibe, que ya antes yo lo había sincronizado con mi smartphone, dudo un poco, pero se lo coloco avisándome que si hacia ruido o algo similar iría al cuarto de baño de donde estuviéramos y se lo quitaría. Se vistió según ella, como a mí me gusta, para darme el capricho, aunque yo sabía que lo hacía porque a ella le gustaba sentirse deseada. Mientras cenamos puse en funcionamiento el We-Vibe, lo hice justo cuando se fue a llevar comida a la boca, me hizo mucha gracia, por cómo se puso. Miraba con disimulo para todos los lados, como si la gente se diera cuenta. Nos miramos y nos reímos. El vino de la cena nos estaba viendo muy bien. A continuación, nos fuimos a bailar. Donde tomamos alguna copa más. Quise poner en práctica mis fantasías o parte de ellas, ya que Marisa estaba muy animada.
Varios moscardones revolotearon sobre ella, de distintas edades. La animaba a ponerlos cachondos y ella me decía que no sabía y acto seguido andaba provocando a los moscones. Después hubo con uno que hubo unos pequeños roces, toqueteos, hasta que decidimos parar e irnos y cuando llegamos a nuestra casa fue una autentica vorágine. Esto lo repetimos bastantes veces, pero sin llegar a definir nada. Hasta que Marisa me dijo que teníamos que sentarnos a hablar, pero en frio. Me recriminaba o no entendía, como a un hombre le puede gustar. Desear y que le excite, que su esposa se entregue a otro. Siempre he sido bastante dominante y con mucha verborrea, deformación profesional. El caso que, en esa conversación, la convencí un poco más y en las siguientes semanas más. Aunque me costó lo de poner anuncios discretos, lo que no la convencía, era muy escrupulosa y no se sentía bien con nadie desconocido y mucho menos con alguien conocido.
En este tiempo solo quedaron unas cosas claras. Si ella era la que tenía que acostarse con otro, lo elegiría ella. Si en el momento justo decía que no, aunque hubiéramos empezado se terminaba. Esas fueron sus condiciones que a mí me parecieron adecuadas. Las mías fueron, no quedar en un tercer plano y que no se repetía con el mismo hombre. Al no haber ningún anuncio que a ella le gustara, mi siguiente paso fue de tratar de convencerla de ir a algún pub de parejas swinger. Aquí se negó en rotundo y fue como retroceder dos pasos en nuestras fantasías.
No es que todo se enfriara, lo que paso que entramos en cierta monotonía. Por lo menos para mí. Todo dio un vuelco cuando en mi trabajo nos comunicaron, que, desde la empresa matriz, vendría un hombre a impartirnos unos cursos. Lo que sucede en esos momentos son los rumores, las especulaciones. Como seria, si hablaría bien el español, para cuanto tiempo vendría, etc. El caso que unos días más tarde llego un hombre joven, de 29 años. Venía muy bien vestido, inmaculado, serio. A mí me sacaba bastante más de una cabeza y no es que yo sea enano. Nos lo presentaron y era español. Se llamaba Hugo. Moreno y si yo mido 1,66 él podría ser que midiera 1,80 fácilmente.
Cuando tomó la palabra para explicarnos para lo que venía, lo hacía con seriedad, firmeza y como dominando la situación. A mi tanta seriedad, tanta distancia, me provoco que no me cayera bien. Una vez que término se fue con el director. En los corrillos todos opinábamos de lo que nos había dicho y como no, de cómo veíamos a Hugo. Las mujeres que estaba para hacerle un favor y los hombres divididos en 3 grupos. Los que le veían un poco prepotente y no gustaba, que en ese grupo me encontraba yo. Los que veían a un hombre muy seguro, que era bueno porque podría aportar mucho y los que les daba igual. Que esto no quiere decir que las mujeres no tuvieran una opinión más profesional, es que en la empresa los puestos importantes estaban ocupados mayoritariamente por hombres.
Estábamos en pleno apogeo cuando nos llaman a 5 para que vayamos al despacho del director. A cada uno nos encomendaron una labor para esos cursos, la mía en concreto seria estar pegado a él, para ayudarlo en todo lo que hiciera falta y que mientras, mi trabajo lo dejara que ya se lo encargarían a otra persona. Nos fuimos a un despacho los dos. Si antes me cayó mal, ahora me caía gordísimo. No siempre las primeras impresiones son las que valen. Porque nada más quedarnos solos, Hugo me pidió el favor de que le ayudara. Que era un encargo para el muy importante, que tenía a todo el mundo expectante de como lo haría. Lo vi más humano, ya no tenía la impresión de un principio, porque lo llegué a entender. Que a la empresa era bastantes veces muy agobiantes.
En la primera semana nos hicimos muy amigos. Nos contábamos cada vez más cosas personales, pero sin llegar a una confidencia plena. A Marisa le empecé a hablar de él y come me decía ella, que ya estaba bien de hablar de Hugo. En una de nuestras conversaciones, Hugo me pregunto por algún gimnasio de confianza. Mi recomendación fue de un gimnasio en el que yo era socio, pero que prácticamente no iba, lo hacía antes del verano y después de navidades, la promesa que em hacia todos los años. Me anime a ir con él y hacer algo de ejercicio. Nuestro primer día en el gimnasio me altero, me altero porque vi un cuerpo perfecto, su tableta, sus abdominales. Sus músculos, que sin ser exagerados eran muy definidos. Traté de seguir su ritmo y me era imposible y así se lo dije. Él me decía que era cuestión de ser constante. Me animaba en todo y me explicaba cómo hacer los ejercicios más adecuadamente. Lo que más me llamaba la atención, es como su forma de ser, su forma de hablar, le daban una seguridad infinita, como dominando en todo momento la situación. Me llamaba mucho la atención y eso que yo me creía el hombre más seguro, controlador y en cierto punto dominante. Al terminar e irnos a la ducha, al verlo desnudo, aunque no quise mis ojos se fueron al rabo que tenía. Lo tenía totalmente depilado, nunca había visto uno así. Además, se veía más grande que el mío y más gordo.
Un día hable con Marisa, porque quería invitarle a comer o cenar a nuestra casa. Marisa engurruño el gesto y dijo que mejor a comer. Invite a Hugo a comer ese mismo sábado y acepto. Ese sábado Marisa cocino el plato típico de aquí, que lo cocina muy bien. Hugo llego 5 minutos antes, bastante puntual. Traía una buena botella de vino tinto, muy buena y una orquídea blanca en un recipiente de cerámica. Eso le gustaría a Marisa, porque era una fanática de ciertas plantas y entre ellas las orquídeas. Al venir Marisa y verle, supe que físicamente le había por lo menos llamado la atención gratamente. Se saludaron con 2 besos y ella le dio las gracias por la orquídea, que coloco en el salón.
La comida no salió como yo esperaba, porque Hugo le llevo varias veces la contraria a Marisa y eso no le hacía mucha gracia, se interpelaban el uno al otro con demasiada frecuencia. Hasta que Hugo se despidió. Al quedarnos solos, Marisa me dijo que nunca más, que no volviera a invitarlo, que era un tío muy cargante y desconsiderado. Estaba fuera de sí. Creí según cogía la orquídea, que iba a romperla y no, lo que hizo fue mirar el culo del envase, diciéndome luego, me lo imaginaba, desde luego buen gusto tiene y caro, porque esto vale una pasta, que es auténtico. Tendría buen gusto, pero no volvería a comer a nuestra casa, que conocía a mi mujer.
El primer día de trabajo después de la comida, Hugo en compensación por nuestra comida, nos invitó a cenar, intente excusarme y él me decía que como estaba solo que cuando nosotros dijésemos. Eso me complicaba la vida. Ese día anda más llegar a mi casa se lo conté a Marisa, que me decía que fuera yo solo. Trataba de hacerla ver, en el compromiso que me metía. Nos enfadamos y a los dos días, me llamo al trabajo, diciéndome que el sábado, pero que después de cenar cada uno a su casa, ni copas ni historias.
No pintaba bien la cena. Ahora el que estaba nervioso era yo. Porque le había pedido que no fastidiara la noche y que se vistiera apropiadamente. Marisa se vistió de una forma vistosa y colorista. Minifalda negra brillante y blusa amarillo chillón. Una vez que salió vestida, se giró sobre ella misma y con cierta rabia y con mucha sorna, me soltó, si estaba bien zorrita para mi jefe. Me enfade y cuando se dio cuenta, se echó a reír diciéndome que era para meterse conmigo.
Nos fuimos hacia el restaurante que habíamos quedado, por cierto, un buen restaurante. Llegamos nosotros un poco antes y el llego en taxi. Nada más vernos, elogio a mi mujer, le dijo varios piropos suaves, de buen gusto y acabo felicitándome por tener una mujer tan bonita. Todo eso a Marisa le gusto. La cena empezó esta vez desde el primer momento bien. Aunque en un principio hubo algún conato de discrepancias entre ellos, todo mejoro según transcurría la noche.
Finalizando la cena el propuso ir a tomar algo a algún sitio donde también se pudiera bailar, yo esperaba al momento la excusa de Marisa, para irnos. Asombrándome cuando dijo, que, a bailar no, peo a algún pub a tomar algo tranquilamente y poder charlar sí. En ese preciso momento no se me ocurría ningún sitio y Hugo nos dijo que junto a su hotel había uno que tenía buena pinta. Nos fuimos al pub, que estaba enfrente de su hotel. Entramos y era verdad, por fuera tenía buena pinta y por dentro también. Había una actuación en vivo, eran boleros, música muy suave y bastantes parejas, aunque también había gente desparejada.
A Marisa no sé si por culpa del alcohol, se le soltó mucho la lengua. No quiero decir que contara nada, no eso no, se le soltó para hacer preguntas de todo tipo. Empezando por preguntas normales, hasta ir subiendo el tono. Tan nervioso me puso, que intente cortar las preguntas y Hugo, me decía que no pasaba nada, que a él no le importaba, que le caíamos muy bien y añadió mirando a mi mujer, eso si tu pregunta lo que quieras, pero luego no te moleste las respuestas. Vi que no me tenía que preocupar, porque después de todo Marisa se comedia en no pasar un límite.
Todo cambio cuando le pregunto si tenía novio o novia. Intervine rápidamente para decir que se refería a si tenía pareja. Nuevamente Hugo me tranquilizo, diciéndome que no, que mi mujer quería con una pregunta saber dos cosas. Si tenía pareja y si era gay. A mí en cualquier momento me daba un sincope. Entonces le contesto a mi mujer, no, no soy gay y no tengo pareja. Se me estaba pasando cuando Marisa le dice, que es raro que con esa planta no tenga pareja. Y sin esperar a que el dijera nada, añadió que lo mismo es que era raro.
Hugo ni se inmutaba. Se quedo pensativo, como buscando que decir para dejar a mi mujer cortada. No me equivoque cuando le oí decirla, que en eso tenía razón, que puede ser por ser raro, porque le gustaban un tipo de mujeres en concreto y eran difíciles de encontrar, vi a Marisa lanzada para decir algo, pero Hugo no la dio tiempo, continúo hablando y le dijo, que para que no le preguntara, que le gustaban las mujeres con carácter, pero en la intimidad muy marchosas, pero con un ingrediente más. Marisa entro rápida a preguntarle por ese ingrediente, diciéndole que eso lo descubrían nada más las interesadas. No le gusto lo que oyó y trato de provocarle, no serás de esos que dicen que quieren a su mujer siendo una dama por el día y una… en la cama. Hugo con una amplia sonrisa le respondió que a él le gustaban igual en todo momento.
Cambié la conversación, porque vi a varias parejas bailando, música muy lenta, decía que el pub lo tenía todo, etc. Hugo nos dijo que fuéramos a bailar, que por él no nos preocupáramos. Mi mujer le dijo que yo era un pato bailando, que no me gustaba bailar, contándole que estuve un mes ensayando para bailar el vals en la boda. Hugo me recrimino como podía ser que, teniendo una mujer tan guapa, no bailaba a todas horas con ella. Me dio rabia que me dijera eso, sin embargo, veía a mi mujer que eso le gustaba, que hablaran así de ella, sobre todo porque ella siempre se ha considerado del montón. Sin darme tiempo a decir nada, dijo que, si yo no tenía inconveniente, si no me molestaba, le pediría a mi mujer bailar y no me dio tiempo tampoco a contestar a la pregunta. Miro a mi mujer y la invito a bailar, Marisa vaciló, me miro y se levantó y se fue a bailar.
Estuvieron bailando unos 20 minutos. Se les veía muy compenetrados y a mí me entro algo por dentro, no eran celos, eran cosas raras. Volvieron y Marisa decía que ya era tarde, que nos íbamos. Él se fue tranquilamente andando al hotel y nosotros a nuestro coche. El camino a casa no hablamos. Estando en la cama, empezamos a hablar algo, de lo pasado en la noche. La notaba receptiva y empecé a acariciarla. Respondió como cuando tiene muchas ganas. Empezamos con nuestras fantasías, que son cosas que se me ocurren a mí, que le cuento a ella y que la hacen excitarse al máximo. La diferencia que esta vez en mis comentarios metí a Hugo, al principio ella no quería y sin insistir mucho seguí y como se ponía mi mujer. Aproveche para contarle lo que le haría con ese rabo que había visto en el gimnasio, se lo detalle y ella gemía cada vez con más ganas, le decía que tenía que ser muy grande. Se vino más rápido que nunca y esta vez quería más, que no me parase, pero fue penetrarla e irme, todo por lo excitado que estaba.
A partir de aquel día, nuestra amistad con Hugo aumento, salíamos no solo en fin de semana, también entre semana, le invitábamos mucho a comer o cenar. Teníamos una relación magnifica y de mucha complicidad. Durante una semana Hugo estuvo de viaje y aquí nos dimos cuenta lo unidos que estábamos a él, le echábamos de menos y Marisa, era raro que no me sonsacara si había hablado con él. Y en nuestras fantasías sexuales estaba presente siempre. Y una noche de esas, después de nuestras relaciones sexuales, hablamos de ello. Yo llegue a la conclusión de que Hugo sería el hombre perfecto para cumplir plenamente nuestras fantasías. Marisa empezó a remarcar los problemas que ella veía, era mi jefe, que trabajamos juntos, que nuestra amistad se estropearía, porque teníamos claros que solo una vez y no repetíamos con el mismo, preguntándome que pasaría si quería repetir y se contestó ella misma, pues que nos distanciaríamos.
La había escuchado con detenimiento y le resumí lo que pensaba y como lo veía yo. Que tarde o temprano se iría, que él estaba temporalmente allí. Hacia un ruidito con la boca, como si cantara, eso lo hacía cuando no encontraba una respuesta a algo y pensaba. Me pregunto que como lo haríamos y tuve fácil la contestación, porque ya lo había pensado muchas veces, le propuse invitarle a cenar un día, que ella se vistiera muy provocativa y ver lo que pasaba, que lo sedujera, que, si era preciso, yo los dejaría solos, con alguna excusa, bajar a comprar algo que se nos hubiese olvidado, etc. Marisa exaltada y un poco enfadada, decía que, de eso nada, que para que lo intentara y Hugo le diera un corte, que jamás. Rematando con que lo mismo no le gustaba, que seguro que las tenía chascando los dedos.
Me toco animarla y decirle que ella estaba muy bien, que no empezara como siempre. Le propuse que le tantearía y vería como actuaba. Regreso Hugo y seguimos saliendo los tres juntos bastante a menudo. Un día Marisa me dijo si ya tenía claro que ella no le gustaba. Fue una manera de preguntarme sin hacerlo, me excuse porque no sabía cómo tantearle. Meneo la cabeza diciendo hombres. Esa chulería me molesto, le dije que de mañana no pasa. Al día siguiente después de trabajar le propuse ir a tomar una copa y hablar de algo privado, que fuéramos a un sitio tranquilo y el me propuso su hotel. Nos colocamos en un apartado de la cafetería del hotel, recuerdo perfectamente el día, el pidió un vodka con naranja y yo un whisky con coca cola. Apenas empezamos a hablar y ya me había soplado mi bebida y me pedí otra copa.
Hugo riéndose me decía que ya tenía que ser gordo lo que tenía que decirle, que me notaba muy nervioso, que nunca me había visto así. Me arme de valor y aunque mi intención era preguntarle por mi mujer, le pregunte que como le caíamos los dos. Su respuesta fue decir que le caíamos de puta madre, que éramos una pareja muy encantadora y muy cordial. Que había tenido suerte en conocernos. Eso no me aclaraba nada y él se dio cuenta, porque me dijo, veo que no era lo que querías oír, así que no he entendido lo que querías preguntar, si fueras directo, mejor. Trague saliva y le pregunte por Marisa. Le corte la sonrisa y me pregunto en qué sentido. Le dije en todo, como persona, como mujer.
Como persona, la veo impulsiva en algunos momentos, chisposa, alegre, contestataria, etc. Y como mujer, no te molestes, es muy guapa, tiene algo que atrapa, que atrae y ya puestos y para que no me preguntes más, que no tengas dudas, tiene un polvazo bestial. Me pareció bestia y me dejo sin dudas. Entonces fue el quien me pregunto, quería saber a qué venia la pregunta, aunque se lo podía imaginar. Tanta seguridad al decirme esto, me ponía más nervioso. De una manera pausada, midiendo muy bien mis palabras y como si fuese cosa mía nada más, le Conte mis fantasías y lo que me gustaría y que había pensado en él, por lo bien que nos caíamos. Al no decir nada, al producirse un gran silencio, quise como justificarme y le dije que entendía que estuviera contrariado, que imaginaba que no era nada normal que un hombre le pidiera a otro que mantuviera relaciones con su esposa. Me irritaba su silencio.
Se decidió a hablar y con la misma firmeza y tranquilidad que le caracterizaban, se puso a hablarme, me decía que por el estaría encantado de follarse a mi mujer y le replique diciéndole hacer el amor o mantener relaciones sexuales, con una voz más dura, me decía que me dejara de cursiladas y hablara bien, que decir follar u otras cosas era más natural. Me daba igual lo que dijera, lo que quería saber es si estaba dispuesto o no. Cuando me dijo no, me quede helado, le había confesado a otro mis fantasías, le había propuesto acostarse con mi esposa y recibo un no como respuesta. Mi expresión lo debía de decir todo.
Hugo quiso explicarse. Me decía que había dicho que no, porque una cosa era lo que yo quería y lo que él podía querer, pero lo que realmente importaba era lo que quisiese Marisa. No sabía que decir, porque como decirle que ella también quería, pero sin comprometerla a ella. Entonces Hugo me volvía a hablar, me decía que lo mismo sería mejor que buscara a otro, porque el a la hora de follar, era muy especial, que le gustaba hablar sucio, que era un poco bruto, que le gustaba hacer de todo y que, si además yo estaba presente, seguro que también me diría cosas de fuerte contenido sexual. A todo eso no sabía que decir. Nos quedamos en silencio y el me trataba de consolar, que no me sintiera mal, que me lo contaba todo, porque teníamos una buena amistad y aunque él sabe separar el sexo de la amistad, no quería que me sentara mal y si lo hacíamos lo mismo no soportaba cierto lenguaje y actitudes. Remato todo diciéndome que además a Marisa, había que follarla con cierta dureza y que le encantaría romperle el culo, que a mí se me veía muy blando. Y se quedó tan fresco. Me debatía entre la rabia y la excitación. Tuve que decirle que parara, que no me contara nada más y nos despedimos.
Me consideraba un hombre muy liberal, aunque no lo expresara con mi lenguaje, ya que tenía un lenguaje muy correcto. Lo que si sabía es que cuando se lo contase a Marisa, me diría que era un degenerado o algo parecido y se iría toda posibilidad. Trate de no tener ninguna conversación con Marisa esa noche sobre Hugo. No sé cómo al final estábamos hablando de él y llego inevitablemente la pregunta de Marisa, si había ya tanteado a Hugo. No se mentir, se me nota y le Conte con todo detalle la conversación. No me interrumpió ni una sola vez. Quise saber qué opinaba y me quede extrañado ante su respuesta, que fue, vaya con el Hugo. Y tenía cara de buena persona y resulta que es un poco degenerado, preguntándome con mucha curiosidad, si el comentario de romperle el culo fue tan explícito, le contesté que sí y ella me dijo que esperaba que no le hubiera dicho nada de que lo hacíamos por ahí, le dije que no, eso tiene su punto y esa noche lo pasamos de fábula, subiendo el tono en nuestros comentarios, tanto ella como yo.
A partir de ese día en nuestras fantasías habíamos cambiado muchas expresiones. Lo que nos excitaba más y cuando estamos con Hugo, veía a Marisa con unas ganas tremendas. La confianza era total. Nos wasapeábamos con el los dos, en grupo y de forma privada. Marisa me enseñaba las conversaciones y casi todas ellas eran con frases con doble sentido. Marisa me llego a confesar que le apetecía acostarse con él, que no aguantaba más, que se masturbaba hasta pensando en él. Yo la entendía porque además llego un punto en el que los dos se contaban todo. Varias cenas en casa, Marisa y yo lo pusimos muy fácil, pero Hugo era inmutable y cuando la situación tomaba un cariz de temperatura elevada, Hugo se disculpaba diciendo que era tarde y se iba. Marisa me decía que estaba dispuesta a todo.
Se hablaba de que Hugo se marcharía pronto. Lo que me decidió para hablar nuevamente con él. La conversación fue como la otra que tuvimos y para salir del callejón, no me quedo más remedio que contarle que Marisa lo deseaba también. Vi en su cara una sonrisa de triunfo y mucho más cuando le dije que Marisa me había dicho que estaba dispuesta a todo. Él me decía que no sabía si creerme y yo le insistía en que era verdad. Entonces me dijo, vamos a suponer que es verdad lo que me dices de tu mujer, pero quiero saber lo que tú quieres y a que estas dispuesto. No dude diciéndole, a lo que vosotros queráis.
No dijo nada, saco su teléfono de su bolsillo y vi que marcaba un teléfono. Puso el altavoz y cuando contestaron oí a Marisa responder a la llamada. Hugo muy educado la saludo y ella le pregunto si es que pasaba algo. El con la misma tranquilidad le contesto que no, que solo quería saber una cosa porque tenía una duda. Marisa le dijo que de que se trataba. Hugo sin dejar de mirarme le dijo, tengo a Felipe aquí conmigo. Estábamos hablando de ti, me contaba que quieres que follemos y que estas dispuesta a todo. El sí lo está por lo que me ha dicho, pero quiero saber lo que tú dices. Marisa le contesto que esperase un momento, que se iba a otro sitio a hablar y en cuanto pudo, pregunto si yo estaba escuchando y cuando supo que sí, le contesto a Hugo. Felipe es un poco bocazas, pero vale es verdad, llevamos muchos meses tonteando y creo que ya es hora. Él quiere lucir unos buenos cuernos y yo estoy dispuesta a complacerle, si es eso lo que querías oír, ya lo has oído. Pero no acabo ahí la conversación, porque Marisa le pregunto que ahora que pasaría y Hugo sin dudar le contesto que si éramos obedientes lo pasaríamos muy bien. Luego como ordenándoselo le dijo a Marisa, esta noche iremos al cine, a cenar y ya veremos.
Marisa le decía que perfecto y entonces él le dijo, que se vistiera como una buena zorra, que nada más verla su rabo se volviera loco. Esperaba alguna recriminación de Marisa por las palabras, pero solo se oyó un vale acompañado de unas risas. Terminaron la conversación y yo no sabía que decir, hasta que él me dijo, Felipe ya lo ves, tu mujer será mi zorra, si tienes algún problema lo dejamos, mi respuesta fue la esperada, que sin problemas. Cuando me quede solo, mi preocupación era, que a partir de ese momento Hugo se tomara libertades en público que me pudieran dejar a mí en ridículo y que en la intimidad me desplazaran, esos eran mis miedos ahora.
Me equivoque Hugo seguía siendo muy respetuosos en público y solo se lo salto, cuando fuimos a casa a recoger a mi mujer. Se saludaron con mucho respeto y una vez dentro del coche, Hugo desde la parte de atrás le decía, que lo había conseguido, que su rabo se había alterado hasta el infinito. De reojo vi la cara de satisfacción de Marisa. Era una sala multicines, Hugo se nos adelantó y compro las entradas, yo compre unos cubos de palomitas y bebida. Muchos hombres y jóvenes miraban a Marisa que iba muy llamativa. Al entrar en la sala, la fila que nos toco era la de arriba dl todo, que estaban los asientos como en escalinata. Marisa se sentó en medio de los dos, se quitó la chaqueta y se la puso sobre sus piernas. Pensé que mejor así, porque sentada se le vería todo.
Hugo salió un momento, no dijo a donde y Marisa me confeso que estaba muy excitada, no la creía, metí mi mano por debajo de su falda y llevaba medias y el tanga empapado. Me pregunto qué pasaría y no sabía que decirle, salvo que donde fuéramos a tomar la copa luego, Hugo propusiera algo. En la semi oscuridad, porque estaban los anuncios que ponen antes de las películas, le vimos aparecer y disimulamos, se volvió a disculpar, que tenía que hacer una llamada que se le había pasado.
A mitad de la película, que era de acción e intriga, Marisa que tenía su cubo de palomitas en su regazo, me agarro con fuerza mi brazo, lo achaque a un momento de miedo en la película. Hasta que puso su cabeza en mi hombro y la respiración un poco alterada, sabía que era por lo excitada que estaba. Quise excitarla más, provocar que se pusiera nerviosa. Muy lentamente y con mucho disimulo, empecé a tocar el lado de la pierna de Marisa y ella me quietaba la mano. Continúe y su respiración aumento, estaba consiguiendo lo que quería y cuando quise llegar a donde había tenido mi mano antes, me encontré que Hugo tenía metida su mano. Lo único que me pudo decir Marisa, fue un lacónico lo siento. Su respiración iba en aumento, cada vez más, hasta que me giro la cara me beso y sentí como se venía. Tuvo un orgasmo como pocos. No recordaba verla con tanta intensidad. Lo mejor que ya habíamos roto la barrera.
Acabada la película y al salir a la calle, me sorprendía la actitud de Hugo, actuaba como si no hubiera pasado nada y con mucha corrección. Ya no era nada igual. Por mi nos hubiéramos ido de allí corriendo para nuestra casa o para su hotel, aunque Marisa prefería nuestra casa. Cenamos unas tapas y nos fuimos a bailar. A bailar ellos porque yo no me moví. Cada vez que volvían de bailar, Marisa traía la cara más descompuesta. Hasta el extremo, que una vez que nos dejó solos, Marisa me comento que estaba ardiendo y que no aguantaba más, que si seguía así se lo tiraría allí mismo, que haría lo que quisiese él. Solo hablaba con palabras fuertes cuando estaba con una excitación al límite. Ella se marcharía al aseo cuando el regresara, para que yo arreglara donde irnos.
Efectivamente Hugo regreso y Marisa se fue. Para no perder el tiempo le dije de irnos a otro lado, para acabar adecuadamente la noche. Su actitud no varía en nada cuando me oyó, solo me dijo que cuando viniera mi mujer me respondería.
Al llegar mi mujer, se me queda mirando esperando alguna seña, alguna indicación. Hugo le dice que no me mire a mí, que le mire a él. Se nos pone a hablar, nada más le podíamos oír nosotros, era como si nos contara un secreto. A medida que le oía no me lo podía creer, nos decía, primero se dirigió a mi diciéndome, ya te dije una vez que a mí siempre me gustan las mujeres de una manera, que sean muy putas, si tu mujer lo es, podemos ir donde queráis y luego dirigiéndose a mi mujer le dijo, pero para irnos tu marido me lo tendrá que pedir adecuadamente. Marisa y yo nos quedamos mudos. Marisa tomo la iniciativa, diciéndole, que sí, que era muy puta y que no aguantaba más, que necesitaba que nos fuéramos ya y luego dirigiéndose a mí, me decía que a que esperaba, mire a Hugo diciéndole, que nos fuéramos para mi casa, que estábamos de acuerdo en todo, pero Hugo ni pestañeaba, durante un rato estuve diciendo cosas y nada, hasta que mi mujer con un poco de rabia me dijo, no seas tan fino, dile que quieres ver cómo me follan y punto.
Lo hice de esa manera y nos fuimos. Mientras Marisa iba por el hielo, de forma rápida le hice saber a Hugo que tenía que usar preservativo, ya que Marisa no tomaba nada, porque queríamos que se quedara embarazada y no poníamos medios por eso. Quise servir la bebida y Marisa no me dejo, Hugo y yo nos sentamos en distintos sillones. Cuando mi mujer nos dio las bebidas, dudo donde ponerse, hasta que Hugo le quito las dudas, diciéndole Marisa no te lo pienses, esta noche eres mi puta y tu marido después d esta noche será un auténtico cornudo. Se sentó sobre sus piernas y los dos me miraban, veía como el no perdía el tiempo, como tocaba por dentro de sus piernas. Quería enfadarme un poco, más que nada por el lenguaje, lo que pasa que no podía, me estaba excitando mucho y mi erección era notoria.
Ya les daba igual mi presencia, estaban besándose con mucha pasión y desenfreno. Marisa luego se colocó sentada entre sus piernas, abrazándose los dos y otra vez que me sorprendió, Hugo le dijo algo al oído y ella soltó un no, no muy convincente, entonces este, le dio una palmada fuerte en su culo. En ese momento pensé que se había terminado todo y es cuando oigo a Marisa como le pregunta sumisamente y con voz tierna porque le ha pegado. La vuelve a dar varias veces ante mi asombro, hasta que le dice que le quede claro que Felipe es el cornudo, ella la puta, el corneador y que a partir de ese momento él mandaba. Marisa como respuesta le volvió a besar de una manera frenética.
Nos fuimos para nuestra habitación y nos desnudamos completamente los tres, Hugo como no vio ningún asiento, me mando por una silla, fui al salón y la traje, diciéndome que me sentara y mirara bien. Desde el principio Marisa se entregó del todo, tantas ganas tenia de ese momento, que cuando se colocó Marisa de rodillas en la cama, estilo perrito, mirándome y ver la cara que ponía mientras la penetraban, eyacule al instante. Ella me miraba, me sonreía, hasta que se olvidó de todo, porque se veía como disfrutaba. Siempre había querido verla de esa manera, como una puta, pero lo superaba por lo alto. Hugo me dijo que me metiera debajo de mi mujer, me daba un poco de corte en esa situación hacer un 69, con el rabo de otro tan cerca. Cuando lo hice, me puse más excitado, ver ese trozo de carne venoso, como entraba y salía de mi mujer, era una pena lo del preservativo, se hubiera visto mejor. Vi como llegaban los dos, Hugo diciendo que se corría y Marisa diciéndole que esperara un segundo que ella se corría también, pero donde llego al culmen de mi excitación fue en el momento que oí a mi mujer decirle, no te pares folla a tu puta, soy tuya, más fuerte y cosas de ese estilo hasta que tuvo su orgasmo.
Nos quedamos tumbados los tres, Marisa con su cabeza en el pecho de él. María y el eran de la misma opinión, el preservativo era una mierda. En nada de tiempo ya estaba otra vez en marcha. Me volvió a sorprender mi mujer, que dejo de besarse con Hugo para decirle que, si seguía así, por lo que le estaba haciendo, se volvería a correr. Bueno dedo tenía que tener. Hugo paro, le hizo dar la vuelta y dijo que era el momento indicado de cumplir su promesa de romperle el culo, Marisa no protesto, se colocó en posición y Hugo se colocó detrás, cuando noto que se la iban a meter, mi mujer me agarro la mano y me miraba. Cada metida que le dio la note, porque Marisa me apretaba la mano, pero su cara estaba muy linda. Una vez que la tuvo toda dentro, fue una metida constante, con potencia. Consiguió que Marisa tuviera dos orgasmos más, algo muy raro en ella, porque era de uno o de dos máximos.
Al terminar Hugo se fue al baño, cuando salió, se despido de nosotros, se iba porque para ser nuestra primera vez, estaba bien y que tendríamos que hablar, diciéndonos que lo que había pasado allí si no queríamos no tenía por qué repetirse y que lo entendería, que nuestra amistad estaría por encima de todo. Una vez se fu, Marisa y yo seguimos, pero esta vez ella era la que me contaba todo, ya no fantasías si no como se había sentido. Cuando terminamos y le pregunte que tal, con una sonrisa me dijo que solo le daba un 10, porque no habían hecho sexo oral. Hablamos un poco más serio y llegamos a la conclusión de que teníamos que cumplir con lo que habíamos acordado, una sola vez.