No es que piense en ella a menudo...(corregido)

Fantasía erótica en ámbito laboral

No es que piense en ella a menudo, pero ¿y si te dijera que el más leve roce de su brazo en el mío hace bailar las hormonas de mis gónadas a más frenético ritmo que muchas bocas del pasado deslizando sus fluidos en mi miembro excitado? ¿Y si te dijera que observar la suave tensión de sus gemelos entaconados al andar disparatan mi imaginación a mayor locura que muchos cuerpos desnudos del pasado? ¿Y si te dijera que el olor de su piel, a almizcle y a sal de mar, ha aguzado más mis sentidos que los mil besos de las mil mujeres del pasado?

Es morbo, lo sé, pero no es sólo morbo: es una reacción en cadena como la que se produce en el núcleo incandescente de un reactor nuclear, de esas que hay que contener entre toneladas de plomo para que no cause una catástrofe. No es que piense en ella a menudo; de hecho sólo pienso en ella cuando percibo de cerca su aroma, haciendo fotocopias tras de mí, buscando algún libro del estante o, quién sabe, intentando rozarme el brazo con indiferencia disimulada.

Rocío no es una diosa de piernas larguísimas, pero en su mirada engendra los rayos misteriosos de la lujuria. Rocío guarda en el conjunto de sus formas la etérea proporción de la sensualidad. No es alta ni baja. Ni son sus carnes escasas, pero tampoco excesivas. Su sonrisa no es perfecta, pero cualquier dentista habría de copiar el desorden de sus dientes si quisiera rescatar para la humanidad el concepto único de la belleza que sólo la imperfección posee. La melena negruzco se le descuelga sobre sus hombros como se descuelga una bailarina por la barra de un club, sinuosa y desvergonzada. Su piel oscurecida por no sé que emulsión de canela parece más propia de la Persia nobiliaria. A veces la imagino revestida de los siete velos árabes. A veces la imagino con sólo seis. A veces con sólo cinco…

En la empresa nos cruzamos cada día. Hay jornadas en las que ni siquiera charlamos, pues nos embebemos ambos en el trabajo, pero otras no podemos dejar de buscarnos para decir alguna bobería entre risas, o para comentar alguna trivialidad del trabajo, o para cruzar alguna mirada. No es que piense en ella a menudo; de hecho sólo pienso en ella cuando la tengo cerca, y cuanto más cerca la tengo más pienso en ella.

Hace semanas que ando inquieto. He caído en la tentación de imaginarla en la intimidad. Es morbo, lo sé, pero cuando mi novia cabalga enloquecida, abriendo su vulva húmeda al paso de mi polla erecta y dura, yo cierro los ojos y pienso que son los pechos de Rocío los que se bambolean en el aire cargado de la habitación, que es su culo suave el que rebota en mis muslos al galope, que es el calor de su coño el que mantiene las venas de mi pene en lujuriosa dilatación, que son las gotas de su sudor las que bañan mi pecho… pero no, no es su olor el que percibo, y cerrar los ojos con fuerza no me ayuda a fingirlo.

No es que piense en ella a menudo, pero en la ducha me masturbo pensando que la tengo ante mí y recorro su cuerpo con mis manos, que deslizo mis dedos jabonosos bajo sus tetas para luego sostenerlas sobre las palmas y hacerlas temblar sutilmente, que mi polla desbocada se acaricia con el vello cortito, incipiente de su pubis; que mis manos se han colocado ya bajo sus nalgas, tras manosearlas entre la espuma, y se disponen a levantar sus piernas para empotrar la espalda de Rocío contra el azulejo, para romperlo a embestidas mientras clavo los dientes en ese cuello de piel canela, hasta soltar entre sus muslos el mismo inmenso chorro de leche que acabo de hacer salir ahora con la mera frotación de mis manos, con la mera frotación de mi imaginación.

No es que piense en ella a menudo, pero últimamente me gusta recrearme en la figura que mi mente crea de ella, desnuda, cabalgando sobre su novio. Pienso que quizás ella, ¿por qué no?, esté cerrando también los ojos y fantaseando con que son mis manos las que agarran con pasión sus pechos, que son mis muslos contra los que rebota su culo al cabalgar, que es mi polla, dura y erecta, la que se abre paso entre los labios de su vulva húmeda, que es mi pecho el que se baña con las gotas de su sudor… aunque su novio sí que perciba su olor.

Es morbo, lo sé. No es que piense en ella a menudo...