No es otra serie más. [XIII] Pillado teniendo sexo
No hay nada mejor que terminar el día con una polla caliente metida en el culo. Aplica para todas las ocasiones.
No es otra serie más. [XIII] Pillado teniendo sexo
Chaer había tenido pesadillas todos y cada uno de los días desde que volvió del viaje a Maturín. En cada una de ellas corría persiguiendo a Orlando por una avenida y a pesar de lo mucho que corriera, no conseguía a alcanzarlo. Éste no había contestado ni sus mensajes ni sus llamadas desde que habían terminado abruptamente en aquel campamento. Chaer se sentía fatal, sabía que la había cagado, y todo por un calentón de una noche. No sabía como había consentido que su primo se lo follase en aquella carpa, y no podía negar que lo había disfrutado todo el tiempo. Su primo era una bestia. Y después de años de haber compartido con él, había una parte suya que siempre había querido ser suyo de esa manera. Pero todo se había complicado demasiado.
Su primo Jamal le había escrito y el no sabía cómo contestarle. Él quería visitarlo en cuanto pudiese, y arreglar las cosas, explicarle a Orlando que no quería ser su pareja sentimental ni nada por el estilo. Que todo había sido parte de una locura de una noche. Pero Chaer sabía que Orlando no podría ver a Jamal ni en pintura.
Suspirando, Chaer se levantó de su cama, había dormido esa noche usando unos boxers largos de rayas. Revisó su teléfono, 45 mensajes le había dejado a Orlando y este lo había dejado en visto . Seguía sin saber que contestarle a Jamal al respecto, pero decidió llamarlo, antes de que éste viniera a hacerle una visita sorpresa.
- ¡Primito! Por el amor de Dios hasta que has decidido devolverme las llamadas – contestó un Jamal que parecía ignorar la magnitud de lo que habían hecho.
- Joder Jamal, no quiero hablar contigo ahora. Deja de fastidiarme. Y ni se te ocurra venir, ya tengo las cosas bastante complicadas – respondió Chaer.
- Lo siento Chaer, no pretendía joderte la vida así primo – dijo Jamal sincero.
- Pues así están las cosas, es mejor que mantengamos las distancias primo, si no te importa – dijo Chaer.
- Joder Chaer no quiero que las cosas cambien entre nosotros – respondió Jamal
- Tuvimos sexo Jamal, las cosas siempre cambian luego de eso – suspiró Chaer.
- Pero, era algo que simplemente tenía que pasar y ya, no quiero perder a mi primo – dijo Jamal siendo sincero.
- No me vas a perder, pero dame tiempo, tengo que resolver todo con Orlando – respondió Chaer, empezando a cansarse de la conversación.
- Está bien primo, llámame apenas las aguas se hayan calmado – entendiendo Jamal.
Chaer colgó. No quería seguir hablando con su primo. Le quería mucho pero una parte de él sentía que le había jodido la vida. Aunque sabía que ambos habían tenido parte follando como conejos en aquella carpa.
Lo siguiente que hizo Chaer fue, como todos los días, intentar llamar a Orlando. Sin respuesta, como siempre. Hoy tenía pensado ir más allá: comprar los mejores chocolates (los que sabía que a Orlando le encantaban) junto al mejor vino que se pudiera comprar y plantarse afuera del trabajo de Orlando hasta que éste accediera a hablar con él.
Chaer se quitó el boxer, tomó la toalla y se dirigió a la ducha.
Treinta minutos después se había puesto su mejor traje, con su mejor perfume de calidad y se encontraba pagando los chocolates y el vino en un comercio cercano a su casa. De repente recordó que no solo Orlando sabía de su infidelidad, sino que todos sus amigos: Julián, José, Alejandra ahora sabían que su orientación sexual y se sintió completamente solo: nadie lo había llamado desde entonces, ¿Les daría asco ahora a sus amigos juntarse con un marica como él?, reflexionó al instante.
Un problema a la vez, pensó cuando se montaba en el auto. Ya hablaría con sus amigos y les explicaría lo que hiciera falta si es necesario. Ahora debía concentrarse en que su novio no le hablaba.
Ese día estaba lloviendo torrencialmente en la ciudad. Las calles se encontraban inundadas, en todas partes la gente se protegía de la lluvia en los comercios cercanos y en el interior de sus autos. A Chaer no le importó. Orlando trabajaba en un bufete en el centro de la ciudad, su oficina se encontraba en el segundo piso y tenía vista hacia la calle.
Cuando se encontraba en posición, Chaer escribió un WhatsApp a Orlando (él sabía que Orlando los leía, solo que no le respondía), y le puso: mira por tu ventana. Apenas lo hubo enviado, guardó el teléfono para protegerlo de la lluvia, y saliendo a la intemperie (mojándose así su traje, su cabello y todo él). Tomó un cartel que decía “ You’re the one that I want” , citando una de las canciones favoritas de la pareja (el éxito de John Travolta y Olivia Newton-John para la banda sonora de Grease), sosteniendo los chocolates con la otra mano, se plantó en la acera de enfrente, donde Orlando tendría la vista periférica hacia él y esperó.
El vidrio de la oficina de Orlando era panorámico. Es decir, él no podría ver desde su posición si Orlando lo veía o no. Pero no le importó. Allí estuvo, mojándose y sosteniendo los chocolates y el cartel que con el paso de la lluvia se hacía poco a poco añicos. El tiempo pasaba, una hora, dos horas, cuatro horas. Los hombros le dolían a Chaer de tanto sostener el cartel, y se sentía hipotérmico del frío que tenía en esos momentos. Había abandonado la esperanza de que Orlando lo viera pero decidió permanecer.
Pronto se hicieron las 05:00pm y la gente en el bufete se le quedaba mirando mientras salían de la oficina, pensarían estaría buscando perdón de una chica que trabajaba allí, eso le pareció gracioso a Chaer y lo reconfortó por un instante. Orlando no salía de la oficina, el día había empezado a clarear y Chaer ya había perdido todas sus esperanzas. Quizás Orlando ni siquiera había estado en su oficina ese día.
Cabizbajo, se volteó para lanzar el cartel hecho añicos a la basura y fue cuando lo oyó salir de su oficina. Estaba más galante que nunca: con un traje de perfecta costura gris, de algún diseñador famoso. Su cabello rubio peinado hacia atrás en un perfecto estilo de los años 90. Y sus ojos más profundos que nunca, demostrando sufrimiento. Unos ojos heridos que lo miraban con cautela.
Chaer no supo cómo reaccionar. Le sostuvo la mirada por un momento, y viendo en ella nada más que sufrimiento y frialdad: lo entendió. No habría vuelta atrás. Las cosas con Orlando no volverían a ser como antes. De un impulso, lanzó los chocolates en la acera, se sacudió el agua que tenía adherida a su cuerpo, le dio la espalda al que había sido el amor de su vida, y subió al automóvil.
Sin mirar a Orlando, arrancó y fue haciendo distancia entre él y éste. Estaba llenando todo el carro de agua pero eso le importaba lo más mínimo. Se sentía fatal. Más solitario que nunca, y más triste de lo que había estado en la vida. Se quería morir. Nunca había sentido afiliación por el suicidio, pero ahora lo sentía totalmente. Haber perdido al amor de su vida por un arrebato, un calentón, era lo peor que podía pasarle a cualquiera.
Pronto estuvo en su casa, aparcó el carro en el estacionamiento. Entró (sus padres habían salido). Se desprendió de toda su ropa, hasta sus calzoncillos se encontraban impregnados de agua, y se dio una ducha con agua caliente mientras lágrimas de rabia y frustración recorrían sus mejillas. Era un imbécil. Lo había perdido todo.
Salió de la ducha con una toalla amarrada a su cintura y fue cuando vio la botella de vino que había comprado para Orlando y la había sacado del auto cuando entro a la casa. Decidió destaparla, y llenar un vaso de la cocina hasta el tope con ella. Se la bebió de una sola sentada.
Se sentó en el mueble de la sala y empezó a llenar su vaso una y otra vez con el vino mientras sentía como se iba encendiendo por dentro y abandonando la tristeza y la frustración que había sentido hoy en su encuentro con Orlando. De pronto ya no le quedaba mucho a la botella de vino, y solo sentía en su interior el frío de haberse estado mojando todo el día.
El alcohol nublaba sus sentidos y de repente estaba con el teléfono en la mano, enviándole notas de voz a Orlando en la que le suplicaba le perdonara, que el no lo volvería a hacer. Que no podía vivir sin él. Y otras en las que ni siquiera decía palabras: solo le lloraba al auricular.
De pronto dejó el teléfono celular, y empezó a hablar consigo mismo:
- Eres un estúpido Chaer. Orlando no vale la pena. Si de verdad te amara, te fuese dado una segunda oportunidad. No te fuese dejado mojándote en esa acera todo el día. ESE HOMBRE NO TE QUIERE – Se decía en voz alta con la mayor frustración del mundo.
En medio de su embriaguez, tomó el teléfono de nuevo, pero esta vez sabía bien lo que haría: marcó un número que tenía meses sin marcar.
- Hola Chaer, tiempo sin saber de ti – respondió una voz familiar desde el otro lado del auricular.
- Mauricio, ¿Qué estás haciendo? – dijo Chaer sin mucha cortesía.
- Ahorita voy camino hacia mi casa, ¿Y tú?– dijo Mauricio a secas.
- ¿Podrías venir a mi casa? Quiero verte – le soltó Chaer.
- Claro, dame diez minutos y allá estaré – le cortó.
Mientras esperaba, y en medio de su embriaguez, Chaer recordó la manera en que había conocido a Mauricio tiempo atrás, y súbitamente tuvo una erección dentro de la toalla que todavía cargaba. Había llamado al tipo correcto.
Sucedió semanas después de que Chaer aceptara su homosexualidad y cuando se encontraba experimentando los beneficios de tener sexo con hombres. Navegando por internet, encontró un chat en el que se mencionaba un sitio al que iban los hombres de la ciudad a tener sexo, sin necesitar de identificarse ni socializar, solamente puro sexo sin compromisos.
Chaer se puso su mejor franela deportiva, un pantalón corto, y se fue al sitio esperando tener sexo puro y rudo tal y como él lo necesitaba. El sitio se trataba de un sauna con un pequeño gimnasio. El acceso era restringido y había que dar la identificación antes de ingresar a él. Se ofrecían masajes eróticos añadidos a los servicios del sauna. Pronto Chaer se encontró dentro de los vestidores del sauna, habían algunos chicos ( twinks ) en paños menores conversando en él. Chaer se sentía nervioso, nunca había estado en ninguno de esos sitios y no sabía cómo actuar. En eso estaba pensando cuando vio a Mauricio.
Se había situado en la taquilla al lado de él, y se encontraba metiendo algunas cosas en ella. Atlético pero no tanto como él. Blanco un poco bronceado. Con algo de barba rula que le daba un aire misterioso. Ojos negros. Nariz perfilada. Era guapo pero sin pasarse. A Chaer le llamó la atención pero seguía teniendo cautela.
El desconocido se terminó de desnudar: vello en el pecho, en el pubis, piernas y brazos. Recortado. Una polla circuncidada de buen tamaño, un poco morcillona. Y fue cuando, estando desnudo, el desconocido pareció darse cuenta que tenía a un bombón al lado: el árabe afrodisiaco Chaer. Lo miró de arriba debajo de una manera lasciva, tomó un pequeño suspensor del locker, y se lo puso. No era un suspensor, era alguna otra prenda especial: tela recubría sus nalgas, ocultándolas, y solo un triángulo de tela recubría su polla y sus huevos, dejándolos al intemperie y haciéndolos resaltar.
Luego de que se puso la prenda, lanzó otra mirada fugaz a Chaer, y continúo hacia lo que parecía ser la entrada del sauna. Chaer no lo pensó dos veces, desde que vio esa polla la había querido sentir endurecerse en sus labios y tenerla bien clavada en su culo, se terminó de desnudar, y dejándose el boxer, entró al sauna. Lo que vio lo dejó anonadado.
El ambiente olía a sexo, y dentro de la recámara no habían más que hombres de distintos tamaños y contexturas. Osos, twinks, negros, musculosos , teniendo sexo unos con otros. Unos se limitaban a 69, mamadas, y sexo oral en general. Otros se encontraban en posición de perro (en cuatro), recibiendo polla, otros abiertos recibiendo polla en el culo y en la boca al mismo tiempo, habían algunos tríos, pero de algo estaba seguro Chaer: nadie tenía la polla al aire, todos la tenían guardada en el culo u en la boca de alguien. La imagen de esos 14 o 15 desconocidos era alucinante.
Chaer se detuvo un momento a compararse con los hombres que se encontraban teniendo sexo, no era el más musculoso (había un mastodonte cogiendo con un twink en el medio de la sala, el cual tenía más masa muscular que él), pero estaba por encima de la media, era uno de los más atractivos en ese instante en la sala, y para su asombro: el único con ascendencia árabe, lo que le daba un aire exótico que podía parecer irresistible. En eso cavilaba cuando un tipo mayor, de unos 45 o 47 años, le tocó una nalga y lo miró insinuándose, Chaer lo miró y luego a su polla (algo chica, pensó) y se negó, el señor no daba para sus fantasías sexuales. Además, ya Chaer había pensado en quien podía tener lo que él necesitaba.
Mientras estaba mirando por encima de la sala buscando a Mauricio, un chico flaco y con apariencia de tener alrededor de los 17 años, con alguna pelusa en la barbilla y una mirada inocente de ojos grandes se acercó a el y le bajó el boxer rojo que cargaba por la parte de adelante, su polla un poco morcillona salió al instante, Chaer le dejó hacer: el chico sin decir un Hola siquiera, se comió su polla árabe y la degustó con maestría, movía su lengua recorriéndola toda como si su vida dependiera de ello. Chaer ya estaba excitado mientras alternaba las miradas entre el chico y la sala buscando a aquel desconocido con la polla afuera.
Fue cuando le vio, se hallaba en un rincón masturbándose la polla, y mirando a una pareja bastante atractiva teniendo sexo frenético encima de una mesa, el pasivo chillaba como un poseso mientras el activo le daba algunas nalgadas. Mauricio se la estaba jalando viendo el espectáculo.
Por respeto, Chaer esperó un rato mientras el desconocido se la terminaba de poner dura y lubricada en su boca, y fue cuando tomó al chico, sin mucha dificultad, levantándole, lo pegó a una pared cercana (quería dar algo de espectáculo), y mientras acercaba la polla del chico (delgada pero bastante larga) a su boca, le abrió con unos dedos el ano a éste.
El chico gemía audiblemente, respondiendo ante la mamada de Chaer y los dedos con los que se lo estaba follando, mientras le agarraba del pelo para sostenerse un poco mejor. Estaba gozando a lo grande con el árabe.
Chaer siguió mamando hábilmente el pene del chico, cuando sintió que le removían el boxer completamente y salía despedido hacia sus pies. Echó un ojo hacia su espalda y pudo ver a un moreno alto que se encontraba acariciando sus nalgas más exactamente: pellizcándolas. Eso le producía cosquillas y le dejó hacer, vigilando sus movimientos mientras seguía ocupado con el chico.
De pronto Chaer sintió como abrían súbitamente sus nalgas, y la lengua del moreno se perdió en su ano. El joven era un experto. Movía la lengua en círculos apartando los pelos que tenía el árabe alrededor del ano y ponía la punta de la lengua justo en el lugar indicado para sacarle a Chaer un suspiró, que se perdió en la polla del blanquito que seguía gimiendo sin parar.
Le estaba encantando el beso negro que le estaba dando el moreno que su polla estaba babeando un montón de líquido preseminal pegada a la pierna del blanco, pringándola toda del líquido. El chico al que Chaer se la estaba mamando parecía apunto de correrse, el árabe lo adivinó, y recién había sacado la polla de su boca cuando éste le manchó la cara del líquido blancuzco mientras daba un gran suspiro.
El chico blanco pareció quedarse exhausto después de la eyaculación por lo que Chaer lo bajo de la pared donde lo tenía aprisionado. Se besaron. Chaer en ese momento sentía dos lenguas: la lengua que invadía su culo haciendo a su polla babear como loca, y la lengua del chico blanco que sabía a semen (supuso que el chico llevaba mamando guevo bastante rato antes de que el llegara), y se sentía frenético.
Pronto el chico blanco se separó de él y Chaer lo vio dirigirse hacia la salida de la recámara, el moreno aprovecho ese instante para pegar al árabe con la pared mientras con sus manos apretaba sus nalgas con su lengua taladraba el ano de éste. Chaer estaba disfrutando de lo lindo, aunque sintiera su polla babeante aprisionada contra la pared en esos momentos.
Como si le leyera la mente, el moreno dejó su culo un instante, tomó su polla y maniobrándola por detrás, doblándola hasta tenerla cerca de su cara, empezó a mamarla con una experiencia de otro planeta. Chaer suspiró. No había espacio en su cuerpo para el placer que le estaba dando el moreno en esos instantes.
Cinco minutos mamándole la polla a Chaer, éste se sentía a punto de estallar. El moreno pareció intuirlo y se separó de ella. De pronto, sacó (quien sabe de donde) un condón de lubricación extra, y lo acercó a su propia polla que ya se encontraba erecta. Chaer se asustó, no quería que ese tipo se lo follara. Principalmente porque al ser moreno tenía una polla muy grande y sabía le dolería un montón por mucha lubricación que tuviera. Se volteó y antes de que el moreno se pusiera el condón, lo detuvo con la mano. El moreno lo miró con una mezcla entre rabia y diversión. Chaer no dijo una sola palabra: le apartó la mano en la que tenía el condón y se dispuso a mamarle el guevo al moreno, en quien se disiparon todas las dudas.
Chaer empezó con la mamada, le dolía la mandíbula debido a las dimensiones de la polla del moreno, intentó dar lo mejor de sí: le sostenía las bolas mientras recorría todo el tronco con la lengua y se acercaba todo lo que podía para darle una garganta profunda . El moreno estaba gimiendo de lo lindo. Le encantaba la lengua del árabe recorriéndole todo el mástil. Pronto el moreno le sacó la polla de la boca a Chaer, e hizo que le mamara un rato las bolas. Parecía estar apunto de correrse, y así lo hizo. Mientras Chaer paladeaba las bolas cubiertas con un espeso vello, el moreno empezó a correrse derramando su leche y esparciéndola por toda su ingle, algunas gotas cayendo en sus bolas que Chaer seguía saboreando con gula.
De pronto Chaer vio con admiración, como, aquel desconocido al que había admirado en el vestuario, se acercaba al moreno y le comía el cuello por detrás mientras le apretaba las tetillas y este gritaba de placer. Ello inspiró a Chaer a seguir limpiándole el semen al moreno de sus bolas y su polla que ya empezaba a ponerse flácida después de semejante corrida.
Entre el desconocido y el árabe, pronto el moreno se sintió satisfecho y besando brevemente a Chaer, se retiró del sitio, con lo que quedaron Chaer y Mauricio a expensas uno del otro. Sin mucho detenimiento, Mauricio obligó a Chaer a bajarse y a mamarle el guevo a él. Era la tercera polla que se comía en menos de una hora, pensó Chaer con chulería.
Le encantaba que estuviera descapullada. Era una polla de unos 18-19cm bastante gruesa, y con algo de vello que se pegaba a la nariz del árabe cuando se la intentaba comer toda. Mauricio no daba muestras exageradas de placer pero por algunos movimientos y suspiros, Chaer sabía estaba haciendo un buen trabajo.
Pronto Mauricio tuvo toda la polla erecta y bañada de saliva de Chaer, se la sacó de la boca por unos segundos y empezó a restregársela por la cara, pringándolo de esa mezcla de líquido preseminal y saliva que Chaer tanto conocía. Súbitamente, el desconocido tomó de los hombros a Chaer y lo pegó contra la pared del rincón en el que se encontraban. Levantándolo ligeramente. A Chaer le sorprendía la fuerza de Mauricio, ya que sabía que levantarlo a él no era cosa fácil.
Una vez levantado, Mauricio le sacó el boxer de los tobillos al árabe y lo dejó de un lado, se coló entre sus piernas y empezó a besarlo frenéticamente. Llenándose ambos las caras del líquido viscoso. Con una mano libre, Mauricio le presionaba las tetillas a Chaer, y este gemía entrecortadamente interrumpiendo el beso. Pronto la misma mano recorría libremente el pecho y el abdomen del árabe hasta que alcanzó su polla. Con el dedo anular y el dedo medio, el desconocido empezó a masturbar el mástil del árabe hasta que alcanzó de nuevo todo su esplendor. Y haciendo a Chaer gemir una y otra vez de placer.
Ahora Mauricio, que seguía besando con maestría a Chaer, introdujo un dedo en el culo del árabe. Eso fue demasiado para Chaer, pensó se desmayaría del placer allí siendo levemente sostenido por un desconocido en una recámara de sexo duro. Mauricio no se detuvo: seguía internando una y otra vez su dedo medio en el estrecho ano del árabe, recorriendo todo a su paso, tocando levemente la próstata y haciendo que la polla del árabe cabeceara a ratos presionada por el abdomen de éste. Luego fueron dos los dedos que se hallaban en el culo de Chaer, éste solo cerraba sus ojos mientras seguía respondiendo a los besos del desconocido.
Finalmente, Mauricio sacó un condón de su especie de slip, y se lo puso en la polla, la cual estaba preparada hace rato para su cometido. Chaer miró la polla con el condón y asintió mientras los dedos del desconocido seguían jugando en el interior de su esfínter. El desconocido retiró lentamente los dedos del ano de su amante, y puso la cabeza de su polla cubierta con el condón en la entrada de éste. Chaer gimió y abrió mas las piernas para que el desconocido se lo follara de una manera más cómoda. Mauricio empujó su verga y poco a poco el esfínter fue cediendo, Chaer gemía y se movía leventemente acompasando la embestida de la polla que le taladraba el culo. Pronto estuvo toda adentro.
Ambos se quedaron quietos disfrutando el momento. El desconocido sabía como follarle a base de bien el culo a un hombre, de eso no tenía duda Chaer. No era rudo pero si era decidido. Pensando en ello, Mauricio empezó a embestirlo. Primero lentamente y luego de manera violenta, el sonido que hacía la polla de Mauricio al entrar y salir del culo del árabe era música para los oídos de ambos hombres. Chaer empezó a gemir audiblemente, a prácticamente gritar, mientras las acometidas del desconocido se hacían más y más violentas. Estaba apunto de correrse sin tocarse siquiera, de tanto placer que estaba recibiendo.
Al rato Mauricio sacó la polla del culo de su amante e hizo que este se volteara, dándole la espalda y dejando de besarle. Una vez de espaldas, Chaer sintió como Mauricio tomaba sus tetillas con ambas manos, apretándolas, mientras con la polla volvió a entrar en su culo, una y otra vez. El ritmo al que le apretaba las tetillas, mientras lo embestía por detrás y su polla se hallaba aprisionada contra la pared, hizo que Chaer se corriera sin remedio y manchara toda la pared de su semen. Un rato después, el desconocido dejó de tocarle las tetillas al árabe, sacó su polla de su interior, se quitó el condón y con un poco de masturbación, se derramó pringando todas las nalgas de su amante de su líquido blancuzco mientras lanzaba el único gemido audible de toda la jornada.
Chaer se volteó y tomando la cara del desconocido, lo besó, un rato mientras sus cuerpos volvían a su temperatura normal y sus pollas volvían a su estado normal. Pronto, abrieron los ojos y dejando de besarse, se miraron.
- Mi nombre es Chaer – dijo el árabe.
- Mauricio. ¿Una ducha? – dijo el hasta ahora desconocido con una voz ronca y lo que le pareció a Chaer, bastante sensual.
- Te sigo – respondió el árabe.
- Es tu primera vez acá, ¿No es cierto? – dijo Mauricio. Dejando el condón usado en el piso de la recamara y ajustándose el slip.
- ¿Cómo lo sabes? – respondió Chaer. Levantando el boxer del suelo e intentando limpiar un poco el semen de su pene para poder ponérselo.
- Te fuera recordado – dijo Mauricio. Y continúo hacia una puerta de un lado de la recámara. Chaer le siguió.
- Así es, he encontrado el sitio por internet – respondió Chaer. Pronto llegaron a lo que parecía ser la ducha de un gimnasio. En ella habían algunos hombres duchándose mientras que otros follaban salpicados por el agua de la regadera.
Chaer se desprendió del boxer y Mauricio del slip y pronto estuvieron en duchas contiguas. El árabe le preguntaba a éste acerca del sitio, ¿Cuánto tiempo tenía funcionando? ¿Venía mucha gente? ¿Cada cuánto venía él? A lo que Mauricio respondía sin entrar en mucho detalle.
Pronto estuvieron en los vestuarios donde todo había empezado poniéndose su ropa, se despidieron con un beso y con Chaer guardando el número telefónico de aquel desconocido.
Ahora, se encontraba Chaer, completamente embriagado, con una erección de campeonato dentro de la toalla, con el corazón roto, esperando a esa máquina de follar.
Pasados diez minutos, sonó el timbre de la casa, y sintiéndose preparado (todavía embriagado con lo que quedaba de la botella de vino), Chaer le abrió a Mauricio. Éste llevaba una camiseta blanca sencilla, manga corta, un jean azul, y unos zapatos deportivos. Tenía el cabello revuelto y la barba bastante crecida, aparentaba unos 30 y un aire de misterio y de chico malo que le hizo recordar a Chaer, porque había llamado precisamente a Mauricio.
Mauricio lo miró a los ojos: sabía que Chaer estaba borracho, y se había dado cuenta de la monumental erección en la toalla de baño que llevaba. A Mauricio no le importaba. Eso era lo suyo: el sexo sin compromiso.
Sin saludar siquiera, se abalanzó a besar al árabe. Quien lo recibió con sorpresa pero con esmero. Pronto sus bocas estuvieron unidas y sus lenguas luchaban por llevar el desarrollo del beso. Las manos de Mauricio se posaron primeramente en la amplia espalda del árabe, recorriendo sus lunares. Y luego en su culo, que se encontraba bajo la toalla.
Chaer por su parte, se aferró al cabello revuelto del chico. Y se dejó hacer. Quería olvidarse de todo y solo sentir el calor que el sexo traía consigo. No quería tener más fantasías amorosas ni saber del dolor al que el amor conlleva, quería sentirse querido, eso es todo.
Al rato de estar besándose, Chaer tomó las costuras de la franela de Mauricio y se la levantó por los hombros. Dejando a la vista su pecho amplio y con vello, sus tetillas más oscuras que su piel y un ombligo bastante atractivo. Chaer se aferró a su musculatura mientras el beso continuaba y las manos de Mauricio seguían sosteniendo su culo como si se tratase de un trofeo.
Mauricio decidió llevar la iniciativa: desanudó la toalla del chico y la dejó en el piso. Dejando a Chaer desnudo y con la polla erecta que rozaba con su abdomen y parte de su jean. Luego, éste bajó y se posicionó frente a la polla del árabe. Sin mediar palabra, la tomó entre sus labios. Mauricio si que sabía como hacer una mamada: le lamía el tronco una y otra vez a su amante mientras que con las manos se desabrochaba rápidamente los jeans.
Chaer suspiró cuando sintió su glande ser recorrido y succionado una y otra vez por la boca de Mauricio. Ahora solo podía pensar en el placer y el calor que estaba sintiendo en su interior después de haber pasado todo el día mojándose en la calle. Observó como Mauricio se quitaba el jean con maestría sin dejar de mamarle el guevo , éste no cargaba ropa interior.
Mauricio dejó los zapatos a un lado mientras bajaba por el tronco de la polla de Chaer y se acercaba a sus testículos. Se detuvo allí un rato: sintiendo el sabor salado de las bolas de su amante y viéndolo estremecer del placer que estaba recibiendo. Mientras se masturbaba su propia polla con una mano libre.
Chaer decidió separar a Mauricio de su perineo y pronto se dio la vuelta para dejarle libre su estrecho ano a su amante. Mauricio entendió la indirecta y separando esos manjares de carne que eran las nalgas duras de Chaer, dejó libre el espacio necesario para que su lengua se introdujese en el ano de su amante.
Chaer gemía una y otra vez mientras sentía la lengua de Mauricio rodeándole y taladrándole el ano, sintiendo las arremetidas de placer que esto le producía, tanto en su polla como en su cabeza. Mauricio sabía lo que hacía. Le apretujaba las nalgas mientras no dejaba espacio más que para su lengua en su ano, pronto tomó su dedo anular y lo introdujo junto a su lengua en el culo de Chaer. Este suspiró.
Ya eran dos dedos sumados a la lengua de Mauricio lo que hacía palpitar su ano, el árabe sentía todo su cuerpo vibrar y vibrar. Se dio cuenta de que no podía esperar más: quería tener la polla a todo dar de Mauricio llenándole el culo una y otra vez. Lo necesitaba.
Detuvo a Mauricio de comerle el culo, se agachó un poco para desocupar la mesa más cercana a la sala, y se acostó en ella, levantando sus piernas dejando a plena exposición su estupendo culo. Mauricio entendió la indirecta, rebuscó en los bolsillos de su jean, extrajo un condón y se cubrió su pene erecto con él. Pronto Chaer tenía la cabeza de la palpitante polla de Mauricio intentando entrar en su recto y presionando todo a su vez.
Chaer gimió audiblemente cuando la polla de Mauricio estuvo toda adentro de sí. Mauricio lo masturbaba con una mano libre mientras que con la otra le apretaba una tetilla. El placer era inconcebible. Chaer se olvidó de todos sus problemas y se dedicó a sentir la pasión que lo embargaba en ese preciso instante.
Mauricio se empezó a mover una y otra vez, entrando y saliendo del culo de su amante. Recorriéndolo todo, presionando la próstata. Llenándolo a ratos, dejándolo vacío y necesitado de súbito. La fricción hacía que Mauricio se lo pasara de lo grande quien seguía concentrado en su tarea de preñar el culo de su amante.
Chaer ahora no contenía sus gemidos, que ahora parecían chillidos. Se sentía en la gloria recibiendo tanto placer: pronto se estaba corriendo en las manos de Mauricio, llenando todo a su alrededor de semen. El abdomen de Mauricio chocaba con sus testículos, y éste no parecía querer dejarle de follar. Fue en ese momento cuando escucharon como el cerrojo de la puerta principal de la casa se corría de súbito.