No es otra serie más. [VII] Rodrigo
La historia desde el punto de vista de Rodrigo. Por fin, Julián pudo consumir su venganza y saciar sus ganas con el culo de Rodrigo. Imperdible.
No es otra serie más.
CAPÍTULO VII. Rodrigo
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Una condición indispensable para que Julián cumpliese su promesa de venganza era que Mayra no estuviese, no podía follarse a su hermanastro a placer con la madre de éste en la habitación de al lado.
Así que tuvo que esperar el tiempo preciso, fue cuando Mayra anunció, en la última semana de agosto, que tendría que viajar un par de días a Caracas (ciudad en Venezuela), que Julián terminó de idear el plan que conduciría su pene en el ano de Rodrigo.
El segundo asunto a resolver, era la voluntad física de Rodrigo, era imposible someterlo de alguna manera, a pesar de que Julián se consideraba en forma, asistiendo regularmente al gimnasio y con sus bíceps en considerable tamaño, la experiencia le decía que en una pelea mano a mano con Rodrigo, sin duda perdería.
Su primer pensamiento se dirigió al alcohol ¿Qué tanto tendría que emborrachar a su hermanastro para que éste quedase completamente en sus manos?, la otra cuestión radicaba en que Rodrigo parecía resolverse con el alcohol, ya que habían días en los que el se dirigía a la habitación que ambos compartían oliendo fuertemente a alcohol pero bastante lúcido.
Descartó esta opción, lejos de considerar Julián que lo que se ideaba, era, a los ojos de cualquier corte de justicia, un acto enteramente criminal, a éste solo le parecía justicia, justicia de todo el sometimiento al que lo tenía su hermanastro, al deterioro de su auto, además de las ganas fortuitas de cogérselo que de alguna manera surgieron en él en los últimos días.
Fue en ese entonces cuando dio con el Rohypnol, un somnífero, de venta con receta en multitud de farmacias en el país. Supo de el, gracias a Chaer y su madre que había sido recetada recientemente por problemas de insomnio. En una conversación casual, Julián dio con el basamento de lo que sería su venganza contra su hermanastro.
Como si del destino se tratase, un día se topó con un recetario que había dejado Mayra encima de la mesa de la sala principal, se trataba de su medicación contra las migrañas que sufría, y Julián no pudo más que alegrarse en comprobar que el Rohypnol estaba entre los medicamentos recetados. Pensó en que sería justo, la venganza hacia el hijo, haciendo uso de la madre.
Algo que Julián sabía desde hace tiempo, es que desde que Mayra y Rodrigo se habían mudado a la casa, las botellas que su padre solía guardar en su despensa, habían desaparecido una tras otra en misteriosas condiciones. La única explicación que le parecía coherente, era que Rodrigo, desafiándolo aún más a consumir su venganza, era el culpable del hurto de éstas. Sin duda, para Rodrigo el respeto era algo completamente desconocido.
Sin que Julián lo supiese, Rodrigo, para celebrar que tendría la casa para el solo un par de días, había decidido organizar una pequeña fiestecilla con sus más allegados amigos y las pibas más sensuales de la ciudad. En sus planes no figuraba si su hermanastro, estaría, y menos aún, en invitarle a aquel festejo. Había comprado ya algunos snacks para la velada, y ¿Para qué comprar alcohol cuando tenías una despensa llena?, sin duda se lo pasaría de maravilla aquella noche, y al final, así lo fue.
La mañana amaneció calurosa, Rodrigo amaneció completamente empapado en sudor, las gotas de este líquido resbalaban cayendo por su abultado pecho, así como por sus abdominales bien definidos, el boxer con el que descansaba, uno corto de color blanco, traslucía al contraste con su piel morena en los bordes cercanos al elástico, en la hendidura de sus nalgas, y unas que otras manchas en el frente alrededor de la cabeza de su pene. Él mismo sueño de siempre, pensó Rodrigo, ya le era habitual tener noches agitadas pensando en caricias prolongadas, en dedos fuertes que masajeaban las partes más sensibles de su piel, en un placer imposible de imaginar y alcanzar, y al final, en una voz que se oía distorsionada por la lejanía, ¿De quién era esa voz? Siempre se había preguntado Rodrigo.
Como es habitual, al igual que Rodrigo, su pene también empezaba a levantarse. Haciendo de su boxer una auténtica tienda de campaña por debajo de la colcha, Rodrigo miró a la cama contigua. Se encontraba vacía, el vicioso de su hermanastro había salido hoy temprano, pensó Rodrigo. Le parecía increíble como con cada día que pasaba, cada día sentía más aversión hacia Julián. Ese arrogante y nerdo hijo del que ahora es su padrastro.
Cuando conoció a Juan, un tipo que en un principio odio con cada fibra de su ser, pero luego de conocer, aceptó que estaba completamente enamorado de su madre, y al final tuvo que reconocer como el segundo marido de ésta, no se imagino los problemas que tendría que lidiar con su hermanastro: todo lo sabe, todo lo tiene, todo lo quiere, Julián.
Es que, desde el primer momento, pensó Rodrigo, hubo un choque entre Julián y él. Sin duda se dio cuenta del absoluto desconocimiento que tuvo Julián acerca de la vida de Mayra, la vez que se conocieron. Luego, Julián solo paso a ser un completamente desconocido, hasta que su madre le anunció la terrible noticia de que Juan y ella, habían decidido vender su casa, donde tenía sus memorias de toda la vida, para mudarse juntos a la casa de Juan, la cual era en el centro de la ciudad.
Rodrigo en algún momento pensó en darle una segunda oportunidad a su hermanastro, pero la cosa paso a indefinido, apenas pudo ver la habitación que ambos compartirían. Era sin duda gigantesca, cuatro veces más grande que aquella despensa en la que había sido criado, estaba pintada y arreglada con extremo cuidado. Libros, posters de películas, revistas, cintas, discos de vinilo, más que habitación parecía un templo de la cultura pop. Había una cama, de tamaño matrimonial, y un armario que apenas ocupaba espacio en aquella gigantesca habitación. Devengaba lujos como la habitación de un sultán.
Eso quebró la imagen desconocida que hasta ese momento tenía de su hermanastro. Lo visualizó, con su auto de pacotilla, su ropa de marca, su smartphone recién salido del mercado, su acento sofisticado, su peinado arreglado, junto a todas las demás cosas de las que carecía Rodrigo. Lo odió. ¿Por qué? Le pareció imposible que alguien pudiese tener tanto lujo cuando hay tantas personas necesitadas. Aparte, se miró a él mismo, con su corte de pelo hecho por él, barba sin afeitar, su modesto trabajo en el taller mecánico, su cama individual que apenas se sostenía en pies, su ropa de mercado, y su manera bruta de hablar. El conjunto, le dio asco. Algo tendría que hacer para amoldar a su nuevo hermanito al estilo de vida que él llevaba.
Empezó por algo sencillo, decidió deshacer su maleta. Abrió el gigantesco armario, y allí puso las escasas camisas que tenía junto a la gran cantidad de ropa de su hermano, dobló sus pantalones y los puso encima de los de él, al igual que con su overol. Abrió las gavetas, y junto a los boxers y calzoncillos de marca de Julián, puso sus boxers Geordi , algunos rotos inclusive y unos cuantos slips que ya no le quedaban. La ropa sucia, al contrario, decidió desperdigarla en toda la habitación: camisas sudadas, boxers usados, todo en el piso y en la cama de Julián. Y como toque final, se desprendió de la ropa que llevaba, dejándola en el suelo, se duchó, para salir empapado de la ducha y tomó la única toalla, la que debía de ser de su hermano, y se secó con toda la parsimonia que pudo reunir, frotando con creces la toalla por sus testículos y su rabo.
Así empezó su vida en esa habitación, vio cómo, en esa misma noche, el cuarto reapareció ordenado. Pasaron días hasta que se topó frente a frente con su hermanastro de nuevo desde que se conocieron, con cada día que pasaba, Rodrigo no hacía más que hacerse más ideas al respecto, buscando en sus cosas, éste halló revistas pornográficas con tías macizas en pelotas y una caja de condones, al menos es hetero , pensó, lo siguiente fue encontrarse con una amiga con la que no tenía contactos desde hace años y al tocar el tema, resultó que la chica había tenido una relación ocasional con Julián, describiéndolo como un cínico, que prácticamente abusó de ella y a la que nunca más llamó.
Todo iba encajando en el puzzle de la mente de Rodrigo, lo siguiente fue encontrárselo apenas llegó de un día fuerte en el trabajo, medio en pelotas, leyendo un libro en la habitación. Eso lo despabiló, la última vez que había visto a Julián le pareció un tipo de complexión normal, con cara de niño que no quiebra un plato, y bastante antipático. Verlo allí, medio desnudo, con solo un boxer cubriendo sus partes, lo hizo detallar más detenidamente a su hermanastro: trigueño, pero más blanco que negro, sin duda iba al gimnasio, tenía unas piernas torneadas, un pecho firme con dos tetillas ligeramente sonrosadas y un lunar debajo de una de ellas, unos abdominales bastante firmes, y prácticamente lampiño. Lo detestó aún más. ¿Por qué? Se dio cuenta de que el cabrón aparte de tener la vida fácil, sin duda Dios lo había premiado con rasgos esbeltos.
Tomó la decisión tan pronto como la ejecutó, a partir de ese momento iba a ignorar a aquel desagradable compañero de habitación. Para darle algo de envidia, se quitó la franela que llevaba, enseñándole cada musculo tieso de su cuerpo, producto del trabajo e ignorando la mirada que éste le acababa de poner, se acostó en su cama y se tapó con la almohada, desabrochándose el botón del jean un segundo antes de hacerlo.
Lo siguiente que supo Rodrigo fue que estaba discutiendo con él aferrado a su pecho y dándole ligeros puñetazos. Aquello lo empalmó, ¿Qué estaba sucediendo? Mientras él le recriminaba con fuerza la ley del hielo que le había impuesto e intentaba golpear su cara, Rodrigo solo pensó en la erección de caballo que tenía dentro del slip. Antes de que Julián pudiese observar la cabeza de su pene escapándose por el borde del pantalón, lo giró y le soltó un montón de amenazas, sujetándole por el cuello. Aquel contacto con su piel, hizo que su pene se irguiera más de lo que era posible. Que Diablos pasaba con él, pensó Rodrigo en su interior. Para peor, acababa de escuchar a su madre afuera del cuarto, dejó libre a Julián y se abrochó el jean, hundiendo su pene en el interior lo mas rápido que pudo.
Esa noche, Rodrigo no pudo dormir por 2 razones: primero por aquella suciedad mental de haberse excitado por el contacto con otro hombre, algo que jamás le había pasado hasta ahora y que cada célula de su cuerpo repudió con creces, y segundo, la erección que conservaba de la tarde, como recordatorio de lo sucedido con Julián.
Con éste en la cama contigua, profundamente dormido, arropado hasta los tobillos y aún con el boxer corto que apenas cubría su desnudez, Rodrigo empezó a masajearse la polla por encima del slip azul oscuro que cargaba, mientras se imaginaba a Janette, una pelirroja calentona que lo tenía burro en sus conversaciones por Facebook habitualmente pero que jamás se preocupaba en hacerle una visita que lo ayudase a lidiar las penas, se la imaginaba en bragas mientras sus dedos se paseaban por su clítoris, y sin más preaviso, las manchas de semen empezaron a aparecer en el slip: uno, dos, tres, cuatro fueron las veces que sintió Rodrigo la esperma salir de sus conductos para luego aterrizar en el interior de la tela, ya rebosante del líquido. Se bajó Rodrigo el slip, y con lefa recién exprimida, lo encestó en el canasto de ropa sucia, para luego, desnudo en la noche, coger un boxer con figuras de autos en él, que su madre tiempo atrás le regaló y dormir plácidamente el resto de la noche.
Los días consecuentes Rodrigo olvidó por completo el asunto con Julián, el trabajo lo mantenía ocupado, y apenas podía volver a la casa, hacían días que no se lo encontraba y empezó a sentirse de maravilla. Si por él fuese, no lo volvería a ver más nunca. Esa noche, tenía una fiesta en las afueras, a la que lo habían invitado, para ponerse a tono, contactó con una de sus mulas habituales para conseguir algo de Éxtasis, tenía planes de pasarlo a lo grande.
La noche le pasó a Rodrigo en calidad de flashacks : el llegando a la fiesta, él ligándose a una rubia con unas tetas tremendas, él clavándosela hasta el fondo en un callejón oscuro, sosteniéndola en sus brazos mientras sin más que el cierre bajado, la empotraba contra la pared, él y la rubia desnudos en la playa con el amanecer calentando sus cuerpos, él dejando a la rubia en algún sitio y magreandole un poco las tetas antes, y luego él llegando a casa.
Fue el estrépito y el ligero impulso hacia adelante lo que lo devolvió a la realidad: Joder , pensó Rodrigo. Había pasado casi toda la noche al tope de droga y fue a cagarla en el momento de llegar a casa, le hundió la carrocería trasera al Fiat de Julián. Su camioneta, al menos, pareció intacta, suspiró para sus adentros. Además de pensar que quizás el cabrón de Julián se lo merecía.
Fue a bajarse con cuidado cuando sintió como lo tomaban de la franela, restando el precario equilibrio que tenía, y lo siguiente fue que se encontró en el jardín de su casa, con un Julián sin camiseta golpeándolo y estrujándolo con evidente furia. ¡Oh no! Pensó Rodrigo, con la droga aún en su sistema, recordó la última vez en la que había estado en esa situación con su hermanastro y en la erección que tuvo, con el rostro ardiéndole, el labio roto y la camiseta hecha jirones, tomó a Julián y lo lanzó al suelo, para luego reunir fuerzas y correr lo más rápido posible hacia la habitación, la erección era inminente.
Llegado allí, pasó el pestillo y pudo escuchar los gritos de Julián afuera maldiciéndolo y eso bastó: su pene se levantó en el interior de sus jeans, otra erección descomunal. Se sacó la camiseta rota, y se despojó de sus pantalones con sus boxers negros incluidos, quedando completamente desnudo en la habitación con su erección apuntando al techo.
Se acostó en su cama de piernas abiertas, su intención era correrse sin más preámbulo y ver si así se le pasaba un poco el efecto de la droga además, tomó su polla y empezó a subir y bajar su prepucio rítmicamente, una y otra vez, mientras que con su otra mano se pellizcaba los pezones, tal como le gustaba. Aumentó el ritmo de su masturbación y con una exclamación, eyaculó: sobre su abdomen, sobre su cama, y así como estaba, entró en el estupor del sueño.
El sol había bajado, Rodrigo seguía desnudo, embadurnado de su lefa y durmiendo con ligeros ronquidos. El sonido de la puerta principal de la casa abriéndose llegó a los oídos de éste. Como en un trance, se despertó. Y al despertarse recordó todo: la noche anterior, el auto chocado, Julián moliéndolo a palos y luego la paja descomunal en su cama. No dudó en que su hermanito le contaría lo sucedido a su madre, pero tal y como la conocía Rodrigo, no le importo. Sabía que su madre tenía una fe ciega e incondicional en él, y esa era una de las razones por la que Mayra era una de las pocas personas del planeta a la que Rodrigo consideraba que amaba. Como pudo, se secó el semen seco de todo su cuerpo, y subiéndose los boxers, se dispuso a abrir la puerta.
Sucedió tal y como lo esperaba, un Julián en toalla vociferando que él era un desgraciado, alcohólico y lo del auto chocado. Mayra consternada pero sin creer ni una sílaba al hijo de su marido. Rodrigo solo se dedicó a decir palabras sátiras que pusieran a Julián desquiciado. Como supuso, su madre sufrió una migraña y dio por terminada la discusión. Al apenas quedarse solo con Julián, Rodrigo pensó en partirle la cara hasta dejarle desfigurado, por su franela, por todo lo que había dicho a su madre y por quitarle su hombría apunta de sugestiones eróticas.
Tomó a Julián del cuello y lo lanzó a la cama de éste, y sucedió lo que menos esperaba. No recordó que éste solo cubría su cuerpo con una toalla, y en un segundo tenía a su hermano de leyes en pelotas en frente de él. Se fijó por un momento: verga lampiña, flácida, con unos rosados testículos y un hilillo de pelo que los recorría por la zona del perineo. Desvió su atención, Si con un ligero frote había tenido que masturbarse, aquel lado maricón que despertaba su hermanastro en él sufriría un orgasmo con semejante visión. También recordó que solo llevaba un boxer, no podía tener una erección porque eso le delataría en frente de Julián y eso sí que sería definitivo, tendría que matarlo. Hizo lo primero que se le vino a la cabeza: lo tomó de las pelotas, infringiéndole todo el dolor físico que pudo mientras le amenazaba descargando en él todo su odio contenido de los últimos días, para luego, cuando supo venir la erección, dejarle y salir corriendo al baño antes de que algo pudiese notar.
Apenas se encerró en el baño, lo notó. La cabeza de su verga luchando por salir de su boxer, se lo sacó por los pies. Maldijo a Julián, lo había convertido en un maricón, el malnacido, no solo le había bastado con cambiar su vida enteramente sino que su orientación sexual había venido en el paquete. No se tocó el pene, se fue a la ducha y con el agua fría disminuyó su erección, prometió nunca más volver a jalarsela hasta que sacara esas ideas de su cabeza.
Pasó largo rato en la ducha, salió y no encontró a Julián en el cuarto, tomó un boxer gris de las gavetas y luego se puso el overol encima. Al salir al trabajo, pasó por al lado de su hermanastro sin siquiera mirarle. Saliendo de casa, marcó u número en el teléfono y presionó llamar
- Pensé que nunca me llamarías bebé –
- He estado ocupado amor, ¿Puedes esta noche? –
- Me encantaría, ¿A las 10? –
- Si, te paso recogiendo –
- Te espero entonces –
- Adiós –
Era el momento de que Janette limpiara toda su virilidad, en todos los sentidos.
Consumió su última pastilla de Éxtasis y fue a recoger puntualmente a Janette a su casa, luego de una cena en un restaurant que a duras penas Rodrigo logró pagar, pensaba éste en llevarla a un hotel que solía frecuentar. Pero, drogado, decidió no tentar a la suerte con otro choque automovilístico y la llevó a su casa. Era tarde y lo más seguro era que su hermanastro estuviese durmiendo, además, pensó Rodrigo, era hora de que ese cabrón se diera cuenta de una vez por todas de que él era un auténtico macho y que le encantaba ensartarle la verga a cualquier tía que se encontrase.
Janette era toda una viciosa, apenas cerrar la puerta de la habitación, le bajó los jeans con boxers incluidos a Rodrigo, y se metió toda la extensión de su verga en la boca. Esa noche, Rodrigo se embriagó del placer conjunto que le entregaron la droga y la pelirroja. Una mamada que casi hace que se termine la velada antes de tiempo, luego la tierna esponjita de la pelirroja abrazando el falo ardiendo de éste. Aparte, algo que le pareció insólito fue que Janette haya cedido en que Rodrigo la pudiese penetrar por el culo. Aquello fue el cielo, esa cavidad descapuchando una y otra vez la verga de Rodrigo, no tardó en correrse.
Despertó a la mañana siguiente, desnudo, en su cama, con la pelirroja durmiendo en su pecho y con un dolor de cabeza tremendo, Miró hacia la cama de su hermanastro, y allí estaba Julián, arropado y en un sueño profundo al parecer, le dirigió una mirada de odio y recordó su franela rota esa misma mañana por sus manos, y decidió cobrar venganza.
Se levantó, busco en el armario la camisa más lujosa que parecía tener el condenado de su hermanastro, y la estiró hasta romperla. Luego, mientras parecía que Janette despertaba, le escribió una nota y dejó ambas cosas encima de las sábanas de la cama de Julián.
Janette supo de la presencia de Julián y pareció no importarle. Estaba acostumbrada al vicio, pensó Rodrigo. Antes de irla a llevar, se permitieron un rapidito en la ducha para empezar el día con buen pie.
De todo esto se acordaba Rodrigo mientras bajaba y subía su prepucio dentro del boxer. Esa noche también estaría Janette, él se había encargado de invitarla. Se levantó, dejó el boxer en la cesta de ropa y con la verga erecta se fue a dar una ducha. De regreso, se puso un slip y se vistió con ropa de salir. Tenía que hacer la compra, para la fiesta increíble que iba a dar esa noche. Y pensó en Julián de nuevo, ojalá y no estuviese, u ojalá y estuviese y se diese cuenta de que haría arder la casa de su padre hasta los cimientos.
Rodrigo invitó a la fiesta a todos sus amigos del taller y a sus novias, a Janette, a unos excompañeros de la Universidad, a unas tías que conoció en un pub de las afuera de la ciudad, a los del club del boxeo en él que una vez estuvo, en fin, había gente de todo tipo, incluido José, con el que recientemente Rodrigo se había intercambiado números, un tipo sencillo pero de lo más agradable y con el que éste fraternizó de inmediato, a pesar de ser el mejor amigo de su archienemigo.
Entre los preparativos, Rodrigo compró comida, juegos de fiesta, una caja de condones, unas luces, una camisa y por primera vez en su vida, un boxer de marca. En ello se gastó todo el sueldo de ese mes, además encargó con un amigo unas sillas y un estéreo para animar a la gente.
Llegó con los preparativos a eso de las 6 pm a la casa, el auto de Julián no estaba. Mejor, pensó Rodrigo para sus adentros. Se sacó la franela y se dispuso a preparar todo, bajó las sillas, colocó el estéreo afuera, al final ha quedado exhausto, y todo empapado de sudor. Se sacó el jean y el boxer, y se fue a la ducha. En ella, enjabonándose se empalmó en tan solo pensar en todo lo que follaría esa noche, pensó en hacerse una paja rápida pero desistió de la idea. Abrió el armario, sacó su camisa y su boxer nuevo, uno negro de Calvin Klein, su mejor jean y unos zapatos decentes. Se vistió, y la gente empezó a llegar.
Broma por aquí, broma por allá, flirteo por aquí, flirteo por allá, ya bien entrada la noche, Rodrigo se metió su primera pepa de Éxtasis, empezó a encenderse, a bailar con las pibas y servir el alcohol de la despensa de su padrastro, para él y sus amigos. La noche se fue intensificando, divisó a Julián con su amigo José al fondo de la fiesta, hablando ambos con un par de morenas bastante buenas. Se alegró por ellos, y siguió en lo suyo. Estaba a punto de conseguirlo con una rubia que por primera vez había visto en su vida, algo gordita, pero lo tenía a tono.
Llegó un momento en que se iba a levantar de la silla acompañado de la chica y no pudo, sus extremidades parecían no responderle. Rodrigo en su vida había tenido muchas borracheras, pero no como aquella, pensó. En ninguna sentía esa mezcla de mareo y luces que estaba sintiendo ahorita, miró su vaso por instinto pero le pareció que no podía girar la mano, se sintió frustrado. Intentó patalear, hablar, sacudirse, moverse, pero todo le pareció inválido.
La rubia intentaba entablar conversación con él, pero él parecía ignorarla y no a propósito. Fue en ese momento cuando lo vio, Julián, vestido con una camisa color vino y un pantalón color caqui, se había afeitado y lucía una sonrisa. La sonrisa es para mi pensó Rodrigo en aquel suplicio.
Sin Rodrigo poder argumentar nada, Julián le explicó a la rubia que su “hermano” y así lo llamó, se había pasado con el alcohol y que lo disculpase, la rubia pareció enfurecerse pero luego se tranquilizó y se alejó de ellos, con evidente decepción en su rostro.
Rodrigo no podía entender que le estaba sucediendo y a qué nivel de embriaguez había podido llegar para semejante situación, y mucho menos que hacía Julián diciendo eso, pero más atónito se quedó cuando lo tomó en brazos, y haciendo un esfuerzo, lo llevó hasta la habitación que ambos compartían. Explicándole a cada quien que preguntaba por Rodrigo, que se encontraba borracho y lo iba a acostar.
Intentó removerse, zafarse del abrazo con el que Julián lo llevaba hacia la habitación. ¿Qué estaba pasando?, de repente fue cuando supo que nada de su situación tenía que ver con el alcohol y las drogas. Julián estaba implicado, ese maldito había hecho algo que lo dejase en ese estado, se las pagaría. Él vería como salir y cobrar la compostura suficiente como para romperle la quijada de un golpe.
Se encontraba allí, abandonado a su merced, en la cama de su habitación mientras la fiesta seguía sonando, y él se encontraba sin poder moverse. Y así sucedieron un par de horas, hasta que los ruidos provenientes del exterior dejaron de escucharse.
En eso, entró Julián. Ya Rodrigo había entrado en la fase de pánico, había intentado mover sus brazos y piernas sin respuesta por un rato he intentado gritar con el mismo resultado. Julián fue directo hacia Rodrigo y con una sonrisa en los labios lo despojó de la camisa, lentamente, saboreando cada botón. El contacto de las yemas de los dedos de Julián parecía escocer a Rodrigo, las sensaciones que estaba experimentando estaban expuestas al límite.
Luego, para alivio de Rodrigo, hizo que se recostara, con brazos y pies extendidos, Rodrigo se sentía un auténtico parapléjico sin posibilidad de nada. Con los ojos aterrados de éste fijos en él, Julián empezó a desnudarse, con toda la parsimonia que pudo reunir: se quitó zapatos y calcetines, para luego sacar su camisa por sus hombros, y quedar en sus pantalones en los que se distinguía una erección.
Las alarmas en Rodrigo empezaron a encenderse, sintió como todo su cuerpo enrojeció del esfuerzo que hacía por hacer o decir algo, pero aun así nada pasó. Sus palpitaciones se encontraban a 1000 por segundo, lo iba a matar, iba a darle una muerte lenta y dolorosa a ese cabrón, iría a prisión, pero ya lo resolvería luego.
Julián por su parte, desprendió a su roomie de zapatos y calcetines, e hizo que quedara de espaldas, lo que Rodrigo intuyó como el peor augurio de lo que iba a pasar. Escuchó el sonido de un cierre, y luego nada, así fue durante cinco minutos, ningún sonido, solo podía ver la superficie de la colcha, e intentar recordar los rezos que en primaria tenía que haberse aprendido.
Lo siguiente lo hizo entrar en auténtico terror, sintió como de sus caderas se iba desprendiendo el pantalón que utilizaba, hasta que no lo sintió en absoluto, se había quedado solo en sus boxers nuevos. Luego, unos dedos recorriendo su cuello y su espalda, subiendo y bajando por toda la extensión de su cuerpo, eres mío , decían.
Rodrigo no lo vio venir, unas fuertes manos tomaron sus boxers y de un tirón los rompieron: una y otra vez fueron saliendo los restos de la ropa interior hasta que de ella nada quedó, el contacto de los dedos al hacerlo, le puso la piel de gallina, había quedado éste con el culo en pompa y completamente desnudo, con la imposibilidad de no poder gritar ni moverse.
Posteriormente, Rodrigo pudo sentirlo, los mismos dedos que acababan de desnudarlo, acariciándole con especial atención las nalgas, magreandolas y masajeándolas una y otra vez, lento pero con fuerza, mientras que cada fibra del cuerpo de éste parecía arder de predisposición, sus tetillas estaban duras como roca y no tardaría en excitarse, de haber podido decir algo, hubiese gemido sin pensarlo. Todo era efecto de la droga, pensó.
Sucedió tan pronto que en su cabeza Rodrigo no tuvo oportunidad de reaccionar, un dedo entró de súbito en su esfínter, haciéndolo alucinar: primero, el dolor, aquel ente extraño incursionando en territorio antes inexplorado, y provocando que éste se contrajera una y otra vez, luego, lento como las olas del mar, llegó el placer, si, lo estaba disfrutando, y en el fondo Rodrigo sabía que no tenía nada que ver con la droga, su pene se llenó de sangre hasta el tope mientras que su rostro y su pecho pareció enrojecer, estaba ardiendo de placer como nunca antes, excepto en sueños, había estado.
El dedo empezó a entrar y salir, con toda la paciencia del mundo, de esa cavidad, dilatándolo, abriéndole el camino al pene de Julián. En un segundo tenía ya dos dedos dentro de sí, y el placer parecía aullar en el interior del cuerpo de Rodrigo, quería estremecerse, gritar, morder la almohada, el estupor era tal que Rodrigo empezó a pensar que estaba en uno de sus sueños, había magia sin duda en esos dedos y en su toque.
Mientras tres dedos incursionaban en las paredes anales de Rodrigo, una mano de dedos largos y refinada se paseaba por los pezones de éste. Julián pretendía volver a Rodrigo todo un homosexual después de esta experiencia, llevándole al máximo y eso lo hacía disfrutar. Pellizcaba sus tetillas con dedicación y suavidad, para luego bajar por sus abdominales de acero y presionarlos con asertividad, mientras el pene de Rodrigo cabeceaba una y otra vez, sin remedio.
Julián no pensó en usar condón, necesitaba sentir el contacto en un cien por ciento y se sabía sano, además de considerar a su hermanastro virgen. Lentamente, fue retirando los dedos del ano de éste, para asomar la cabeza de su glande y restregarla por la entrada de su agujero, aquello le estaba produciendo un placer indescriptible a ambos, en Rodrigo la combinación del coctel del fármaco, la droga y el alcohol hacía hervir cada célula de su cuerpo, y Julián apenas podía contener la corrida del morbo de la situación, por fin iba a obtener tan codiciado premio.
El culo de Rodrigo pareció estar listo, por lo que, Julián apuntó la cabeza de su pene hacia él y empezó a penetrarlo, poco a poco, introduciendo cada centímetro de su virilidad en el ano de su hermano, aquel contacto de la polla de su hermano en su esfínter hizo que Rodrigo se corriera en las sabanas, paró de contar los chorros que llenaban de semen aquella cama. Mientras que Julián apenas podía contenerse, jamás había penetrado a alguien por detrás, aquello era ver a Dios, encontrar el Santo Grial del placer, sentía como su falo se sumergía en aquella cavidad que succionaba y estimulaba cada centímetro de su herramienta, era la auténtica gloria sin duda.
Julián estuvo todo adentro de Rodrigo en cuestión de instantes, había encontrado lo que parecía ser la próstata de su hermano, y empezó a moverse una y otra vez dentro de él. En su interior, Rodrigo pensó que se iba a desmayar, ya estaba empalmado por segunda vez y tenía los labios con sangre de tanto mordérselos, nunca en su vida había experimentado nada semejante, sin duda los maricones habían encontrado la fuente del eterno placer y no habían querido compartirla con los mortales. Esos eran sus pensamientos del éxtasis en el que estaba.
Empezó a entrar y salir, Julián, respirando con dificultad debido al esfuerzo que hacía por no correrse, puso sus manos en ambas nalgas de Rodrigo, y así estuvo un rato, entrando y saliendo, mientras Rodrigo desfallecía con cada embestida. Julián sabía que su hermanastro lo estaba disfrutando, las manchas de semen en la sabana, la erección descomunal, y eso hacía que su erección creciera. Sus caderas se movían al compás de las embestidas, hasta que supo que había llegado al límite. Como toque final, agarró de los cabellos a su hermanastro, y se corrió: abundante, espeso, dentro de las paredes anales de Rodrigo. Mientras éste hacía lo propio en la sabana, por segunda vez.
Julián gritó como un poseso, aquel orgasmo había recorrido cada fibra de su ser en cada uno de los trallazos. Y se inclinó sobre su amante tocando sus pezones, así estuvo unos 5 minutos, con él aún en su interior, mientras la esperma salía de su ano y estaba en estado de shock. De dos cosas estaba seguro, iba a matar a Julián apenas recobrara la compostura y tendría que volver a sentir ese orgasmo en alguna otra ocasión. ¿Se habría vuelto gay? Y fue allí donde le dio origen a la voz del sueño, y todo pareció cobrar sentido.