No es otra serie más. [IV] Chaer y Orlando

Escenas de masturbación y de sexo público. Se describe el inicio de la relación de Chaer, el amigo de Julián con el guapo rubiales Orlando.

No es otra serie más.

CAPÍTULO IV. Chaer y Orlando.

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Luego de aquella experiencia de otro nivel con Raúl, Chaer empezó a adquirir experiencia conociendo a ligues de manera online y teniendo encuentros discretos con ellos en diferentes hoteles de la ciudad.

Con ellos Chaer aprendió las artes del sexo gay, ejerciendo tanto de activo como de pasivo, pero prefiriendo este último. Entendió como llevar al límite a su pareja recorriendo con su lengua los puntos más sensibles del pene, como dar pequeñas mordidas a los testículos, además de cómo usar su lengua para recorrer cada resquicio del ano y así ofrecer a sus compañeros sexuales un perfecto rimming .

A pesar de todo, Chaer se consideraba aún un gay de closet. De todas las personas, solo su madre sabía el secreto, ya que jamás había tenido secretos con ella y no iba a empezar a tenerlos ahora.

Su vida con esta nueva orientación sexual empezó a cambiar. Con su familia, todos de ascendencia árabe y practicantes activos del islamismo, empezó a retraerse y a evitar todo tipo de preguntas de tipo personal, asegurándoles a todos que tenía una novia pero que no era suficientemente serio como para que ellos la conocieran.

Con sus amigos, empezó a sentirse más cómodo con la compañía de Alejandra, a pesar de que casi no interviniera en las conversaciones, y de que en los trabajos poco aportara. Fue en esa época cuando empezó a alejarse de Julián y de José, no soportaba el frenesí sexual en el que se hallaba su imaginación al estar con ellos. Sobre todo con José, con su naturaleza exhibicionista, tenía años de haberlo observado desnudo por primera vez, pero ahora la cosa había cambiado. Se imaginaba que en una tarde, José, su amigo macho heterosexual que solía ligarse a todas las tías del mismo bar inclusive, lo tomaba por la espalda, le soltase el cinturón, y le bajara pantalones y calzoncillos a la vez, mientras que impulsivamente se sacaba la verga y sin alguna lubricación empezará a penetrar violentamente su culo. Y aquello le sonrojaba e incluso había tenido que desviar la atención de alguna que otra erección espontánea en alguna ocasión.

Era una época de sequía para Chaer ya que con los trabajos de la Universidad, había tenido que dejar sus rollos ocasionales habituales por un tiempo, cuando este conoció a Orlando. La primera impresión fue de una vergüenza absoluta, Chaer no miró a Orlando en su atractivo físico ni en sus palabras, lo único que le importaba era pagarle los daños por su auto chocado y en alguna manera de remediar la situación.

Fue cuando Chaer iba en su auto camino a la reunión luego del accidente cuando este empezó a recordar a Orlando y todo lo sucedido, ahí se dio cuenta de que Orlando era todo un adonis: rubio, cachas, con unos ojos claros preciosos, y una voz dulce pero a la vez firme. Sin embargo, no se dio ninguna esperanzas con él. Para empezar, no tenía idea de su orientación sexual y otro dato importante era que seguro le odiaba por haber chocado su carro, que parecía extremadamente costoso.

Pasó la semana y con los deberes de la Universidad, Chaer pareció olvidarse del asunto del auto chocado: al final él le había ofrecido un cheque y le había dado el número a Orlando para cualquier eventualidad.

Fue un viernes cuando, Orlando, con su auto perfectamente reparado y sin poder sacar de su mente al árabe con ojos almendrados que tan dulcemente se había ofrecido a correr con los gastos, decidió llamarlo.

-       Buenas tardes, porfavor con Chaer –

-       Él habla –

-       Hola, mi nombre es Orlando. Soy el chico del auto –

-       ¡Orlando! ¿Qué tal? Me faltan las disculpas contigo, de verdad que no fue mi intención aquel accidente, ¿Necesitas mas dinero? Te puedo hacer una transferencia ¡Que pena! –

-       No no, tranquilo. No ha sido nada. Te llamo para decirte que ya lo he reparado, y pues si quieres, para que te quedes más tranquilo, podemos concertar una cita y lo ves –

-       ¡Ah! Me alegra. Claro que me interesa, ojalá y haya quedado como estaba antes. –

-       Bueno, ¿Te parece si cuadramos por WhatsApp para vernos? –

-       Estupendo, te escribo –

-       Vale, adiós –

-       Adiós –

Esa noche, Chaer le escribió a Orlando sin falta. Ningún hombre heterosexual invitaría a ver “su auto reparado” al mismo que se lo chocó. Fue así que Chaer entendió que Orlando jugaba para el equipo correcto, y empezó a ilusionarse con lo que harían después de ver el auto.

Dos noches después, Chaer y Orlando se vieron en un restaurante italiano en las afueras de la ciudad, luego de comprobar el auto, Orlando lo invitó a cenar, a lo que Chaer encantado aceptó. Fue una cena encantadora, Orlando hacía galas de buenos modales y Chaer recordó que jamás había tenido lo que se puede llamar “una cita” con otro hombre, solo había tenido sexo crudo y eso había sido todo. Terminaron de comer, y Orlando invitó a Chaer a dar un paseo a pie por los alrededores, luego de mucho hablar y de darse cuenta de que de verdad tenían muchas cosas en común: ambos venían de familias adineradas pero con problemas familiares serios, les gustaba el arte y los automoviles, entre otros. Orlando tomó la iniciativa, y tomando la cabeza de Chaer con ambas manos, intentó plantarle un beso.

Chaer retrocedió dándole un ligero empujón, se encontraban en el pleno centro de la ciudad. Orlando lo tomó a mal, jamás lo habían rechazado en su vida, estaba acostumbrado a solo ser aceptado, acababa de decidir dar por concluida la velada, cuando Chaer lo tomó de los brazos y lo llevó a un rincón apartado, allí Chaer explicó con breves palabras que aún no hacía pública su homosexualidad, luego de ello, empezó a besarlo con creciente fervor. Era un morreo en pocas palabras. A Orlando eso le pareció atrevido y ajeno al carácter que le creía a Chaer. Pero empezó a aprovecharlo, palpó los fuertes músculos del árabe a través de su camisa, y siguió bajando hasta apretar ligeramente el culo de éste.

Así se fueron 20 minutos, hasta que ambos con la camisa ligeramente desabrochada y completamente despeinados salieron del callejón a continuar con el paseo, fue allí donde Chaer empezó a abrirse mas y le contó toda la historia a Orlando de su nueva orientación sexual y lo cerrada que era su familia al respecto.

Se hacía oscuro, y habían vuelto a donde habían dejado los autos, al frente del restaurante donde habían cenado, así que la velada estaba por concluir. Orlando se despidió de Chaer con la promesa de volver a llamarlo, y con un apretón de manos, a lo que Chaer respondió sin poder contenerse con un pequeño beso en los labios. Ese beso, sabiéndose tan impúdico y prohibido en frente de toda la gente que pasaba a los alrededores, no hizo más que causarles una erección de campeonato a los dos.

Atontado, Orlando se dirigió a su auto y se fue a su casa, aún con la erección fuertemente apretando sus pantalones de gabardina. Guardó el auto en el garaje, llegó a la sala de estar donde saludó a algunos de sus familiares y le dijo a su madre que había cenado fuera. Lo único que le importaba era llegar a su habitación. Apenas llegó, cerró con pestillo, y se desnudó: desabotonando su camisa de cuadros para luego desabrochar el botón de su pantalón y desprenderse de el, quedando únicamente en unos slips amarillos en los que se asomaba la cabeza del pene descapuchado de Orlando, se sacó los slips, y completamente desnudo se acostó en su cama matrimonial, empezó a recordar todo lo sucedido y no hacía más que hacer que su erección doliese, por lo que tuvo que empezar a masajearse el tronco del pene mientras pensaba en Chaer y todo lo que le dijo.

Cuando llegó a la parte del beso de despedida y aún con su mano subiendo y bajando por toda la extensión de su pene, tuvo que meterse un dedo en el ano, para acelerar su corrida. Empezó a sincronizar el dedo entrando y saliendo de su virgen cavidad anal con la mano que lo masturbaba, imaginando el rostro de Chaer y aquellos labios que bien hubiesen podido estar ahora en el glande de su pene, y no pudo más. Gimiendo sin importar que sus familiares lo escuchasen, empezó a correrse abundantemente: sobre su pecho, sobre las sabanas. Quedó completamente extenuado, Orlando jamás se había corrido y menos de semejante manera, con un beso apenas. Secándose y secando su cama, decidió irse a la ducha, para luego ponerse su calzoncillo favorito: cómodo y holgado, y acostarse plácidamente hasta el día siguiente.

Paralelamente, Chaer en su habitación se corrió sin apenas tocarse pensando en la erección que había visto en los pantalones de Orlando luego del beso, mientras que con su mano derecha se introducía tres de sus dedos en el recto, y con la mano libre se pellizcaba los pezones. Al contrario de Orlando, era tanto el cansancio, que Chaer se quedó dormido hasta el día siguiente, embadurnado de semen y completamente desnudo.

Cinco días después, Orlando y Chaer concertaron su segunda cita. Aprovechando la época de verano, decidieron ir a una playa en las afueras de la ciudad.

No cabía la emoción en el pecho de Chaer, la tarde de la cita, con una toalla anudada a la cintura, se encontraba éste revisando su armario de pies a cabeza en busca del mejor conjunto para la ocasión. Eligió su bañador favorito, y una camiseta verde que le venía bien con los ojos. Se desprendió de la toalla y se puso el bañador y la camiseta. Se despidió de su padre que estaba afuera lavando su automóvil, y se dirigió al sitio de encuentro.

Cuando lo vio, Chaer pudo comprobar la suerte que tuvo de conocer a Orlando. Con una franelilla que apenas cubría sus fuertes abdominales, y una bermuda color caqui que hacía resaltar el color de su cabello, y enseñando en su sonrisa unos dientes perfectamente blancos, tuvo la impresión de que Orlando no era de este mundo. Como la playa en la que se encontraban estaba abarrotada de gente, Orlando no hizo mas que saludarle con un abrazo, y caminando de cerca, Orlando lo guio por un sitio más alejado en el que prácticamente solo se encontraban ellos, una pareja con dos niños se divisaba a lo lejos, allí decidieron sentarse.

Sentados en la arena, empezaron a hablar y ponerse al día de lo que habían hecho en la semana, también hablaron de la infancia de Orlando, rodeado de mayordomos y con madre y padre ausente en sus viajes de trabajo, así como de otros tópicos que interesaban a ambos. Fue cuando Orlando tuvo la idea de que era hora de bañarse.

Se levantó, tiró de su franela y la abandonó en la arena, para luego despojarse de sus chancletas y a su vez quitarse la bermuda que llevaba, enseñando un traje de baño tipo slip color verde que le venía ajustado. En el, Chaer pudo ver las blanquecinas nalgas de Orlando y un paquete que parecía prometer. Con solo el traje de baño, Orlando corrió hacia el mar mientras que con una mano le hacía señas a Chaer de que lo acompañase.

Chaer esperó unos minutos mientras su erección disminuía en el bañador, y se quitó su camiseta enseñando su torso apenas velludo pero mucho más firme que el de cualquiera, y corriendo acompañó a Orlando.

En el agua, Orlando y Chaer empezaron a empujarse y bañarse entre ellos, cualquiera que los viera, fuese visto un par de amigos completamente heterosexuales jugando en el agua, pero luego la cosa se intensificó. Sin contenerse, Orlando tomó del cuello a Chaer y empezó a besarle, Chaer se relajó, en cualquier otro lugar lo habría apartado de inmediato, pero allí en esa soledad prácticamente absoluta, no le importó. Y ambos empezaron a jugar con sus lenguas en el interior de la cavidad bucal del otro, mientras que sus manos se palpaban en toda la extensión de sus cuerpos.

Chaer aprovechó de hacer algo que lo venía consumiendo desde que diviso a Orlando en ese pantalón de gabardina en la cita anterior, introdujo ambas manos por debajo del traje de baño, y tomó el firme culo casi albino del rubio y lo magreó a su gusto un buen rato, repasando toda su extensión una y otra vez, mientras que Orlando había abandonado el beso para empezar a darle pequeños sorbos al cuello del árabe, las erecciones apenas se contenían en la ropa de baño de ambos hombres.

Orlando decidió que ese era el día y el momento, le haría el amor a Chaer hasta desfallecer en esa arena cristalina bajo la posible vista de cualquiera que se adentrase lo suficiente en la playa, bajo este pensamiento, fue arrastrando al árabe hasta que estuvieron en la orilla. Chaer solo se dejó llevar, estaba abandonado completamente al libido de la situación, solo quería tener a Orlando en su interior.

Orlando tumbó a Chaer, quien cayó de espaladas en la arena. Luego se sacó el traje de baño, quedando completamente expuesto y desnudo ante toda la playa sin importarle el qué, y enseñando por primera vez, su descomunal herramienta a su pareja, unos 19 centímetros circuncidados y ligeramente desviados a la izquierda, sin ningún vello púbico. A Chaer se le hizo agua a la boca apenas notar lo que pronto estaría en su interior, y se relamió el labio inferior, un gesto que encendió aún mas la virilidad de Orlando. Cayó éste sobre el árabe, y empezó un intenso frotamiento y magreo entre ambos, mientras que el pene de Chaer gritaba porque lo liberaran del interior del bañador. No se hizo esperar más, mientras se besaban y las manos de Chaer recorrían todo el cuerpo del rubio, este desabotonó su bañador y lo fue bajando hasta que terminó en la arena, junto a la demás ropa de ambos.

Y así, los dos completamente desnudos en la playa desierta empezaron a tener el mejor sexo que ambos recordarían, en principio, Orlando bajó hasta el pene sin circuncidar del árabe y descapuchándolo empezó a lamerlo y hacerle una increíble felación a su compañero. Así estuvo un rato, lamiendo de arriba a abajo el falo de su amante mientras que con las yemas de sus dedos acariciaba sus testículos. La cara de Chaer estaba roja del placer que estaba recibiendo, estaba apunto de correrse cuando sintió la lengua de Orlando entrar por primera vez en su culo, y no pudo más. Se corrió en las manos de Orlando mientras éste, siguió incursionando en aquella culminación de terminales nerviosas que tanto placer podía ocasionar al hombre, su lengua experta entraba y salía sin ninguna dificultad, apretando el botón prostático del árabe y haciendo que éste tuviera que contener sus gemidos para no llamar la atención. Orlando no se hizo esperar, levantó las piernas de su compañero y las puso en sus hombros, mientras que con el condón ya puesto, empezó a introducir su sexo lentamente en aquella entrada, jugando a la vez con sus dedos en los pezones del árabe. Así siguió la penetración, Orlando no recordaba cuando había disfrutado tanto de un polvo, con cada embestida le parecía correrse sin medida, y tenía que reunir toda su resistencia para aguantar la corrida que ya venía. Así estuvieron unos minutos, hasta que Orlando ayudó a ponerse de espaldas al árabe, aún con el falo del rubio en su interior, así, éste empezó la penetración en esa posición, mientras que la erección de Chaer, que recién volvía a aparecer, rozaba una y otra vez con la cálida arena de la playa. Orlando no pudo contenerse mas, sacó rápidamente su pene del interior y quitándose el condón, se corrió en la ancha espalda de su amante como una bestia, mordiéndose los labios para no gemir, y, exhausto se acostó sin ánimo de taparse junto a su amigo, así estuvieron un rato mas, besándose y recorriéndose uno al otro, hasta que la noche cayó en aquella playa que tan vivida quedaría grabada en la memoria de esos dos hombres.

Y todo esto recordaba Chaer mientras su cabeza reposaba en el pecho de Orlando y éste dormía plácidamente luego de otra fenomenal follada que ambos habían tenido hacía apenas un rato. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, pensó Chaer, ya van 4 meses desde que tuvo el mejor sexo con su novio en aquella playa paradisiaca.