No era una broma

Cortito, como a muchos les gusta...

No era una broma

Aguanté mis ganas de orinar porque quedaban sólo diez minutos para salir de la oficina. Cuando todos empezaron a levantarse para irse, me fui corriendo a los servicios. Ya no había allí nadie y pronto no habría nadie en toda la oficina. Me acerqué a un orinal, me la saqué y sentí el placer de notar cómo se vaciaba mi vejiga.

Terminé y me lavé las manos rápidamente, pero cuando estaba secándomelas en el secador, alguien se agarró a mi brazo.

  • ¡Hola, Ramón! – me dijo mi compañero Matías - ¡Ya se acabó por hoy!

  • ¡Sí! – le sonreí -. A descansar hasta mañana.

  • ¡Espera! – se acercó más a mí -; no te vayas todavía.

Alargó su brazo y comenzó a acariciarme la polla sobre los pantalones.

  • ¿Qué haces? – exclamé - ¡Esto es un sitio público!

  • ¡Ya lo sé, guapo! – contestó indiferente -, pero no esperes que entre nadie ya.

  • ¿Y tú qué sabes? – me extrañó su seguridad -. Si alguien se mea te pilla con las manos en la masa.

  • ¿Es que no te gustaría hacer algo conmigo?

  • ¡Qué directo eres! – le dije riendo - ¿Y tú cómo sabes que a mí me va el rollo?

  • No estaba muy seguro – dijo -, pero ahora sí.

  • ¡Mira, tío! – suspiré -, tengo muy malas experiencias de hacer estas cosas en sitios públicos.

  • ¿Por qué? – me apretó los huevos -; esto ya no es un sitio público.

  • Tuve una mala experiencia con un tío ¿sabes? – le expliqué -; me llevó en el coche a unos jardines que decía que eran muy poco transitados. Eran oscuros, es verdad. En cuanto aparqué el coche se abalanzó sobre mí y me comió a besos y me abrazó cuanto quiso. Luego me abrió el pantalón, me la sacó y se inclinó a hacerme una deliciosa mamada. Lo estaba pasando muy bien.

  • ¿Os pilló la poli o algo así?

  • ¡No! – retiré su mano de mi polla -, el muy hijo de puta había comentado algo a un amigo íntimo y éste buscó a unos cuantos, se presentaron allí y se pusieron a mirar al interior del coche con linternas, a darle golpes y a gritar «¡maricón, maricón!». Preferiría conocerte mejor en este aspecto antes de hacer nada contigo. Y menos aquí.

  • Pues me sé de un sitio que nadie lo conoce - dijo - ¡Ven! Si no te gusta, me lo dices.

Recorrimos unos pasillos y entramos en un pequeño despacho. En una vitrina había muchas llaves. La abrió y cogió una.

  • ¿Sabes qué es esto? – me la mostró -. Es la llave de un sitio donde nunca entra nadie ¿Lo comprobamos?

Me quedé pensativo. Mi compañero era guapísimo y muy sensual. La verdad es que estaba empalmado y deseando de meterle mano, así que decidí acompañarle. Recorrimos otros pasillos y llegamos a una puerta pequeña. La abrió y encendió unas luces extrañas del techo. La habitación parecía de verdad poco visitada y muy llena de polvo. En una de sus paredes había unas cortinas. En otra había otra puerta no muy grande y, junto a esta, había una mesa abandonada. En el centro había un sofá. Pensé que iba a decirme que follaríamos allí, pero se echó en el respaldar, se bajó los pantalones y vi sus slips abultados y sus piernas musculosas.

  • ¡Joder, tío! – le dije en voz baja - ¡Pues sí que estás bueno!

  • ¿Te gusta? – preguntó sonriendo -; a mí me encantas tú.

Sin decir nada más, se bajó los calzoncillos y salió rebotando una polla perfecta. Me acerqué inmediatamente a él, me arrodillé y comencé a mamársela. Su cuerpo se iba retorciendo cada vez más y tiraba de mi cabeza para que su glande llegase hasta mi garganta. Sentí un placer enorme y me di cuenta de que iba a correrse.

De pronto, oí un ruido muy extraño; como si unas cadenas pequeñas se arrastrasen. Noté que algo se movía a mi izquierda. Las cortinas se estaban abriendo. Me eché atrás y vi a Matías con el brazo en alto saludando. Poco a poco, me puse en pie y comencé a oír muchos aplausos. Estaba en el escenario del auditorio y mucha gente estaba viendo lo que pasaba.

Me acerqué a Matías aterrado mientras él sonreía al público.

  • ¿Esto qué es? ¿Una broma de mal gusto? – le grité.

  • ¡No! – respondió con naturalidad - ¡Es una apuesta y la he ganado!