No encuentro la prueba (Capítulo 7)

Fran sigue buscando la prueba de la infidelidad de Mara, fue ella infiel en la discoteca? También en el reservado de pub?

Capítulo 7

Durante los tres días siguientes no ocurrió nada especial por lo que lo aproveché para comprarme dos nuevos equipos de camuflaje, con los que seguro no iba a llamar la atención. Tampoco quería aparentar ser un play-boy porque con la figura que tengo y lo bien parecido que soy, iba a llamar más la atención que vestido de macarra.

Me lié la manta a la cabeza y quedé con mi amigo Sebas para tomarnos unas cervezas, nada anormal, porque lo hacíamos de vez en cuando. Pero en esta ocasión quería que me echara una mano para poder controlar mejor el móvil de mi mujer, sabía que algo se podría hacer, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, ni de qué me podía enterar. Fui sincero con él y le comenté que llevaba un par de meses sospechando de ella, porque a Sebas no se le puede engañar fácilmente, el cabrón se enteraba de todo en un rato, no sé cómo lo hacía, pero era un crack buscando información.

No había terminado de decírselo y ya me tenía instalada una aplicación con la que iba a controlar toda la actividad del celular de Mara, incluso donde se encontraría en cada momento. Luego solo tendría que instalar una aplicación en su móvil y toda esa información estaría disponible en el mío.

Me lo podría haber instalado todo gratis, pero desde que tenía ese pedazo de empleo, no quería utilizar más esos métodos pirateriles, de todos modos el precio era ridículo para toda la información que aportaba.

No os lo vais a creer, pero pasaban los días y no me atrevía a instalar aquella infernal aplicación en el móvil de mi esposa, me daba un poco de vergüenza espiarla con tanta facilidad, conocer tanta información sobre sus movimientos cotidianos sin hacer el mínimo esfuerzo.

Encima en la dos últimas semanas desde los episodios de la discoteca, nuestras relaciones íntimas habían vuelto a recuperar la actividad casi frenética de las últimas semanas. Ella estaba súper cariñosa conmigo y estaba convencido que no había ningún desliz con el simpático cabrón de Andrés.

Yo seguía investigando su bolso, la ropa que se ponía cada día, su tanga por supuesto y sobre todo el móvil con mis posibilidades de siempre. Estaba convencido que si Andrés o el chupador de culos volvían a actuar sobre la anatomía de mi esposa, lo detectaría de alguna manera, porque a mí de esas cosas no se me iba una.

Ella tenía gimnasio dos tardes a la semana al igual que yo, es decir los martes y los jueves, aunque flexibles porque los podíamos cambiar por otro día sin problemas.

Una de las tardes que los dos regresábamos temprano a casa volvimos a hablar de los temas de fidelidad.

-Fran cielo, lo que tenemos nosotros dos desde hace casi diez años es muy bonito y lo debemos  cuidar para que nos dure toda la vida, -me decía entre un mar de caricias y besos muy tiernos, suaves y amorosos.

-Claro cariño, sabes que yo soy incapaz de mirar a otra, a mí solo me gustas tú y las otras dos -le dije con la picardía de la que comprendo que solo yo soy capaz de hacerlo.

-¿Cómo que las otras dos? ¿Tendrás poca vergüenza? ahora mismo me vas a decir quiénes son esas furcias -me exigió con media sonrisa mientras yo me despendolaba entre carcajadas.

-No son furcias, ni siquiera son mujeres, forman parte de ti y sabes a lo que me refiero zorrita mía -le dije al tiempo que le soltaba una cachetada en su nalga izquierda, pues se encontraba a horcajadas sobre mí.

-¡Ay! Serás cabrón, ¿entonces me compartes a partes iguales con mis nalgas? -ahora sonreía aliviada por el susto que se había llevado.

-Depende del momento, es un noventa y nueve contra uno, pero no sabes cómo disfruto con ese uno por ciento. Las pocas veces que me permites visitarte por detrás, ahí sí te digo que te soy infiel, en esos momentos solo quiero a las otras dos. -le respondí con otra carcajada.

Ella me miraba con una leve sonrisa y la tez muy ruborizada, para nada le gustaba que hablásemos de ese agujerito delicioso para mí y cuando consumábamos el coito anal, jamás me dejaba hacer comentarios por muy favorables que fueran. Era súper curioso como lo hacíamos, siempre sin planificarlo previamente, claro. En muchas ocasiones yo lo intentaba, pero casi nunca lo permitía, sin embargo el día que me dejaba hacerlo parecía que lo habíamos hecho sin querer, en un descuido de los dos, sin ninguna mención a lo que estábamos haciendo por muy placentero que fuese, luego nos corríamos y ella se marchaba siempre al baño donde se quedaba un buen rato, para luego regresar y meterse en silencio en la cama, acurrucada a mí. Hasta que no pasaban unos minutos no reanudábamos una conversación, por supuesto siempre de cosas que obviaban lo sucedido, como si no hubiese ocurrido.

Esa tarde tuvimos sexo, pero solo por la puerta delantera, cuando yo me había ilusionado con visitar la otra. Pero ahí solo mandaba Mara, mi esposa ya sabéis.

¿Cómo le iba a poner un programa espía en su móvil? En la vida lo haría, todos tenemos derecho a disfrutar de nuestros pequeños secretos, es ley de vida. Además, bastaba con la vigilancia que seguía manteniendo desde el primer día que observé el chupetón, ahora incluía también la ropa de deportes que ella usaba en el gimnasio. Ella venía siempre duchada, como hacemos todos lógicamente, pero la ropa tendría que mostrar los efectos de los esfuerzos en el mismo y lo hacía. Su móvil tenía ahora más actividad porque la habían incluido en el grupo de chicas que cenaron juntas y que luego terminaron en la discoteca. Ahí los archivos que se intercambiaban eran mucho más atrevidos, al menos algunos de los vídeos, pero tampoco había nada raro que me alertara sobre alguna infidelidad o intento de ella. Hacía ya más de tres meses que le vi el chupetón maldito y aquella vía parecía que no tenía destino alguno, que era una vía muerta vamos.

Pero seguía sin fiarme del metro noventa, el simpático y tocón de los cojones. Mi esposa me comentó que era propietario de varios gimnasios, situados en la provincia y fuera de ella, que por eso casi no lo veían por el suyo. Cuando los visitaba se dedicaba a saludar a los monitores y a los clientes, que alguna vez habló con Carla y con ella, pero con el mismo trato que a los demás.

Yo le repetía de vez en cuando que porqué no se cambiaban las dos al mío, así seguirían juntas y me daba una alegría a mí, pero estaba el problema que se encontraba cerca del domicilio de Carla, que llegaba siempre andando, mientras que al mío se vería obligada a coger un transporte público porque ella no tenía vehículo alguno. Tampoco quería irme yo al de ellas porque en el mío era el referente en muchas de las carreras que se organizaban y después de tantos años, ni me planteaba dejar aquello que era lo que más me gustaba.

Dentro de la rutina de investigación que realizaba, la ropa solía analizarla en cuanto ella la depositaba en el cesto de la ropa sucia, al igual que el bolso que algunas veces lo miraba mientras ella iba al servicio. El móvil siempre lo hacía por la mañana cuando ella se arreglaba en el aseo para irse a trabajar.

Un par de tardes más la seguí con una de mis apariencias, pero seguía la misma rutina de siempre con su amiga, primero al pub y luego a cenar para regresar a casa, ducharse y dormir.

En las tardes que quedaba con Sebas me decía que era una tontería lo que hacía, que cualquier día me pillaría Mara inspeccionando su móvil y que iba a tener un disgusto bastante fuerte con ella. Argumentaba que le instalara el programa en su móvil, que me marcara un período de tiempo máximo para investigarlo y que después, eliminara la aplicación.

Una mañana mientras yo investigaba su celular, una de las amigas envió un mensaje al grupo y sonó una pequeña melodía que Mara le había asociado a las notificaciones de ese grupo. Gracias a lo ágil que soy, conseguí dejarlo en su sitio justo cuando mi esposa salía del aseo a ver qué le decían. No me pilló de milagro, así que al día siguiente le instalé la aplicación de marras con más miedo que vergüenza, porque estaba seguro que se iba a dar cuenta, sin embargo no se enteró de nada.

En cuanto se marchó para el trabajo, abrí mi programa de seguimiento y no me lo podía creer. Aquello era un libro abierto de todo lo que a uno se le pudiera ocurrir. Podía ver los mensajes que se intercambiaba con sus contactos, los archivos que lo acompañaban, el registro de llamadas emitidas y recibidas, la galería de fotos y vídeos y la ubicación donde se encontraba en ese momento.

¡Qué barbaridad! Y yo matándome con las apariencias que no paraba de comprar, dándome carreras para llegar a tiempo a sus citas, llamando la atención de la gente en algunos casos, sobre todo cuando no despegaba la vista de la puerta del pub detrás de aquella fría marquesina.

Tampoco era mucho más de todo lo que yo iba controlando, solo que ésto lo hacía tan sencillo que hasta era una ofensa a mi talento de investigador. Cualquiera con un índice intelectual a mil kilómetros del mío, sería capaz de sacar conclusiones acertadas.

No quise estar todo el día pegado al móvil, tenía que refrenar mis lógicos impulsos para saber qué pasaba con mi esposa cada media hora. Eran los primeros momentos que disfrutaba de tanta información, así que me impuse como obligación mirarlo todos los días en el coche a la salida del trabajo y por la noche cuando me encerrara en el aseo. Con la excepción de los días que se iba con su amiga Carla a cenar, que estaría más pendiente.

Seguían pasando los días y todo seguí igual, los comentarios de las amigas del grupo a veces eran muy atrevidos, diría que incluso obscenos, sobre todo cuando aparecía una imagen o un vídeo con un pollón de cuidado como protagonista de por medio. Mara hacía comentarios, mandaba emoticonos, pero casi nunca enviaba un archivo y si lo hacía era de una imagen de algún famoso, o famosa, o parejas de famosos junto a algún comentario adicional.

Fue unos diez días después cuando recibió un mensaje de su amiga Carla en el que le decía que Andrés las invitaba a las dos a tomar una copa a la salida del gimnasio.

La conversación fue larga entre ellas, Carla le decía que no pasaba nada por tomarse una copa con él, que tampoco iba a ser mucho tiempo y Mara le ponía bastantes pegas, que cómo iba a justificarse con Fran, o sea yo, que no podía tomar alcohol porque tenía que conducir, que mejor que fuera ella sola.

Al final terminó convenciéndola porque solo se tomaría un refresco y que sería media hora como máximo. En ningún momento mencionaron el bar adonde iban a ir.

Ese día yo no fui a mi gimnasio, sino al trastero de mi casa a ponerme como Fran-dos. Veinte minutos antes de que salieran del gimnasio yo estaba sentado en mi coche de alquiler a unos cincuenta metros de la puerta, esperándolas para verlas salir. Aproveché para echar un vistazo al móvil y no había nuevos mensajes ni llamadas. El chat con Carla había sido borrado entero.

Salieron las dos unos diez minutos antes de la hora habitual, Carla la cogía del brazo mientras le hablaba con muchas risas, sin embargo los gestos de mi esposa eran de sonrisas forzadas.

¿La estaría embaucando para ofrecerla al metro noventa? Durante la conversación entre las dos quedó claro que entre ella y el simpático cabrón había una cierta familiaridad, demasiada diría yo, es más conociéndola como la conocía, no me extrañaría que estuviera entre los trofeos de su estantería de folladores.

El coche de Mara estaba aparcado algo más lejos de la puerta en sentido contrario de donde yo estaba, así que me salí del aparcamiento y me acerqué un poco más al mismo, no fuera a ser que se me despistara en un semáforo. ¡Joder! Ya podían haber dicho cuál era el bar porque yo no estaba versado en persecuciones automovilísticas. De todos modos si se me perdían podría acceder a su ubicación desde mi celular.

En cuanto salieron me incorporé detrás de ellas dejando un coche por medio, como había visto hacer muchas veces en las películas detectivescas, pero no había contado con que la cabrona de Mara conducía como siempre muy rápida y en un momento se me despegó. Yo quería seguirla pero no podía adelantar al que iba delante, aparte que me di cuenta que el eléctrico de los cojones no era un coche de carrera que digamos, menos mal que el  otro se desvió en la siguiente calle y pude acercarme algo más al coche de mi esposa que estaba parada la primera en un semáforo con tres coches detrás. Fue ponerse en verde y volver a perderse en una vorágine de coches hasta el punto de perderla definitivamente. De todos modos continué por la misma dirección que ella había tomado, sin dejar de otear los coches que iban delante y los de las calles a mi derecha, llevaría ya casi veinte kilómetros por la autovía alejándome de la ciudad, cuando me salí en un cambio de dirección. Allí aparqué para investigar con el móvil donde estaba mi esposa.

Sería que tan lejos no me lo decía, ni la ubicación ni nada del móvil de ella. Decidí acercarme de nuevo a la ciudad y volví a aparcar a un lado para acceder a su ubicación. ¡Mecachis en to! No aparecía nada en la pantalla procedente del móvil investigado. Decía algo en inglés que no lo entendía muy bien, pero como soy un figura en la materia, marqué el texto para traducirlo con el traductor, efectivamente me venía a decir que el móvil estaba desconectado, vamos que seguro que lo volvió a apagar al meterse en el coche.

Entre una cosa y otra había pasado más de media hora por lo que salí pitando para coger mi coche y marcharme a casa, tenía que deshacerme de mi apariencia para volver a ser el Fran de siempre antes de que llegara Mara.

Pero llegué a casa con tiempo suficiente, tanto que mi esposa llegó más de una hora más tarde. En ese tiempo pude comprobar que su móvil seguía apagado.

Venía muy dispuesta con el pedazo de bolsa de deporte de siempre, mostrando una gran sonrisa en la cara, muy positiva, todo lo contrario que yo, que tenía un careto del catorce.

-Hola cielo, me he entretenido un poco -me soltó como si fuese un chiste muy gracioso-, he estado con Carla, ya sabes.

Y con el metro noventa cabronazo ¿Eso no me lo vas a decir? Lo nuestro va por muy mal camino, que lo sepas, seguramente tendré que irme esta noche de casa por falsa. Mucho decir lo nuestro ha sido muy bonito, quiero hacerme mayor a tu lado... te daré el culito cuando me de la gana porque prefiero a mi nuevo amigo Andrés para esos menesteres. Será...

-Y con Andrés también, si vieras lo que nos hemos reído.

¿Quéeee...? Encima me lo suelta como si fuese una gracia, me iba a reír hasta partirme en dos por la cintura. Por ahí sí que no paso.

-¿Sí? Claro es que es muy simpático y muy tocón ¿No? -le dije en ese tono bajo que me sale cuando estoy muy enfadado.

Enseguida se envaró todo molesta por lo que acababa de decir, sería por lo de tocón.

Primero me miró cómo preguntándose si de verdad estaba enfadado, luego soltó una carcajada por la broma que le acababa de gastar.

-Que no hombre, que hoy no ha tocado a nadie, -me dijo mientras volvía a reír-, tienes unas cosas...

-Sí claro, ahora quiero que me lo cuentes todo. Porqué habéis quedado con él, donde habéis estado y qué ha pasado mientras habéis estado en el bar.

-¿Cómo sabes que hemos estado en un bar? -me dijo algo mosqueada.

-Porque en un bar es donde queda la gente para charlar ¿no te parece? -eso se lo dije muy decidido a ser creíble, con mucho aplomo, después de la metedura de pata que acababa de protagonizar-, a no ser que hayáis estado en su casa, -le tuve que rematar con esta coletilla para que se centrara en lo importante.

Ella me miraba sin estar muy segura de creerse todo lo que le dije, está claro que en cuanto al intelecto está a años luz de mí, pero había que tener cuidado cuando accionaba su sexto sentido y éste parecía ser el caso. De momento hizo lo que repetía muchas veces cuando medio discutíamos, mover la cabeza de un lado a otro al tiempo que fruncía el ceño.

Como tardaba en contestarme, me volví a adelantar yo para que se dejara de averiguaciones mentales que la desviaban de lo quería que me explicara.

-¿Porqué no me has llamado para decírmelo antes de ir con él? -le pregunté.

-Iba a ser un momento nada más a la salida del gimnasio. Carla era la que quería ir y me pidió que la acompañara porque no tenía coche, -hasta ahí se podía decir que rozaba la verdad-. El bar en realidad es más bien un pub que abrieron hace poco Andrés y un socio suyo. Había mucha gente, pero nosotros estuvimos en un reservado que tiene muy bonito y espacioso.

Y seguro que con un sofá-cama para follaros a las dos pensé no sé porqué.

-¿Y para qué os quería allí? -le pregunté sin mostrar el más mínimo gesto de connivencia con ella. A ver que se inventaba ahora.

-Era para enseñarnos su nuevo local, es normal que quiera que todo el mundo lo conozca, a ver si vamos nosotros porque es muy acogedor y muy tranquilo, a pesar de la gente que había.

Muy acogedor porque allí estaba el puto magreador de tetas y sobador de culos. Estaba que me subía por las paredes. Me mantuve en silencio esperando que me siguiera explicando qué hizo allí en aquel reservado.

-Carla y él se tomaron una copa y yo un refresco porque tenía que conducir. Luego me he venido para la casa yo sola porque a ella la iba a llevar él.

-Está claro que parece que no me quieres contar más de lo que pasó en ese reservado, ni yo te voy a insistir, pero no me cuadra nada de lo que dices, no me has mentido pero te guardas el ochenta por ciento. Estoy muy jodido Mara, has vuelto a traspasar otra línea roja y eso no me gusta nada -le respondí con un gesto de total desagrado y algo de amargura.

Me levanté dando por terminada la conversación para dirigirme a nuestra habitación. Saqué todas mis cosas del cuarto de baño y las llevé al aseo del pasillo, lo mismo hice con toda mi ropa que trasladé al cuarto de invitados. De momento no iba a compartir la cama ni el dormitorio con ella. Después bajé a la cocina para hacerme algo de cena.

No llevaba ni cinco minutos trasteando junto a la encimera cuando la oí entrar. Yo ni me giré para ver si quería decirme algo, si era así, que lo dijera de una vez y me dejara tranquilo, o si no, que se fuera con su amigo al reservado ese de los cojones.

Cuando me volví con la ensalada para cenar en la mesa como hacía siempre, ella seguía allí mirándome de soslayo sin decidirse a hablarme. Luego se dirigió a la puerta con poca decisión, hasta que se giró de nuevo hacia mí, ahora a más distancia que quizás era lo que le hacía falta para atreverse a hablarme.

-Yo... yo no he hecho nada malo... solo iba acompañando a mi amiga... pero yo no hice nada. Te lo juro Fran -me decía y a mí se me partía el alma por poder creerla, pero no la creía.

Me digné a mirarla a los ojos, pero no pude expresarle nada con ellos, me sentía engañado y humillado, ¿Qué más iba a decirle? Pues eso, nada. Si ella no hizo nada, lo habría hecho él. Igual me estaba diciendo que ella solo se dejó hacer.

-Por lo menos háblame... dime qué quieres saber. -Me volvió a decir.

¿Quería que hablara? Ya me daba igual, lo haría porque el daño ya estaba hecho.

-Está bien, te diré que no sé si te has acostado con él, si ha sido una mamada o si solo son unos tocamientos, que esos ya han ocurrido, pero me da igual, después de lo de la discoteca no debiste apuntarte a su gimnasio y te lo advertí varias veces. Sabías que lo volvería a intentar a la menor oportunidad y tú no has tenido ningún reparo en irte con él, sí, con la excusa de acompañar a Carla, pero te fuiste a su reservado de las narices. Lo siento Mara, ojalá las cosas fueran de otra manera pero tú lo has querido así -volví a coger el tono bajo de estos momentos para decirle todo lo que pensaba de una vez por todas.

-Yo no me he acostado con él, han sido ellos que lo han terminado haciendo delante de mí, yo solo me he masturbado viéndolos, te lo juro. Eso es lo que he hecho, ese es todo mi engaño como tú dices. Ni me he desnudado, te lo juro de verdad Fran, solo ha sido porque me han calentado, solo los he mirado y ya está.

No sabía si creerla o no, porque esa posibilidad también era factible, ahora solo me apetecía no permanecer en su presencia. Tiré la mitad de la ensalada porque parecía que me estaba comiendo una ensalada de geranios y me fui a mi nuevo dormitorio.

-Buenas noches -le di por toda respuesta.