No encuentro la prueba (Capítulo 4)
Fran sigue buscando la prueba de la infidelidad de Mara, pero le está costando trabajo encontrarla.
Capítulo 4
Alguien me estaba sacudiendo, me cago en la leche, ¿Quien me estaba poniendo la mano encima? Lo que no comprendía era porqué no me defendía ya de tanta agresión, parecía que no era capaz de mover un músculo por mí mismo, de lejos también sonaban las voces de gentes que me llamaban, pero si yo no me quería a ir a ningún lado... ¿Para qué esas voces? Que me dejaran en paz ya de una vez, con lo a gusto que me encontraba, tan calentito, tapado hasta la nariz en mi confortable camita...
Unos dedos se atrevieron a abrirme un ojo de par en par, ¿Qué pasaba con la gente hoy? Una sombra se acercó a poca distancia de mi ojo abierto a la fuerza, me daba igual, ya se alejaría para dejar que lo cerrara otra vez, eso no podía durar toda la vida. Por fin me soltó el ojo que se tapó de nuevo, creo que con mi párpado. Volvía a ser feliz. Pero otra vez me sacudieron, ahora con más violencia. Deberían ser un montón porque para atreverse conmigo se tenían que juntar unos cuantos.
De repente algo frío, muy frío, se pegó a mi frente haciéndome dar un fuerte repullo. ¿Otra vez el frío? No, eso no, bastante daño me había hecho pasar hacía... no sé, seguro que fue hacía muy poco, porque yo las cosas malas las borraba de mi memoria enseguida y de ésta todavía me quedaban un montón de recuerdos. ¡Qué frío pasé!
En la segunda oleada de frío sobre mi frente me rebelé con una fuerte reacción, propia de mi carácter inconformista innato, porque en su lugar habría preferido un tratamiento de calor en semejante sitio, de esta forma y haciendo un gran esfuerzo conseguí separar mi cabeza de la almohada al tiempo que entreabría mis ojos. Así pude ver como dos sombras se volvían a aproximar a mi cara hablándome sin parar pero sin ponerse de acuerdo, por lo que no entendía ni una papa.
Ahora entre las dos me acercaban un trapo infecto al lado indemne de la frente que no me pudieron refrescar antes. Otra vez el frío indeseado de aquel trapucho que me recordaba al que usaba para limpiarme los zapatos, me dejó esa parte más helada que el iceberg con el que chocó el Titanic. ¿Es que nadie comprendía lo jodido que estaba? Al final con tanto frotamiento helado, consiguieron entre las dos espabilarme un poco.
Cerré y abrí los ojos varias veces porque no terminaba de coger algo de nitidez en mi entorno. Por fin vi a mi mujer con la cara demudada intentando que entendiera algo que me decía. ¿Y la otra donde se había metido? Allí solo estábamos mi mujer y yo. Se ve que seguí parpadeando varias veces más porque veía como aparecía y desaparecía, casi igual que en las películas de Charlot, ese del bigotito y el bastón para los que no lo sepan. Por fin entendí algo de lo que me decía, pero mejor que no lo hubiera hecho.
-¡Venga que te tienes que meter en la bañera con agua fría! -Oía que me decía esa voz malvada-, que tienes casi cuarenta de fiebre.
Será... si yo lo que necesitaba era que me hirvieran en una cazuela, ¿Cómo me iba a meter en agua fría? Pero no tenía ni ánimos ni fuerzas para oponerme a tan cruel tortura. La veía hacer y no era capaz ni de levantar un brazo. Me estaba quitando los zapatos y la ropa hasta que me dejó en pelotas. Yo tiritaba como si un policía me disparara con una pistola eléctrica.
Al final se quitó el vestido quedándose en ropa interior, pero vamos... por una vez se iba a quedar con las ganas, para jueguecitos estaba yo en esos momentos, que llamara al chupaculos ese para aliviarse y me dejara dormir tranquilo.
Increíble cómo me levantó haciendo que me apoyara en su hombro para llevarme al aseo antes de que me diera cuenta. Tan pequeña y la fuerza que tenía la puñetera. Yo me negaba a entrar porque me olía lo que me esperaba, pero no podía hacer nada. Todo lo que le decía debía ser inentendible porque no me hacía ni caso. Igual podía dedicarle un improperio, a ver si reaccionaba y me dejaba de nuevo en la cama, total, tampoco me entendería.
¡Joderrrr! Me estaba sentando en la bañera con el agua a 20 grados bajo cero, yo me quería salir de allí como si me hubiesen metido en la jaula del rey de la selva, el de Disney pero con hambre, porque el cabrón nunca come mientras rueda. La boca se me quedó abierta en un intento vano de gritar mientras la canalla no dejaba de tenderme a lo largo de la bañera. No sé cuanto tiempo me retuvo allí, pero mi cuerpo reaccionó creo que bien, pues hasta yo conseguí entenderme cuando le hablé.
-Sácame ya, por favor -le supliqué.
Ella me ayudó a ponerme de pie, pero sin lógica ninguna fui yo el que apoyándome en ella, salí de aquella bañera que ahora tendría el agua dispuesta para cocer un huevo.
Ella misma me frotaba más que secaba con la toalla de baño. Poco a poco volvía a la vida, iba empezando a ser yo mismo otra vez. En pocos minutos tenía puesto el pijama de invierno sentado en mi lado de la cama y apoyado en el cabecero. Mara se había ido y estaba solo. Como un relámpago que atravesaba mi cabeza recordé todo lo que había pasado esa tarde, mi vigilancia baldía, el frío que padecí, el intento de conectarme con ella y la oportunidad nuevamente perdida por saber donde había estado y con quien. Un rato después me trajo un caldito caliente que me sentó muy bien, acompañado de otro paracetamol. Ella me sostenía el plato mientras yo tomaba el caldo con la cuchara. Cuando terminé puso el plato en la mesita de noche.
-¿Cómo te encuentras? -se interesó por mi estado de salud.
-Algo pachucho -le contesté.
-Me has dado un susto de muerte cuando llegué y vi como estabas. Tenías más de 39 grados de fiebre y más que dormido, parecías inconsciente, -me dijo-, ¿Se puede saber qué te ha pasado?
-Salí a ver una vivienda de alquiler con un cliente, luego me tomé unas cervezas y regresé por el coche pero no tenía el abrigo y me quedé helado.
-Además no parabas de decir tonterías, hablabas de espiar a un tío, uno que se comía un chupachús...
Ahora sí que entré en calor, ¿Habría dicho algo más que mi esposa me ocultaba? Al parecer no, porque ella no es de las que se callan.
-¿Volviste tarde? -me interrogó y me tuve que espabilar porque no quería meterme en la boca del lobo con respuestas que le llevaran a sospechar.
-No, llegué a buena hora, pero ya en la casa me fui sintiendo mal, así que como pude me subí para acostarme.
-Pues lo hiciste vestido y con los zapatos puestos, hasta he tenido que cambiar las sábanas.
Entonces contraataqué, ahora me tocaba preguntar a mí.
-¿Y tu tarde con Carla que tal? -la tenía casi pillada. Si me decía que estuvo en el pub y el restaurante de siempre, claramente me engañaba y ocultaba su pecado.
-Muy bien, al final nos fuimos en su coche al centro comercial porque quería comprarse algo de ropa interior y ya aprovechamos para comer allí. Yo también me he comprado algunas cosillas que me hacían falta.
-¿Y tu móvil? Te llamé cuando comencé a sentirme mal, además no me contestaste tampoco al mensaje.
-Está sin batería, ahora lo pondré a cargar -me dijo mientras lo sacaba del bolso y lo enchufaba al cargador que tenía en la mesita de noche-, bueno, me voy a duchar a ver si podemos dormir algo esta noche. Tú no deberías ir a trabajar mañana -me iba diciendo mientras entraba al baño desprendiéndose de la bata.
Tenía la coartada perfecta y yo tenía que ir descartando posibles indicios, así que cogí su móvil para ver que no estaba sin batería, sino que lo había apagado nada más salir de la agencia. La pantalla indicaba que la carga era del 74 por ciento y lo acababa de enchufar.
Me quedaba ver si en su cuerpo desnudo se apreciaban las señales de otra batalla sexual, así que haciendo un gran esfuerzo porque me dolía todo el cuerpo, fui a lavarme los dientes como todas las noches. La puerta estaba semi abierta y no tuve que abrirla más para entrar. Ella estaba de espaldas con su hermoso culito apuntando hacia mí, pero no había ningún chupetón como la otra vez. Me pude fijar bastante más porque ella ni se había enterado que yo estaba allí. Así pude apreciar una pequeña diferencia en el tono de sus nalgas, otra vez el agua no me dejaba ver con nitidez esta circunstancia, pero juraría que su glúteo derecho tenía algo más de colorido que el izquierdo.
Como no podía sacar mejores conclusiones, carraspeé para que advirtiera mi presencia y se volviera de frente, también quería inspeccionarla por ese lado. Efectivamente casi se le cae la esponja con el repullo que dio girándose de inmediato hacia mí.
Me quedé observándola con desparpajo, ya no iba a esconder más mis sospechas, sobre todo si éstas comenzaban a convertirse en pruebas reales. Pero no pude observar nada más porque me vino una tos que casi me dejaba sin aire en los pulmones. Ella reaccionó enseguida y ya la tenía a mi lado para llevarme nuevamente a la cama.
-¿Porqué te has levantado? Sabes que no estás bien, haberte esperado a que yo te ayudara.
Yo seguía tosiendo quedándome sin respiración y con el rostro totalmente encendido. Poco a poco se me fue pasando hasta que por fin remitió.
-Iba a lavarme los dientes, solo a eso -le aclaré en cuanto pude hablar.
Ella me había vuelto a acostar y como estaba inclinada hacia mí, sus tetas las tenía a quince centímetros de mi cara. Encima de su pezón izquierdo pude comprobar una levísima marca, que si no hubiese sido por lo cerca que lo tenía no lo hubiera detectado de ninguna manera.
Ni corto ni perezoso alargué mi mano derecha y coloqué la yema de mi dedo índice encima de esa mínima oscuridad en la piel moviéndolo en pequeños círculos sobre la misma. No hubo ninguna reacción en ella que seguía arropándome con el edredón.
-¿Te has visto ésto? -le dije.
Ella agachó la cabeza para mirarlo detenidamente. Luego se pasó un dedo por encima haciendo que apartara el mío.
-¡Ah! Ésto... sí seguro que fue al probarme el sujetador que me he comprado. Es de esos que se abrochan por delante y recuerdo que me pegué un pequeño pellizco, pero no es nada. Mañana habrá desaparecido -me largó toda la perorata sin cortarse un pelo.
No mostró ningún atisbo de inseguridad, seguía totalmente desnuda y ahora la quería ver otra vez por la espalda, necesitaba comprobar el color de sus nalgas, pero en seco.
Ella fue a tenderme para que estuviera más cómodo, pero si me dejaba así no podría ver su trasero con el detalle que yo necesitaba.
-Déjame echado sobre el cabecero, así noto que respiro mejor. Luego ya me tenderé cuando vaya a dormir -excusa perfecta teniendo en cuenta lo bajo de forma que estaba en esos momentos, pero yo nunca me rindo ni siquiera en esas circunstancias, así que me hizo caso arropándome nuevamente en esa postura.
En cuando se giró se fue al baño para terminar seguramente lo que yo interrumpí y por mucha atención que puse no fui capaz de apreciar esa diferencia que tanto me alarmó cuando se duchaba. Otra pista fallida, cosa que agradecía enormemente en mi interior y por supuesto también en el exterior, porque a ver que iba a hacer yo con esta pulmonía, con una maleta en mitad de la calle, de noche y con el frío que hacía.
Se ve que pensando esto último me quedé frito porque cuando desperté por la mañana creí que seguía sentado y que había dado una cabezada. En mi humildad reconocía que éstas pequeñas cosas te pasan para que todo el mundo vea que también soy humano y que hasta a mí me pueden pasar, raramente, pero me pasan.
Probé a levantarme sin hacer muchos aspavientos para no despertar a mi esposa, la muy ladina estaba callada pero seguro que despierta esperando que le sonara la alarma, eso sí viendo como su marido se había recuperado en una noche de una pulmonía de tercer grado, estaría orgullosa de mi fortaleza. Sentado en el borde de la cama después de un ímprobo esfuerzo, me volví condescendiente con una gran sonrisa para darle un apretón en su mano, se lo merecía por lo bien que supo atenderme en mi maltrecha salud. Como dijo el cura que nos casó nos teníamos que portar con mucho amor en las “duras y en las maduras”, bueno no lo oí bien porque había un niño llorando en la primera fila.
¡Ah! No estaba en la cama, así que retiré mi mano prudentemente no fuera a estar saliendo del baño y viera la tontería que estaba haciendo. Pero tampoco estaba en el baño y luego comprobé que ni en toda la casa. Por fin caí en mirar el reloj dándome cuenta que eran las once de la mañana. Me hacía falta un buen desayuno que me espabilara de una vez, tenía que superar la baja forma después de la enfermedad, que si a mí me había dejado un poco tocado, no sé qué le hubiera pasado al resto de mis amigos. Hasta sonreí malévolamente pensando en la comparación.
Media hora después me sentí recuperado y dispuesto a retomar con la decisión que me caracterizaba el asunto del chupeteador. Se fuera a creer éste que me había olvidado de él.
Primero llamé a mi oficina para tranquilizar a mis dos empleados que me tomaba el día libre. Primer punto resuelto. Después llamé a Mara, mi esposa, aclaro por si a alguno le cuesta asociar esta relación. La pobre siempre tenía mucho trabajo cuando la llamaba, así que solo le dije que ya me encontraba mejor y que ese día me quedaría en casa.
Las dos llamadas me dejaron una sensación de despreocupación por parte de ellos, como si les diera igual que me tomara una semana. Tonterías mías porque sé lo imprescindible que soy en sus día a día.
Y ahora tocaba pensar en lo que pasó la tarde-noche anterior y el punto donde me encontraba en mis investigaciones.
Lo que más me intrigó fue que apagara el móvil nada más salir de su trabajo. ¿Cual era el motivo? La verdad es que ni idea, igual lo apagó sin darse cuenta, no sería la primera vez y en cuanto a distinguir lo de apagado y quedarse sin batería, para ella era la misma cosa, siempre se decantaba por la segunda. O sea que ahí tampoco había ninguna pista.
Ahora me tocaba comprobar la compra del sujetador. Enseguida pude comprobar que no estaba en su ropero, sin embargo sí que vi tangas nuevos. Por deducción no tuve ninguna duda que hoy se había puesto el sujetador nuevo y que sí que había estado de compras la tarde anterior. Seguro que luego podría comprobar lo del sujetador nuevo del que me quedaba por comprobar que se abrochaba por delante.
Fui a ver la ropa sucia para lavar, pero solo quedaba la ropa oscura, todo lo demás había sido lavado ya.
¡Sin pistas! Otra vez casi partiendo de cero. Sin problemas, soy un tipo duro que nunca se amilana por pequeños problemas, aunque la verdad que el último casi me cuesta la vida.
¿Debería seguir investigando? Esa era la pregunta del millón. A ver, había que plantearlo desde tres puntos de vista.
Primero - El moratón era debido a que se había dado un culazo.
Segundo - El moratón se lo dio un cabrón o cabrona y ya no lo iba a repetir, que solo fue un desliz.
Tercero - El moratón se lo dio un cabrón o cabrona, con quien pensaba repetir.
El primer punto no me cuadraba con todas las señales que me mostró antes y después de ver el chupetón, así que descartado.
El segundo ya era más normal. Lo había probado una vez, se arrepintió pensando en el pedazo de hombre que podría perder con esos juegos peligrosos y ya no repetiría ni por asomo.
El tercero era muy improbable bajo mi punto de vista, si quisiera hacerlo de nuevo es porque después de una comparativa habría obtenido unos resultado erróneos, por supuesto, en cuyo caso sí que repetiría más tarde o más temprano. O bien, el resultado era correcto y yo era el ganador, pero no quería dejar de disfrutar también del perdedor de vez en cuando.
Desde luego prisas no tenía por lo que si se trataba de repetir la cita, se lo estaba tomando con calma y el chupador de culo estaría pensando en otros culitos mas accesibles.
Después de tanto análisis, mi decisión era que debía relajarme un poco, pero estaría atento a nuevos acontecimientos.
Pero al día siguiente se produjo ese nuevo acontecimiento ¿Sería definitivo?