No encuentro la prueba (Capítulo 3)
Fran sigue buscando la prueba de la infidelidad de Mara, pero le está costando trabajo encontrarla.
Capítulo 3
Tenía que seguir esperando y la llamada no se producía. Seguí con mi rutina de revisarlo todo, tanto el móvil como su ropa, sin olvidar el bolso.
En los memes de intercambio con su amiga Carla aparecieron más imágenes y vídeos similares al primero que borró, pero no eran de ninguna de ellas, aparte que se veían en casi todos las caras de los protagonistas. Me extrañaba la irrupción de repente de esos ficheros en el trasiego de sus mensajes, sin comentarios incriminatorios sobre lo que yo perseguía, todo eran risas, caras de asombro, de taparse los ojos, en fin, nada importante.
A mediados de la semana siguiente volví a recibir la ansiada y preocupante llamada de mi mujer avisándome de su tarde de chicas con Carla.
Esta vez me sobró algo más de tiempo para cambiar mi aspecto, por lo que a la hora prevista ya estaba otra vez en la misma terraza, con varios coches eléctricos a mi disposición por si era necesario alquilar uno.
Esta vez no hubo anulación, pudiendo comprobar cómo Mara salía tranquilamente de la agencia y se incorporaba a la acera mezclándose entre el bullicio de la gente no era poca. Enseguida comencé a seguirla a una distancia prudencial.
No veía que pudiera haber nada raro, aunque me puso en un aprieto porque en su deambular tuvo que cruzar dos semáforos de peatones. Yo me quedaba rezagado y cruzaba unos quince metros detrás de ella, no fuera a ser que se cambiaran a rojo y se me despistara. Pero como buen sabueso, nada de eso ocurrió y la pude seguir unos diez minutos hasta que entró en el pub donde se encontraría con Carla. Cerca había una parada de autobús con la típica marquesina que me sirvió para ocultarme tras ella. Desde allí no tenía problemas para controlar la puerta de entrada del pub.
En cinco minutos llegaba Carla sola. La ventana del pub no dejaba ver casi nada de lo que ocurría en su interior, por lo que o me arriesgaba a entrar con mi nueva apariencia o me quedaba donde estaba. Opté por ésto último porque no valía la pena arriesgarse, ellas estarían solas tomando una cerveza mientras hacían hora para irse a cenar.
Eso ocurrió media hora más tarde, pero no iban solas, les acompañaba un hombre de unos cuarenta años, pero en la puerta se despidieron de él que las besó en las mejillas antes de irse por otro lado. Estaba claro que ese hombre no tenía ninguna relación de amistad con ellas. Mara conocía a mucha gente de esa zona debido a la agencia de viajes, así que tampoco le di ninguna importancia a aquel encuentro. Luego andaron unos trescientos metros para dirigirse al restaurante que yo también conocía por las veces que habíamos estado los dos allí.
Ahí sí que las podía ver a través de las ventanas del restaurante que además hacía esquina, lo que me permitía moverme sin dejar de observarlas. Cuando vi que estaban en los postres, decidí dar la investigación por acabada. Sabía que en unos minutos ella iría por su coche para regresar a casa y yo tenía que llegar con margen mínimo de diez minutos.
Me estaba duchando cuando ella entraba en casa. Todo había salido perfecto, salvo que ese día se cumplió la segunda opción. ¿De verdad que podría haber otra? Había pasado más de un mes desde que le vi el pequeño moratón ¿Chupetón? Sin que ocurriera nada relevante, salvo los vídeos y la predisposición a mantener relaciones sexuales conmigo. Esos eran todos los indicios.
Dos días después observé que se llevaba otro tanga en el bolso, pero sabía que tenía la regla y era normal que se lo llevara como previsión por si necesitaba un repuesto. Tampoco en esos días iba a tener relaciones con nadie. A mí en esos días no me dejaba ni acercarme.
-Mara cielo, ¿Cómo te encuentras? -le pregunté porque sabía que estaría fastidiada.
-Regular, ya sabes lo mal que lo paso, pero bueno en unos días estaré otra vez disponible en el mercado -me soltó con una carcajada.
-¿Qué mercado? -le respondí-, tú solo tienes que estar disponible en mi tienda privada de ultramarinos, solo para mí -terminé indignado por semejante atrevimiento, pues enseguida lo relacioné con el chupador de culos, ese que me traía a mal vivir.
Al ver mi expresión volvió a reír y era raro porque en esos días siempre se encontraba casi de mal humor y pocas risas. Éstas eran una novedad.
-¿No te gustaría librarte de la regla nueve meses? -le espeté aún dolido.
-Lo tenemos hablado para el año que viene -me dijo con una gran sonrisa.
-Ya lo sé, pero si quieres nos adelantamos un año, tampoco es mucho.
-¿Quieres que deje las pastillas?
A mí me encantan los niños, mi hermana es más joven que nosotros y ya tiene dos críos preciosos y estoy seguro que pronto nos dirá que está esperando el tercero o tercera, porque lo que buscan es una niña.
-Mara mi vida me encantaría tener al menos dos niños corriendo por la casa, ya lo sabes, pero es verdad que lo hemos hablado para el próximo año y no te quiero agobiar, ni éste ni el próximo, ésto será siempre cosa de los dos, -le dije al tiempo que pensaba que el dilema estaba en quien la iba a dejar preñada. Vaya obsesión, es que el cabrón no se me iba de la cabeza y eso que no lo conocía todavía.
Se quedó unos segundos sopesando su repuesta, pero creo que de verdad no era el momento hablarlo.
-Déjalo anda, ya lo hablaremos otro día, vamos a dormir que es muy tarde.
-Fran ¿Tú me has sido infiel alguna vez?
¡Joderrrr! Con la preguntita. Yo un mes detrás de ella para ver si me la estaba pegando, con unas dudas diría que más que ostentosas, sin atreverme a coger el toro por los cuernos, nunca mejor dicho, hacerle un interrogatorio en primer grado con tortura china incluida... y va ella y me hace la pregunta que llevo un mes deseando hacerle yo.
-Jamás cielo, nunca te haría eso, ni se me pasa por la cabeza. Siempre te estoy diciendo que la única mujer de mi vida eres tú, solo te quiero a ti.
-¿Has tenido alguna oportunidad de hacerlo?
Otra en mitad de la frente, otra que lleva un mes en mi tintero deseando conocer su respuesta.
-No te voy a negar que alguna vez la he tenido, no me gusta decirlo, pero sabes que caigo bien a las chicas, por mi labia y sobre todo porque mantengo una buena figura. Mi madre se jacta siempre de eso, -le dije con una sonrisa precavida para no provocar sus celos, ya algo más distendido. Ella hizo un gesto con la boca como si arreara a una mula.
Luego se hizo un silencio entre los dos algo incómodo porque ninguno sabía cómo continuar esta conversación, pero los dos queríamos saber más.
-Mara ¿Tú me has sido infiel alguna vez?
Ella me miró muy seria negando con la cabeza muy despacio.
-Nunca, no sería capaz de hacerlo nunca.
Esa cara... esa respuesta... no se compaginaba la una con la otra, estaba seguro que no. Mi instinto no era que me lo susurrara, no, me lo estaba gritando. Creo que dudó incluso al responder, su respuesta no fue tan contundente como la mía ¿Otra prueba más que se amontonaba a las otras? Tenía que hacerle la segunda pregunta, era obvio que la hiciera, al menos se justificaba en compensación a la suya.
-¿Y has tenido oportunidad de hacerlo?
Otra duda en la respuesta que no resolvía favorablemente la mala impresión que me dio la primera.
-No mi amor, tampoco la he tenido porque nunca he dado pie a que otro hombre me proponga nada.
Respuesta perfecta en su contenido, pero ofreciendo numerosas dudas en cuando a la forma de expresarla.
-Mara, yo nunca consentiría que tú estuvieras con otro y creo que tú tampoco permitirías que yo estuviera con otra ¿Verdad? -aproveché para indagar algo más, ya que se había abierto la veda.
Alargó su mano derecha para pasarla por mi mejilla como si estuviera tocando al más santo de los mártires. Eso sí, no sabía si era por devoción o por las ganas de confesarlo todo y que saliera el sol por Antequera. Particularmente me inclinaría por lo segundo.
-No sé si sería capaz de permitirlo porque no me puedo plantear mi vida sin ti, cariño.
-Yo no podría Mara, eso es una línea roja que no podemos traspasar ninguno de los dos.
De pronto se abrazó a mí y comenzó a sollozar ¿Por amor? ¿O era arrepentimiento por lo que ya había hecho? El lloriqueo sería por lo de la regla, porque raramente lo hacía.
-Tranquila mi vida, relájate anda, -le decía mientras correspondía a su abrazo-, es tarde y tenemos que dormir princesa.
¡Qué falsa! Estaba claro que no podía con los remordimientos. Todas sus respuestas la delataban, ahora sí que estaba convencido y ya faltaba menos para pillarla, como dice el refrán se coge antes a un cojo que a una adúltera, o algo así.
Pasaban los días sin que se produjeran más salidas con su amiga, la verdad es que era lo habitual, solo quedaban muy de tarde en tarde.
Había días que hasta se me olvidaba inspeccionar su bolso, el móvil o incluso la ropa sucia. Estaba pensando que todo había sido una falsa alarma porque hasta el folleteo iba remitiendo, acompasándose a la media del último año. Claramente estaba bajando la guardia y eso con los propósitos que me había hecho a mí mismo era imperdonable.
Entonces recibí el aviso de que no iba a cenar esa noche, lo hizo por un mensaje y casi a la hora de salir, encima no le presté mucha atención. Cuando me di cuenta Mara llevaría quince minutos por lo menos en el pub.
Pero ¿Porqué me pasaban estas cosas a mí? A ver qué hacía ahora. Puse mi cerebro a trabajar como solo yo sabía hacerlo. Enseguida di con una solución que al menos me permitiría recuperar el terreno perdido contestando a su Whatsapp.
“ Perdona cielo, acabo de ver el mensaje. Seguro que ya estás en el pub con tu amiga. ”
“Y con el cabrón que te mordió”, me entraron ganas de añadir. Pero no lo hice porque no vendría a cuento, ya se descubriría ella por sí misma.
Pillé un coche de alquiler acercándome al pub a toda leche, o sea, casi mejor que me hubiese ido andando porque había un tráfico horroroso. Lo dejé lo más cerca que pude de donde estaban las dos y me fui detrás de la marquesina de la otra vez, ahora sin siquiera asomar la nariz porque iba disfrazado de mí mismo.
Eché un vistazo al móvil para ver la respuesta a mi mensaje, pero ¡Joder! Es que ni lo había leído.
Eso suele ocurrir cuando estás con una amiga charla que te charla, poniéndose las dos al día de todos... bueno los hombres hablamos de fútbol y de política, pero estaba seguro que ellas hablarían de otras cosas porque a Mara no le gustaba el fútbol.
Encima con las prisas me había dejado el abrigo en la oficina y estaba pasando un frío de cojones. Seguro que estaba llamando la atención por lo mucho que me frotaba los brazos con las manos, en medio de la calle, sin intentar llegar a un refugio más abrigado.
Pasaba la hora clásica para irse a cenar y no salían del pub. Miraba con más ahínco que nunca la puerta deseando que se fueran a cenar, porque estaba a punto de coger una pulmonía. En cuanto entraran al restaurante me iría a casa.
Pero las cabronas no salían y ya se estaba haciendo tarde para la cena. Esperé diez minutos más encogido, tiritando, agarrando las solapas de la chaqueta para tratar de cerrarlas sobre mi pecho, pero nada. Tampoco me podía acercar con mi primera apariencia.
¡Qué tonto por favor! Seguro que se habían ido a otro sitio a tomar las cervezas y ya llevarían un buen rato cenando en el restaurante de siempre. Enderecé mis pasos hacia éste último sabiendo que las vería sin problemas a través de los cristales de una de las dos ventanas. Me entraron ganas de pegar una carrera, no para llegar antes, sino para recuperar algo de calor antes de quedarme tieso de frío en la calle.
En cuanto llegué ojeé la primera ventana, pero se ve que se sentaron en el otro lado, así que avancé más por la acera contraria para verlas. Enseguida me di cuenta que no había mirado bien en la primera ventana porque en ésta no estaban. Retrocedí rápidamente sobre mis pasos para fijarme ahora bien, como tenía que haber hecho la primera vez, pero se ve que aún no habían llegado porque tampoco estaban allí, así que me escondí rápidamente en un portal cercano, no fuera a ser que me pillaran al llegar.
Media hora más tarde comprendí que se me había ido la oportunidad de mi vida de pillarla en malas compañías, de conocer al cabrón ese que le chupeteaba el culo a mi mujer. Me di por vencido al fin, paré un taxi que pasaba por allí, le pedí que pusiera la calefacción al máximo y nos dirigimos a donde se encontraba mi coche. Veinte minutos después entraba al parking vacío de mi casa.
Mi esposa no había llegado aún y era lo normal, si se cumplía su rutina de siempre, lo haría casi una hora más tarde.
Tenía el cuerpo cortado por el frío que pasé toda la tarde, sobre todo cuando anocheció. Me preparé una infusión muy caliente y me tomé un paracetamol y medio. Estaba tan malhumorado que no quise cenar nada. Sabía que tenía que hacer algo, dejé elucubrar a mi cabeza para que me ofreciera espontáneamente cual era el siguiente paso que tenía que dar, porque yo solo tenía cuerpo para meterme en la cama y abrigarme con siete edredones, a ver si le daba calor a mis lastimosos huesos.
¡Una llamada! ¿No? Pues claro, eso era, tenía que llamar a mi mujer para saber donde estaba. Menos mal que mi mente era la más aguda de todos los amigos que conocía. Agarré el móvil buscando frenéticamente el contacto de Mara... supe frenarme casi cuando estaba a punto de tocar con mi dedo la carita de mi sonriente esposa.
¿Pero qué le iba a decir? Tenía otro problema insalvable delante de mí. No le podía preguntar donde se había metido porque sabía que no había estado ni en el pub, ni en el restaurante, se daría cuenta enseguida que la había intentado espiar. Ahora tenía sudores, muy fríos, pero los tenía. Tampoco le iba a pedir que me dijera donde había puesto el microondas. ¡Joder! Estaba fatal y no discurría bien, pero era por la mala tarde que pasé, porque en condiciones normales yo siempre encuentro soluciones a todos los problemas que se me presentan.
Como no estaba fresco para eso, no sé, porque fresco sí que estaba, pues nada, de perdío al río y pulsé la carita sonriente de mi mujer. Le di libertad a mis acertadas improvisaciones, sabiendo que en unos momentos ella misma me diría donde estaba después de una conversación lógica, con naturalidad y fluida.
No había dado ni un tono de llamada cuando la voz de una robot me informó que el número al que llamaba no estaba disponible. ¡Será guarra la muy puta! Me lo soltó tan tranquila mientras yo hecho un manojo de nervios, apretaba el móvil con intención de ahogarlo.
Me arrastré hasta la escalera para subir a nuestro dormitorio, ni siquiera recuerdo si me metí en la cama vestido. Solo quería abrigarme...