No encuentro la prueba (Capítulo 2)

Soy Fran y estoy a punto de pillar a Mara, mi mujer

Capítulo 2

Pasaban los días y todo seguía igual, de lo cual me alegraba mucho, así podría seguir disfrutando un tiempo más de mi preciosa mujer. De todos modos yo no dejaba de investigar el móvil, su bolso, la ropa limpia y la de lavar. Creía que estaba haciendo un trabajo escrupuloso e infalible, si había algún pequeño desliz estaba preparadísimo para detectarlo al instante.

La prueba que seguía ahí delante mía y que no me importaba que se hiciera más evidente aún era la de sus ansias por follar conmigo, esa no decaía, todo lo contrario, parecía que se hacía más patente con el paso de los días. ¿Sería que se estaba aproximando otra cita con el chupador de culos? No lo descartaba y tenía encendida todas mis alarmas.

Era curioso que salvo aquellos primeros días en que hizo tantos esfuerzos porque no la viera desnuda, sobre todo por la parte de atrás donde tenía el chupetón traidor, el resto de los días hasta el presente no había día en que no la viera como su madre la trajo al mundo, unos más y otros menos, pero sin ningún recato por su parte. Esta era otra prueba que se acumulaba al montón que ya tenía en el dosier del caso.

Tanto se retrasaba la llamada de marras, que me dio tiempo más que de sobra para plantearme las posibles direcciones que podría tomar el caso.

1 - Me llamaba, pero en vez de irse con Carla lo hacía directamente con su amigo a un hotel o a la casa de él.

2 - Se iba con Carla y hacía lo de siempre.

3 - Se iba con Carla, pero directamente a acostarse con ella.

4 - Se iba con Carla que la acompañaba a su casa o a un hotel y allí se vería con el amigo para hacer un trío o lo que sea, incluido que Carla se fuera y los dejara solos.

Estaba claro que la única opción que la exculparía sería la segunda, sin embargo la tercera era grave pero no se acostaría con un tío. Las más graves eran la primera y la cuarta. La primera era definitiva pues irían directamente a echar un polvo. La cuarta volvía a tener la posibilidad de que el polvo lo echara Carla con el amigo de ambas y ella solo interactuara con su amiga, vamos que no follaría con él. Ésta posibilidad estaría más cerca de la tercera opción. Pero si ella también disfrutaba de la follada, pues estaríamos como en la primera.

Menudo follón entre opciones, criterios y especulaciones, seguro que os he liado, pero no preocuparos porque lo importante es que en mi cabeza estaba muy claro. Todo esto basado en un moratón en la nalga izquierda de mi esposa que pude apreciar de refilón unos escasos dos segundos. A veces me preguntaba si todo eso no eran paranoias mías, quizás debería olvidarme de todo y seguir como si nada hubiera pasado, si acaso ya se presentarían nuevos indicios en un futuro si de verdad me estaba siendo infiel.

Pero, ¡Oh casualidad! Esa tarde me llamó Mara.

-Hola cariño, dime -la saludé con mucha tranquilidad y el corazón a galope tendido.

-Hola Fran, mi amor, te llamo para avisarte que hoy he quedado con Carla, ya sabes.

Su voz había sonado tan despreocupada como siempre, yo sabía que era una artista en esas lides pero que a mí no me iba a engañar, menudo era yo para eso. Yo sí que estaba preparado para esa llamada, lo llevaba haciendo desde hacía tres semanas y hoy se lo iba a demostrar.

-Claro preciosa, ¿Entonces vas solo con ella? -le dije arrepintiéndome de inmediato de haber soltado esta pregunta.

-Como siempre, no sé porqué me preguntas eso, ¿Con quien vamos a ir si no? -me respondió algo mosqueada.

-Sí Mara, es que me has pillado en medio de una propuesta y ni sabía qué te decía. Que lo pases bien, luego nos vemos cielo, -le contesté intentando arreglar mi metedura de pata. Solo me faltó preguntarle si iba el chupador de su culo, parecía mentira con lo sagaz que soy para estas cosas.

-Está bien, hasta luego mi amor -se despidió en un tono más distendido.

Miré el reloj viendo que en menos de una hora tenía que estar en mi puesto de observación para verla salir de la agencia. ¡Joder! Pues a correr se ha dicho, así que apenas sin despedirme de mis empleados salí pitando para el trastero de mi casa y digo trastero, porque era allí donde tenía mi disfraz para transformarme en Fran-dos, ese que ni mi esposa consiguió reconocer. Estaba tan orgulloso de mis aptitudes, que hasta no me di cuenta de que lo que podía averiguar esa tarde, podría suponer el final de mi matrimonio.

No sé cómo, pero allí estaba por fin a la hora prevista, observando desde la terraza de una cafetería la puerta de entrada al local. La distancia era de unos cincuenta metros, lo cual era bueno para que no se fijara en mí, además que tenía localizado un par de coches eléctricos de alquiler a pocos metros de donde yo me ubicaba. Estaba casi eufórico por lo bien que me salía todo con una precisión cronométrica. Si mi negocio dejara de funcionar ya tenía cómo me podría ganar la vida. Sería un gran detective privado, especialista sobre todo en buscar pruebas de mujeres infieles.

Al minuto sonó mi móvil con una llamada entrante. Craso error. El móvil debería tener el sonido quitado, menos mal que no estaba junto a las dos amigas, porque hasta tengo un sonido especial para las llamadas de mi mujer que ella conocía perfectamente.

¿Mi mujer? ¿Me estaba llamando mi mujer? Casi se me cae el móvil al suelo al intentar sacarlo de aquel jodido bolsillo de la cazadora. No estaba acostumbrado a ese bolsillo, que además tenía el forro descosido haciendo que el móvil casi se escabullera más profundamente.

-Hola Mara, ¿Pasa algo? -le pregunté casi saliéndome un gallo al hacerlo. Tendría que dominarme, aunque en esta ocasión estaba justificado porque era a mi mujer a la que vigilaba.

-No, nada, que Carla al final no ha podido venir, así que me voy para la casa.

¡Joder! Y yo con esas pintas y casi al mismo tiempo que ella para llegar a mi casa, tendría que correr más que mi esposa, así que me levanté de un salto y ya me dirigía con paso rápido a recoger mi coche.

-¡Ah!, vale, pues yo estoy saliendo también para la casa, bueno allí nos vemos -le dije casi en un ahogo.

-Vale... ¿Te pasa algo? Te noto como alterado -me dijo la muy ladina.

-No, que casi tropiezo con el bordillo de la acera, -respondí ahora sí más dueño de mí mismo, con mucho más aplomo. La respuesta demostraba cómo dominaba la escena.

-Entonces ahora te veo -me dijo como aceptando que yo no tenía arreglo. Luego cortó la llamada.

Casi corrí en busca de mi coche, durante el trayecto a casa me iba quitando el peluquín, la barba y hasta la cazadora en un semáforo en rojo. No lo intenté con las lentillas porque con los nervios podría terminar quedándome ciego.

Por fin llegué a casa consiguiéndolo con casi quince minutos sobre el tiempo de ella, suficiente para volver a recuperar mi personalidad de siempre.

Cuando la oí llegar, yo mismo me ofrecí con los gestos de mis manos a que realizara una buena maniobra de aparcamiento tras mi coche. Tanta amabilidad la volvió a mosquear. La verdad es que nunca me había preocupado por esa maniobra que  hacía mejor que yo. Me faltaba algo de práctica en mostrar naturalidad, eso era todo. Tomaría buena nota de aquella pequeña anécdota.

-¿Qué ha pasado con Carla cielo? -le pregunté.

-Lo de siempre, que la ha llamado un chico al que le tenía ganas, ya sabes. Quedaremos para otro día, tardes hay muchas para nosotras, -me respondió con una gran sonrisa-, ¿Y ésta chamarreta? -me dijo haciendo que mirara la cazadora que había en el asiento del acompañante de mi coche.

¡Coñoooo!... Otra metedura de pata. Me lo había llevado todo y lo más grande lo dejé olvidado. Tenía que buscar una coartada inmediatamente, además mostrando naturalidad, cosa que iba a ser muy difícil porque ya tenía la cazadora cogida por las hombreras con los brazos estirados mirándola de arriba abajo.

-Es de Alvarito que se la dejó atrás cuando fuimos a ver una vivienda. La he puesto ahí delante para que no se me olvidara dársela mañana -le dije como renegando de la poca cabeza de mi empleado.

La miró algo más haciéndola girar para verla por detrás también, luego la volvió a dejar en el asiento del coche.

-Ya, por eso me suena, se la habré visto alguna vez -me respondió subiendo ya las escaleras de acceso a la primera planta de la casa.

¡Seré gilipollas! Sabiendo que Mara tiene memoria fotográfica ¿Cómo se me ocurrió cruzarme con ella en la acera? Capaz era de haberse quedado también con toda mi apariencia al completo. Tendría que rehacer todo el equipamiento. Ya no me fiaba de ése. Menos mal que no hubo cita porque mi esposa era capaz de identificarme con el capullo que casi tropezó con ella hacía unos días.

Vaya tarde, todo había salido mal y no fue peor gracias a mis habilidades y a mi serenidad para hacer frente a tantas adversidades.

Tuve que esperar a que se duchara para hacerme cargo del móvil. Efectivamente allí estaban los mensajes de Carla citándola para quedar esa tarde y una llamada que le hizo justo antes de acabar la jornada de trabajo. Seguí investigando y me extrañó un pequeño vídeo de una polla en primer plano, mientras una mano de mujer le pajeaba a buen ritmo buscando su eyaculación, cosa que se produjo enseguida. Su duración era de 17 segundos y se encontraba en la carpeta de vídeos del Whatsapp. Investigué los mensajes para ver que lo había enviada Carla. ¿Era un meme sin más transcendencia? Mara había respondido con el emoticono de “ me gusta”. No había más textos de ninguna de las dos. Volví a verlo pero tuve que dejar el móvil en su sitio porque Mara salía de la ducha.

¿Sería aquella polla la del chupador de culos? Y aquella mano ¿De quién podría ser? Ahora no la recordaba bien, solo que las uñas estaban pintadas en color rojo, lo que descartaba a mi mujer, ella nunca se las pintaba de ese color. Tendría que pasarme el vídeo a mi móvil para analizarlo como yo solo era capaz de hacerlo.

Duchados los dos, nos fuimos al salón a ver un poco la tele mientras hacíamos hora para prepararnos la cena. Ella estaba echada sobre el brazo del sofá que era muy ancho, con las piernas extendidas llegando sus pies casi a tocar mis muslos. Yo aprovechaba para acariciar sus piernas mientras seguía atento a la tele y sobre todo al móvil que tenía entre sus dos manos, súper cogido como si no quisiese que se le cayera por error. ¿Estaría viendo el vídeo de nuevo? Sonar no sonaba nada ni siquiera los clásicos pitidos de las teclas, por lo que supuse que había quitado el sonido o bajado al máximo, mis deducciones me salían espontáneamente desde dentro, como el lince que siempre he demostrado ser. Lo que ella no sabía era que mientras se aseara mañana para irse al trabajo, yo me lo iba a copiar para estudiarlo a fondo.

Luego lo abandonó sobre la mesita para acercarse a mí. Enseguida metió su mano derecha entre mis muslos para no dejar de acariciármelos hasta subir al sitio donde los hombres tenemos el miembro viril, en este caso flácido y recatado dentro del bóxer, que era la única prenda que cubría mi anatomía. Ella vestía igual que yo, bueno lo suyo era un tanga, os lo aclaro por si alguno de vosotros tiene dificultades para comprender esas sutilezas. No contenta con acariciar el bóxer, agregó el aliciente de introducir su mano por la cinturilla del mismo agarrando el flácido cilindro de carne maleable, sabiendo la cabrona que eso iba a pasar en un momento a una textura de mayor dureza, más si subía y bajaba su mano con esa cadencia que a cualquiera lo pone súper feliz.

Yo para no ser menos, le repliqué las caricias metiéndole la mano por encima del tanga, accediendo a un chochete muy jugoso, sorprendentemente fluido sin apenas haberlo tocado. Eso me confirmaba lo que mi instinto me avisaba hacía un momento, acababa de ver el vídeo de la paja y se había puesto cachonda. Desde luego a cada momento iba mejorando en mis deducciones, lo cual me iba acercando a dar con la persona que había osado chupetear el culito de mi mujer. Pero ahora tocaba otra cosa mucho más placentera.

El trabajo manual en mi rabo me estaba poniendo  muy belicoso y en un arrebato que me salió del fondo, creo que de mi alma, la cogí por la cintura para sentarla a horcajadas frente a mí.

-Joder qué brutito, ¿No? -me dijo con esa sonrisa picarona que suele emplear en los momentos álgidos.

Le di un morreo muy “ brutote ” para cortarle la tontería del diminutivo. Yo soy muy macho para estas cosas, lo siento, pero no sé portarme de otra manera cuando estoy lanzado. A los pocos minutos la tendí en la posición en la que estaba antes de provocarme, le quité las bragas, me deshice del bóxer y me dispuse a clavársela como haría el vikingo ese de Netflix con cara de malo.

Que bien lo estábamos pasando los dos, qué bonito todo, ella gemía cada vez más alto gracias a aquellos empellones que le propinaba desde mis ágiles caderas. Los dos estábamos a un milímetro de corrernos, la iba a llenar de leche hasta que le saliera la lefa por las orejas.

-¡Espera! -me sorprendió como si en un descuido le hubiese metido diez centímetros de más-, no te corras túuuu... aaahhh...

Me quedé cortado sin saber porqué me pedía eso, si lo que más me gustaba era liberarme dentro de su chochito y si era un escalón superior, en su culito. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para aguantar mi corrida mientras ella se despendolaba dando gritos y jadeos disfrutando del gran orgasmo que yo fui capaz de propiciarle con mi tranca. Luego la dejé terminar sin dejar de penetrarla muy suavemente para que le durara lo más posible. Al final me acerqué a su boquita para seguir besándola, que viera lo tierno que podía llegar a ser en esos momentos a pesar de lo bruto y duro conque la sacudía cuando hacía falta. Ella no dejaba de agradecerme el gran momento que le acababa de dar con numerosos picos en mis ojos, nariz y boca. La verdad es que no sé para qué quería un chupador de culos si yo era una máquina dándole placer.

Quise arremeter de nuevo, pues ni siquiera la había sacado de aquel agujero delicioso, pero no me dejó. Hizo que me saliera de ese confort para que me sentara en el sofá con las piernas muy separadas, situándose de rodillas entre ellas y preparándose para una gran mamada. Joder qué bueno, ya hacía tiempo que no lo hacía y lo estaba deseando. Sin embargo no terminaba de chuparla, solo me besaba la punta del glande, todo lo más era que sacaba su lengua para dar vueltas alrededor del mismo, pero vamos de chuparla parecía que iba a ser que no. Lo que sí incrementó fue el ritmo de la paja hasta un punto que ya no pude, ni quise parar. Ella siguió dándome sin descanso, pero su cuerpo se echó más atrás para coger otra perspectiva de mi eyaculación inminente. Me estaba corriendo como un descosido cuando un flash traspasó mi mente prodigiosa. Mara quería reproducir conmigo lo que había visto en el vídeo, eso era seguro, pero bueno yo me seguía corriendo demostrándole que el que lo hacía en el vídeo era un simple aficionado comparado conmigo. La prueba era que tenía toda la cara cruzada por un disparo potente de lefa de los que hacían época y unos pocos en sus preciosas tetitas. Los últimos estertores se descolgaban por su manita que no era capaz de abarcar mi grueso miembro.

-Espera un poco -me dijo mientras iba al aseo para regresar con una toalla con la que primero se terminaba de limpiar ella misma y luego todo aquel estropicio sobre mis partes íntimas, sofá y alfombra.

No habíamos terminado como yo quería, pero cuando deduje la razón comprendí que ver cómo respondía yo a esos deseos, tenía que ser una pasada de súper erotismo para ella. Lógicamente había quedado como el campeón que siempre he sido.

Ahora sí que tenía mucho más interés en hacerme con ese vídeo. Me lo traspasaría a mi móvil por el bluetooth, faltaría más, así no se enteraría de nada porque no iba a dejar ningún rastro. Seguro que la mano era la de Carla y el cipote el del trío que hicieron en su casa. Mi cerebro trabajaba ya a destajo sobre la pista definitiva. Si me la estaban pegando lo iba a descubrir pillándoles en un pispás.

Estábamos en la cocina limpiando los platos para irlos poniendo en el lavavajillas, ella se encontraba de pie frente al fregadero mientras yo le iba alargando los cubiertos que acabábamos de usar para cenar. Con el último plato que le entregaba volví a fijarme en su adorable culo que el tanga no ocultaba. Eso era una provocación para mis instintos primarios, o sea, a los que tuve la primera vez que la vi en la biblioteca.

Cuando me liberé del plato, la así por la cintura colocando mi paquete entre aquellos glúteos pecaminosos, restregándome en ellos, comenzando a darle mordisquitos en su cuello, en los lóbulos, en los hombros, acompañados por besos en sus mejillas. A mí me ponía mucho haber quedado el número uno comparado con el capullo del vídeo, que además tenía una polla de lo más normalita y una eyaculación de dos tiritos como mucho, nada que ver con la potencia y el descaro de los disparos que salieron de mi gordo nabo. Al parecer a ella tampoco se le iba de la cabeza lo que acababa de ver hacía una hora, entendiendo que lo que tenía en casa no lo mejoraba aquel cipotín ni de lejos. Vamos que seguro que pensó que no repetiría en la vida aquel desliz.

La tenía súper entregada por las muestras de deseo que de ella afloraban. Cuando lo tenía todo a mi favor forzó su culo hacia atrás con un golpe seco para que me despegara de él, marchándose a nuestro dormitorio y disponerse a dormir. El polvo con apoyo en la encimera se había ido al traste, qué desilusión, joder.

Yo me quedé un poco más en el salón para pensar en los siguientes pasos a dar después del desbarajuste de esa tarde. Lo primero que tenía que hacer era desembarazarme de la cazadora y la sudadera, que tiraría en el contenedor de ropa usada que había cerca de mi inmobiliaria. El pantalón americano no tenía ningún problema. Me acercaría otra vez a la tienda de segunda mano para reponer esas prendas junto con unos botines porque sin darme cuenta, esa tarde acudí con los zapatos que usaba siempre con el traje. También tendría que cambiar las gafas, el peluquín y la barba.

Después de tomar nota mental de todos esos cambios, agarré el móvil para buscar imágenes de Carla por si podía seleccionar imágenes suyas donde se vieran sus manos. Localicé unas cuantas que copié a una nueva carpeta para tenerlas más accesibles, en ninguna de ellas se veían sus uñas pintadas de rojo, pero seguro que algún detalle de ellas me valdrían para identificar las del vídeo, sobre todo con la posibilidad de aplicar el zoom.

Sabía que si lograba averiguar que era la mano de Carla, tampoco sería una prueba concluyente porque podía ser de uno de los que se tiraba en su casa a lo largo del mes, pero sería también una prueba de que intentaba calentar a mi Mara para que me traicionase. Sería la mejor de sus venganzas por todo el “ daño ” que le hice.

Poco más tarde me subí para irme a dormir con mi esposa, lo que más quería en esta vida, qué pena que todo tuviera que acabar tan mal entre nosotros. Cuando todo terminara, no sabía cómo iba a vivir sin ella y sobre todo, no soportaría que otro cabrón pusiera las manos o lo que fuera, en el culito de mi mujer.

Pero ¿Y ella? Sabía que si me enteraba de una infidelidad por su parte, nuestra relación se rompería en mil pedazos. A lo largo de tantos años de convivencia esos temas habían salido alguna vez a la luz, en plan serio o entre bromas y carantoñas, los dos sabemos que no íbamos a permitir una infidelidad por parte de ninguno.

Llegué al dormitorio y la encontré ya dormida. No quise pensar en nada más y me dispuse a dormir.

En cuanto se fue al aseo para arreglarse, cogí su móvil y me dispuse a traspasarme el famoso vídeo al mío, craso error de nuevo, el vídeo no estaba por ninguna parte, había sido borrado de todos los sitios. Sabía que le podía instalar un programa que recupera los archivos borrados, pero era posible que me pillara porque podría salir en cualquier momento del aseo, tampoco merecía tanto la pena. Mara no era la que pajeaba esa polla y eso era suficiente para dejarlo ir. Ya se presentarían otras oportunidades, si es que era verdad que me la pegaba, porque cada vez tenía más dudas.

Estaba claro que lo borró cuando vio que no valía la pena disponer de esa birria en el móvil, teniendo en casa lo que había visto en vivo, además que lo podía ver tantas veces como quisiera.

A media mañana ya tenía resuelta mi nueva apariencia, incluso adquirí hasta tres distintas por si la cosa se prolongaba más de la cuenta.