No encuentro la prueba (Capítulo 15)
Fran se instala en su casa después de irse Mara, pero no pierden el contacto.
Capítulo 15
Cuatro días después me llegué a la casa entrando directamente por el garaje. Como suponía no estaba el coche de Mara y tanto el parking como el trastero estaban como siempre. Subí a ver la vivienda llevándome la misma impresión, incluso creo que estaban todos los marcos conteniendo nuestras fotos de la boda. Subí a nuestro dormitorio y lo primero que hice fue abrir nuestro armario. Estaba vacío, no sé si más de lo que yo me sentía en aquellos momentos.
En el aseo no quedaba nada ni de ella, ni mío lógicamente. Estaba claro, se había marchado definitivamente, ya podía empezar a disfrutar la casa según se me antojara, pero no se me antojaba nada. Aquella casa sin ella no tenía ningún atractivo para mí. Llegué a la conclusión que lo mejor sería venderla, pero cuando se fuera con el italiano, cuando ya no tuviera remedio la cosa.
Estaba seguro de que si yo le pedía que se quedara conmigo, ella lo haría, porque si hubo algo que me dejó claro la otra noche era que me seguía queriendo. Sus besos, sus arrumacos, sus te quiero solo de su bando en los momentos más álgidos de nuestro encuentro, la delataron.
Pero yo soy un tipo duro, no podía dejar que me chantajeara acuciándome a una respuesta en 23 días, ya solo 19 ¡Me cachis!. Si pensaba que con el italiano su vida iba a ser un camino de rosas, la dejaría marchar y ya encontraría yo a una chica formal, tres años menor que yo, el pelo rizado, culito hermoso, buen carácter, que me entendiera... ¡Joder! Me estaba liando otra vez. Según dice todo el mundo esa chica se presentará delante mía el día que menos me lo espere. Pues a ver si era antes de que me jubilase. Allí no tenía nada que hacer por el momento, así que cerré todo, monté en mi coche y me marché.
Cuando iba por la esquina de la calle me di cuenta que no había mirado donde Mara deja las llaves cuando vuelve a casa, así que en la glorieta giré en redondo y volví a la casa. Las llaves no estaban allí, tampoco en el resto de la casa. Volví a coger el coche y esa noche ya estaba instalado en mi adosado después de dos viajes a casa de mi madre.
Sabía que si volvía para dejar las llaves, lo haría por la tarde después de su trabajo, aunque tuve que anular dos sesiones de gimnasio para pillarla de casualidad a los tres días de estar instalado, ya no la esperaba porque era viernes.
-Hola Mara -le dije dándoles dos besos en las mejillas.
-Hola Fran ¿Ya estás viviendo aquí? -me preguntó al verme con ropa de andar por casa, un partido de fútbol en la tele, una cerveza a medio tomar y un platito con varias aceitunas, que llevaban tres días encima de la mesita del salón.
-Sí, bueno, es que en casa de mi madre no había sitio para el ordenador, la habitación me quedaba pequeña, ya sabes, -la excusa la tenía bien estudiada.
-Ah, claro... pues nada, venía solo a devolverte las llaves, -me dijo mientras abría su bolso y metía allí su mano derecha rebuscando entre las mil cosas que siempre llevaba dentro.
-¿A ver si te las has dejado en casa de tus padres? Si es así, me las devuelves otro día Mara, sin problemas.
Al final se fue a la encimera de la cocina y volcó todo el contenido del bolso. Allí había de todo, hasta un preservativo en su envoltorio. ¿Un preservativo? ¿Con quien lo iba a usar? Sería con el Enzo de los cojones claro. Lo más curioso es que enseguida lo tapó con su mano derecha mientras seguía revolviendo entre todas las cosas, pero allí no estaban las llaves.
-Qué raro, si estaba segura que las había echado en el bolso antes de salir de casa de mis padres, -me dijo muy apenada, el lunes te las traeré entonces.
-Claro, cuando tú quieras pero el lunes no tengo gimnasio y estaría bien, por si tenemos que comentar algo, ¿No? -le dije deseando que me dijera que era una buena idea.
-Eh, sí, sí, el lunes estará bien, ya te digo -me decía mientras iba rellenando el bolso que no sabía cómo iba a poder cerrarlo. Y el preservativo no lo vi más, eso era una novedad porque nunca lo llevaba cuando yo la espiaba.
-Iba a tomar un café, ¿Quieres que te ponga otro? -la invité para que no se fuera tan pronto, a ver si me decía algo del mamón italiano.
-Vale, no tengo nada que hacer y mañana es sábado, -¿Me acababa de insinuar que estaba dispuesta a pasar la noche conmigo? -no le pongas azúcar, ya se la pongo yo.
Cuando terminé de hacerlos le acerqué el azucarero y miré a ver qué hacía. Solo se puso media cucharadita, cuando siempre se ponía dos bien colmadas.
-¿No lo pones en almíbar como siempre? -le pregunté extrañado.
-Últimamente me gusta más así, además es más sano -se lo habría recomendado el milanés, me jodía porque a mí en diez años no me hizo ni caso.
-Mejor nos lo llevamos al salón ¿Qué te parece? Allí estaremos más cómodos, -en la cocina no le iba a poder tirar de la guita, había poco filing allí.
-¿Estás saliendo ya con tu italiano? -le pregunté de forma directa nada más sentarnos juntos en el sofá.
-Ya te dije que le di un plazo para pensármelo, ahora me quedan 16 días para decidir qué hacer. Tampoco te he dicho que mi decisión va a ser la de irme con él. Es que no lo sé todavía Fran.
Nos quedamos unos segundos en silencio sopesando cómo expresar al otro lo que estábamos pensando cada uno.
-¿Tú quieres que me vaya con él? -me hizo la pregunta al revés porque lo que quería saber de verdad es si yo estaba dispuesto a volver con ella.
-Mujer, yo quisiera verte por aquí siempre, tenerte cerca de mí, pero comprendo que estamos separados y que tenemos que rehacer nuestras vidas. -le respondí casi como el otro día-, ¿Y tú, qué te gustaría hacer a ti?
-Sabes que si le he dado un tiempo a Enzo para pensarlo es porque dependo de ti Fran, tú eres mi prioridad, -joder pues ya me lo ha dicho, más claro, agua.
-Me pusiste los cuernos ¡Joder Mara!, no sé cuántas veces, ni por qué lo hiciste, ni si lo vas a seguir haciendo, es un asunto de confianza, mi problema principal soy yo mismo.
-¿Y eso porqué Fran? Yo te puedo asegurar... -no la dejé terminar.
-Lo siento Mara, nunca voy a poder olvidar lo que hiciste, te juro que te he perdonado, pero no lo puedo olvidar. En mi cabeza se reproducen imágenes de ti con esos tíos y no lo soporto.
-Sabes que llevo un año sin tener sexo con nadie, salvo lo que hicimos hace una semana los dos. Podríamos probar un tiempo y si ves que no puede ser, lo dejamos definitivamente.
-No tengo derecho a que por mi culpa dejes pasar la oportunidad que te ofrece este italiano -le tuve que dar una respuesta más contundente para que no siguiera con lo mismo.
-¿Puedo quedarme esta noche contigo? -me soltó de sopetón, cuando creía que me iba a mandar a hacer puñetas.
-Si quieres te puedes quedar todo el fin de semana, ¿Tienes algún compromiso?
-No, pero solo me quedaré hasta mañana después de comer, no me puedo acostumbrar a tenerte a mi lado si después no va a poder ser.
De momento la acerqué a mí para darnos un beso suave como dice Elvis Crespo, suavemente, ¡Qué maravilla! Que bien sabemos besarnos los dos y qué pena que se la lleve el mafioso cabrón. Si por lo menos se casara con alguien de por aquí, a lo mejor podríamos disfrutar de nuestros cuerpos de vez en cuando, ¿Pero cómo iba a ir yo a Milán? ¿Cómo me justificaría? Pasaba por aquí y me he llegado a ver cómo estás tú y tus tres hijos con el cuarto en camino... Tengo que dejar de pensar en ese tío porque se me está arrugando la pirula, ¡Coño!
-He comprado una caja de preservativos por si quedábamos otra vez los dos, pero me he traído solo uno -hombre, ahí estaba la justificación del condón en el bolso, que bien, al final era para mí, lo voy a dejar ahí, ya he dicho que no voy a pensar más en el otro-, es que llevo un año sin tomar la píldora.
-No te preocupes que yo tengo varias cajas en el dormitorio, por si volvíamos a tener sexo, -donde las dan las toman, ¿Un año sin tomar la píldora? A veces estoy tardío en reaccionar a lo que me dicen-, pero Mara que hace una semana me corrí diez veces dentro de ti.
-No te preocupes porque no estaba en mis momentos fértiles, lo he comprobado, -menos mal, qué susto me había llevado-, en estos días sí que tengo que tener cuidado.
A partir de ahí nos dejamos de charlas y nos pusimos a la faena, estábamos insaciables porque no sabíamos si aquella noche iba a ser la última que pasábamos juntos. La verdad es que tenía un pellizco en la boca del estómago pensando en que nos estábamos despidiendo. Tan atareados estábamos que tuvimos que pedir unas pizzas porque no dedicamos tiempo a hacernos de comer.
-Bueno cielo, -me dedicó este calificativo que era el enésimo desde que empezamos a follar como locos la tarde anterior-, me voy, el lunes te traigo las llaves.
-Te vas porque quieres, pero vamos que si el lunes vienes dispuesta, te puedes quedar hasta después de cenar ¿No? -la verdad es que no quería admitir que lo nuestro había terminado.
Esa tarde me llamó Sebas para quedar otra vez con el grupo de amigas, ya no hacía falta que investigara a donde iban a quedar, ahora era Carla la que le decía adonde irían. El cabrón le cogió el gustillo a la zorra madre. Al final, entre ver un partido en la tele yo solo o irme con las chicas a ver cual me tiraba esa noche, preferí lo segundo que era más divertido.
El punto de encuentro inicialmente fue un disco-pub de la zona, bien ambientado, con música más baja de volumen para que la gente pudiera conversar sin dar gritos en la oreja del otro. Nos sentamos Sebas y yo en una mesa reservada para los siete que habíamos quedado.
-¿Oye por qué no te vas hoy con Carla y yo me voy con Cati? -me decía mi amigo-, porque ésta lo que quiere es follarte de una vez.
-Que no Sebas, ¿Cómo me voy a follar a la tía que ha destrozado mi matrimonio? De eso nada tío. Fóllate tú a Cati si tantas ganas tienes de ver cómo se pajea el cornudo del marido y yo me voy con otra de las chicas, me gusta más Lucía, pero igual viene luego el cocinero y no podemos.
-Pero Fran, que Carla es la jefa de todas y no va a consentir que la dejemos tirada otra vez como la primera noche. Como sigamos así nos va a cortar el rollo a los dos -me dijo algo desesperado.
-Pues tú averiguas adonde van y nos encontramos por casualidad, como al principio. Y si no, llama al cabrón de Toño el putañero ese para que la entretenga, mientras nosotros nos follamos a las amigas.
Ya no pudimos seguir con nuestra interesante charla porque las chicas estaban acercándose a nosotros. Venían advertidas porque Carla que llegaba la última, se encontró vacío el asiento que estaba junto al mío. Enseguida me saludó con dos besos en las mejillas-comisura-labios, al tiempo que su mano inocente se apoyaba en mi muslo, muy cerca de la zona de peligro.
-Hola Fran, qué guapo vienes esta noche -me piropeó asiéndome por el brazo, restregándome su teta izquierda por todo lo que pudo abarcar de mi torso derecho.
-Tú sí que estás guapa Carla, esta noche te vas a tener que esforzar para quitarte los tíos de encima, -le nombré los tíos, porque conmigo no se iba a comer una rosca.
-Bueno, pero si estoy contigo, tampoco se van a acercar, ¿Verdad? -esta tía no tenía arreglo, ya no le respondí, sino que me puse a charlar con María, la otra chica casada que se encontraba a mi otro lado. Ella y su marido se definían como liberales los dos, así que los fines de semana iban cada uno para su bolsa. Era la más alta de todas y estaba muy bien equipada para esos juegos libertarios. Si me iba esa noche con ella, sería la segunda vez que lo haría.
De allí nos fuimos a la disco casi a la una de la madrugada, yo la verdad es que después del ajetreo que tuve la noche anterior con Mara, no tenía muchas ganas de juerga.
-Sebas yo me voy ya, ¿Con quien te vas tú esta noche? -le pregunté porque el tío estaba liado con las dos casadas y yo tenía enfilada a Lucía porque esa noche no venía su prometido.
-Me están diciendo Cati y María que se quieren ir las dos a casa de Cati, que al cornudo también le gusta ver los tríos -joder, qué bien, mira por donde Carla se lo iba a tener que hacer con la otra single.
-Vale, pues me llevo a Lucía, -nos llamamos.
Con Lucía normalmente me tenía que ir a un hotel, pero esta vez nos fuimos a la casa que habían alquilado para su nuevo hogar de casados, porque me quería enseñar lo bonita que estaba quedando con la decoración que le estaba haciendo su prometido, que era un manitas.
Me tuve que ir a las siete de la mañana, porque a las nueve llegaría el cocinero manitas para seguir adornando su nueva casa.
Esa tarde recibí una primera llamada de Carla, que ignoré, -yo creo que la primera en los diez años que la conocía-, diez minutos más tarde me hizo la segunda, que la tuve que atender porque ésta era capaz de llamarme doscientas veces.
-Hola Carla.
-Fran tenemos que hablar los dos porque no podemos seguir así, -pues vaya saludo. ¿Y a mí que me contaba esta tía? Yo con ella no quería seguir de ninguna manera, ni para ir a recoger billetes de quinientos euros-, pero en persona.
-Vale, esta semana no puede ser porque estoy muy liado, -le dije pensando que me había quedado corto-, y la otra tampoco porque coincide con fin de mes.
Me tuve que reír a carcajadas silentes por la salida que tuve gracias a mi privilegiado cerebro. A mí el fin de mes me importaba un pito y el de final de año, lo cuadraba en Marzo junto con mi asesor anti-fiscal como yo le llamaba. Menudo enjuagues hacía con las cuentas el muy canalla.
Se quedó un poco cortada y no respondía, al final la ayudé buscándole una salida airosa.
-Si quieres hablamos el sábado si nos vemos en la disco.
-En la disco no Fran, que siempre te pegas a las otras y me dejas tirada, además son cosas importantes las que tenemos que tratar -me respondió con la misma estrategia que hacen los programas de la tele, que te ofrecen el notición toda la tarde para luego darte un cotilleo medio falso al final del mismo.
A mí ya me había dado la peor de las noticias el día que me envió la foto de la follada a Mara con ella de testigo critoral. Que le vayan dando.
-Lo siento Carla, es lo que hay, si saco algo de tiempo una de estas tardes, te llamo.
-Está bien, pero no lo eches en saco roto, ¡Eh!, Adiós. -Y cortó la comunicación.
Pues nada Carla de los cojones y a otra cosa mariposa. Yo lo que quería era que llegara el lunes por la tarde para estar otro ratito con mi Mara.
Cuando llegué del trabajo el lunes, lo primero que hice fue cambiar las sábanas de la cama de matrimonio porque todavía tenía las del viernes, porque estaban echa un asco con manchurrones por todos lados, hasta uno del tubo lubricante al que aplasté con una rodilla. Luego preparé dos juegos de tazas de café que Mara tenía siempre en la vitrina del salón para las visitas, las cucharillas de plata que nos regalaron sus padres para la boda, haciendo juego con el azucarero que rellené de azúcar por si volvía a echarse más, servilletas haciendo juego con el mantel que adornaba la mesa, hasta barrí esa parte del salón y todo.
Ya estaba duchado y vestido de manera informal, pero de marca, cuando tocaron al timbre de la puerta de entrada. Era Mara porque no llegó a utilizar el portero electrónico de la cancela. Enseguida le abrí la puerta admirando su belleza única para mi gusto. Traía una cazadora negra echada por los hombros, una camisa rosa con unos lazos entrecruzados que partían desde debajo de sus tetas y que dejaba abierto un buen escote, esta vez dejando ver el canalillo pero no su sujetador, que seguro vería más tarde. Abajo otra vez una faldita negra muy ajustada que le llegaba a medio muslo. De calzado se había puesto unas botitas de cuero negro con medio tacón. Por supuesto con algún retoque en su cara y su precioso pelo lo menos rizado posible.
-Joder Mara estás preciosa -le dije mientras le cogía su mano derecha para elevarla por encima de su cabeza-, gírate para que te pueda disfrutar enterita.
Hizo una rotación de 360 grados apoyada en mi mano, haciendo una breve pausa cuando se puso de espaldas sabiendo de sobra donde estaban mis preferencias.
-Hola Fran, pues tú estás hecho todo un playboy, vamos para no sacarte de la cama en tres días, guapetón. -Joder, venía pidiendo guerra.
Esta vez no nos dimos dos besos en las mejillas, no, fue un besaso tipo morreo pasional que tuvimos que abortar porque nos podían ver desde la calle. Hombre, no me hubiera importado que el italiano la estuviese espiando como hacía yo en mis días detectivescos.
Por fin entramos en la casa todavía medio abrazados y pude cerrar la puerta. Se quedó pasmada al ver el montaje que le tenía preparado para el café, incluso se emocionó un poco y todo.
-Qué detalle cielo, -y dale con los calificativos cariñosos-, eres un sol.
Junto con los cafés puse también una bandeja de dulces pequeños que había comprado esa mañana y que tenían un aspecto delicioso, pero ella no los probó siquiera porque ese día había comido más de la cuenta y estaba llena. Me fijé en la cantidad de azúcar que le echaba al café y volvió a repetir la del viernes.
-¿Hasta cuando te puedes quedar hoy? -le pregunté esperando que me diera una prórroga después de la cena.
-Me marcharé antes de las once de la noche, no me puedo entretener más cariño.
-Bueno está bien, mejor será que nos vayamos al dormitorio ¿No te parece? -le dije bajándola de mi regazo donde la tenía desde hacía diez minutos.
Íbamos los dos de la mano para subir la escalera cuando sonó el portero electrónico. Me tenía que haber asomado a la ventana del salón para mirar desde detrás de los visillos, a ver si eran los que llevaban toda las semana insistiendo para que me convirtiera a no sé qué religión verdadera. Encima no descolgué el telefonillo, sino que abrí directamente la puerta porque me pillaba al lado de donde estábamos Mara y yo. Me quedé de piedra, era Carla.
-Abre Fran -me pidió nada más verme detrás de la puerta, pero detrás de mí se asomó mi ex-esposa-, ¿Tú también estás aquí?
Luego os cuento la que se lió.