No encuentro la prueba (Capítulo 13)

Fran contacta con Mara después de nueve meses divorciados.

Capítulo 13

Llevábamos cerca de nueve meses separados y no nos habíamos vuelto a ver ni una sola vez Mara y yo, a pesar de que seguía en mi casa, tampoco supe nada más de ella desde que Sebas me dijo que iba a salir una tarde con un hombre. Mi hermana era la única de mi familia que seguía en contacto con ella, pero nunca nos comentaba nada ni a mi madre ni a mí del contenido de sus conversaciones.

Fue a raíz de que se produjera otra nueva avería, ahora en la calefacción según me dijo mi hermana. Esta vez no la iba a avisar para que se fuera de la casa antes de que yo llegara. Lo único que no hice fue entrar con mi llave, así que prudentemente pulsé la tecla del portero electrónico.

Enseguida respondió por el interfono preguntando quien era, cuando le respondí oí un ruido como de interferencias y golpes, seguro que se le cayó el telefonillo al suelo porque el puñetero tiene el cable muy largo. Sin que volviese a hablar desde él, pulsó directamente la tecla abrepuertas y por fin pude traspasar la verja de entrada. Subí parsimonioso los escalones de subida al porche para darle algo más de tiempo, mientras oía cómo se estrellaba contra el suelo seguramente uno de los marcos con la foto de nuestra boda.

Esperé un momento delante de la puerta que daba entrada a la casa que no tardó en abrirse, para mostrar a una Mara algo nerviosa mirándome de soslayo, hasta el punto que llegué a pensar que a lo mejor estaba acompañada por alguien que no quería mostrarme.

-Hola Fran, -me dijo haciendo un amago para besarme en las mejillas, pero que al final me las besó al ver mi inclinación hacia ella-, no te esperaba esta tarde.

-Bueno es que Sebas no ha podido acudir a tomarse unas cervezas conmigo y he aprovechado que me había quedado libre para ver si podía arreglar la avería, pero si estás ocupada o no te parece bien por algún motivo, vengo otro día, sin problemas Mara ya lo sabes -algún motivo era por si ya tenía pareja y no quería importunarle con una visita a solas con su ex-marido.

-No, no, está bien, te agradezco que hayas venido tan pronto, solo es que no estoy muy visible, los pelos y eso...

-Pues yo te veo muy bien, un poquito más delgada quizás, pero tan guapa como siempre -le dije con una gran sonrisa, que no sé si la relajó o la puso más nerviosa.

Todo esto lo íbamos hablando al tiempo que pasaba al interior de la vivienda y ella cerraba la puerta, pues yo llevaba las manos ocupadas con las herramientas que iba a utilizar.

Ella llevaba puesta una camiseta sin sujetador, porque con sus tetitas y lo firme que las tiene, en casa nunca se lo pone, unas bermudas amplias de andar por casa y unas zapatillas de dormir. Estaba seguro que si la hubiera avisado, estaría vestida de otra manera.

Decidido iba ya a bajar al parking donde se encontraba nuestra caldera eléctrica para el hogar, dejando atrás en el suelo los restos de un marco de foto y unos cristales, sin la foto que contenía que habría metido en un cajón del mueble.

-Espera Fran, ¿Quieres tomarte un café o algo? -me dijo algo más nerviosa aún por no poder evitar que yo viera el estropicio de aquel marco roto.

-Si quieres voy echando un vistazo a la caldera mientras me preparas un café, cuando lo tengas me avisas -le dije sabiendo que necesitaba al menos quince minutos para todo lo que tenía que hacer.

-Claro, ahora mismo te aviso -me confirmó mientras bajaba ya la escalera del parking.

La avería solo afectaba a que había saltado el magnetotérmico que protegía la caldera. Comprobé que no saltaba más al encenderla y di por finalizado el problema. Luego le eché una ojeada al parking y al trastero y todo estaba como siempre, así que me senté a esperar que me avisara por lo del café, cosa que hizo en veinte minutos.

Cuando subí ella iba de la cocina al salón llevando dos cafés y algo de bollería en una bandeja. Por supuesto, se había arreglado el pelo, cambiado de ropa por completo, también de calzado y algo de maquillaje. Ahora llevaba sujetador bajo una nueva camiseta blanca con algo de escote, dejando ver un canalillo sin estridencias pero muy atractivo, una falda negra corta y plisada que le hacía el mejor culo que había tenido a la vista desde que nos separamos, y calzada con unos botines también negros con tacón alto tipo ancho. Se me cogió un pellizco en el estómago al ver lo que me estaba perdiendo desde hacía casi un año.

-Bueno, ya te he arreglado la avería. Ha sido poca cosa -le dije parar romper el hielo-, estás guapísima Mara.

Ella sonrió muy satisfecha por haberme sacado ese piropo que no pude contener. Pero nuestros movimientos eran como muy estudiados, consecuencia de nuestro mutuo nerviosismo. Un año atrás si se hubiese plantado delante mía con esa ropa, ya me la estaría comiendo enterita tendida boca abajo en el sofá. Empezaría por sus piernas y su culito, claro.

-Tú también Fran, -me devolvió el halago-, estás tan guapo como siempre.

-He tenido barba tres meses ¿Sabes? -le dije otra tontería más.

-¿Sí? Me habría gustado verte con barba. A ti  seguro que te quedaría muy bien.

Hice un repaso visual a mi entorno para ver las fotos enmarcadas en muebles y colgadas en la pared, de distintos momentos de nuestra boda. Las más grandes enmarcaban nuestros risueños rostros casi en primer plano.

-¿Por qué has puesto todas estas fotos? -le pregunté con una leve sonrisa-, hasta cogí una que tenía delante de mí en la mesita del salón para verla más de cerca.

-Las tengo para mí, aquí no dejo que venga nadie a verme, estas fotos me hacen compañía, las puse porque me encontraba muy sola, -me aclaró.

-Bueno ¿Y como te va la vida? -le pregunté con más miedo que vergüenza. Igual tenía pareja formal y todo.

-Pues ya sabes, el trabajo en la agencia y la casa, prácticamente no hago otra cosa -Me respondió como si eso fuera más que obvio.

Pero claro, tampoco me iba a contar los polvos que había echado con el figura ese que me contó Sebas y los restantes que yo ignoraba por completo.

-Pues yo igual que tú, el trabajo, gimnasio, algunas salidas y la casa de mi madre, qué quieres que te diga -le dije a modo de compensación.

Aproveché la parada en nuestra elocuente conversación para coger un bizcocho, así rellenaba algo más de tiempo.

-¿Sales mucho? -menuda preguntita. Empezaba a sacar la artillería pesada.

-Con Sebas salgo algún sábado que otro, pero no he tenido nada serio hasta ahora, solo rolletes de una noche -le respondí para darle alguna pista, pero sin especificar-, ¿Y tú?

-Si te digo la verdad salí un día con un chico que conocí en la agencia, pero no me gustó y de momento no he salido con nadie más, así estoy más tranquila, ya te digo.

-¿Solo has estado con ese chico? -le pregunté porque no me había quedado claro si habían follado o no. La pregunta era muy significativa.

-Solo con ese -me dijo algo ruborizada-, pero fue un desastre, vamos casi de risa, igual un día te lo cuento y todo.

Pues sí, había follado con él o por lo menos lo había intentado, normal ¿No? ¡Me cago en la leche puta!

-¿Sabes que me encontré con Carla en varias salidas con Sebas? -otra pregunta con carga explosiva. Pero su respuesta me sorprendió.

-Sí, ya sé, sabía lo de tus “rolletes” con las chicas del grupo de Carla y que con ella no lo has tenido, al menos eso es lo que me han dicho.

-Es cierto, con ella no ha habido ni habrá nunca nada de nada. Ella es la culpable del fracaso de nuestro matrimonio Mara.

-¿Lo del resto de las chicas del grupo lo hiciste para joderla? -esta pregunta era ya un misil tierra aire, pero a esta altura me daba igual que lo supiera.

-En el primer encuentro en la discoteca intentó acapararme en exclusiva y ahí lo vi muy claro. También conté con la colaboración de las amigas que no ponían ninguna pega, o más bien lo propiciaban, las casadas, las prometidas y la que no tenía compromiso. Bueno, de eso tú sabrás más que yo, que eran tus amigas. Al parecer todas las amigas de Carla terminan haciendo lo mismo -en ésta última frase quizás me pasé tres pueblos.

El problema es que la vi algo bloqueada. No me podía rebatir lo que le acababa de decir, porque ella fue otra más en las manos de la cabrona esa.

-Perdona si te he molestado, -le dije pidiéndole disculpas-, mejor me voy Mara, ya no tengo ningún derecho a reprocharte nada.

Me estaba incorporando para marcharme, porque mi disculpa no escondía ninguna ironía, estaba convencido de eso y había metido la pata en mi último comentario. Aquello ocurrió y las consecuencias ya se cumplieron.

-No te vayas Fran, tienes razón en lo que has dicho. También te agradezco las disculpas. Eso ya es el pasado pero sé que hay cosas que son imposibles de olvidar y no te culpo porque no las olvides.

Me quedé a medio incorporar pero al final lo hice del todo.

-No tiene sentido que hablemos ahora de eso Mara. Lo que tenemos que procurar es rehacer nuestras vidas, seguro que alguien nos está esperando ahí fuera para ayudarnos en esa tarea, ¿No?

No fue capaz de responderme, la expresión de su cara mostraba una atroz impotencia por no poder rebatir mis argumentos, me había fallado demasiadas veces en algo que además sabía de antemano que yo no toleraría.

¿Por qué lo hizo? Ninguna razón serviría para explicarlo.

¿Cuántas veces lo hizo? Con una bastaba, pero yo conseguí averiguar hasta cuatro. No sabía porqué seguía preguntándome eso continuamente, tenía que dejar de hacerlo de una puñetera vez.

Iba ya camino de la puerta cuando sentí que me agarraba del brazo. Entonces me volví para ver si por fin se decidía a darme algún nuevo argumento, algo que me hiciera ver que todo era un mal sueño, que me permitiera despertar de él alguna mañana con mi mujer a mi lado, en nuestro dormitorio de matrimonio donde tan feliz había sido junto a ella.

-Fran vuelve de vez en cuando... solo como amigos. Tú sigue con tu vida... pero ven a verme algún día, aunque sea para tomarte un café conmigo, por favor...

¡Joder! Con lo difícil que era todo, ¿Cómo iba a encontrar la persona que me esperaba ahí afuera si seguía viendo a Mara?

-No sé Mara, te llamaré cuando pueda... o volveré para arreglar cualquier avería... me voy... -me acababa de dejar hecho polvo-, adiós Mara.

Cogí la puerta y me marché con las piernas temblando, creía que mi deseo por ella se estaba evaporando, pero verla así cómo se arregló para mí, cómo me imploraba que volviera a estar un rato con ella, lo que se tarda en tomarnos un café me había dicho. Me entraban ganas de volver a entrar en la casa y estar haciéndole el amor hasta mañana.

A la semana siguiente fue Sebas el que me volvió a machacar con información sobre mi ex-esposa, mientras planeábamos otra salida para el sábado siguiente.

-Deberías de saber que Mara conoce todo lo que has hecho estos sábados atrás, se está mensajeando con dos de las chicas del grupo, pero directamente, porque del grupo se salió también cuando vuestra separación -me dijo por si el sábado debiéramos de cambiar de chicas.

-Lo sé, el otro día hablé con ella en mi casa porque tuve que ir a arreglar una avería -seguro que eso también lo sabía-, y me lo dijo. Imaginé que mantenía contacto con alguna de ellas.

-¿Sabes que con el tío aquel no hubo nada de nada? -me soltó el mamonazo que al parecer se estaba convirtiendo en el defensor número uno de Mara-, luego no ha salido con nadie más.

Pues nada, que se reuniera con mi hermana y mi madre y que hicieran una peña entre los tres. Mi madre sería la peor de los peñistas, seguro que la invitaba a tomar café cada dos tardes.

Había una chica del gimnasio a la que al parecer yo le caía bastante bien, pues no paraba de preguntarme sobre asuntos más propios de los monitores que míos. Es Tali, otro diminutivo que vete tú a saber, cara pequeñita siempre risueña, 163 centímetros, según ella, distribuidos en un cuerpo bonito, con tetas normales, piernas perfectas con unos muslos redondos, de esos que terminan haciendo un triángulito bajo su sexo, que remataban en un culo precioso en consonancia con los mismos, aunque en culos sabéis por donde andan mis preferencias.

Una tarde nos encontramos a la salida del gimnasio, ahora su aspecto era algo más juvenil. Llevaba una una camiseta verde con un buen escote que dejaba entrever parte del sujetador, una falda roja a cuadros que le quedaba a medio muslo, con zapatillas deportivas y su pelo castaño corto, la verdad es que aparentaba ser mucho más joven de los 32 que ella misma me fijo que tenía.

Llevábamos charlando como dos pasmarotes casi veinte minutos en la puerta del gimnasio, por lo que le ofrecí llegarnos al bar de la esquina en la misma acera donde nos encontrábamos a tomarnos algún refresco. Ella aceptó de buena gana y allá fuimos.

Al principio era algo recatada conmigo, pero luego se soltó demostrando ser una gran conversadora, la verdad es que terminé por dejarle llevar todo el peso de la charla.

Me contó que era divorciada desde hacía tres años después de cinco de casada, que hacía un par de meses había acabado la última relación de seis meses con un chico sudamericano, muy majo, pero que al final no se entendieron, que ahora salía con un par de amigas a pasarlo bien los fines de semana, pero que le gustaría encontrar un chico para sentar la cabeza de una vez, porque los años pasaban y ella quería tener un par de hijos.

Todo eso me lo contó en menos de diez minutos sin dejar de darme con la mano en mi brazo, hacer girar el botón de mi camisa con sus dedos, fijarse en no sé qué granillo en mi cara con los ojos entrecerrados y hurgando con la uña-bisturí de su dedo índice para extirparlo. ¿Sería ésta la chica a la que debía aplicar la opción tres? La de llevarla al cine, aclaro para los que se les olvida pronto lo que leyeron hace dos días. En un momento me sacó de mi apuro.

-Fran si no tienes nada que hacer, ven a mi casa que está aquí al lado, es que dejé programada la lavadora y no me fío -me invitó, sin más-, allí nos podemos tomar alguna cosa si quieres.

¿Por qué no? Me pregunté mientras me incorporaba para ir a pagar a la barra.

En veinte minutos estábamos en su casa, en realidad un apartamento de un salón-cocina, un dormitorio y un aseo, el salón tenía un balcón con la clásica barandilla metálica con bolas doradas y todo en las esquinas.

-Este apartamento lo tengo desde que me separé de mi marido.

-Es muy bonito, lo tienes muy bien decorado, -le dije en un resquicio que me dejó para hablar.

-¿Te gusta? Siéntate y ponte cómodo en el sofá. ¿Qué quieres tomar? Tengo tónica, ron y tequila, el tequila le gustaba mucho a mi Edmundo, mi novio sudamericano -la verdad es que me tenía un poco agobiado pues cuando le iba a contestar a una pregunta, me estaba haciendo la siguiente.

-Gin-tonic -conseguí decirle.

-Ok, de eso tengo, yo me pondré otro.

Después preparó las bebidas que se trajo al sofá con un vaso tubular en cada mano, se sentó a mi lado y colocó los vasos en la mesita de centro. A mi lado quiere decir muy juntos, quedando libre gran parte del sofá.

-Me gusta mucho tu pelo -me decía girándose casi frente a mí, colocando su mano derecha encima de mi cabeza para atusármelo como si estuviera despeinado, cuando en realidad lo llevo muy corto, tanto que no me hace falta ni usar un peine.

Su teta al estirar el brazo quedaba a la altura de la mía, aunque la suya era de mayor tamaño. Como ya iba teniendo experiencia en eso de ir a las casas de las chicas, ya que la mía estaba siempre ocupada, pues le puse como si nada mi mano en el muslo que casi remontaba el mío, ella lo miró dedicándome una mirada socarrona.

-Tienes unas piernas muy bonitas -le dije arrastrando mi osada mano arriba y abajo de ese muslito en la parte que la falda no cubría.

-¿Te gustan? -me preguntó coqueta subiendo mas esa pierna encima de la mía, hasta lograr que su rodilla contactara con mi paquete-, ¿Las quieres ver? -Ahora la mano bajó desde mis pelos a mi miembro viril, que estaba demasiado viril.

A partir de ahí nos desnudamos en un satiamén y ya nos estábamos devorando el uno al otro. Cómo la mamaba la cabrona, era espectacular, hasta le tuve que parar porque me iba a sacar el primer orgasmo antes de follarla, hombre yo me suelo reponer pronto, pero no quería reclamaciones posteriores.

-Joder Tali, aquí no tengo preservativos -le dije.

-Espera un segundo,  -se levantó mostrándome todo el dorso de su armónico cuerpo, mientras se dirigía a su dormitorio-, aquí tienes.

En la mesa había puesto unos cinco condones cada uno de un color. Nunca me había puesto un preservativo rojo, me daba corte, así que puse el negro aparte que iba más acorde con el rabo que gasto.

Antes quería saborear todo ese cuerpo que si en mayas en el gimnasio era para admirarlo, aquí en pelotas viva era para comérselo. Con las amigas del grupo, Cati y Lucía, adquirí una gran maestría en el arte de comerme un coño sin masticarlo, así que cuando logré que se corriera la dejé descansar un poco y me puse el condón ese para parecerme a un mandingo, que por largo no, pero los que ya me conocéis, por gordo sí.

El primer polvo lo echamos en el sofá, primero en misionero, aprovechando que estaba terminando de retorcerse del gusto que le acababa de ofrecer, aprovechando esa posición para comérmela a besos hasta que se corrió por segunda vez, luego fue a cuatro patas donde le di con intención de correrme allí dentro que se estaba muy calentito, pero entre jadeos tampoco callaba y me pedía que esperara a que se corriera ella para después tomarse mi leche hirviendo, que le gustaba paladear la primera de cada tío que se follaba, cosa que casi estuvo a punto de ocasionarme un gatillazo y es que hay gente que no calla ni debajo del agua. Al final la puse bien de leche como ella quería.

Más tarde pasamos a la cama de su dormitorio, donde perdimos la cuenta de las veces y las posturas en que follamos, Tali no se ruborizaba por lo de la puerta trasera, porque fue ella la me insistió en que la perforara por esos andurriales.

Hicimos un descanso para cenar unos pocos de fiambres y seguir con la tarea.

Eran cerca de las doce de la noche cuando me dirigía a mi coche, con las piernas temblorosas, el pito arrugado y riéndome otra vez pensando en lo del punto tercero de mis planes para ligar.

La única conclusión que saqué era que las chicas de mi edad o estaban pilladas, o iban por la vida de polla en polla y tiro porque aquí me follan, al menos las que yo había contactado. ¿Cómo iba a encontrar a una chica con la que iniciara una relación romántica con cine incluido? ¿Donde estaba la chica que me esperaba fuera de mi matrimonio para ayudarme?¿Estuvo mi Mara metida en esa vorágine de sexo y lo seguiría estando?¿Y yo, quien coño era yo? A esta última no me contesto porque no sería objetivo.

Dos días más tarde, mi hermana me dio otro aviso de avería en mi casa. A ver qué magnetotérmico se había bajado él solito.