No encuentro la prueba (Capítulo 12)
Fran se va acostumbrando a su nueva vida de divorciado y conoce al grupo de Carla.
Capítulo 12
A raíz de mi separación, estreché algo más mi amistad con Sebas, rara era la semana en la que no quedábamos para tomarnos unas cervezas. Sin yo pedírselo había investigado todo lo que poseía Carla en sus ficheros, pero la única foto que al menos mantenía de las relaciones sexuales de Mara era la que me envió a mí, me dio la fecha exacta y la hora en que fue tomada, efectivamente era de un año y siete meses antes de nuestro divorcio, un jueves por la tarde, concretamente a las 19:32, o sea lo clásico para una tarde de chicas como ella decía cuando quedaba con Carla, para ir primero al pub y luego a cenar, pero ese día cambiaron la rutina.
Tampoco en su ordenador portátil poseía otras fotos comprometedoras de ella. Tanto el uno como el otro sufrieron graves fallos en sus sistemas que no tenían reparación alguna posible, por supuesto había perdido todos los archivos de ambos dispositivos, a no ser que los tuviera salvados en memorias externas, pero dio la casualidad que aquella foto no volvió a aparecer en sus carpetas de imágenes en los nuevos que se compró.
Yo le pedía que dejara a mi ex tranquila, que no la investigara pues no quería saber si se veía con otros tíos o salía en plan más formal con algún chico. Mi móvil se me cayó un día al suelo y comenzó a darme problemas por lo que me tuve que comprar otro nuevo, al que por supuesto no le volví a instalar la aplicación espía, aparte de que pronto tendría que renovar la cuota del producto premium, pero lo que hice fue dar la orden de no renovarlo a su vencimiento.
Lo que sí sabía era que Mara no llegó a hacer las amistades con Carla y que tampoco volvió al gimnasio del cabrón que provocó nuestra definitiva separación.
¿Que si yo la estaba olvidando? No conseguía hacerlo y me encantaba tenerla en mi casa, porque para mí era como un cordón umbilical que de alguna manera nos hacía seguía uniendo a los dos. Era una gilipollez porque en el momento en que ella formalizara otra relación, iba a ser seguramente de los primeros en enterarme y aunque me dejara libre la casa, seguro que no me iba a gustar.
¿Que si salía con otras chica? Pues no, para mí seguían siendo farolas todas ellas, aunque me decía continuamente a mí mismo que tenía que ir viéndolas con otro ojo, al menos que parecieran naranjos en flor, porque farolas...
Tuve que ir un par de veces a mi casa por dos pequeñas averías, una eléctrica y otra de filtración de agua. Yo siempre he sido un manitas y todas esas tareas de mantenimiento las ejecutaba yo mismo. En ambas ocasiones yo le mensajeaba cuando iba a acudir a la casa y ella se marchaba para no tener que vernos los dos, pero en ésa última visita me llevé una gran sorpresa. Había puesto fotos enmarcadas de nuestra boda por toda la casa, bien en marcos con solapa apoyados encima de los muebles o bien en marcos colgados en las paredes. ¿Me estaba enviando un mensaje o treinta? No lo sabía, pero que salí de mi casa necesitando una transfusión de tila por vía intravenosa, desde luego que eso era lo único que aplacarían mis maltrechos nervios.
Habían pasado otros seis meses y Mara seguía en la casa, al parecer no le gustaba irse de allí, vamos es que ni hacía por buscar un sitio donde irse. Hasta creí, sobre todo al principio de nuestra separación, que se iría al apartamento de su amiga Carla para realizar tríos a troche y moche, ahora con desenfreno total, pero no, ella seguía allí en la que ahora era mi casa y ella una invitada.
Mi madre que creía todo lo que yo le decía, me regañaba en ocasiones por no haberme sabido llevar bien con mi mujer, que eso de incompatibilidad de caracteres era una excusa moderna para divorciarse, que en sus tiempos esas tonterías no existían y los matrimonios arreglaban sus diferencias en la cama, donde se tenían que arreglar. Que su abuelo cuando tenía esa incompetencia, desaparecía tres días en el lupanar de la Rosaura y volvía como la seda. Joder con mi madre y con su abuelo también.
Sabía que mi hermana seguía en contacto con mi ex, ella fue la que me trasladó los dos recados de Mara sobre las averías en mi casa. Suponía que no sabía nada de las infidelidades de Mara, tampoco era normal que ella se lo contara.
Como no podía ser de otra manera fue Sebas el que me dio la primicia.
¡Mara había quedado con un hombre para salir la tarde siguiente!
¿Que porqué lo resaltaba? No lo sabía, me había salido de dentro. Menudo cabronazo el Sebas éste, no se podía estar quietecito como le había pedido, le eché un rapapolvo por entrar en los asuntos privados de ella, Mara ya no era mi mujer y tenía derecho a rehacer su vida... y yo me quería morir.
Luego me quería enviar una foto del tío ese y darme más información sobre él, pero no se lo permití.
No vayáis a pensar que iba a volver a mis andanzas detectivescas vestido con nuevas apariencias. Eso ya no tocaba y lo único que iba a lograr era comerme las uñas hasta los codos, no, ahora lo que tenía que procurar era hacer yo lo mismo y para eso tenía que trazar un plan de ataque.
Primero. Cambiar mi visión del resto del género femenino. Una mujer no era una farola ni un objeto abstracto, era una mujer con cara, pechos y culo, bueno también el pelo y las piernas. Estaría bien que se pareciera a Mara.
Segundo. Tendría que saber hablar con ella.
Tercero. La invitaría al cine. No pegaba invitarla a una película de Netflix en casa de mis padres.
Cuarto. La llevaría a un hotel para hacer el amor.
Quedé con Sebas y le expliqué la estrategia que iba a seguir para mi aproximación a las chicas a partir de ahora. El cabrón se desternillaba de risa porque decía que lo que me pasaba es que estaba desentrenado. Al final me emplazó para acompañarle el sábado a una discoteca que él conocía para gente de nuestra edad. Me lo dijo de una manera que llegué a pensar que igual ponían allí canciones de Las Grecas.
Con todo esto lo que intentaba era sacudirme de la cabeza que Mara podría estar ahora con otro tío. ¿Follando como una cosaca?¿Haciendo un trío con dos cabrones? Menos mal que a mí ya no me importaba nada de eso. Ella era libre y yo también. ¡Joder! Qué disgusto.
El sábado mi amigo de correrías y yo llegamos a las doce de la noche a la discoteca que estaba muy bien decorada, no sonaba muy fuerte y tenía muchas chicas donde elegir. La más joven debería andar por los 45 años y a partir de ahí había mucha variedad, por lo menos hasta los 75.
-Joder Sebas no sabía que eres de los que les gustan las maduras. ¿Es una desviación sexual desde chico?
-Espera una hora más o menos, verás como cambia ésto so capullo. A lo mejor te llevas una sorpresa y todo.
Eso no me sonaba bien y me alertó al momento, él conoce lo rápido que soy de reflejos mentales y me había soltado aquello sabiendo que ya estaría haciendo conjeturas sobre quién, o quiénes, eran las personas que iban a aparecer esa noche en aquella discoteca.
-¿A quién estás espiando ahora cabronazo? Espero que no sea mi ex la que va a venir, -le dije algo acojonado, pensando que si era ella con un tío me iría pitando de allí.
-No es Mara, tranquilo, pero tampoco te lo voy a decir porque ya no sería una sorpresa. -Con esta aclaración me quedé más relajado.
La gente mayor pronto comenzó a marcharse, seguramente empujados por el cambio en la música que se estaba dejando oír desde hacía unos quince minutos, media hora después comenzaba a llegar gente más joven, gente más acorde con nuestra edad.
Enseguida divisé a una chica muy guapa y buen tipo cuya cara me era bastante familiar, pero no recordaba haber estado con ella, de eso estaba seguro porque me lo haría saber mi sexto sentido. Detrás venía otra chica que fue la que solucionó el problema de identificación, era Lucía la novia del dueño del restaurante donde Mara cenó con Carla y sus amigas y siguiendo sus pasos entraron otras tres más incluida Carla, eran las cinco chicas del grupo al completo, a falta solo de Mara y el novio de Lucía para completar las fotos que se hicieron aquella noche. Por supuesto que entre ellas estaban las dos casadas, aunque no sabía quiénes eran.
Miré sorprendido a Sebas que repartía sus miradas entre el grupo que acababa de entrar y yo mismo con una sonrisa socarrona dibujada en su rostro.
-Ahí tienes a la putita que te deberías follar esta noche mamonazo, -me dijo dando una carcajada, señalándome a Carla con un leve movimiento de cabeza-, está frita por echar un polvo contigo desde hace diez años, que no te enteras de nada.
-¿Y tú cómo te has enterado? –le hice la pregunta más estúpida que se le podía hacer a este cabrón.
Naturalmente ni me contestó porque se estaba apartando de la barra para cortarle el paso a las cinco amigas que iban a pasar por nuestro lado, provocando que se pararan para echarnos una visual a nosotros que éramos los impertinentes en su caminar. Entonces fue cuando Carla me reconoció.
-¡Hola Fran! Cuánto tiempo sin verte –me dijo con una gran sonrisa al tiempo que me daba dos besos en las mejillas.
-¿Qué tal Carla? Es verdad, mucho tiempo sin vernos –le devolví el saludo.
-Pues mira aquí que había quedado con mi grupo de amigas.
Le presenté a Sebas y ella hizo lo mismo con sus amigas.
-Anda veniros con nosotras, bueno si no estáis esperando a alguien… -seguía mostrándose muy simpática con nosotros dos, pero sin dejar de mirarme a mí-, tenemos nuestra mesa reservada al fondo.
¿Por qué no? Pensé cogiendo nuestras copas mientras las acompañábamos a aquel rincón de la discoteca poco iluminado, que más parecía un reservado para unos amantes.
Había un sofá de tres plazas muy escueto pegado a la pared, otro enfrente de igual tamaño y dos butacas en los laterales de la mesita que nos separaba a todos. Sebas quedó entre Lucía y otra chica y yo entre Carla y otra del grupo de amigas, ésta debía ser una de las casadas porque llevaba puesta la alianza.
En cuanto sirvieron las copas, todas las chicas se fueron a bailar llevándose a Sebas, quedándonos Carla y yo solos en aquella penumbra.
-Fran te quiero pedir disculpas por la foto que te mandé aquel día, se me fue la olla porque Mara me colgó varias veces el teléfono sin venir a cuento después de un mes sin hablarme, pero eso estuvo muy mal. Espero que me perdones –me dijo mientras medio se volvía hacia mí pegándome aquellas tetazas a mi brazo y mi pecho con un puchero de mentira en su cara a punto de soltar una carcajada.
-Carla ahora no quiero hablar de esas cosas, he venido aquí a pasar una buena noche, que falta me hace –le respondí algo serio.
-¡Claro! Aquí estamos todos para divertirnos Fran, anda, dame un pico para reconciliarnos –me decía mientras rodeaba mi cuello con sus brazos y me daba el pico prometido, después retiró un poco su cabeza y volvió a repetirlo con algo más de duración, el siguiente ya fue con lengua. Ésta iba directa al cuarto punto de mi programa de acercamientos a chicas, al menos al cine no hacía falta ir con ella. Solo había una pega con Carla y es que era la cabrona que puso todo de su parte para romper mi matrimonio, así que como pude me zafé de ella que ya pasaba su pierna izquierda por encima de la mía.
-Venga Carla que tengo ganas de pasarlo bien, vamos a la pista -le dije mientras me incorporaba y alargaba mi mano para ayudarla a levantarse, viendo como me miraba con cara de sorpresa-mosqueo por haberla dejado con ganas de más.
Pero reaccionó bien cuando llegamos juntarnos con el resto del grupo. Sebas era un payasete y se lo estaba pasando pipa saltando y girando con los brazos levantados en medio de las chicas. En cuanto llegamos yo me alié con mi amigo y Carla con sus amigas. Hacía tiempo que no iba con Mara a bailar, pero yo me movía como siempre lo había hecho y al parecer fui aceptado por el resto.
Poco después cambiaron al género latino, concretamente a la bachata Propuesta Indecente de Romeo Santos, ¡hombre! En ese género era un artista, así que cuando vi que Carla se venía hacia mí agarré de la mano a la chica de la alianza, que por cierto estaba buenísima y nos dispusimos a bailar.
¿No había sido mi primer rechazo lo que le generó un pequeño malestar durante diez años? Pues ahora le iba a proporcionar otro, a ver si éste le duraba veinte años de cabreo y cinco úlceras de estómago a la cabrona.
Ésta se llamaba Cati, joder con los diminutivos, muy guapa, buenas tetas seguro que con algo de silicona, pero de esas que hacen un canalillo para que desde arriba puedas ver el ombligo de tu oponente, el culo estaba bien, pero como yo venía de donde venía, pues lo calificaría como tocable y poco más. La cosa es que tenía una conversación muy divertida y sin yo preguntarle me decía que estaba casada, pero que los dos lo llevaban muy bien echando cañitas al aire cada uno por su cuenta. Pues ya estaba decidido, si tenía que saltarme los tres primeros puntos de mi plan de trabajo, lo intentaría con Cati que con sus 170 centímetros iba a tener donde entretenerme. El intento fue decirle directamente si después nos podríamos ir a un hotel, pero la respuesta me dejó con las patas colgando.
-Claro que sí Fran, pero si quieres nos vamos mejor a mi casa, solo tengo que avisar a mi marido para que vaya a vernos follar y le damos una alegría al pobre.
¡Claro! Y nos llevamos a Carla de fotógrafa para que le pase unas fotitos a Mara de camino. ¡Me cago en la puta! ¿Pero qué coño me había perdido en éstos últimos años? Francamente, me dio vergüenza el tercer punto de mi plan. Cómo está el mundo, madre mía.
-Pues mira si te parece nos vamos ya a tu casa sin avisar a nadie, luego que pase lo que tenga que pasar, yo lo único que quiero es follarte hasta el amanecer, que estoy muy falto de sexo duro.
-¿Tan duro va a ser? -me dijo, creyendo yo que se iba a ruborizar, pero lo que hizo fue darme un apretón en los huevos la muy puta. Luego se volvió hacia el grupo de chicas que bailaban a nuestro lado en la pista.
-¡Chicas! Me voy con Fran a mi casa -también era discreta la Cati ésta-, mañana os cuento -y reservada.
Fuimos a recoger nuestra ropa de abrigo y volvimos a pasar por la pista, me despedí de Sebas que estaba liado claramente con Lucía, tal como estaban las cosas su novio sería el mamporrero de la cocina, luego me deleité con la cara de mala leche mohosa que tenía la cabrona de Carla y nos marchamos.
Al final algún recado le tuvo que dar al marido porque íbamos por el primer asalto cuando llegó casi sudando el cabrón, nunca mejor dicho, menuda carrera se pegó para llegar a tiempo, pero tiempo tuvo porque la estuve follando más de tres horas, con sus respectivos descansos, que no soy el coloso de Roma. Cati le iba llevando su ración de lefa cada vez que me corría mientras se hacía más pajas que un mono, sentado en su poltrona de observación.
El lunes me volví a ver con Sebas, esta vez sí que le pedí que me vigilara estrechamente al putón de Carla, pero ya tenía noticias que darme y es que al parecer tuvo una buena bronca con su amiga Cati a la que mandó a tomar por culo, cosa que ya hizo conmigo por cierto.
El Sebas acabó el sábado compartiendo cama con Lucía, porque el novio cocinero estaba en un congreso granjeándose una Estrella Michelin, le deberían dar dos para que se adornase la frente. Pues vaya como estaba el patio y yo como un gilipollas dejando a mi mujer por un polvillo de nada.
Pero mi objetivo era Carla, así que con la ayuda de mi amigo coincidíamos todos los sábados con el grupo de chicas allá a donde acudían. No tuve problemas para acostarme con cada una de las amigas del grupo, al parecer la fama de buen follador me precedía, el único que me falló en esos dos meses que duró nuestra odisea fue el cabrón de Sebas, que no se resistió en cepillarse también a Carla.
Luego me centré en ver qué pasaba con Mara.