No encuentro la prueba (Capítulo 11)
Fran recibe una foto comprometida de su esposa que tiene consecuencias graves.
Capítulo 11
Estaba acabando la jornada de trabajo cuando mi móvil vibró por un mensaje que me acababa de llegar, estaba atendiendo a un cliente y no me pude fijar de qué o de quien se trataba, ya lo vería más tarde, recibía muchos de ellos de clientes interesados en alguna cuestión sobre los inmuebles que teníamos a la venta o que alquilábamos.
Esa tarde me tocaba gimnasio y al día siguiente esperaba a Mara para echar parte de la tarde y la cena juntos. Seguro que me traería ropa limpia.
Fue en los vestuarios del gimnasio cuando al soltar el móvil en la taquilla me di cuenta que no había atendido aquel Whatsapp que me llegó hacía algo menos de una hora, una lucecilla me avisaba de tal evento que seguía pendiente de abrir, pero mejor que no lo hubiera hecho y menos allí donde me encontraba, vestido ya con mi ropa deportiva rodeado de otros compañeros que también se cambiaban, todos muy conocidos por mí lógicamente. El mensaje me lo enviaba Carla, seguro que el primero en toda su vida, mi primera reacción fue depositar el móvil boca a bajo en la taquilla, la segunda sentarme porque las piernas me flaquearon como si me hubiera dado una bajada de tensión al cero.
¿Porqué me pasaban esas cosas a mí? ¿Qué le pasaba a esa chica para odiarme de esa manera? Eso solo ocurría en las películas de psicópatas asesinos, que además disfrutaban solo cuando cometían esos crímenes con ensañamiento y alevosía.
Aquella imagen solo la había atisbado una fracción de segundo, la misma duración que necesitó para grabarse en el móvil, pero en esta ocasión renegué de las facultades de mi cerebro para retenerla tan nítidamente como si la hubiese estado mirando fijamente media hora.
Era un plano cenital de Mara que se encontraba a cuatro patas con la polla de un tío a medio meter en su coño y su cabeza o más bien sus pelos muy rizados entre las piernas de su amiga que se recostaba hacia atrás apoyada en sus codos. La foto la debió hacer él con los brazos muy en alto. La única cara que se veía era la de Carla pero la había difuminado.
No sé qué llegaron a pensar de mí mis compañeros de vestuario, pero todos estaban preocupados por si me pasaba algo, al final me preguntaron qué me ocurría y les dije que a un primo mío le había dado un infarto y que me tenía que marchar ya. Tampoco les iba a enseñar aquella foto malvada.
Me volví a vestir para irme al hotel. Me tuve que dar una ducha porque me hacía más falta que si hubiera corrido dos maratones seguidas, una de ida y otra de vuelta. Quería aclararme las ideas a base de agua y champú. No había tenido reaños para volver a verla, me era del todo imposible, ojalá la pudiera borrar y enviarla a la papelera como se podría hacer en el propio móvil, pero mucho me temía que en mi cabeza aquello iba a perdurar para siempre.
Carla no llegaba a tiempo porque todo lo que pasó ya me lo había contado mi esposa, pero ver una pizca de la realidad de lo ocurrido era imposible de digerir. Era lo que me faltaba para que el cerebro se me descuadrara del todo. Sabía que tenía que hacer algo, que aquello no podía quedar así. Lo único que tenía claro era que esos momentos no eran los propicios para otorgar el perdón a mi esposa, todo lo contrario, me afirmaban en mi decisión de acordar una separación amistosa.
Estaba como loco, la ducha no me sirvió de nada, tampoco quería padecer en soledad aquella tragedia, la tenía que compartir con mi mujer, que supiera la gravedad de lo que hizo y el daño que me estaba causando.
¿Quién era ese tío? Sería el primero porque tenía algo de barriga y el simpático metro noventa no tenía esa panza precisamente. La polla que deslumbré fugazmente era una mierda de polla, nada que mereciera que mi mujer me pusiera los cuernos, eso por supuesto. Pero ¿Y si no era el primero que me contó? ¿ Y si había más que no me contara?
Ya no era el momento de vacilar sobre qué era verdad y qué podía ser mentira, tendría que hablarlo con ella porque en realidad solo lo hicimos sobre todo lo que yo pude apreciar, pero podría haber más cosas además de esas tres veces y que no me habría contado.
Cogí mi móvil y apreté no sé porqué con demasiada suavidad la carita risueña de mi mujer, seguro que era la consecuencia de mi gran enfado.
-Hola Fran ¿todo bien? -me respondió al descolgar en el segundo tono de llamada.
-No Mara. Nada va bien, te diría que mucho peor, he recibido una foto tuya que me ha enviado tu amiga Carla, una foto muy cerda...
Se hizo un silencio áspero, maligno, ninguno sabía cómo romperlo, al fin reaccionó ella.
-¿Estás en el hotel? Porque si es así ahora mismo voy a verte.
-Sí -fue lo único que le pude responder.
Terminé de arreglarme porque estaba con la toalla sobre el hombro como única indumentaria y lo que tuviésemos que hablar lo haríamos en la cafetería del hotel.
Lo único que pensaba medio coherente era que tenía que hablar con Sebas, que averiguara qué escondía esa cabrona en sus archivos y que tratara de eliminarlos como fuese, no quería ver ninguna foto más y mucho menos que se le ocurriese publicarlo en la red, esta chica había perdido la cabeza y teníamos que tomar medidas urgentes.
Cuando llegó mi esposa ya la estaba esperando en la cafetería, justo en la misma mesa del otro día. Me saludó con dos besos en las mejillas y se sentó frente a mí.
-¿Porqué te ha mandado una foto Carla? -me preguntó como si hubiese sido yo el que se la reclamó.
-No te entiendo Mara, tú eres la que la conoce, esa pregunta te la tenía que hacer yo a ti -le respondí todavía sorprendido por su pregunta.
-No, bueno, es que no es normal que haya hecho eso, aunque los dos sabemos cómo odia que nosotros estemos casados. Lo único que busca es romper nuestro matrimonio -me decía y la notaba algo sofocada.
-Tranquilízate un poco porque te veo alterada, ¿Es que se ha puesto en contacto contigo también? -le pregunté por si ese era el motivo de su cabreo.
-Me ha llamado un par de veces pero le he pedido que no lo haga más y no le he dejado que me respondiera, pero luego voy a ser yo la que la llame porque lo que ha hecho no tiene nombre.
Yo me encogí de hombros como dándole a entender que ella era la que le permitió ser su amiga, a pesar de que nunca tragó a su marido y que conste que jamás le hice el menor reproche por eso.
-¿Puedo ver la foto que te ha enviado? -por fin me hizo la pregunta que pensaba era la primera que me iba a hacer esa tarde.
Le alargué mi móvil para que fuese ella la que accediera al mensaje de su amiga, cosa que hizo con bastante soltura.
Estaba claro que no le gustó lo que vio en la pantalla de mi móvil. ¿Pero qué esperaba, el cuento de caperucita roja? Era ella practicando su caliente primer trío con el folla amigo de Carla, a cuatro patas penetrada desde atrás y comiéndole el coño a su amiga, vamos la cosa más natural del mundo y el marido, o sea yo, en la inopia total. Aunque estaba al revés no pude sustraerme a verla de nuevo, incluso con más tiempo que el nanosegundo que le dediqué la primera vez. Tuve que apartar la mirada de aquella imagen porque me estaba empezando a enfadar. Una cosa es que te lo cuenten y otra verlo en detalle, con mucho detalle diría yo. Por fin se salió de la aplicación y me devolvió el móvil.
-Lo siento mucho Fran, viendo esa foto no me perdono ni yo. Deberías borrarla, el tenerla solo te puede hacer daño, si lo que necesitamos es olvidar todo lo que ha pasado, eso nunca nos va a ayudar. Hablaré con Carla para ver si puedo parar ésto.
Si estábamos hablando de infidelidades tenía que aprovechar para plantearle una cuestión que llevaba días obsesionándome.
-Mara el otro día me dijiste que te planteara cualquier duda sobre lo que me estabas contando sobre las tres veces que tuviste relaciones con otro -le iba diciendo- pero...
No me dejó acabar.
-Por favor Fran, no me hagas recordar lo que te tuve que contar con tanto esfuerzo, no quiero que hablemos más sobre ese asunto, ocurrió, te lo conté y ya no lo vamos a tocar más, porque nunca va a repetirse jamás. -Me cortó con mucha vehemencia.
Pero yo soy muy cabezón a veces, lo reconozco y no me iba a quedar con ese agujero negro para toda la vida.
-No es eso Mara, no te voy a preguntar ahora por los detalles de esas tres infidelidades, lo único que quiero saber es si solo fueron esas tres o si me fuiste infiel en más ocasiones, solo eso.
Me miró extrañada, como si la pregunta la pillara a contrapié, tanto que la hizo dudar en su respuesta.
-Pero... ¿cómo me preguntas eso ahora...? Joder Fran, olvídalo ya por favor, no le des más vueltas. Te lo he contado todo y no hay más que decir.
Pues no sé, pero la verdad es que no me quedé muy conforme con ese “ te lo he contado todo ”, cuando yo esperaba un rotundo ¡No!.
-Está bien, dejemos eso por ahora -terminé por decirle para que se relajara de tanta tensión como estábamos viviendo desde hacía unos días.
Poco más hablamos que no fueran cosas banales, después se marchó porque tenía que terminar de prepararme la ropa que al día siguiente me llevaría nuevamente al hotel, a pesar que yo mismo me ofrecí a llegarme a casa para recogerla.
Cuando me quedé solo no dejé de darle vueltas a todo este asunto. Hasta estuve tentado de contestarle una obscenidad a la cabrona de Carla, desde luego se lo merecía la muy puta, pero preferí hablar al día siguiente con Sebas a ver qué se podía hacer. Ese día no quise cenar otra vez en el buffet del hotel, necesitaba que me diera un poco el aire, así que cogí el coche y me fui a uno de los restaurantes del paseo marítimo. No sé a qué era debido todo esto, la cuestión es que encontraba algo nervioso sin saber porqué.
Ya en la habitación pensé en borrar la foto y accedí a ella para hacerlo, luego pensé que Sebas la podría necesitar para alguna cuestión, así que volví a dejarla donde estaba, entonces me asaltó una duda tremenda que no podía ser cierta, por supuesto, pero otra vez algo en mi cerebro me alertaba de nuevo sin yo haber movido un músculo.
Volví a poner la foto nuevamente en la pantalla, me dejé de gilipolleces sentimentales y me fijé bien en esa imagen de mi esposa, algo no cuadraba, acudí a las fotos de la galería de mi móvil y no tuve ninguna duda, esa foto tenía más de año y medio.
¿Desde cuando me estaba poniendo los cuernos entonces? ¿Y cuántas veces me los puso? Pero no quise esforzarme por saber nada más, todo estaba dicho y decidido, con toda la pena de mi corazón entendí que mi mujer hacía tiempo que no me quería, que todo eran mentiras y más mentiras, excusas y más excusas.
Ya no necesitaba a Sebas para nada, tampoco me iba a emborrachar otra vez, simplemente hablaría mañana con ella cuando llegara al hotel y le diría cual era mi decisión, ya solo quedaba ponernos de acuerdo para terminar nuestra relación y ver cómo repartirnos nuestros bienes. Tendríamos que comenzar una nueva vida cada uno por su lado, tampoco era el fin del mundo ¿O sí?
Esa noche no pegué ojo, estaba hecho polvo, pero por increíble que parezca toda la zozobra que me acompañó esos últimos días desapareció como por encanto, ya no me agobiaba por tener que decidir si la tenía que perdonar o no. Bueno, no me importaría perdonarla si hacía falta, pero estaba claro que nuestro matrimonio se había acabado.
Cumplí mi jornada laboral como mejor pude, pero me afané por no mostrar debilidad alguna con mis clientes y mis empleados. Luego marché al hotel como todos los días, me di una ducha y me vestí de manera más informal para esperar la llegada de Mara, que no tardó mucho en hacerlo.
-Hola Fran -me saludó nada más entrar a la habitación dándome los consabidos besos en las mejillas, mientras arrastraba la maleta para ponerla encima de la cama-, ¿Cómo estás?
-Bien Mara, muy bien, aquí esperándote.
En unos minutos dispuso la ropa limpia en el armario, metiendo la que se iba a llevar en la maleta, no paraba de hablarme de cosas sobre la ropa, pero yo solo quería estudiarla, grabármela en la cabeza como si estuviera sacando un vídeo de ella, sería la última vez que la vería tan cerca de mí, era también nuestra última armonía y me estaba empecinando en no parpadear siquiera. Me llegué a poner muy nervioso, pero como era ella la que hablaba, pude recuperarme sin que se notara.
Poco después nos encontrábamos otra vez en la cafetería sentados en la misma mesa tomándonos un par de cervezas.
-Anoche hablé con Carla -me dijo muy seria-, me ha prometido que va a borrar todas las fotos que tenía y que no te va a molestar más.
-¿Así de fácil? Vamos que si lo dices tú será verdad, claro -le dije pensando igual no me mentía pero a saber cual era la contrapartida convenida con esa cabrona.
Ella me miró intuyendo que mi expresión irónica no se correspondía con esa afirmación que le acababa de hacer.
-No te veo muy convencido -me dijo algo mosqueada-, te veo raro Fran ¿Te pasa algo?
-No sé, dime tú qué le has concedido a cambio -le respondí con esta nueva afirmación, no era una pregunta desde luego.
Ella reaccionó perdiendo el aplomo que venía adoptando desde que llegó a la habitación.
-No sé a qué te refieres, nosotras somos amigas desde hace casi veinte años y no tenemos que hacernos ninguna concesión para solucionar una discusión -el argumento no estaba mal, pero su nerviosismo en la respuesta era muy patente.
-Me refiero a si habéis hecho las amistades de nuevo, si vais a pasar el fin de semana juntas o si habéis quedado para a ir al pub ese de tu amigo otra vez -le dije en el tono relajado que ya me conocéis cuando estoy enfadado.
Su tez se quedó lívida, entendió que aquella aclaración que le acababa de referir no iba a tener un buen final, que yo sabía más de la cuenta.
-No sé porqué dices eso... -me estaba respondiendo, pero quise evitar que me intentara explicar lo inexplicable.
-¿Cuando dejaste de quererme? -le espeté sin más dilación, esperando tener la suerte de que por una vez me dijera la verdad.
Ella fue a sacar un pañuelo de su bolso para secarse unas lágrimas que no sabía ya si serían de cocodrilo, al menos tenían toda la pinta.
-Yo nunca he dejado de quererte, eres mi esposo, el único hombre de mi vida -me respondió entre hipidos muy bien administrados durante esas palabras.
-Mara tengo pruebas de que me estás siendo infiel desde hace más de año y medio, lo que no sé es si lo has sido desde que nos conocimos, o es una afición que te ha llegado algo más tardía. -Le dije desentendiéndome de sus lloriqueadas palabras anteriores-, más bien diría que desde que te vi el moratón en tu nalga izquierda, has intentado espaciar algo más esas infidelidades.
-Estás muy equivocado y es imposible que tengas pruebas porque yo jamás te he sido infiel salvo en esas tres ocasiones que fueron porque Carla me drogó, si no, no lo hubiera hecho nunca -como siempre volvía a morir atacando, en este caso a la propia Carla que por cierto era otro pendón de cuidado.
Entonces para no seguir hablando más de la cuenta, sin tener ningún sentido, cogí mi móvil y le enseñé otra vez la foto que me envió su amiga.
-Aquí tienes la prueba de que digo la verdad, -le dije acercándole la imagen para que la viera más de cerca-, ¡Ah! Y lo de lo que te drogó, nada de nada, por favor, no mientas más.
-Eso es el trío de hace seis meses -ya te lo dije.
-Para ya por favor, te digo que no mientas más, sabes que esta foto tiene más de año y medio.
-¿Y tú como lo sabes? -me preguntó indignada.
-Por tu pelo Mara, por tu pelo, porque te cortaste el pelo hace más de año y medio y aquí lo sigues teniendo largo como antes.
-Eso también fue una sola vez Fran, te juro que también fue una sola vez en la casa de Carla -me dijo llorando de verdad.
-Y también te drogó con un paracetamol ¿No? -le dije muy enfadado, o sea en el tono más bajo que pude.
-Ya no me vas a creer nada de lo que te diga, pero que sepas que sí que te quiero y que te voy a seguir queriendo. Ya no te voy a mentir en que sí que te he sido infiel varias veces, siempre por culpa de Carla.
-¿Porqué le echas la culpa a ella? Si no te querías acostar con otro, te vas a casa y ya está, es así de fácil y en cuanto a quererme, eso es algo que tú no entiendes correctamente, por lo que veo nunca lo has entendido.
Los dos nos quedamos en silencio, ninguno quería volver a pronunciar una palabra más. Al final lo hice yo mismo.
-Mañana llamaré a un abogado experto en divorcios, para pedirle una cita y arreglar los papeles, me gustaría que me acompañaras y así terminamos antes los papeleos. En cuanto a los motivos, si te parece bien, diremos que ha sido por incompatibilidad de caracteres. Jamás contaré a nadie lo que ha pasado. -Le dije todo eso y ella iba asintiendo aceptando todo lo que le pedía.
-¿Y tú me has querido Fran? -me preguntó con una cara muy triste.
-Mara te amo desde que te conocí, te he seguido amando desde entonces y no sé si alguna vez podré dejar de amarte, ahora mismo lo veo como un imposible -se lo estaba diciendo mientras ella no dejaba de llorar y yo terminé acompañándola.
Poco después nos dimos un abrazo y se marchó.
En la cita con el abogado que era el mismo con al que consulté anteriormente, apareció Mara con su hermano y el abogado del hermano, pero no hubo ninguna reclamación por parte de ninguno de los dos. Fueron los mismos abogados los que decidieron los acuerdos que tendríamos que firmar, si bien, tendríamos que decidir si alguno de los dos se quería quedar con la casa o si la vendíamos sin más. Les pedí que nos dieran un poco de tiempo para decidirme, porque ella aludió a que no tendría posibilidades para quedarse con ella y yo si hacía un esfuerzo económico quizás le podría dar a ella la parte que le correspondía para que fuese mía.
Al final, con un poco de ayuda de mi familia y un nuevo crédito que me concedió el banco, pude hacerme con la casa.
Le dije a mi “exesposa” que se quedara en la casa el tiempo que quisiera mientras buscaba un sitio donde instalarse y yo me quedé alojado en mi habitación de soltero en casa de mi madre. Lo único que le pedí es que por favor no llevara allí a ningún hombre.