No encuentro la prueba (Capítulo 10)

Mara da su versión de lo sucedido.

Es el momento de que Mara cuente todo lo que pasó desde su propio razonamiento.

Capítulo 10

Hola a todos, soy Mara, la esposa de Fran.

Sé que dispongo de éste pequeño apartado entre todo lo que os ha relatado mi marido para tratar de explicar, que no de justificar, todo lo ocurrido desde mi punto de vista.

Os adelantaré que desde que conocí a mi marido, a Fran, nunca he pensado jamás en estar con otro hombre y a día de hoy todavía no me explico porqué hice todo eso, si además ninguno de los dos con los que he estado me atraían lo más mínimo.

Empezaré por el principio de todo, o sea, de cuando nos conocimos Fran y yo. Ese día estaba con mi amiga Carla en una biblioteca ojeando unos libros, cuando Fran apareció por detrás nuestra mostrándose como un chico muy simpático y dicharachero, yo me quedé un poco cortada porque verdaderamente me sorprendió por lo atractivo que era, pero fue Carla la que reaccionó la primera conversando con él por un buen rato, mientras yo les escuchaba sin decir nada. Después terminamos dándonos los teléfonos antes de despedirnos de él.

A partir de ahí Fran no dejaba de llamarme con esa gran simpatía, tan ingenioso, un poco fantasioso también, pero poco a poco fuimos cogiendo confianza hasta que después comenzamos a quedar y terminamos como todos sabéis. El problema fue que mientras él me iba contactando, Carla no dejaba de insistirme en que deberíamos llamarlo porque pensaba que el chico estaba por sus huesos. Al principio pensé no decirle nada, pero como él me apremiaba para quedar y a mí me encantaba, al final no tuve más remedio que contárselo. Le sentó fatal, incluso llegó a dejar de hablarme casi dos semanas, luego las cosas se arreglaron y hasta ahora, bueno hasta hace poco como todos sabéis que corté nuestra amistad.

Desde entonces cada vez que coincidíamos los tres, se tiraba unos días tensa conmigo. La solución era evitar esa situación, de hecho Fran lleva casi desde nuestra boda que no coincide con ella en ningún lado.

Carla y yo nos habíamos conocido en el instituto cuando teníamos quince años. Prácticamente ha sido la única amiga que he tenido desde entonces. Ella vive su vida de una forma digamos que liberal, en todo este tiempo solo ha tenido un par de novietes si es que se puede decir así, porque nunca respetó a ninguno de los dos. No es que todos los días tenga un nuevo tío en la cama, cuando conoce un chico suele quedar varias veces con él y luego simplemente encuentra a otro y lo deja sin más. En esos casos no los engaña, porque les advierte que no quiere ninguna relación seria, por si acaso.

Siempre nos hemos llevado estupendamente hasta que hace cuestión de siete meses me dijo que estaba saliendo con León, el chico que fue mi primer novio durante casi seis meses, unos dos años antes de conocer a Fran.

A mí francamente me daba igual, era curioso, pero no le daba más importancia y así se lo hice saber. No sé qué fue lo que la impulsó a hacer aquello pero un mes más tarde quedamos en su casa, porque había comprado una mesita para el salón y quería que yo viera como había quedado. Naturalmente fui como otras tantas veces a su casa con la confianza que siempre me merecía, pero cuando llegué me encontré que León también estaba allí. Tampoco me preocupaba demasiado, pero no estaba a gusto con su presencia en casa de mi amiga y en un aparte se lo llegué a decir, que yo era una mujer casada y que no veía bien verme con mi ex-novio sabiendo que además para ella no significaba nada, vamos que la situación me incomodaba bastante.

Pero no sé si fue mentarle a Fran indirectamente al decirle que estaba casada, o qué otra cosa le pasó por la cabeza, que a partir de ese momento fraguó la idea de que yo me acostara con León, cosa que ya había hecho muchas veces siendo su novia.

Sirvió tres gin-tonic bastante cargados de ginebra para ellos y bastante menos para mí, sentándonos los tres en el sofá porque era la única pieza cómoda en ese salón para sentarse. Ella lo hizo en el centro y León y yo a los lados. No tardó mucho en comenzar a meterse mano con él, primero estuvieron muy recatados haciendo bromas, pero poco a poco aquello se fue poniendo más serio y yo me quise levantar para marcharme ya a casa y que siguieran ellos a lo suyo. Pero Carla no me dejaba ir y entre risas y más risas se echaba encima mía, me levantaba la falda para que León me viera el tanga, luego se quitó la camiseta que llevaba y le dijo a él que se quitara la suya, ellos se besaban pero más bien intentando calentarme, luego entre los dos casi me obligaron a deshacerme de mi camisa sin dejar de apretarme las tetas. La cuestión es que ya no supe decir que no, lo reconozco, veía como Carla agarraba el miembro de él a través del pantalón sin dejar de alentarme a que yo hiciera lo mismo, que ya conocía lo que tenía León, que era una tontería no hacerlo y no sé cómo pero lo hice, me gustó y ya no supe parar, me encontraba en un estado casi eufórico, solo quería que me follara en todas las posturas, hicimos el clásico trío del que tanto se habla como si fuera una moda. En un momento en que él me follaba a cuatro patas, Carla me dio un chupetón en mi nalga dejándome un gran moratón que en ese momento me importó un bledo.

Estuvimos follando casi dos horas, luego llegaron unas pizzas y cenamos en la cocina, Carla seguía animándome para echar otro polvo, pero con la comida parece que me vino la lucidez que tanta falta me hacía, por lo que sin más cogí mi bolso y me fui de allí.

Cuando me duchaba en mi casa me di cuenta del moratón que tenía debajo de mi nalga izquierda, así que tuve que evitar como pude que Fran me la viera hasta el domingo de la semana siguiente que fuimos a la playa, porque ya había desaparecido.

Le estuve dando vueltas todo el día siguiente a lo que había pasado y no me entraba en la cabeza que yo hubiera podido hacer eso, era de todo punto increíble, ¿Porqué no me fui cuando lo intenté la primera vez? No lo sabía. Tampoco entendía la calentura que sentí de pronto como para desear que León me follara de esa manera que yo misma le pedía. Incluso llegué a la conclusión que Carla me había puesto algún aliciente en la bebida. Naturalmente estuve hablando con ella más de una hora pidiéndole explicaciones, pero me decía que estaba loca, que había sido un calentón y ya está, que ella los tenía continuamente sin plantearse más tonterías de que ningún chico le pusiera algo en la bebida, se lo follaba y punto.

Estuve un par de semanas tensa con Carla, pero después me convencí que efectivamente fue un calentón al verlos meterse mano y seguimos teniendo nuestras tardes para vernos y pasarlo juntas. De aquello no hablamos nunca más y a León lo despidió a la mañana siguiente.

Hubo un momento tres días después que llegué a pensar que Fran me pilló en la ducha, pero no dijo nada sobre lo de mi nalga, solo que había ido a lavarse los dientes. Pero un sexto sentido me avisaba que sí me había visto. Esa noche me levanté para hacer un pis y me puse las bragas más grandes que tenía en mi armario por si intentaba hacer una de las suyas. No me equivoqué y por la mañana me destapó para gastarme una broma cuando sonó mi alarma. Esa acción me puso en alerta total. Fran es muy fantasioso, simpático y está muy enamorado de mí, pero también es muy celoso de lo que considera que es suyo. No le importa que yo me luzca y que provoque la envidia de los hombres, sobre todo en la playa, porque no sé si lo sabéis, pero tengo un culo muy bonito, como yo sí lo sé, me pongo unos bikinis tipo brasileños para alegrar un poco al personal. En esos momentos y sobre todo cuando me encuentro de pie, observo de reojo que Fran nunca me mira, siempre está vigilando lo que otean con disimulo los demás tíos que tenemos alrededor y eso me hace una gracia enorme porque su cara es una mezcla de celos y orgullo a la vez.

Desde ese día sabía que estaría atento ante cualquier tipo de aventura que yo pudiera tener con alguien, pero lo tenía muy claro, aquello que hice con Carla y León estaba olvidado para mí, había sido una equivocación y nunca jamás se repetiría. Por ese lado estaba tranquila.

El estar atenta a sus movimientos me hizo darme cuenta que vigilaba continuamente mi móvil. Yo lo dejaba cargando en la mesita de noche siempre en la misma posición todas las noches al acostarme, observando que cuando lo recogía para irme al trabajo nunca estaba en esa posición. Me estaba vigilando, eso era seguro y no tenía nada que reprocharle después de lo que había hecho.

Por los mismos métodos, llegué a averiguar que vigilaba mi ropa interior, el cesto de la ropa sucia y el bolso, pero no me importaba nada de todo eso, ya se cansaría algún día de hacerlo porque yo no iba a salirme del tiesto nunca más en la vida.

Me preocupaba más el móvil porque me metí en un portal de Internet donde se explicaba cómo se podía vigilar el móvil de un hijo y aquello era ya demasiado, pero tampoco le iba a decir nada si algún día me hacía algo así en el mío, tendríamos que darnos muchas explicaciones que no desembocarían en nada bueno, yo por explicar lo de mi moratón en la nalga y él por espiarme. Por si las moscas y dado que las únicas veces que podría verme comprometida era en mis salidas con Carla, opté por apagar el móvil cada vez que lo hacía, al menos cuando me acordaba.

Por otra parte nuestra relación iba muy bien, sobre todo a nivel sexual porque a raíz de lo que pasó con León, yo quería quitarme parte de la culpa ofreciéndole a Fran todo lo que su fogosidad me pedía y que no siempre le daba. Se podría pensar que era una compensación por lo mal que me había portado, pero no era por eso, era porque yo estaba muy enamorada de mi marido, era el mejor amante que podría tener en mi cama y quería demostrarme  una y otra vez que lo que hice ese día no tenía ningún sentido. Quería repetir con Fran cien veces al día, era una obsesión que ya ni controlaba.

Poco después tuvimos una conversación sobre la fidelidad, yo quería saber si alguna vez me había sido infiel casi clamando porque la respuesta fuera positiva, que al menos una vez lo hubiese sido, pero su respuesta me puso en mi sitio, en nuestro matrimonio yo había sido la única adúltera. Cuando él me hizo la misma pregunta, estuve tentada de decirle toda la verdad, Fran no se merecía la furcia que tenía por mujer, él era un ser inmaculado en esos asuntos, luego le mentí para sentirme como una falsa de la peor calaña y lloré echándome en sus brazos gritando en silencio que me perdonara, que solo fue una vez y que no lo volvería a hacer.

Fuimos dos días seguidos Carla y yo al centro comercial, donde nos llegábamos de vez en cuando para comprarnos algo de ropa. Cuando volví a casa después de cenar con mi amiga allí mismo, me encontré a Fran en cama con una fiebre altísima, enseguida le apliqué unos paños mojados en agua fría por la frente hasta que poco a poco fue reaccionando.

Esos momentos fueron cruciales para mí porque en su delirio, no paraba de decir unas incoherencias detrás de otras, pero que yo entendía perfectamente pues no paraba de repetir las palabras:

“Espiar” “prueba” y “chupetón”.

Entre otras que no le entendí.

Tenía que hablar con Carla para que terminara de explicarme qué fue exactamente lo que ocurrió aquel día en su casa, estaba dispuesta a terminar con aquella farsa ante mi marido y quería saber porqué sentí tantas ganas de follarme al capullo de León, al que tuve que dejar porque no valía la pena en ninguno de los sentidos, entre ellos el sexual, así que en cuanto él se quedó dormido, la llamé para quedar cuanto antes para aclarar ese asunto.

Al otro día por la mañana me llamó al trabajo y me pidió que saliera un poco antes para vernos otra vez en el centro comercial porque tenía que descambiar una prenda y ya de camino hablaríamos de lo que quisiera.

Aquel día no era el más apropiado porque Fran aunque estaba muy mejorado, había pasado por un proceso febril importante y me hubiera gustado hacerle compañía ese día, pero a Carla no se le podía coger una tarde muy a menudo, así que tenía que aprovechar esa porque yo no podía esperar más. De todos modos si al llegar a casa lo encontraba mal, la llamaría para anular la cita y me quedaría con él, pero el puñetero es fuerte como una roca y se encontraba bastante bien, casi como siempre, por lo que no tuve ningún problema en irme al centro comercial otra vez.

En el cambio de su camiseta no echamos ni diez minutos, de modo que teníamos mucho tiempo para poder hablar de todo lo que yo quería que me explicara, pero ella que sabía a lo que yo iba, venía más que preparada negándome todo lo que yo le insinuaba porque tampoco tenía pruebas de eso. Carla, no lo voy a negar, tiene una gran influencia sobre mí por lo que terminó de convencerme otra vez de que solo fue un calentón.

Después nuestra conversación derivó por otros derroteros.

-Mira tía, tenemos que vernos más a menudo que cada vez estamos más alejadas la una de la otra, te vas a comprar ropa deportiva para venir al gimnasio conmigo dos tardes a la semana, que tenemos que recuperar todo el tiempo perdido, verás lo bien que lo vamos a pasar, luego nos vamos a ir a cenar con el grupo de amigas con las que salgo los fines de semana, verás que chulas son. Te van a caer de maravilla.

La verdad es que lo del gimnasio no me pareció mal pues Fran no paraba de decirme que llevaba una vida sedentaria, que tendría que ir a su gimnasio para mejorar mi condición física, pero ir con mi amiga Carla sería mucho más divertido.

Fran me llamó a media tarde y cuando me interesé por su salud, me dijo que se encontraba bien, así que tomé la decisión sobre la marcha y le dije lo de la cena con Carla y sus amigas.

Carla me aconsejaba cual era la ropa que me tenía que comprar, así como el resto del equipo, también un buen bolso para transportarlo todo.

Luego nos dirigimos al restaurante del novio de Lucía que era una de sus amigas. A pesar de que yo las conocía a todas por las fotos que se mandaban a través del grupo que habían creado por Whatsapp, o por las propias de la galería del móvil de Carla, o incluso por haber asistido alguna de ellas a una de nuestras quedadas, me las presentó a todas. La verdad es que eran muy simpáticas y, luego Lucía nos presentó a su novio que al parecer era también el jefe de cocina. Después me fui enterando que salvo otra de las chicas, todas estaban comprometidas y dos de ellas casadas como yo.

Cuando acabamos la cena Carla insistió en tomar una última copa en una discoteca que ya conocía por haberla frecuentado con Fran en varias ocasiones. Yo no quería ir porque ya era un poco tarde pero al ver que iban todas, incluso las dos chicas casadas ya no les puse más reparos. En mi coche me acompañaban Carla y Lucía a la que después recogería su novio. No puedo negar que lo estaba pasando bomba pues ponían mucha salsa y a mí es el ritmo que más me gusta bailar, lo hacíamos siempre varias chicas del grupo a la vez, estaba regresando a nuestra mesa desde la pista de baile cuando vi que Carla hablaba con un tío imponente que le sacaba más de veinte centímetros a ella, se ve que acababa de llegar pues los dos hablaban de pie delante del asiento de mi amiga. Cuántas veces he pensado luego que ese encuentro estaba pactado entre los dos y no por ella, sino por mí. Enseguida me lo presentó como Andrés, que era el dueño de varios gimnasios y entre ellos el mismo al que ella iba y al que yo me apuntaría al día siguiente.

Andrés era un hombre con una gran presencia, quizás algún año más que yo, muy alto, ahora me lo parecía más al tenerlo tan cerca, enseguida se deshizo del anorak que llevaba puesto aduciendo al calor que allí hacía, dejándonos ver un torso bien marcado en una camiseta negra de mangas cortas que mostraban unos fuertes brazos y unos pectorales claramente dibujado en ella. Era un buen ejemplar de hombre y seguro que uno de los trofeos de Carla por la familiaridad con que se trataban.

Su trato era exquisito, su charla demostraba una gran educación no exenta de una extraordinaria simpatía. Desde luego sabía como engatusar a una mujer, solo que yo estaba casada y mi adonis ya lo tenía definido y para siempre.

No se cortó en bailar con todas nosotras todo tipo de salsas, luego la discoteca cambió la salsa por música del género kizomba, porque allí se daban clases de ese baile y salieron varias parejas que lo hacían de maravilla, como siempre ocurre los chicos comenzaron a sacar a todas las chicas que se atrevían a probarlo, fue Andrés el que tirando de mi mano y con una gran sonrisa me llevó a una esquina de la pista para practicar conmigo. El baile en sí es muy atrevido sobre todo para la mujer pues es la que se debe mover alrededor de su pareja, la verdad es que yo no lo hacía muy bien, pero no parábamos de reírnos y de disfrutar que era a lo que habíamos ido allí. Por último pusieron la canción Lentos de Daniel Santacruz. Parecía que todo el mundo la estaba esperando pues la pista se llenó de parejas por lo que Andrés con buenos movimientos casi me sacó de ella situándonos en un rincón que daba a dos paredes que hacían esquina, encima teníamos una columna detrás, por lo que éramos poco visibles al resto de los que bailaban.

Mis movimientos se hicieron más sensuales y tenía ganas de que Andrés me metiera mano ya de una vez, estaba loca porque me cogiera las tetas a las que no paraba de rozar con la yema de sus dedos, llegando incluso a desabotonar el primer botón de mi camisa.

No sabía si era por la cantidad de copas que me había tomado, pero me encontraba súper cliente en brazos de aquel portento de hombre. Enseguida noté como su rabo no paraba de darme en mi vientre y yo procuraba que aquello se hiciera permanente, que no se despegara de mí. Cuando me hablaba al oído aprovechaba para besar y lamer el lóbulo de mi oreja, llegando a besar mi cuello en varias ocasiones al tiempo que su mano bajó a mi culo, dándome un sobeo de lo más guarro, pero eso era lo que yo ansiaba.

Antes de medianoche decidimos marcharnos, pero yo no estaba para conducir ni mucho menos, fue Carla la que nos distribuyó, yéndose ella con Lucía y su novio, mientras que a mí me llevaría Andrés a casa. Fue sentarme en el asiento del acompañante y ya me estaba metiendo la mano en medio de los muslos que yo separaba para darle mejor acceso y que no tuviera ningún problema en tocar todo lo que quisiera, mientras conducía llevó mi mano a su paquete para que le diera un buena refriega, cosa que hice con gran ardor. En un momento vi que paró el vehículo en una zona muy discreta que no reconocía, pasando los dos a los asientos traseros que eran muy amplios, lo primero que hizo fue darme un pequeño beso que no tardó en convertirse en un brutal morreo, ambos estábamos que nos salíamos y en unos minutos nos encontrábamos semidesnudos, al tiempo que le hacía una buena mamada a su descomunal rabo, estaba disfrutando como una cosaca mientras él no dejaba de amasarme los glúteos con una mano y las tetas con la otra. Lo tuve que hacer muy bien porque de pronto hizo que me parara y no se movió durante unos veinte segundos, seguro que evitando su eyaculación.

Al momento sacó de no se donde un condón que se puso en un abrir y cerrar de ojos para inmediatamente recostarme sobre el asiento clavándomela sin más miramientos, menos mal que estaba súper lubricada porque si no me hubiera arrastrado los labios mayores hasta el estómago. Menudo bruto era follando y lo que le gustaba cambiar de postura, no sé cuántas veces me corrí antes de que él lo hiciera mientras me tenía a cuatro patas sobre el asiento del coche.

Era muy tarde cuando llegué a casa, borracha, bien follada y todavía más caliente que una perra en celo. En una pérdida de equilibrio me agarré a la mesa de la televisión sin poder evitar caer de culo volcando la mesa con todo lo que tenía encima, sin llegar a aplastarme de milagro.

Después cuando subí arriba a nuestro dormitorio me di de bruces con Fran que me esperaba despierto, sentado en la cama. Su mirada recriminadora pareció que actuó como un antídoto contra mi calentura a pesar de lo nebulosa que se encontraba mi mente, estaba muy cansada y me quería echar a dormir pero él mismo me desnudó y me llevó a la ducha, luego me preguntaba que donde había estado y yo no sabía lo que le decía.

Fue al otro día cuando me interrogó de verdad, más serio de lo que nunca lo había visto por lo que solo tenía dos opciones, decirle todo lo que pasó o hacerme la indignada por sus suposiciones sobre lo ocurrido. Opté por ésta última opción, porque la otra era el finiquito a nuestro matrimonio. No voy a repetir lo que él ha contado ya con pelos y señales.

Ese polvo de la noche anterior lo tuve que asumir a mis propios méritos, no le iba a echar la culpa a mi amiga otra vez, estaba claro que yo tenía que ser una especie de ninfómana sin remedio, en cuanto tenía delante de mí una situación morbosa, mi líbido se subía hasta las nubes y ya no podía parar hasta que me follaran bien follada.

Sin embargo cuando llegué al gimnasio ese día, Carla ya conocía todo lo que hicimos Andrés y yo en su coche la noche anterior, me hablaba de él con demasiada familiaridad y se tomaba a risas mis preocupaciones por los cambios que había detectado en mi comportamiento hormonal últimamente. Me decía que bienvenida al club, que todas teníamos que vivir nuestra vida, que yo tenía que aprovechar todas las oportunidades que se me pusieran por delante, que... en fin que cada vez me convencía más de que yo me estaba convirtiendo en un putón verbenero, que Fran ya no me creía y que de seguir así pronto terminaríamos cada uno por su lado. Me estaba resignando a todo esto.

Como si me estuviera despidiendo de él intenté que tuviera más sexo conmigo, cosa que se me hacía muy fácil de conseguir con mi marido, él siempre estaba con el dedo apretando el gatillo.

Todo ocurrió dos semanas después, a raíz de que Carla me dijera que Andrés nos invitaba a conocer el nuevo bar que había inaugurado hacía poco. Lógicamente me negué en redondo, ¿Cómo iba a ir a tomarme una copa con el tío que me había follado hacía quince días? Pero ella me aseguraba que solo era una cerveza y que nos iríamos enseguida, que no podíamos hacerle el feo de no acudir, en fin que me volvió a convencer. De todos modos tenía claro que en un bar con gente alrededor tampoco tenía porqué ocurrir nada.

Para no llegar muy tarde a casa, le pedí a Carla que nos fuésemos antes del gimnasio para ir al bar, así no tendría que darle explicaciones a Fran. Éste último comentario me lo tendría que haber guardado porque no le hizo ni pizca de gracia.

Llegamos al bar que era en realidad tenía más aspecto de un pub inglés en toda regla, allí se servían multitud de marcas de cervezas y botellas de alcohol. Había mucha gente pero todo estaba muy bien distribuido y apenas se escuchaban voces en el local. Enseguida vimos a Andrés que estaba apoyado con un codo en la barra, mientras hablaba con algún cliente del que se despidió al ver que nos aproximábamos a él. Con la simpatía que le caracterizaba nos dio dos besos en las mejillas a cada una y allí mismo nos pidió unas bebidas que en mi caso fue un refresco. Desde allí mismo nos fue describiendo el local, que por suerte había sido un éxito de público, que lo había abierto con la ayuda de un socio inglés que fue el que le dio ese aspecto tan característico de los pub ingleses, que ya estaban pensando en abrir otros más, todo eso nos decía mientras contestaba a preguntas nuestras.

Habían pasado más de veinte minutos, suficientes para ir pensando en marcharme lo más pronto posible para no retrasar mi vuelta a casa. Así se los hice saber.

-Bueno chicos yo me tengo que marchar ya que Fran me está esperando en casa y se me está haciendo tarde. ¿Te vienes conmigo o te quedas un rato más con Andrés? -le pregunté a mi amiga que creo que no se tomó muy bien mi mención a Fran de forma tan directa.

-¡Espera! -me soltó de repente-, que Andrés nos va a enseñar el resto del local.

Ellos se miraron de forma significativa, como si tuvieran algo calculado para más tarde. Pero me daba igual que hicieran lo que les viniera en gana, ellos no le debían respeto a nadie al contrario que yo. Vería el resto del local y me marcharía sin más.

El pub terminaba con un ángulo a la izquierda al final del mismo, lo que daba para otro montón de mesas y clientes que por allí estaban, si era por la decoración tenía que aceptar que verdaderamente habían hecho un buen trabajo, todo se desarrollaba en un ambiente muy agradable, esencial para que el público se sintiera a gusto en ese pub.

Cuando volvíamos nuevamente hacia la salida nos mostró un escalera tenuemente alumbrada en sus escalones que llevaban a un piso superior.

-Venid a ver ésto -nos pidió Andrés-, es lo último que os queda por ver.

Él nos precedía en el ascenso de la escalera y nosotras dos le seguíamos, al final nos encontramos en un pequeño rellano con una puerta que él abrió de inmediato dando paso a una habitación poco iluminada o para decirlo mejor con luces muy indirectas.

-Esto es un reservado que tenemos mi socio y yo para poder atender a nuestros amigos -nos dijo Andrés mientras entraba en aquella habitación-, como veréis hay todo tipo de bebidas y aperitivos para que no tengamos que depender de nuestros camareros. Aquí nos servimos nosotros mismos.

-Pues ya que estamos, ponme a mí un ron-cola -le pidió Carla.

-Yo me pondré otro para acompañarte ¿Tú que quieres Mara? -me preguntó.

-Bueno, es que yo no me puedo entretener más, pero ponme otro refresco para los cinco minutos que me puedo quedar. Ellos se quedaron por dentro de la barra bar sirviendo las bebidas y yo aproveché para echar un vistazo a mi alrededor.

Ahora me fijé algo más en el reservado y la verdad es que era muy acogedor, aunque pensé que aquello no era para atender amigos precisamente, en una esquina tenía una puerta y Carla se dio cuenta que la estaba mirando.

-Eso es el baño, entra a verlo verás que chulo es -me dijo.

Estaba claro que no era la primera vez que mi amiga había estado allí, porque Andrés no había dicho ni media palabra sobre lo que había detrás de esa puerta y mucho menos nos lo había enseñado. Verdaderamente estaba muy bien equipado con ducha y una bañera enorme de hidromasaje en la esquina contraria a la puerta.

Cerré de nuevo la puerta y me fui a coger mi bebida que ya tenía en la mesita que había delante del sofá donde estaban sentados ellos dos, de forma que Andrés quedó en medio al sentarme yo a su lado. Él accionó un mando a distancia haciendo sonar de inmediato una música más apropiada para un escarceo amoroso que para unos amigos a los que atender. Pero también me dio igual, yo me iría en cinco minutos y si Carla quería disfrutar de él y de esa música, me marcharía sola y ya está.

Dada su simpatía innata, no tardó mucho en entablar conversación con las dos, en esta ocasión recuerdo que lo hicimos sobre su gimnasio, no parábamos de reír con las cosas que se le ocurrían, la verdad es que me caía muy bien, aunque como siempre sus manos nunca estaban quietas y las iba poniendo encima de las piernas de Carla, de las mías también claro, pero no se apreciaba ninguna intención de pasar a mayores. Fue mi amiga la que empezó a romper el hielo y al igual que hizo el día que estuvimos con León, comenzó a toquetear ella también en un plan distendido, pero derivando la conversación a temas más íntimos. Le preguntaba que a cuantas chicas había llevado a ese reservado mientras reían a carcajadas, después me fue metiendo en ese terreno de forma más descarada, haciendo que él me fuese tocando poco a poco de forma más atrevida, luego me preguntó qué opinaba yo de Andrés, si me gustaba, si lo pasé bien con él en el coche, si quería tocar su polla de nuevo para lo cual agarró mi mano y la puso en lo alto de su paquete.

Yo no sé que era lo que me pasaba pero me tenía que ir de allí antes de que no pudiera dar marcha atrás, porque notaba que me volvía mi vena ninfómana, esa que me hacía que deseara una follada de veinte horas seguidas. Llegué a ponerme de pie para coger mi bolso y marcharme, pero ellos también lo hicieron para abrazarse conmigo al tiempo que no dejaban de acariciarme todo el cuerpo. Luego él me besaba mientras Carla me iba desnudando y yo le echaba los brazos al cuello para que no se separara de mi boca. En un momento estábamos los tres desnudos y el aprovechó un pequeño receso mientras me quitaba el tanga para dar a otro botón del mando a distancia, haciendo que el sofá se convirtiera en una inmensa cama de dos metros de ancha.

A partir de ahí nos dedicamos a darnos todo el placer que nuestros cuerpos nos pedían, al menos el mío, lo mismo me comía la polla de Andrés, que lo hacía con el coño de mi amiga, que ellos me comían a mí, que Andrés se follaba a una o a otra, tanta calentura no nos dejaba estar pasivos en ningún momento, todo lo contrario. Al igual que la otra vez que me folló en el coche, perdí la cuenta de mis orgasmos, así de quien era el que me los procuraba, Carla se corría cada cinco minutos, menuda era la cabrona para eso, sin embargo Andrés tenía un aguante increíble, llevaba más de media hora follándonos sin parar después de un buen rato de preliminares sin dar muestras de correrse en ningún momento. Estaba follándose a ella por detrás a cuatro patas, cuando metí mi mano entre sus nalgas para acariciarle aquellos enormes testículos, pero ni por esas, entonces se me ocurrió meterle mi dedo medio en todo el culo, así que me lo embadurné bien de saliva y se lo clavé hasta los nudillos, fue mano de santo, en este caso dedo de santo y por fin intuí que estaba próximo a eyacular.

-Lo quiero en mi boca -le dije mirándole a los ojos.

Unos segundos más tarde se salió de Carla, se quitó el preservativo, apuntó con su glande a mi boca y dándose varios meneos me llenó la boca, la cara, el pelo, las tetas y no sé que más. ¡Qué barbaridad! La de leche que me tragué y encima como me había puesto el coloso éste.

Después de aquello estuvimos un par de minutos dándonos caricias relajándonos de tantos orgasmos y de tanta intensidad en los mismos. Aproveché entonces que me tenía que limpiar para darme una nueva ducha después de la que me había dado en el gimnasio hacía un par de horas.

El agua corriendo por todo mi cuerpo me puso en alerta sobre lo que acababa de protagonizar, aquello no podía ser otra cosa, yo no deseaba estar con Andrés y mucho menos con Carla, ¿Porqué entonces me había calentado y entregado de esa manera, qué había pasado allí? Estaba claro, solo era una ninfómana cuando mi amiga estaba cerca de mí. Mis sospechas del día que follamos con León volvieron a mi cabeza de forma estridente.

Salí del baño sin decir ni una palabra, Carla estaba poniéndole la polla dura a Andrés para un segundo asalto, me miraba a mí y miraba la polla de él invitándome a seguir metida en ese combate, pero mi cara de mala leche no debió gustarle mucho porque soltó lo que se traía entre manos para incorporarse en la cama.

-¿Qué haces? -me preguntó mientras veía como me iba vistiendo-, ¿Adonde coño vas? Deja al cabrón de tu marido de una puta vez y vente aquí con nosotros, capulla, que eres una capulla.

No dije nada hasta que terminé de vestirme.

-Carla hemos terminado tú y yo para siempre, debería ir a un hospital a que me hicieran un análisis de sangre y denunciarte por hija de puta. Pero no le quiero dar ese disgusto a mi marido, a mi amado Fran, ese que tanto te disgusta so cabrona.

Ahora sí cogí mi bolso y me alejé de allí cabreada y destrozada por haberle vuelto a ser infiel a mi esposo, al hombre que debería amar por encima de todas las cosas y al que yo acababa de traicionar por tercera vez en poco tiempo.

Tengo a toda la familia pendiente de mí, ellos saben que si ha pasado algo malo, lo he debido protagonizar yo misma porque Fran es un buenazo que me quiere a rabiar. Lloro todos los días pensando en lo mal que me he portado. El pobre ni siquiera me preguntó quién fue el primero, si lo hubiera hecho, se lo hubiera dicho. No le iba a esconder nada, nunca más.

Gracias a Alvarito, su empleado he podido dar con el hotel donde se hospedaba. Mañana voy a cenar con mi esposo en el buffet de ese restaurante que dice que está tan bien. A mí me da igual la comida, yo solo quiero disfrutar estando a su lado el tiempo que me lo permita.

Sabéis que todo anda mal entre nosotros, que Fran terminará seguramente separándose de mí, creo que me lo merezco, no soy digna de él, aunque si me deja, me va a enterrar en vida.

Gracias por la oportunidad de explicarme, que no de justificarme.

PD.- Me acaba de llamar Fran para decirme que Carla le ha enviado una foto mía.