No consentido, consentido.
Coincido con la chica con que sueño que todos los días me acaricie, y lo consigo.
Todos los días como es natural, tomo el mismo autobús que me lleva a mi trabajo, siempre veo las mismas caras, casualmente alguna vez aparece un rostro nuevo, pero son los menos, casi todo el mundo se conoce en el vehículo, el único que cambia casi a diario es el conductor, pero también nos resultan familiares a todos.
Cada uno tenemos un mote, al menos yo los pongo y yo sé de buena tinta que soy conocido como el del libro blanco (me lo pusieron unas simpáticas ancianas), pues lo llevo forrado para que nadie sepa qué estoy leyendo, y si tiene curiosidad, que eche un vistazo a las letras de la novela, me encanta que las féminas sobre todo acerquen sus cabezas y se pongan a leer párrafos de la lectura que llevo.
Casi siempre me siento en mi lugar preferido al fondo, y al lado de una joven, a la que a veces he visto como sus pezones se empitonaban, desconozco si es porque me sentaba a su lado o si por su naturaleza iba excitada todos los días, o es que tal vez lo que escuchase a través del móvil por su pinganillo la ponía a mil... pero me resultaba muy agradable.
Esa noche era a la inversa, venía del hospital, de hacerme una cura en una herida causada por un cuchillo (accidente casero), ya estaban a punto de quitarme el vendaje, y por eso tuve que tomar de nuevo el autobús, no podía conducir, mira por donde me encuentro a la joven con la que coincido cuando voy al trabajo, es una joven delgada, pero muy apetecible, lo que mas destaca de ella son sus senos, y sus pezones, sobre todo la facilidad con que se le ponían tiesos.
La llamaré Jennifer.
Después de saludarnos, casi nunca hablamos, me pregunta por la mano y tras un breve cruce de palabras comenzamos una charla sin importancia, durante la cual, al estar fijándome en sus faldas volantes, que dejaba entrever poco más arriba de sus muslos, veo que sus pezones cobran vida y se ponen erectos.
Jennifer se corta un poco y casi cesa de hablarme, yo me estaba poniendo a mil, el ir sentado al lado de este monumento, me estaba excitando, no tenía libro con el que distraerme y, como no iba mucha gente en el autobús, y nosotros en la última fila del mismo decidí entrar en acción y coloqué la mano en su rodilla casi sin quererlo...
Oye, no te tomes tantas libertades.
No son libertades guapa, me tienes loco, lo que pasa es que nunca te lo puedo decir, todos los días veo como tus pezones se ponen duros, no sé si es porque te pasa a menudo o por mi presencia, pero me vuelves loco.
Jennifer sonreía y no hablaba, giró la cabeza para observar los vehículos que transitaban al lado.
- Me gustaría mucho sentir la dureza de esos pezones, y saber como tienes tu vulva en estos momentos, se me está poniendo muy duro mi pene.
Ella me empezó a ignorar y yo ataqué de nuevo, todo lo tenía que hacer por debajo, pues si tocaba sus tetas, seguramente alguien me vería, aunque cada vez había menos gente en el autobús.
- Te he dicho que no te tomes tantas confianzas, ya está bien, si lo llego a saber sigo sin hablarte.
Aunque trataba de esquivar todo el tema, yo observaba sus pezones, eran unos chivatos geniales, estaba muy excitada, mi mano paseó muy rápidamente pero de manera suave por su muslo, casi alcanzando la altura precisa de su más rico triángulo, pero la apartó enseguida.
No podía aguantar más, al menos lo intentaría de otra manera, me haría una paja.
- Está bien, me voy a masturbar, visto que no quieres hacérmelo tu, me lo haré yo, a ver si te animas.
Sacándome el miembro, que estaba totalmente duro, comencé a masturbarme disimuladamente, el brillo de mi pene, totalmente lubricado, llamó la atención de Jennifer, que miró durante unos quince largos segundos, eso hizo que terminara de endurecérseme totalmente, y tal y como se hace siempre, comencé a bajarme y subirme la piel, hasta donde alcanzaba, dejando ver el glande, el placer de una paja lenta me encanta.
- Ooohhh, me gustaría mucho... que tu mano agarrase... mi cilíndrico pene, todas las mañanas pienso lo mismo..., y todas las mañanas lo primero... que me hago es una paja pensando en ti.
Después de estar unos segundos con mi mano en plena tarea, decido atacar de nuevo, al ver que se animaba más y más a observar, mi mano vuelve a sus muslos, que parece se abrieron un poco con mi contacto, mientras, seguía con mi paja, y noto que cierra las piernas atrapando mis dedos, que estaban alcanzando el punto sublime.
Te he dicho que no -esta vez me lo decía de otra manera, menos convencida, ya estaba cediendo, se le notaba.
Anda tontita, sé buena persona y hazme disfrutar, que yo te lo haré también a ti, una paja en el autobús, sólo eso.
No tuve que insistir mucho, ya estaba empezando a cambiar su manera de pensar, y mirándome a los ojos, abrió sus piernas de nuevo, y apartó mi mano, de la misma manera, agarró mi duro miembro y comenzó a hacerme la paja casi en público más excitante de mi vida.
- Mmmm, siii... siempre había pensado en un momento así...
Dejándola hacer, me terminé callando, no quería echar a perder el encantador momento, simplemente vi, como se levantaba un poco más la falda y no cesaba de abrir y cerrar sus piernas, era evidente su estado de excitación.
- Aaahhh... aaahhh... aaahhh...
La escuché susurrar gemidos bajitos, mientras los ojos se me cerraban del placer que estaba obteniendo con su mano que subía y bajaba a un ritmo muy acompasado... miré a sus bajos y me encontré que su mano estaba acariciando lo que tantas ganas tenía yo de tocar, el clítoris, pero por encima de su falda.
- Déjame... hacer a mi...
Metí la mano, que estaba ansiosa por acariciarla, y por fin alcancé su pubis, chorreante, sin bragas, en principio pensé que llevaría un delgado tanga pero no, nada había que impidiera acceder a su vagina, estaba muy mojada y alcancé su hinchada vulva, palpé su clítoris, al que suavemente toqué con mucha delicadeza, Jennifer se echó hacia atrás al primer contacto, pero después se relajó y se deslizó un poco hacia delante, en ningún momento bajó el ritmo de la paja que me hacía, por lo tanto tenía que hacerle un buen trabajo.
- Ooohhh, siii, siii, mmm... cabrón me has puesto a mil.
Y abrió un poco más sus piernas hasta donde pudo, mis dedos hurgaban por todo su alrededor, sobaban los labios pero cuando venía que experimentaba más placer era cuando hacía círculos alrededor de su clítoris, el cual me daban ganas de comerme.
- Qué rica... paja que me haces... de poder ser te comía ahora mismo...
A Jennifer le gustaba la idea, pero hoy no iba a poder quedar con este tío tan descarado al que conocía del autobús desde hacía años, pronto se apearía, pero antes sabía que todo eso tenía que acabar en un placer inconmensurable.
Mis dedos mojados frotando su clítoris, la hacían suspirar, casi en silencio, para que nadie la sintiera, solo yo, que sentía al mismo tiempo como elevaba la cintura, como pidiendo que se la follara.
- Méte... me, el dedo..., métemelo... ufff...
Mientras disfrutaba de la paja que me continuaba dando, yo con pericia, acariciaba el clítoris y le metí un dedo dentro de su vagina, acariciando el principio de su entrada, donde la sensibilidad es alta. Sus piernas se cerraron con ese contacto.
- No te detengas, que ya está aquí... -eso lo dijo casi entre convulsiones.
Yo también estaba a punto de correrme, pero no quería mancharlo todo, así que me contuve como pude, y con mi mano atrapada en ese palpitante clítoris, al que estaba dándole una suave paliza, Jennifer exhaló un último suspiro, se tensó y tembló un poco del orgasmo alcanzado.
- ¡¡¡Ah!!! He alcanzado la Gloria.
Eso es lo último que pude escuchar, a continuación detuvo la paja que me hacía, mi polla estaba a punto de reventar, ella lo sabía, por los pulsos que sentía al intentar expulsar los chorros de semen.
Tras un intervalo corto de unos segundos, apartó mi mojada mano de su vagina, cesó la paja que me hacía y girándose lo justo y suficiente se la metió en la boca, iniciando una mamada corta pero sublime, estaba a punto de tragarse el resultado de la masturbación, no tardó mucho, tras incrustarse mi mojado y duro miembro, en pocos movimientos consiguió su objetivo, yo ya había conseguido el mío, y chorros de semen inundaron su estómago, nada cayó al suelo, Jennifer se lo tragó todo, colosal.
Una vez me mostró que no tenía nada en su boca tras haberle preguntado, me dio un agradable beso y se apeó del autobús, varias paradas después de donde tenía que bajarse, yo dos paradas después.