Niños en uniforme 1
Una madre pierde el control de su lujuria por el culo de su hijo adolescente. Seríe de madres llevadas al limite por el desarrollo de sus bebes.
Mi hijo me volvía loca, no es que lo hubiera planeado ni nada, jamás me he considerado una pervertida, mi relación con el sexo siempre fue normal. Pero de pronto un deseo carcomía mi interior, era un despertar de lujuria que me trastornaba, de pronto no sólo deseaba sexo, deseaba ser poseída por un imponente macho.
Todo empezó hace algunas semanas, estábamos en las vacaciones de primavera, como siempre el último fin de semana, asistía a la casa de una de mis amigas a pasar un día en la piscina. Cada año se repetía el ritual y todos lo disfrutábamos, los maridos de todas las amigas se reúnen también y nuestros hijos se llevan muy bien. Al estar cayendo la noche mis amigas y yo nos encerramos en una terraza y pasábamos una relajante tarde noche de mujeres.
- Oigan, últimamente he estado de lo más caliente-. Dijo tras unos cuantos tragos mi amiga Isabel, la anfitriona, s ele veía muy desinhibida.
- Pues la verdad…-. Respondió Carla-. Yo también.
- Tal vez sea la edad, pero les digo que en las últimas semanas he estado de lo más cachonda. Pero debo decirles que cosa fue la que me ha puesto así.
- Anda dinos, no te cortes, sabes que te hemos conocido por tantos años, conocemos todos nuestros secretos.
- Es que es mi hijo Pablo el que me tiene como una perra en celo-. Todas la miramos entre horrorizadas y divertidas de verdad que al mirarla como estaba era la prueba de su calentura, llevaba un bikini azul que la hacía lucir maravillosa, yo había notada que nuestros hijos la miraban de reojo y tenían porque, su trasero era perfecto, tenía unas buenas tetas y el color la hacía resaltar aún más, era una verdadera mujer apetecible y comible.
- Pero… es tu hijo.
- Lo sé y por eso me excita más, ¿ya lo han visto?
- Claro que lo hemos visto-. Respondimos las cuatro, y es que era difícil no verlo, todos nuestros hijos ser habían vuelto adictos al gim, tenían unos cuerpazos y Pablo resaltaba, tenía unos brazos y unos pectorales de infarto.
- Es que al mirarlo todos los días, me ha puesto a mil, pero en mi caso fue de la noche a la mañana. Un día regrese temprano del trabajo y al llegar a casa, pensé que estaba vacía pero no era así, entre la baño corriendo y al entrar lo vi en la ducha desnudo, dios mío, la impresión casi me mata, ver a un hombre como él desnudo, con su trasero tan firme y su cuerpo tan trabajado, estaba tan hipnotizada que tarde en salir del baño, quería memorizar su cuerpo, sus músculos y su pene que me miraba invitándolo a lamerlo.
- La verdad no podemos culparte-. Dije yo, tener un hijo así no es fácil.
- Sobre todo como el tuyo Ángela-. Carlota me miraba-. Siempre has sido una buena admiradora de las nalgas de un hombre y tu Sebastián dios mío tiene uno de infarto-. No es que no lo hubiera notado, es que tener un culo como esos en casa y no verlo era imposible pero la mención a nuestra relación y hablando de lo que estábamos, me turbó de una manera que no esperaba.
- Pero…-. Isabel estaba completamente excitada y nerviosa, su entrepierna brillaba al recordar la tarde de la ducha-. Lo peor es que se me hizo vicio, tanto que hice unos orificios a la ducha, para espiarlo, ver sus pectorales, como el agua corre por ellos, por sus brazos, por su abdomen y por su miembro me ponen loca, por eso este día me puse este bikini, quería ver cómo reaccionaba, quería ver si él también me desea como yo.
- Y vaya que se le caía la baba como a todos.
- Por eso lo he citado en mi habitación.
- ¿de verdad?, no puede ser.
- Lo he engañado he pretendido ser tú-. Me señaló a mí-. He tomado tu teléfono y le he mandado un mensaje muy sugerente. Perdóname
- No te juzgamos-. Hablo finalmente Sofía-. Pero si estas dispuesta a encamarlo, al menos déjanos ver.
La terraza se quedo en silencio, pero todas nosotras no podíamos negarlo queríamos ver, con sus 18 años Pablo nos tenia mojadas a todas y era innegable.
- Está bien-. Dijo, nos señalo la puerta y mientras nuestros esposos se ponían a ver un partido en la televisión del patio, nos escurrimos al cuarto de Isabel, nos señaló una puerta que daba al baño de la habitación, dejo abierta la puerta y corrió una pequeña cortina, que lograba ocultarnos pero nos daba una buena visión.
Lentamente se saco el bikini, dejando libre sus pezones, estaba tan bueno que incluso a mí me excito, su cabello caía por sus hombros y unas gotas de sudor rodeaban sus pechos y su vientre. Toda la situación era tan subreal que nadie decía nada simplemente nos manteníamos expectantes y tan húmedas que era imposible no oler hembra en esa habitación.
Pronto empezaron a llamar a la puerta y después a tímidamente abrirla.
- Cierra la puerta-. Le ordenó, su voz era otra transformada por la lujuria y el deseo.
- Mamá-. Dijo asustado y mirando las tetas de Isabel.
- No digas nada-. Se acerco y tocando sus pectorales-. Quítate la ropa.
Lentamente fue bajando su bermudas y al hacerlo, su pene saltó, Isabel se arrodilló y lo metió en su boca, los ojos de Pablo estaban como platos, Isabel tomaba el duro trasero de su hijo y lo amasaba mientras saboreaba el pene de su hijo, sin poder evitarlo, mi mano se fue metiendo entre mi bikini.
- Qué rica verga tienes Pablito-. Le dijo Isabel. Me tienes como una puta con ese cuerpo.
- Mami tu también con ese cuerpo-. Y la levantó, y comenzó a comerle las tetas.
Ya sin poder aguantar, la arrojó contra la cama y mientras ella recorría la espalda de su hijo dándole nalgadas y arañándolo, le abrió las piernas y de una sola estocada la penetró hasta el fondo, Isabel se comenzó a mover como posesa, estaba llena de deseo, de lujuria, la cama no dejaba de mecerse y todas no podíamos creer lo que veíamos, el cuerpo endeble de Isabel siendo tomado por el cuerpo de un macho sudoroso y lleno de testosterona, era un espectáculo digno de recordarse, mientras ellos dos se venían al mismo tiempo rompiendo en un orgasmo que cimbró la habitación, nosotras en las sombras también.
La faena continua, ella se subió sobre él y luego comenzó a montarlo, estaba tan desatada que creí que le rompería el aparato. Al venirse él la colocó a cuatro y dándonos un espectáculo, de su culo, vimos como la penetraba mientras ella no paraba de gritar y decirle que le diera más fuerte que ya era su puta. Después de eso, los gritos de gol de nuestros maridos, los trajeron a la realidad y dejando de coger, recogieron sus cosas y él salió entre asustado y excitado, antes de salir ella le metió un dedo en el culo y le dijo que en la noche seguían.
Tras ver eso, todas estábamos exhaustas, subimos de nuevo a la terraza y sabiendo que en breve tendríamos que irnos, comenzamos a recordar lo vivido.
- Eres una verdadera puta-. Le dijimos-. Cuando lo cabalgaste parecía que lo ibas a romper.
- Lo siento estaba tan excitada desde esa vez de la ducha. Cada vez que lo veía ducharse me imagina haciéndolo, mi marido estará tan cansado que dormirá pronto y yo aprovecharé para tomar una ducha con mi pablo.
- No puedo negar que te envidió-. Le dije, tener a ese macho metiéndotela me ha puesto súper cachonda.
- Pero tu Sebastián también está buenísimo y como han dicho tiene un culazo de lujo, anda anímate.
Las palabras que compartimos me habían puesto mal, después de tomar unas copas y recordar los momentos más sucios. Todas salimos rumbo a casa, en el camino mientras todos íbamos en silencio en el auto, me puse a recordar, el último viernes de clase cuando mi hijo llego con su uniforme de prepa, su culo se veía tan rico que estuve a punto de pegarle una nalgada y me di cuenta que tenía tiempo deseándole, era lo que mí esperaba en el día mirarlo entrar con su uniforme y sabrosear su culo y ver como sus brazos y pectorales casi rompían su camisa, era el momento en que podía sentirme mujer y desear la carne joven y caliente de mi bebe.
A la mañana siguiente mis dos hijos, Sebastián y Clara regresaban a la escuela y mientras les preparaba el desayuno, volví a recrear lo de la tarde anterior, ver el cuerpo de un jovencito cogiéndose a una mujer vieja y madura. Mientras pensaba en ello, mis hijos bajaron y de nuevo me turbo, la presencia de mi hijo, con su uniforme que lo hacía ver tan hombre, tan macho.
- Amor ese uniforme te queda un poco ajustado. Tal vez debamos cambiarlo.
- Déjalo mamá, sólo me aprieta de algunas partes por lo demás está bien, además en unos meses salgo, no hay necesidad.
- Bueno… espero no te hagan corte tus amigos.
- No, al contrario algunos me han dicho que me envidian-. Su hermana se retiró y al hacerlo me dijo-. dicen que las chicas no se pierden mi trasero por nada.
- Hijo…-. Se sonrojo y se disculpo.
- No te preocupes sebas, entiendo. Yo misma lo he notado.
Después de eso bajo su hermana con su mochila y los dos me besaron en la mejilla y al hacerlo Sebastián, mi mano dio una leve caricia a su trasero, él me miró con una sonrisa burlona y se retiró.
El resto del día en el trabajo y en casa, sólo podía pensar en el tacto de su culo, en lo firme y duro que estaba, cuando llegue a casa, a eso de las cinco de la tarde, que era la misma hora en que mi hija estaba en natación y mi marido regresaba a su trabajo. Me encontré sola en casa y sin meditarlo mucho, me despojé de mi ropa y me quede sólo con mis bragas y mi sostén que hacia juego. Baje a la cocina y empecé a calentar. En ese momento y sin preverlo llego mi sebas del gimnasio, sudoroso entró a la cocina y me miró con los ojos desorbitados.
- Lo siento mamá-. Me dijo tratando de salir de la habitación.
- No, ven toma agua debes estar sediento-. Asintió y regreso y mientras lo hacía adivinaba en su flojo short una eminente erección.
- Lo siento, entre sin llamar antes.
- No te preocupes, olvidé que a esta hora regresabas del gim.
- Aunque debo decirte mami que te ves genial, tienes un buen cuerpo-. Se sonrojo y un hoyuelo se formó en su mejilla, estaba loca y excitada por él.
- Gracias bebe, tú también, ayer mis amigas me hicieron notar que tienes un gran cuerpo bajo esa camisa sudada, no había notado que tienes un lavadero y unos pectorales de ensueño.
- Gracias mami-. Dudo un momento-. ¿quieres verlos?
- Bueno la verdad sí-. Y sin pena se quito la camisa.
- Vaya mi amor deben estar tan duros-. Le dije llevada por un ambiente de seducción, me quedaban cuarentaicinco minutos antes de que regresara mi hija y debía aprovecharlo-. ¿puedo tocarlos?
- Claro mamá-. Me acerque a él y toque sus pectorales y lentamente baje hasta su abdomen.
- Están tan duros como tu trasero. Bueno al menos eso parece.
- Mami, si quieres también puedes tocarlo-. Tomé sus manos y las lleve a mis propias nalgas.
- Primero toca las de mami-. Mi hijo estaba tan rojo como un tomate y al principio con timidez y luego con decisión tomó mis nalgas y las empezó a acariciar.
- Mamá las tienes muy bien, veo que sirve mucho los aerobics.
- Gracias bebe. Ahora déjame hacer lo que todas tus tías quieren tocar ese culo-. Y le agarré el culo, él cerró los ojos y ya sin poder evitar su erección, pude sentir su pene rozando mi vientre-. Sebastián que culo tienes, me pones loca, digo podrías poner loca a cualquier mujer.
Y lo besé y él también. Lo tomé con todas mi fuerzas y lo arroje contra la pared y mientras lo besaba le baje la ropa, su trusa blanca estaba a punto de estallar y arrodillándome libere su pene que entro en mi boca, mientras me divertía arañando y estrujando su culo.
- Mamá-. Me decía. Me levanté y mirándole a los ojos me quité el sostén y tomando sus manos bajé con ellas mis bragas.
- Tómame, como a una puta.
Coloque su pene en mi vagina y me penetró con toda su fuerza, ya viendo que tendría que cogerme, me arrojo contra la pared vecina y me dio como nunca imagine, yo lo tomaba de las nalgas y lo metía más dentro. Cuando me vino el primer orgasmo, sacaba su pene y se arrodillaba a comerme mi entrepierna.
Con su fuerza salvaje desatada, me arrojó al suelo y poniéndome a cuatro me la metió sin piedad, no paraba de decirle que era suya, que me hiciera gozar, y mientras me abría como ningún hombre lo había hecho podía sentir que un orgasmo se venía uno tras otro.
Al venirse en mi, exhalo como un animal mientras yo gritaba, ahora exhausto sentado en el piso frío de la cocina, me puse sobre él y comencé a meterme su pene para empezar la cabalgata, fue monstruosa, más que la de Isabel, podía sentir como su pene crecía en mi interior, rompiéndome desde adentro. Al terminar los dos exhaustos y viendo la oscuridad caer por las ventanas, nos cambiamos rápidamente unos minutos antes de que su hermana llegara, cuando bajamos a cenar, ya con todos en casa le di una buena nalgada sin que vieran y le dije.
- Espérame hoy en la noche aún no me has quitado ni la mitad de caliente.