Niño problema (3)

Esto es lo que estaban esperando...

NIÑO PROBLEMA III

...Ernesto atontado por sus hormonas, con el olor a flujo vaginal en su nariz solo se limitó a aceptar las condiciones de su hermana. Sin embargo cuando se enfrió, pensó con claridad "qué les pasa a las mujeres de esta casa?"

Estaba realmente confundido, de repente pasó de ser el típico adolescente virgen que se masturba constantemente a ser el centro de atención sexual de las mujeres de la casa. Realmente no le gustaba ser tan popular, pero tanto había esperado por sexo que desperdiciaría nada. Simplemente lo dejó ser.

Clara retomó con sus clases particulares, el incidente de la bombacha no volvió a mencionarse y Mirta no había vuelto a acercarse a su hijo desde esa afiebrada mañana en que se llevó su virginidad, Ernesto sentía cierto remordimiento en su conciencia cada vez que se acordaba del episodio, pero esa fea sensación inmediatamente la reemplazaba una fuerte excitación que lo hacía desear volver a vivir el momento. Pero generalmente daba la puta casualidad que cuando buscaba a su madre, ella se encontraba sumamente ocupada con algo. Ernesto empezó a sentir que su madre lo estaba rechazando, quizás haber mantenido sexo con ella esa mañana no debería haber pasado, pero luego se consolaba sólo pensando en que no había sido él quien provocara la situación y si bien tampoco se esmeró en impedirlo no se sintió culpable con eso, como hacerlo? Un adolescente con las hormonas a full, no puede resistirse a una concha que se entrega sin ser buscada, aunque fuera de la propia madre.

Mirta se veía sumamente concentrada en sus quehaceres Ernesto la miraba fijamente desde la otra punta del living, sentado en el sillón, esperando algún tipo de señal pero ella ni siquiera levantaba la vista de su labor. Era tarde a la noche de un jueves, al otro día tenía que ir a la escuela y demostrarle a su hermana que sus esfuerzos habían sido útiles, y quizás así conseguir su tan ansiado premio.

El viernes llegó como de costumbre, el desayuno, el camino a la escuela con su padre y Clara hablando hasta por los codos, Ernesto en la butaca trasera callado y divagando en su mente. Iba concentrado en las fechas importantes que debía recordar la prueba de historia era en las primeras horas y no tendría tiempo para repasar en la escuela. Llegaron a la escuela, Ernesto y Clara bajaron de la camioneta. Ernesto ya llevaba contadas nueve pruebas aprobadas y una más le daría derecho a su premio. En sí no era tanto el tema de la bombacha usada, sino que la meta ya era superarse así mismo. Terminó la clase y él entregó la hoja satisfecho, conforme del examen que había dado. Con la corriente contaba ya cuatro semanas sin incidentes, sin policías y sin borracheras, con excelentes notas de calificación y grandes elogios de sus profesores respectos de sus notorios avances.

Antes del final de clase durante la hora de matemáticas, apreció la profesora de Historia con las pruebas ya corregidas, Ernesto recibió su prueba y un reluciente nueve figuraba en el margen superior. Pidió permiso al profesor de matemáticas para salir un momento, gracias a su nuevo buen comportamiento el profesor lo dejó salir con la promesa de volver lo antes posible. Ernesto corrió entusiasmado por los pasillos hasta el curso de Clara, golpeó la puerta y la mandó llamar con el profesor. Clara salió con cara de preocupada, no entendía la celeridad con que su hermano se había apersonado en su curso.

Mirá Clara!- le dijo mientras le mostraba con orgullo la prueba

Bueno muy bien.- Clara no parecía entender las intenciones de su hermano.

Esta es la décima prueba consecutiva que apruebo.

Me parece perfecto, ojalá sigas así. Nos vemos después.- y sin más palabras se metió en el curso.

Ernesto se fue un poco acongojado, sintió que sus esfuerzos habían sido en vano. De repente sintió que todo lo último que había sentido era mentira y que su nueva vida sexual sólo era una ilusión. Llegó a su casa con la cara larga, su madre se mantenía en la misma actitud evasiva y ni siquiera le preguntó que le pasaba. Sus hormonas le estaban dando una fuerte batalla y él la resistía con la ilusión de que alguien la apaciguara, pero no quería ser él, no quería tocarse, no quería masturbarse, se resistía con todas sus fuerzas. Decidió esperar, calmarse ver si Clara le ofrecía algún consuelo.

Clara llegó, como siempre comió algo apurada, dijo mil cosas en dos segundos y se metió a bañar. Ernesto aunque se cruzó varias veces en su camino esperando alguna señal no recibió nada. Enfurecido, lleno de bronca, quiso gritar, patear, gritar, morder, golpear cualquier cosa que menguara su enorme frustración, si por lo menos contara con plata para pagarse una puta, pero ni eso le era posible .

Por la ventana de su cuarto vio que en la esquina dos de sus amigos ya empezaban con la rutinaria bienvenida del fin de semana. Ernesto llevaba varios viernes sin juntarse con ellos y emborracharse del peor modo sería la mejor venganza. Agarró su campera y decidido a volver a ser el de antes se dispuso a salir, Clara lo frenó en la puerta de la habitación, todavía estaba con el toallón de baño ajustado por sobre los pechos y seguramente completamente desnuda debajo.

Adónde vas?

Que te importa. Correte.

Obligame.

Ernesto como siempre contuvo el impulso de violentarse verbalmente con Clara. Aunque se sentía muy ofendido algo le dijo que el momento de su premio había llegado, su pene reaccionó de inmediato creciendo en forma latente como un segundo corazón. Sin embargo su orgullo le impedía dar el brazo a torcer, pero igual podía sacar provecho de la situación.

te pedí que te corras Clara.

Correme vos

Ernesto la miró como calculando sus posibilidades y de un solo tirón le arrancó a Clara la única prenda que cubría su desnudez, arrojando el toallón a unos metros por detrás suyo. Ella ni siquiera se inmutó, Ernesto no obstante haber sido él quien provocara la situación se quedó impactado con la imagen de su hermana desnuda enfrente de él, su húmeda piel todavía emanaba un leve vapor por el calor del agua, algunas gotas bajaban desde su pelo reposado sobre su hombro rodeando sus pechos, deslizándose por su ombligo hasta llegar los escasos vellos del pubis.

Qué te pasó? viste al cuco? – Clara se notaba más que divertida con la situación

Ernesto no podía emitir palabras ni sonidos alguno siquiera, simplemente no podía apartar sus ojos del cuerpo desnudo de Clara, ella ya era toda una mujer con sus pechos firmes y redondos de pezones oscuros que se mostraban desafiantes a él, la curva de su cintura acentuaba en gran medida el ensanche medido y perfectamente proporcionado de sus caderas y sus piernas perfectamente delineadas se coronaban al final con sus pies delicados y femeninos. Clara, que veía que su hermano era incapaz de cualquier reacción decidió aprovecharse.

Permiso... tengo que buscar mi toalla.– le dijo mientras lo corría agarrándolo de su endurecido miembro.- Cuidado con eso, le podés sacar un ojo a alguien.- después de la frase no pudo evitar reírse y fue con su risa que Ernesto pareció volver de su letargo

Clara sintió que la puerta de la habitación se cerraba se quedó inmóvil, sin darse vuelta para ver. Sintió el frío de las manos de Ernesto posarse sobre su cintura.

Ssss tenés las manos frías.

Que raro, porque estoy hirviendo...

El aliento caliente de Ernesto sobre el cuello de Clara la hizo estremecerse, ella dejó caer su cuerpo sobre él y sus glúteos se apoyaron directamente sobre su potente mástil.

estás mojada

toda mojada...

Ernesto entendió de sobremanera el comentario lujurioso de su hermana pero hizo oídos sordos y recogiendo la toalla, comenzó a frotarla suavemente. Clara se dejaba complaciente a las suaves caricias de su hermano que arrasaba con las gotas humeantes de agua que aún cubrían su cuerpo desarrollado y juvenil. Ernesto pasaba sus manos cubiertas por la toalla por el cuerpo de Clara disfrutando cada centímetro de su hermosura femenina y delicada, se apoderó de sus tetas firmes y duras sobándolas con extrema delicadeza como si tuviera miedo de romperlas, a través de la tela sintió sus pezones endurecerse y su ritmo cardíaco acelerarse, fue bajando, pasando por su vientre con la misma delicadeza, frotó los vellos del pubis y acarició los labios vaginales sin llegar a profundizar, y se guiaba por los leves gemidos de Clara para presionar con más o menos fuerza.

Clara ardía de deseo al sentir el duro miembro de su hermano acomodado entre sus glúteos, su respiración ardiente sobre la piel de su cuello y sus manos acariciando ahora su piernas después de haber pasado por todo su frente. Ernesto se agachó para terminar de secar las piernas de Clara quedando con su cara en frente del culo de su hermana, la firmeza de su juventud y la herencia materna hacían que el culo de Clara fuera más que deseable, dos redondos y parados cachetes levemente separados que dejaban entrever su prieto y rosadito ojete y los labios de su concha. Ernesto sintió un deseo irresistible de hundirse de lleno en ese culo hermoso que tenía enfrente, acercó sus labios a los glúteos, sus manos dejaron la toalla en el suelo y se agarraron firmes a la parte alta de los muslos de Clara. Elle se inclinó levemente hacia delante apoyando sus manos en la pared y abriendo un poco las piernas le dio a su hermano todo el acceso que necesitaba para satisfacer sus deseos.

El suave olor de la concha recién lavada de Clara hacía a Ernesto perder la noción de la realidad, el gusto suave del flujo de su hermana y el leve roce de los pelos de su concha pusieron las hormonas de Ernesto en un estado frenético de lujuria desmedida. Su pija luchaba por liberarse como si fuera una bestia enjaulada, las costuras y el cierre del pantalón parecían a punto de reventar en cualquier momento. Los gemidos de Clara y sus espasmos en cada uno de los lengüetazos de su hermano la tenían absorta de placer, ambos se despreocuparon del medio que los rodeaba y se dejaron llevar por sus más primitivos instintos. Ernesto se levantó del suelo y en un solo movimiento liberó su erecto miembro.

A ver pendejito. Trae eso para acá.

Obediente a las órdenes de Clara, Ernesto se dejó llevar a la cama. Sus ojos aún no parecían caer en la realidad del cuerpo de Clara, sus formas pronunciadas, la firmeza de su carne, la suavidad de su piel y el gesto de puta caliente en su cara podían para poner a mil al viejo más senil, pero Ernesto no era ni viejo, ni senil y su pija reclamaba urgente la atención que fuera. Clara se recostó casi al borde de la cama, con sus piernas abiertas y levantadas, le ofrecía a su caliente hermano una visión más que generosa de su concha ardiente y deseosa de pija. Ernesto terminó de desnudarse más rápido que un relámpago. Su pija más que dura parecía querer alcanzar el techo apuntándolo con fuerza, Clara esperaba ansiosa por la pija de su hermano, Ernesto se acomodó semi sentado en la cama con una rodilla al costado de ella y la otra pierna en el piso.

El sentía su miembro latir con fuerza y la sensación próxima del orgasmo aún antes de haberla metido. Clara más hábil que su hermano en los menesteres tuvo que aplicar bastante fuerza para hacer bajar el miembro de Ernesto hasta hacerlo calzar en la entrada mojada de su concha. Ernesto sintió como si pija se infiltraba sin esfuerzo en la concha caliente y húmeda de Clara, un escalofrío recorrió el cuerpo de ambos al sentir le unión concretada. Sus cuerpos ahora estaban unidos por sus sexos, volviéndolos uno sólo en placer y deseo. La profunda penetración que lograba Ernesto en cada metida lo acercaba más y más a un inminente orgasmo, pero no podía dejar a Clara con las ganas. Los flujos vaginales y su aroma de mujer enloquecían a Ernesto, el sabor de su hermana que aún quedaba sobre sus labios, los gemidos de ella a cada una de sus embestidas, la presión de su interior alrededor de su pene y las tetas de Clara bailando al compás del ritmo que Ernesto le imprimía.

Ay Erni, que bien que me cogés.

Te gusta?

Si, me encanta... Dame más fuerte... estoy por acabar

Sumiso y manejable a la petición de su hermana puso a merced de ella toda la fuerza y el vigor de su juventud, arremetiendo con furia sobre el cuerpo de su hermana la ensartó con toda su fuerza llegando a los más profundo de su cuerpo, sacudiendo su cuerpo liviano, delicado y femenino, pero firme para aguantar toda la potencia del adolescente excitado. Ernesto apretaba sus huevos lo más que podía para no derramarse dentro de Clara.

Los gritos de placer en aumento de su hermana le anunciaron que su orgasmo no tardaría en llegar, sacó más fuerza de dónde no había y embistiendo con más furia que antes en un esfuerzo sublime por no acabar, sintió su concha contraerse alrededor de su pija y escurrir jugos en abundancia, el grito liberador de Clara, el temblor de su cuerpito de hembra se relajó por completo y un suspiro seguido de una dócil sonrisa le dieron luz verde para terminar con él mismo, y en sólo dos movimientos el placer terminó de poseer su inexperiencia sexual y casi al límite alcanzó a sacar la pija del interior de Clara para regarla entera con los potentes chorros de semen que largaba. Las gotas de semen se mezclaban con las gotas de sudor que chorreaban desde su frente por toda su cara y caían en el vientre de ella.

Ernesto no terminaba de recuperar la respiración después de tanto esfuerzo, cuando la sorpresa en los ojos de Clara al advirtieron que algo no estaba bien. De repente sintió una mano acariciar su espalda y detenerse en su hombro. Clara se tapó de inmediato con las mantas y su mirada reflejaba terror

Que mal se están portando estos chicos...

La voz de su madre no sonaba a reto ni mucho menos. Sus mejillas más coloradas que de costumbre y el olor a concha en la mano que tenía en el hombro de su hijo delataron que había estado masturbándose y seguramente mientras presenciaba el espectáculo.

Mamá les va enseñar a portarse bien.

Ernesto no terminaba de caer en su felicidad y su pene que no terminaba de relajarse vlvió a la carga con nuevos bríos. Pero la puerta de entrada le arruinó el momento.

Hola! Vieja? Llegué!!!

La voz de su padre alertó a todo el mundo, la madre salió de la pieza, Clara corrió a su habitación a vestirse y Ernesto recogía la ropa del suelo.

Ahí voy... – dijo Mirta mientras bajaba la escalera

Ernesto y Clara salieron al rato de sus piezas, una sonrisa cómplice y unas tocaditas leves en sus partes íntimas dieron por terminadas las acciones del día, pero la promesa de volver a entregarse el uno al otro estaba pactada. Pero serían sólo ellos dos, o tendrían una tercera entre ellos.

Continúa?

No sé, depende de Uds.

Un abrazo a todos, dejen un comentario por favor y disculpen que me demoré tanto en esta entrega. Tuvo mucho trabajo y no podía avanzar con esto. Espero que lo hayan disfrutado.